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🌸 D O S 🌸

Leire

Miré la taza de té que había preparado Sara para las 2. Y ni siquiera había probado ni un sorbo después de lo que había ocurrido en la galería.

La primera vez que podía ver mis cuadros expuestos en aquel lugar y jamás pensé que encontraría a Miles, tan cambiado, pero a la vez tan guapo como la primera vez que lo vi. Todavía no me creía que lo había visto y que había hablado con él, pero había pasado y yo solo trataba de asimilarlo.

Podía sentir la mirada de Sara sobre mí, con aquellas ganas de saber que ocurría dentro de mi cabeza. Habían pasado tantas cosas en estos últimos años que traté de no dejar espacio a Miles en mi mente, por mi propia salud y por mi hija.

¿Había hecho cosas mal? Si, muchas, sobre todo con Miles, quien no se merecía nada de todo esto. Pero cada vez que pensaba en él, el recuerdo de la conversación que tuve con el padre de él cruzaba mi cerebro. Solo había cumplido algo por el bien de alguien, sobre todo el de Miles. Al principio hui por cobarde, pero después de tener a mi hija, desaparecí para siempre. De tan solo pensar que aquel hombre me amenazara con quitarme a mi hija... No podía permitirme en pensar en aquello.

Y ahora solo pensaba en el hombre que aún seguía amando con locura. Pero verle aquella mirada de odio que me dedicó, era aún mucho más doloroso que el día que me fui de su vida.

—Algún día tenía que saberlo. Es el padre de Amaya —dijo Sara, tratando de quitarle hierro al asunto, pero las cosas solo se podían poner más feas a partir de ahora—. ¿Qué esperas?

¿Qué esperaba? Que Amaya siguiera conmigo, que nadie la separase de mí... Solo pedía eso.

Sabía que me veía fatal, triste, porque así me sentía. Pero el ver a Miles después de tantos años, de tantos obstáculos que tuve que pasar, consiguió que todos aquellos muros que creé para no recordar el pasado, se derrumbaran ladrillo a ladrillo. Tantos sentimientos volvieron a su lugar y aquellos hermosos ojos marinos me derritieron por completo.

Negué mientras seguía moviendo la bolsita de té dentro del vaso.

—No es por eso, Sara... Si por mi fuera, Miles lo hubiese sabido desde el día que lo supe. —Me sinceré con mi mejor amiga y compañera de casa—. Pero sabes que cuando me marché, no sabía que estaba embarazada de él hasta 3 semanas después.

Ella asintió por mi respuesta, porque había estado a mi lado siempre, desde el día que nos marchamos de Málaga para irnos a las afueras de Madrid, donde la tranquilidad habitaba.

—Han pasado 7 años —comenzó ella y mis ojos miraron la pequeña cocina mientras la escuchaba—. Ya el padre de Miles no puede amenazarte más y las cosas que conociste, se han ido solucionando.

Si, poco a poco, pero no del todo. Lo que descubrí me derrumbó por completo y lo que viví fue peor. Eso sumado a todas las cosas que el padre de Miles me decía en el peor momento que estaba pasando. Si tuviese ese hombre delante, no me hubiese comportado como hacía 7 años... Pero ahora tenía una hija y velaba por ella.

—Pero no es así... Tu no viste como me miraba... —susurré, mirándola a los ojos y recordando los ojos de Miles, todo lo contrario, a como lo conocí en aquellas puertas de la universidad—. Veía odio en él.

Y las lágrimas que aguantaba, salieron, recorriendo todas mis mejillas, dejando la taza a un lado y tapándome la cara para limpiármelas.

Sara me pasó una servilleta, mientras trataba de consolarme.

Ella estaba callada, escuchándome, dándome todo su apoyo y quería que fuese totalmente sincera conmigo y lo fue, como siempre. Nunca me defraudaba.

—Ya sois adultos. Queda con él, háblalo —contestó. —Joder, Miles, al ver a Amaya y su increíble parecido físico con él, sabrá que es su hija.

Asentí y luego le comenté el temor que más tenía desde que supe aquel día de hacía 7 años que iba a ser madre.

—El problema es el padre de Miles... Si él sabe que es su nieta, puede hacer todo lo posible por quitármela... —murmuré, para no despertar a mi pequeña que, nada más llegar a casa, cayó rendida en la cama—. Y Miles me odia ahora, más papeletas tengo para eso... No quiero perder a mi hija, Sara.

Sara negó repetidas veces y colocó su mano sobre la mía.

—No la vas a perder, confía en mí —susurró. —Es tanto tuya como mía, porque la hemos criado las 2. No te olvides de eso.

Asentí, con la mirada perdida y con mi cabeza dándole mil vueltas a todo este tema. Ojalá las cosas hubiesen sido distintas entre Miles y yo. Ojalá en vez de estar distanciados y él odiándome, a lo mejor haber estado el tiempo que predestinábamos a estar y habernos separados de una forma distinta... Aunque si por mi fuera, me hubiese gustado no separarme de él jamás.

Pero yo no decido sola, aunque esta decisión tuve que tomarla por temas obvios.

Observé como Sara mira hacia la parte de atrás, haciendo que arrugase la frente y me girara para ver que es lo que estaba ocurriendo, cuando veo a mi pequeña con su peluche favorito en sus manos y restregándose uno de sus ojos con la otra.

—¿De que hablan? —susurró con esa voz tan pequeña.

Miré a Sara, que movió los hombros y negué con la cabeza, volviendo a mirar a mi hija.

—De nada, cielo.

Amaya comenzó a caminar y yo la subí a mi regazo, haciendo que ella dejase su peluche sobre la mesa de la cocina.

Por la mirada de Sara, sabía que desaprobaba ese peluche de Amaya... Y bastante.

—¿Y tu que haces despierta? —preguntó mi amiga, acercando su rostro al de ella y arrugando su frente por aquel extraño peluche—. Que mal rollo me da ese muñeco... ¿No te pueden gustar otras cosas más infantiles?

Amaya volvió a tomar su peluche de Chucky y le sacó la lengua a su tía de una forma divertida que me hizo cambiar de humor.

En cambio, Sara se alejó por lo poco que le gustaba aquel peluche, jurando que una vez me dijo que tuvo pesadillas con la película.

—Mami, tita... ¿Quién era ese hombre de la galería?

Respiré hondo y sin la ayuda de mi mejor amiga, abracé un poco más a Amaya y dije;

—Alguien que conocí hace años.

—Parecía que estabais discutiendo.

De nuevo, la inteligencia de mi pequeña me asombraba demasiado.

Me quedé un rato callada, pensando en que responderle y, sin éxito, miré a Sara en busca de ayuda, pero ella tampoco sabía que decir.

Ni siquiera le había dicho a Amaya quien era su padre, no quería mentirle, pero tampoco podía decirle la verdad. Pero esperaba que, cuando fuera más mayor, contarle las cosas que ocurrían, lo que había pasado y esperar a que ella lo entendiera. Si ahora le decía quien era ese hombre, sin habérselo presentado, no quiero ni imaginarme como reaccionaría.

Entonces, Sara decidió acudir en mi ayuda.

—Por favor... Vaya con Chucky. No tengo solo que verlo cada viernes, sino también cada día.

Mi hija volvió a sacarle la lengua, haciéndome reír nuevamente.

—¿Es tu novio? —preguntó Amaya, rápidamente.

Y yo observé a Sara, alertada.

—Wow, no... —susurré.

Pero Sara no me ayudó con su respuesta;

—Fue un novio de tu madre.

Para mi sorpresa, Amaya rio y contestó juguetona;

—Se nota.

La relación entre Sara y mi hija era como de hermanas. Las 3 vivíamos juntas en la misma casa desde hacía 4 años y Sara nunca me dejó de lado en ningún momento. Me acompañó en todo mi embarazo y siempre, siempre, se lo voy a agradecer.

Jamás creí que tendría una amiga como Sara, tanto para lo bueno como para lo malo. Tantos años sola y ahora no quería imaginarme una vida sin mi mejor amiga. Pero la imagen de Miles volvió a mi mente y, al ver que las 2 no paraban de discutir sobre el peluche de la pequeña, decidí poner fin a aquella discusión sin sentido.

—Vale, suficiente. —Me dirigí a mi hija, levantándola de mi regazo para ponerla en el suelo—. A dormir, que mañana tienes clase.

—Jo... Eso no vale —dijo, haciendo pucheros.

Sara contestó;

—A dormir, enana.

La levanté, abrazándola para llevarla a la cama junto con su peluche favorito.

Subimos las escaleras y, al llegar a la habitación de Amaya, la acosté en su pequeña cama y la tapé con amor, mientras le daba su peluche para que durmiera con él.

—Buenas noches, cariño —susurré, besándola en la frente.

—Cántame una canción, mami.

Me senté a su lado, mientras mi pequeña tenía toda la atención puesta en mí y empecé a cantarle dulcemente, mientras poco a poco se iba quedando dormida. Sonreía viéndola así, abrazada a su peluche y empezando a caerle los parpados por cada frase que terminaba, hasta que quedó dormida en su pequeña cama.

Me acerqué a su frente para darle un beso y acabé por colocar mejor el edredón para taparla y me levanté, encontrándome a Sara mirando la escena desde la puerta.

Cerré la puerta y el rostro de mi amiga se convirtió en seriedad y sabía muy bien que es lo que quería decirme;

—Deberías hablar con él.

Asentí, pero no tenía nada claro.

🌸

Después de 2 meses tras subir el primer capítulo, aquí les traigo el segundo de ITN.

Siento si no soy nada constante con esta historia. Es una novela que lleva su tiempo escribirla y estoy con otra que es algo compleja, pero no por ello se van a quedar sin capítulos. Trataré de subir más y no hacerles esperar tanto para el siguiente capítulo.

¿Que les ha parecido?

¿Miles perdonará a Leire?

Nos leemos :3

Patri García

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