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21.

Pido perdón, se me fue la inspiración durante más de un mes. Les debo una.

21.

—No fuiste a tu departamento ayer, ¿dónde pasaste la noche?

Un escalofrío me recorre toda la espina dorsal, generándome una sensación fría en la piel de mi cuello, me giro lentamente a devolverle la mirada a mi hermano, quien me atrapa con una sonrisa de oreja a oreja totalmente inquisitiva. La pregunta no sería complicada de responder si no hubiera sonado de esa forma.

—¿Y tú qué sabes si he pasado la noche o no en mi departamento?

La típica de responder a una pregunta peligrosa con otra pregunta que desvíe la atención, un cruel truco, y de mal gusto, pero eficaz.

—He llamado —responde él, su voz suena muy animada—. Y me ha contestado esa chica... ¿Cómo era? ¿Claudia?

—Clara —completo, pero con el rostro pálido.

—Esa misma.

—¿Te ha dicho algo? —pregunto dudosa, me paso los dedos por el pelo como siempre que estoy nerviosa, y mi hermano lo nota.

—¿Qué debería decirme?

Elio observa mis movimientos.

—Nada, qué se yo. Dime tú.

—Pues me ha dicho que no estabas y le he colgado.

Trato de disimular mi suspiro de alivio. No sé qué es exactamente lo que esperaba oír, pero todavía no conseguía armarme de valor y hablar de ello con mi compañera de piso.

—Bueno, lo creas o no, he dormido en casa de Alex.

Me levanto del sofá de su lado, y me alejo de la futura mirada acusatoria que iba recibir de su parte.

—¡Venga ya! Eres mi hermana, y yo no soy ningún tonto. Sé que me estás mintiendo.

—Cierra la boca, Elio. Llamaré a Álex para que venga con mi almuerzo, y tú te quedarás allí donde estás, calladito, ¿de acuerdo?—Levanto el dedo en señal de silencio, y Elio se ve obligado a callar aguantando una risa.

Teníamos más hambre por el medio día que por las mañanas, y aún más por el hecho de que esa mañana me había llevado a la boca un trozo de manzana y nada más que eso, y el sólo hecho de pensar en comida con tanta urgencia, traía flashbacks a mi mente sobre la cena que Leo me había preparado la noche anterior.

—Me ha contestado que ya viene en camino —anuncio luego de colgar la llamada, Elio todavía tiene esa sonrisa pícara en la cara.

Tengo que lanzarle una mirada asesina para que no diga lo que está pensando.

Camino hasta recoger una revista de la mesilla, estaba llena de flores amarillas a punto de marchitar, se las había traído yo desde hace unos días, y me seguian pareciendo hermosas. Aprovecho que las enfermeras dejan algunas revistas de moda y espectáculos sobre la mesilla para desviar toda mi atención.

Se hace un breve silencio que agradezco mientras me pongo a leer recostada por la pared.

—Y... dime, hermanita, ¿qué tal es Leo? —habla Elio, su voz suena a que lo ha estado aguantando mucho y ya no pudo más.

—Dios... no puedes cerrar la boca, huh? —Suspiro resignada.

—No puedes culparme, estoy emocionado, necesito saber... No todos tienen la suerte de tener a Leo Messi de cuñado, tú me entiendes.

—Elio, ¿es que no lo entiendes? —Sonrío negando con la cabeza—. Leo y yo no tenemos nada, apenas somos amigos.

—Ya, pero te lanza miraditas.

—Leo no me... ¡Basta! No quiero tener esta conversación con alguien como tú.

—Antes de que comiencen a salir se lo diré a mamá.

—No va a pasar, Elio.

—Bueno, como digas.

Dejo escapar un suspiro de derrota.

—Pero disimula las ganas que le tienes, aunque sea...

No puedo seguir escuchando su voz con ese particular tono de broma, por lo que le doy un golpe en la cabeza con mi revista.

—No vuelvas a decir algo así de estúpido, y te pido por favor que no me avergüences frente a él o frente a nadie. ¿Vale? Por favor.

Elio sonríe y hace un gesto de silencio cerrando sus labios con un cierre imaginario. Tragándose la llave imaginaria al final.
Sonrió y no me aguanto las ganas de darle un abrazo.

—Sueltame, ¿qué es esa vibración? —pregunta Elio alejándose de mi abrazo.

Mi teléfono emite una vibración y consigo sacarlo del bolsillo de mis jeans.

Número desconocido.

Paso por vos como en cinco minutos.

Un pajarito me dijo que tenías hambre👀

Tengo que frotarme los ojos y abandonar la habitación del hospital con los ojos acusatorios de mi hermano a mis espaldas.

—Regreso enseguida.

—Ajá —responde, pero lo ignoro.

No puede ser que Leo me haya enviado un whatsapp.

¿Leo?

Digo, tienes que ser tú, no conozco a nadie más con ese acento argentino 🤣

Más vale🤣

Alex tenía que ser quien te lleve el almuerzo pero me ofrecí

Espero que no estés cansada de verme a la hora de la comida

Bueno, no exactamente

La combinación de lo que más amo en el mundo y tú no es tan molesta como suena

🤣🤣🤣

No sé si eso me debería hacer sentir mejor...

👀 no sé cómo decírtelo pero...

La comida estuvo para mi en los peores momentos

Bueh
Puedo cambiar eso

Vale

😂

Y cómo has conseguido mi whatsapp??

Nada, un truquito 🤭

🙄😐😐😐

Fue Alejandro, no es así??

😐😐😐

Todavía sigo sonriendole a la pantalla de mi teléfono celular cuando siento cómo alguien me toca el hombro con los dedos. Me giro rápidamente para encontrarme con Leo y una bolsa llena de comida.

—Joder.

—Hola —me sonríe—. Ya extrañaba verte con esas ojeras que tenés de tanto dormir en el hospital.

Le propino un golpe suave en el hombro y pongo mi mejor cara de ofendida.

—No me estás ayudando, ahora me siento fatal.

—Bueno... capaz te haga sentir mejor que te diga que nunca conocí a alguien que se vea tan bien con ojeras.

Sonrío negando con la cabeza, no sabía si sentirme triste de lucir tan mal o feliz de que a Leo le guste.

—Pensé que Alejandro vendría, debiste darme al menos cinco minutos para arreglarme, me veo fatal.

—¿Y dónde está lo divertido en eso?

Sonrío nuevamente, y antes de darle alguna respuesta, él se da media vuelta e ingresa a la habitación de mi hermano a saludarlo.

—Estábamos hablando de tí, ¿qué tal estás tío? —lo saluda Elio, ambos se sonríen casi como si ya fueran amigos.

Me quedo quieta bajo el marco de la puerta analizando en qué momento he dejado que esto llegue tan lejos.

—No es verdad —murmuro, pero mi hermano y Leo me ignoran.

—Balde me dijo que sos un poco amante del arroz con pollo, y sé que te dejan comer en el hospital pero no creo que la comida acá sea mejor que la mía, así que te traje un poco.

—Buah, ¿es enserio? ¡Gracias!

Abro los ojos al igual que Elio observando cómo Leo saca un tupper de la bolsa de comida que lleva cargando, y que, a continuación se dirige hacia mí para entregármelo.

—Tenés que recalentarlo en el microondas.

Parpadeo confusa.

—Sí, hazlo, hermanita —concede Elio.

Ambos me observan como si quisieran que los deje a solas.

Lo hubieran dicho, y no me hubiera ofendido como ahora...

—De acuerdo, os dejo un momento.

Ruedo los ojos y me dirijo a la segunda planta, en donde está el comedor, a pedir que recalienten mi comida.

Llevaba varias semanas prácticamente viviendo en este lugar, gracias a Alejandro podíamos tener una habitación del hospital con una cama para mi hermano, sólo de esa forma podíamos pagarlo y así dormir junto a él cada una de forma alterna. 

Deseaba odiar este hospital, y cada recuerdo personal que se había robado por pasar tanto tiempo con mi familia en ella. Pero esto era todo lo que conocía. Incluso se hacia cada vez más llevadero.

Conocía el edificio desde la planta baja hasta el último piso.

Algunos días conseguía divertirme subiendo y bajando escaleras o elevadores, revisando qué tan ajetreada se veía la ciudad desde cada altura, pero este día en particular me sentía un poco harta de cruzarme con tantos rostros cansados de completos extraños.

—Elio me acaba de dar su permiso para llevarte a una cita —dice Leo, de repente, de golpe, en cuanto pongo un pie dentro de la habitación del hospital.

Me detengo y me quedo boquiabierta observando a mi hermano levantar un pulgar.

—¿Qu-que? Pensé que...

—Me quedaré a comer, de todas formas es sábado, y tú hermanita, deberías salir un poco a tomar aire.

Mi pecho duele de tan solo escucharlo hablar de esa forma acerca de tener algún plan que no lo incluya a él. Porque estoy segura de que le hubiera encantado acompañarnos.

—No...

—¡Ya está decidido!

—Elio ¿Qué fue lo que le dijiste? —arrugo la cara algo molesta, le lanzo una mirada de reproche mientras bajo el arroz con pollo sobre la mesilla que tiene a su lado—. No debería dejarte solo, estoy a cargo de que tú...

—Descuida, hoy es sábado, no tengo nada que hacer, y mamá vendrá a las cinco. Vé con él.

—No puedo hacerlo —contesto arrugando la frente, seguidamente me dirijo hacia Leo, quien me observa con algo de desilusión—. Lo siento, no puedo dejarlo solo.

—No lo harás. Vendrán los Balde de todas formas, lo sabes.

—Alejandro vendrá más tarde, está algo ocupado —añade Leo. Es la primera vez que habla desde que mencionó la palabra  "cita" de esa forma tan natural que todavía me inquieta.

—Por eso no puedo hacerlo, no confío en ustedes tres juntos sin una Lily que los controle.

—Que sólo eres un año mayor, venga ya, vete de aquí a tomar algo de aire y espabilar un poco, yo también me estoy volviendo loco de tener que ver tu cara todo el puto rato.

Leo está disimulando una risa, pero Elio simplemente se suelta a reír de una forma tranquila. Quiero golpearlo muy fuerte, sé lo que está haciendo. Está dejándome sin opciones.

—Lo vas a hacer el resto de tu vida te guste o no.

—¡Llevatela, te lo suplico! —se queja implorando a Leo.

Tengo que acercarme a darle otro golpe y finalmente ceder. Sé que sólo quiere lograr que pasemos tiempo juntos y probar que tiene la razón en todo lo que dice, y sin embargo, no puedo negarme a hacerlo feliz.

—Lo haré, pero no tardaré, así que lo que sea que estáis tramando entre Alejandro y tú, os va durar muy poco. Y te comes todo ese arroz que Leo te ha traído ¿Eh?

Elio hace una seña militar, y finalmente se despide de Leo.

—Esto es ridículo, ahora los tengo en mi contra conspirando —me quejo mientras caminamos hacia el elevador.

Leo revisa algo en su móvil, y decido imitarlo, estoy revisando mis notificaciones en el trayecto y es cuando veo una en particular en mi correo electrónico. Mi expresión cambia por completo cuando consigo leer el encabezado.

Leo me toma de la mano, un gesto que parece bastante normal para él, pero que para mi es todo un remolino de sentimientos que no pasa inadvertido. Lo miro casi boquiabierta.

—Disculpame, no quería hacerte sentir mal, de verdad no tenés que hacerlo si no querés —dice, y se detiene cuando lo hace, para mirarme a los ojos.

No estoy muy concentrada con sus manos enlazadas con las mías, así que me cuesta responder.

—No quiero obligarte, sé que no querés...

—Leo —lo detengo, le dedico una mirada un poco triste—. Me iré a Francia dentro de diez días.

Pese a que él esperaba que le diera una respuesta triste, sé que no esperaba esa. Yo tampoco la esperaba, y no sabía lo que estaba haciendo aceptando una salida con él, hasta que leí el correo de los pasajes de avión. Daba igual lo bien que me sentía a su lado, tenía que decirlo en voz alta, por si aún no me había quedado clara la idea.

—¿Qué? —murmura con la voz un poco rota.

—Me voy a Francia y no creo que regrese hasta que Elio mejore. Y él está...

No quiero llorar, así que bajo mirada al piso apretando mis párpados cerrados.

—Lo siento, sé que sólo quieres ser amable conmigo pero no tiene sentido que tengamos una cita ahora.

Estoy evitando alzar la vista, porque aunque me siento algo destrozada, quiero pretender que estoy perfectamente bien, quiero pretenderlo que no me afecta ni por un segundo perder esta oportunidad. Tener que anteponer a mi hermano por sobre las ilusiones que Leo había causado en mí.

—Pero pensé que nosotros...—responde—. Yo pensé que...

—Lo siento.

Puedo almorzar en el comedor del hospital, de todas formas. No tengo que quedarme a ver cómo lastimo a alguien que sólo ha intentado ayudarme.

Como si realmente fuera posible que un futbolista famoso del cual estoy enamorada tuviera algún futuro a mi lado, como si realmente pudiera funcionar. Esa cita no iba funcionar. Nuestra amistad tenía los días contados de todas maneras.

—Creo que vos no entendés... no me importa que te vayas, Lily. Todavia me voy a preocupar por vos, estés acá o en China.

—Leo...

—Y todavía voy a sentir que necesito que estés... yo estoy...

—Me tengo que ir —lleno el silencio con esa afirmación—. Todavía puedes seguir visitando a mi hermano pero no le digas nada acerca de ésto o se sentirá culpable, y esta es mi decisión. Asumo toda la responsabilidad de rechazar esta cita.

—Pero pensé que estábamos siendo amigos.

Silencio. Sé que ese sonido es el de mi corazón rompiéndose.

—Somos amigos.

—Pensé que un amigo tiene que estar para el otro siempre, y que un amigo no se cierra a...

—Esa cita... no puede ser, Leo. Quisiera que fuera posible pero solo es una pérdida de tiempo para ti.

—Lily...

—Y para mí. Lo siento, ¿podemos seguir hablando luego? Yo... Sólo... gracias por ser tan lindo conmigo —digo, con la voz insegura, dudo si debería despedirme con un beso o sólo irme, así que hago un amago de darle un beso en la mejilla que jamas llega—. Adiós.

Huír, esa es mi especialidad. He huido tantas veces en mi vida de las personas y los problemas, que no podía explicármelo. No podia entender el por qué esta vez se sentía como si estuviera haciendo algo terriblemente cobarde, y por qué me dolía tanto hacerlo.

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