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x.Rival.

Yuri siempre había sido considerado una persona que se frustraba fácilmente. Es como inflar un globo y tirarlo dentro de una habitación llena de alfileres. Hicieras lo que hicieras, tarde o temprano explotará.

Las competencias vienen pesándole en la espalda desde que volvió de Hasetsu.

Acostumbra siempre a ganar, sin importar el rival. Es por eso que no obtener ningún oro (aún llegando al podio) no le permite mostrarse conforme con los resultados.

No entiende qué le ocurre. Es la primera mala racha de su carrera y no le está gustando en absoluto.

Entrena día y noche sin parar, ha crecido, lo sabe. Pero parece no ser suficiente.

No es un chico paciente así que le enferma no entender que le falta para ganar. Cuando le pregunta a Yakov, le dice que tiene que dejar el teléfono y entrenar más. Le regaña por subestimar al resto de los competidores; Yuri estuvo demasiado confiado y cómodo como Junior.

Fue un gran problema ingresar como Senior aun manteniendo sus aires de superioridad.
Su gran problema, es creerse mejor que el resto. Está acostumbrado a ello.

Y ahora, le desconcierta tener que dar más de sí mismo solo por patinadores de quienes siquiera recuerda todos los nombres.

Si le pregunta a Lilia que puede hacer, ella calla o le ignora y le exige continuar el entrenamiento, con los estiramientos o le pide que ordene el desastre de su habitación.

Y finalmente, su abuelo le dice que debe descubrirlo él mismo. Que es parte de crecer.

Y le frustra, pero jamás se enfadaría con él.

Inclusive Mila parece saber lo que no está haciendo bien, pero se limita a sonreír y continuar con sus propios asuntos. Eso le hace sentir un niño que no sabe nada de la vida.

¿Qué tan difícil puede ser? Pese a que intenta tomarse el tiempo de pensarlo, siempre termina frustrándose, y recordando lo humillado que se siente.

Todo es culpa de ese tipo. Aquel canadiense insoportable.

No solo le desagrada, si no que le gana en cada competencia, alardeando frente a él y molestándole con apodos que considera ofensivos.

Viene llevándose el oro en absolutamente todo y eso le tiene enfermo de furia.
No puede evitar su rostro de decepción, enojo y tristeza cada vez que tiene que subir al podio un escalón más abajo que él.

Con esa estupida sonrisa de mierda, y ese aire burlón. Con ese ego que parece no querer bajar de las nubes, la confianza desbordante. Le odia con toda su alma.

Mas cuando ese imbecil mal nacido osa a tratarle como si fuese una mujer, todas su buenas ideas salen a flote por su cabecita en forma de insultos. Siempre tiene que tragárselos porque Lilia no le deja maldecir en voz alta.

La mujer conoce el carácter del patinador. Sabe que Nikolai jamás presencia el mal genio de su nieto; al no tener una figura materna presente (y mucho menos una paterna), es difícil educarle de grande, pero al menos la respeta y hace caso a sus exigencias. Claro que con Yakov es otra historia.

Yuri está de un humor considerablemente peligroso aquel día. No ha sonreído para las fotografías y casi siquiera se presenta a recibir la medalla, tal como había hecho en Japón.

Lo considera humillante.

Ignora a los periodistas, los gritos de sus fans que piden que voltee a mirar los carteles que han hecho para él y, pese a las quejas de sus entrenadores, ingresa a los vestidores. Está frustrado con la medalla de plata. Se la había dejado a su entrenador porque no quería siquiera verla.

Él merece más que eso.

Se deshace de la trenza que adorna su cabello y se quita la parte superior del traje mientras busca su camiseta en el bolso desordenado. Se la coloca y comienza a buscar sus pantalones, moviendo y quitando las prendas con visible furia.

—Vaya, vaya—se sobresalta sin poder evitarlo, ya que realmente creyó estar solo—, kitten, ¿no te dijeron que este era el vestidor de hombres? No puedes estar aquí—dice ensanchando su sonrisa.

—Leroy. No me jodas— sisea enojado, a la vez que le da la espalda. Las plumas furiosas de su traje le parecen mas interesantes que escuchar sus discursos de camarada, que los siente completamente falsos.

Jen no borra su sonrisa en ningún momento, pese a recibir aquellos insultos constantes de su parte.
Entiende la frustración de Yuri, pero le gusta burlarse de todas formas.

— Oh vamos, ¿no te alegra verme? Después de todo siempre te abro la puerta y te dejo pasar, soy todo un caballero—no necesita verle para ver cómo sonríe. Lamentablemente, tiene esa expresión suya aprendida de memoria.

—Déjame en paz.

—Vamos, Yuri, no es para tanto. Lo harás mejor la próxima vez—que se pusiera serio un poco le hace sentirse aún peor. No necesita su lástima, ni mucho menos sus consejos.

—¡Que me dejes en paz!— encuentra al fin la prenda que buscaba y la quita del bolso alterado, sentándose y quitándose lo que resta del traje —. No sé quién mierda te crees que eres, pero te venceré, ¡¿me oíste?! Te pasaré por encima tantas veces que...

—Bueno, bueno— le tranquiliza con una risa casi forzada—. No necesitas decirlo así.

Le ignora por completo y lanza una maldición silenciosa. Se encuentra tan colérico que no puede dar vuelta sus pantalones con prolijidad, fallando varias veces en el intento.

—¿Necesitas ayuda con eso?

—¡¿Puedes largarte ya?!— son suficientes humillaciones por un solo día.

—Bueno, me voy— es increíble cómo lograba quitarle la paciencia hasta a la persona más positiva del mundo. Pero si le escucha una sola vez más, terminará por tirarle sus patines en la cara—. Eres muy joven para estar tan enojado... intenta disfrutar de la competencia. Al final, de eso debería tratarse todo.

Se queda a solas con su enojo y aún mas alterado que segundos atrás. Jean siempre parece querer tener la última palabra.
Y eso, como todo lo que le incluye, le pone de pésimo humor.

"Tú no entiendes nada"

—Te odio.

Su murmullo siquiera logra hacer algo de eco. Termina de arreglar el asunto de sus pantalones y cesa de vestirse al patear un par de casilleros.

No entiende porqué está tan enojado.

No entiende porqué sigue perdiendo.

Sabe que Lilia debe estar esperándole afuera, pero se toma un momento antes de salir. Se comerá un regaño por patear las instalaciones, pero ese día no quiere escuchar más sermones pese a que los merece.

Dentro de los vestidores hay baños, así que se encierra en uno de los cubículos y rompe en un silencioso llanto. Recuerda a Katsuki haciendo lo mismo y se siente patético.

No me vendría mal que alguien me viniera a patear la puerta.

Odia todo. La estupida medalla de plata, sus esfuerzos en vano, al imbecil de JJ, al traidor de Viktor.

Ese día lo odia todo.

En su cabeza no puede dejar de pensar en lo solo que se siente en realidad. En lo horrible que es ser él. En lo mucho que llega a odiarse.

Dentro de su cabeza está gritando por ayuda, recordando las palabras que Jean dejó flotando sobre su cabeza enfurecida.

Luego de quedar segundo en la segunda competencia antes del Grand Prix, ve como Katsuki queda primero, Georgi segundo.

El programa del ruso es bueno, pero sus gritos de terror mientras patina, sumado al extravagante maquillaje, llegan a alterarle. Mila se ríe junto con otra patinadora mientras lo ven por televisión, como siempre.

También se hubiese burlado, de no ser porque está ensimismado pensando en el programa del japonés. Es distinto a las otras veces; ha mejorado.

Mientras piensa en las posibilidades, Mila lo interrumpe, como siempre.

—Oí que rompió con aquella bailarina con la que siempre subía fotos. Ahora está con otro chico, ¿Sabías eso?

—¡Cállate, vieja bruja!—exclama golpeando la mesa. No tiene ganas de enterarse del chisme de última hora de su extravagante compañero.
No, en su cabeza, sigue preocupado. No tiene tiempo para reírse de nadie.

—Rayos, está llorando en serio.

—¿En serio?—acota con sarcasmo. Siempre lo hace en las practicas desde que había cortado con esa zorra. Porque Anya es una maldita zorra. Había jugado con él para ganar seguidores y hacerse más famosa; cosa estupida porque ya tenía demasiada fama sin él.

La gente es así. Dicen amarte para luego clavarte un puñal por la espalda.

Yuri es muy joven para confirmar aquello referido al amor romántico; pero conoce decepciones peores.

—Casi puedo oír su voz de terror—comenta perturbada Mila sin dejar de mirar la pantalla.

—Está demasiado metido en la actuación—continua él. Pero ha dado una actuación memorable quedando segundo.

Bueno, no le dura mucho hacerse el interesado en su vida, pues olvida ver su programa libre. No es por desestimarlo, pero realmente siente que a Georgi aún le falta mucho para salir de la sombra de Viktor.

Se compadece de él.

Esa es su oportunidad de oro para superar a la leyenda rusa y no lo está logrando.

Para cuando el programa que espera ansiosamente presenciar da inicio, se encuentra estupefacto.

¡Un flip cuádruple! Un maldito flip. No lo ha clavado, pero las rotaciones habían sido suficientes. No puede ocultar su cara de sorpresa.

Yūri Katsuki. El japonés promedio que solo piensa en comida y en colgar a Viktor sobre un estante de oro.

El cerdo llorón que se encerraba en el baño a quejarse porque nada le salía bien.

Imposible que aquel chico del año anterior y el que ve en televisión sean la misma persona. Pero mierda, lo es.

Lo que termina de enfurecerle, es el beso que se dan al final, frente a las cámaras y la audiencia. No entiende el tupé de Viktor de andar a los besos y abrazos todo el día. No entiende la relación que llevan.

No entiende tampoco, porque le molesta tanto verles así.

Observa como el japonés posa con su respectiva medalla y las palabras de Viktor en la entrevista no hacn más que hacerle perder el apetito.

—Ahora que Yūri puede hacer un flip cuádruple, sé que ganara la Copa Rostelecom y clasificará al Grand Prix Final. Espero con ansías ir a Rusia como su entrenador—alardea feliz, junto a un avergonzado japonés.

Como para añadir cizaña al fuego, Mila se vuelve burlona hacia él— ¿Oíste eso?

Le tiembla el pulso ante la tensión de su cuerpo entero. Siente que se burlan de él.

Furioso, parte la cuchara de plástico con la que había destruido su almuerzo mientras veía el programa.

—Te haré borscht en Moscú... maldito cerdo.

Ni bien pisa su tierra natal y ve a sus fans, se escabulló hacia la salida, pidiéndole a Mila que le cubriera. Odia que le arrastren a tomarse fotos en las que se le cuelgan del cuello de manera nada delicada. A veces, siente que tienen más fuerza que él.

Yakov no le detendrá, está seguro. Él mismo le notificó que su abuelo ya le esperaba al aterrizar, así que no quiso perder mucho más tiempo.

Al respirar el aire helado de su país, no tarda mucho en encontrar a su abuelo saliendo del auto.
No quiso darse ni un minuto para pensar; solo sale corriendo hacia él y se le cuelga en un abrazo.

El pobre anciano gime adolorido. Cierto, su espalda está dañada hace unas semanas porque había realizado una mala fuerza, demasiado orgulloso para pedir ayuda. Aún así, no se demora en disfrutar el aroma familiar y cálido de su abuelito.

Su persona favorita en todo el universo.

El camino en auto es tranquilo, mientras come su comida favorita y le habla a su abuelo sobre Japón y el katsudon que había probado.

El mayor se había mostrado contrariado al oírle hablar con tanto amor de un platillo ajeno, y Yuri se apresura a comentarle que sus piroshki siguen siendo lo más delicioso del mundo.

Mientras viajan en el auto, la radio comienza a dar un anuncio respecto a Viktor y su llegada a Rusia. Aquello le hace apretar la comida entre sus manos y borrar su sonrisa.

No se muestra enojado frente a su abuelo, solo se dedica a mirar por la ventana, en total silencio.

A Nikolai no le hace mucha gracia el asunto de Nikiforov.
Yakov le había comentado lo mal que Yuri había vuelto de Japón y no es algo que fuese de su agrado.
Pero al mismo tiempo, sabe que Yuri está acostumbrado al éxito.

Su nieto es un adolescente muy talentoso, pero no es buen perdedor. Suele enojarse cuando las cosas no salen bien a la primera y tiene una desesperada tendencia a querer controlarlo todo.

Tiene que aprender a perder y a disfrutar un poco más de la vida.

No le dice nada al respecto, porque sabe que ya tiene demasiadas presiones por las competencias como para hacerle sentir como un gatito regañado, cosa que a Yuri suele desanimarle muchísimo cuando es su abuelo quien se da la tarea de remarcarle esas cosas.

Por su lado, Yuri pasa la tarde con su familiar más querido y en la noche vuelve al hotel, donde se encuentra a Viktor siendo entrevistado en el hall del lugar. Le preguntan sobre su futuro en el patinaje y él no da respuestas demasiado concretas, jugando con las palabras y confundiendo a todo el mundo.

—Veo mucho potencial en Yūri Katsuki. Quiero que se centren en su participación.

¡¿ah?! No es justo que dijera eso, ¡él también participa, es su maldito debut!
Las actitudes y palabras de Viktor siempre logran lastimarle de alguna forma; pero prefiere canalizar aquel dolor en forma de enojo.

—Si Yūri posee tanto carisma, ¿no te gustaría enfrentarlo un día en la pista?—acota una joven periodista.

Viktor sonríe, enigmático, logrando extrañar a Yuri, que observa todo a una distancia prudente. De hecho, es una excelente pregunta. Eso se oye interesante.

¿Cuál podría ser el resultado de aquel enfrentamiento?

Cuando el mayor nota su presencia, lo usa para distraer a la prensa de aquella pregunta, descolocándole aún más que antes.

—¡Vaya, es Yuri!

Todos se dan vuelta y le rodean también, comenzando a tomarle fotografías y a preguntarle cosas que no piensa responder.

Viktor se acerca a él y le rodea con uno de sus brazos, mostrándose frente a las cámaras sin ninguna vergüenza.

Odia que haga eso luego de dejarle de lado tan repentinamente. No quiere mostrar a la prensa la relación de amistad perfecta que siente que ya no existe entre ellos.

Aún sigue enojado con él.

—¿Vieron el programa corto que coreografié para Yurio?— pregunta con su simpatía natural. Sin ganas de soportar aquellas falsedades, tira el café que el mayor sostiene, al piso. No puede evitar dejar suelta su lengua, diciéndole lo que opina de él en frente de todo el mundo.

—¿Hasta cuando te creerás el mejor de Rusia? Esta competencia es mía.

Quiere hacerlo rabiar. Quiere sus pies sobre el hielo, listo para enfrentarle.

Pero, contrario al resultado que espera, la sonrisa de Viktor se ensancha en silencio.

Solo dos habían clasificado para la final:

Un tal Otabek Altin y luego, Christophe Giacometti. Del primero no sabe absolutamente nada, solo que había quedado tercero en Grand Prix una vez.

Y en el caso de Chris, sabe que es amigo de la adolescencia de Viktor, así como su más grande rival hasta el día de la fecha.

Él, por su lado, competirá con JJ, Seung Gil Lee, Michelle Crispino, Emil Nekola y Yūri Katsuki.

Uno tras otro van pasando. Jean, como siempre, está a la expectativa de todo, con una sonrisa imborrable y sus audífonos puestos.

Él no puede hacer eso. Normalmente espera a poco tiempo de que sea su turno para presentarse ante el público. Necesita concentrarse, y ver a otros patinadores antes que él, siempre le hace sobre evaluar la situación y pensar en qué saltos cambiar, qué giros complicar.

Qué hacer para ser mejor que ellos en demasiado poco tiempo. Puede ser una cualidad, pero también es uno de sus peores defectos cuando se llega a obsesionar.

Para cuando la presentación de Katsuki termina, Yuri se acerca a la pista. Se regocija internamente al ver la mirada sorprendida del japonés al verlo con su traje de Ágape.

Físicamente, se nota su propio cambio. Su cabello ha crecido y se lo había alisado para complementar toda su imagen. Está seguro que el traje le sienta mejor que antes y que sus movimientos han mejorado.

—Apártate, cerdo.

Sin embargo, está nervioso. Escucha a Yakov y a Lilia hablándole, intentando aconsejarle apresuradamente. Pero se oyen cada vez más lejos; se siente perdido y mareado.

La presión sobre sus espaldas es demasiada.

Necesita la presencia de su abuelo. ¿Dónde está? ¿Por qué no fue a verlo? El sudor baja por su frente y los latidos de su corazón logran taparle los oídos.

Comienza a pensar en las peores posibilidades.

¿Y si se había caído y su espalda está peor? ¿Si había enfermado? ¿Si tuvo un accidente?

No puede hacerlo sin él allí. Su abuelo ha asistido a cada una de sus competencias en Moscú y no puede creer que ese día, que depende de su presencia para triunfar, él se encontrara ausente.

Está en Rusia. No puede quedar mal en su propio país.

Es al escuchar los vítores de la gente ante el puntaje del japonés que reacciona. La taquicardia le está apretando los oídos y le sudan las manos pese al frío que hace allí.

Katsuki se vuelve hacia él con una sonrisa.

—¡Yurio! ¡Davai!

¿Qué demonios? Como si fuese poco, Viktor hace lo mismo y comienzan a saludarle en frente de todo el mundo.

Les ignora rabioso y se desliza furioso hacia el centro de la pista, ignorando a sus entrenadores que aún no han acabado de decirle algunas cosas.

No se siente tan mal como para necesitar el apoyo de ellos dos. No soy un niño.

Lamentablemente, cuando su programa comienza, no puede sentir su ágape. Está irritado e incómodo, tanto así que falla su primer salto. Un axel triple. No había fallado ese salto en un año.

"Abuelo, ¿dónde estás?"

Trata de serenar su mente y resolver los errores a medida que se desliza; necesita hacerlo todo perfecto a partir de ahora.

"He puesto sangre, sudor y lágrimas desde aquella humillación" piensa, recordando su estancia en Japón "solo me falta experiencia".

Continua su programa, clavando todos sus saltos y mejorando la secuencia de pasos en gran medida. Al finalizar su programa, el público y sus fans aplauden y gritan, lanzándole peluches y banderas. Entre todas las cosas que le lanzan, una vincha con orejas de gato termina en su cabeza. Sus fans ríen y gritan enternecidas ante aquel accidente tan oportuno.

No puede creer el nivel de humillancion que debió soportar en tan solo un día. Para sumarle más puntos, JJ está esperándole en la salida de la pista mientras aplaude mirándole a los ojos. Si fuese un gato, se le hubiese crispado el cuerpo y le hubiese arañado la cara hasta dejarlo irreconocible.

—¡Oh! Las damas primero—dice, haciéndose a un lado dando una reverencia. Le ignora lo más que puede al estar bajo la mirada atenta de Lilia. No puede insultarle con ella observándole así.

Una vez que recibe los insoportables comentarios y recibe su puntaje, tiene que soportar la canción de Jean una vez más.

Lo peor del asunto, es que es una porqueria pegadiza.

El idiota había roto su propio récord.

Le quitó el primer lugar, otra vez.

Pese a que no le faltan ganas de ir a patear los casilleros nuevamente, se encuentra con una situación de lo más extraña en los pasillos.

Viktor suplicándole a Yakov que supervise a Yūri en lo que dure la competencia en Moscú.
Tiene que volver de urgencias a Japón y ahora él y el cerdo estan con el mismo entrenador.

Aún se pregunta porqué Yakov ha aceptado eso. Tal vez, había comenzado a ver su potencial.

—Yuri— le llama—, tu abuelo está afuera.

Emocionado, sale sin preguntar. Se sube al auto con él ni bien le visualiza y ve que tiene una bolsa que emana un aroma delicioso.

—Abuelo, creí que no te sentías bien.

—Come y calla—le responde el anciano mientras le entrega la bolsa de piroshki. El rubio, que jamás le contradice, le hace caso. Luego de las emociones vividas, no puede negar que está famélico.

Cuando lo prueba, siente un cosquilleo viajando por su boca hasta su estómago. Comienza a analizar la comida entre sus manos y se le llenan las mejillas de agradecimiento.

—¡Tiene cerdo, huevos y arroz! ¡¿Y este piroshki?!

—Son de tazón de cerdo—responde energético Nikolai—. Espero que te ayuden en el programa libre, Yurotchka—dice, palmeando su cabeza.

El menor sonríe sonrojado y feliz. Su abuelo no había asistido a la competencia para prepararle eso. No hay palabras para describir lo mucho que le ama.

Ahora que su querido familiar está allí, se siente más seguro. Él le estará observando y no piensa fallar.
Con nueva confianza infundada por su abuelo, le habla a su entrenador antes de salir a la pista.

—Oye Yakov, cambiare mis saltos; haré dos en vez de cuatro en la primera mitad.

—¿Y seis en la segunda?—le pregunta anonado, a lo que él asiente—; ¿quieres morir?

—Solo así podré derrotar a JJ y a Yuri—dice con seguridad. Yakov no le reprocha. Sabe que a pesar de ser terco, el rubio no se arriesgaría con algo de lo que no está seguro, así que lo deja ser por una vez. No va a hacerle caso si se niega de todas formas.

Una vez en la pista, escucha los vítores de la gente. Se han incrementando más que cuando el resto había patinado, al parecer, tienen muchas expectativas sobre él. Bien, obtendrá su primer oro como senior.

Allegro appasionato in B menor comienza a sonar al son de sus movimientos. Una pieza intensa y difícil de ejecutar.

Clava los saltos de la primera mitad, y para el segundo ya se siente cansado. Aún así, eso no lo detiene. Clava todos sus saltos, enfocándose en todas las veces que el imbecil de JJ se ha burlado de él por no llegar al oro.

Le mostrará quien manda. En tierras rusas no puede permitirse ser vencido con tanta facilidad.

Cae de rodillas al hielo cuando hubo finalizado. Agotado es una palabra que se queda corta ante cómo se siente. Agotado y orgulloso.

Lilia llora mientras su ex marido la consuela y Nikolai aplaude con ganas, sabiendo que Yuri siempre puede hacerlo todo. Ha superado sus propios límites. Al ver los resultados, se ve clasificado como uno de los finalistas para el Grand Prix final.

Sin embargo, el programa del cerdo había sido nefasto. Fue un milagro que calificara para la siguiente fase. Le ha dolido a él mismo ver sus fallos; casi estuvo por darle ánimos.
Claro que el canadiense le interrumpió, diciéndole que también esperaba su apoyo, el cual no pensaba darle.

Aún así no lo necesitó, el muy atrevido volvió a ganarle.

Quiere patalear, llorar y romper todo. Pero aunque no lo admitiera en voz alta, está preocupado por Yūri, que corrió a toda la competencia con abrazos porque extraña a Viktor.

Cuando se hubo cambiado, salió a buscarlo en la fría noche rusa. Le encuentra frente a la carretera, sumido en sus (seguramente) depresivos pensamientos. Se acerca y le manda a volar de una patada, intentando que su orgullosa personalidad siempre quede a flote.

—Allí estabas, tazon de cerdo. Tuve que buscarte—si eso quiso ser un reproche, le sale más suave de lo normal.

—¿Yurio?—le reconoce el japonés desde el piso.

—¿Qué creías que hacías?—continua—, dabas repelus. ¿Y ese programa libre? Puedes excusarte diciendo que te fue mal porque no estaba Viktor, pero yo, que estaba en plena forma, conseguí una marca personal ¡y me derrotó JJ!—dice frustrado—. ¡No tienes derecho a sentirte peor que yo!— se quedan en silencio unos largos segundos, donde comienza a sentirse avergonzado por intentar darle ánimos. Le lanza la bolsa que mantuvo caliente todo ese tiempo, sonrojado—. Toma, será tu cumpleaños ¿no?

Yūri asiente mientras abre la bolsa— ¿piroshki?

—Cómelo—le ordena, tal como su abuelo hizo anteriormente con él, mirando a otro lado.

—¿Aquí?

—¡Que comas!—dice con la poca paciencia que tiene. ¿Es que acaso no puede entender lo mucho que le cuesta ser así con la gente? El mayor se pone de pie y comienza a comer ante el rostro expectante del más joven.

—Tiene arroz dentro... y cerdo... y huevo ¡es tazón de cerdo!—exclama fascinado.

—¡Sí!Los hizo mi abuelo ¿No está rico?—dice con un leve sonrojo en sus mejillas, mientras muestra una bonita sonrisa.

—¡Sí! Delicioso—continua comiendo el japonés.

No sabe de donde salió ese gesto de compañerismo que le atacó de repente, pero se sintió mucho mejor al verle más animado. Aunque había intentado odiarle, no le cae mal y no tiene nada contra él.

Viktor es el problema. No Yūri.

Es el mejor rival que había tenido desde que comenzó a patinar.

—Oye, Yurio— le llama—. ¿Tú estás bien?

— ¿A que te refieres?— se remueve algo incómodo en su lugar, sin saber cómo abordar temas que considera tan privados.

—Bueno, no quiero inmiscuirme— dice tranquilo—pero he visto tus demás competencias y te veías... algo desanimado. Como triste—se tensa al sentir su hombro ser acariciado—. Si necesitas hablar de algo... sabes que aquí estaré.

Le hubiese querido decir lo solo y patético que se siente últimamente. Después de todo, Katsuki es un experto en fracasos.

Claro que antes de que pudiera decir alguna cursilería, su orgullo y vergüenza se le adelantaron.

—¡Ya ,ya! ¡Que te haya convidado piroshkis no te hace especial, cerdo!—dice mirando hacia otro lado para que no se viera su sonrojo—. Aún así... lo tendré en cuenta—susurra mas para él mismo que para su acompañante, que por supuesto, le ha escuchado.

👩🏻‍🎓🥇

Hola, hola, burbujitas; al fin Miércoles

Tengo que avisarle por acá a quienes no se enteraron, solo porque sí. Autora-Chan se recibió ayer. Sí, al fin finalice mis estudios. No mas exámenes ni dolores de cabeza universitarios.

Pero volviendo al tema; ¿Qué les pareció el capítulo?

Lo que quería hacer por aquí es recordarles que Yurita es un adolescente con muchísima presión en las espaldas. Que sí se frustra, se enoja, llora y patea las cosas, es porque esta aterrado. Odia no entender y odia estar mal.
Todos tenemos algún momento en nuestra vida donde llegamos a odiarnos o a sentir que no somos suficientes; por suerte, él tiene mucha gente de apoyo y muchísima fuerza de voluntad.

De todas, el capítulo que viene es BARCELONAAAAA 🎉❤️ estoy muy ansiosa de que vean la nueva versión de mi Otayuri en esta historia ❤️

No las molesto más y me despido hasta la semana que viene , mis amores✨❤️

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