Capítulo II
Estoy viendo la subida y la caída de mi salvación.
Hay tanta mierda que me rodea
Que falta de compasión
Pero pensé que todo sería diversión y juegos.
En cambio, todo es lo mismo.
Quiero hacer algo.
Necesito sentir la enfermedad en ti.
Korn -Make me bad
[Advertencia: YoonMin]
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Eran las nueve de la mañana de un horrendo jueves. El tiempo estaba indeciso, no se sabía si saldría el sol o se desataría la tormenta. La ventana del cuarto estaba abierta de par en par y se azotaba por el fuerte viento. Las cortinas de tela de popelina de color beige se movían de forma violenta. Las hojas y la suciedad de la calle entraron sin permiso a la habitación. Yoon Gi se estaba vistiendo, sin ninguna gana; se puso lo de siempre, unos jeans y una camiseta negra, todo en su armario era de colores apagados y tristes.
Tenía que darse prisa porque se había saltado una clase por culpa del sueño. En la madrugada se quedó estudiando durante unas cuatro horas ya que tenía un importante examen y lo cierto es que no había leído ni una maldita página los días anteriores. Además, ni siquiera tenía bocetos hechos de los diseños que debía de presentar para la asignatura más relevante de la carrera. En definitiva, Yoon Gi creía que ese año le iba a ir todo para la mierda. Pero no se podía quejar porque lo hizo siendo consciente, aunque de todos modos sentía algo de culpabilidad de estar más pendiente de otras cosas que no fueran sus estudios.
Se miró al espejo una última vez antes de abandonar el cuarto y cerrar la ventana (sólo por si las moscas) y se despeinó los cabellos; odiaba verse prolijo porque parecía un paleto y eso le daba pie a los burlones para insultarlo.
Su madre ya había salido camino al trabajo, por lo que aprovechó el momento en la cocina para hacerlo de nuevo. No pensaba que aquella droga fuera a atraparlo una vez más tan rápido, y si bien sabía que ir en ese estado a las clases no era lo más responsable del mundo, de igual modo lo aspiró con su nariz. En la noche también lo había hecho y a causa de ello las letras del libro de texto se le distorsionaron y comenzó a leer cosas extrañas que no tenían ningún sentido. Se estaba autodestruyendo de a poco y lo sabía muy bien.
Tomó un rápido café tibio y salió casi corriendo a la universidad, tenía unos veinte minutos para llegar. Solía irse caminando con Ji Min ya que éste vivía cerca de su casa, pero a veces tenían horarios muy diferentes y no coincidían.
Antes de salir de la casa, se colocó sus auriculares y apretó el botón de play para escuchar sus canciones favoritas e ignorar el mundo a su alrededor. Cada vez que caminaba por la calle sentía que la gente lo miraba y no sabía si era realmente así o es que estaba delirando, pero de cualquier forma le molestaba mucho y desviaba la mirada hacia el suelo. Era como sentirse juzgado por extraños que ni sabían quién era.
Pasaron exactamente diecinueve minutos cuando sus pies tocaron la escalera del establecimiento para poder ingresar, y dentro de poco sonaría el timbre para la próxima clase. No había nadie a su alrededor porque todos estaban en las aulas, pero claro, siempre le ocurría algo porque la mala suerte lo perseguía como si fuera su propia sombra. Cuando quiso dar una paso para abrir la puerta, sintió una presión en su hombro, tras su espalda. No se giró porque ya sabía quien era y estaba dispuesto a cerrar el puño, darse la vuelta y enterrarle los nudillos en medio de la cara.
—Llegas tarde— su tono burlón le daba repulsión, asco, quería vomitar.
—¿Qué mierda te importa a la hora que llego?—Yoon Gi se quitó los auriculares y levemente movió su cabeza hacia la izquierda para verlo de reojo—No me toques.
—¿Viniste sin la zorrita de tu mamá?
La mandíbula se le tensó, tanto que creía que se rompería los dientes por la presión que hizo. No toleraba a ese tipo, ya estaba cansado de él y de siempre decirle que lo dejara en paz porque ya no eran unos críos y no le hacía ni la más mínima gracia que burlara de él y mucho menos de su madre. Yoon Gi odiaba que hablasen mal de ella. Si una sola palabra ofensiva salía de los labios de quien quiera que fuera, esa persona podía darse por muerta. Esa vez no iba a hacer ninguna excepción, mucho menos con el inepto que tenía frente a sus ojos. No tenía miedo, claro que no. A pesar de que su cuerpo era mucho más pequeño y delgado, Yoon Gi compensaba su falta de fuerza con su carácter.
—Me tienes hasta la mierda— le escupió furioso, agarrándolo del brazo y apretando sus dedos para enterrarlos en su gruesa piel—¿Cuántos años tienes?
—Uh, que rudo Min Yoon Gi— rio sin siquiera inmutarse ante el agarre porque sabía que no tenía la fuerza suficiente como para meterse con alguien de su tamaño—, mírate, eres un fideo con patas. ¿Te piensas que me haces daño?
—Si fuera un puto gordo obeso como tú no dudaría en partirte la cara—amenazante y hasta alzando un poco sus talones, Yoon Gi lo desafió aunque fuera a ganarse la paliza del siglo.
Después de los insultos, ambos se quedaron en silencio solamente mirándose con odio. Ni el sonido de la campana los sacó de sus ganas de golpearse, porque eso era lo que iban a hacer.
Los alumnos comenzaban a salir para cambiar de aula y otros para irse ya que algunos iban a cursar solamente unas horas. Y, en la puerta de la entrada, estaban ellos dos llamando la atención de los curiosos. Yoon Gi no estaba dispuesto a dar el primer golpe, porque no era estúpido y sabía que si aparecía algún profesor o alguien a quien le importara lo que estaba por suceder, iría directamente hacia el agresor. Pero el más grande nunca dio el paso, el golpe no llegó. Se limitó a mirar al pelinegro de forma burlona para provocarlo.
—Pégame, maricón—le susurró con una sonrisa perversa en su cara.
La paciencia de Yoon Gi tenía la mecha corta y cuando dijo esa palabra su mano cerrada dio un viaje hacia ese rostro cuadrado; le pegó en medio del tabique, tan fuerte que le dolieron los nudillos y los dedos quedando con la rara sensación de que se había fracturado las falanges. Después de eso el pelinegro dio un paso atrás para correr porque sabía que lo agarraría del cuello y lo pisotearía como a un trapo sucio. Giró su cuerpo bruscamente para escapar de allí, pero no era mucho más rápido que él y lo agarró de la camiseta tirándolo al suelo.
Los curiosos se acercaron más a mirar la escena, muchos no sabían qué hacer y otros gritaban por ayuda porque veían la sangre brotar de la cara del chico pálido.
—¡EH!— alguien gritó mientras se acercaba corriendo.
Ji Min, que pasaba por allí con sus libros en la mano, se dio cuenta de lo que sucedía al ver a su amigo en el suelo siendo golpeado sin compasión alguna. Tiró todo lo que llevaba al suelo y se le tiró encima al otro, lo agarró del cuello y lo alejó de Yoon Gi, quien tenía la boca manchada de rojo y, otra vez, una hemorragia en la nariz. El efecto de la droga en su cuerpo mezclado con aquel golpe lo dejó desorientado de la realidad, se fue hacia otra dimensión, a una donde todo parecía hacerse negras masas de humo y los sonidos pitidos chirriantes. Observó dos figuras totalmente deformes que se movía de un lado a otro y voces que hacían eco dentro sus oídos, retumbando su cabeza.
—¡No vuelvas a tocar a Yoon Gi!—tras darle un fuerte empujón a ese corpulento y robusto cuerpo, Ji Min se acercó hacia su amigo y lo agarró del brazo para levantarlo del suelo. Le miró la nariz y esa sangre que caía como una pequeña cascada hasta macharle la camiseta—Joder, Yoon Gi... Mírame.
—¡Cállate maldito drogadicto! ¡Nadie te llamó!
Las pupilas del pelinegro estaban dilatas, no estaba en la Tierra en ese preciso momento. Ji Min le agarró la cabeza y lo agitó un poco para que reaccionara. Le dio una rápida mirada de desprecio al otro y se llevó a su amigo con él hacia los bancos del patio, precisamente a ese rincón bajo un árbol donde les daba la sombra. Sacó de su mochila un paquete de pañuelos descartables y le limpió la sangre al pelinegro de su nariz.
Yoon Gi se veía horrible, seguía aturdido por los golpes y miraba a Ji Min con los ojos entrecerrados. Pasaba de vez en cuando la lengua por sus labios y sentía así el hinchazón y el sabor a la sangre. Escupió varias veces ante la cara de asco del rubio que seguía asistiéndolo como su enfermero personal.
—Dios...— Ji Min se asombró al ver el corte que tenía en el labio, le había pegado duro— Que suerte tienes de que pasaba por ahí. Creo que te habrías muerto.
—Tengo un examen ahora— Yoon Gi ignoró por completo lo que le dijo y amagó levantarse del banco, pero le temblaba el cuerpo y comenzaba a sentirse cansado.
—No me jodas...—Ji Min lo agarró por los hombros y miró muy detenidamente sus pupilas—¿Viniste drogado a las clases? ¿Ya te la terminaste toda?
—Sí ¿Me darías más? — casi cayendo encima del otro, estiró su mano hacia la mochila del rubio para rebuscar—¿Tienes aquí un poco? Uff...—se quejó por un repentino ardor en la boca— Como duele, que hijo de puta.
Los dedos delgados del pelinegro se adentraron entre hojas de texto, algunos lápices y papel de aluminio con el almuerzo envuelto; pudo encontrar algo con su tacto, algo plástico. Ji Min lo miró sin decirle nada, porque no quería que se pusiera agresivo. Le había dicho que no le daría más, pero ahí estaba, guardándoselo para él mismo convirtiéndose en ese amigo egoísta que no quería. Sabía que no era adecuado andar en la universidad con eso, mucho menos en su mochila donde cualquiera podía meter mano sin avisar, como exactamente hizo Yoon Gi. Éste apretó la bolsita en su mano y la sacó, la miró y elevó una ceja. No sabía quién estaba convirtiéndose más en un maldito adicto, pero le agradaba haberla encontrado porque la necesitaba como si fuera el oxígeno para sus pulmones.
Abrió el pequeño paquete y miró hacia los lados dispuesto a hacer uso de ella, pero repentinamente su amigo se la quitó de las manos.
—¿Qué coño haces?— espetó furioso tratando de quitársela.
—No es el lugar, Yoon Gi...—le susurró y la volvió a meter en la mochila. Tomó una botella de agua y mojó el pañuelo de papel para seguir limpiando la sangre que aún le había quedado en la cara— Después vamos al baño ¿Está bien?
El pelinegro se encogió de hombros y se dejó limpiar. Seguía un poco dolorido, pero eso no le impedía el fijarse en su amigo, ese que siempre estaba tras él salvándole el culo. A Yoon Gi no le gustaba admitir cuando alguien le llamaba la atención porque prefería hacerse el interesante. Le daba igual salir con una mujer que con un hombre; y en ese momento en que el rubio se veía tan centrado tratando de limpiar sus heridas, le latió el corazón con rapidez, pero no supo si por el efecto de adrenalina que le causaba la droga o es que había sentido algo por él. A cada pasada que sentía de ese papel sobre su labio y nariz, más se acercaba a él, hacia sus gruesos labios.
—Yoon Gi ¿Qué estás haciendo?— se echó hacia atrás al darse cuenta de que su cara se le acercaba demasiado— No, estás loco.
—Joder, Ji Min—se quejó, chasqueando la lengua—. Necesito esa mierda ahora mismo, por favor.
≪ •✟• ≫
Discretamente y mirando para todos lados, se metieron al baño del edificio de artes, allí donde Yoon Gi cursaba su carrera. Se había saltado el examen, ya le importaba todo una mierda. Ji Min dio un último vistazo hacia los pasillos, no había nadie alrededor. Agarró al pelinegro de su mano y lo metió dentro de un cubículo; allí sacó la bolsita para convidarle un poco, pero sólo un poco porque era lo último que le quedaba. No iba a negar que él también quería.
—Dame un cuaderno para apoyar esto— le dijo el pelinegro casi desesperado.
—Nunca hice esto en la universidad— confesó Ji Min como si sintiera vergüenza de eso mientras veía cómo su amigo, tan considerado, le hacía un tubo para él—. Ten cuidado, no la tires al suelo, joder.
—Cállate— terminó de acomodar todo y le entregó su papelito—, toma.
Los dos amigos, adictos y cegados por las ganas de sentir ese polvo en sus cuerpos, aspiraron rápidamente y luego empezaron a reírse como si fuera divertido lo que hacían. Ji Min se chocó con la puerta y luego tapó su boca como un niño, cerrando los ojos. No podía parar de reírse. Yoon Gi, en cambio, se puso totalmente serio y movió su cabeza hacia un lado escaneando al rubio de pies a cabeza. Se mordió el labio con fuerza, notando un calor subiéndole hasta la frente como si sintiera fiebre. No pensó mucho lo que iba a hacer, si era rechazado o no le daba lo mismo. Dio un paso hacia el cuerpo del chico y lo agarró de los cabellos. Lo besó como un maldito loco, metiendo su lengua sin avisar y, sin esperar mucho más, el rubio le correspondió.
Se mordieron las bocas, mezclaron sus salivas e hicieron de aquel beso un acto puramente obsceno lleno de desesperación. Yoon Gi lo tocó bajo la ropa, casi arañándole la piel y el rubio sólo gimió con cada toque, le encantaba lo que sentía. Nunca pensó en su amigo de ese modo, pero ahora que lo probaba creía estar volviéndose loco. Después de mordiscos y lametones, la boca de Ji Min bajó hasta la entrepierna del otro, allí desabrochó el botón y el cierre encontrándose una dura erección. Lamió aquel miembro sin pudor alguno y terminó por hundirse para entrar y salir dejando un camino de saliva; las hebras de su pelo fueron tiradas con brusquedad por los dedos de quien disfrutaba y gemía en silencio para no ser oído. Jaló su pelo y le indicó la intensidad con la que lo necesitaba hasta que terminó por correrse en su boca.
—Mierda— dijo Yoon Gi, jadeando y mirando hacia abajo. Ji Min tenía la cara roja y respiraba agitado por lo que acababa de hacer, parecía que se había puesto tímido después de ver esa mirada gatuna sobre su acción—, no sabía que te gustaba hacer esto.
—Yo tampoco— el rubio se limpió la boca con el dorso de la mano, se incorporó y, sin mirar a la cara a Yoon Gi se acomodó la ropa para salir de ahí. Había algo que no le había gustado de todo eso, no creía que Yoon Gi realmente lo deseara si no era por el efecto de la droga. Quizás no tendría que haber aceptado sus impulsos para así agacharse y terminar chupándosela—, creo que me voy, Yoon Gi.
—¿Qué? Espera...— lo agarró de la mano y tiró de él— Perdón.
—¿Perdón?— Ji Min rio y negó con la cabeza— Mira, olvidemos esto, ¿vale?
El pelinegro no le dijo nada, ni tampoco lo expresó con su rostro o algún gesto. Le había gustado lo que hizo, pero si lo pensaba bien se había pasado de la raya. Sabía que Ji Min era un tipo sensible y que, a pesar de ser también un adicto de mierda, había un rincón de su ser que tenía sentimientos, no como él. Cuando el rubio se largó y cerró esa puerta, Yoon Gi maldijo, se frotó con fuerza la cara, bastante frustrado.
Ya no sabía qué sentir ni qué estaba haciendo con su vida.
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Me disculpo si a alguien no le gusta el YoonMin, yo sé que vienen a leer por el KookGi, pero la relación entre estos dos es necesaria para lo que va a pasar más adelante.
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