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Capítulo 58 (A la luz de las estrellas)

Después de haber dejado a Milo y Camus en el puerto, Kardia miraba con curiosidad esa bolsa de terciopelo que su sobrino le dio a guardar.

- Que más da, son cosas de Milo - Se dijo a si mismo mientras lo guardaba en el bolso de su saco.

- ¿Qué haces Kardia? - Cuestionó Degel caminando hasta donde se encontraba su pareja recargado en la puerta del auto.

- Esperando que regresaras copito - Le respondió mientras se acercaba a él y lo tomaba de la cintura, tomó un mechón de su cabello y se lo colocó detrás de su oreja con suavidad.

- Terminé de despedirme de los chicos, se la pasarán de lo mejor estos días.

- Así es... Cambiando a otro tema, tenemos casa sola - Esto último lo susurró mostrándole las llaves de la cabaña.

- ¡Ya le fuiste a quitar las llaves a Deuteros!- Exclamó sorprendido, no podía creer que su pareja le fuera a robar las llaves de su mejor amigo.

- Mmm no exactamente copito - Nuevamente las guardó en su saco - Digamos que hicimos intercambio, él me pidió que le dejara la suite con Jacuzzi a cambio de la cabaña. Después de todo tenemos una semana para nosotros dos - Respondió regalándole un guiño coqueto.

Degel sonrió ladino, se safó del agarre de su pareja y se subió rápidamente al auto - ¿Y qué esperamos? Hay que llegar pronto - Exclamó muy animado esperando que su pareja también se subiera al auto.

Kardia sonrió ante los actos de su pareja, se subió al auto y tomaron rumbo al hotel para poder llevarse sus maletas, también necesitaba llegar a su oficina para resguardar aquella bolsa de terciopelo que Milo le había encomendado guardar. No necesitaba preguntarle ni mucho menos ver de que se trataba, era muy evidente que aquel contenido era de una joyería.








Milo se había ofrecido a llevar las bolsa de Camus, además de jalar su maleta. Ambos caminaban por los largos pasillos para buscar la habitación que les correspondía.

- Aquí es Milo - Respondió muy animado el joven galo tomando las llaves e intentando abrir, mientras que Milo batallaba un poco con su maleta y las bolsas, ya se le había hecho muy largo la caminata.

Segundos después la puerta se abrió, ambos estaban completamente maravillados por la habitación que les asignaron.
Sus paredes de tonalidad clara, decoración elegante, simplemente un diseño para una estancia tranquila.

- ¿Una cama para los dos? - Susurró el joven galo mirando a Milo y después el colchón.

- Lo suficiente para ambos - Respondió Milo soltando la maleta al suelo junto con las bolsas, cerró rápidamente la puerta y con una sonrisa corrió hasta donde estaba su amado conductor favorito, lo tomó entre sus brazos y entre aquellas risas entre ambos lo llevó hasta la cama.

Con mucho cuidado lo acostó, mientras que él quedó sobre él. Una vez más las miradas de ambos se conectaban, Milo se perdía en aquella mirada de su amado galo, encontrando una magnifica fascinación admirando cada rasgo delicado del contrario.

- Vamos afuera Milo, quiero observar las estrellas - Le susurró Camus tocando con suavidad el rostro de Milo.

- Tus deseos son órdenes para mi - Respondió levantándose de la cama, extendió su mano para que Camus colocara la suya.

- Milo, aquí no es el trabajo para que cumplas mis órdenes - Le contestó regalándole una sonrisa, se puso de pie y ambos comenzaron a caminar hasta la puerta. Si Camus quería admirar el infinito cielo nocturno, eso sin duda lo cumpliría Milo.


Tomados de la mano, ambos llegaron hasta la cubierta del barco, habían muchos turistas  caminando también.
En el centro se encontraba una piscina iluminada con luces de colores, la música relajante sonaba de fondo.

Tomaron asiento en una de las bancas de lugar, pero Camus se levantó nuevamente para poder recostarse sobre la banca, colocando su cabeza en las piernas de Milo, de esta manera podría mirar el cielo perfectamente y muy bien acompañado.

- Siempre quise una noche así, tan tranquila y sin preocupaciones, de tan solo empezar a recordarlo hasta más dolores de cabeza me causa, ser famoso no es fácil como muchos creen... En pocas palabras no tienes privacidad - Le confesó mientras miraba fijamente al cielo, estaba completamente hipnotizado por ese bello manto estrellado que los cobijaba, acompañado del sonido de las olas del mar golpeando el barco, el fresco aroma del lugar lo relajaba aún más.

- Es simplemente espectacular - Susurró Milo dirigiendo su mirada al cielo sin dejar de acariciar esos largos  cabellos viridián.

- Es simplemente magnifico, glorioso y hasta majestuoso,  es como si fuera un manto muy inmenso de terciopelo negro... La luna parece un gran círculo de mármol, es bello e infinito - Susurró Camus cerrando sus ojos ante aquellas caricias de Milo que lo ayudaban a relajarse aún más.

- Camus... - Susurró Milo bajando la mirada al rostro del galo.

Lentamente abría sus cansados párpados, como si de imanes se tratara, ambos no podían despejar sus miradas.
Ahora Milo descubría otra faceta de Camus, una mirada más blanda, suave... Transmitía  calidez.

En ese momento pudo experimentar un cosquilleo  en su estómago, aún no podía creer que aquel chico que siempre admiró desde detrás de una pantalla ahora tuviera la dicha de compartir momentos a su lado.
Un sentimiento que había nacido desde que se conocieron pero ahora crecía, algo tan bonito, extraño y hasta reconfortante experimentaban los dos.

Camus se había quedado quieto  como si quisiera memorizar cada rasgo y detalle de Milo, cada poro de su piel, sus largas pestañas, todo de su ser.

Sus mejillas comenzaban a tornarse ligeramente ruborizas, esas miradas dulces viajaban por cada rincón de sus rostros posando en los labios del contrario.

- Camus...

- Milo...

Ambos estaban más que decididos a no seguir ocultando aquellos sentimientos que guardan en lo más profundo de su corazón.
 
- Camus ya no puedo seguir así, necesito decirte que... - Milo no terminó de hablar, un dedo del joven galo se posó en los labios de él.

- Confió en ti y sé que tus sentimientos por mi son sinceros.

- Pero... Quiero ser alguien digno de ti, sé que soy muy repetitivo pero jamás pensé que en mi alocada vida tener la dicha de conocerte.

Camus se levantó de la banca y se sentó a lado de Milo - Tu personalidad, tu perseverancia y tu sencillez es todo lo que me gusta de ti, tu eres el indicado en mi vida, así que no quiero que me digas otra vez que no eres digno... Todo lo contrario, al conocerte conocí que tengo un lado dulce, iluminaste mis días por más oscuros que fueran, me diste esperanza y anhelo por ser alguien mejor.

Milo se levantó de la banca y tomó a Camus de sus manos, después éstas rodearon su cuello y el joven heleno colocó sus manos sobre aquella cintura delgada, lo atrajo poco a poco a su cuerpo.

- Eres lo mejor que me ha pasado desde hace mucho tiempo... Camus, tu me has traído felicidad. Estar a tu lado me da una sensación de  paz y de placer al mismo tiempo, eres tan fino y delicado pero con un alma valiente y para mi... Tu eres el ser que más amo en esta vida y en otras más. Siento como si nuestras almas estuvieran destinadas a estar juntas por toda la eternidad y yo... Estaré dispuesto a encontrarte en otras vidas más.

Ambos lentamente cerraron sus párpados, acortaban aquella cercanía para poder sentir el tibio aliento del contrario... Un beso tierno fue la manera de sellar aquella declaración de amor...

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