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Capítulo V

Cuando estés arriba ¿Por quién volarás?

Cuando paseas ¿Por quién pasearás?

Cuando estés quemado ¿Por quién beberás?

Cuando juegas, tienes que lidiar con el Diablo.

Pop Evil—Deal with the Devil

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Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz.

Corintios 11:14

Los dos estaban ahí, metidos en la bañera, frente a frente.

Yoon Gi se pasó las manos por la cara, hundió sus ojos con la sensación de que éstos quedarían aplastados dentro de su cavidad ocular en lo más profundo de ésta. Su cuerpo desnudo había comenzado a tiritar, el agua de la bañera de repente se tornó helada; al quitar las manos de su rostro volvió a ver esa cara desconocida que lo seguía observando, lo analizaba y parecía querer leerle la mente.

No se dejó engañar por lo que su cerebro le mostraba, porque para él era obvio que estaba alucinando. Recordaba haber tragado una pastilla y aún sentía un poco el efecto de ella en su cuerpo, pero de la euforia y exaltación pasó a sentirse débil y relajado. Ya no tenía las fuerzas necesarias para levantarse de esa bañera y alejar su cuerpo de la temperatura del agua que tan mal le estaba haciendo.

El chico de los cuernos de cabra ladeó la cabeza, al mismo tiempo que se acercó hacia el rostro contrario. El traje que vestía estaba mojado por completo, pero sólo de la mitad de su pecho hacia abajo. Torció apenas su boca viéndose disgustado por el sujeto que tenía frente a sus negras pupilas, le repugnaba la gente así. Eran penosos,  los típicos mortales que se creían que iban a solucionarse la vida tratando de hacer pactos con él o pidiéndole favores.

Que pandilla de ilusos.

El cuerpo de Yoon Gi y su cerebro no coordinaban bien, sus manos resbalaron en cuanto intentó salir de la bañera, todo lo sentía extraño. De un momento a otro incluso comenzó a ver todo el ambiente de tonos rojizos y azules intensos, como si hubiera aplicado algún filtro a su visión.

—Mírate, eres penoso...—su profunda voz hizo eco dentro de la mente de Yoon Gi; lo tomó por la barbilla y le movió la cabeza un poco hacia un lado y luego hacia el otro, inspeccionándolo cual doctor— Las drogas te tienen muy mal por lo que veo ¿Querías acabar con tu patética vida? Porque puedo ayudarte con eso.

Sin decirle nada más, aquella mano que lo sostuvo unos pocos segundos de su barbilla subió hasta la parte superior de su cabeza; posó toda la palma allí y luego apretó enredando los cabellos negros mojados en sus dedos. Sonrió antes de hacer su cometido y luego hundió aquella cabeza bajo el agua fría con violencia. Mientras que sentía la poca fuerza que ejercía aquel chico para poder salir, reía.

Su risa de satisfacción resonó en aquel cuarto de baño, mezclándose con los chapoteos débiles de las manos de Yoon Gi por zafarse, tomándose de los bordes con toda la fuerza que podía.

Después de casi un minuto hundiendo esa cabeza, lo volvió a subir de golpe y lo soltó. Se echó hacia atrás y reposó, cómodo,  sus codos en el borde de la bañera.

—¿Qué tal fue la sensación?—dicho eso pasó la lengua por sus dientes, haciendo ruido—No es tan difícil suicidarse, sólo hay que tener un poco de huevos y a ti parece que te faltan muchos.

Yoon Gi estaba aturdido, después de sacar su cabeza de la profundidad tosió y escupió agua hacia el suelo de baldosa. Tomó aire varias veces, acelerado. Su corazón latía como si hubiera sido atacado nuevamente por una taquicardia. Cuando logró recomponerse un poco, dejó su cabeza agachada, apuntando hacia afuera de la bañera pero sus ojos dieron un leve recorrido hacia su costado izquierdo para ver a ese extraño ser.

—Sal de mi cabeza—le dijo, jadeante—¡SAL DE MI CABEZA!

—¿Que salga de tu cabeza?—soltó una fuerte risotada que hizo que el otro se girara completamente hacia él— Ten un poco más de respeto, estás hablando con el rey del infierno. Además—alzó su pie derecho para ponerlo sobre la cara del otro y así empujarlo—A mi nadie me levanta el tono de voz

—Agh...—Yoon Gi se quejó y se tapó la cara otra vez.

El otro se levantó de la bañera, sacó ambos pies y todo el traje negro que vestía chorreó agua. Dio unos pasos hasta verse frente al espejo; se miró los dientes, se acomodó el pelo y seguido alzó su mano derecha, hizo un sonoro chasquido con su pulgar y corazón y su ropa se vio seca e impecable como la tenía antes de haberse metido al agua. Sonrió y se fijó en su dentadura tan puntiaguda, pasó por allí su lengua sintiendo lo afiliado que estaban los dientes.

—Me apuesto lo que sea a que ni siquiera sabes qué favores vas a pedirme—lo miró a través del espejo—.Los mortales se toman todo a broma, sobre todo los adolescentes, son unos ineptos—remarcó aquella última palabra con notorio asco. Dio media vuelta y se apoyó con una mano sobre el mueble mirando al chico que seguía más aturdido que antes—Min Yoon Gi, habla.

El chico clavó sus ojos en él pero no sabía qué contestarle, era como si sus cuerdas vocales hubieran sido atadas en un fuerte nudo para no dejarlo hablar. Además quería salir de la bañera, tenía mucho frío. Puso sus manos en el borde e intentó, una vez más, salir de ahí. A duras penas lo consiguió pero una vez fuera sus piernas flaquearon y cayó debido a que el piso estaba resbaladizo por todo el agua. Se mantuvo con la cabeza gacha mirando sus manos temblorosas que trataban de sostener parte de su cuerpo para no caer de lleno y desplomarse.

—Es imposible, no existes— dijo Yoon Gi apenas alzando su voz; luego comenzó a reírse— Eres una alucinación.

—Mmm...—el otro pelinegro de cabellos alborotados hizo un largo sonido con su boca. Dio pasos lentos hasta el chico y una vez los suficientemente cerca, se quedó en cuclillas. Lo agarró otra vez de sus hebras azabaches y levantó su cabeza para que lo mirara— Estoy frente a tus ojos, mírame bien. Mira mis cuernos, mis dientes y mis alas— al nombrarlas éstas aparecieron de repente, extendiéndose a ambos lados de su cuerpo, negras e imponentes en tamaño—Yo soy Satanás. Tú,  Min Yoon Gi, me invocaste y firmaste un pacto conmigo con tu asquerosa sangre.

Como si el sueño quisiera atraparlo, los párpados de Yoon Gi caían sin control y volvían a subir rápidos. Miró muy fijamente a esos ojos completamente negros como el fondo de un pozo y frunció levemente las cejas hacia abajo. Seguía pensando que lo que veía no era real, no era posible que ese ritual hubiera funcionado, él no creía en esas cosas, no tenía sentido lo que veía y escuchaba. Aquel chico debía de ser parte de sus alucinaciones por lo que después de un rato rio incrédulo con su boca abierta.

Las manos temblorosas con las que aún se sostenía no pudieron ayudarlo en el momento en que el otro soltó bruscamente sus cabellos. Cayó por completo al suelo y sintió el agua que había allí salpicar al tocarlo con su cara. Yoon Gi estaba muy drogado y sus sentidos no estaban para nada despiertos.

El mismísimo Satanás lo estaba juzgando con la mirada; Una vez más había sido invocado por un pobre miserable y bueno para nada que no tenía idea de dónde se había metido. El alma de aquel chico era débil y apenas le serviría para algo, pero al menos le resultaba atractivo. Solamente podía pensar en sacar provecho de lo que veía físicamente; le parecía un joven hermoso, de una apariencia muy estética con un estilo algo grunge. La última persona que hizo un pacto con él había durado menos de que creyó; una chica joven, de unos veinte años que estuvo internada por un tratamiento para el cáncer pensó que sería su salvación invocarlo para pedirle el favor de que se deshiciera de la enfermedad; un gran error.

—Mierda—Yoon Gi se quejó, apretando sus dientes. Le era difícil poder levantarse pero logró sentarse en el suelo. Aún tenía frío pero eso no era impedimento alguno para centrarse en él.

—No esperaré mucho más a que me pidas los favores— se levantó de golpe e hizo un movimiento brusco con las alas haciendo que cayeran algunas plumas negras sobre el suelo y  otras dentro de la bañera—. Supongo que como el drogadicto que eres querrás más de tu droga ¿Me equivoco?

—¿Me darías más? —Yoon Gi se agarró la cabeza del lado derecho y sin dejar de mirarlo hizo notar su desesperación al oírlo hablar de eso.

—Claro— la mano del chico de los cuernos se alzó hasta la mitad de su pecho, extendió los dedos para dejar su palma libre y apareció sobre ésta una gran cantidad de polvo blanco; luego apareció mucho más y todo comenzó caer al suelo como si se tratara de una cascada— ¿Suficiente?

—¡Joder!

La expresión de Yoon Gi era como la de un niño sorprendido al ver un truco de magia. Se arrastró como un desquiciado hacia aquella nieve y la probó con su lengua. Era buena.

El otro sonrió mostrando sus dientes en punta y se agachó una vez más para quedar a la altura de ese cuerpo delgado casi anoréxico que seguía en la total desnudez. Tomó un poco con su mano y la puso en la punta de su lengua para probarla también.

—Cómo te gusta esta mierda ¿Verdad? La adicción es muy peligrosa, pero mientras los haces te diviertes— tomó otra gran cantidad en su mano cual polvos pica pica y lo volvió a colocar sobre su lengua. Agarró al otro pelinegro por la nuca y se lo acercó a la boca para pasarle la sustancia a su cavidad bucal. Sus lenguas chocaron, encontrándose entre saliva y el sabor de la nieve— Mmm...

Aquel pase de sustancia no duró mucho en terminar en otra cosa; Yoon Gi tragó el estupefaciente pero el otro lo seguía sosteniendo de la nuca con ahínco y parecía que no se quería despegar de su boca; sentía su lengua enredándose con la otra con desesperación como si siguiera excitado a causa del éxtasis. Pero no era posible porque el efecto se había trasformado en otra cosa, ya no estaba exaltado ni con energías,  al contrario.

Aquel beso siguió por bastante rato, y si bien Yoon Gi estaba mareado se dejó porque le era difícil resistirse a tal cosa. Era uno de esos besos sucios y vulgares que a él le gustaban, de esos que se daba con Ji Min. Claro que aquel no era Ji Min, ni siquiera creía que fuera real pero no le importaba porque del frío que había estado sintiendo el calor le subió con rapidez, como vivas llamas desprendiéndose desde el suelo hasta su cabeza.

—Bien, primer favor terminado— ambos se habían despegado para respirar, el de cabellos despeinados chasqueó sus dedos y toda la blanca nieve desapareció —Siguiente.

—¿Cómo? —la boca de Yoon Gi quedó entreabierta,  se había quedado con ganas de más. Se apretó los ojos y los volvió a abrir — Entonces eres real ¡Maldita sea! No, espera... — necesitaba ver una vez más aquello, ese truco de magia que había hecho no podía ser real— Haz eso de nuevo.

—¿Darte un morreo?—preguntó con una sonrisa de medio lado, relamiéndose.

—No, haz que aparezca de nuevo— Yoon Gi se arrastró por el suelo y lo agarró por las rodillas, apretando en sus manos la tela del traje.

—No— lo empujó con ambas manos y lo hizo caer de espaldas— Ese fue un favor, ya lo malgastaste— rio, escogiéndose de hombros— ¿Tú qué te piensas? No tengo todo el maldito día para estar haciéndote favores.

—¿Pues que mierda de Satanás eres?—fastidioso por no obtener más de su necesidad, Yoon Gi frunció el entrecejo y se levantó del suelo, ayudándose para sostenerse de los bordes de la bañera— ¿Y qué es lo que dijiste de un pacto? Yo no hice nada de eso.

Al escuchar esto último el joven de alas negras rio enérgico, volvía a suceder lo de siempre. Yoon Gi no terminaba de comprender que el ritual que había hecho fue para pactar con Satanás y así pedirle favores, y accidentalmente debido a su hemorragia la sangre que chorreó de su nariz había caído sobre el papel de la oración a modo de firma. 

—Primero me alzas la voz y ahora me faltas el respeto, eres un insolente— lo agarró del cuello y apretó sus dedos en él asfixiándolo—. Tu sangre selló el pacto en la oración—le explicó entre dientes, algo molesto—. Fue una pena que tu noviecito no usara su sangre también, habría matado dos pájaros de un tiro y ahora tendría dos almas juntas para mi deleite. Una lástima— lo soltó de golpe y luego hizo un leve movimiento de cuello haciendo que sonaran sus vértebras—. Entiende que ahora me perteneces, tu alma es mía a cambio de favores ¿Qué más quieres Yoon Gi? ¿Dinero? ¿Conocimiento? Vamos, no vas a durar mucho, aprovecha.

Yoon Gi se puso a pensar en ello, y ciertamente tenía razón en que no iba a durar mucho. Su cuerpo cada vez se sentía peor, la adicción ya se hizo su mejor amiga y en la universidad no tenía mucho para dar, sus notas daban asco. Suponía entonces que si era cierto lo que estaba viviendo debía de aprovechar la oportunidad, al fin y al cabo el tiempo que le quedaba podía vivirlo al máximo sin preocupaciones. Teniendo en frente al mismísimo Satanás para cumplirle favores ¿Para qué suicidarse tan pronto? Tenía varias cosas en mente que siempre deseó y nunca pudo lograr. Quería tener dinero, saber qué se sentía nadar entre billetes porque desde niño sus padres habían trabajado demasiado duro para poder subsistir y mantenerlo, y ahora con su madre soltera buscando viejos ricachones no le hacía una pizca de gracia. Podría darle a ella lo que siempre necesitó, mimarla como nunca lo pudo hacer. También podría cumplir su sueño de ser un diseñador famoso. Amaba su carrera y todo lo que tenía que ver con la moda, pero era un asco a la hora de sentarse en frente de la máquina de coser, se le daba mejor diseñar. Entonces, pensando en todo eso, movió levemente su cabeza afirmando decidido los favores que le pediría.

—Está bien— lo miró con determinación y tragó saliva un tanto nervioso—Dame dinero y hazme el mejor diseñador de toda Corea del Sur.

—Ah...—el otro alzó una ceja y arrugó la frente—Que deseos más aburridos ¿No quieres matar a alguien mejor? —Yoon Gi negó con la cabeza, pero luego pensó rápidamente en ese tipo que tanto lo había jodido—Sí, sé que hay alguien ¿Verdad que sí?

—Sí, ese hijo de puta.

—La venganza es lo más dulce y placentero que puede haber en este mundo— le dijo curvando sus labios hacia arriba y cruzándose de brazos—Te sentirás plenamente lleno cuando desgarres sus entrañas y lo veas sufrir escuchando sus súplicas de compasión ¿Qué te parece eso, Yoon Gi?

El pelinegro se vio invadido por las sensaciones que su imaginación le provocaba; siempre quiso ver sufrir a ese cabrón, ese que tanto lo molestaba, ese que tanto lo golpeó sin motivo. No iba a negar que en un rincón de su mente se escondían esos pensamientos retorcidos y psicópatas, pero claro que nunca pudo llevarlos a cabo por miedo. Estaba dispuesto a dar un paso adelante y la forma en la que lo haría ya ni siquiera le importaba ¿Darle una paliza? Demasiado flojo para él y para lo que en realidad se merecía, sobre todo al pensar en esa vez que arrastró a su pobre madre de los pelos cuando ella trató de defenderlo ¿Qué clase de basura de la humanidad hacia algo así? En su cabeza pasaron muchas escenas que nunca se imaginó, una horribles y sangrientas que cualquiera que pudiera leerle la mente saldría corriendo de su lado por pavor. Sus labios dibujaron una sonrisa, una macabra que dejó fascinado al chico de los cuernos; él ya estaba relamiéndose y regocijándose pensando en lo que sucedería más adelante, iba a ser muy divertido.

De un momento a otro, ambos se dejaron de mirar entre sonrisas malévolas al escuchar el tono de timbre del teléfono de Yoon Gi, el cual estaba ahí en el baño. Se fijó quién estaba llamando a esa hora y al ver el nombre de Ji Min frunció el ceño sin comprender por qué después de haberse ido hacía prácticamente nada quería hablarle. Atendió con pocas ganas mientras el otro lo miraba con la cabeza inclinada hacia un lado.

—¿Qué pasa?— preguntó de mala gana.

—Yoon Gi, perdón. No quise irme así de repente, sé que la escena con tu madre fue algo incómoda pero creo que no debí de dejarte solo— Ji Min estaba en un taxi, camino a su casa. Le dolía la cabeza al igual que a Yoon Gi— ¿Estás bien?

—Olvídalo, ella siempre hace lo mismo— se encogió de hombros y pasó a apoyarse sobre el lavamanos mirando su figura desnuda en el espejo y, tras su espalda, los ojos negros del otro observándolo seriamente.

—Dile que quieres tener una relación estable— escuchó la voz profunda del chico alado, exigente y apurado. Yoon Gi no entendió por qué de repente le dijo eso y lo miró desorientado— Vamos, dile.

—Ya, me imagino— Ji Min suspiró pesado y se quedó un buen rato esperando ya que al otro lado de la línea todo quedó en silencio— ¿Yoon Gi?

Los dos que seguía ahí metidos en el baño se miraron fijamente sin parpadear. El pelinegro se quedó mudo ante tal exigencia del otro, quiso pedirle una explicación pero de pronto su boca se abrió sola y sus cuerdas vocales desprendieron palabras que no quería decir voluntariamente; los labios de Satanás se movieron y al mismo tiempo lo hicieron los de Yoon Gi, como si se tratara de una marioneta.

—Ji Min, quiero que salgamos, seriamente— dijo finalmente sin su consentimiento, abriendo los ojos sorprendido por el poder que tenía el otro sobre su cuerpo y voluntad.

—¿Qué dices?— el rubio rio, pero sintió que el corazón le dejó de latir por unos segundos—¿Quieres que seamos novios?—se mordió el labio con fuerza al preguntarle y se miró en el espejo retrovisor interior cómo sus mejillas se tornaron rojas— Yoon Gi, no juegues conmigo, ya sé cómo eres.

—Lo digo en serio—volvió a hablar siendo manipulado por el otro—.Te amo.

Al escuchar esas dos palabras, Ji Min cortó el teléfono nervioso. No podía ser cierto que le dijera eso, Yoon Gi nunca le decía a nadie que lo amaba, sólo buscaba cosas de una noche o si tenía alguna relación no duraba casi nada porque era un maldito cabrón sin sentimientos; Ji Min lo sabía perfectamente y el dejarse arrastrar hasta su cama sólo era pasajero. Iba a dolerle, era consciente, porque en realidad le gustaba. No supo cómo debía de reaccionar, pero sí sabía que si no se calmaba le explotaría el corazón.

—¡Me cago en la puta!— se quejó Yoon Gi al escucharse decir eso. Miró al otro lleno de ira sin entender qué trataba de hacer— ¡¿Qué mierda haces?!

—Oh... ¿No lo amas?—tapó su boca con una mano en un gesto inocente— Vaya, que pena, sólo quería ayudarte a sacar afuera tus sentimientos.

Yoon Gi se agarró de los cabellos, otra vez volvía a sentirse molesto y confundido por todo. Tenía unas ganas incontrolables de golpear a ese ser demoníaco que tenía frente a sus ojos, pero sabía muy bien que si lo tocaba podría hacerle cualquier cosa ¿Pero qué era peor que confundir a su amigo? ¿Qué mierda iba a hacer ahora? Se quedó mirándolo con los ojos entrecerrados y deseando que eso no hubiera pasado mientras tanto el mismísimo Diablo reía y su sonido hacía un doble eco en la habitación del baño.

En ese momento Yoon Gi había dado un paso hacia las puertas del infierno y no podría volver atrás por mucho que quisiera. Estaba condenado a lidiar con el Diablo.


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