03.
*el coche en multimedia*
POV: Lily.
Dos horas.
Dos jodidas horas. Eso era el tiempo que gasté esperando por el insufrible de Alejandro, recorriendo un lugar que no conocía, casi que vacío por completo, sola y sin idea de a dónde iba. Alejandro es un completo imbécil.
¿Por qué lo había hecho? No tenía ningún sentido.
-Puedo acercarte a tu casa sin ningún problema -habló el chico agradable que llevaba acompañándome, me detuvo rodeando mi muñeca con sus dedos.
Desperté de mi furia interna al ver su rostro, tuve que fregarme los ojos y darme pinchazos a escondidas para comprobar que no estaba en uno de mis sueños retorcidos en donde conocía a gente inalcanzablemente famosa.
Rápidamente me fijé a mi alrededor buscando testigos.
¿Qué cojones estaba pasando con la realidad? ¿Leo Messi tocándome el brazo? Ni mi abuela iba a creerme cuando se lo cuente.
-¿Y que nos vean los periodistas y fanáticos? Estás loco. Primero prefiero irme caminando a las dos de la madrugada por un barrio chungo.
El chico torció el gesto.
-¿Tanta vergüenza te da que te vean conmigo? -intentó bromear.
Ambos sabíamos que no era lo que trataba de decir.
-¡No! Es que no pienso meterte en líos y polémicas sólo por hacerme un favor, puedo pedirme un uber. Tú ni te preocupes.
El chico mostró una sonrisa remarcando sus particulares hoyuelos.
-Si es por eso entonces no hay drama, no iba llevar mi auto, sino el que un amigo me prestó para que nadie me reconociera.
Abrí los ojos sorprendida, debí imaginarme que alguien con tanta fama en la ciudad de Barcelona no andaría por allí tan evidentemente expuesto como comidita para tiburones.
-Ah, bueno, igual no es necesario. Tú no te preocupes ¿Vale?
-Eh ¿Qué pasó con lo de que todos somos humanos, iguales, etc? Tu discursito ése.
Me quedé estática sobrepensando más de lo normal lo que me estaba sucediendo. ¿Qué se supone que tenía que decir? Ya las cosas estaban escalando a lo increíble desde hace minutos atrás. Abrí y cerré la boca un par de veces, lo cual Leo tomó como un claro "de acuerdo, no tengo argumentos".
Me vi siendo empujada hacia el estacionamiento de los jugadores de un minuto al otro, y terminé dentro de un Porsche negro, con las ventanillas completamente polarizadas. El color perfecto para pasar desapercibidos ¿También el modelo del coche? No estaba tan segura, pero como no sabía de modelos de coches mejor no opinaba.
¿Qué cojones hacía todavia sin pedirle una foto?
-¿Te incomodaría que te pidiera una foto ahora mismo?
Me estaba abrochando los cinturones en el asiento del copiloto mientas mis dedos todavía temblaban. Escuché el sonido de Messi al subirse justo a mi lado y cerrar su puerta para luego bloquearlo. Me miró un poco sorprendido.
-Ya te estabas tardando creo yo.
Sonreí. Y él también lo hizo.
No tenía idea de lo mucho que me gustaba verlo sonreír, lo había visto en varias entrevistas y en posts de Instagram o de Twitter, incluso en las revistas en los mostradores o en imágenes publicitarias ¿Pero verlo en persona? ¿A menos de dos metros de distancia? Era totalmente diferente.
Lo encontré hasta tranquilizador.
-Pues, no te quitaré mucho tiempo.
Mis dedos temblaron mientras hacía el inútil esfuerzo por esconderlo, saqué mi móvil y abrí la cámara frontal.
Lionel se había acercado hacia mi rostro con mucho esfuerzo para quedar juntos en la foto. Era perfectamente consciente de su cercanía, y eso no hizo nada más que ponerme el doble de nerviosa. La cámara de mi móvil temblaba tanto que la foto salió en movimiento.
-Me parece que mejor saco la foto yo -dijo él, haciendo contacto con la piel de mis manos mientras me despojaba del móvil.
Asentí y sonreí mientras tomaba la foto.
Luego, me devolvió el móvil.
-Ya está.
Asentí agradeciéndole por la foto. Ni siquiera sabía si debía decir algo, estaba tan avergonzada por temblar de esa forma que comencé a sentir cómo el calor se me subía a las mejillas.
-Pará ¿Por qué te ponés toda roja? -Lionel no pudo evitar echarse a reír.
-Lo siento, es que soy muy tonta.
Negué repetidas veces con la cabeza, me lamenté durante todo el trayecto por mi actitud tan vergonzosa.
Ni siquiera era la mayor fan de Messi, de hecho mi familia era del Real Madrid y teníamos un póster de Cristiano Ronaldo en la cocina. Pero no podía decirlo en voz alta frente a Alejandro porque dejaría de dirigirme la palabra para toda la vida.
Él decía que no había nadie mejor que Messi, estaba seguro de que Messi se convertiría en el mejor del mundo algún día. Y lo había escuchado tantas veces alardear de que jugaba junto al mejor, que supongo que inconscientemente comencé a admirarlo tanto como Alejandro.
Y luego Lionel Messi que ni siquiera se sentía un pelín incómodo ¿Es que él estaba tan acostumbrado a surtir este efecto en la gente?
-¿Me escuchaste? -preguntó Lionel.
Casi me atraganto con mi propia saliva intentando responder.
-No, lo siento, ¿podrías repetirlo?
Miró hacia el semáforo en el que nos habiamos detenido y luego volvió a enfocarse en mí.
-Pará, ¿siempre sos tan distraída vos? -comentó sonriendo con la vista pegada al tráfico-. Te estaba preguntando por tu dirección nada más.
-Claro, sí, de hecho vivo muy cerca de aquí, te lo iré indicando.
Bendita sea la idea de mi compañera de piso para mudarnos cerca del camp nou, no estaba segura de poder soportar más de veinte minutos en el coche de un hombre como él, olía tan bien que comenzaba a preguntarme si al entrenar sudaba perfume caro.
-Bueno, nena de la caja de pizza -comenzó a hablar, agradecí que lo hiciera para no viajar en un silencio tan incómodo-. Me dijiste que sos amiga de Balde. ¿Qué tan amiga?
La pregunta me desconcertó unos segundos.
-Bueno, no sé cómo lo vea él, pero supongo que muy amiga, nos conocimos de pequeños en la iglesia cuando nuestras familias coincidieron.
Y desde entonces se ha vuelto uno más de mi familia, seguía manteniendo contacto con mi hermano, el cual era igual de imbécil. Mi hermano se cambió al Barça como oveja negra de la familia solamente por Alejandro. Y yo estaba encantada de contar con un amigo que me reservara lugares cómodos para ver los partidos de la selección española. Podía saber muy poco de estrategias del fútbol pero amaba ir a las canchas.
-¿Y a él le gustas o algo?
Casi me eché a reír. ¿Qué clase de interrogatorio estaba dándome? ¿Tan aburrido le parecía el trayecto? Comencé a arrepentirme de no haberme resistido un poco más a subirme a su coche. Sólo estaba molestándolo.
-No que yo sepa, él es menor que yo.
Un año y medio, no era nada pero para mi era suficiente, no me gustaban los menores.
-¿Y vos cuántos años tenés? -Dejó de observar el camino para prestarme toda su atención.
-Veinte. Voy a cumplir los veintiún.
No pudo evitar echarse a reír.
-Ya sé que un año y medio es poco, pero sigue teniendo la edad de mi hermano menor.
El coche giró y por inercia casi me golpeo contra la puerta.
-Igual es poca diferencia, pero no voy a opinar.
-Gracias -me reí-. Es por allá.
Messi asintió siguiendo cada una de mis indicaciones hasta que alcanzamos llegar a mi depto.
-Supongo que te voy a seguir viendo por los entrenamientos o los partidos ¿Verdad? Ya que sos tan amiga de Balde.
-Sí -sonreí. En realidad jamás lo había pensado hasta ese momento, nunca volví a ir a ningún entrenamiento al público de Alejandro desde lo último que le sucedió a mi mejor amiga con uno de los jugadores del Barça.
Pero había algo en Lionel que me hacía sentir capaz de matar a alguien si él lo sugiriera.
-Bueno, entonces nos vemos.
-Sí, muchas gracias, de verdad, por la foto... por traerme a casa. Lo siento por llegar así de repente a cambiarte el día. Ya hablaré con Alejandro.
-Nada, nada, me caíste re bien y no estaba tan ocupado como vos pensás.
-¿Sí?
Casi se me sale el corazón por la boca. Lionel no paraba de dedicarme sonrisas de amabilidad.
-Sí, nos vemos en el partido del domingo.
¿Qué partido? No tenía ni la más mínima idea de lo que estaba diciéndome pero asentí como si lo supiera.
-¡Claro! Gracias, de verdad.
Giré el cuerpo y abrí la puerta dispuesta a bajarme del coche de una buena vez por todas, como salir de esa pequeña burbuja fantasiosa en la que me encerré durante todo el día. Y a punto de despertar de ese trance, escuché una última frase salir de la boca del chico.
-Yo que vos tendría ojo con Balde, me parece que es algo pelotudo con las minas. Mirá que dejarte tirada así...
No respondí más que asintiendo. Tenía razón, pero lo que Lionel no sabía era que yo iba cobrarle cada minuto perdido de la peor manera.
Finalmente dijimos adiós.
Bajarme de ese coche tan costoso no hizo más que acrecentar la sensación de flotar en el aire que llevaba, sobre todo sirviendo como un golpe de realidad el contraste entre el callejón de mi barrio y el sitio de donde me estaba bajando. Me puse tan nerviosa que subí a mi piso sin saludar ni dirigirle la palabra a nadie.
Dios mío, qué acaba de suceder.
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