Capítulo 51 (El anónimo de tus detalles)
Degel no sabía que hacer, le preocupaba su hijo pero también no le gustaba ver a Kardia perder el control por no saber donde estaba Milo.
Deuteros le sugirió regresar a su casa con Camus para que así por lo menos estar rodeado de las cosas que han formado parte de su vida a lo largo de todo este tiempo le ayuden a recordar.
Como amigo y abogado de Kardia tenía que hacer hasta lo imposible por liberar a Milo, no tenía manera de ayudarlo si Camus no recordaba, era el único que podía atestiguar a favor del sobrino de su amigo.
Es por ello que le pidió encarecidamente a Degel, Asmita y hasta Manigoldo que le ayudaran a Degel a llevarse a su hijo.
Kardia tenía que quedarse para seguir al frente de su hotel y Deuteros tenía que defender a Milo de los cargos que Saga denunció.
Dos semanas después...
Degel había llevado unos días atrás a su hijo al médico, le retiraron su yeso por lo tanto tenía que comenzar a caminar.
Asmita y Manigoldo se quedaron en la casa de los Labelle para cuidar de Camus cuando Degel tuviera que salir por asuntos del trabajo.
Estar en su casa no le ayudaba en mucho, solo se la pasaba encerrado en su biblioteca porqué no se sentía en confianza en ese lugar, no recordaba nada.
Por medio de fotos aceptó que Degel era su padre y también que su mamá murió años atrás pero aunque buscara en los más profundos pensamientos no recordaba nada más.
Ese díanAsmita se encontraba en la cocina terminando de lavar los trastos que usaron en la comida, pero la presencia de Manigoldo lo interrumpió.
— Asmita... Ya me aburrí de estar en este lugar ¿Puedo salir a caminar un rato? — Preguntó recargado en la puerta.
— Solo no demores mucho, yo en la noche tengo que ir a mi casa y tendrás que cuidar de Camus, Degel no llega hasta mañana — Respondió mientras tomaba una toalla para poder secarse las manos.
— Ese chico aún así no recuerda. Deuteros dijo que estando aquí en su hogar le sería de ayuda pero ahora solo se la pasa encerrado en su biblioteca— Contestó llevándose una mano a la cabeza.
— Es lo malo, si sigue así a Milo lo mandarán a la cárcel y es lo que no queremos.
Manigoldo dio un largo suspiro — Saldré por unos momentos para despejar mi mente, espero que se me ocurra una idea para que Camua recuerde algo, tiene que tener por ahí escondidos objetos personales o detalles que sean importantes para él, quizá eso pueda ayudar.
Asmita alzó una ceja impresionado — Después de todo eres bueno dando ideas Manigoldo, aunque Degel no está y no quiero tocar las cosas personales de su hijo.
— Quizá en eso tengas razón, mejor saldré unos momentos... No tardo — Después de decir esto tomó un juego de llaves que Degel había dejado para ellos y salió de aquella casa.
Asmita se sentía cansado, después de terminar de dejar limpia la cocina, caminó hasta la sala y encendió la televisión para descansar un poco, sin embargo a los pocos segundos fué cerrando sus ojos y terminó cayendo en el mundo de los sueños.
Mientras Manigoldo daba algunas vueltas por esa ciudad, una pequeña pelea lo hizo acercarse a una casa con color blanco al exterior.
Claro que no se iba a perder ese momento, quería ver que pasaba.
Esa casa era nada menos que de Shaka quien estaba discutiendo con Aioria, llevaba rato tratando de convencerlo y de pedirle perdón por no haberle contado sobre nuevo empleo en el "Santuario"
— ¡Nunca me tuviste la confianza de decirme que pasaba! — Gritó el rubio mientras le daba la espalda a su pareja.
— Pero ya te expliqué lo que sucedió... Siento no decirte antes... ¡No me dejes! — Gritó Aioria tratando de detener sus pasos.
Parecía una escena de telenovela, solo que eso no era actuado... Eso si lo estaba viviendo en carne propia el castaño.
Manigoldo solo miraba lo que sucedía así como las demás miradas de los curiosos que pasaban por ahí.
Se dio la vuelta para caminar a otra dirección, sin embargo no notó la presencia de alguien que estaba cerca de él, de manera inconsciente lo tiró al suelo.
Solo miro a un joven de cabellos en tono cobalto, dejó caer un ramo de rosas que llevaba entre sud manos.
— Discúlpame no te vi, yo... — Rápidamente Manigoldo le ayudó esa persona extraña a levantarse del suelo pero justo en el momento que sintió el tacto de su mano con la suya sintió una extraña corriente recorrer su cuerpo.
Cuando lo miró directamente a los ojos le robo completamente el aliento, esa mirada tan sublime acompañado de un lunar bajo sus ojos, era el complemento ideal, simple y sencillamente una belleza.
Rápidamente sacudió su cabeza para despejar su mente y se agachó para recoger aquellas rosas que por su culpa se habían maltratado.
— Siento mucho esto... Mi distracción hizo que te cayeras al suelo, lo lamento — Al decir esto sacó su cartera para poder compensar su error y pagarle al joven por las rosas.
— Mi padre me mandó a esta dirección para entregar este pedido, pero ahora no podré hacerlo — Bajó su mirada triste — No cuando estoy justamente cerca de la persona que las iba a recibir ¿Y ahora qué le entregaré?— Cuestionó señalando al castaño quien seguía tratando de tener una plática con su pareja.
— ¿Habrá manera de que pueda ir contigo al negocio de tu padre y vaya por otro ramo de rosas? Lo que menos quiero es meterte en problemas — Contestó Manigoldo tratando de remediar su error.
El joven de las rosas miró nuevamente al cliente que le había hecho ese pedido y suspiró — De acuerdo pero que sea rápido, de lo contrario nosotros perdemos a nuestros clientes.
— Solo dime a donde vamos y considéralo hecho... Por cierto soy Manigoldo — Se presentó mientras le seguía los pasos al joven.
—Yo me llamo Albafica — Contestó.
Ambos caminaban dando pasos rápidos para tratar de llegar lo más rápido posible por las rosas.
En estos días el joven galo se sentía muy desmejorado, algo le hacía falta a su vida pero no sabía que era.
Salió de su biblioteca que era su escondite común para tratar de despejarse con otra cosa más.
Pasó por la sala y notó que Asmita estaba profundamente dormido en la sala.
Daba pasos lentos, puesto que le dolía un poco aún caminar de manera rápida, sin embargo lo único que recordaba era que el médico le dijo que tenía que comenzar a moverse poco a poco.
Como pudo llegó hasta su garage, desde que llegó a su hogar no había puesto un pie en ese lugar.
Sin embargo algo que llamó completamente su atención fué el auto que estaba cubierto con algunas sábanas viejas y polvosas.
Cuando retiró esas telas polvosas se dio cuenta de que era un auto rojo repleto de papelitos de colores.
Tomó uno y comenzó a leerlo:
Soy el anónimo de tus regalos y el que puso esta nota en tu auto, soy aquél que grita "Te amo"...
Al terminar de leerlo lo dejó nuevamente ahí, tomó otro más.
Estoy más cerca de lo que piensas...
Miraba las notas varias tenían frases de amor, otras solo dibujos de corazones.
Negó con su cabeza y prefirió nuevamente regresar para ir a su habitación, comenzaba a sentirse mal.
Con pasos lentos nuevamente regresó, pasó de nuevo por la sala y notó que Asmita seguía profundamente dormido.
Con mucho esfuerzo subió las escaleras para llegar a su habitación.
Estando adentro, cerró la puerta se acercó a su cama para poder acostarse.
Un libro que reposaba en su mueble de noche le llamó completamente su atención.
Lentamente lo abrió con curiosidad pero dentro guardaba algunos papelitos doblados a la mitad. Tomó uno de ellos y notó que era la misma letra que las notitas del auto rojo.
— Todas tienen la misma forma de letra — Susurró tratando de recordar.
Movió su cabeza para despejarse y se levantó de la cama para sacar una frazada de su clóset, entre sus prendas personales se encontró algo que llamó su total atención.
Era una chaqueta negra de piel, pero algo le decía que esa no era suya.
La sacó para verla mejor, comenzó a buscar entre los bolsillos y encontró varios papeles con números escritos... Cómo si de una pequeña agenda se tratara.
Era la misma letra que miró hace un rato.
Grande fué sus sorpresa al encontrarse con una tarjeta perteneciente a una tienda de autoservicio con un nombre...
Uno que conocía a la perfección.
— Milo Venizelos
Al terminar de leer esto dejó caer la chaqueta al suelo...
— ¿Milo? ¿Porqué tengo la chaqueta de Milo?
Estaba muy nervioso, mientras sostenía esos papelitos que venían dentro de la chaqueta, tomó nuevamente su libro y sacó esos papeles para comparar la caligrafía.
— Son iguales pero... ¿Donde los he visto? —Susurró mientras trataba de pensar, esa letra ya la había visto antes.
— Pero claro... Esta letra es de Milo, con esta misma caligrafía escribió los horarios de mis medicamentos en la cabaña de Deuteros.
Entonces esto quería decir que...
— ¡Tu eres el anónimo de mis regalos! — Gritó emocionado, no entendía bien todo pero al menos ya había descubierto a su admirador anónimo...
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Camusito ya recordó 🥰🥰🥰
Ya mero se acaba 😭 pero ya lo recordó 😅
Espero que les haya gustado les mando un abrazo 🥰🥰
Pd: no me he olvidado del Degel x Kardia 😉
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