Basqueadé, inchala!
Senaqué giró y dio un fuerte golpe en la pequeña y blanca carne, haciendo morder el polvo a su víctima una vez más.
-Si no vas a levantarte, entonces no me hagas perder el tiempo.
El rudo guerrero de cabellos color roble lo miró desde arriba, con los brazos cruzados. Con su característico color cobrizo, la piel brillaba fibrosa y perfecta, bañada por las gotas de sudor que la convertían en un pulido metal bajo la luz de la luna.
El pequeño cuerpo envuelto en un barro producto de su sudor, lágrimas, polvo y sangre, detuvo su respiración y gemidos de dolor para observarlo. El impiadoso sol era temible en la espesura de esas tierras, pero la luna tampoco dejaba tregua en sus heladas noches. Desde esa perspectiva, la amenazante figura contenía un juego de luces y sombras que solamente escapaban de los ojos destellantes, llenos de atención hacia a él; una mirada ámbar inmutable, como la de un felino feroz que esperaba que su presa terminara de retorcerse entre las últimas dolorosas agonías previas a la muerte.
No por nada los llamaban demonios.
-Vas a hacer que me quede toda la noche... de nuevo- replicó el mayor con voz de trueno- Deja de llorar como una mujer y levántate. Estuve enseñandote suficiente por guidaís* para que me des otros resultados.
El más pequeño no contestó, simplemente apoyó los brazos en la tierra helada, tratando de ponerse de pie; pero el dolor era tan agudo que quebraba su columna. Cayó una vez más, tras un alarido.
-¡¡Y deja de quejarte!! Sepé** te dio una lengua y una cabeza, ¡Úsala!
-Senaqué, ¿No te has dado cuenta de que ha estado demasiado tiempo con el diablo blanco?. Le enseñó su lengua. Se le enreda y ya no sabe que hablar, entonces está mudo- hablo otra voz, más jóven, cerca del inquisidor.
-Cuando era más pequeño aguerría contra los diablos sin preguntar. Y un día, sin más, se contaminó- inquirió una voz femenina, salida de la nada de la noche.
El pequeño los miraba desde el suelo, tratando de reconocerlos, pero estaba ciego por la sangre.
Sabía que su familia era estricta, un legado designado propio de guerreros y cazadores; sabía que desde bebés los entrenaban duramente para mantener las costumbres, cuidar su territorio de los enemigos, de los invasores... razón por la cual los españoles les habían bautizado de esa manera y no habían podido a alcanzar ni a uno de ellos desde que habían intentado mantener los primeros contactos con el "territorio hostil del otro lado del río", y que "habían derramado más sangre ibérica que ninguno de los otros salvajes de la América" según había escuchado.
Ellos, los Charrúas, eran los demonios de las espesuras secas. Los Destructores.
~
"- No sigamos los pasos de Piaré-Guor, quien ha recibido a los diablos blancos como si fuera un igual, y mira lo que le ha sucedido.
"- A veces, el mayor puede ser el más tonto.
"- ¿Te das cuenta, Bilué****?, no podemos permitir la misma intrusión. Ellos quieren algo que no les pertenece, y lo tomaron de Pampa; y de Iracema. Los diablos arrasan todo... pero tenemos que arrasarlos primero.
Producto de las dudas y miedos de sus siempre confiados mayores, quiso saber qué era lo que tanto les preocupaba. Entonces, con aquel cuerpecito que asimilaba a un niño de tres años, se acercó al alto diablo blanco, que vestía esas ropas de metal calurosas. Observándolo cada vez más de cerca, noche tras noche, luna tras luna, descubrió que podía cazar, comer, bailar, reír, andar a caballo, abrazar y pegar. Igual que ellos.
Si eran diablos ¿Por qué actuaban así?
En un momento indeterminado de la historia, su cercanía fue demasiada y sus pasos alertaron a los soldados españoles en aquella tienda improvisada en medio de la nada, mientras los caballos relinchaban asustados ante el pequeño monstruo lleno de figuras geométricas pintadas en la piel, con apenas un taparrabos, unas boleadoras en su flaca cintura y una maraña que parecía ser un cabello rubio totalmente descuidado.
Antonio salió despavorido de su sueño ante los gritos de sus guardias. Entonces se encontró con aquel pequeño enjambre blanco de pelo y pintura roja, delante de él, temblando del miedo y el enojo al verse descubierto, gritando rabioso a los soldados ante el intento de atraparlo. Y los ojos... Dios y la Santísima Virgen.
Eran los ojos del demonio. Un pequeño demonio con carne humana. Y piel blanca.
¿Blanca...?
Bueno, quizás podía llegar a parecerse a una persona, después de todo.
Fue entonces como el contacto comenzó a frecuentarse. El pequeño charrúa le contaba a su gente lo que los diablos blancos intentaban decirle, enseñándole mediante objetos algunas palabras en español. En el correr de esas lunas, el rubiecito entendió por completo el idioma, y hasta pudo llegar a hablarlo.
España sin embargo no sabía qué hacer con él, estaba demasiado ocupado en el otro lado del río. En consecuencia, el contacto disminuyó a escalas tales que los Charrúas tuvieron largos periodos de tranquilidad, mientras veían los barcos de los blancos pasar. Pero un día, los monstruos de madera vinieron de otra dirección, reemplazando y "echando" del océano a los otros; barcos que trajeron mas blancos, pero con otros vestidos de metal, otros colores y otro idioma.
Los mismos ojos verdes, una sonrisa complaciente y una voz más suave mostraron al pequeño rubio que el nuevo visitante lo trataba con más cuidado (e inteligencia) que quien parecía ser su hermano menor – o al menos eso había entendido que era.
Ellos sí que estaban interesados en él. De la misma manera, le enseñaron de manera más insistente sus costumbres, y éstos se enojaban cuando mencionaba las españolas. Oh, eran enemigos, entonces.
Bueno, no era problema suyo ni de la tribu mientras no se metieran en su casa. No iba a afectar en nada.
En nada.
~
Piedras y troncos secos retumbaron en el aire a su alrededor. Luego, gritos alabando a los cielos, manos elvadas que acompañaban la percusión que el viento seco de la llanura llevó a sus oídos, recuperando la conciencia del espacio. Abrió los ojos, y recordó que Senaqué y él estaban cerrados en un circulo delimitado por la propia tribu, encabezados por el cacique Vaimica Pirú y su mano derecha, Tacuabé.
Entonces, los gritos tomaron sentido en su cabeza.
Basquadé , basquadé, inchalá
hue, hue, it, guidaí
Bilu, bilu guidaí
La cabeza del rubio, llena de las palabras del diablo del océano, realizó involuntariamente una traducción.
Levántate, levántate, hermano.
El agua, el agua, el fuego, la luna.
Hermosa, hermosa luna.
Estaban cantando para él.
-Haciendo de enviado, aprendiendo diabladas y comportándote como ellos. Eso es lo que te está haciendo débil desde entonces, hermanito- continuó Senaqué gritando entre los cánticos, mientras le daba una patada, haciéndolo retorcerse más en el suelo- ¡¡BASQUADE!! Dudas como Pampa, pero no tienes su sabiduría ni su rapidez. En eso fallas. En querer ser algo que no eres... justo como ellos. Basquade inchalá, o mi cuchilla tomará la manchada sangre de tu cogote.
La lengua que hablaban ellos era tan firme, tan decidida, que el español y el portugués parecían canciones de cuna.
El rubio, ahora con la contextura de un niño de ocho años, se puso de pie y corrió su cabello sucio de barro y sangre, para enfrentar al mayor con mirada fiera. Inclinó su espalda, estiró un poco los brazos y cerró las manos, para abalanzarse sobre el otro y recibir nuevamente una patada que lo dejó en el suelo de un sentón.
-¡Aprender de ellos no hizo más que dominar tu espíritu, robarte el alma! No debes dejar que te hablen, que te miren, que te toquen. Sus regalos no deben amedrentarte. Aunque cambien de caballos de mar o este diablo blanco sea más viejo que el otro, tenga el pelo más largo y la sonrisa más tierna. No debes dejarte vencer, o los ancestros no querrán salvarte de la muerte.
-Asaganup, inchala******- finalmente la voz de Bilué salió entrecortada y desgarrada de la garganta, mientras se ahogaba en su propia sangre- C-callate... Sena-que... cállate.
¿Cómo podía decirle algo así, con lo mucho que lo quería? ¿Preferir al europeo que a ellos? ¿No había estado ayudando a combatir los últimos intentos de invasión, manchándose las manos con sangre blanca? Solamente quería saber cuál era el secreto de aquellos para que los ancianos desconfiaran tanto. Nunca había visto miedo en sus corazones, y ahora estaban confundidos; día a día peleando para saber que hacer a medida que él, irónicamente, les llevaba información y aprendía cosas interesantes.
Sabía que a pesar de todo aquel espectáculo lo querían también, y lo acusaban solamente por miedo a que aquello fuera contagioso.
¿Serían contagiosos los diablos del océano?
-Codi, codi, huagif*******- espetó entonces la mujer que había hablado antes, entrecerrando sus ojos negros- habla como los diablos blancos, camina como los diablos blancos, hasta pregunta como ellos. Ya no es uno de los nuestros... hay que deshacernos de él.
El rubiecito, enfurecido, irguió su espalda mientras lagrimas de dolor silencioso resbalaban por sus mejillas sucias, enfrentando a la agresora. Esta sonrió con desden, y el pequeño cerró los puños y dio unos torpes pasos hacia ella, resoplando y soltando vapor de su boca y nariz.
El canto cesó, y solamente la percusión cortaba el aire.
-Ya es suficiente- cortó entonces Vaimica Pirtú, avanzando con su bastón rodeado de plumas y calaveras- Bilué ya tuvo suficiente escarmiento. Puede ponerse de pie y contestar a pesar de la paliza que Senaqué le ha estado dando; es fuerte, aún es nuestro- lo enfrento- habla como ellos, pero mira como nosotros. Eso se lleva en la sangre, en la piel. Si lo desollan los diablos o lo degollamos, sus ojos seguirán mirando asi. Su espíritu aún es esta tierra, y nada ni nadie va a cambiar eso. Aunque pasen cientos de años.
Las palabras del cacique mayor calmaron los animos, callaron a los restantes e hicieron que Senaqué se acercara a levantar y cargar a Bilué entre los brazos, aliviado por aquel silencioso voto de confianza sobre el pequeño.
En el fondo, viendo y escuchando todo aquella "buena" relación con España (buena en el sentido de no haberle cortado la garganta en el primer instante), el guerrero había tenido miedo de que expulsaran y mataran al niño por el temor de traer desgracia a la tribu; lo había expuesto a esa paliza para que demostrara ante todos lo que había sido evidente para el cacique, y para él. Bilué sabía eso, y por eso sonrió en el mismo instante que sintió los poderosos brazos de su abuelo, abrazándolo con amor y cerrando los ojos recostado en su pecho, olvidándose de todas las heridas.
Pasara lo que pasase, seguía siendo un demonio, un destructor. Un Charrúa.
Y lo continuó siendo aún cuando Portugal, un día, se lo llevó.
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*Lunas
**Dios
*****Tiene varios significados, pero el mar cercano es parecido a "hermoso" o "lo pequeño hermoso". Me pareció una buena nominación para el futuro Sebastián.
****** "Te vas a arrepentir, hermano"
******* "Traidor, traidor, hay que ahocarlo"
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