9
Septiembre 4 semanas - Martes
No quería creer que estaba llegando a su límite nuevamente, había intentado modificar sus rutinas para mitigar sus dolores y poder mantenerse despierto en la escuela, pero era evidente que no lo estaba logrando. Tenía que esforzarse con sus calificaciones pues si empezaba a reprobar podía ser expulsado, no le iba tan mal, pero muchas veces sus notas se arrastraban y más de una vez perdía la prueba por llegar tarde.
Estaba desdichado, pero tampoco valía la pena llorar, no quería hacer eso sabiendo que no iba a conseguir nada sintiéndose como la persona con peor suerte del mundo, tenía que salir adelante, tenía que vivir.
Tenía que comer la comida que estaba frente a él, pero su estómago por más hambre que tenía, no aceptaba ni una cucharada.
Su cabeza daba vueltas y por eso había decidido irse apartado del mundo, escuchar voces fuertes provocaban solo más jaqueca en él, era mejor estar en soledad para que solo lo que pudiese escuchar fuese el zumbido de sus oídos y su voz mental dándose ánimos.
Tan ido estaba que no se había dado cuenta que alguien se había sentado a su lado, una presencia que solo notó cuando sintió una mano sobre su cabeza. Alzó la mirada sobresaltado por lo inesperado, pero solo se tensó al ver a Geno que le miraba con una expresión, con un sentimiento de preocupación.
— Te ves tan mal...
— No es novedad.
Aquella mano que estaba en su cabeza pronto bajó su capucha y sus dedos empezaron a desenredar las hebras del cabello oscuro de Reaper. Este no supo si separarlo, en ese instante solo estaba recibiendo un cuidado y atención, algo que cualquier desconocido daría si veía a alguien apunto de morirse ahí mismo, ¿no?
¿No...?
Poco a poco fue peinado, suaves jaladas en su cabello que producía mucha tranquilidad, más de lo que esperaba; tragó saliva cada vez más débil a sus atenciones, hasta que sintió su propia cabeza recaer, casi se queda dormido.
— ¿No comerás?
Reaper negó.
— Entonces deja apartar esto un momento.
No prestó atención a las acciones del albino, solo dejó que la bandeja con su comida fuese apartada hasta al otro lado del banco y así el menor pudiese acercarse más, de este modo fue agarrado por el hombro para pronto ser recostado en el regazo de Geno, con la cabeza sobre sus piernas, mirándole desde abajo.
No hizo resistencia, no tenía ni las fuerzas ni la voluntad de poder negarse al contrario, ya no tenía forma de comprender si estaba siendo acosado, cuidado, extorsionado, solo sentía calidez por aquellos mimos en su cabello. Varios dedos pasaron por su frente en más caricias, hasta que pararon en sus mejillas.
Geno le miraba con tranquilidad, ya no tenía esa expresión preocupada cuando se sentó a su lado, nuevamente tenía aquellos parpados medios caídos liberando una indiferencia constante, con sus labios abultados levemente con tal de alcanzar la frente de Reaper. El pelinegro se prohibió a cerrar los ojos, por cada beso que recibía en su rostro más confundido estaba, cada vez más perdido se sentía.
— ¿Por qué? —Susurró Reaper en un hilo de voz, sin reconocer si era por el cansancio o por las emociones atronadoras en su corazón— ¿Por qué me besas...? ¿Por qué me tocas?
Cerró los ojos por primera vez en ese momento cuando sus labios chocaron con los suyos, siendo un suave contacto que se perdía en sus propios labios secos y destruidos. El de prendas blancas se separó un poco de aquel contacto, dejando una mano en el banco para estar cómodo en su inclinación.
— ¿Qué hay de malo?
Muchas cosas, no había lógica en sus palabras.
Quién eres, Geno.
¿Cómo podías pensar que besar a un desconocido no tenía nada de malo?
Nuevamente recibió un beso en su boca, y antes de recibir un tercero, Reaper alzó sus manos para tomar las mejillas adversas y así eludir cualquier contacto más. Viendo que entendieron su petición de parar, el menor se irguió, dándole el espacio para que el ojiazul se pudiese sentar. Una vez ambos a la misma altura, Reaper arrugó la frente sin sentir ira en su cuerpo, sin sentirse asqueado por lo que vivió, solo quería decir las mil preguntas que rondaban en su boca.
Mas el timbre sonó, no debía perderse la clase de ahora, tenía que hacer otra prueba.
Sin poder decir palabra, se levantó, dejando a Geno quien le miraba con los labios apretándose entre sí, todavía con esa cara de confusión por ser una vez más rechazado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro