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vi.Potya.

Yuri se caracterizaba por ser un niño valiente y decidido cuando era muy pequeño y se calzó los primeros patines. Había sentido profunda admiración por Viktor Nikiforov al verle en televisión, más aún cuando le vio patinar a metros suyos en la pista que compartían.
Mientras le observa practicar apoyado en uno de los asientos, se pregunta si algún día podrá verse como él; si logrará causar aquellas pacíficas sensaciones a otra persona cuando le miren.

Con el tiempo, aquella admiración no decreció, pero tomó lugar junto a la envidia. Y no es algo que solo le ocurre a él.
Viktor es el campeón de Rusia, inalcanzable para quien fuese que intente seguir su ritmo. En ese país se toma muy en serio el patinaje artístico, así que el mayor tiene fama asegurada, probablemente, para el resto de su vida.

Le duele, porque Viktor es todo lo que él siempre habia querido ser. Exitoso, perfecto, carismatico, confiado y alto (Sobre todo alto).
Es entrenado también por Yakov, pero no consigue su absoluta atención hasta el día que clavó su primer cuadruple salchow. Le hace gracia recordar los gritos de Yakov y como Viktor le defendía con su risa discreta.

En verdad le admira, pero no piensa decírselo; su orgullo y temperamento fue en aumento con el pasar de los años, así que aquella actitud es de esperarse en él.
Le dijo que apostaría todo su dinero en él, logrando elevar internamente su confianza, algo que nunca estaba de más.

"—Idiota, ¡Ya te dije que no puedes hacer cuádruples porque aun estas creciendo!— Gritó su entrenador, rojo hasta la coronilla.

Él por su parte, tenía cara de aburrimiento mientras esperaba su puntaje y tomaba agua, como si no tuviese a un hombre gritandole al lado.

¡Si no me harás caso, déjalo!—le continuó discutiendo, aunque a este paso, parecía que hablaba solo. El niño dejó el vaso en la mesa y tomó un pañuelo para sonarse la nariz, haciendo que su entrenador se pusiera mas rojo de lo que estaba por su indiferencia. Antes de que tuviera la oportunidad de gritarle algo mas, una melodiosa risa se escuchó junto a un lento aplauso.

Oh Yakov, deberías elogiarlo más.

Eso llamó la atencion del niño, que se volteó para confirmar si sus oídos no le estaban traicionando.
No estaba seguro, pero realmente no esperaba que Viktor estuviese allí, mirando su programa y felicitándole disimuladamente.
Su corazón latió más fuerte y lo oculto con el frunce en su frente.

¡Tú no te metas!—Le gritó el entrenador, maldiciendo a todos los dioses por juntar a sus más rebeldes estudiantes en un solo lugar y en medio de un regaño.

A mí también solía regañarme por hacer eso—Dijo mientras ignoraba al otro y apoyaba sus brazos a la barandilla que estaba enfrente suyo—. Ganarás el mundial junior sin los cuádruples; apostaría mi dinero. Puedes ganar la competencia junior.

Su abuelo le había enseñado a ser agradecido y a respetar a sus mayores; pero era demasiado orgulloso como para exponerse de esa manera. No tuvo vergüenza de enfrentarle.

Si gano sin cuadruples, me harás un programa coreografiado por ti.

Él sonrío entusiasmado ante lo dicho por el pequeño rubio, alargando su mano hacia él.

De acuerdo, ven a verme cuando ganes la competencia junior; tendrás el mejor debut posible como senior—dicho esto, juntaron sus manos para cerrar el trato."

No pasó mucho tiempo para convertirse en el nuevo blanco de la prensa luego de esa competencia. No solo por su programa, si no porque fue visto hablando con Viktor, cada vez más cercano en cada entrenamiento, generando alboroto entre sus fans.
Al parecer, a todas se les hace adorable ver al adonis ruso prestándole atención a un niño.
Llega a preguntarse si le presta atención por ayudarle o por aumentar su popularidad.
Decide que eso no es importante mientras obtenga lo que busca.

Ganar.

Le cuesta ser receptivo con la prensa y no parece que ello mejorase con el tiempo.
No se acostumbra a verse a sí mismo en televisión, tampoco a ser sorprendido a la salida de los entrenamientos por cámaras de espejo negro.

Las preguntas acerca de su vida privada siguen desconcertándole y no sabe tampoco cómo responderlas, así que se lo deja todo a Yakov.
Él solo quiere entrenar y enorgullecer a su abuelo. Quiere llevar el oro a casa y convertirse en tan buen atleta que el dinero le explote en los pantalones.

Y también, quiere llamar la atención de su mamá.

No es una novedad ya ni saber dónde está ella. Eventualmente llama en horarios en que él no está y no puede atenderla, así que con el paso de los años dejó de estar encerrado junto al teléfono esperando alguna muestra de interés de su parte.

Se concentra en lo único allí que podría marcar una diferencia. Debe ganar dinero para que ella no tenga que viajar por trabajo de nuevo y que intente compensar todos los años que le hizo falta.

Había dejado la escuela siendo bastante niño, siendo aquella súplica pedida por él mismo luego de sufrir contantes burlas y molestias de sus compañeros.
Su comportamiento se había vuelto bastante agresivo desde ello, únicamente porque no es capaz de conceder que hablaran de él de esa forma.

Se reían cuando les juraba que entrenaba junto a Viktor y que sí tenía una mamá.

Nadie le creía.

Convenció a su entrenador no solo a base de lágrimas, si no también agrediendo a todo aquel que osara a burlarse o a llamarle mentiroso.
Y previendo que aquella actitud, Yakov le había dicho que debía ser agradable con sus fans, tal como Viktor lo hacía.
Debe aceptar fotografías y autógrafos, también sonreír más. Ser amable y dejar de decir groserías.

Pero lo que su entrenador no entiende, es que él no es Viktor Nikiforov.

No puede fingir sonrisas ni tampoco soportar todo lo que los demás dicen de él.

Así habían transcurridos los años, donde Yuri aprendía en casa y patinaba la mayor parte del tiempo.

Su abuelo vendría el fin de semana y debía ordenar su habitación para que vea lo "bien" que se comporta.
Para cuando las extenuantes horas de la mañana terminan, llegó con Yakov al apartamento al atardecer, encontrándose con una enorme sorpresa en la cocina.

-—¿Mamá?— deja su bolso de entrenamiento tirado en el piso, ignorando el suspiro contenido de Yakov-—... no sabía que venías.

Ella se ve tan preciosa como siempre. No sabe si está en los genes, pero es como si los años no pasaran con ella. Su cabello siempre rubio hasta la cintura y el rostro libre de arrugas se ve tal y como recordaba.
Sus ropas son preciosas y hacen juego con sus bonitos tacones acharolados negros. Su madre se ve como las divas del cine de otras épocas; el labial siempre rojo y el cabello siempre bien peinado.

Le cuesta recordarla de una forma que no fuese esa.

-—Te quería sorprender— se limpia ansiosa las manos y deja todo lo que estaba haciendo para acercarse y dejar un beso de bienvenida en su frente—. ¿Cómo estás?

—Bueno... bien— no sabe cómo reaccionar. Hace casi un año que no la ve y él ha cambiado.
¿Cómo debe tratarla? ¿Puede comportarse como un niño en frente suyo o mostrarle lo mucho que ha crecido? No sabe. Teme que alguna actitud suya le desagrade y vuelva a irse.

—Ya le avisé a tu abuelo— le comenta, ignorándole de nuevo para seguir cocinando—. Yo vengo de Singapur, una excelente sesión de fotos.

—Ya veo...— Alina siguió hablando de ella y de sus viajes. Se había hecho realmente famosa años atrás; razón por la cual se ausentó tanto en su vida. Intenta no pensar demasiado en ello, así como finge estar escuchándola.
Siempre habla de ella y sus experiencias, pero nunca le pregunta sobre él; al parecer se conforma con lo que se entera por televisión.

Había terminado de hacer la comida mientras él se iba a bañar, aún sin saber si sonreír o enojarse con ella por tratarle como si nada.

La cena se pasa solo escuchando su voz, con Yakov comiendo en silencio y asintiendo; éste sólo habla para recordarles que Nikolai llegará al día siguiente y deben arreglar las habitaciones para que todos durman cómodos.

—Me quedaré esta vez, Yuri— menciona, a mitad de la comida—. Ya no me volveré a ir.

—¿Ah? ¿En serio?— la ve asentir animada y es allí cuando se permite sonreír de oreja a oreja, apoyándose en la mesa y dejando la cena de lado—¡¿De verdad?! ¡¿Te quedas conmigo?!

—Sí, ¿eso te hace feliz?— asiente maravillado y se estira para abrazarle fuerte—. Bueno, bueno; ve a preparar todo para mañana que viene el abuelo.

Y así fue. Recuperó por completo su ánimo cuando su abuelo llegó al día siguiente, generándole cierta nostalgia al verles juntos otra vez.

Nikolai no menciona mucho a su madre; solo cuando le pregunta y con muy pocas palabras. Le gusta ver que hablan de vez en cuando, recordándole a esos tiempos donde todo estaba bien entre ellos.

Él no quierr que peleen, ningún niño lo querría.

—Tengo una competencia la semana que viene... es aquí, en Rusia— comenta al anochecer mientras los mayores toman un café con la televisión encendida. Yakov había salido por asuntos personales, así que está solo con ellos dos.

—¿En Moscú?— pregunta ella, recibiendo una respuesta afirmativa—.¿Puedo ir a verte?

Le sonríe contento, ya que invitarla era su intención— ¡Claro que sí! Te dedicaré mis saltos, mamá— se voltea a su otro familiar, sin querer excluirle—. Y a ti mis giros, abuelo— ellos sonríen en su dirección, aceptando aquel regalo.

—¿Y a Yakov?

—¿Ah? Yakov no importa— Alina ríe junto con Nikolai, aunque éste luego le regaña por no valorar a su entrenador que tanto está haciendo por él.

—Yurotchka, respeta a los mayores— su abuelo jamás le deja pasar esas cosas.

—Lo siento— no se encoge demasiado en su silla, que ya está de buen humor otra vez—. ¿Me prometes que vas a ir? ¡Quiero presentarte a Viktor!

—Claro que sí, reservaré el día para ti.

—El otro día me ayudó a pulir en salto; está grabado, ¿quieres mirar?— ella asiente contenta al ver que toma confianza de nuevo con ella y no la trata como si le tuviese miedo—. ¡Buscaré el teléfono!—al segundo que desaparece por la puerta, la leve sonrisa del mayor desaparece.

—Deja de prometerle cosas, Alina.

—¿Puedes confiar en mí una vez?

—¿Qué haces aquí? No vas a vivir a costas del entrenador de tu hijo.

Entre que ellos discutían, al más pequeño no le había tomado nada ir por el teléfono y regresar —No es así...— Yuri se queda con el aparato en manos, escuchando, también queriendo saber la razón por la cual ella está ahí—. No he conseguido audiciones últimamente; la última película no tuvo mucho éxito y bueno...

Toma aire para no salir a hacer un escándalo innecesario. Deja su habitual impulsividad y se dedica a escuchar todo lo que puede mientras no le notan.

—¿En qué gastas el dinero?— su abuelo se oye enojado.

—¡Tengo dinero!— exclama, probablemente cansada de tener que explicarle todo. Carraspea y baja la voz al darse cuenta de que había gritado—. Tengo dinero... solo quería pasar tiempo con mi hijo por una vez.

—¿Para qué? ¿Para volver a irte y dejarlo abandonado?— el menor apreta el teléfono entre sus manos y espera la respuesta, con un leve temblor en las rodillas.
Los segundos se le hacen largos hasta que ella lo dice.

—Amo a Yuri y no volveré a irme.

Suelta lo que había retenido lentamente mientras intentaba no llorar. Ella lo dijo, a sus espaldas. Que le ama y no le abandonará nunca más.
Se limpia los ojos con la manga de su camiseta y se serena, saliendo al encuentro de ambos mientras busca el video que les había prometido.

Aquella mañana se levanta nervioso, no sabe porque.

Tal vez es porque por primera vez desde que había comenzado a patinar, su madre le vería en vivo y en directo en una final. Le vería con la medalla de oro colgando de su cuello y recibiendo felicitaciones.

Estará orgulloso de él y no puede permitirse arruinarlo.

Por eso se levanta más temprano que nunca, siendo una gran sorpresa para Yakov quien batalla todas las mañanas para que despierte en el horario debido.

Cepilla sus dientes y se ducha, utilizando demasiado shampoo y jabón en su cuerpo.
Cuando se siente lo suficientemente presentable, va a la cocina por su desayuno.

Se le borra la sonrisa de repente al encontrarse solo con Yakov y su abuelo tomando un café.

—Yurotchka, ven a desayunar. Tienes que estar fuerte para la competencia— él le mira sin entender y pasea la mirada por la cocina.

—Yuri, deja de perder el tiempo que en un rato debemos irnos.

No es de obedecer mucho a Yakov y no piensa perder la costumbre justo ahora.
Ignora a ambos y va hasta la habitación de su madre corriendo, no haciendo caso a los llamados de los adultos.

Su cama está tendida, como si jamás hubiese dormido allí.

—Yurotchka, ¿qué tienes?— su abuelo se preocupa al encontrarle pálido mirando la habitación vacía—. Tienes que comer algo...

—¿Se fue? —traga al sentir la garganta seca y apretada—. ¿Mamá se fue?

Nikolai respira hondo y le toma por los hombros, poniéndose en frente suyo—Mamá fue a comprar algo.

Sabe que Yuri lleva una carga muy pesada. Sus desvaríos emocionales y arrebatos violentos son una gran prueba de lo difícil que es para él vivir sabiendo que a su madre, le importa más su extinta carrera que su propio hijo.

—¿Me estás mintiendo?—su voz tiembla y no puede evitar comenzar a derramar lágrimas. Le duele el estómago y sus rodillas tiemblan, casi chocando una con la otra.

—¿Cuando te he mentido, pequeño?—Yuri había dejado de llorar por su madre hacía mucho tiempo; pero a veces suele suspirar nostálgico y desviar la mirada al ver familias por la calle.
Así que al verle reaccionar así, sabe que su nieto no podrá volver a soportar una decepción de su parte.

Está muy ilusionado por lucirse frente a ella y le aterra que vuelva a lastimarle con su ausencia.

Estuvo por consolarle y brindarle un cálido abrazo antes de que se escuchara la puerta de entrada ser cerrada.
Yuri corre hacia allí y la encuentra con una bolsa con alimentos, quitándose la bufanda.

Siente que el alma le vuelve al cuerpo y su corazón comienza a latir desesperado.

—¿Desayunaste? Traje los cereales que te gustan...— No se abstiene de correr a sus brazos, haciendo que se tambalee y casi tire las bolsas. Su abrigo está helado y las manos que acariciaron su cabello también, pero poco le importa— Yuri... solo fui a comprar.

—Estas aquí...—musita en voz baja, pero no lo suficiente para pasar desapercibido.

—Claro que sí— utilizansu más dulce voz mientras le devuelve el abrazo —. Te dije que iría y eso haré, ¿cierto? Es una promesa— Yuri asiente contra su pecho y suelta un sollozo contenido—; ¿por qué lloras?

—Solo estoy feliz— levanta su rostro enrojecido y la mira con una enorme sonrisa—. Estoy muy feliz de que estés aquí.

—Este lugar es enorme.

Alina recorre inclusive el techo con la mirada, sintiéndose asombrada de lo diferente que se siente estar allí a verlo por televisión.
Yuri está a su lado, mirándola casi sin pestañear. Necesita tocar su brazo para entender que ella realmente está allí e iba a verle en vivo.

—¡¿Verdad?! Y tú no viste el otro... ¡es mucho más grande!— el lugar está lleno de gente. Hay varios patinadores con sus respectivos entrenadores registrándose, pero no tantos como otras veces gracias a las clasificaciones.

Aún así, sus ojos reconocen casi sin querer a algún que otro rostro de niños que no habían logrado pasar a finales, listos para ver los resultados oficiales.

Vuelve la vista a ella y sonríe, tentado a abrazarla de nuevo pero conteniéndose. Allí hay mucha gente y algún que otro periodista, así que no quiere ser demostrativo en público.
Teme que algún periodista la reconozca a pesar de su sombrero y bufanda y que comiencen a preguntarle cosas que desvíen su atención de él.

Eso no puede ocurrir; su atención debe ser solo suya ese día.

Nikolai está a su lado, observando hacia todos lados también. Tiene un porte orgulloso, de esos que cualquier abuelo tendría sí su nieto fuese uno de los finalistas de uno de los deleites más aclamados de Rusia.

—¡Yuri! Vamos, debes prepararte para el calentamiento—Yakov lleva su bolso y le sermonea para que le haga caso, ya que se encuentra muy distraído por estar pendiente de que su madre le mime.

—Me tengo que ir... —está nervioso. Siempre que se aleja de ella es para despedirse y le cuesta perder esa sensación. En todos los recuerdos que tiene, si se da vuelta, no volverá a verle durante meses.

—Ve tranquilo; yo y tú abuelo nos iremos a sentar— le tranquiliza ella al ver que no quiere separarse de ellos dos.

-—¿No pueden venir conmigo antes de mi presentación?— le encantaría recibir alguna palabra de apoyo, un abrazo o alguna mirada de orgullo. Probablemente ese es el más grande sueño que ha atesorado desde pequeño y ese día está por cumplirse.

—Bueno... veré que puedo hacer— su abuelo le despeina el cabello y le desea suerte, mientras que ella solo asiente, dándole a entender que sus palabras son las mismas.

No se permite decepcionarse y va a cambiarse, bastante ansioso por lucirse en frente de ambos. Se dirige a los vestidores y se pone su traje, echándose su corto flequillo hacia el costado. Lleva el mismo corte desde que es un niño, puesto que así fue como ella se lo cortaba.

Decide mantener aquella tradición aún si no es su madre quien usa las tijeras para emparejarlo. De todos modos lo lleva con orgullo, porque es así como ella lo había dejado y como seguramente quiere que lo lleve.

En los pasillos abundan ayudantes, reporteros y más personas que no tiene idea qué demonios hacen allí. Él se dedica a estirar y a escuchar la música que le corresponde para aquel programa, ignorando al resto de los competidores.

Entre alguna que otra pequeña entrevista a su entrenador en los pasillos y algunas preguntas tontas hacia él, llega el momento de calentar en la pista.

Se coloca sus patines y va con los demás al hielo, donde practica su secuencia de pasos y no se permite hacer ningún salto.
No es porque Yakov se lo ha exigido, si no porque quiere esperar a su presentación para hacer uno.

Quiere sorprenderla clavando todos y cada uno de ellos, como le había prometido.
Aún así se desconcentra un par de veces al buscar a sus familiares entre las cientos de personas que hay observándoles.

Por supuesto, no puede encontrarlos.

Yakov le regañq a los gritos por no ver por dónde anda y casi chocar con un chico que venía de frente patinando a la inversa, arriesgándose a protagonizar un accidente.

Salen de allí cuando el tiempo termina, dejando a un japonés de quien no recuerda el nombre; es el primero en presentarse. Los patinadores van pasando unos tras otros, pero ninguno de los dos presta atención.

—¡¿Acaso quieres chocar?! ¡Eso puede hacerte salir de la competencia!— su entrenador descarga toda la falta de responsabilidad que ha protagonizado, sin lograr que le preste atención. Yuri mira a todos lados, buscando entre la gente—. ¡¿Me estás escuchando?!

—¿Dónde están? ¿Por qué no vienen?

El mayor calla por un momento y carraspea, notando que el anteúltimo patinador entraba a la pista, siendo Yuri el próximo y último en salir.

-—Deben estar ya sentados; seguramente tu madre no quería llamar la atención entre tantos periodistas— el niño asiente algo decaído, pero Yakov no le deja deprimirse— ; a ver, repasemos...

Le recuerda los saltos que debe hacer en la primera y segunda mitad y también, algunas cosas que aún le faltan pulir en algunos de estos, para que los tenga en cuenta.
Él intenta ponerle atención mientras mira al público desesperado.

-—Yuri, es tu turno—la voz dura de Yakov le hace dar un pequeño sobresalto. Está más nervioso que la primera vez que compitió y sabe que se debe a que su madre está allí en alguna parte, observándole. El mayor le toma de los hombros y le obliga a mirarle, usando aquel tono amable y muy poco escuchado en él-—. Tu mamá y tu abuelo estarán observando... hazlos sentir orgullosos, ¿de acuerdo?

Eso parece traerle a la realidad nuevamente. Parpadea varias veces y enfoca la mirada en su entrenador, sintiéndose mucho más tranquilo al ver su ciega confianza en él.
Toma aire y lo expulsa con tranquilidad, sintiendo su autoconfianza volver en solo un instante.

-—Lo haré— le da su sonrisa arrogante justo en el momento que su nombre es anunciado en los parlantes, exigiéndole que se presente en la pista.

Limpia su nariz una vez más y se apresura a llegar al centro, esperando a que la melodía dé inicio.
Para cuando lo hace, cierra sus ojos y comienza a moverse, pensando en que las dos personas más importantes de su vida están allí con él.

Clava cada uno de sus altos y obtiene el mejor puntaje de toda su carrera, alegrándose de escuchar los festejos de Yakov desde donde está.
Finaliza con su presentación, obteniendo más aplausos que los demás y recibiendo regalos del público, siendo la mayoría, peluches de gatitos.

Yakov le felicita y le remarca algunas cosas que debe mejorar, pero fueron menos que la mayoría de las veces.

Su puntaje superó las expectativas de ambos y lo dejó en primer lugar por mucha diferencia.

Él sabía, realmente sabía que tener a su madre allí es lo que siempre había necesitado.

Ella es su motor, seguida muy de cerca por su abuelo. Les ama y lo ha demostrado, posicionándose como el mejor patinador ruso de categoría junior. Le queda solo un año allí y espera mantener aquel título hasta el final.

Espera que aparezca luego de su puntaje, pero no lo hace. Recuerda las palabras de Yakov y decide que será paciente hasta que pueda salir de allí para reencontrarse con ella.

Se muestra orgulloso con su respectiva medalla en lo más alto del podio y se pasea con la bandera rusa en las espaldas, dejándose fotografiar como Yakov le había indicado.

Le da algo de pena hacer eso normalmente, pero esa vez se luce en frente de las cámaras, sin poder ocultar su sonrisa.
Y luego de interminables entrevistas y pedidos de autógrafos, al fin puede reunirse con su abuelo en los pasillos, el cual le espera con los brazos abiertos.

Se abalanza hacia él riendo y con su medalla aún colgando, enseñándole los peluches que decidió quedarse.
Cuando las felicitaciones del mayor terminan de alimentar la mitad de su energético corazón, busca a su madre con la mirada.

—¿Y mamá?

Las risas de su abuelo cesan y su rostro se sumerge de pena, dándole vértigo. Deshace el abrazo y le mira expectante, aún si inconscientemente sabe lo que va a escuchar.
—Lo siento, Yurotchka... la llamaron para una audición y se fue antes de llegar a sentarnos— relata lo más calmado posible, ya que ese asunto aún le tiene colérico—. Me dijo que lo sentía mucho y que lo compensará.

Un grupo de tres patinadores con los que compitió le pasaron por al lado riendo entre ellos, dos sin medalla y uno con la de bronce.

Y a pesar de no haber ganado nada, sonn muchos más felices que él.

—Que lo siente mucho...— levanta la mirada y ve a aquellos que no ganaron nada, siendo recibidos por quienes al parecer son sus familiares.

—Vamos a festejar esto, ¿te parece?— a pesar de los intentos de Nikolai, no reacciona.

—Estoy cansado...— musita, quitándose la medalla y entregándosela—. Tal vez mañana, abuelo.

Pero a pesar de sus intentos, la sonrisa de Yuri no vuelve ese día, ni tampoco el siguiente.
Las semanas pasan y él no llora. No lo hizo cuando su abuelo debió volver a su casa, tampoco por la desilusión que aún aparece en sus pesadillas.

Sus ganas de entrenar decaen con el pasar de las semanas, alterando a su entrenador.
Para cuando le amenaza con llamar a Nikolai por no obedecerle y el menor no reacciona, sabe que el shock emocional aún sigue allí, adormeciendo sus sentimientos.

—Siento venir sin avisar...— ingresa con el rostro visiblemente agotado y la bufanda mal acomodada. Yakov la deja pasar a pesar de que no quiere hacerlo.

—¿Cuánto te quedarás?— le mira severamente, poniéndola bastante incómoda. Sabe que lo merece, pero eso no le hace la experiencia más llevadera.

-—No estoy segura...— sabe que la pregunta es tan seria como irónica. La última vez que estuvo allí, había prometido no volver a irse. Y allí está ahora, dejando su dignidad en otra ciudad y volviendo arrastrándose al lugar de donde no debió irse dos meses atrás.

—Entonces deberías irte. Yuri no soportará que le vuelvas a romper el corazón de la cruel forma en la que lo hiciste— ella baja la mirada. Tiene razón en tratarla así, porque siquiera se atrevió a levantar el teléfono durante esas largas semanas, sintiéndose demasiado culpable y avergonzada como para hacerlo—. Yuri...

Se había sumido tanto en encontrar una respuesta decente, que no se dio cuenta de que su hijo la miraba desde la puerta que da a la cocina.

—Iré a dejar tus cosas a tu habitación— Yakov entiende que a pesar que no le agrada, debe darles su tiempo para conversar. Le guste o no, Alina sigue siendo su madre.

Cuando se quedan solos, ella decide que es justo ser la primera en hablar— Yuri... lo siento.

La mira fijamente largos minutos antes de responder con la voz más apagada que le ha oído—Ya sé.

—En serio... no tenía prevista ninguna audición tan repentinamente. Hacía meses que no tenía una.

Él asiente y va a la cocina a servirse un vaso de agua, a pesar de que en realidad debe merendar. Duda poder comer justo en este momento.

—Está bien— se forma un silencio incómodo, cortado por el sutil movimiento que hacen las agujas del reloj y la gotera de la llave mal cerrada.

La mujer parece recordar algo, así que del bolso que aún cuelga en su hombro, saca una bolsa.

—Te traje un regalo— le avisa, llamando su atención. Le extiende el paquete y ve como se toma su tiempo para sacar la prenda que allí se esconde—. ¿Te gusta? Es para compensar lo del otro día. Me gustó el color para ti, es...

—No me gusta.

El aire que les rodea se vuelve un poco más pesado. Yuri mira nuevamente el estampado de esa camiseta y el color de esta— Los perros, no me gustan. Tampoco el básquet- la tira sin ganas sobre la mesa—. Mucho menos el color azul.

Ella no sabe que decir; jamás le había rechazado ningún regalo. Le toma solo un segundo darse cuenta que de todas las camisetas que le había regalado, nunca le vio ni una puesta— Ya veo... la compré allí, tal vez cuando vuelva a ir pueda cambiarla...

Eso solo le deja claro lo obvio.

Volverá a irse.

—Ese no es el punto— intenta recordar los pequeños ejercicios de respiración que los terapeutas para deportistas como él le habían enseñado para calmar sus arranques de ira, aplicándolos para no quemar la camiseta adentro de una olla—. He hablado por teléfono contigo toda mi vida. Te he contado... te he dicho lo que me gusta, muchas veces... ¿alguna vez realmente me has escuchado?

—Claro que sí... eres mi hijo—es la primera vez que se permite reír cínicamente. Siente que le está tomando el pelo.

—¿Estás segura?— sabe que probablemente debería cerrar la boca; pero realmente no puede detenerse.

—¿Qué dices?— su mueca consternada se siente como una patada al estómago, siquiera no eso basta para que considere callarse de una vez.
Siente  que de su parte, no tiene nada más que perder.

—No creo que seas mi madre porque...— se despeina el flequillo hacia atrás y se apoya en la encimera de la cocina—... porque debo de haber hecho algo realmente malo para que me odies como lo haces. Y no recuerdo... —su mandíbula se tensa y comienza a temblar—. ¿En qué momento la cagué tanto para que me abandones así?

—Yo no te abandoné... te dejé con tu abuelo porque tenía que trabajar y...— odia el tono que usa para hacerle ver que solo es un niño que no entiende nada.

—!¿Y qué?! ¡¿Cuál es tu maldita excusa?!— patea la silla que tiene en frente y manda a la mierda los ejercicios de respiración—. ¡Pudiste trabajar cerca de casa! ¡Pudiste tomar cualquier trabajo si necesitabas dinero!

—¡No me levantes la voz!— el rostro de ella enojado es algo que jamás hubiese querido ver. Pero no hay caso; lo había intentado todo—. Tú no tienes idea lo que es ser joven y tener una responsabilidad tan grande, Yuri. Yo tenía muchos sueños, muchísimos...

—¿No tengo idea?— se burla de ella con furia contenida—. Tú no sabes quién soy; ¡No sabes una maldita mierda sobre mí!— Alina le mira decepcionada y le hace sentir pequeño.

—¿Quién te enseño a hablar así?— es una montaña rusa llena de sensaciones desagradables. Odia la mirada de superioridad que pone frente a él en ese momento.
Odia cuando le visita y solo habla de ella y sus viajes, omitiéndole que tuvo varias parejas a lo largo de los años, cuando bien, las noticias se encargan de anunciárselo.

—¡Pues claramente no fuiste tú!— toma la camiseta junto a la bolsa y se las tira encima, mostrándole que aquello le parece una burla—. No quiero tu maldito regalo. No quiero nada tuyo.

A pesar de sentirse pérdida, toma aquella prenda entre sus manos y la guarda en la bolsa, sin doblarla correctamente—Yuri... tienes que entender que la cosas no son tan fáciles...

—¡¿Con qué derecho me dices algo así?!— aquello termina de agotar su paciencia y le provoca patear la silla una vez más, tirándola al piso esa vez—. ¿Acaso sabes cuantos años tengo? ¿No puedes ver todo lo que cargo? ¡Trabajo para cuidar al abuelo y para ayudarte a ti, maldita sea!

Alina endurece la mirada, sabiendo que a pesar que entiende su enojo, no cree que un menor de edad tuviese el derecho de hablarle así— Yo no te he pedido eso, Yuri... fue tu decisión.

Abre la boca a punto de seguir gritándole, pero no le salen las palabras.
En teoría, ella tiene razón. Él había decidido hacer eso por ella y por su abuelo, pero jamás se lo había dicho.

De todas formas, la manera en que se lo dice y la dura mirada que le dirige, habían terminado de romper todas sus ilusiones en pedazos, haciéndole conocer un sentimiento demasiado triste para alguien de su edad.

—¿Te crees que porque te va bien para la edad que tienes puedes hablarme así? A mí no vas a insultarme, Yurotchka— es el típico regaño que cualquier madre le daría a su hijo cuando se comporta como un maleducado. Pero, ¿Qué puede saber ella? Para Yuri, Alina no es más que una completa desconocida.

—Ya veo... ya entiendo lo que pasa aquí. Estás celosa... ¿cierto?— se burla de ella una vez más, queriendo lastimarla como ella lo había hecho todos esos años—. Tengo doce años y logré más de lo que tú jamás podrás. Tengo mucho más talento... ¡soy mejor que tú!— le señala, sintiendo la adrenalina recorrerle el cuerpo al verla desviar los ojos a otra dirección que no fuesen los suyos—. ¿Sabes qué? Me alegra que no te escogieran en la audición. Es lo menos que mereces.

Para cuando vuelve a obtener su atención, la encuentrq al borde de las lágrimas— Que cruel te has vuelto. Yo jamás...

Siente que se está burlando de él.

—Vete de mi casa— ella no sabe que contestar. Quiere decirle que no es su casa, si no la de su entrenador. Pero, ¿con qué derecho podria discutirselo? Yakov tiene más protagonismo en la vida de Yuri que ella. Pese a que habia respondido sus acusaciones bruscamente, sabe que se merece su desprecio.

El entrenador ingresa a la cocina luego de escuchar en silencio la discusión— Alina, será mejor que te retires.

—Yuri y yo aún tenemos que hablar.

—¡No! ¡No quiero verte nunca mas! ¡Lárgate de mi casa!— patea la silla que aún está tirada de nuevo y quiere tener algo más para tirar.

Ella intenta acercarse para tranquilizarle, pero hasta su más suave tono de voz le altera —Yuri...

—¡Vete de aquí! ¡Lárgate!— pide—. ¡Te odio!

Aquella corta y potente frase queda haciendo eco en su cabeza por largos segundos. Alina puede sentir como las decisiones tomadas durante los últimos años de su vida, le escupen en la cara. Casi puede escuchar a su padre diciéndole "te lo dije". Él se lo advirtió, sí. Endurece el rostro para no dejar caer las lágrimas. A pesar de que aquello le ha partido el corazón, sabe que a Yuri le ha dolido más decirlo que a ella escucharlo. Yakov interviene nuevamente, guiándola hacia la puerta—Será mejor que te vayas.

Ella no quiete irse. Quiere abrazarle y empezar de cero; quiere hacerlo bien. Se odia por llegar demasiado tarde-Lo siento...

Yakov no acepta su perdón. Le extiende su bolso nuevamente, el cual jamás transportó a la habitación; sabía que Yuri no querría que se quedara— No lo sientes lo suficiente.

Alina se va sin decir ni una palabra más y Yakov no tarda en abrazar al niño que se había largado a llorar cuando su ira disminuyó un poco. Él no quería decirle eso, pero se había cansado.
Siente que para su madre, no es más que un cajero automático que abastece su bolsillo cuando ella no obtiene trabajo. Se siente su peor karma y la peor decisión tomada.

Y está cansado de sentirse así. Ella había sido la única persona por la cual se había arrastrado indignamente y quien le había roto las esperanzas como quien tira un recuerdo viejo a la basura.

—Ya se fue... ya paso—el hombre no está acostumbrado a muestras de afecto, mucho menos con los niños. Pero admite que no era la primera vez que debe consolar a uno de sus estudiantes.

Los patinadores tienen corazones muy frágiles y estilos de vida muy estresantes. Era de esperar que siendo tan pequeños, se quebraran por la presión o por problemas familiares. Él no había quedado exento de ello cuando era un niño.

—Yakov...—él le llama cuando su llanto furioso se calma y le mira con las orbes hinchadas—, ¿tú sí estás orgulloso de mí?

Yuri le recuerda mucho a Viktor por esa forma tan particular que ambos tienen de alojarse en su corazón como si fuese el hogar al que simplemente pertenen. Solo tiene una respuesta para ello —Eres el hijo que nunca tuve, Yuri. Tú y Vitya son todo para mi.

Yuri no decae en su entrenamiento esta vez. Debe imponerse nuevas metas y aquello le tiene algo distraído; pero no significa que su nivel ha descendido.

Yakov le había prohibido los saltos por un par de semanas. No quería que por estar volando en las nubes, tuviese algún accidente. Y él se enojó le discutió, claro. Pero por primera vez, optó por obedecer.

Una de las tantas tardes, el mayor le llama y le pone frente a una muchacha visiblemente mayor que él, que se ve demasiado alegre para su gusto.

—Yuri, esta es Mila Babicheva, será tu nueva compañera de pista— la mira de arriba abajo. Su piel es levemente morena y sus ojos muy azules. Lleva el cabello castaño por los hombros y le mira curiosa, con algo de admiración.

—Hola, Yuri—se irrita. ¿Para qué se la presenta?

Ladea su rostro a un costado y hace un sonido de disgusto—Mhn.

Yakov hace un sonido de enojo y le regaña por dejarla con el saludó en el aire"¡Yuri! ¡Respeta a las mujeres!

—¡¿Qué me importa a mí la bruja está?!

Ella borra su sonrisa y le discutie, tan orgullosa como él—¡Hey! ¡¿Cómo que bruja?!

—¡Todas las mujeres son una brujas!

Les ve pelear y se pregunta en qué estaba pensando cuando pensó que podrían llevarse bien.
Yuri necesita amistades, y como no congenia con nadie en la pista, pensó que presentarle a la muchacha nueva de frente haría alguna diferencia.

—¡Eres un niño grosero!

—¡Tú eres una bruja horrenda!

Bueno, se equivocó. No tarda en unirse a la discusión, pidiéndoles que no griten y se comporten.

A unos metros, Viktor mira entretenido la interacción de ambos niños—¿Cuánto tiempo crees que tome dejar calvo a Yakov?

—¿Con esos dos? Le doy una semana—Georgi responde sin mucho interés, mirando a una de las muchachas que pasa patinando en frente suyo.

—A ti te tomó años dejarle así— comenta una de sus compañeras, de las tantas que adulan a Viktor cada vez que tienen oportunidad—. Imagínate lo que harán juntos. Llenan de orgullo a la nación.

El se carcajea entretenido ante su comentario y sonríe luego, sabiendo que de aquella calurosa discusión, algún día surgirá algo bueno.

El siguiente fin de semana llega y Nikolai estuvo en la puerta del lugar a primera hora.
La llamada de Yakov la semana anterior le había preocupado, pero por teléfono, su nieto afirmaba estar bien.

Sabe que no lo está. Así que no duda en ir a verle cuando tiene sus días libres.

—Yurotchka...— le abraza como nunca antes cuando al fin llega, dejando su bolso a un costado y una caja, la cual trata con delicadeza—. Mi pequeño... lo lamento tanto.

—Tú estas aquí... no me importa nada más— murmura, aspirando su familiar aroma y sintiéndose más seguro entre sus brazos. Sus ojos, siempre curiosos e inquietos, no tardan en notar la caja con agujeros a un costado—. ¿Y eso?

Él se separa, recordando la importancia que aquella caja contenía— Un regalo para el campeón junior.

—¿Son zapatos?— él niega con una sonrisa y le extiende la caja con cuidado—. ¿Patines?— el mayor vuelve a negar y sonríe más, generándole más ansiedad aún. Se apresura a quitar la tapa y se queda sin palabras—¡...!

Adora la perfecta "O" que forman sus labios y el brillo tierno en sos ojos verdes— ¿Te gusta?

—¡Un gatito!— le toma con cuidado entre sus manos y suspira con ternura—. ¡Abuelo, es súper genial!— Yuri está enamorado. Jamás había visto algo más hermoso que aquella criatura de grandes ojos azulados. Corre a su habitación con él en brazos y vuelve en un segundo, extendiéndole algo a su abuelo—. Te lo cambio por éste.

La medalla de oro adorna su mano pálida —¿Estás seguro?

Él asiente con orgullo— Todas serán para ti, abuelo.

No puede hacer más que aceptarla con una sonrisa— Las colgaré todas en la sala de estar, para que todas mis visitas puedan verlas.

—¡Ay, abuelo!—le reclama avergonzado, pero feliz de que el mayor le presuma frente al mundo.

Esa tarde no hicieron nada extravagante. Yuri jugaba con el pequeño minino mientras terminaba sus tareas, con ambos mayores platicando a su lado. Para cuando finaliza las últimas cuentas de su tarea matemática, le da todo su tiempo al animalito.

—Debes ponerle un nombre—Nikolai está feliz de verle así. La mascota había sido buena idea.

–Ya le puse uno. Me tomó toda la tarde porque tenía que ser el nombre más genial del planeta.

"Por eso andaba armando listas y buscando cosas en la computadora"Estoy ansioso por escucharlo.

Él sonríe con orgullo— Puma tigre escorpión.

—¿Puma tigre escorpión? ¿Qué clase de conjuro le estás tirando al gato llamándole así?—Nikolai no evita una risotada ante el comentario del entrenador.

—¡Es genial!— se defiende con un puchero—. Los pumas son cool. Busqué por internet y leí que representan liderazgo e independencia.

Ambos se sorprenden al escuchar que le había buscado significados a todo, solo para darle un nombre a su mascota. Nikolai retoma su café—Nunca voy a entender que es eso de La internet.

—Las escorpiones protegen del mal. Así que nombrarlo así lo protegerá de todo y me protegerá a mí también—continúa él, mimando al minino—. Y tigre porque... tú dices que me parezco a uno... los tigres son fuertes, valientes, poderosos y hermosos.

Nikolai asiente muy de acuerdo con esa definición. Él realmente cree que su pequeño nieto es todo aquello—Eso es cierto.

—Y él va a ser todo eso y más porque es el mejor gatito del mundo— murmura, dejando un beso en sus patitas traviesas que no se quedan quietas—. Pero le diré Potya en abreviación... no quiero andar explicándole a todo el mundo todo el tiempo. No merecen saberlo.

Reprime una risa. Yuri sabe que el nombre que había escogido era algo infantil, y él siempre había querido crecer rápido. Es normal que no quisiera mencionárselo a nadie—Me parece bonito, Yurotchka.

Pese al creciente vacío en su corazón, Yuri no se atreve a rendirse. Potya le mira con sus enormes ojos llenos de inocencia, busca su atención con patadas suaves y ronronea mientras dormía.

Yuri no puede creer que algo tan pequeño pudiese generarle tanta alegría. Es muy hermoso y adorable, siempre lo será.
Se pregunta a veces, si su madre alguna vez había pensado así de él.

Miércoles de actualización

¿Qué les pareció el capítulo? Pueden dejar todas las opiniones que deseen.

Mientras tanto, quería avisarles que mañana estaré subiendo un Three-shot Otayuri de regalo para todas espero que se animen a leerlo; tendrá algo de drama (típico de mí) pero será más humor que otra cosa.

Dibujito de Otayuriangel

En fin, espero que lo hayan disfrutado y nos leemos la próxima

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