🌸 U N O 🌸
12 de marzo de 2021.
Miraba cada cuadro que había expuesto en aquella galería. Conocía alguno de ellos, tan hermoso como su dueña y, en el fondo, estaba feliz por ella porque consiguiera hacer realidad sus sueños.
Me encontraba tan nervioso que estaba a punto de meterme en el baño a expulsar lo que había cenado. Y todo porque sabía que volvería a verla. Era obvio que me encontrase así, habían pasado 7 años y unos meses desde que ella se había ido de mi vida, pero no del todo. Incluso, cuando creía que poco a poco ya me estaba olvidando de ella, siempre había algo en el que ese joven arcángel se aferraba a mi mente. Como cuando hacía 2 días mi amigo Daniel encontró un anuncio de una galería con el nombre de ella. Al enseñármelo, jamás pensé que un nombre me hiciera tanto daño y me recordara tantos momentos, como el de ella.
No quería venir, pero mi pecho lo necesitaba y esto era una oportunidad para conocerlo todo.
No había dejado de buscarla, hasta que un día me rendí, 5 años después. Sería un cobarde, pero necesitaba seguir con mi vida.
En el centro de Madrid, una galería mostraba todas las bellezas que ella había dibujado en su antiguo piso de Málaga, la chica de la que me enamoré, con varios cuadros nuevos, pero ese resentimiento por ella, porque me abandonara... Seguía ahí, más fuerte que nunca.
—¿Qué le vas a decir cuando la veas? —preguntó Daniel.
No lo miré, solo me centré en un cuadro de ella que recordaba a la perfección haberlo visto.
¿Cómo era posible que 4 meses fuesen tan profundos para una pareja? Solo estuvimos 4 meses y había acabado así de mal tras su marcha.
—No lo sé... Pero espero que me de una buena explicación —respondí, con la mandíbula apretada.
No lo estaba mirando, pero podía sentir los ojos de Daniel sobre mi rostro y, por la mirada que me estaba echando, iba a decirme algo que no me iba a gustar nada.
—Si que estás resentido todavía.
Dejé de mirar el cuadro y clavé mis ojos en los de él, con una seriedad que hizo dar 2 pasos atrás, levantando las manos como si nada hubiese pasado.
—Yo espero ver a Sara. Es verdad que metí la pata con ella y quizás por eso también se fue.
Elevé la ceja al escuchar su contesta.
No solo había perdido yo a Leire, sino que Daniel había perdido a Sara. Todavía habían miles de incógnitas por lo sucedido, sobre todo, por lo que Daniel le había hecho a Sara. Pero sabía que en ello no iba a meterme. Tampoco es que Daniel lo hablara y no iba a obligarle.
—No sé que pasó entre ustedes, pero espero que puedan hablarlo, si se encuentran.
Mi amigo no dijo nada, solo asintió para luego marcharse a otra parte de la galería, a seguir observando en silencio.
Un sentimiento de tristeza cruzó mi pecho, pero en seguida se mezcló con el enfado que llevaba teniendo años. Quería solo una cosa, y era hablar con ella para pasar página. Porque si Leire me dejó, era porque nunca me amó de verdad y no la culpaba por ello, pero sí por lo que aceptó de mi padre. Solo una conversación y la dejaría marchar nuevamente, habiendo zanjado ese momento de mi vida.
Me coloqué la americana y luego me giré para poder ver otros cuadros, cuando mis piernas se paralizaron.
La mujer de la que me enamoré se encontraba a escasos metros, más hermosa que nunca. No me había visto debido a que estaba charlando con otras personas que le felicitaban por sus cuadros.
Su vestido negro, ajustado y dejando verle las curvas tan perfectas me hizo tragar en seco. Su cabello castaño, más largo que la última vez que la vi, brillaba como ella. Estaba hermosa, mucho más que nunca y juré que todo rencor que tuve alguna vez hacia ella, se esfumó al verla.
Me quedé tan hipnotizado, mis piernas no reaccionaban a las órdenes de mi cerebro. Empezaba a sentir el pánico en mis entrañas y mi respiración se tornó irregular a medida que más la miraba. No quería parecer un estúpido, pero hasta yo mismo me estaba sintiendo así.
Parecía que los años no habían pasado en ella, con la diferencia de que ahora se veía más adulta por su actitud hacia los demás. No se veía tímida como antes. No evitaba hablar con otros hombres, como cuando la conocí... Veía a una Leire que había mejorado mucho en ese periodo de años, y me alegré por ella. Y, cuando creí que ella no iba a verme, sus ojos se clavaron en los míos y vi desconcierto.
No podía dar ni un paso y mis manos sudaban más que nunca. Solo seguí mirándola, sin mover ni un músculo del rostro y ella parecía estar más que sorprendida de verme. No se lo esperaba, el ángel no se esperaba verme y no era para menos.
Pero cuando creí que ella iba a dar media vuelta y a seguir con su nueva vida, caminó en mi dirección y todas las alarmas sonaron en mi mente. No estaba preparado para aquello. Se estaba dirigiendo hacia mí y ni siquiera sabía como comenzar la conversación. Aquel diálogo que había creado en mi mente, no parecía tener sentido y menos ahora que estaba ella a escasos metros de mí.
Dejó una distancia prudente entre nosotros, pero su sonrisa apareció en su hermoso rostro.
Y para mi sorpresa, fue ella la que tomó la iniciativa.
—Hola.
Tragué saliva antes de contestar;
—Hola.
Supuse que, a pesar de tener más confianza en sí misma, se encontraba como yo, sin saber como empezar aquella conversación extraña entre 2 personas que tuvieron algo hacía muchos años.
Apreté la mandíbula, empezando a notar que mis manos sudaban, empapando mis pantalones y el dolor de rodilla que me daba desde hacía unos años, comenzó de la fuerza que estaba haciendo para controlar mis nervios.
Pero, nuevamente, ella volvió a hablar;
—Ha pasado mucho tiempo.
Una risa amarga salió de mi garganta, sin poder ocultarla y mi humor cambió por completo.
Por la mirada de ella, podía ver que lo notaba y su sonrisa disminuyó. Pero, ¿qué podía decirle? ¿Fingir que todo estaba bien? ¿Qué no habían pasado 7 años? No podía hacer eso, sentía mucho resentimiento por su abandono, por no decirme las cosas a la cara o cortar conmigo de una forma normal. Me sentía usado por ella después de entregarle mi corazón por completo.
Ignorando el ambiente tan bueno que había a nuestro alrededor, mi descontento salió;
—Si, 7 años. —Soné cortante, pero me dio igual.
El problema vino cuando me percaté de que seguía tan enamorado de ella como la primera vez. Y eso no era una buena señal.
Leire trató de mover los labios, pero se quedó ahí, girando su cabeza para mirar hacia otro lado de la galería, evitando mis ojos.
—Ya... —susurró.
Supe que así no podía empezar aquella conversación, por lo que la observé, lo cambiada que estaba, lo segura de sí misma que era ahora y lo bien que le quedaba aquel vestido. Le Leire de unos años no hubiera sido así, por lo que supe que había encontrado ayuda, más que antes y en ese momento era una mujer distinta, que habría dejado de mirar el pasado, aunque el pasado nunca se olvidaba. Y me alegré por ese gran progreso, realmente sentí mucha alegría por ella, aunque tristeza por no ver ese progreso con mis propios ojos.
El miedo de pensar que estuviese con alguien, hacía arderme el pecho con bestialidad, por lo que volví a utilizar mi autocontrol para no pensar en ello.
—Estás hermosa. —Cambié de tema y continué. —Más que nunca, me atrevería a decir. Y has cumplido tu sueño... Eres toda una artista. —Sonreí, sincero.
No me respondió, pero su mirada me agradecía todo aquello.
Tragué saliva y, cuando los ojos de Leire se clavaron nuevamente sobre los míos, dije;
—7 años, Leire.
Ella asintió, borrando su sonrisa por completo. Y no quería eso, pero era más fuerte mi rencor que todo lo demás se quedaba en un segundo plano.
—Si, 7 —asintió.
—Te fuiste sin decirme nada.
Sus ojos, pasivos, me dieron la razón, pero su respuesta no era la que esperaba.
—No lo entenderías.
De nuevo, la risa amarga salió de mi garganta.
—Por eso existe algo que se llama "explicar".
Ella miró hacia todos lados, sin moverse ni un centímetro, y continuó;
—Miles, ahora no.
—¿Cuándo? —pregunté en voz baja, desesperado por una respuesta y no quería verme así delante de ella, mal por lo que me hizo. No quería verme así—. Ya he esperado bastante.
De nuevo, ese silencio que tan poco me estaba gustando. Era una situación tan incómoda que entendía porque los 2 nos encontrábamos así, de aquella forma. Pero realmente necesitaba saber que había pasado, y quería negarme a pensar que fuera por culpa de mi padre el abandono de ella. Me negaba a pensar que fuera por el dinero, pero estos años me enseñaron que no pusiera la mano en el fuego por nadie... Ni siquiera por ella.
Entonces, su explicación fue tan pobre que ni ella podía creérselo. O eso pensaba yo.
—Lo nuestro estaba predestinado a fracasar.
Mi frente se arrugó y comencé a rascarme con desespero la pequeña barba que tenía. Negué por aquello, porque sabía que ambos podíamos haber llegado a más juntos, si no hubiese sido por su abandono. Mi pecho empezó a quemar y necesitaba irme al primer gimnasio que hubiese en Madrid para poder desahogarme de todo lo que estaba sintiendo.
No esperaba que ella entendiera como me sentía, pero si quería saber más y no esas explicaciones tan hambrientas.
—Porque tu sola lo decidiste. Ni hablaste conmigo.
Tardó unos segundos en hablar y, por como estaba yo, ella me miraba a los ojos, buscando algo que se me escapaba de las manos.
—Me odias y lo entiendo... —susurró y más apreté mis manos por aquella respuesta que no me gustó. Porque no la odiaba, pero si tenía una espinita que dolía desde hacía años—. Pero era lo mejor.
Y entonces, contesté;
—El dinero mueve fronteras.
Su duda, aquel rostro lleno de confusión por mi respuesta, me hizo ver que no sabía lo que estaba hablando. No lo entendía y yo empecé a pensar que ella no sabía nada del dinero, por lo que seguí insistiendo.
—¿Eso era lo que yo valía? ¿50 mil euros?
Sus ojos se abrieron por completo y luego tragó saliva, como si recordase algo del pasado. Pero miró al suelo para contestarme, ni siquiera me miró a los ojos y dijo;
—Si.
El dolor que produjo aquella palabra fue tal que el aire empezaba a faltarme. Necesitaba alejarme de ella y tomar aire fresco para renovar mis pulmones, pero no sabía cuando volvería a verla, y necesitaba seguir con aquella conversación.
Ambos lo necesitábamos, aunque ella no lo pensara.
Y, cuando volví a mirarla a los ojos, dije;
—Creí que me amabas.
Ella apretó la mandíbula, mientras evitaba mi mirada y el recuerdo del pasado, cuando ella trataba de evitar algo o decir una cosa que no era cierta, hacía ese mismo gesto que me estaba haciendo en ese momento.
—Necesitaba el dinero.
Y no la creí.
Juré que el dolor se esfumó y la tranquilidad volvió. Gracias a ese gesto que jamás cambiaría ella. Lo supe. Me estaba mintiendo y no sabía el porqué, que motivo, pero no creí a mi padre después de tanto tiempo creyendo que era así por la nula respuesta de ella. Y me equivoqué creyendo las palabras de un mentiroso.
Una pequeña sonrisa apareció en mis labios y dije;
—No te creo. La Leire que conozco no hace eso por dinero.
Sus ojos me miraron y preguntó con enfado;
—¿Y por qué me preguntas?
—Porque quiero saber la verdad.
Ella no me respondió, aunque tampoco esperaba que lo hiciera.
Esta no era una charla para tener en una galería y menos en un momento en el que ella fuese la que expusiera sus cuadros. Quería decirle que mantuviésemos esa conversación otro día, los 2 solos en algún lugar tranquilo, cuando los gritos de una niña sonaron por toda la galería y se acercó a Leire con alegría.
—¡Mami! ¡Mami! —La niña, de unos 6 años, se pegó a la joven de la que estaba enamorado y Leire se giró—. ¡Mira lo que me han regalado!
Me quedé estático mirando la escena, mientras Leire levantaba a la niña rubia y observaba el regalo de ella.
—Es precioso, mi vida —susurró Leire.
Y, cuando ella me miró, alarmada y temerosa de que supiese algo más, con su hija abrazada al cuello de ella, me dijo;
—Me alegro de verte, Miles.
Y así, sin más, se marchó corriendo de allí.
Mi voz se atragantó y cuando las vi marcharse, fue cuando reaccioné y corrí tras ellas, pero las personas que se amontonaban y chocaban conmigo en mi camino, no me hacían la vida más fácil.
Todas mis alertas se encendieron al ver aquella niña y todo aquel enfado se marchó, por el momento y, cuando por fin llegué a la calle, vi a Sara, Leire y aquella niña que se parecía a mí marchándose en aquel coche gris, huyendo de mí.
—¡Leire!
Grité, pero ya era demasiado tarde, porque el coche había arrancado y mi rodilla no estaba para correr demasiado.
Me quedé en medio de la carretera, con la imagen de Leire, abrazando a su hija y supe que habían muchas cosas más de las que imaginaba. Leire se había ido por más motivos que por aquel, no era por dinero, pero empezaba a pensar que era por algo más y una de ellas tenía que ser por la hija que teníamos en común.
Porque había que ser muy estúpido para no saber que esa niña era también mi hija.
Y me quedé peor de lo que estaba estos últimos años.
🌸
Y aquí tienen el primer capítulo de "In the nightfall".
¿Que les ha parecido?
¿Se lo esperaban?
¿Entiendes más a Miles o a Leire?
Nos leemos el sábado :3
Patri García
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