𝟎𝟒.
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Capítulo 4, ¡Esperadme!
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—Ya he vuelto. —murmuró Thor entrando por la gran puerta— Axel me ha dado esto para ti.
La joven se acercó a su hermano y cogió el sobre, viéndolo con tristeza y anhelo.
—Estaré en mi cuarto. —murmuró y una vez estuvo encerrada en su habitación, abrió el sobre con sumo cuidado.
Mae,
Si estás leyendo esto es porque he tenido que irme, y no he podido despedirme de ti. Al menos, no como me habría gustado.
Tú y tu familia os habéis convertido, en tan poco tiempo, en algo muy valioso para mí, y créeme cuando te digo que os voy a echar de menos. Sobretodo a ti.
Sé que dejamos las cosas en el aire, sé que no debería haber hecho lo que hiciste, pero también sé que no te arrepientes, al igual que yo. Me habría gustado quedarme más tiempo con vosotros, contigo. Pero habría sido egoísta dejarle la lucha a mis compañeros y quedarme aquí, escondido.
Como una vez me dijiste, habría sido un cobarde. Y no puedo serlo. No quiero.
Te echaré de menos, más de lo que te imaginas, y nunca te olvidaré, Mae. Es una promesa.
Con mucho cariño, Axel.
Las lágrimas caían de los ojos de la chica conforme empezó a leer la carta. Cuando la terminó, estaba en un mar de lágrimas.
Se iba, Axel Blaze se iba y no volvería.
No era justo, pensó la chica. No lo era porque ella siempre estaba para los demás, siempre hacía locuras por los demás, y cuando ella se encaprichaba con algo, se lo quitaban de las manos.
No era nada justo.
Ella lo había llamado cobarde una vez, sí. Pero ahora la única cobarde era ella por no ir a por él. Por no haber ido ni siquiera a despedirse.
Guardó la carta en el sobre y pensó en que la detenía, en que la detenía para no irse con ellos, a ayudarlos en su lucha.
Nada.
Nada la detenía, pues con sus hermanos estaba Thor. Ella no hacía falta allí...
—Me voy con ellos, Thor. —dijo, bajando de su cuarto con una pequeña maleta con ropa deportiva y alguna cosilla para arreglarse y encaró a su hermano— No voy a volver al banquillo, a animarte como siempre. No voy a volver a ser tu sombra. Quiero seguir jugando como hice en Italia, y sí puedo ayudarles, debo hacerlo y...
—Vete, corre. Llegarás a tiempo si te das prisa. —rió su hermano, dándole permiso. Pues sabía, que aunque no se lo diera, la chica se iría. Cabezota como nadie.
Además, la comprendía perfectamente, aunque no se lo dijese.
Sabía que ella no había nacido para quedarse bajo la sombra de alguien, y tampoco quería que lo hiciese.
Quería que triunfase, quería que soñase en grande y llegara a conseguirlo. Quería que lograra todo aquello que se propusiese. Porque la amaba, era su hermanita... Siempre querría lo mejor para ella.
—¡Gracias, Thor! —gritó emocionada y le abrazó— Te mandaré postales.
Se despidió de todos y salió como alma que llevaba el diablo, camino al campo donde los había visto Thor la última vez.
Corrió con todas sus fuerzas, tratando de llegar a tiempo. Sin embargo, cuando llegó allí ya no estaban.
—¿Donde estarán? Deben estar aún aquí... —dijo la chica, hiperventilando por la velocidad a la que iba y con las lágrimas a punto de salir— El embarcadero... —murmuró y salió para allá corriendo de nuevo.
Debían estar, debían esperarla...
—¡Esperadme! —gritó la chica con los ojos aún cristalizados y alzando la mano para que la viesen.
Todo el equipo, que se encontraba dejando sus cosas en el barco, se giró ante semejante grito.
—¡Maegan! —gritó Axel hacia la chica, viendo como se acercaba a ellos, y abrió sus brazos cuando estaba cerca, esperando un abrazo.
—Me voy con vosotros. —dijo en el oído del chico, estando aún abrazados.
—¡Entrenadora! —gritó Mark— ¿Puede venirse, no?
—¿Tienes el permiso de tus padres? —cuestionó, a lo que la joven asintió, dándole el papel de Thor— Claro, sube. —todos la miraron extrañados, ¿no iba a preguntarle nada más? ¿así de fácil?
Esa vez la chica no pensaba dejar escapar semejante oportunidad, así que se encogió de hombros asintiendo y subió antes de que la mujer cambiase de idea.
[...]
—¡Por fin en casa! ¿Podemos tomarnos el día libre, entrenadora? —cuestionó Mark.
—Claro, os lo merecéis.
—Pero... ¿y nosotros?
—¡Ostras! Pues os podéis venir a mi casa. —dijo el capitán sonriendo como solo él sabía hacer y Maegan le lanzó una mirada furtiva a Axel.
—Tú te vienes conmigo. —murmuró el chico pasando un brazo por sus hombros y la chica asintió, mientras el color rojo se apoderaba de sus mejillas.
Cuando parecía que nada podía salir mal, una pelota calló del cielo y una voz resonó en el campo.
—"Jugadores del equipo del Raimon, nosotros, el Diamond, os estaremos esperando en el estadio Frontier mañana al amanecer. Si no venís, tiraremos balones negros a llorar azar."
—Al azar... Los tirarán sin siquiera preocuparse de por donde caen. Son unos monstruos. —murmuró Jude, en shock.
—Vayamos a descansar, ¡y mañana les patearemos fuerte en el trasero! —gritó Mark animando al equipo, y todos soltaron un 'Sí, capitán' a unísono.
[...]
—Bienvenida a mi humilde morada. —dijo Axel divertido, dejando sus cosas en la sala de estar y enseñándole la casa— ¡Tidy, traigo una invitada!
—Oh... —murmuró la mujer, saliendo de la cocina— Un placer, señorita.
—Es la hermana de Thor, con el que me he estado quedando en Okinawa. —dijo divertido, mientras la chica sonreí tímidamente.
—Soy Maegan. —murmuró tendiéndole la mano a la mujer, la cual la aceptó encantada.
—Os prepararé la cena. —nada más decir aquello, volvió a la cocina y Axel miro de reojo a la chica, analizando si se sentía cómoda.
—No eres un incordio aquí, Mae. Deja de pensar eso. —murmuró en su oído, después de analizar su expresión facial durante unos leves segundos. La chica no era buena escondiendo sus emociones ni pensamientos.
—Ya, lo sé... Pero no puedo dejar de pensar en que lo soy. —hizo un pucherito— Bueno, ¿dónde voy a dormir, delantero de fuego?
—En mi cuarto, ¿dónde si no? —el chico, al ver como Maegan se ponía colorada, rió levemente— Hay un cuarto de invitados, dormirás ahí. —Axel la acompañó hasta allí para que dejara sus cosas y fueron al comedor, para sentarse a cenar.
Nada más terminar de cenar, Maegan se recostó sobre la silla en la que estaba y se estiró levemente.
—Estaba increíblemente bueno, Tidy. —elogió la chica a la adulta, quien sonrió amablemente, dándole las gracias con la mirada— Creo que es hora de acostarme, debo descansar para mañana si quiero ser útil.
—Sí, yo haré lo mismo. —ambos adolescentes fueron hacia su respectivo cuarto y se acostaron.
—Axel... —murmuró Maegan, abriendo con cuidado la puerta, evitando hacer ruido.
—¿Mae?¿Qué pasa? —murmuró alzando su cabeza y dentándose en la cama, despacio.
—No podía dormir... Yo... —la chica parecía haber olvidado cómo hablar, hasta que carraspeó levemente y soltó lo que tenía que decir— Lo que dije en Okinawa era mentira... No fue algo de una noche. Lo dije para que te fueras sin remordimientos... Y-yo...
La chica no pudo seguir hablando, pues los labios de Axel impactaron con los suyos moviéndose a unísono y dejándose llevar por él. Axel la tumbó en la cama y su mano derecha se deslizó por dentro de la camiseta, directa al sujetador.
Lo desabrochó con sumo cuidado, sin despegar aún los labios de ella, y lo lanzó a la otra parte de la sala.
Un trueno hizo que se sobresaltaran y abrieran los ojos.
Los dos jóvenes estaban sudando, en una especie de trance y con la respiración entrecortada.
Ambos estaban en su respectivas camas, y ambos habían tenido el mismo sueño.
[...]
—Pues nos vamos al Frontier ahora mismo. — dijo Mark cuando todos llegaron al autobús.
Maegan se sentó al final del autobús junto a las gerentes, que le hablaban animadamente para integrarla.
Pudo ver cómo Axel la miraba varias veces mientras hablaba con Kevin, pero desde el suelo de la noche anterior no podía encararle, le daba vergüenza.
—¿Maegan? —murmuró Celia pasando la mano por delante de sus ojos.
—¿Eh? —respondió ella saliendo del trance y apartando la mirada del chico.
—Tori y Silvia nos han contado que juegas de libero, y te preguntábamos que si has jugado en algún equipo importante.
—Oh... Bueno, importante no, pero he jugado en Italia. —murmuró, encogiéndose de hombros.
—¡Ala! ¿Enserio? Erik ha jugado también fuera, en estados unidos. —comentó Silvia.
—Oh... Que guay. —murmuró de nuevo. Las chicas se miraron entre ellas frunciendo el ceño y al notarlo añadió:— Estoy cansada y con muchos pensamientos en mi cabeza ahora mismo, siento el tono.
—No pasa nada, suponemos que echas de menos a tus hermanos... —contestó Nelly por todos y Maegan asintió levemente, mirando hacia fuera del autobús por la ventana de su derecha.
Lo cierto es que no. No les echaba de menos, es decir, sí pensaba en ellos, pero no quería volver. No tenía ese sentimiento de querer estar con ellos.
Era igual que en Italia, le gustaba estar sola sin ellos, por una vez en la vida. Sin tener que preocuparse por nadie más que por sí misma.
El resto del viaje se pasó bastante rápido, entre risas y charlas entre los jugadores, y una vez allí, la entrenadora dio órdenes para el partido, y como no había visto jugar a Maegan en persona, la dejó en el banquillo.
Ella asintió ante lo que la entrenadora dijo, pues no la había visto jugar y entendía que no la sacara, y fue a animar a Axel.
—Tú puedes, céntrate en eso, ¿vale? Estaré animándote. —murmuró con una sonrisa y el chico asintió.
'Tengo tanta suerte...' pensó él.
—¡No dejaremos que destruyáis nuestra ciudad! Os ganaremos. —gritó Mark cabreado, y el pitido que daba comienzo al partido sonó.
—¡El Raimon saca de centro! ¿Eh? ¡Cielos! Han dejado abierto el camino a la portería. ¿Qué significará esto? —gritó el comentarista, viendo como los del equipo contrario les dejaban vía libre. Axel, sin entender nada, aprovechó la situación y lanzó a puerta directamente. Parecía que iba a marcar...— ¡Gol! ¡No no, que fallo! ¡Lo ha parado sin esfuerzo! —gritó de nuevo, eufórico. El portero rival lanzó el balón hacia Mark.
—Lo ha lanzado de portería a portería... —murmuró Maegan. ¿Eso era jugar contra extraterrestres?
Ellos jugaban al fútbol, pero los del equipo rival jugaban con ellos.
Tanto la entrenadora como Maegan se dieron cuenta.
—Están jugando con ellos. No van a poder hacer mucho así. —murmuró la morena.
—¿Te has dado cuenta también? —cuestionó la entrenadora, y tomó su silencio como una afirmación. Fue lo único que faltaba para que se diese cuenta de quien era— Cuando te vi en el barco me sonaste bastante. ¿Has jugado fuera? —murmuró, rompiendo el silencio que se había creado.
—En Italia, sí, de libero. Me conocían como la Vedova Nera... —murmuró.
—Calienta que sales. —dijo sin siquiera mirarla. La joven se sorprendió unos segundos y después asintió eufórica. La entrenadora, nada más oír aquel nombre del que tanto se había hablado y escuchado, sabía que era la indicada.
—No le fallaré.
En ese mismo momento, se ordenó el cambio y la chica salió al campo.
—Vais a ver a lo que sabe el veneno. —murmuró, sonriendo malvadamente hacia el suelo.
El partido continuó su curso y Maegan observó como sus contrincantes atacaban sin cesar. Los estudió levemente para encontrar una manera de poder pararles y pasarles. Mantuvo su mirada fija en los delanteros, para después fijarse en los centrocampistas y defensas. Entendió como jugaban, consiguió hacerlo. Y por último miro al portero.
No era muy difícil sobrepasarle, solo necesitaba alguien con fuerza.
Con la mirada clavada en el portero, no se dio cuenta de que el balón había salido disparado del campo y había aterrizado en las gradas. Tampoco se dio cuenta de que alguien había devuelto la pelota, hasta que ese alguien se posicionó delante de ellos, en el centro del campo.
—Byron Love. —murmuró la chica— La pieza que me faltaba. —sonrió ladinamente y asintió para ella misma. Ya estaba. Sabía como pararles, sabía como pasarles y ahora tenía como marcarles. Byron Love lo haría.
—¡Byron! —al contrario que la forma en la que susurró Maegan el nombre del chico, el resto de su equipo lo gritaron asustados. ¿Qué hacia aquel chico allí, en su campo? ¿Habría venido a intentar destruirles como la última vez?
—Nos volvemos a encontrar, Mark Evans. —dijo Byron cuando el capitán del Raimon llegó ante él.
—¿A qué has venido aquí? —cuestionó Mark, desconfiado.
—A luchar de nuevo con vosotros. —aquello sorprendió a todos que gruñeron, pues darían todo lo que hiciera falta para ganarle, no dejarían que les pisase otra vez aquel intento de dios— Junto a vosotros, para derrotar a esta gente. —aclaró Byron al ver las caras enfurecidas de todos.
—¿Cómo? —dijeron todos sorprendidos.
Nadie se esperaba aquello. Esa persona que había intentado machacarles anteriormente quería ayudarles ahora. Estaba allí para luchar a su lado.
Nadie sabía como reaccionar, todos estaban igual de sorprendidos. Todos excepto Maegan.
A ella le venía de perlas, pues era lo que le faltaba. Así que ella se hizo paso entre todos y le sonrió, haciéndole saber que ella confiaba en él, que ella jugaría junto a él. Y Byron, al notarlo, le sonrió de vuelta.
Aquella sería su redención: ayudarles a ganar.
Holisss :)
Volví por aquí también —que por si no habéis leído la nota en el último cap de New Gen, he estado organizando y celebrando mi cumpleaños y no he podido escribir entre tanto lío xd—.
Espero que lo hayáis disfrutado y nos vemos en el siguiente. <3
Besis de fresi, Maven.
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