Bajo una noche estrellada
Mis calcetas hicieron fricción sobre el asfalto al detenerme. Miré sobre mi hombro y la casa de los Miller, iluminada por la pintura cromada del trofeo a la familia con mayor toxicidad, digo, por las luces, yacía a una manzana de distancia.
Esa distancia fue restriego en mi cara para decirme que volver ya sería falta de orgullo. Entonces accioné mis piernas para un paseo errante.
Eran las nueve, temprano pero indicativo para las personas que vuelven a casa después de su jornada de trabajo. La calle estaba desolada, como el resto de las otras manzanas, existe un mal servicio de luz pues todo estaba oscuro, el único alumbramiento eran los focos que colocaban algunas casas para sus jardines, pero los olmos se burlan de esa ventaja porque acaparan la iluminación. Los árboles formaban arcos a la unión con otro que encaraba, ideales para el cubrimiento del sol, desventajosos para la fría noche.
Me abracé al sentir una bofetada del viento, esa violencia en la que me atrajo el golpe me dio una sensación de escalofrío, y ya no era por el frío. Me esperaba Chucky masturbándose con una revista porno, la bruja Bathsheba causando locuras con sus conjuros y esas cosas, Jack el Destripador destripando el cadáver de una damisela en apuros, Jason con su máscara de hockey en sangre seca sobre la blancura desteñida, Pennywise con el brazo de George apresada por sus afilados dientes. Se nota que no soy fanática de las películas de terror.
Apresuré el paso, no doblé hacia otras calles, si iba derecho no cabían riesgos de perderme fácilmente.
Los árboles ya no formaban techos, a lo lejos divisé una iluminación, la importante para alumbrar la calle a la que me aproximaba.
Traté de adivinar qué clase de lugar era ese y, por supuesto, me acerqué para curiosear.
Una cancha de futbol, al menos una improvisada, a simple vista uno diría que es un terreno abandonado, pero la presencia de los chicos daba otra perspectiva. Estaba pobremente encerrado con alambre herrumbroso, el pasto era como vómito seco, tenía trazado líneas con gis, tal vez hecho por los mismos chicos que jugaban futbol americano. Todos eran adolescentes, pero alegres como niñitos de primaria. El juego no parecía tener las mismas reglas como el original, se empujaban, saltaban, incluso simulaban golpear el balón al estilo del voleibol.
Absorta por la interacción entre estos pero asombrada de no haberme dado cuenta que existía este sitio, me acerqué al alambrado.
Estallaron risas al escuchar un pedo ya que uno de los chicos, gordo y titánico, se había agachado y pujó con fuerza para alcanzar el balón, pero en cambio pujó una sorpresa.
-¡Diablos, Belch, te soltaste una tremenda mierda!- Aulló uno de ellos entre carcajadas mientras se retorcía en el suelo de tanta gracia
Reí con ellos, pero en tono moderado.
-Mierda, mejor vete al baño, huele a que tienes diarrea- Se quejó otro mientras meneaba la mano cerca de su nariz en plan de ventilar el olor
-Ahí, en el almacén, Belch- Señaló un chico más delgado que los demás a una casita de madera desvencijada y escasa de láminas en el techo
Belch se vio apenado, pero no dijo nada.
-Ya, ya, basta, chicos. Sigamos con el juego- Emitió una cuarta voz que discrepaba del resto de las que oí, fue más grave.
Fue como la de Tristan.
Todos se apartaron y dieron paso al que parecía ser el líder pues su dicción tuvo elocuencia y cualquiera mostraría respeto con una voz como esa, porque esa voz...
Fue como la de Tristan.
Tristan se mostró, recogió el balón y pasó cerca del tal Bilch para darle una mano.
El gordo miembro del grupito de chicos estrechó su mano con la descomunal de Tristan. Su lánguido brazo tuvo la fuerza suficiente para impulsar a su amigo a levantarse.
Miré con más atención, pero mis ojos tuvieron maña: se enfocaron en el mariscal.
¿Qué hacía el mariscal de la escuela preparatoria de Obregón en un terreno destartalado como ese?.
Otra ráfaga de viento se vio venir, como si el Universo me concibiera una imagen de los cabellos de Tristan desordenarse para dejarlo en marañas salvajes, dignos de ser un atractivo para las féminas.
Pero el Universo declaró que eso no sería suficiente porque hizo que las coincidencias conectaran, le removió una sensación a Tristan y así su exótica mirada elevarse para encontrarme.
Me quedé rígida porque, a mi imaginación, sus esmeraldas brillaron hipnóticamente.
Me miró curioso y divertido.
Fue la primera vez que no quise desaparecer, quería permanecer atrapada en su atención.
Se dirigió a uno de sus amigos sin apartar su mirada de mí, éste asintió y Tristan aprovechó para correr hacia mi dirección.
Hidraté mi garganta con un buen puñado de saliva y me esforcé de no removerme. Aminoró sus trotes. Terminó caminando. Alzó sus brazos, enganchó algunos dedos por los orificios del alambrado y me miró con curiosidad.
-¿Te perdiste?- Inquirió mientras ladeaba la cabeza, como para repasarme y encontrar anormalidades en mi estado, entonces encontró que sólo tenía puestos unas calcetas -oh, vaya, parece que sí te escapaste, Abby- Rió, observando mis pies -¿problemas?-
-Algo así- Me encogí de hombros
Se relamió los labios agrietados y esta vez hundió sus cejas con preocupación -¿Estás bien?-
-No- Me sinceré por primera vez ante él
Él lo entendió y despertó su empatía, no sólo me miró con pesar, me miró como si de verdad lo entendiera.
-Espera aquí-
Ligeros destellos iluminaban las líneas de su rostro dándole un fuerte atractivo, peor fue cuando ensanchó una sonrisa de boca cerrada, eso definió los detalles masculinos de Tristan. Su sombra dibujaba detrás de él y daba la imagen del tipo imponente.
Me dio la espalda y corrió hacia el centro de la cancha permitiendo que la luz iluminara su cuerpo completo. Noté que habló con los chicos, ellos lo comprendieron, se dieron palmadas en la espalda y chocaron los puños. Tomó una sudadera y una botella de agua. Caminó hacia una esquina y me percaté de que ahí había una entrada, también era una puertita de alambre con cerradura improvisada.
Lo esperé en la misma posición. Mientras se acercaba a mí se colocó la sudadera gris. Se paró frente a mí y de nuevo la penumbra cubría todo lo bueno que podía contemplar de su rostro. Pero pude notar una sonrisa sin los labios despegados.
-¿Quieres caminar un rato?- Propuso
Sólo me limité en asentir.
Fueron minutos de silencio al principio. Logramos llegar a una calle en la que se erguía un farol y la luz era mortecina.
No hubo incomodidad, sólo la compañía que tanto necesitaba, una ajena. A lo lejos ladraba un perro, los grillos cantaban por ahí y algunas aves migraban de árbol en árbol porque era su hora de dormir.
Tristan habló -¿Quieres contarme qué pasó?- Inquirió cuidadoso de no sonar impertinente, en realidad, no me molestaba su interés por indagar
Ambos caminamos hombro por hombro, esta vez rozándolos.
-Nada- Pateé algunos residuos del asfalto -sólo tengo ansias de asesinar a alguien, mutilar su cuerpo, guardarlo en un cajón y mandarlo a Cuba porque sí-
Escuché su silencio y lo miré de reojo para asegurarme de que su expresión no fuera de aversión, pero sucedió todo lo contrario, le sonó chistoso
-Entonces creo que soy lo afortunado de ser el próximo cadáver, aún me merezco esa paliza, ¿recuerdas?- Giró la cabeza y me sonrió con las manos se escondían en los bolsillos de su pans.
Al pasar bajo el triste alumbrado del farol sus iris fulguraron con tanta claridad.
Lo miré entre diversión y seriedad, una mezcla distorsionada, pero en ese momento me atacaban dos emociones: enojo y ansiedad -¿Eres masoquista o qué?- solté neutral después de desviar mis ojos hacia al suelo
-Soy justo y honesto- Replicó asintiendo con falso orgullo
-¿En dónde quieres ese golpe?- Me atreví a preguntar después de un debate mental, después de todo, mis nudillos cosquilleaban, la misma sensación que tuve al quebrarle la nariz al chico de la fiesta. La cena me había dejado migajas de ira.
Tristan se detuvo, giró su cuerpo para encararme -Prueba-
Busqué pizca de broma en su rostro, pero él estaba dispuesto a recibir ese golpe porque esa mirada había excavado unos granos de tierra de mi ser.
Lo dudé por unos segundos, recorrí mi mirada desde sus pies hasta la cabeza para encontrar el punto exacto para una buena paliza. Formé puños en mis manos y dejé la decisión para los impulsos.
Pero no lo hice, no lo hice y no quise, mis piernas casi flaquean al notar que sus ojos estaban muy atentos a lo míos, y su mano había tomado la mía.
Fue tan repentino que no me dio tiempo de buscar una reacción: su pulgar comenzó a generar caricias en mi dorso.
Bajo la escasa luz, Tristan dio caricias consoladoras. Sus intimidantes ojos verdes, resultaron irónicos porque su mirada me había apaciguado.
Tristan estaba haciendo una sesión de desecho, me aisló de cualquier sentimiento nocivo y a cambio pulió una calma.
Pero esa calma se tornó intensa.
-¿Sueles jugar por las noches en ese terreno?- Inquirí para disimular lo tensa que me ponía su contacto
Se vio cómodo ante nuestra cercanía y emitió como si nada -Es una costumbre, mis amigos y yo jugamos ahí a partir de las siete-
Asentí lentamente y fue su turno de preguntar también -¿Me vas a decir qué hacías caminando en la noche, sin zapatos y sola en las calles más abandonadas de Obregón?- No sonó a exigencia, el tono de preocupación procuraba ahí
Observó nuestras manos, a simple vista se notaban compatibles, pero una estaba sudorosa y la otra cálida y rígida tal cual a la de una protección reconfortante.
-Tengo...- Inhalé el aire, exhaustiva, ya abrumada -problemas, ya sabes, familiares y eso-
Asintió comprensivo.
¡Dios mío! Esa caricia no sólo era la calma, también sentí cierto placer.
Tristan volteó a mirar hacia la oscuridad de las calles, una negrura igual a la de sus hirsutas cejas, y escudriñó en ojos entornados.
-Creo que faltan dos cuadras para llegar al parque infantil-
No me dejó escapar un ¿qué? Porque con el mismo agarre aprovechó para hacernos caminar.
Mantuve los ojos en alerta y unas cejas fruncidas para mayor expresión de suspicacia. Cruzamos una cuadra, ya abundaban faroles. A la segunda, habían penumbras, pero a diferencia de las anteriores, ésta se veía más fulgurante y segura.
El parque infantil estaba desolado porque ningún niño se atrevía a escapar de casa para jugar al columpio a las nueve y media de la noche, a menos que se tratara de un ente. ¿Ya mencioné a la niña del Aro?.
El terreno estaba protegido muros rústicos y pétreos, alcanzaba unos cuatro metros de altura, se podía divisar la mitad del cuerpo superior de una persona si pasaba por la acera.
La puerta de entrada era una valla metálica y con sólo tirar del pasador teníamos acceso.
Eso fue lo que hizo Tristan. Jaló el pasador sin ninguna prudente discreción y nos escabullimos.
Habían caminitos de piedra encrucijadas, zonas de extenso pasto, un tobogán yacía contiguo a los columpios, un sube y baja bajo la sombra camuflada por la penumbra de un árbol.
En esa noche, fuimos esos niños que escaparon de casa a las nueve y media de la noche.
Aún tomando de mi mano, nos dirigió hacia los columpios. Me sentí insegura de estar en un lugar como ese, de noche, un parque infantil podría resultar aterrador, de día sólo es para pasar una tarde de verano para jugar.
-¿Podemos estar aquí?- Inquirí aún desconfiada, sacudiendo la cabeza para mirar alrededor
-Calma, Abby, nadie pasa por aquí- Aseguró despreocupado añadiéndole una sonrisa amigable
-Eso diría un violador-
Tristan soltó una carcajada.
Me senté en la silla metálica de la izquierda y Tristan del otro.
Ya no ladraba un perro, fueron dos, comunicándose. Sin embargo, los ladridos ya eran lejanos. Los grillos seguían ahí, insectos infaltables para la noche.
Ambos, al mismo tiempo para extraña coincidencia, exhalamos aire, el mismo aire tóxico que respiramos cuando las cosas salen como la mierda. Ese momento de paz fue idóneo para recuperar aire puro, el mismo aire límpido que inhalamos cuando los desastres están en alguna parte pero lejos de nosotros.
Nos mecimos. Con nuestros pies impulsamos un suave vaivén con la mirada puesta al cielo nocturno.
Inesperadamente, solté una risa nasal.
-Se supone que las estrellas deben estar ahí- dije en tonillo de burla con la vista alzada -para que nuestra escena de película hollywoodense salga cool-
Tristan me acompañó con una risa también
-Entonces imaginemos que las hay, por ejemplo...- Movió ligeramente la cabeza en búsqueda de algo en el cielo, como si ella estuviera frente a sus narices y con sólo ladear la cabeza encontrarías a otra galaxia -puedo ver a la Osa Mayor, joder, es grandísima- Alzó su pulgar, guiñó un ojo y añadió -sí, como el tamaño de mi pulgar-
De ser una risa tranquilona, después de su comentario sarcástico, se volvió escandalosa.
Algo me sucedió, como droga inyectada en mi sangre, porque reí sin parar, lo necesitaba y no me importó parecer como chica hipnotizada por un ilusionista rezando ríete hasta chasquear los dedos.
Mis risas aminoraron, sintiendo un leve dolor abdominal. Nos mecimos sobre el columpio, haciendo soltar rechinidos de tornillos oxidados.
Esta vez dije con cierto embeleso -Las estrellas son hermosas-
-¿Por qué lo piensas?- Inquirió sumándose a la sensación de sentir fascinación a lo que me refería, o al menos hacer el intento de encontrarle la misma sublimidad que yo sentía
-Míralas- Las señalé -su brillo palpita, se ven poderosas, llaman la atención a cualquiera, pueden haber viejas y jóvenes pero igual seguir viéndose hermosas, y aún así... a ellas no les importa, ni siquiera... ni siquiera...- negué levemente con la cabeza, expresando mi asombro de ver semejante belleza -saben que lo son-
Dimos paso a un breve silencio y después Tristan añadió en un hilillo de voz, un susurro que casi rozó mi ser
-Son inalcanzables-
-El ser humano debe sentir mucha envidia-
Un segundo corto de silencio después dije:
-Son como unas perras empoderadas-
Rió por lo bajo, suave y sereno.
-¿Tú quisieras ser una estrella?-
Responder a su pregunta me resultaba discutible para mis adentros, quiero decir, ¿quién soy yo para aparentar ser una estrella?, si me sentía insuficiente para compararme con Jo March.
-Creo que... con sólo verlas me basta- fue lo que respondí
-Abby- Me llamó, sin ver al cielo, si no, a mí, sobre una mirada penetrante -las estrellas también tienen un defecto: mueren- Comentó lo último con simpleza -cuando no tienen combustible, significa que ya no habrán reacciones nucleares, se expanden, luego se comprimen, y al final pierden ese brillo que tanto las hace lucir impecables, terminan siendo un nada y mueren-
-¿Y tu intención de decirme esto es... para demostrarme que voy mal en astrología porque no tuve idea de eso hasta ahora?. Si es así, mejor debería salirme de la escuela y traficar armas- Resoplé, sin enfado pero sí un desanimo porque hasta las estrellas tenían su realidad.
-No- Rió -lo digo para que veas que hasta el ser más poderoso no es perfecto-
Mantuvimos una conexión visual bastante íntima, a decir verdad. Muchas veces, no lo voy a negar, joder, no, pero muchas veces, he logrado distraerme en sus ojos, son enigmáticos, airosos de misterio y sombríos como una excitante sensación de perderse en la oscuridad. Porque sí, las iris verdes, las densas pestañas y la negrura de sus cejas, la expresión de su mirada, ese paquete completo me viraba hacia lo inescrutable.
-Bien, entonces, gracias por hacerle abrir los ojos a una niñita ingenua- Repliqué en broma
-No eres ingenua, de hecho- Ensanchó su sonrisa -es bueno creer en algo y aferrarse a él-
-¿No sería lo contrario?- Detuve el vaivén del columpio para inclinarme a mirarlo
-Después de toda esta mierda del ser humano y eso, creo que no nos queda de otra que creer-
Ambos compartimos una sonrisa, una irremediablemente atractiva sin ser defecto de los despellejados cueros de los labios; y la otra cargada de sincero placer por su compañía.
Instantáneamente un recuerdo pasó como bofetada, la misma ráfaga de flashback.
Tristan, Tristan y yo, Tristan y yo charlando, yo tomando una decisión, un beso.
La curiosidad también pasó, esta vez llevando la bofetada en mi otra mejilla.
Y por eso, mi pregunta salió a relucir:
-Tristan, yo te besé, en la fiesta- me atreví a mirar sus facciones con más atención para adivinar cualquier gesto de incomodidad, pero él continuaba mirándome con atención -estaba borracha, posiblemente dije estupideces, y tú no me has dicho nada al respecto, ¿por qué?-
Éste, sin siquiera detenerse a analizar, respondió
-Porque no te recuerdo como la chica del beso-
No supe si ese debía ser un auch porque no le encontré claridad ni pude sacar conclusiones, y bueno, ¿qué chica no llegaría a sentirse insegura de que el chico no sintiera nada ante un beso que para ella sí le resultó importante?. Él entendió mi confusión y aclaró, para mi profunda sorpresa
-Porque eres más que eso, Abby-
No lo esperé. No estuve preparada para ese tipo de momentos. No supe qué decir. Fue una total turbación. ¿Le debí decir: gracias, nos vemos luego, bro?.
Y me odié por no tener la capacidad de replicar sin sonar nerviosa.
Una gota de agua cayó sobre mi mejilla, fue casi microscópica pero pude sentirla húmeda. Otra salpicó en mi frente, esta vez más gruesa. La tercera le tocó a Tristan. Por automático elevamos la cabeza, cerciorando la condición del clima.
Una invasión de agua comenzó a estallar. La lluvia por fin se reveló.
Saltamos de nuestros asientos del columpio y corrimos para que la lluvia no nos empapara.
Al menos nos fuimos entre risas, porque sí, ese momento fue hilarante, y Tristan hizo que esa noche fuera especial...
Wenas, aquí me reporto.
¿Qué les pareció? ¿ustedes también escaparían de casa si tuvieran una familia como los Miller? ¿estarían en los columpios con un chico apuesto en medio de la noche? Si todas sus respuestas son afirmativas, déjenme decirles que... pues que yo también, ¿por qué no, shingar?.
Me da gusto que por fin hayan conocido a los Miller, muy loca esa familia, eh. ¿Y qué hay de Tristan?, ¿a qué se refería a que Abby era más que la chica que lo besó?; ¿saben por qué la casa de los abuelos Miller tienen pocas fotos familiares?; ¿por qué alejan a Liliana de Abby?, ¿cuáles son esas verdades que quieren que Liliana no suelte?; ¿qué pasará con Abby y Tristan después de esa noche 7u7?.
No se apresuren, deben recordar que todo esto son viejas anotaciones del diario de Abby, por lo tanto, todo está narrado bajo su propia perspectiva.
En fin, si disfrutaron del capítulo, no olviden votar y dejar un comentario, así se ganarán un pedacito de mi retorcido y oscuro corazón.
Sin más que decir: cambio y fuera.
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