Capítulo VI
Nunca sabrás que te golpe, no me verás acercarme
Voy hacerte sufrir
Este infierno en el que me pusiste
Estoy debajo de tu piel, con el Diablo dentro
Nunca sabrás que te golpe.
Digital Daggers—The Devil within
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《Habéis oído que se dijo: ''OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE." 》
Mateo 5:38
≪En su mano derecha Yoon Gi sostenía la navaja de caza. Su mirada no podía desprender más que sed de venganza y sangre. Sólo debía hacer un movimiento y él estaría acabado. Y, eso, es exactamente lo que hizo; un sólo movimiento.≫
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El lunes llegó y Yoon Gi no pegó ojo. Cuando miró la hora en el teléfono y se dio cuenta de que la alarma estaba a punto de sonar, le dio un golpe y el aparato cayó al suelo abriéndose así la carcasa. Se sentía terrible, mareado y asqueado. Su madre había ido a hablar con él para disculparse por la borrachera que llevaba encima y por haberse ido sin darle señales de vida; pero lo que en realidad buscaba ella era una explicación a lo que había visto. No le gustaban los amigos de su hijo, ya se lo había dicho muchas veces, y Ji Min era el que peor le caía de todos porque sabía que andaba metido en cosas extrañas. Sus sospechas se despejaron cuando encontró esa bolsita plástica en el suelo, lo cual le dolió porque de inmediato recordó a su ex marido, aquel hombre violento y sin escrúpulos que tanto los maltrató a ambos por culpa de las drogas. Lo que más temía en la vida era que su hijo se transformara en un monstruo, y no podía permitir que personas como el joven Park Ji Min lo incitaran a seguir sus pasos.
Yoon Gi se levantó sin ganas, se dio una ducha rápida y se vistió todo de negro como si estuviera de luto. Cuando se acomodó un poco el pelo frente al espejo se vio demacrado, totalmente diferente. Sus ojeras eran muy oscuras y sus labios se veían partidos por la falta de hidratación.
Se lavó la cara varias veces y se limpió con la toalla; al volver la vista hacia el espejo se lo encontró al chico de los cuernos tras su espalda, con las manos metidas en los bolsillos y la expresión totalmente desinteresada.
—Hoy es un día ideal para cobrar tu venganza— le dijo, alzando una ceja y levantando levemente el extremo izquierdo de sus labios—¿No crees?
—¿Hoy? Estoy de la mierda— le contestó irritado por el dolor de cabeza que tenía encima. Se dio la vuelta para salir del aseo y volvió a su cuarto; allí tomó una chaqueta de cuero negra y se la colocó encima de la camiseta, después buscó sus auriculares, esos que estaban medio rotos y que sólo le permitían escuchar un lado— No es un buen día. Además ¿De dónde saliste Satanás? Si se puede saber.
—Llámame Jung Kook— le aclaró, sin quitar las manos de los bolsillos y sin darle una respuesta a su interrogante. Luego observó cómo el chico se encogía de hombros sin darle mucha importancia a lo que había dicho acerca de cómo debía de llamarlo.
El pelinegro, listo con todas las cosas en su mochila, bajó las escaleras sin importarle que el otro lo siguiera; le daba totalmente lo mismo su presencia. Se encontró entonces a su madre en la cocina, bebiendo un té con galletas. Los ojos de ambos, tan similares en rasgos, colisionaron. Ella hizo ruido al tomar de la taza y luego la bajó lentamente, aún seguía dolida por todo y odiaba pelear con su hijo. Cuando habló con él éste no le prestó mucha atención, parecía que solamente le asintió a todo lo que le dijo sin siquiera escucharla porque se pensó que seguía medio ebria.
La mujer abrió su boca para iniciar de nuevo una conversación, pero la expresión del pelinegro se veía terrible y sabía a la perfección que no estaba de humor. Cerró el paquete de galletitas y miró el reloj de plata que decoraba su muñeca, el cual era un regalo de uno de sus novios. Estaba cerca de la hora en la que salía camino a la oficina por lo que no tenía muchos minutos para malgastar tratando de que Yoon Gi comprendiera que estaba preocupada por él.
—Oye, Yoon Gi— se decidió a dirigirle la palabra, sin alzar mucho el tono de voz— ¿Vas a desayunar?
El joven se encogió de hombros una vez más dándole a entender que no le interesaba ni hablar con ella ni comer. Camino hacia la nevera sin siquiera mirarla a la cara tomó un poco de agua de una botella plástica y cerró bruscamente la puerta del aparato; Jung Kook, que había bajado el último escalón sin prisa alguna, se quedó mirando fijamente las expresiones de la joven mujer y luego al pelinegro.
—Yoon Gi...—lo volvió a llamar tomando mientras su cartera de imitación de color blanca.
—Mamá —se giró hacia ella con el ceño muy fruncido y cerró por un momento los ojos; le dolía la cabeza— No quiero hablar contigo, no ahora.
Los labios pintados de bordó de la mujer se escondieron hacia adentro, le dolía la actitud de su hijo, él no era así con ella. Siempre que peleaban se arreglaban en el transcurso de las pocas horas del día pero parecía que esa vez, debido al tema tan serio respecto a la droga, no iba a ser tan fácil entablar una conversación.
—Pues entonces cuando vuelvas de las clases— le insistió, guardando unos papeles en una carpeta rosada transparente y metiendo su teléfono en la cartera.
—¡No tenemos nada de lo que hablar!— la mano derecha de Yoon Gi se posó brusca sobre la encimera, haciendo que la taza y todo lo que tenía cerca vibrara— Ya viste todo ¿No?— se sobó luego la palma de la mano frotándola con la otra ya que le quedó un hormigueo después del golpe—Cuando dejes de tirarte a los viejos ricachones que se te crucen por el camino, quizás podamos hablar. Ahora me voy.
Al escucharlo, los ojos de su madre enseguida se aguaron; la hizo llorar. Ella se tapó la cara porque una de las muchas cosas que detestaba era que él la viera vulnerable ante cualquier cosa, se suponía que era una mujer fuerte. Pero las palabras de Yoon Gi eran filosas como cuchillos y a veces no se daba cuenta de lo mal que le caía a las personas tanta insensibilidad al hablar, su boca solamente parecía querer escupir espinas.
Salió apresurado de su hogar, volviendo a dar un fuerte portazo. No sabía qué le estaba pasando; tanta agresividad no era típica de su persona. Se despeinó bastante los cabellos con su mano y luego se colocó los auriculares, pero Jung Kook le apareció frente a sus narices impidiéndole avanzar. Lo miró de brazos cruzados como esperando el momento adecuado para abrir la boca y decirle algo.
—Tu madre es una mujer hermosa— le dijo de repente—.Se tomó un largo tiempo para maquillar su rostro, sobre todo para delinearse los ojos. Y tú vas y la haces llorar, le arruinaste su trabajo, Yoon Gi— dio un paso largo y se inclinó hasta su oído para susurrarle —Eres un mal hijo.
Lo que le dijo no le importaba en lo más mínimo porque lo sabía. Siempre pensó que había sido una mierda de persona, incluso antes de que su padre muriera por sobredosis. Volvió a subir y a bajar sus hombros en un gesto desinteresado y pasó a su lado casi chocando con él.
Jung Kook solamente volteó su cabeza para mirar la figura del chico desde atrás; esbozó una media sonrisa, guardó sus inmensas alas negras y sus cuernos fueron desapareciendo lentamente de su cabeza. Movió luego levemente su cuello de un lado a otro para hacer sonar sus vértebras y se peinó pasando los dedos con ambas manos por sus cabellos hacia atrás. Estaba listo para ser el compañero del pelinegro, para seguirlo allí a donde fuera.
Se apresuró a llegar hasta su lado y volvió a meter las manos en los bolsillos del pantalón; pero sus prendas ya no eran de etiqueta ni parecía que valían miles y miles de dólares. Todo su atuendo se transformó en algo casual y juvenil: unos jeans negros ajustados con roturas, botas militares negras, camiseta blanca común y arriba de ésta una chaqueta de cuero de color roja como la sangre.
Yoon Gi al notar lo que había hecho en tan pocos segundos detuvo sus pasos y viró su cabeza a la izquierda para verlo. Sus ojos se perdieron en la profundidad de esos iris negros y fulgentes, preguntándose dentro de su cabeza qué era lo que intentaría hacer con eso.
—¿Qué pretendes? —cuestionó, alzando una ceja.
—Acompañarte allí dónde tus pies vayan— sin siquiera mirarlo, dio unos pasos al frente para adelantarse un poco.
—Espera— lo detuvo torpemente, intentado agarrarlo de su chaqueta, pero Jung Kook no se molestó en voltearse a mirarlo— ¿Acaso los demás podrán verte?
—Sólo si quiero— tajante, le respondió con rapidez y luego volvió a caminar.
Yoon Gi no le dijo nada ante la contestación, movió su cabeza el dirección al camino que siempre tomaba para ir hacia la universidad y decidió apretar el botón de play en su teléfono después de abrir la carpeta de sus canciones.
Ambos caminaron sin siquiera dirigirse una palabra o mirarse, era como si no existiera la presencia del otro a su lado. Jung Kook mantenía el rostro serio y observaba a las personas que pasaban a su alrededor imaginando que les apuntaba con su dedo al azar para ver a cual de ellos podía quitarle el alma. Yoon Gi simplemente se había perdido en el ritmo y la letra de la canción, era lo único en su vida que lo mantenía distraído de todo.
Después de unos minutos de caminata, los pies de ambos se detuvieron al mismo tiempo en frente de la entrada. Jung Kook miró la fachada del edificio, era bastante grande y tenía una arquitectura algo moderna para su gusto; a través de la puerta podía ver a algunos alumnos caminar por los pasillos, y otros que se encontraban en el exterior pasaban a su lado para ingresar y lo miraban de reojo ya que nunca antes lo habían visto por allí. Podía oler cada alma que rozaba su espacio; la juventud, la energía y hasta la inocencia se colaba por su piel y lo hacía sentir sediento. Yoon Gi, por su parte, no tenía ganas de entrar, siempre que iba a alguna de las clases recordaba que tenía tarea pendiente y era regañado por los profesores; quien impartía las cátedras de patronaje era el peor, aquel viejo de cara amargada siempre estaba encima de él, mirando sus patrones de manera despreciable. Sabía muy bien que a Yoon Gi se le daba del asco coser y hacer patrones le costaba un poco, pero más que intentar darle una mano lo único que hacía era criticar sus técnicas. Incluso le decía en ocasiones que no veía pasión en lo que quería lograr y que porqué no mejor abandonaba la carrera.
Yoon Gi a veces lo quería ahorcar.
Suspiró, por unos largos segundos, tratando de calmar su mente y empujó entonces la puerta para ingresar. La primera clase la tenía en el piso de abajo, allí donde tenían guardadas todas las telas, conservándolas con la respectiva temperatura y ambiente que necesitaban. Debía atravesar el patio para llegar hasta el lugar y lo odiaba, odiaba tener que cruzar por allí porque siempre se lo encontraba a él. Y, justamente, ese era el momento al que Jung Kook quería llegar. Quería que Yoon Gi lo viera a los ojos, a esos despreciables ojos que sólo reflejaban falta de cariño por parte de sus padres. Antes de siquiera llegar hasta la puerta para bajar las escaleras, Jung Kook agarró con rapidez el brazo del pelinegro y éste casi se cayó hacia atrás al sentir que tironeó de su ropa.
—¿Qué coño haces?— furioso, se acomodó la chaqueta.
—Vamos, te dije que hoy era un día ideal para vengarte— movió sus ojos en dirección a aquel chico, quien estaba sentado en un banco charlando y riendo a carcajadas con su grupo de amigos— No desperdicies la oportunidad.
—¿Hmm?— Yoon Gi ladeó la cabeza, dejó de fruncir el ceño y siguió la mirada del otro hasta donde quería; arrugó su nariz y, a pesar de que no se sentía bien ni de humor, una sonrisa involuntaria se retrató en sus labios—¿Ahora?
—Te lo estoy sirviendo en bandeja de oro, Yoon Gi— le susurró— Sólo deja que te muestre cómo lo haremos.
Curioso por aquello, el pelinegro se quedó en silencio. Sus ojos se clavaron en los de Jung Kook por unos segundos y algo en su interior le provocó un escalofrío. Aquella sensación se volvió muy extraña, por un momento todo alrededor de ambos se volvió completamente negro. Los ojos profundos de Satanás no parpadearon, su cuerpo dio un gran paso al frente, chocando su rostro con el otro para así terminar metiéndose en su interior. Se acomodó dentro de ese frágil y raquítico cuerpo para ejecutar su próxima acción. Relamió sus labios, pero en realidad sintió cómo relamía los de Yoon Gi, quien en ese momento ya no estaba en la Tierra ni era consciente de lo que sucedía. Jung Kook poseyó su cuerpo y dado que su alma le pertenecía, podía manipularlo a su antojo, cuándo y dónde quisiera.
Dispuesto a darle su dulce venganza, movió sus pies en dirección a su objetivo. En cuanto los otros lo vieron acercarse, detuvieron de inmediato las risas y la conversación; se quedaron mirando a quien era ese chico callado, de mirada fría y que no les provocaba más que ganas de burlarse de él y su madre. Definitivamente, aquellos chicos no tenían idea de quién estaba frente a sus ojos.
—¿Qué haces Min Yoon Gi?— uno de los chicos que estaba a su lado lo miró furioso por interrumpirlos.
—Quiero hablar contigo— señaló al agresor, quien enseguida arrugó la frente y comenzó a reírse seguido por los otros.
—¿Qué dices? ¿Conmigo?— se levantó del banco apresurado y, cruzándose de brazos, se quedó parado frente a Yoon Gi— Pero... ¿Y la zorrita de tu mamá dónde está? —miró hacia todos lados—¡Oh, viniste sin mami!
El grupo de chicos que estaba al lado de ambos reía sin parar, entretenidos por ver lo que sucedería con Yoon Gi, aunque en realidad se hacían la idea de que se ganaría otra paliza, porque siempre era así. Era muy raro verlo hablar con Chung Ju de esa manera, nunca se acercaba a él a no ser que éste lo hubiese estado jodiendo durante el día para decirle que lo dejara en paz de una maldita vez. En esa ocasión su acercamiento fue muy sorpresivo.
Mientras que ambos se miraban, en el patio los otros alumnos también se fijaban en ellos, disimulados. Era tan típico ver a Yoon Gi y a Chung Ju generando conflicto que ya no les sorprendía nada. Pero particularmente uno de los que por allí pasaba, con su carpeta en mano, se quedó en la distancia observándolos. Ji Min estaba a punto de tomar rumbo hacia su edificio para cambiar de aula ya que las primeras horas solían ir a la de computación. No quería acercarse mucho debido a lo sucedido después de que Yoon Gi le confesara tal cosa, estaba muy confundido y avergonzado y las ganas de ir a defenderlo una vez más habían desaparecido.
—De verdad, solo quiero que hablemos— le insistió dado que parecía que prefería burlarse de él antes que ceder a su petición.
—Está bien— altanero, Chung Ju cedió. Volvió a reírse y escondió las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Pero aquí no, vamos a otro lado.
—Cuidado, Chung. Te quiere asesinar— bromeó uno de sus amigos, golpeando el hombro del chico.
El cuerpo de Yoon Gi comenzó a moverse en otra dirección, sin decir una palabra. Chung Ju hizo una mueca y torció su boca sin comprender qué pretendía, pero de todos modos lo siguió y sus amigos, al sentir el sonido de la campana, se marcharon dejándolos solos ¿Por qué iban a preocuparse por su amigo sabiendo que Min Yoon Gi era un debilucho?
Ambos caminaron hacia uno de esos espacios en el patio donde se escondían muchos alumnos rebeldes para poder fumar sin ser notados, y es que estaba prohibido. Además, allí Ji Min solía hacer sus intercambios por lo que cuando los vio caminando hacia su lugar, se dio cuenta de que algo no andaba bien. Los siguió, muy discretamente, tratando de esconderse en cada árbol que tenía cerca. Cuando los dos se detuvieron bajo uno que daba una gran sombra, se asomó a husmear qué era lo que sucedería; tragó saliva y se mordió los labios.
—Bien ¿Y ahora qué?— Chung Ju, impaciente por escuchar lo que fuera que quisiera decirle, rodó los ojos.
—Dios dice que hay que amar al prójimo— comenzó hablándole con una media sonrisa—, dice que tú y yo somos sus hijos, que somos hermanos. Comprendo que tu agresividad se debe a la falta de cariño de tus padres y quieres reflejar eso de algún modo golpeándome y burlándote de mí. Dios dice que debo perdonar. Pero...¿sabes una cosa?— dio unos pasos hacia el otro chico quien se veía perdido ante sus palabras y colocó ambas manos sobre sus hombros— Yo no creo en esa mierda que dice Dios— le mostró los dientes, sus filosos dientes—, porque no soy él.
—¿Qué mierda estás diciendo? ¿Estás loco o qué?
—¿Loco? Estaría loco si dejara pasar esta oportunidad— comenzó a reír al ver la cara de pavor del chico y apretó sus dedos sobre su ropa; sacó sus puntiagudas uñas y le atravesó la carne perforando profundamente y escuchando su grito de dolor. Hizo aparecer luego sus cuernos de cabra y sus enormes alas, extendiéndolas—. Saluda a Satanás, Chung Ju.
El aire se volvió caliente, pesado. Las plumas negras cayeron sobre el césped al hacer un violento aleteo que, en cuestión de segundos, transformó toda la escena en una completamente caótica.
La universidad, el patio, todo desapareció. Ahora, los tres se veían de pie sobre una terreno rocoso de tierra de tonalidades casi ocre; todo alrededor estaba destruido, grandes edificios colapsados, puentes caídos, llamas por doquier. Criaturas deformes que emitían todo tipo de sonidos se mezclaban con los chillidos y murmullos de auxilio de sombras con aspecto humano que se abrazaban, otras se golpeaban y unas cuantas se entrelazaban emitiendo gemidos. Jung Kook salió del cuerpo de Yoon Gi y éste se cayó de rodillas, golpeándose debido a la dureza del terreno. Sus manos lo ayudaron a apoyarse, pero se quemaron al tocar la tierra.
—¡¿QUÉ MIERDA ES ESTO?!—Chung Ju cayó de espaldas, totalmente asustado. Ni siquiera decir que se sentía aterrorizado por lo que veía era suficiente. Le faltaba el aire.
Jung Kook, quien movía levemente las alas, se acercó a Yoon Gi y lo agarró bruscamente de la chaqueta obligándolo a levantarse. En su mano derecha, sobre la palma de su mano, apareció una navaja no muy larga pero de cuchilla ancha y cuyo filo seguramente podría cortar hasta el aire. Se la dejó al otro, y con su obscura mirada demoníaca le miró la boca, la cual parecía querer decir algo.
—¿Dónde...?— el pelinegro estaba mareado y desorientado, como siempre. Aquel lugar era horrible, tanto como las alucinaciones que tenía cuando se drogaba. Parecía todo tan real...
—Bienvenido a mi mundo— le susurró al otro sobre la boca, dejándole una leve mordida en el labio inferior—. Aquí todo pecado está exento de culpa. Si quieres hacer algo, sólo disfrútalo. Vamos, Yoon Gi... encárgate de esa puta.
La navaja que le entregó se cerró en su mano, apretó el mango con rabia y miró a su agresor. Le gustaba verlo tan débil, vulnerable ¿Él se habría visto así en cada ocasión que le dio una paliza? Le dolían sus golpes, los moretones, los cortes... Y las palabras. Yoon Gi fue invadido por una terrible ansiedad, una que le carcomía el cuerpo, estaba sediento y necesitaba hacer uso del filo de ese elemento para descargar todo su odio. No le dio la más mínima importancia al lugar donde se encontraban, sus ojos se inyectaron de cólera, se volvieron oscuros dilatándose así sus pupilas. Se movió hacia el chico, a pasos lentos, luego más rápidos; finalmente corrió y saltó sobre él.
Lo miró con odio y asco, pero le mostró una sonrisa.
—¡Dios, Dios!—volvió a gritar el otro.
—¡Dios no te va a salvar!— Jung Kook comenzó a reírse a carcajadas al escucharlo. Iba a disfrutar mucho de aquel espectáculo.
En su mano derecha Yoon Gi sostenía la navaja de caza. Su mirada no podía desprender más que sed de venganza y sangre. Sólo debía hacer un movimiento y él estaría acabado. Y, eso, es exactamente lo que hizo; un sólo movimiento.
Clavó la mirada en esa yugular y pasó por allí el filo de la cuchilla deleitando sus ojos con el color rojo brotando a chorros y salpicando su cara, sus manos... La profundidad con la que lo cortó fue precisa, la piel se abrió dejando un camino para ver esa hermosa cascada rubí caer.
Los ojos de Chang Ju se perdieron en los de Yoon Gi. Sus labios se entreabrieron, pero no podía pronunciar ni una sola palabra.
Le quedaban como mucho cinco minutos de vida hasta morir desangrado.
Yoon Gi volvió a clavar repentinamente la navaja en el mismo lugar, dejándola allí enterrada. Acercó su oído a los labios del chico y trató de escuchar qué quería decirle.
—¿Cómo dices?— arrugó la frente exagerado y luego alzó ambas cejas— ¿"Lo siento mucho por todo lo que te hice sufrir"? ¿Eso dijiste?— se alejó de sus labios y sacó la navaja después de girarla un poco allí donde la había incrustado— Es un poco tarde para disculparse maldito hijo de puta.
Yoon Gi quería hacer un hueco allí, uno grande. Removió la cuchilla haciendo círculos que iban en una dirección y volvían en la otra. Estaba jodidamente loco mientras veía cómo se abría paso entre las carne de ese cuello que ya estaba completamente pintado.
—¡Bravo!— Jung Kook aplaudió sutil alentando y motivando aún más la cólera del chico— ¿Verdad que es excitante?
—¡SÍ, JODER!
Totalmente satisfecho por ver a Yoon Gi tan sumido en la ira y perdido en su sed, Jung Kook se acercó para ver más de cerca la escena del crimen. Se quedó en cuclillas y analizó la herida. Estaba orgulloso de saber que había ido más allá de un corte; comprobó entonces que Yoon Gi fuera de sí podía ser muy peligroso y eso le gustaba mucho. Lo miró y lo agarró del mentón apretando los dedos hasta sentirle el hueso.
—Ahora deja que se encarguen de su degustación —le sonrió perverso y lo besó en la boca dejándole su saliva al despegarse—. Vaya, creo que me volveré adicto a esto.
La mirada del chico se tornó distinta después de recibir aquel beso que para nada se esperó. Le quemó los labios y pasó allí sus dedos manchados de sangre. Luego fue impulsado hacia arriba para pararse; el otro lo sostuvo del cuello de su chaqueta negra acercándolo a su cuerpo. Al instante, Jung Kook humedeció sus labios para emitir un fuerte silbido llamando así a unos de sus muchos siervos del Averno; aquel ser de apariencia humana pero con notorias características demoniacas en ciertas partes de su anatomía, se apresuró al llamado de su Señor y éste le señaló el cuerpo casi sin vida de quien yacía en el suelo sobre un manto rojo.
—Ojo por ojo— dijo el de los cuernos, provocando un eco a su alrededor; la criatura metió sus dedos en lo profundo de las cavidades orbitarias haciendo presión con sus deformes dedos para luego tomar cada uno de los ojos y arrancarlos de su lugar, metiéndolos así a su boca y masticando, reventándolos— Y diente por diente— luego los tragó.
Después de dejar un hueco oscuro por donde la sangre desbordaba hasta manchar la tierra, el demonio gruñó y comenzó a arrancarle pedazos de carne del rostro con sus uñas como si quisiera escarbar en ella. Se relamía con cada pedazo desgarrado que se llevaba a su boca, provocando a quien miraba desde la distancia unas terribles ganas de vomitar. Concretamente el estómago de Yoon Gi se revolvió violento, le repugnó lo que veía de repente, como si hubiese vuelto a la realidad saliendo de sus retorcidos pensamientos. Quiso vomitar, pero Jung Kook se sintió molesto por eso y lo obligó a mirar lo que hacía su siervo, el cual posteriormente de saciar su hambre, se abalanzó una vez más sobre el cuerpo inerte arrancándole las prendas para satisfacer la lascivia.
—Esto no es nada— le habló sobre el oído, pegándolo más hacia él—.Haremos cosas más entretenidas en un futuro próximo.
Sin nada más qué decirle, su escalofriante carcajada volvió a colarse en los oídos del pelinegro, quien sintió la necesidad de taparse con ambas manos teniendo la sensación de que sus tímpanos reventarían.
Aquellas enormes alas negras dieron otro violento y seco aleteo que en menos de dos segundos los volvió a llevar a la realidad, allí en el patio donde se encontraban; pero Chung Ju no estaba, su cuerpo desapareció. Yoon Gi estaba mareado, se volvió a caer debido a la inestabilidad de sus piernas y se pegó fuertemente la cabeza con el suelo, quedando allí inconsciente. Jung Kook, que apareció unos segundos después lo miró divertido y le movió la cabeza con el pie para verle el rostro.
—Eres realmente patético— dio media vuelta después de largar sus despreciables palabras y sonrió de lado al ver esos ojos que lo observaban asustados tras el tronco de un árbol. Ji Min se quedó petrificado, ni siquiera podía respirar— ¿Y tú qué miras sabandija?
El chico de cabello rubio comenzó a temblar como una hoja. Su cuerpo quería salir corriendo, escapar lejos de lo que acababa de ver; intentó moverse en dirección opuesta para salir como un perro asustado, pero Jung Kook era mucho más ágil; lo agarró del cuello y lo escaneó un poco con la mirada.
—Dulces sueños.
Ji Min vio borroso, sus ojos se cerraron y sintió cómo iba cayendo al suelo. Le pasó exactamente lo mismo que a Yoon Gi, su cabeza se golpeó contra el suelo y quedó allí inconsciente con el cuerpo doblado y su carpeta tirada cerca de sus manos.
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