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vii.Emma.

Desde que vive en Canadá, muchas cosas han ocurrido. La peor de todas y la más importante, fue la muerte de querido Tata, al que siquiera había podido despedir. El único alivio que pudo llevarse en eda terrible situación, es que su madre le había comentado que sus hijos (finalmente) habían corrido a visitarle al enterarse que la vejez le estaba cobrando sus últimos días de vida.
Tuvo que conformarse con verle a través de una pantalla y llorar sin poder sostener su mano.

Y pese que se pasó largas semanas lamentándose y sintiendo que no tenía fuerzas para nada, Jean no se separó de su lado en ningún momento.
Fue quien le convenció de salir un poco de la casa, de ponerse los patines y de tener largas charlas en la madrugada pese a que se moría de sueño.

Otabek le está eternamente agradecido por su intervención, tanto como lo está por arreglarle aquella cita luego de que su luto finalizó.

Jamás se había puesto a pensar en niñas o niños de modo romántico.
Su vida se ha resumido en entrenar e intentar ser un buen hijo y buen hermano. No necesitaba nada más.

Y de no ser por Jean, aún sería lo único de su interés.

Emma Leroy le agrada, aunque su primera cita con ella no fue tal y como las había visto en películas.

Había llegado tan puntual como ella al lugar acordado, pero no fueron solos. Isabella y Jean se atrevieron a acompañarles, para que no fuese tan extraño.

No pudo serlo más que eso.

Isabella y él son muy cariñosos. Van de la mano o se abrazan mientras caminan, dejándoles a ellos caminando por detrás, a solas y visiblemente incómodos.

Pese que el inicio se siente algo forzado, Otabek comienza a acostumbrarse a verle en algunas prácticas a la tarde, donde ella va con Isabella a verles entrenar.
Y antes de que se diera cuenta, ella había tomado algo de confianza hacia él.

—¡Eso fue asombroso!—la joven se apoya en su hombro, sin importarle que está agitado y sudoroso por entrenar toda la mañana. Le extiende una botella de agua fría y sigue felicitándole.

—Ya casi lo tienes— Jean le alcanza y palmea su espalda. Le está ayudando a pulir el último salto que tiene para enseñarle y ya casi lo ha logrado. Mira hacia todos lados y forma un pequeño puchero—. ¿Dónde anda metida mi reina?

Emma le observa con burla—Cálmate, sólo fue al baño. Eres un pesado.

—Tienes envidia porque tengo novia y tú no— le pelea él, tal y como cuando eran unos niños. Pero viendo cómo Otabek no aparta el agarre que ella tiene alrededor de su brazo, decide que un poco de burla no vendría mal—. ¿O hay algo que no me contaron?

Ella se suelta rápidamente, coloreándose hasta las orejas—¡No es así!

—Idiota—Otabek continua tomando de su botella sin darle más relevancia de la merecida al asunto.

Isabella vuelve con su eterno buen humor y abraza al novio que tiene desde la escuela. Parece algo de película, pero el mismo kazajo casi puede afirmar que por cada día transcurrido, se ven más enamorados.

—Iremos por helado, ¿vienen?

Otabek no tiene que responder; Emma se encarga de adelantarse, sin poder contener el impulso—No, tenemos planes.

—¿Y eso?—Jean siempre suele meterse cuando se trata de ellos dos, ansioso por estar enterado de cada detalle. Aquello, a Emma no le hace gracia alguna.

—¿Qué te importa?

Otabek se seca la frente y toma el bolso que ella se había encargado de alcanzarle—Te veré mañana. A ti también, Isabella.

Junto a la muchacha, se dirige a la salida mientras la escucha hablar con atención.

La pareja contraria les mira con cierta diversión desde donde aún están parados.

—¿Cuantas veces le he pedido que me llame "Bella"?

Jean ríe, sabiendo que no hay caso con el kazajo. Es demasiado educado—Él es así, nos tendremos que acostumbrar— la distrae con un sonoro beso en su mejilla—. Déjame alistarme y vamos por ese helado.

—¿No te molesta que esté así?— Otabek siente que apesta. Su ropa de entrenamiento y hasta sus calcetines merecen un paseo por el lavarropas—. Puedo pasar a bañarme y luego voy por ti.

—No, está bien— ella tolera todo. Le sonríe con ternura siempre y le mira de forma extraña. Está seguro de jamás haber recibido una mirada como esa.

—¿Y cuáles son nuestros planes?—Pregunta curioso, ya que no recuerda haber arreglado nada con ella para esa tarde.

—Podríamos ir al cine— se adelanta, algo nerviosa—. O algo así.

Entiende porqué lo hace. Desde que se habían conocido el mes anterior, jamás se habían quedado realmente a solas. Todas las salidas que hacen son con la otra pareja y aquello no les permite estar a gusto.

Pese a que le genera cierto cosquilleo en el estómago por los nervios, acepta que ya es hora de tener una cita oficial.

—Me parece bien. Pero déjame ir a bañarme, prometo no tardar—Su primera cita a solas no será apestando, claro que no.

Ella se deja escoltar hasta su hogar, aprovechando para arreglarse un poco, en lo que él se apresura a hacer lo prometido.

Aquella tarde, en la quietud de la sala y frente a una película que no les interesaba, tuvo su primer beso.

Se había sentido extraño; tuvo que dejarse guiar porque de besos no sabía nada. Ella parece que sí.
No le molesta; se siente más relajado en estar en manos de alguien experimentado, ya que se hubiese muerto de vergüenza si la mordía por accidente y chocaba descuidadamente sus dientes con los de ella.

Para su buena suerte, no fue el caso. Solo le queda recriminarse de no saber usar sus labios de manera más correcta, pero no cree que hubiese sido tan malo para la primera vez.
Al salir de allí, ella tiene las mejillas arreboladas en carmín y la mirada más alegre que le había visto hasta la fecha

Así, Emma Leroy se convirtió en su primera novia.

—¡En serio! Tus ojos son lindos—Insiste ella, sentada a horcadas suyo.

Otabek aprovecha los pocos días libres que le conceden para estar con Emma. Y cuando su entrenador no está merodeando por allí, no duda en dejarla ingresar a su habitación para pasar el rato.

Luego de aquel beso, el contacto físico en ellos se hizo más frecuente.
Jamás la besa en público ya que le parece innecesario, pero sí le toma la mano al caminar o le abraza algunas veces.

Llevan seis meses saliendo, y pese a que las cosas entre ellos no están mágicamente bien como al principio, él cree que solo es porque están cansados de sus actividades.
Emma se ve algo desanimada desde un mes atrás aproximadamente y no quiere importunarle preguntándole qué ocurre, tampoco quiere distraerse de su entrenamiento. Prefiere darle su espacio y esperar a que ella se acerque en algún momento a explicarle qué ocurre.

De todas formas, en la intimidad de la habitación los besos no escasean y las manos se vuelven traviesas. Pero nada más ha ocurrido, ni tampoco ocurrirá.
Tal y como Jean, ella cree en la virginidad hasta el matrimonio. Y Otabek jamás se interpondría en sus ideales y deseos.

De todas formas, tampoco se siente listo para dar un paso más allá.

No es que Emma no le agrade. De  hecho, le agrada mucho. Más de una vez ha tenido un momento vergonzoso, intentando escapar disimuladamente al baño cuando los besos suben de tono.

Pero no es ese el problema. De hecho, Otabek no termina de decidirse.  No sabe si es porque no está acostumbrado a ese tipo de contacto, si es por pudor o miedo de hacer algo mal. Tal vez son todas juntas, pero aún si Emma le dijera que quiere cruzar la línea de silenciosamente establecido, Otabek probablemente se echaría atrás.

—Son marrones y pequeños, no tienen nada de especial—está acostado boca arriba en su cama, con ella riendo encima suyo. Es a lo más que llegan siempre y eso está mas que bien para él.

—A mí me gustan— insiste. Ella le sonríe una ultima vez y se recuesta sobre él, acomodando la cabeza en su pecho. Pasan unos segundos en silencio en los que él, en vez de poder relajarse y concentrarse en ese momento, se pone a repasar el salto que aún no domina—. ¿Otabek?

Toma uno de sus mechones oscuros y ondulados y lo lleva tras su oreja. ¿Debería dedicarle mas tiempo al entrenamiento? Sabe que no debe excederse pero joder, está tan cerca de lograrlo. Podría pedir un pase para quedarse hasta tarde, pero sabe que tal vez le digan que no.

—¿Mhg?— está demasiado quieto y concentrado en sus pensamientos para responder bien, pero intenta despejar la mente para escuchar lo que ella tenga que decirle. Aunque ese salto... tal vez no se está impulsando lo suficiente. Está tentado a alcanzar su computadora y volver a ver el anteúltimo video que grabo el día anterior, pero siquiera alcanza a removerse antes de que ella vuelva a hablar.

—Creo que te quiero.

Otabek siente que se le congelan partes del cuerpo que ni siquiera sabía que tenía. ¿Acaba de decir lo que él cree o no le estaba poniendo atención suficiente?

—¿Cómo?— ella está aferrada a su pecho, hundiendo las mejillas, claramente avergonzada. Sin embargo, él insiste en ver su rostro un momento. Está roja hasta las orejas, por supuesto—Emma...

Si bien Emma es grandiosa, bonita y carismática, él no sabe que responder. Otabek no se atreve siquiera a pedirle que se lo repita esta vez, no. Con solo ver sus mejillas coloreadas, se da cuenta de que ella realmente lo dijo.

Y por un demonio, que lo condenen por pecar de cobarde, pero realmente quiere ir a encerrarse en el baño y llamar al Jean por teléfono para que le diga qué demonios hacer.

Pero no tiene tiempo de ponerse mas nervioso, porque a medida que los segundos pasan y él no responde, el semblante de Emma comienza a decaer de tal forma que se le revuelve el estómago. 

Él sabe que debe decir algo, lo que sea, pero necesita un momento. Asiente lentamente y la invita a reincorporarse así él puede sentarse, con ella en su regazo. Acaricia sus brazos con suavidad mientras busca palabras adecuadas para responder a algo tan hermoso, tan valiente, pero tan confuso para él.

—Emma, yo-

—No tienes que corresponderme— se apresura ella, algo nerviosa, algo preocupada—.  No quiero presionarte, es que me siento así desde hace un tiempo y... no lo sé, supongo que quería que tú lo dijeras primero— se ríe ella, algo triste—. Pero entiendo si no estas listo para decirlo.

Otabek suspira, aliviado, casi como si aquello hubiese sido lo mas aterrador que le había pasado—Gracias. Realmente lo aprecio mucho.

No es como si Otabek no sintiera cosas. Pero le cuesta expresarlas. Ya bastante mala era su vida social un par de años atrás como para de repente convertirse en el estereotipo de chico de novela adolescente de la noche a la mañana. Sin embargo, sabe que todo eso es una pobre excusa; no debería dejar que todo eso influyera en su relación, y sin embargo, lo hace.

—Tú... en realidad no es que te cueste, ¿Cierto?— ella continúa— En realidad no sientes lo mismo... ¿no es así?

El alivio de Otabek desaparece tan rápido como llega. Pasea sus ojos por todos lados, menos en su rostro. Se ríe, sintiéndose cansado de repente—Creí que no querías presionarme.

Ella hace un intento de risa suave, pero no le sale. Sabe que la está lastimando, pero joder, Otabek no es bueno con las palabras.

—No es lo mismo. No es...— ella se remueve incómoda, evitando su mirada —. Es decir, llevamos medio año ya y jamás me has dicho nada. Y eso no es un problema, no realmente, pero tampoco puedo sentirlo, ¿Sabes? No siento que me quieras como te quiero yo a ti.

Por un lado, se siente acorralado al ver como intenta controlar como se siente, por otro, se espanta ante lo segura que suena—¿Qué dices? Emma no es que no te quiera, es que- 

—Es que no me quieres así— ella insiste, pero él está confundido. Le tiene cariño, la respeta, le gusta. Pero no sabe como se siente, ¿Cómo puede ella saberlo si ni siquiera lo sabe él?

—¿Por qué estas tan segura?— para su sorpresa, ella se ríe bajito, pero con la voz algo acuosa, aún sin poder mirarlo fijamente.

—Por que cuando lo dije me miraste como si fuese un fantasma. Lo sospechaba, pero eso solo lo confirmó.

—¿Lo sospechabas? No entiendo— a estas alturas, Otabek comienza a sentirse en pánico. ¿Es tan ajeno a sus propios sentimientos? ¿Significa esto que ha estado lastimando a Emma durante mucho mas tiempo y no se ha dado cuenta?—. ¿Cómo puedes saberlo si siquiera lo sé yo?

—¿Cómo no puedes saberlo si me lo estas diciendo?— Emma se baja de su regazo y se arrodilla de lado en el colchón junto a él —. Ota, cuando quieres a alguien no dudas. Es algo automático, natural...— ella parpadea rápidamente y él lo sabe de inmediato; está aguantando las lágrimas—. Lo siento, sé que te estoy poniendo incómodo.

¿Ella lo siente? Otabek le está rompiendo el corazón. Ella probablemente acaba de darse cuenta de que lleva desperdiciando seis meses de su vida al lado de alguien que no siente lo mismo por ella, ¿Y todavía se disculpa? Otabek se obliga a serenarse. Toda la situación le da jodida culpa y dolor de estómago, pero es consciente de que ella se siente mucho peor.

Se acerca suavemente y abre sus brazos con cuidado, dejando que ella acepte el abrazo solo si quiere hacerlo. Y lo hace, enterrando la nariz en su cuello mientras descansa la cabeza en su hombro izquierdo— Lo siento mucho, Emma, ¿por qué no me lo dijiste? 

—Por que nunca estás aquí conmigo— ella se aferra mas a él—.  Sé que extrañas tu hogar y que tienes que dar todo cada día para cumplir tus metas y es así siempre y nunca encontré un buen momento para decírtelo— la escucha soltar un sollozo y se quedan en silencio unos minutos eternos. Él se dedica a acariciar su cabello y hacer círculos suaves en su cintura para darle toda la tranquilidad y tiempo posible— lo siento, estoy mojando tu camisa y te estoy estresando con esto.

Otabek siquiera puede creer que la está rechazando en primer lugar. Le parece absurdo que se disculpe cuando es ella la que está llorando.

—Emma, no te disculpes. No hiciste nada malo... nunca te disculpes por sentir, ¿De acuerdo?— ella asiente despacio pero no lo suelta y él no la aparta en ningún momento. Se quedará así todo el tiempo que haga falta—. Lamento no haberme dado cuenta antes y... en serio no buscaba lastimarte.

—Lo sé, no es tu culpa— ella responde tras largos minutos de silencio en realidad. Toma algunas respiraciones largas y comienza a despegarse de él de a poco, hasta terminar sentada, sosteniendo sus manos—. Supongo que ambos fuimos algo tontos. Yo por no decirte y tu por no prestar atención. Suena mas como tu culpa, de todas formas— ella sonríe al decirlo, y pese a que sus ojos están hinchados y partes de su rostro esta sutilmente sonrojado por el llanto, sigue viéndose tan bonita como siempre.

—Lo es— le sonríe de vuelta—. ¿Quieres un vaso de agua?

Ella asiente y pese a que es algo incómodo y doloroso, de todas formas se acurrucan en el sofá un rato para ver la televisión, al menos hasta que ella se sienta lo suficientemente compuesta. Habla durante una película a la cual no le prestan atención y por momento ríen un poco. Es el momento mas cómodo que han tenido en semanas. Cuando todo se calma lo suficiente, saben lo que va a ocurrir. Bien podrían simplemente dejarlo así, asumirlo como siempre y seguir con sus vidas. 

Pero ambos comprenden que no ser claros con sus sentimientos fue lo que les llevó hasta donde están en ese momento, así que lo dejan claro. Dan la relación por terminada.

Otabek quisiera poder decir que lo dijeron con serenidad, con una sonrisa, que se dieron un abrazo y eso fue todo. Pero los ojos de Emma se volvieron a llenar de lágrimas y él sintió un vacío en el estómago al verla llorar. No obstante, no podían seguir estirando lo inevitable, posponiendo algo que tarde o temprano iba a pasar.

Porque aunque Otabek se siente dolido por la situación, no lo hace lo suficiente. No como ella. Y ese es el maldito problema.

Emma niega su propuesta de acompañarla a casa y prefiere llamar a su hermano que la recoja. puede ver en sus gestos y sus ojos que no quiere irse, puede ver que lo quiere, que aún conserva cierta esperanza dañina, que espera que Otabek se retracte.

Y él realmente quisiera poder darle lo que quiere. No solo para que ya no esté triste, tampoco para que la relación funcione. Si no porque de verdad le gustaría sentir algo por ella. Algo que no sea esa simpatía amistosa, ese cariño con ligero toque de atracción física. Quiere quererla como ella lo quiere, pero no puede.

Y le da rabia. 

Vuelve a tener ese pensamiento; está roto. Está incompleto, solo, es una mala persona. Es tan egoísta que llora, pero no por ella, no por el rompimiento, sino porque todo vuelve a sentirse mal. Y es infantil, pero llama a su madre. Si alguien puede ayudarle a calmarse, esa es ella.

Otabek, es mas normal de lo que crees. Especialmente a tu edad, ¿Acaso sabes la cantidad de novios que dejé por lo mismo?— él se ríe, aún soltando algunas lágrimas de vez en cuando—. ¡No quieres saber, de verdad no quieres! No eres una mala persona, cielo, no lo eres. Te lo prometo.

Cuando su entrenador llega esa noche, él yace acostado, fingiendo que está dormido, solo para poder pensar en paz, para que no le pregunten nada. 

La realidad es que Otabek no estaba buscando novia cuando la conoció, sino que se dejó llevar por las insinuaciones de Jean, por la curiosidad adolescente, por querer sentirse un chico de su edad haciendo lo que se supone que debe hacer.

No quiere decir que fue forzado a estar en esa relación, pero tal vez no pensó muy bien en todo el trabajo y tiempo que debía dedicar al aceptar tener novia. No es como si tuviese algún buen ejemplo o expectativa respecto a el noviazgo: no había reparado en las cosas que le gustaban o quería hasta que conoció a Emma. No es hasta este momento que se da  cuenta de porqué no funciona. Ella es genial, pero no es para él.

Joder, claro que no lo es. Otabek es joven, ella es joven. No serán los primeros ni los últimos.

Sabe que a Emma le tomará mas tiempo que a él superarlo. De hecho, Otabek está seguro de que no la verá en la pista durante un tiempo. 

Por mas que se siente mal, que por momentos tiene el impulso de querer enviarle un mensaje de disculpas, o preguntarle cómo está, entiende que eso tal vez solo empeore las cosas. Durmiéndose mas tarde de que lo acostumbra, decide apagar el teléfono y tratar de dormir.

Después de todo, mañana es un nuevo día.

—¿Qué pasó?—Jean le aborda al otro día ni bien pone un pie dentro del establecimiento. Según le dice, se enteró del rompimiento por parte del hermano de ella la noche anterior.

Otabek no está realmente de ánimos para pensar en lo que ha ocurrido. Apenas pudo pegar un ojo en la noche y para cuando despertó esa mañana, aún le ardían un poco los ojos, tanto por el llanto como por el cansancio. Pese a que le gustaría decir que se siente mas ligero que el día anterior, la realidad es que llegó a la pista temiendo cruzarla en algún pasillo, pero al mismo tiempo, no podía evitar buscarla con la mirada, aun sabiendo que ella no iría.

—Solo decidimos que no podíamos seguir juntos— sabe que JJ tiene buenas intenciones, pero Otabek no quiere contarle. Se siente avergonzado y culpable y, como si fuese poco, le da algo de temor su reacción. Después de todo, Emma es su prima.

—¿Eh? ¿Eso es todo?

—Lo siento, de verdad no quiero hablar de eso— murmura mientras intenta concentrarse en lo que debe hacer hoy, mientras se calza los patines—. No he pasado una buena noche.

—Sabes que no voy a enojarme contigo, ¿cierto?— Otabek termina de atarse los cordones y se pone de pie, dándole toda su atención—. Las relaciones a veces no funcionan, simplemente es algo que pasa.

—¿Te ha pasado?

—Bueno, he tenido novias antes que Isabella, pero no eran algo realmente serio— murmura pensativo— no fue hasta conocerla a ella que comencé a tomarlo en serio.

Otabek asiente en silencio. No hablan mas del asunto por el momento. Otabek quiere despejar la mente y enfocarse en lo que realmente tiene que hacer. Tal vez es bueno que la relación haya acabado, porque ahora tendrá tiempo de sobra para concentrarse.

Pese a que con el pasar de las semanas y los meses Jean intentó presentarle a alguien más, Otabek no volvió a permitirlo. Se distrae demasiado teniendo novia. Su rompimiento con Emma inclusive le había encontrado distraído algunas veces. No podía evitar ver su numero de teléfono, o buscarla por el club con la mirada. Fueron manías que tuvo durante el primer mes, pero para su propia suerte, luego de esas primeras semanas, todo retomó su ritmo normal.

El tiempo siguió pasando y su estadía en Canadá comenzó a llegar al final. Los dos años se habían sentido menos pesados de lo que esperaba, pero aquello no le quita las ganas de regresar a los brazos de su madre como si fuese un niño.

Podrá alzar a Aruzhan por los aires y volver a la pista de su país. No ve la hora de dormir en su cama y ducharse en su baño.
No hay nada más cómodo y relajante que el hogar.

—Ha sido divertido— comenta el canadiense luego de una de las últimas prácticas, repitiéndolo durante todo el día —. Te extrañaré.

—No empieces—Le tira una toalla en el rostro y sonríe de lado al escuchar sus quejas infantiles. Él también le extrañará, pero no piensa decírselo. Está seguro de que Jean no dejará de molestarlo si lo hace.

—Hola—la voz tímida a su costado le sorprende bastante, puesto que hace demasiado que no la escucha.

—Hola...

—¿Podemos hablar? Será solo un minuto—Emma se había dejado crecer el cabello y viste un lindo vestido estampado de margaritas. Se ve bellísima, como cada vez que le ha visto. No puede evitar sentirse ligeramente nervioso al verla. No sabe si eso es bueno o malo.

—Ya estamos terminando... me alisto y podemos ir a hablar tranquilos.

Se apresura casi a tropezones en asearse lo suficiente y cambiarse de ropa, para no hacerla esperar.
Ella sigue allí cuando al fin sale, sentada y jugando con el brazalete que porta ese día. Cuando cruzan miradas, deciden que es tiempo de irse.

—¿De qué querías hablar?— se habían decidido por una zona tranquila, aprovechando el lindo día que hace fuera. Se sientan en una banca tranquila, deteniéndose unos minutos a disfrutar el paisaje. Canadá es un lugar hermoso. Otabek mentiría si dijera que no lo extrañaría.
Por otro lado, es extraño tener a su ex novia justo a su lado luego de tantos meses sin verla, pero no se siente incómodo.

—Supe que te irás la semana que viene.

—Así es. Ya casi no recuerdo el aroma de mi propia casa—la muchacha le sonríe.

—Debes estar feliz de volver—ella alisa su vestido mientras toma coraje para mirarlo.

—Lo estoy—está odiando ser tan malditamente seco, pero de verdad no sabe que esperar de esa conversación. No quiere verla llorar, tampoco quiere volver a sentirse mal.

—Estoy feliz por ti— admite ella—. Has sacrificado mucho y has logrado tu objetivo al venir aquí. Eres muy talentoso.

—Gracias... —frunce los labios al sentirse halagado. No acostumbra a recibir cumplidos y le genera cierta timidez no saber como responder.

Emma intenta suprimir un sonrojo ante su expresión, pero no puede hacer más que reír para no verse tan nerviosa—Ya, no pongas esa cara. Yo... lamento haberme alejado de ti. Me agradas mucho. Pero soy consciente de que a mí me ha dolido un poco más romper contigo.

—Lo sé— sabe que es así. Está punto de disculparse de nuevo, pero no lo hace. No tiene caso, porque al fin y al cabo en esos meses había aprendido que no fue su culpa no poder corresponderle, no realmente. Durante los últimos meses no se había detenido a pensar demasiado en que la extrañaba, porque tenía demasiada presión encima y mucho que hacer; pero sabe que ella, siendo tan sensible, se había tomado el tiempo para deprimirse antes de animarse a ser ella misma otra vez—. De verdad me gustas, Emma. Pero en mi cabeza no hay lugar para esto.

—Ahora lo sé— las cosas se sienten mejor luego de hablarlas. Pasan un largo rato allí. Se ponen al día, se ríen y hasta recuerdan lindos momentos juntos. Ella parece mucho mas relajada y feliz que unas horas atrás y honestamente, él se siente igual. Para cuando el sol  comienza a ponerse, y ambos deben partir por rumbos distintos, Otabek le pregunta si realmente las cosas están bien entre ellos pese a todo lo que ha pasado—. Todo está bien... ¿amigos? realmente no quiero perder contacto contigo.

No puede negarse a ello. La muchacha canadiense es una excelente persona y una gran compañera—Claro que sí.

Ella se acerca a abrazarle y se ve necesitado de corresponderle. Se toma un momento para sostenerla entre sus brazos, sentir su perfume una última vez y despedirse en silencio de ella. No sabe cuando volverá a verla, pero sabe que cuando lo haga, ambos serán personas distintas. —Espero que sigas mejorando. Y hazme un favor, patéale el trasero a mi primo en la pista. Tengo muchas apuestas en curso.

Ríe entre dientes antes de alejarse—Lo haré.

Hace tanto que no pisa un aeropuerto que casi se le había olvidado lo que se siente estar rodeado de tanta gente apresurada. Había tomado su vuelo en la noche, donde no había demasiado gente; pero ahora, en la tarde, casi le cuesta caminar con sus maletas buscando a su familia entre tantas personas.

Las busca con la mirada, pero le es difícil reconocerlas. Durante todos esos años, todos habían cambiado mucho.

Confirma dicha teoría al ver a una niña muy bonita mirándole algo dudosa, recorriendo cada centímetro de su rostro para saber si es quien ella piensa.
Se sonríen tenuemente antes de confirmarlo. Otabek no puede creer que al fin la tiene en frente, pero mantiene la compostura.

Ella, en cambio, no se contiene ni un poco.

—¡Ota!— le llama, saltando y agitando su mano para que la viera entre tanta gente. Cuando él se acerca lo suficiente, ella salta a sus brazos eliminando los centímetros que faltan—. ¡Ota!

—Princesa...— deja las maletas a un lado y la levanta, aferrándola contra su pecho. Pese a que él se volvió más alto y obtuvo fuerza en los brazos por los entrenamientos, puede notar que ella pesa un poco más y está mucho más alta de lo que la recuerda—. Cuanto has crecido, estás enorme.

Ella se aferra fuerte a él y la siente temblar. Basta para sentir la humedad en su camisa para saber que está llorando.

—Tú también— comenta emocionada, alejándose un poco pero sin soltarle—. No te vayas nunca más.

Se siente conmovido por su pedido y también culpable. Seguramente, ella le había necesitado cada día de su vida y él no había podido estar ahí para ella. A su lado, su mujer favorita le espera también con lágrimas en los ojos— ¿Hay lugar para mi también?

—Hola, mamá.

La deja mimarle todo lo que quiere; su madre siempre fue sido una persona sentimental que no se avergüenza jamás de demostrarle cariño a sus hijos frente al resto del mundo.

—Estas tan alto— ella le mira de arriba a abajo, sin poder creer lo mucho que había cambiado.
Por su parte, Otabek la nota con el cabello más corto y más pequeña entre sus brazos. No tiene palabras, solamente la vuelve a abrazar y se queda así un momento. No va a ponerse a llorar como un bebé en un lugar lleno de gente, pero abrazar a su madre jamás podría hacerle ningún daño. Sabe lo difícil que ha sido para ella, para todos, en realidad— Tu corte de cabello se ve mejor en persona.

—Sí, decidí dejarlo así... ¿te agrada?—se había acostumbrado un poco a llevarlo y debía admitir que era más cómodo que tenerlo completamente largo.

—Te queda muy bien, todo te queda bien.

—Está bien—si a ella le gusta, entonces no tiene problema en hacerle caso. Sin poder evitarlo, busca a la persona que falta a su alrededor, pero no le encuentra.

—Serik trabaja, seguro le verás en la noche—adivina ella, ofreciéndose a llevar al menos una de sus maletas, cosa que él no le permite.

—¿Cómo es Canadá?—pregunta curiosa su hermana, mientras caminaban a la salida e iban por un taxi. No es como si durante esos años no hubiesen hablado nunca, pero ella siempre le preguntaba lo mismo.

—Es muy hermoso. Bastante tranquilo— responde, como cada vez.

—¿Pudiste hablar con esa chica?—pregunta su madre de repente, generándole un sonrojo involuntario que le hace sonreír.

—¿Eh?

—¡Tu novia!—exclama Aruzhan llena de entusiasmo, haciendo que algunas personas volteen a verlo.

—Aruzhan... no es mi novia hace meses— se apresura a corregir, generándole cierta mirada de desilusión.—. Lo sabes, ya te lo he contado.

—¿Se pelearon?—presiona ella, queriendo tener toda la información posible para chismear con sus amigas de la escuela. 

—No realmente, somos amigos ahora—toma su teléfono y busca su cuenta en Instagram, sorprendiéndose al ver que las únicas dos fotos que se habían tomado juntos, aún siguen allí. Emma no las había borrado y eso, por alguna razón, le hizo sonreír.

—¡Es muy bonita! Ota, eres tonto—comenta bien alto, tomando el teléfono entre sus manos y mostrándole a su madre. Él jamás la había presentado a ellas dos. No porque no quisiera, sino porque los horarios jamás coincidían y a decir verdad, Otabek de alguna forma, tal vez inconsciente, no quería que la relación se volviera mas seria e importante de lo que era.

—Sí, soy un poco tonto. Pero todo esta bien ahora— murmura, mirando a su madre—. Todo está arreglado— ella asiente con una sonrisa.

—Ya encontrarás a alguien para ti. Recuerda, eres joven. No hay necesidad de apresurarse.

—Está bien, no me interesa tener otra novia. Tengo muchas cosas que hacer— dice, obligandola a reír sarcástica.

—Eso siempre dicen— comienza a quejarse, diciéndole que tanto él como Serik, solo hablan de patinaje, entrenamiento y trabajo.

Él se dedica a escuchar en silencio y a darle la razón, llevando su mirada divertida a la de su hermana.
A pesar de que pasó dos años lejos del hogar, se siente como si todo hubiese sido un sueño, puesto a que se siente cómodo de inmediato.

No la había pasado mal en Canadá, pese a los dolores cabeza que Leroy le había producido. No olvidará a los pequeños y escandalosos Leroy, tampoco a los que fueron sus entrenadores. Mucho menos, a la que fue su primera novia.

Siente que una etapa fue cerrada desde el momento en que aterrizó en Kazajistán, estando convencido de que mejores vendrán en el futuro.

Luego de dejar las cosas en su casa, comer la comida de su madre, visitar la tumba de tata y abrazar fuerte a Serik ni bien llegó a su casa durante la cena, Otabek pudo realmente respirar.

No hay nada como estar en casa.

Primero que nada, me disculpo por no actualizar la semana pasada. No le sentía bien.

Por otro lado, ¡Quiero dedicarle este capítulo a harubom25 y felicitarla por su cumpleaños! Te mereces el mundo; gracias por estar siempre apoyándome y haciéndome sonreír, bonita ❤️ ¡espero que el capítulo sea de tu agrado!

Por otra parte, conocimos a la primera novia de Otabek, la princesita Leroy. Ninguna villana esta vez. No hay razones para odiar a mi preciosa Emma ni tampoco las habrán. Quise crear una novia para él basándome en la información oficial que había dado Kubo una vez, cuando dijo que a Otabek no le gustan las chicas que son muy independientes y extrovertidas porque le intimidan y demás. Así que le creé una princesa.

Jean resultó ser una gran gran amigo en esta edición y estoy disfrutando escribirle.

Así que ya saben burbujitas, nos leemos en la próxima actualización ❤️

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