viii.Hasetsu.
Luego de aquel incidente con su madre, Yuri no quiso saber más de ella.
Se negó a atenderle el teléfono y cambió su número un par de veces para que ya no se molestara en seguir intentándolo.
La había perdonado demasiadas veces y no se cree capaz de volver a hacerlo.
Comienza a concentrarse mas y más en su entrenamiento, aunque no le guste mucho tener que practicar cosas que ya sabe. Yuri realmente no gusta de compartir la pista, pese a que Viktor está por allí.
Contra a todo pronóstico, sus habilidades han mejorado demasiado, llevándole cada vez mas cerca de la cima. A los catorce años, Yuratchka Plisetsky es apodado el "hada rusa" por algunos, y "el tigre de hielo" por otros. Personalmente prefiere el segundo, ya que el primero le ofende demasiado.
No le gusta que le confundan con una niña, mucho menos cuándo se dejó crecer un poco más el cabello. Secretamente y negándolo a muerte frente al resto, no lo había decidido solo para dejar de tener el corte de pelo que había mantenido igual durante años solo porque su madre se lo cortaba así, sino al recordar que Viktor llevaba el cabello por la cintura a esa edad.
Él no quiere ser como Viktor; quiere ser mejor. Superarlo, desbancarlo y quitarle la sonrisa tonta del rostro.
Es difícil admitirlo, pero finalmente decide que aunque tiene una elongación y gracia muy extraña y poco vista en un chico, necesita un estilo con el cual darse a conocer y llamar la atención.
Por otro lado, gana el oro en cada competencia junior a la que asiste, consiguiendo auspiciantes por doquier, contentando a Yakov.
Claro que no todo es perfecto para el entrenador, porque lo que tiene el joven ruso de exitoso, lo tiene también de rebelde y malhablado. Está seguro de que morirá de un infarto y que será en la pista de hielo llamándole la atención a ese mocoso.
La última competencia junior de Yuri será ese año, así que decide que sus entrenamientos serán en el horario senior junto con Viktor y los demás para que se acostumbre al entorno.
Aún así, Yuri había perseguido a Viktor toda su vida. Le pedía que le mirara cuando era un niño, con los ojos brillando en admiración por él.
Ahora, siendo más grande, pasa bruscamente por su lado y realiza un salto impecable, sabiendo que le está mirando. Y ya no se trata de querer que su ídolo le mire.
No, es un reto. Le mira seriamente a los ojos siempre al finalizar. Esto es lo que te espera el año que viene.
Está ansioso por enfrentarle, pero a su vez, está demasiado confiado y se niega a esforzarse demasiado, poniendo demasiado nervioso a su entrenador.
Yakov no sabe como hace para levantarse todos los días y pasar el 80% de sus tardes gritando y renegando con dos rebeldes sin remedio. Parece que cuanto más le desobedecían, mejor les iba en sus carreras, lo cual los motivaba a hacer lo que les diera la gana.
Además de ello, está Mila que a veces tiene buen humor y se dedica a molestar al resto de sus compañeros o está enojada porque alguno de los tantos novios que suele tener, no le presta la atención que desea.
Y luego Georgi, el cual tiene un fetiche raro con el amor y está pegado al teléfono hablando con su novia.
Está seguro de que si no se dedicaran al patinaje, harían un buen grupo de arte dramático cinematográfico.
Durante todo lo que resta del año, Yuri se dedica de lleno a preparar los programas para su última competencia junior. Al fin, quiere terminar con eso y pasar a senior de una vez, como el adulto que es (o dice ser).
A decir verdad, pasa mas tiempo en su teléfono que en la pista; puesto que desde que comenzó a ganar dinero a montones, tuvo su primer teléfono y no hay dios en cielo y tierra que lo despegue de las redes sociales. Sube fotos por doquier y se ganó admiradoras de todas partes del mundo que lo siguen en cada competencia.
No habla directamente con ellas, solo con un par de chicas, que afortunadamente no están tan locas como el resto, las cuales son las presidentas de un club de fans oficial de Yuri Plisetsky allí en Rusia.
Tiene seguidores en casi todo el mundo y eso se siente extraño, lindo y sofocante al mismo tiempo. No hay cosa que suba o haga que no sea juzgado o recriminado.
La gente le atosiga y aquello le produce querer mandarlo todo a la mierda mas de una vez. Claro que con algunas palabras de su abuelo y los consejos de Yakov, aprende a intentar dejar pasar ciertas cosas.
La vida de un famoso no es agradable, lo cual le lleva inconscientemente a pensar, en porqué su madre había preferido tanto la fama antes que a él.
Luego de ese año, al fin culmina su etapa como junior, llevándose el oro, por supuesto. Él sabía que ganaría. A esos mediocres les falta demasiado para ser como yo. Piensa.
Había ganado por amplia diferencia y eso le hace llevar la frente bien en alto, orgulloso de terminar su etapa Junior como el mejor de su generación.
Por otra parte, Viktor se había llevado el oro también, otra vez.
Como ya acabó con los suyo, se toma el preciado tiempo de ir a ver su competencia. Le gusta estudiar de cerca a sus futuros competidores, sin dejar de lado a los que pronto también se unirán a la liga Senior.
Mira todo de la barra y se permite hacer sus respectivos comentarios mentales, tomando nota imaginaria de todo.
Hubo un participante en particular que le puso de mal humor.
Yūri Katsuki.
¿Cómo mierda logró llegar hasta aquí ese desastre?
Tiene que ser una maldita broma. Todo en ese tipo le enoja. Se supone que él entraría a competir el año siguiente; no solo le molesta compartir su nombre con él. Si no que le parece una mierda tener que soporta ineptos el año entrante. Es su debut y solo piensa competir contra los mejores.
Memoriza su secuencia de pasos, la cual no deja que apartes la mirada. Eso sí, sus saltos son basura. Eso lo deja en el ultimo lugar.
Se enoja aun mas al notarlo. Tiene mucho potencial, por toda la mierda. No entiende como no puede aprovecharlo. Tal vez si le lanza un reto como hace con Viktor, le despierte un poco y decida tomarselo en serio; de lo contrario, se quedará con la opinión que aún tiene sobre él.
Es un cerdo inútil.
Jamás fue una persona que supiera expresarse con palabras; así que simplemente le sigue hasta el baño y le patea la puerta cuando le escucha llorar; las lágrimas ajenas le incomodan. Sentirse incómodo, le hace reaccionar violenta y torpemente a todas las situaciones.
Se atreve a gritarle cuando le tiene en frente suyo, diciéndole que no hay lugar para él en un lugar como ese. Le advierte que se retire y le insulta, para luego irse sin más.
Con eso debe bastar para que abra los ojos y se de cuenta de donde está y contra quienes compite. Él se había sacrificado mucho para llegar a donde está y no piensa darle lugar a mediocres. El japonés no tiene derecho a ponerse a llorar como un idiota si algo no le sale bien. No mientras él esté presente.
Se tuvo que tragar los regaños de Yakov en el aeropuerto y también los de Viktor. Le dicen que debe practicar mas y tomarse mas en serio las competencias, puesto que no lo tendra fácil al año siguiente.
Le parece irrelevante que Viktor se lo remarque, puesto que no le ve competir con alguien que valgsa la mísera pena. Ganar será pan comido.
En algún instante, puede escuxhar como Viktor se voltea y habla con alguien mientras Yakov le sigue regañando de algo que no tiene idea. Al darse vuelta, puede ver al chico del baño con lágrimas en los ojos de nuevo. Pese a que Viktor le llama para que se acerque, éste se da la vuelta y se retira del lugar con su entrenador.
No pasan muchos días, tal vez un mes... O algo así. ¿Dos meses? No tiene idea. Eso de estar con el teléfono todo el día le quema las neuronas y le hace perder la percepción del tiempo, como le dice su abuelo. Es la época de descanso después de las competencias y no suelta las redes sociales; Yakov se enoja diariamente y amenaza con quitarle el teléfono sí no se pone hacer sus tareas.
El punto es que, luego de ese descanso, esperaba ansioso volver a la pista y que Viktor comenzara a preparar el programa para su debut como senior, como se lo había prometido.
Y pese que está acostumbrado a las decepciones, no se esperaba lo que ocurrió a continuación.
La noticia del supuesto retiro de Viktor Nikoforov da la vuelta al mundo conmocionando a sus fans y a la prensa; siendo lo primero con lo que se encontró al despertar una mañana. Sintió que sus planes y expectativas se rajaban como un vidrio viejo y comenzaba a caer lentamente, pedazo a pedazo.
Viktor le había abandonado.
Cuando el mundo se entera dónde está la leyenda rusa y con quien, las redes explotan.
"El pentacampeón del patinaje ruso, Viktor Nikiforov, se retira de las pistas para dedicarse al entrenamiento del japonés, Yūri Katsuki; fuentes confirman su estadía en Japón y las fotos en sus redes sociales..."
—¡Y una mierda!—se escucha en el recinto, seguido de un celular siendo arrojado contra la primera pared cruzada.
Se dedica a insultar a diestra y siniestra, negándose a entrenar hasta que él se digne a regresar.
Pero Yakov no tiene tiempo para sus rabietas infantiles.
La Federación Rusa le exige explicaciones y la prensa le persigue a dónde fuese, exigiéndole explicaciones que no tiene. Siquiera Viktor podría responder a ello sin pensárselo demasiado.
Y pese a que suele generarle ataques a su entrenador, se siente realmente mal por él cuando baja una madrugada por algo de agua y le encuentra solo en la cocina con la cabeza entre las manos.
Derrotado. La federación no tiene piedad y la prensa le está cansando. Yuri comprende que pese a que Yakov le llame una y otra vez, Viktor no volverá.
Esa noche casi no duerme del enojo que siente por ver a su entrenador así.
Viktor Nikiforov es un maldito egoísta. Una farsa.
Se había convertido en una de las peores decepciones de su vida, siguiendo de cerca a su madre.
¿Cómo pudo abandonarle luego de hacerle una promesa tan importante?
¿Cómo pudo hacerle esto a Yakov?
Lamentarse toda la madrugada no tiene sentido. Ya había cometido aquel error con Alina en el pasado. Se había quedado esperando por ella como un idiota, confiando en que le quería, aunque sea un poco.
No puede esperarlo a él. No hay tiempo.
Toma su maleta mediana favorita y la llena de de ropa que cree adecuada. Se viste rápidamente pero sin descuidar su estilo y rebusca con el mayor silencio posible, entre los cajones de Yakov, el cual duerme agotado luego de un día de mierda.
Él se encarga de guardar su pasaporte, documento y papeles importantes, sabiendo que el menor es capaz de perderlos o doblarlos por ser un descuidado.
Cuando tiene todo listo, se despide de su gata y no le deja ni una sola nota.
No lo cree necesario.
Traeré a Viktor aunque lo tenga que arrastrar de vuelta.
Bueno, viajar fue fácil. Obtuvo pasaje en un vuelo de madrugada y lo pagó bastante barato.
La pregunta es; ¿dónde demonios está Viktor?
Como el mayor no se digna a responder el teléfono, no tiene más opción que comenzar a gritar su nombre por las calles. Parece un loco gritando en la vía pública con un acento notablemente extranjero, pero poco le llega a importar. No tiene tanto tiempo como para andar perdiéndolo.
Se dijo a sí mismo que no subirá nada a las redes sociales para no alertar a Yakov de su ubicación, pero al comprar un hermoso buzo con el estampado de tigre al frente, no puede evitar tomar la fotografía y subirla. Es mas fuerte que él.
Claro que no pasan ni dos minutos que el entrenador ya le está gritando al teléfono; él sabe de su obsesión y era cuestión de tiempo para enterarse de su paradero. Tuvieron una discusión que finaliza cuando el rubio le corta la llamada.
—Viejo pesado. Yo tengo mis propios planes.
No soy un niño, ya no más.
Se sumerge en sus recuerdos un momento, para remarcarse en la mente porque hace todo eso. Porque está en un país desconocido, solo, insistiendo; arriesgándose a que su abuelo se enoje mucho de su comportamiento irresponsable.
Sonríe al recordar como conoció a Viktor. Cuando pasó de verle patinar en televisión a tenerle frente suyo, compartiendo la pista cada día. Sabe que la promesa no es un estrago de su imaginación, porque aquel día, sintió que Viktor finalmente le reconocía como un digno patinador y no como un niño.
Por estar pensando en ello, no se da cuenta por dónde camina. La brisa con aquel aroma característico del mar, le hace frenar desconcertado.
Mira a ambos lados, sin saber qué hacer— ¿Dónde demonios estoy?— alterado por sentirse vulnerable, se apoya en el borde de una valla y grita el nombre del patinador, cansado de dar vueltas sin llegar a ningún lado. Un hombre simpático que está pescando, acostumbrado a escuchar ese nombre diariamente por la estrella rusa que está por la zona, le indica donde encontrarlo.
Así, Yuri se encamina hacia el Ice Castle.
Había perdido.
Perdí contra ese cerdo de mierda.
En primer lugar, Viktor no solo no había accedido a volver a Rusia, si no que se encargó de hacerle quedarse allí, entrenando para una competencia de mierda.
Resopla aún enojado por el tema que le había tocado interpretar. Ágape.
Eros es más fácil. No es posible equivocarse con ese programa.
No necesita un sentimiento de por medio para interpretarlo; es seducción pura.
Ágape es otro mundo. Tenía que sensibilizarse y concentrarse en el sentir y transmitir eso a través de sus movimientos, e inclusive, debía verse en los saltos. La secuencia y todo lo demás le salían a la perfección; pero el ruso mayor insistía que faltaba algo allí, algo que él no entendía.
Amor. De eso trataba todo. No fue hasta que lo llevaron a más de un templo, a las aguas termales y finalmente a la cascada que se dio cuenta de quien era su ágape. Se sintió estúpido de repente. La personificación del amor para él era su abuelo. ¿Cómo tardó tanto en descubrirlo?
Probablemente había confundido el amor puro con el amor romántico; del cual no sabe nada aun.
Cuando el tan ansiado día llegó, algo ocurrió.
Alina había llamado para desearle suerte. Le dijo que tenía planeado asistir pero que no podía permitirse pagar un pasaje a Japón en ese momento.
Está seguro de que ello arruinó gran parte de su presentación. Sabe que su Ágape es Nikolai; pero se siente solo de todas formas.
Puede dárselas de adulto, pero la realidad es que tiene solo quince años, está lejos de su casa y de su única familia. Su entrenador no estaba allí para sostenerle y gritarle como acostumbraba y a pesar de que puso todo su esfuerzo en realizar su programa, por dentro solo quería que se terminara.
Quiere irse a su casa con su abuelo, quiere hablar su idioma y comer sus piroshki.
Cuando finalizó el programa se sintió frustrado, aturdido y perdido.
Tan perdido como esa competencia. Supo que iba a perder, porque él mismo tampoco se hubiese elegido pese que Viktor le felicitó diciéndole que esa había sido su mejor actuación hasta la fecha.
Eso le lastimó. Porque su presentación había sido una mierda y Viktor insistía que era la mejor de todas. ¿Qué tan mal habré patinado las demás veces?
Otro dato que influyó al resultado de esa competencia, fue el brillo propio y natural de Viktor desde que llegó a ese lugar. En todos los años que lo conocía, jamás lo había visto tan vivo y feliz. Las miradas cómplices, los abrazos, las sonrisas y ese aura de euforia y tranquilidad a la vez que le rodea cuando el Yūri japonés aparece en su campo de visión. Está enamorado y hasta él se da cuenta.
Supo que no tenía nada mas que hacer en ese lugar y simplemente se cambia la ropa y toma las maletas que ya tiene armadas.
Pese a que su nueva amiga Yuko va tras él, no puede despedirla con una sonrisa.
Jamás se había sentido tan derrotado en su corta vida.
Está decepcionado y frustrado, porque pese a que hizo lo que pudo, Viktor también se alejó de él.
Todos lo hacen y nadie será la excepción.
Lo decide ese día, estando demasiado enojado y decepcionado con los adultos.
El amor y las promesas son la mentira más dolorosa que se le había cruzado en la vida y no dejaría que le volvieran a engañar.
Se quedará solo. Su abuelo algún día le dejará y Yakov en un futuro se jubilará, dejándole de entrenar.
Con ese pensamiento desesperanzado, se despide de Hasetsu.
—Volviste.
—Sí—cierra la puerta casi sin hacer ruido y deja su maleta a un lado.
—Tu abuelo vendrá en la mañana a hablar contigo—Yakov está sentado en el sofá observando con atención cada mueca de su rostro. Si bien los mechones dorados de Yuri tapan gran parte de su rostro, puede imaginarse la expresión que tiene en ese instante.
—Está bien—se había mantenido anestesiado durante todo el vuelo, disfrutando de su propio silencio. Había apagado su cerebro porque la cabeza le dolía demasiado.
Se siente humillado. ¿Qué dirá la prensa rusa de todo lo acontecido? Siquiera se atreve a desbloquear su teléfono.
—Yuri— le detiene el mayor, sin querer dejarlo irse a tomar una siesta sin antes razonar con él—. Perder a veces es mejor que ganar.
—Me importa una mierda esa competencia. Viktor es un mentiroso— se apresura a responder, intentando sonar tan grosero como acostumbra. No quiere su lastima ni la de nadie.
—Vitya tiene sus razones para haberse marchado así—escuchar aquel antiguo apodo le altera al instante.
—¡No lo defiendas! ¡Le importó una mierda todo!— se le acerca a zancadas, importándole poco faltarle el respeto con sus gritos—. ¡Te abandonó, te dejó lleno de problemas!
—Tarde o temprano ocurriría—admite el mayor, dejando que Yuri se desquite. Le conoce de casi toda la vida y puede asegurar que el menor está confundido.
Suele reaccionar violentamente ante cualquier sentimiento nuevo, sin querer aceptar cosas que desconoce y no le gustan.
Y para el entrenador, ya es hora de que el adolescente madure.
—¡Pues debió ser tarde! ¡Él me prometió un programa! ¡¿Dónde mierda esta?!
—Viktor ya te dio un programa— le corrige, sin quitarle el enojo con decirle aquello—. Te dio Ágape.
—No patinaré esa basura de nuevo. El amor es una farsa— él mismo sabe lo inmaduro que había sonado diciendo la última oración, pero realmente siente que él amor le había arruinado la vida.
El amor que sentía por su madre y el amor que Viktor sentía por Yūri Katsuki.
—Eres muy joven para afirmar algo así—le reprende, sintiendo verdadera pena al escucharle decir tales cosas.
—Ya tuve suficiente, ¿no lo crees?—sí, lo cree. Lamentablemente, su pupilo había conocido las desgracias del amor, pero no las virtudes de éste.
No la magia que él había sentido alguna vez cuando estuvo casado. Tampoco la que Vitya siente en aquel glorioso momento de su vida.
Pero él es joven. Muy joven. Y algún día, aquella magia le atrapará y no le dejará más opción que sucumbir a ella.
Espera poder estar para él aquel día futuro, para aconsejarle e intentar evitar que sufra el mismo destino que el suyo.
Para su sorpresa, Yuri no va a encerrarse a su habitación dando un portazo como normalemente lo hace, si no que se dirige directo a la salida.
—¿A dónde vas?—su única respuesta, fue el portazo.
—Yuri...
—No lo pude traer, Mila...
No es de esperarse en absoluto su presencia allí. De hecho, él jamás la había visitado hasta el día de la fecha.
La desarma ver sus ojos siempre altivos tan decaídos, con los hombros apuntando al suelo y el mentón escondido entre sus hebras amarillas. Inclusive, las largas pestañas tapan sus ojos, sin dejarle ver el pozo de emociones que le apretuja sin piedad el pecho.
Él apoya la frente en su hombro y no la abraza. Solo se queja por lo bajó y espera que ella le consuele.
—No te abandonó... estoy segura de que Viktor se tomaría el primer vuelo disponible para verte si algo grave te ocurriera—intenta tranquilizarle, conmovida por saber levemente lo que ocurre en su corazón—. A que sería el primero en llegar.
Pese a su terrible estado de ánimo, Yuri no acepta entrar a su hogar. Estar encerrado le hace sentir peor y caminar por Rusia siempre le parece una muy inteligente opción.
—Tal vez... no pudo evitarlo— dice ella en algún momento—. Yo jamás me enamoré de verdad, pero supongo que cuando ocurre... haces cosas que jamás imaginaste.
—Es el gordo más común de Japón—le recuerda con cierto cansancio en la voz.
—Aún así. Tú le viste... Viktor es excelente en lo que hace, pero el precio ha sido siempre su soledad. Y tú te encaminas a lo mismo.
Aquella frase le persigue durante el resto del día. Lo hace cuando deja a Mila en su casa y cuando continua caminando sin rumbo por el centro de Rusia, con el rostro bien tapado por la capucha de su chaqueta.
En algún momento de la noche, se le ocurre volver al departamento.
La caminata no le había sentado muy bien. Su cabeza no deja de doler porque no puede dejar de pensar en qué significa todo lo que vivió en Hasetsu.
Cuando cierra la puerta, Yakov le espera con un té caliente y sus galletas favoritas, sentado en el sofá.
Siente que la situación le sobrepasa y aquello termina por relajarle lo suficiente como para permitirse llorar.
Luego de su abuelo, no hay nadie más a quien podría confiarle sus lágrimas.
—Yo no quería que se vaya...—luego de su pequeño arrebato de debilidad, se sienta a disfrutar de aquella delicia.
¿Cómo podría ir a entrenar sin Viktor? ¿A quién le presumiría sus avances? No puede evitarlo. Desde que había llegado a San Petersburgo, que Viktor se había hecho parte del pequeño motor que le impulsaba a mejorar cada día.
Y ahora ya no está.
—Yo tampoco— admite con algo de pesar, recordando al adolescente de cabello hasta la cintura mirando las ventanas repletas de nieve con anhelo, como si estuviese esperando algo—. Pero ya venia siendo hora. De todas formas; volverá.
—¿Tú crees?—levanta la mirada ilusionado. El mayor asiente, aliviado de mirarle más animado.
—Rusia es su hogar. Además, trabajó demasiado toda su vida como para abandonarlo por completo—Yuri le da la razón en silencio—. Le doy una temporada. Luego, ya lo tendremos aquí de vuelta. Y no seré nada compasivo cuando regrese arrastrándose por el hielo.
Yuri sonríe al imaginarse la cómica escena, esperando ansioso aquel día.
—Bien... lo haré. Dominaré este programa de mierda y le demostraré lo equivocado que estuvo al abandonarme.
Yakov sonríe, convencido de que aquella, representaría una nueva etapa para la vida de ambos.
Yuri no se deja caer en depresión ni un día más. Uno solo había sido suficiente; demasiado, diría su abuelo.
Soportó el regaño de su familiar y no le discutió ni una palabra. Su abuelo se enojó mucho al enterarse que había ido a Japón sin avisarle y Yuri se sintió terrible al preocuparle tanto.
La discusión terminó con un cálido abrazo y Nikolai pidiéndole que no lo volviera a hacer, condición que Yuri aceptó gustoso.
Por otro lado, Yakov se impresiona con su cambio de actitud; normalmente el menor de sus pupilos pasa el día con el teléfono pegado a la cara y no se esfuerza por entrenar ya que nadie en la categoría junior era digno rival. Pero ahora tiene una nueva motivación. Mas que superar a Katsuki, quierr que Viktor se trague su decisión y se arrepienta de perderle de vista.
Pero como su sabio y temperamental entrenador le dijo aquel día; perder a veces es mejor que ganar.
No lo sabría hasta más adelante, pero gracias a aquel fatídico resultado en dichas competencias, fue que pudo conocerla a ella.
—Yakov, ¿quién es esta vieja?
Siente escalofríos de solo recordar cómo se atrevió a insultarla aquel primer día. De haber sabido como es, nunca le habría dicho nada de eso.
Impresionar a Yuri no es trabajo fácil, mucho menos, ganarse su respeto.
Pero aquella mujer tuvo una conexión inmediata con él, casi poniéndole de rodillas ante su elegancia y brutal sabiduría.
Lilia Baravnoskaya es la ex esposa de Yakov, y la ex-prima ballerina del ballet Borsair,
Acepta entrenarle por petición del entrenador y le lleva a vivir con ella para acostumbrarle a su nuevo modo de vida. No mas comida pesada, no mas desvelarse hasta tarde en la noche. Su dieta se hace más estricta y el entrenamiento más constante. Se hubiese quejado a no ser de que siente su cuerpo más ligero y descansado desde que comenzó a vivir con ella.
La mujer había sido la prima ballerina durante muchos años, una diosa del ballet, así que tuvo que aprender todo desde cero. Había dejado aquella disciplina hace un par de años; solo seguía calentando pero no lo había vuelto a bailar realmente, así que debieron comenzar desde el principio.
Lilia le corrige la postura hasta que ya no puede sostenerse de pie. Le da un nuevo enfoque a sus prácticas y a los temas de sus programas. Y lo mas importante de todo, no le deja tocar el hielo hasta que perfecciona su técnica en la danza.
Cuando le dan el programa de las competencia a las que debe presentarse, exige el cronograma de Katsuki. Necesita saber en donde se daría su encuentro para entrenarse específicamente para ese día. La motivación baila por sus venas cada vez que lo ve competir, junto con esa necesidad casi obsesiva de superarlo. De mostrarle a él.
Mostrarle a todos.
Para cuando Yuri no cree poder aguantar mas lejos de su verdadera vocación, Lilia le lleva a la pista de patinaje y le pide que ejecute la coreografía que habían escrito con la canción que ella seleccionó para él. Además de que implementara todo lo que le enseñó de ballet en esos meses que no le dejó tocar el hielo.
Bien, se desliza suavemente pero con anhelo sobre la superficie helada y se coloca en el centro. En un acto de liberación, se suelta parte del cabello que tenía en una coleta baja, mostrando que había crecido bastante y que su aspecto es mas andrógino que nunca. Al comenzar la música, siente su fuerza y comienza a bailar automáticamente, implementando los movimientos aprendidos. Y si tiene que definirlo, se siente como volar altísimo, como si estuviera en la cima del mundo; puede aplastar a cualquiera con la fuerza que ese programa destila.
Siente el viento chocar contra su rostro y la música en segundo plano se escucha mas fuerte que las cortadas que las cuchillas dan sobre el hielo al deslizarse. No práctica los saltos, eso lo verá con Yakov; con Lilia se encargará de la secuencia de pasos.
Le da algo de pena que estén divorciados ya que hacen un equipo increíble; parecen hechos para estar juntos. No cree encontrar un combo mas perfecto que sus entrenadores.
Del otro lado de la valla, ambos admiran los movimientos del menor. Yakov se felicita a si mismo por llamar a su ex mujer mientras agradece que el profesionalismo de ambos les permitan mantenerse en buenos términos para entrenar al rubio.
Por otro lado, Lilia nunca se había sentido tan agradecida con su ex marido. Yuri es todo lo que siempre había querido en un hijo y le llena de orgullo ver su progreso en tan pocos meses. Ve sus cabellos flotar en el aire por los movimientos, la gracia que desborda a la hora de moverse y su rostro. Se siente satisfecha por invertir su tiempo en entrenarle.
Al terminar el programa, ve una mueca parecida a una sonrisa en su rostro. No como las que siempre da, si no una de verdad, una que muestra lo orgulloso que está de sí mismo por haber crecido tanto. Pero mas la cautivaron sus ojos cuando levanta la vista. Esa decisión y esa pasión. Reconoce esa mirada en sí misma cuando era joven y sonríe complacida.
Una nueva prima ballerina ha nacido.
Hello, hello mis burbujitas de azúcar ♥ ¿Qué tal están? Éste ha sido un capítulo muy importante.
Seguramente, tal y como en la edición anterior, habrán notado que me salté toda la partecita de Hasetsu que aparece en el anime; ¿Por qué? Sencillo. No me interesa relatarla. Lo que yo quería resaltar de éste capítulo es como se siente Yurita con la ausencia de Viktor ahora que se fue y como reacciona ante esto. Yuri no va a perdonarle fácil porque... simplemente no puede irse así como si nada. Él es un niño de quince años y es claro que no va a comprender las razones de Viktor para abandonarlo todo.
De todas formas, yo sostengo que si Yuri hubiese sido entrenado por Viktor, jamás hubiese tenido posibilidades de ganar el oro, así que me alegra que se haya ido.
De todas formas estoy emocionada de avisarles algo super mega importante. El capitulo que viene, REGRESA EL BEKASQUADDDDDD. Para las que extrañaban a su grupito de amigos, el capítulo que viene estén listas para la mejor versión de los mejores amigos del mundo.
En fin, al mismo tiempo, ya estoy en época de exámenes. Así que tal vez me tarde en actualizar la próxima vez. Sin nada mas que decir, me despido♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro