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Bajo el árbol del ahorcado | Afuro x Atsuya

Título: Bajo el árbol del ahorcado.

Pareja: Afuro x Atsuya.

Categoría: One-shot.

Aviso: Final abierto/drama, diferentes interpretaciones.

—**—

—¿Y qué es este lugar?— preguntó con curiosidad.

El rubio que estaba a su lado se encogió de hombros con simpleza. Ambos chicos, se encontraban sentados debajo de un gran árbol de copa frondosa, la luz del sol hacía que el paisaje, rodeado de árboles allá donde alcanzara la vista, pareciera dorado. Aquella luz brillante y cegadora que fulminaba aquel bosque tenía un brillo especial, algo que a Atsuya le hacía sentir protegido y cómodo.

Se encontraba con la espalda apoyada en el tronco y una de sus piernas recogidas entre sus brazos, mirando a la lejanía, oyendo el ulular del sonido del viento. Sus cabellos se movían de vez en cuando, pero no llegaba a sentir frío. A su lado, se encontraba un chico de cabellos dorados, casi tan dorados como la extraña luz que había en el lugar, de un color claro y cegador. Sus ojos eran rojos, pero estos estaban cerrados, puesto que el rubio estaba acostado en el suelo, un suelo verde y de abundante vegetación, con flores hermosas y de colores pastel a su alrededor, casi parecía listo para posar para un cuadro.
Atsuya le miró con cierto descaro, y luego, miró de nuevo a la lejanía, intentando comprender donde se encontraba. No recordaba qué era lo último que había hecho, de repente, estaba en aquel lugar. Sin embargo, por más que esperaba, nada sucedía, nadie iba a buscarle, y él, aunque había dado unas pocas vueltas a los alrededores en busca de un sendero para encontrar una salida hacia las afueras y llegar a la ciudad, no lo encontraba, así que acababa rindiéndose y sentándose bajo ese árbol una y otra vez.
Supuso que de eso hacía unas pocas horas.

—¿Y bien?— le insistió Atsuya al no obtener respuesta.

Atsuya le había preguntado qué era aquel lugar porque acudiendo a lógica, llegó a pensar que si el rubio estaba allí es porque había llegado por sus propios medios. Era evidente que se trataba de un bosque, uno con pinta de ser un lugar mágico y especial. Pero debía de ser algo más, al menos para el rubio, sino, ¿qué hacía allí? El mencionado abrió sus ojos rojos, y le miró desde su posición esbozando una sonrisa.

—No lo sé pesado, déjame descansar— le dijo con un bostezo fingido.

—Entonces, ¿cómo llegaste hasta aquí? Llevas muchas horas descansando, y ya he dado muchas vueltas, no sé cómo salir— le explicó—. Es raro que me digas que no sabes qué es este lugar si cuando aparecí aquí, ya estabas acostado en el suelo.

—Yo también aparecí aquí sin más, no sé qué hago en este lugar, simplemente estoy y ya está, no le des más vueltas— dijo con simpleza.

Eso le molestó a Atsuya, porque desde luego, no quería parecer desesperado, pero había llegado a un punto en el que verdaderamente lo estaba. Estaba desesperado por salir del bosque, por muy hermoso y acogedor que fuera, por mucho que le encantasen las vistas y deseara coger su cámara de fotos y atrapar con el objetivo todo el lugar. Se dejó llevar por sus recuerdos, de repente, una imagen le vino a la mente, una en la que tenía una cámara en las manos. Había guiñado su ojo y hacía gestos a la persona que iba a ser fotografiada. El chico era tan parecido a él, que por unos instantes, pensó que ese chico de sus recuerdos era él mismo. Sin embargo, Atsuya sabía que sus cabellos tenían cierto matiz rosáceo y que los del chico, eran totalmente albinos. «Shirou» Esa palabra estalló en su mente, y jadeó al hacerlo. ¿Dónde estaba su hermano? ¿Qué hacía en aquel bosque lejos de él? Con aquel recuerdo vinieron muchos más, los cuales le desconcertaron por la rapidez a la que se empezaron a expandir por toda su mente. La realidad se puso borrosa, ¿cómo era que había olvidado a su familia e incluso a su propio hermano?
Se puso en pié, con la desesperación palpándose en cada una de sus respiraciones, y miró a ambos lados.

—¿Dónde está mi hermano?— preguntó con un matiz de miedo en la voz.

—¿Qué es lo último que recuerdas de él?— cuestionó, esta vez, el rubio.

En realidad, eso no lo sabía, no tenía recuerdos recientes sobre él. Tan sólo tenía imágenes fugaces con las cuales le venía información. Sabía que a su hermano le gustaba hacerse doble nudo en los zapatos, y que no le gustaba tomar leche en el desayuno. Sabía que dormía abrazado a la almohada, y que odiaba despertarse con ruidos. Sus recuerdos le mostraban que les encantaba ir a esquiar juntos, le mostraban como a su padre le gustaba gastarles bromas pesadas a él y su hermano, y que a su madre le gustaba seguir arropándolos por la noche aunque ya fueran mayorcitos. No sabía qué era lo último que habían hecho juntos, no sabía qué había sido de su familia y amigos, y tampoco de la última vez que se vieron.

Tan solo había despertado en aquel lugar extraño.

Cada vez aquel lugar le parecía menos mágico, ahora parecía un laberinto sin salida.

—No recuerdo cuando nos vimos por última vez— susurró abatido—. Pero sé que debe estar preocupado por mí. ¿No hay nadie que te busque a ti? Si estás aquí, ¿dónde está tu familia? ¿Viniste con ellos?

—Haces demasiadas preguntas, ¿no crees?— preguntó el chico rubio con carácter molesto y un tanto arisco.

Atsuya no supo qué contestar ante eso. Afuro al fin le miró verdaderamente, y pareció entender la situación, y que el pelirrosa, estaba totalmente desesperado. Atsuya no entendía como podía estar tan pasivo, cuando él, cada vez que miraba a lo lejos y no encontraba ningún rastro de algún lugar que aún prevalecía en su mente fugazmente, perdía la cordura y la razón rápidamente. ¿Cómo podía ser que siguiera acostado y no se dignara a tan siquiera ayudarle?

—¿Me ayudarás a buscar a mi hermano?— preguntó esta vez con una última de esperanza.

—¿Por qué insistes tanto en tu hermano? Él seguro que no está aquí, si lo estuviera seguramente estaríais juntos, ¿no crees?— la elocuencia del rubio casi sonó cínica.

—¿Y tú que sabes? Ni siquiera te pones a buscar alguna solución, tan solo cierras los ojos y te olvidas del mundo, ¿no te parece que eso es de ser idiota?— Atsuya empezó a andar de nuevo en alguna dirección, para escapar de aquella discusión que veía que no llevaría a ningún lugar. Necesitaba encontrar a su hermano y lidiar con aquel tipo no le convenía si quería encontrarle.

—Adelante si quieres perderte por el bosque, quien sabe con lo que te puedes encontrar, si quieres ir solo, venga, ve, no lo dudes, pero eso sí que es de ser idiota amigo.
Atsuya le miró con la ira fulgurante en sus ojos, apretando los puños hasta el punto de que sus nudillos se pusieron totalmente blancos de la presión. «Relájate, Atsuya, relájate» dijo con un gran suspiro a la vez que cerraba los ojos. Antes de darse cuenta, escuchó un leve movimiento sobre la hierba, y al abrir los ojos, el rubio estaba frente a él. Demasiado cerca para su gusto, tenía el rostro ladeado a poco centímetros del suyo, estudiándole con curiosidad.

—Lo primero que debemos hacer para encontrar a tu hermano, es pensar, y por supuesto, conocernos, si nos separamos ahora es probable que no nos vayamos a volver a encontrar, antes no te fuiste muy lejos pero si sobrepasas ciertos puntos estoy del todo seguro de que algún animal o la desorientación te jugarán una mala pasada— explicó de forma inteligente—. Si quieres volver a ver a tu hermano, quedémonos juntos. Empezando por lo básico, yo soy Afuro Terumi.

Alargó una mano a la vez que digo su nombre. Esta vez, Atsuya se fijó en todas y cada una de sus facciones, firmes y finas, piel tersa y blanca, ojos carmesíes y labios carnosos. Su cabello brillante y rubio, brillaba a la luz, y su forma le hacía parecer un poco afeminado. Era atrayente, como una polilla que se acerca a una luz. Atsuya sabía que era muy pronto para arriesgarse a quemarse, pero como la luz, Afuro le atraía. Quizás debiera mantenerse a distancia por ahora, pensar en el rubio no era su prioridad, sino que lo era encontrar a su familia lo antes posible. Estaba seguro que si no hacía lo que Afuro le había aconsejado, le acontecerían desgracias, una tras otras.

De repente cayó en algo.

—¿Conoces el lugar?— preguntó estrechándole la mano— Yo soy Atsuya Fubuki— a la vez que le sostenía la mano, notó una corriente recorer su mano, como si fuera un poste de alto voltaje con peligro de muerte.

—La verdad es que no lo conozco, Atsuya, pero me suena este bosque. Quizás nunca antes he llegado hasta aquí, pero me suena si miro a los alrededores— dijo mirando a la vez que lo decía, y deshaciéndose del agarre de la mano de Atsuya—. Por la posición del sol, el norte parece estar por allí, ¿no?

—¿Cómo sabes tanto de orientación? Y, ¿para qué encontrar el norte? Yo quiero encontrar a Shirou, buscar el norte no me servirá de nada, Afuro— puso los ojos en blanco.

—Tengo conocimientos básicos, estúpido, y por supuesto que tenemos que encontrar el norte. Lo primero es buscar el norte y salir de aquí, así buscaremos ayuda y encontraremos a tu hermano— empezó a andar en esa dirección como si no fuera a aceptar un no por respuesta—. Además, puede que por el camino incluso encontremos una caseta de guarda forestal.

—Pero... ¡Pero a mí lo único que me importa es encontrar a Shirou!— exclamó acercandose a cogerle del brazo con fuerza.

El rubio ante tal acción dio un tirón, dándose la vuelta con brusquedad y agarrando sus hombros para sacudirlo un poco.

—¿Acaso no lo ves? Estamos encerrados en este puñetero bosque, deja de pensar sólo en tu hermano, si quieres encontrarle, hazme casi a mí, llevo más tiempo aquí que tú— le dijo soltándole y comenzando a andar de nuevo.

Eso hizo reflexionar a Atsuya, no estaba seguro de a qué se refería. En aquel lugar, el tiempo era algo muy relativo, juraría que llevaba horas, y por ahora, no había visto el sol moverse ni una sola vez de su posición inepta. ¿Qué era lo que estaba sucediendo alli? ¿Por qué no simplemente alguien les encontraba o podían encontrar un sendero? ¿Tan difícil era salir de aquel lugar de ensueño? Al parecer, sí. Más difícil entonces sería conseguir aquello que Atsuya quería, encontrar a Shirou por todos los medios. Lo cierto era que por su hermano, le daba bastante igual el hecho de perderse, al menos lo habría intentado, y no se cansaría hasta conseguirlo. Pero estaba también seguro de que si el rubio decía eso era por algo, y también le daba miedo el hecho de no poder encontrarle por su torpeza e ignorancia, y no fuera capaz de salir de allí junto con su hermano. Quizás el rubio fuera una baza importante, y después de todo, debían ayudarse, por algo estaban ambos allí.

Sin más preámbulos, le siguió, andando lentamente. Observó de lejos el árbol bajo el cual había aparecido, una cuerda se ondeaba en él, una cuerda de aspecto peculiar, con el extremo terminado en un óvalo, una circunferencia irregular. ¿Qué hacía allí una soga? ¿Habían estado bajo un árbol en el cual alguien se había ahorcado? Eso hizo que un escalofrío bastante desagradable le recorriera la espalda.

Mientras se adentraban en el bosque siguiendo la dirección norte, la cual manejaba Afuro con sus "conocimientos", Atsuya se centró en mirar a un lado y a otro en busca de alguna señal que le indicase donde podía encontrase su hermano. Todo estaba siendo muy raro, porque a veces oía sonidos que creía procedentes de la derecha, mas, cuando su vista iba hacia donde su sentido le indicaba, allí no había nada. Se oía el silbido del viento, pero, allí no había corriente alguna. Atsuya cada vez estaba más cagado, aquello parecía un bosque fantasmal y oscuro cubierto con una capa de caramelo, como la casa de chocolate de Hanzel y Gretel. No entendía como podía un lugar tan maravilloso, ser tan extremadamente inquietante.

—¿Cuánto llevamos caminando?— preguntó Atsuya con una mano en la frente, perlada de sudor.

—Por el sol, no parece que hayan pasado ni unos minutos— dijo con extrañeza, señalando el horizonte, sobre las copas de los árboles podían ver el sol, que se mantenía en la misma justa posición que cuando salieron de su ubicación bajo el árbol. Atuya juraría que las horas habían pasado, pero por más que el tiempo transcurría, nada pasaba, los árboles no cambiaban, y el sol no cambiaba el rumbo dando paso a la noche. ¿Acaso estaban atrapados en el tiempo?

—Esto no tiene sentido, me estoy acojonando— admitió en voz alta, abrazándose el torso con ambas manos.

—Tiene que haber una salida, llevamos mucho tiempo caminando como para rendirnos— susurró el rubio apretando los puños— ¡Ehhh! ¡Ayuda!— comenzó a gritar alzando la cabeza y proliferando agudos gritos.

—¡Ayuda! ¡Shirou! ¡Ayuda!— le imitó, él, mencionando a su hermano, con esperanzas de que estuviera cerca— ¡Ayuda por favor! ¡Estamos atrapados!

Quizás estaban cerca de algún sendero, si había caminantes, alguien podría encontrarles y llevarles de vuelta a casa. Pero nada pasaba por allí, o al menos, esa era la impresión que mantenía ese lugar. De repente, tras varios minutos pidiendo ayuda y aclamando a voces a Shirou, se oyeron voces. Atsuya abrió los ojos, los cuales estaban cristalizados, porque empezó a oír a Fubuki. Pero por más vueltas que daba, no veía a nadie. Se comenzó a tirar literalmente de los pelos, y luego, se acercó a Afuro, con la mirada perdida.

—¡Ayúdame a buscarlos! ¿No los oyes?— preguntó entre gritos.

—¿Oír a quien, idiota?— preguntó haciendo una mueca y empezando a andar.

—¡Espera! ¡No te hagas el sordo! ¡Están ahí! ¡Que están por aquí joder!— decía comenzando a andar de un lado a otro, sintiendo como perdía la cordura por momentos. ¿Por qué estaba oyendo a su hermano y sin embargo no estaba por ninguna parte? ¿Por qué oída sus llantos y no le podía ver llorar? Estaba cayendo en un pozo de desesperación mientras aquel bosque se comenzaba a cernir sobre él— Te encontraré, Shirou.

Eso último lo dijo antes de echar a correr hacia algún lugar desconocido. Afuro al parecer le siguió, pero para la sorpresa de Atsuya parecía impasible, como si no estuviera oyendo a alguien llorar y hablar. ¿Se estaba volviendo totalmente loco? Estaba por pensar eso. Sin embargo, mientras corría, se dio cuenta de algo. Ese camino le sonaba. A lo lejos, comenzó a ver una cuerda ondearse. Estaba llegando justo por el lado contrario del cual se habían marchado, acaban de finalizar el recorrido justo detrás de aquel árbol del ahorcado.

—No puede ser— susurró cayendo de rodillas y tapándose los oídos protegiéndose de sus propios gritos— ¡No puede ser! ¡Shirou! ¡Ven y ayúdame joder! ¿¡Por qué lloras y no me ayudas!?

—Eh— Afuro comenzó a zarantearle para hacerle reaccionar, poniéndose de rodillas delante suya y alzándole el mentón con fuerza— Escúchame— le instó—, no sé que cojones estas escuchando, pero yo no oigo nada, así que mejor que nos tranquilicemos, ¿no crees?

—¿Cómo quieres que me tranquilice si todo lo que hemos andado ha sido para nada y encima Shirou no aparece?— cuestionó con la voz rota.

—Juraría que no hemos perdido de vista el sol, es imposible que hayamos vuelto por el sur— dijo tocándose su mentón, con actitud pensativa.

Ambos miraron alrededor, exactamente, estaban detrás del árbol que hacía horas (según ambos puntos de vista) habían dejado atrás. Pero Atsuya no lo podía llegar a comprender por más que se esforzaba por buscar una salida a aquello. Su hermano estaba y no estaba, lo que le hacía sentir un inútil, ¿cómo no podía verle a pesar de que le oía en todo momento? Sin poder aguantarlo más, se sentó en el suelo con las piernas recogidas entre su brazos y comenzó a sollozar uniéndose al llanto que resonaba en su cabeza. Ahora la desesperación por fin le había consumido por completo, no podía entender nada en absoluto, nada...

Pero Afuro no le imitó, parecía no querer perder la calma, como él. Atsuya sentía presión en todas partes, en las manos, en los pies, en las sienes, y en el alma, aunque esta última no fuera algo físico. Tras varios sollozos, comprendió que quizás, estaban perdidos para siempre, aunque no recordase como era que había acabado en aquel lugar. Comprendió que, quizás, por mucho que se esforzasen, salir no era ni muchísimo menos una opción. Tras varios minutos así, con los ojos aún abordados de lágrimas de desesperación, alzó la mirada, Afuro estaba apoyado con la mano en el árbol del ahorcado, y tenía la mano presionada contra la corteza, mientras sus cabellos se ondeaban levemente. Echó la cabeza hacia atrás, y entonces fue cuando lo vio... Atsuya se levantó, sin comprender, mientras con el dorso de la mano se secaba las lágrimas para poder ver con claridad, aquello debía de ser una broma, ¿verdad? Se preguntaba si no estaba alucinando, si aquello no pertenecía a la visión tan extraña de aquel lugar mágico. Ahora que lo pensaba, Afuro coincidía con aquel lugar, era exageradamente hermoso, ojos rubíes y piel pálida, cabellos rubios como hebras de oro que relucían a la luz del sol... Y los árboles eran dorados, con las hojas amarillentas, como si fuera otoño. El cielo estaba cubierto por una especie de atardecer eterno, y el sol, se mantenía alzado en el cielo. Miró la cuerda, y luego a Afuro de nuevo, mientras se acercaba a este, que aún mantenía sus bonitos ojos cerrados. Su paso lento pasó desapercibido para el rubio, y logró acercarse lo suficiente como para comprobar, que lo que veía, era real, al menos, todo lo real que pudiera ser dentro de aquella irrealidad.

—Afuro— susurró, mientras acercaba una mano a su cuello.

El por qué lo hizo tenía una explicación, le había llamado la atención aquella marca rojiza, casi violácea que cubría su piel. Era casi una marca exacta de aquella cuerda que se ondeaba en el árbol. Sintió un leve mareo, pero Afuro le agarró antes de que pudiera caer por aquella inestabilidad repentina. Su cuerpo temblaba, ya no solo por el miedo a aquel lugar, que por momentos, era cada vez más macabro, sino por él. Las marcas en el cuello de Afuro demostraban que no estaba ocurriendo nada normal, sobre todo, si aquello era un indicio de que el chico, más que estar inconsciente, debía de estar muerto.

Debería de estar muerto...

El rubio le fulminó con la mirada, y luego, le soltó, dándose la vuelta para apoyarse, esta vez con el brazo, en la corteza de aquel árbol. Parecía enfadado, o quizás frustrado, no lo sabía bien. Entornó la mirada, de nuevo observando su cuello cubierto de aquellos colores desvaídos sobre su piel.

—No me mires más, Atsuya, déjame en paz, eres otro igual que los demás, llegas y seguro que en algún momento te irás...— el rubio pareció encogerse y tenía los ojos cristalizados. Su desconcierto no hacía más que aumentar por segundos, por cada instante que pasaba— Tú no entiendes nada, llevo tanto aquí aquí metido, que es... es imposible para mí encontrar la salida. Pero para ti es distinto. Digamos eres... un caminante pasajero. Lo peor que puedes hacer es sentirte agobiado, porque vas a salir de aquí, ya verás que pronto lo harás— miró a Atsuya a los ojos, haciendo que este sintiera una especie de esperanza en su interior, una calidez que se iba extendiendo por su pecho como la pólvora—. ¿Quieres que te cuente una historia? Lo haré de todos modos— murmuró casi para sí, sin embargo no pasó desapercibido para sus oídos—. Había una vez un chico que era infeliz. Quizás todo el mundo lo viera como el típico adolescente idiota que se queja de todo, sin embargo, aquel chico no tenía cosas por las que quejarse, porque si lo hacía, acababa perdiendo él. El chico, un tanto afeminado y también, narcisista en cierto modo, llegó a la escuela secundaria teniendo que aguantar las burlas de los retrasados que no hacían otra cosa que ser felices haciéndole daño. No le podía contar a nadie que su padre era un ludópata y su madrastra una alcohólica. Llegados a este punto de la historia, Atsuya, piensa, ¿cómo estaba este chico?— preguntó ladeando el rostro.

—Harto, cansado— respondió mirándole a los ojos, sin apartar la vista de estos.

—Sí... y como era un adolescente, los meses se le pasaban como años, y los años como décadas, estaba tan harto de todo, que tomó la mejor decisión que alguien podría haber tomado nunca— rió levemente y de forma sarcástica—. Un día intentó cortarse las venas. Solo lo hizo para llamar la atención, ya sabes, típicas tonterías de adolescente, ¿verdad? Luego, se le fue un poco más la cabeza, tantas voces y riñas en su casa, y alguna vez que otro siendo él el que pagaba las consecuencias... provocaron que de nuevo quisiera llamar la  atención. Y empezó a dejar de comer, tan simple como eso. Sus padres no se preocupaban mucho de él, así que no se dieron cuenta de que estaba tan mal alimentado, hasta un día en casa en el que sufrió de inanición, estaba débil y ni siquiera podía hablar con claridad. Y en vez de ser ayudado, como de costumbre, fue objeto de riñas durante horas. Aquella noche, con la voz ronca y la cabeza a punto de estallarle, cogió una botella de licor de su madrastra, y algunas cuerdas que tenían en el garaje. Y mientras bebía, de fue lejos, con las cuerdas, hasta llegar a un árbol— acarició la corteza del árbol de nuevo, en el que seguía apoyado. Cerró los ojos y luego suspiró—. Se subió a las ramas y estuvo allí sentado preparando su propia muerte. Amanecía cuando decidió colgar la cuerda, y cuando se ató el cuello, arrojándose al vacío...

"Así que amanecer y no el atardecer" se dijo Atsuya, mirando al cielo, que seguía justo igual, sin cambiar un solo ápice. Obviaba que, aquella historia (la cual se esforzaba por pensar que no podía ser de Afuro), debía de terminar trágicamente, ¿de qué otro modo sino? Aquel chico había acabado muriendo tras colgarse con aquellas cuerdas. Afuro empezó a reír, encogiendo los hombros, y sollozando a la vez que reía, parecía sentir sentimientos contradictorios, y se acercó de nuevo a él, esta vez, no supo por qué, tenía el impulso de apoyarle, de abrazarle. De sentir que podía protegerle de algún modo.

—Atsuya, la historia no acaba ahí. Me salvaron— le dijo justo antes de que pudiera abrazarle, mirándole de forma penetrante a los ojos, de forma casi inquisitiva, como si estuviera aguardando a su reacción—, y ahora estoy en este lugar, es como una prisión personal. Creo que estoy en coma.

Lo primero que se cuestionó Atsuya era si debía de reír o no. Aquello no tenía el más mínimo sentido, tenía incluso menos que el paso de las horas imperceptible en el cielo y el paisaje, y menos sentido que el hecho de estar oyendo a Shirou en algún lugar el cual no era capaz de discernir. ¿Qué era lo que quería decir? ¿Que tras su intento de suicidio, consiguió sobrevivir? ¿Que en realidad, estaba dormido, en coma? Pero... ¿qué estaba pasando? Estaba claro que, aquella historia, a parte de ser triste y desoladora, era suya, al menos ahora que se lo había dejado totalmente claro. Sin embargo, ¿era posible? Fue en ese momento en el que Afuro le abrazó, quizás al ver que no entendía nada, o quizás, pensando que lo necesitaba. Ahora mismo, lo único a lo que podía llegar a pensar con respecto a aquello, era que estaba soñando. Si todo fuera un sueño, hubiera sido mucho más sencillo. Pero la sencillez parecía haberse ido por siempre.

—¿Cómo sabes eso?— murmuró en voz baja.

—Porque oígo las voces... igual que tú, voces de gente que conocía, voces de doctores diciendo que puede que nunca vaya a despertar, y... Y, ¿sabes?— preguntó escondiendo el rostro en su cuello— Nunca ha venido mi padre, ni mi madrastra, los doctores solo dicen que... estoy ocupando un sitio en el hospital.

—N-no entiendo..., entonces, ¿oígo a Shirou porque me está hablando? ¿Yo... también estoy en coma?— preguntó con el miedo impregnado en la voz, aunque según lo que había entendido, debía de ser así, pero, ¿por qué estaba con Afuro si estaba en coma? ¿No debería estar en su propio escenario?— No entiendo nada.

—Seguramente estás en la misma habitación que yo, no sé por qué, todo el que esta en la misma habitación que yo acaba estando conmigo, aquí, en el bosque— extendió la mano mientras que lo decía, separándose del abrazo que se estaban dando, señalando a su alrededor—. Algunas veces oígo a los acompañantes de quien está en la cama de al lado, de hecho, me pareció... oír a tu hermano...

Atsuya frunció, le había engañado, le había hecho pensar que estaba totalmente loco. Sin embargo, no le importó demasiado aquello, quizás, Afuro pensaba que si le decía toda la verdad, al que iba a tomar por loco, iba a ser a él. Y supuso que tras tanto tiempo allí, había aprendido a mantener la calma cuando alguien aparecía a su lado. Él pensaba que tan solo se había desmayado en aquel lugar, y mira por donde, no había aparecido por casualidad, estaba allí porque había caído en coma.

—Supongo que no me dijiste la verdad, para que no perdiera la calma, ¿no es así?— preguntó Atsuya soltando una leve risa nerviosa— ¿Cuánto tiempo crees que llevo aquí...?

—Quizás horas, días, o meses... No siempre podemos oír las voces— Afuro se encogió de hombros, y se abrazó a sí mismo el torso, arrastrándose hasta quedar sentado en la hierba verde.

Atsuya se sentó a su lado, y por alguna extraña razón, no supo de qué modo acabó entrelazando los dedos con los suyos. Miró al cielo azul, el cual, era inmenso e inalcanzable, un cielo el cual, no era real. Echó la cabeza hacia atrás, sintiendo la mano de Afuro presionar la suya con delicadeza, y cerró los ojos durante unos segundos, o lo que a él le parecieron como tal, ya que, según había aprendido, el tiempo era totalmente relativo. Recordó cosas de su infancia por alguna razón, y conversaciones con su hermano, y también con sus padres. Sintió los cálidos abrazos de su hermano, y todas aquellas veces en las que habían pasado las horas haciendo snowboard, y patinaje en la pista, aunque a Shirou se le daba muchísimo mejor que a él. Siempre bufaba cuando caía de culo. Los recuerdos felices le hacían sonreír, y apretaba la mano de Afuro.

—Algunos dicen que durante el coma, tan solo se sueña, quizás, tan solo estés soñando y nunca lo sepas— dijo la voz del rubio en cierto momento, había apoyado la cabeza en su hombro, y su corazón se sobresaltó por aquella cercanía—, quizás, esto no está pasando y es tan solo un sueño, ¿tú que crees?

Atsuya no le respondió, sino que continuó con los ojos cerrados.

El sueño se apoderaba de él.

Sin embargo no quería irse.

La mano de Afuro aún apretaba la suya, pero, lentamente la presión fue desapareciendo. Abrió los ojos y vio que el cielo se había oscurecido, ahora era púrpura y no de color azul. Las estrellas, en algún lugar del universo, brillaban con excesiva fuerza, centelleando en sus ojos. La lejanía de estas por alguna razón, le parecía demasiado abstracta, quizás, por haber estado tanto tiempo mirando un cielo infinitamente azul. Intentó apretar la mano de Afuro, sin embargo, no podía ejercer mucha fuerza, esta se le había escapado de alguna manera. Sentía caricias en su mano, pero estas no se parecían al tacto de las del rubio. Los ojos no hacían más y más que pesarle, a cada segundo, a cada instante, sentía la necesidad de dormir.

—Atsuya— escuchó cerca suya, y esta vez, pestañeó varias veces, viendo un techo blanco oscurecido sobre sus ojos. Cuando giró la cabeza, pudo ver a Shirou a su lado, aunque no entendía nada de lo que sucedía, sonrió, cogiendo su mano, y apretándola contra la suya.

—**—

Pasó en coma un total de siete días, los cuales, había sentido que habían pasado como un solo segundo. Sentía una presión en el pecho muy extraña al pensar en aquellos días que había estado inconsciente, percibía que había algo que se le escapaba. Sin embargo, tras el paso de los días, las semanas, y finalmente, los meses, había acabado por dejar de darle vueltas al asunto, no tenía sentido intentar adivinar por qué se sentía mal al recordar aquellos días. Había caído en coma por un atropello en la avenida principal, y se había roto la pierna. El choque provocó su prolongada inconsciencia. Se había recuperado de la rotura hacía un mes, pero aún la tenía resentida, por tanto, se suponía que debía de guardar el máximo reposo posible con tal de recuperarse del todo. Ahora, terco como siempre, se negaba a permanecer todo el día en casa, y había salido de nuevo al parque a dar una vuelta. No aguantaba más reposos, ni más descansos, su pierna pronto iba a estar del todo recuperada, estaba seguro de ello, y no iba a quedarse en casa a esperar a que sucediera, lo único que quería era respirar tranquilo. Se sentó en un banco algo alejado del resto, de hecho, no quería compañía, tan solo quería su cámara y el objetivo con tal de fotografiar todo aquello que le gustase. Siempre le había fascinado la fotografía, sin embargo, de lo que más tenía fotografiado en su cámara, era a su hermano, al cual, le había pillado en miles de situaciones extrañas. En aquellas en las que estaba recién levantado, u otras mientras se lavaba los dientes, también le había hecho alguna de broma mientras se vestía, fingiendo que le grababa. Cariño de hermanos... Se comenzó a reír en voz baja mientras que pasaba una imagen tras otra, y negó varias veces, hasta él mismo se sorprendió del poco remedio que tenía, de lo poco que se le podía hacer, su locura y su forma de ser atolondrada eran inigualables, y Shirou parecía haberse resignado a aguantarle, quizás por aquel amor y cariño de hermanos al fin y al cabo. Sentado en el banco aún, unos pasos, le hicieron alzar la vista levemente, sin embargo, el sol era muy fuerte, y tan solo alcanzó a ver una silueta pasar rápido por delante del lugar en el cual se encontraba.

Miró la figura de lejos, y algo hizo a su corazón retumbar con fuerza contra su pecho, algo provocó el impulso que le hizo levantarse con su cámara en mano. Entrecerró los ojos, aquel chico se alejaba a paso ligero, yendo por la senda hasta el principio del bosque que conectaba con el parque. No sabía qué le movía a seguirle, pero lo hizo, y el que iba por delante, parecía no percatarse de nada. Anduvieron hasta llegar, perseguidor y perseguido por decirlo de algún modo —aunque Atsuya no tuviera otra cosa más que curiosidad en mente—, hasta llegar al principio de la linde del bosque. De alguna manera, al ver aquel árbol extenderse sobre sus cabezas, no pudo evitar soltar un silbido de admiración, el árbol desde luego, a primera vista impresionaba. El chico rubio al que había seguido, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta roja, apartó la mirada del árbol para mirarle a él. Había empezado a fotografiar el árbol, de alguna manera, le resultaba entrañable y extrañamente familiar.

—¿Vienes a ver al árbol o a que el árbol te mire a ti?— preguntó aún con el ojo en el objetivo, pero con la cámara apuntando al chico.

Se ganó una mirada de extrañeza. Bajó la cámara, y luego, le miró, pudo ver su sonrisa ladeada, mezclada con aquella mirada inquisitiva de bonitos ojos rubíes que hacían juego con su chaqueta de color rojo intenso. Su corazón dio un pequeño vuelco y luego, negó de nuevo, solía negar con la cabeza cuando sabía que había dicho o hecho alguna tontería, sin embargo, no le importaba, a Atsuya Fubuki, aquel tipo de cosas no le afectaban en absoluto. Es más, agradecía tener aquella personalidad exuberante y alocada, le hacía ser como era.

—No estoy seguro— respondió el chico, esta vez mirando la hojarasca del suelo propia del otoño incipiente, pisando algunas hojas, que chasquearon bajo sus botas—. ¿Y tú a qué vienes? ¿A fotografiar al árbol o a rendirle culto?

—Ninguna de las dos, en realidad, a quien quería fotografiar era a ti— soltó una risita mientras lo decía y le guiñó un ojo—. Sonríe— le advirtió, alzando la cámara con extrema rapidez. "Aunque no le hace falta para salir perfecto" pensó para sí, mismo, pulsando el botón, capturando aquella bella imagen de aquel chico, sus cabellos rubios se ondeaban levemente mientras miraba hacia arriba, se preguntaba si se había enterado de que le había hecho una foto— ¿Te importa que te haya sacado una foto?

—No, disfruta de tu tesoro— soltó una leve risa cuando lo dijo, de modo que de nuevo, provocó que Atsuya sintiera una extraña sensación en su corazón, en algún rincón de este, como si algo le incitase a seguir mirándole con insistencia hasta descubrir por qué sentía aquel tipo de cosas. Era como si no pudiera apartar la vista de él.

—Eso haré— murmuró distraído, aún pensando, y sonriendo de medio lado al ver la foto que le había hecho.

¿Por qué sentía aquella extraña sensación? El rubio puso una mano en aquel árbol, y bajó la mirada, de nuevo pisando las hojas secas. Se dio la vuelta hasta sentarse en el suelo, Atsuya no se había percatado de que lo que había estado haciendo, era apartar las hojas del suelo, para poder sentare en la hierba que había bajo las oías caídas. Atsuya le miró, de nuevo tentado de hacerle una foto, pero el rubio hizo un gesto para que se sentase allí también, a su lado. No supo si aquello era una buena idea, después de todo, no le conocía de nada, aunque sintiera alguna extraña sensación de nostalgia al mirarle, dudaba de si hacerlo o no.

—Bueno, adelante, quédate en pie— el rubio soltó una risa una vez más, y Atsuya, tan solo para demostrarle que hacía cuanto quería, se acabó sentado a su lado, apoyando la espalda en el árbol—. Seguramente mi padre me esté buscando— murmuró, moviendo los pies, entrechocando las botas oscuras que llevaba puestas entre sí—, pero no me importa. Hay veces en las que necesito estar tranquilo, prefiero tomarme las cosas con calma a cometer el mismo fallo de nuevo.

"Creo que no entiendo nada" pensó Atsuya un tanto confundido, mas no dijo nada, simplemente le escuchó decir aquello, mientras pasaba el dedo pulgar por la pantalla de su cámara, apagada. Se le había ido la batería. Típico, cómo no. Sacó el móvil para mirar la hora, había recibido un whatsapp de su hermano preguntándole que donde estaba, y si iba a volver pronto a casa. Con una sonrisa le respondió que le había secuestrado un chico rubio muy atractivo y adorable en el parque, y que quizás, se iba a demorar un rato en llegar. Pasaron unos diez minutos mientras ambos estaban allí sentados. A Atsuya en cierto momento, se le ocurrió el pensar que podía sacar un tema cualquiera de conversación, pero los minutos se pasaban, imaginando qué era lo mejor que podía decirle, qué podía conversar, sin miedo a que le resultase aburrido. Y antes de haberse podido dar cuenta, el rubio se había levantado. El tiempo sentado allí, a su lado, se le había pasado volando.

—¿Quieres saber mi teléfono? Podemos hablar de nuevo... o al menos, hablar directamente— el rubio le guiñó un ojo y él, sintió sus mejillas arder ante aquel gesto, asintiendo. Cogió su mano, sacando un bolígrafo del bolsillo «005 311 607 28» le escribió en el dorso de esta— No olvides llamar, Atsuya— le guiñó de nuevo el ojo, quizás, esta vez, a modo de despedida, mientras que se daba la vuelta, alzando una mano. Observó como se metía esta en el bolsillo, y mantuvo la vista fija en él, su figura se alejaba lentamente. Después de perderle de vista, se percató del color del cielo al atardecer, poco a poco estaba anocheciendo, y tenía que volver a casa pronto. Apretó la mano en la que Afuro le había escrito su número, con el bolígrafo de tinta roja, le recordaba a sus ojos.

Y mientras apuntaba el número en su móvil, fue cuando se percató de su despedida, "No olvides llamar, Atsuya". Le había llamado por su nombre. Se preguntó en qué momento se habían presentado, porque que recordase, no lo habían hecho. Sonrió de nuevo y se levantó, sintiendo aquella calidez en el pecho. Le hablaría tan pronto como hubiera llegado a casa.

—**—

Bueno, pues aquí estamos de nuevo con un one-shot bastante... ¿extraño? Si digo la verdad, no sé en qué momento ni cómo es que esta idea tan extraña surgió en mi mente. Fue hace un tiempo, y por falta de inspiración y demás lo dejé inacabado. El caso es que una vez más debo agradecerle a mi maravillosa lady, @Daichi98 que sin sus ánimos, lo más probable es que nunca hubiera subido el one-shot, eres adorable, ¿lo sabes verdad lady? <3

Y tras este momento cursi que he tenido (lo siento, hay veces que es inevitable), me despido una vez más dando las gracias a todos los lectores que aparezcan por este apartado de "One-shots | Inazuma Eleven", ¿qué os ha parecido este nuevo one-shot? ¿Os ha gustado? Para mi gusto es raro, pero espero aún así que haya sido de vuestro agrado ^^

¡Nos vemos en el siguiente apartado!

Marie~

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