22
Diciembre 1 semana - Martes.
El cielo y la tierra habían hecho un acuerdo para exponer un blanco día, las nubes cubrían todo el firmamento con un color grisáceo claro, a su vez, el suelo estaba cubierto de nieve haciendo imposible que se hicieran deportes en el patio exterior, dejando única alternativa el gimnasio. No había mucha gente afuera por lo mismo, era mucho más cómodo estar en un lugar más tibio que en la intemperie.
Esos momentos de soledad los aprovechaba al máximo, quedándose en algún banco mientras observaba a duras penas el lugar, pues en sus ojos no había más que nubosidad.
Estaba decaído, llevaba alrededor de un mes sin ver a su compañero pelinegro, aquel chico de cabello largo y con un rostro que expresaba muchas emociones, era lo inverso a él, ya que apenas esbozaba sonrisas o algún sentimiento sin mucha razón. No tenía tanta interacción con las personas como para realmente expresar algún sentimiento de felicidad, enojo o tristeza; casi nunca convivía mucho con las mismas personas.
Desde la última vez que lo vio, en su pecho creció una sensación de incertidumbre, tenía un dilema al escuchar que toda su forma de ser era incorrecta, que nadie en realidad quería ser su amigo y solo lo estaban manipulando para sus propios beneficios, y para colmo, no solo sus compañeros eran así con él, sus propios padres no lo querían de verdad.
¿Cómo podría creer algo tan fuerte? Sus padres siempre lo habían tratado muy bien, mimándole y siendo tan buenos con él. Casi nunca habían peleado y siempre que deseaba algo se lo daban, a cambio de ser bueno en la escuela y tener buenas notas. Soltó un suspiro, carcomiéndose la cabeza, Reaper era un compañero de solo un curso mayor, no tenía las respuestas del universo ni tampoco era un dotado, no podía creerle solo porque él lo decía, por supuesto que no.
Pero... sus palabras hicieron que viera el mundo desde una distinta perspectiva, tratando de ver cómo el resto lo veía con sus ojos. Era cierto que siguió en ese mes conviviendo con otros compañeros, compartiendo una amistad entre besos y toques en lugares bien escondidos de la institución; sin embargo, una vez terminaban, apenas unos diálogos habían, poco después volvía a quedar solo, siendo invadido por una soledad fuera de su voluntad.
Podría ser que le gustaba estar solo, pero no ser abandonado, siendo evadido.
Siempre pensó que eso era normal, pero mientras más miraba al resto de chicos de la escuela, la amistad que ellos tenían se veía mucho más linda que la suya. De verdad quería compañía, no obstante, mientras pasaban las semanas, más triste se sentía después de tener encuentros. No era lo mismo, y lo más cercano a una amistad había sido con Reaper, pero desde que fueron a su cuarto, nuevamente lo apartó.
Lo extrañaba, por más que fuese el responsable de su mal estado anímico y de las miles de preguntas que habían en su cabeza, cuando estaba con él, una sensación agradable pasaba en su cuerpo, una calma que solo se estropeaba por su propia culpa.
¿De verdad su vida fue todo un engaño?
Su pecho se contrajo, teniendo un gran escalofrío por el frío del patio; había poca gente circulando y algunos le miraban de esa forma que Geno pensó que era normal, porque sabía que no todos interactuaban de la misma manera, ahora solo se sentía juzgado, más aún sabiendo que estaban observando cual jueces las lágrimas que bajaban por sus mejillas.
Estaba llorando, pero no comprendía el significado de ese dolor tan fuerte en su pecho.
Intentó reprimir todo, mordiéndose el labio inferior desde el interior, apretando los puños para intentar calentar sus nudillos rojizos. Empero, las lágrimas seguían corriendo y corriendo, por lo rechazado que se sentía, por lo abandonado que estaba en medio del mar de dudas que poco a poco lo hundían, ahogándose.
Extrañaba a Reaper, el único que se acercó a él a solo hablar.
Realmente le dolía.
El frio que lo estaba calando pronto disipó ligeramente, sintiendo en cambio un pequeño calor alrededor de su cuello; creyó que estaba alucinando en medio de su desdicha pero solo tuvo que alzar la mirada para encontrarse con él, con aquel joven de cabello oscuro también dedicándole una mirada, pero no estaba siendo juzgado, estaba siendo atendido.
— Hey... —Su voz resonó en sus oídos, provocando que sus lágrimas se volviesen a acumular en sus orbes, pero no por tristeza.
No pudo responderle, su garganta se había cerrado y solo dejaba escapar sollozos bajitos; pensaba que no volvería, pensaba que iba a ser abandonado por él.
Su labio tembló cuando lo que había en su cuello era una bufanda de color rojo, siendo acomodada por las manos delgadas y grandes del contrario. Era cálido, su cuerpo dejó de sentir frío por ese instante, pues sentía el rostro arder de oreja a oreja.
— R-Reaper... —Pudo por fin balbucear.
— Esto es una forma de expresar afecto, demostrando preocupación por los demás y queriendo el bien del otro.
— Per... Pero tú s-siempre te vas... No quiero que te v-vayas...
— Esta vez no me iré.
Quería abrazarlo, era lo único que quería hacer; no obstante, tenía mucho miedo de arruinar las cosas si hacía eso, no quería espantarlo, no quería echar a perder todo por su forma de ser. Aun así, sus deseos fueron escuchados, la calidez de la bufanda ya no era nada con sentir los brazos adversos envolviéndolo, todo su cuerpo tembló al darse cuenta que estaba siendo abrazado por Reaper, con sus manos deslizándose lentamente por su espalda.
Nuevamente comenzó a llorar.
— Está bien, abrazar también es algo que puedes hacer, es algo que los amigos pueden hacer.
— ...¿De verdad... quieres ser mi a...amigo?
— Sí, y quiero cuidarte, de verdad quiero que estés bien...
— R-Reaper...
Por fin sus brazos reaccionaron y correspondió el abrazo, deseando que jamás termine eso, era grato, no quería soltarse. Reaper se movió para poder sentarse en el banco a su lado, permitiendo que Geno pudiese acurrucarse en tal unión, estando así hasta dejar de hipar.
Cuando se calmó, con el pesar de su alma el adverso se separó, para la sorpresa del menor, pudo notar que su rostro ya no estaba tan enflaquecido, sus pómulos ya no resaltaban y las ojeras tan oscuras habían disminuido un poco. Quiso preguntarle cómo se sentía, si estaba comiendo mejor y durmiendo, pero no tenía idea de qué hacer o decir, no sabía qué era lo apropiado.
Solo bajó la mirada, topándose con una parte de la tela de su nueva adquisición, era muy bonita.
— Es roja porque combina bien con tus mejillas y nariz. —Reaper sonrió, a lo que Geno le copió.
— No son tan rojas... Ahora lo están por llorar...
— Por el frío también, ¿Qué haces tan desabrigado en pleno exterior?
No respondió, pues ni él sabía. Pronto el timbre sonó, haciéndole sentir nuevamente triste al darse cuenta que tendría que separarse de su amigo, no quería eso, no quería que al siguiente día otra vez no lo volvería a ver.
— No te vayas... —Susurró.
— Descuida, de verdad prometo no irme.
— No sé dónde encontrarte...
— Con esa bufanda no te me perderás en la nieve, hehe.
Su tono de voz era mucho más animada que las primeras veces, Reaper parecía estar mejor, lo sentía mucho más confiado, trasmitiendo esa misma sensación a él. Bufó, asintiendo algo cohibido.
— Está bien...
— Y también me puedes escribir, te responderé.
— Gracias...
— Ya hablaremos con más calma.
Se levantaron, separando caminos, pero ahora el dolor de su pecho había sido reemplazado con una alegría inexplicable. Si así era una amistad como debiese ser, estaría dispuesto a escuchar las palabras del mayor.
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