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Capítulo 62 ( Eres todo para mi)

Ese viaje en el crucero fue de lo más reconfortante para ambos. Milo en todo momento se portó a la altura con él, cuidándolo como su objeto más preciado.
Entre pequeños juegos y risas entre ellos, Camus se sentía muy seguro con la compañía  de Milo, aunque a decir verdad él siempre estuvo seguro a su lado desde que supo que sería su asistente.

Ambos regresaron de ese crucero, los primeros rayos del sol iluminaban el inmenso mar, iluminando en un tono naranja acompañado de la suave brisa y las tranquilas olas del mar. Era muy temprano,  minutos atrás Milo le había avisado a su tío que no se preocupara en ir a recogerlos, ya que los dos habían tomado la decisión de regresar por su cuenta.
Sin embargo Camus fue el que le dio la idea de que regresaran pero a la casa de su pareja, tenía la curiosidad de querer conocer su hogar.
Ante esa petición Milo no se negó, en todo este tiempo procuró cumplir cada deseo de Camus.

Su travesía fue un poco largo, después de llegar del aeropuerto, ambos tomaron un taxi que los llevara a su destino.

Recorrer aquellas calles le servían al joven galo para recordar un poco más. Al llegar a la casa de Milo, se quedó asombrado porqué aún en sus vagos recuerdos reconocía ese lugar.

— Hemos llegado copito — Respondió Milo tomando sus pertenencias de la cajuela del taxi.

— Siento que conozco este lugar — Susurró el joven galo observando su entorno, algo muy en el fondo le decía que ese lugar ya lo había visto antes.

Milo le pago al taxista y agradeció el servicio, después se acercó al joven galo — Quizá porqué aquella vez que nos conocimos... Esa noche te habías quedado sin bateria, te ayudé a mover tu auto y en forma de agradecimiento me trajiste aquí.

Camus dejó de observar los edificios y departamentos que se encontraban alrededor, dirigió su mirada a su pareja — Entonces... Desde que nos conocimos, tu y yo...

Pero en ese momento Milo lo calló con un beso suave, después tomó su rostro con ternura y colocó su frente contra la de su amado galo.

— Desde mucho antes de conocerte he sido tu eterno enamorado... Cuando empecé a trabajar para ti, comencé a dejarte pequeñas notas porqué quería alegrarte tu día.

— Milo — Susurró su nombre con ternura.

— Vamos adentro... Pediré algo de comer y también necesitas descansar — Respondió Milo tomando la mano de su amado galo y con la otra el equipaje de los dos.

Al llegar al departamento, Milo bajó el equipaje al suelo y después sacó sus llaves de su bolsillo — Mi departamento no es muy grande... Espero que no te incomode Camus.

— Eso es lo de menos... Mientras estemos juntos, no me importa lo demás — Le contestó y después se colocó frente a su pareja para ser el primero en entrar, estaba muy ansioso por conocer ese lugar.

No pasaron ni unos cuántos segundos para que Camus tomara la manija y abriera la puerta, se veía un poco obscuro.

Rápidamente Milo encendió las luces para evitar tropezar con algún objeto que no pudieran ver.

— Siento todo mi desorden Camus... La última vez que estuve aquí fue cuando ambos nos fuimos a la Isla.

Con pasos sigilosos el joven conductor recorría cada rincón del departamento, mientras Milo dejaba la maleta y las bolsas en su pequeña sala.

— Camus... Voy a llamarle a Kardia para avisarle que hemos regresado con bien, después pediré el servicio de comida.

Después de decir esto, Milo se encargó de hacer todo aquello mientras que el joven galo recorría con curiosidad el lugar.
Entre tanto desorden llegó a lo que parecía ser la habitación de Milo, tomó la manija y con pasos lentos entró.
Sabía que no era su casa como para andar como si nada, pero desde que estuvieron en el crucero, Milo le había dicho tenía la completa confianza.

A lo lejos podía escuchar que Milo se encontraba hablando por teléfono, mejor decidió entrar a su recámara para poder acostarse un rato en su cama.

Sin embargo cuando entró se llevó una gran sorpresa, no era el tiradero de las cosas de su pareja... Lo que lo impresionó más era el hecho que Milo tenía varias fotos e imágenes de algunas revistas donde salía él.

Es algo muy normal con las personas que admiran a ciertos artistas pero jamás se imaginó que sus fotos estuvieran perfectamente colgadas en la pared y las restantes pegadas con algún pegamento.
Dejó escapar una sonrisa tierna, estaba por acercarse al armario que se encontraba abierto de par en par pero se dio cuenta que dentro de una bolsa transparente estaba guardado aquel abrigo que llevaba puesto cuando lo conoció.

— ¿Sorprendido mi amor? — Cuestionó Milo con una sonrisa recargado en el marco de la puerta mirando a su pareja.

— Milo... — Justamente cuando escuchó su voz dio un saltito muy nervioso como si hubiera hecho algo malo.

— Siento asustarte pero... No quería interrumpir como observabas con fascinación las fotos que tengo de ti.

— Si... Pero ahora no necesitarás conformarte con unas simples fotos — Después de decir esto Camus se fue acercando lentamente hasta donde estaba Milo recargado, cuando estuvo frente a él lo tomó de la camisa de manera traviesa — Porqué ahora me tienes a mi — Susurró con voz sensual dejando un beso en su mejilla.

— Me tientas belleza — Milo lo tomó de la cintura y lo atrajo más a su cuerpo — Y no sabes como me muero por tenerte en mis brazos.

Rápidamente lo tomó entre sus brazos y lo llevó hasta su cama acostándolo lentamente,  poco a poco quedó sobre su amado galo sin romper esas miradas que infundía sus más  profundos deseos guardados desde hace mucho tiempo.

— ¿Te confieso algo? — Susurró Camus ante la cercanía de su pareja — Tu me gustaste desde aquella ocasión cuando te conocí... Sólo que no solía ser muy abierto con mis sentimientos — Después de decir esto escondió su rostro en el alborotado cabello cerúleo de su pareja.

— Creo que fue mutuo... No sabes cuanto deseé estar a tu lado aunque fuera tan solo un momento, me siento el hombre más afortunado.

Camus estuvo por responderle pero el sonido del timbre interrumpió sus palabras.

— Es el servicio a domicilio — Respondió Milo depositando un suave beso en los labios de su amado conductor — Espero que te guste la comida de tu país natal.

Después se levantó de la cama para ir a recibir su pedido, no sin antes decirle algo a su pareja — No te vayas a levantar... Porqué te voy a consentir, vamos a comer aquí.

El joven galo se río después de ver como Milo salía de su habitación, amaba eso de él, lo procuraba como una valiosa joya... Una especial para él.

Ambos disfrutaron comer en la cama mirando una película por medio de la plataforma, el joven galo disfrutaba de convidar un poco de su platillo a Milo quien adoraba ser mimado como niño pequeño por su pareja.
Una hora después, Camus se quedó profundamente dormido en la cama.
Milo prefirió dejarlo descansar, así tendría el tiempo suficiente para poder dejar su departamento limpio.

La noche anunciaba su llegada, Camus lentamente despertaba justo cuando un suave aroma a rosas inundaba sus fosas nasales.
Cuando se despertó completamente miró unas cuatro rosas envueltas en papel celofán a lado de él, se sorprendió al ver que la habitación estaba en perfecto orden.
Se levantó de la cama y tomó las rosas  para poder buscar a Milo.

Lo buscó en su sala, en su cocina... Y nada.

Comenzaba a preocuparse por él, sin embargo alcanzó a desviar su mirada rumbo al baño, escuchó ruidos provenientes de ese lugar.
Con pasos sigilosos se fue adentrando, las luces estaban apagadas, el sitio era pequeño pero el baño contaba con una tina, asombrado quedó al darse cuenta que detrás de la puerta había velas encendidas, unas varitas de incienso relajante y un pequeño camino de pétalos de rosas.

— Estaba esperando que despertaras.

Este susurro hizo que Camus se quedara sin palabras, era la voz de Milo, estaba justamente detrás de él.

— Esto es...

— Shhh — Después de pedirle que no siguiera hablando colocó sus manos en sus hombros y le murmuró cerca de su oído — Sólo dejate llevar Camus.

Milo hizo a un lado aquel largo cabello esmeralda para comenzar a repartir besos en su cuello, tenerlo de esta manera le permitía pasar sus manos encima de aquella camisa para desabotonarlo lentamente al compás de sus besos que recorrían esa tersa piel.

— Milo...

— Yo me encargaré de cumplir cada una de tus fantasías.

— J'aime ça — Susurró el joven conductor en su lengua natal, sentía como su amado le retiraba cada una de sus prendas acompañado de suaves caricias que recorrían de pies a cabeza su piel.

— No sabes como me vuelve loco ese acento tuyo — Respondió despojando las últimas prendas restantes del joven galo.
De manera inmediata él se fue quitando su bata de baño dejándola caer en el suelo. 

Milo lo tomó de sus manos y lo fue llevando hasta la tina de baño, el agua estaba a una temperatura ideal, el aroma a rosas inundaba el lugar.

Milo se sentó primero para poder guiar a Camus de manera que lo tuviera frente a él.
El joven de  cabellos esmeralda con un ligero color carmín en sus mejillas llevó sus manos al cuello de su pareja y sus piernas rodeando la cintura del heleno.

— Siempre deseé un momento así.

— Lo que gustes y mandes mi amor.

Ambos se fundieron en un beso más atrevido explorando más alla de sus bocas, las caricias se volvían más intensas recorriendo cada rincón sin pudor.

Eran ellos dos a punto de entregarse a la pasión  y del deseo, de manera repentina entre esas caricias, rozaba su miembro con aquel estrecho lugar, despertando el vivo deseo de querer ir más allá.

— Quiero entregarme a ti, ambos ser uno solo.

— Relájate Camus, haré esto lento — Justo en ese momento, llevó su mano a su miembro para posicionarlo en ese lugar. El galo se aferraba a la espalda del contrario.

Al principio era un poco doloroso pero eso cambió cuando Milo a su vez repartía besos por todo su cuello dejando marcas muy notorias en esa nivea piel.

Ambos eran el uno para el otro, rápidamente el interior del galo se fue acostumbrando al miembro de su pareja.
Los movimientos comenzaron de manera lenta, el agua de la tina comenzaba a desbordarse junto con el movimiento.

Ese lugar donde eran dos amantes dejándose llevar por sus instintos más placenteros.

—  Camus...

— ¡Ah!... Milo

Los gritos y gemidos inundaban aquel lugar donde solo se escuchaba el eco de sus palabras acompañado del sonido del agua cayendo.

Sus  cabellos mojados y adheridos a sus rostros, una guerra de besos interminables, la noche es joven para dos amantes liberando sus deseos.

Unos movimientos más, Milo dejó salir toda aquella esencia  blanquecina dentro de su amado.
Camus cuando sintió aquel lugar llenarlo completamente no pudo evitar liberarse dentro del agua.

Poco a poco intentaban regular su respiración, acompañado de un beso más tranquilo.

— Te amo Camus  — Depositó un beso en su frente y lo acomodó en su hombro mientras acariciaba su largo cabello húmedo.

— Y yo a ti Milo... No solo quiero esta noche, si no todas las que nos resten juntos.

Ambos sellaron aquellas dulces palabras con un beso.
Ahora y más que nunca... Nada impediría el amor que ambos se profesan.

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