una nochE Mas
Mal
Llevábamos un rato vigilando, no decíamos mucho. Yo estaba comenzando a jugar con piedras pequeñas y ver como rebotaban.
—Así que tú fantasía perfecta es ser una princesa —comenté y ella volteó a mirarme, me sentí extraña.
—Si te vas a burlar... —la interrumpí.
—No, no. Es solo que estoy aburrida, creí que podríamos hablar —aventé una piedrita por el suelo escuchando su leve rebote—. Pero si no quieres... —ella me interrumpió a mi esta vez.
—No, es decir, está bien —soltó un suspiro y asintió—. Supongo que es un poco cliché.
—Tiene sentido viniendo de la "princesa" —reí levemente y ella sonrió.
—Claro —se encogió de hombros—. ¿Qué recuerdos viste tú de tu madre? —la miré un segundo y después miré al suelo.
—Nada en particular —mentí—. Lo único fue que tuve que ver la primera vez que estuve sola —me encogí de hombros—. Cuando nací.
—Bueno, creo que en la isla es un sentimiento común —hizo una mueca.
—Bueno, ahora hemos estado de todo menos solos —sonreí levemente.
—Pero sabemos que probablemente esto acabe, no somos amigos realmente, un villano no tiene amigos.
Al momento en que Evie dijo aquello recordé el recuerdo que había visto y me tensé levemente, ¿debería intentar algo? ¿Debería dejarlo pasar e ignorarlo?
—No tiene que ser así, Carlos y tú parecen llevarse bien, incluso con Jay —la volteé a mirar.
—Eso si todos regresamos de este viaje, en primer lugar —me miró a los ojos y apreté los labios, es verdad, ella sabía de mi proyecto malvado.
—Claro —hice una leve mueca—. Si regresamos, podrás conquistar a toda la isla como la princesa vanidosa —sentí algo de malestar al oír eso—. Podrías estar con Anthony Trimane, creo que es lo más parecido a un príncipe por aquí —la miré encogiéndose de hombros.
—Creo que he perdido algo de interés en eso últimamente —hizo una mueca—. Pero no suena mal aquello de ser princesa.
—Te queda bien el título —sonreí levemente y me callé, quedamos ambas en silencio por unos segundos, sin saber que decir.
—¿Qué harás tu al regresar? Si es que regresamos, claro —me quedé pensando.
—Quizá lo mismo, si es que el cetro no hace mucho en realidad, con la limitación, quizá siga llegando tarde a clases ocasionando daños en la isla.
—Suena divertido —asentí lentamente.
—Quizá me meta en más problemas molestando a los duendes en el mercado, sus conversaciones son aburridas.
—¿Qué tu madre no te enseño a no espiar o hablar con duendes extraños? —negué—. La mía tampoco —soltamos una risa leve ambas—. Espera ¿esa eres tú? —señaló un cuadro en la pared, negué.
—Es mi madre —ella me vio sorprendida y sonrió.
—Podrían ser básicamente gemelas —solté una leve risa aireada.
—Lo que toda chica quiere escuchar, que es igual a su madre.
—Quizá no todas las chicas, pero por lo menos tú si —sonrió levemente y yo me encogí de hombros.
—Es cierto, supongo —la miré de reojo antes de mirar al suelo—. Yo quería decirte que... bueno —me callé—. Vi un recuerdo extra, aparte de mi nacimiento —ella me miró y yo me callé, si me arrepentía de esto sería horrible.
—¿Ah si? —me miró y apretó los labios—. ¿Qué recuerdo?
—Uno nuestro —volvió el silencio. Me acerqué a ella levemente y vi como se tensaba—. Yo estaba enferma —murmuré—. Decía muchas tonterías —reí suavemente nerviosa de estar frente a ella, era la primera vez que me sentía así de extraña.
—Oh —fue lo único que dijo, nos mirábamos fijamente y ya me estaba arrepintiendo.
—Si, y yo estaba aquí —me acerqué aún más—. Y tú ahí —susurré suavemente y cerré los ojos, nuestras narices chocaron con suavidad, nuestras respiraciones se unieron, sentí el roce de sus labios hasta que una luz verde alumbró casi encima de nosotras, nos separamos nerviosas.
La luz verde se fue, volteé a mirar a Evie quien ahora tenía los ojos iluminados del mismo verde, tragué saliva.
—¿Evie? ¿Qué pasó? —no me miraba, solamente comenzó a avanzar hacia las escaleras—. Evie, vuelve.
La seguí por el pasillo hasta llegar al cuarto más alto en la torre, se detuvo frente a la puerta y sus ojos volvieron a la normalidad.
—¿Cómo llegue aquí?
—Estabas como hipnotizada —miré la puerta—. ¿Deberíamos abrirla?
—Quizá sea la siguiente prueba, o algo así, creo que deberíamos esperar —dijo Evie y yo asentí, nos íbamos a ir pero la puerta se abrió de golpe en ese momento y un humo verde con un viento intenso nos envolvió a las dos.
Cerré los ojos con dolor, podía sentirlo meterme por mi nariz, por mi boca y hasta por mis orejas, era doloroso. Cuando todo el humo verde salió, caí de rodillas al suelo, Evie estaba igual que yo, ambas tosimos.
—¿Estas bien? —la miré y ella asintió.
—Si, creo que no fue nada, solo que el humo entró por mi boca y fue doloroso —hizo una mueca.
—Hay que tomar lo que sobró de la poción, por si acaso es venenoso —asintió y bajamos por las escaleras.
Después de tomar la poción no pasó mucho más, apenas y nos mirábamos, porque al recordar lo que casi sucede ambas desviábamos la mirada.
—¿Listas para seguir el camino? —preguntó Jay después de despertar.
—Eh, si, solamente hay que desayunar y después buscamos el cetro —ellos asintieron.
—¿Mal esa eres tú? —dijo Jay sorprendido señalando el mismo cuadro que Evie había señalado la noche anterior, negué y miré a Evie de reojo quien desvió la mirada.
—No, esa es mi madre —me encogí de hombros.
—Amigos míos, eso es genética —dijo Carlos y sonreímos con diversión. Cuando terminamos, recogimos las cosas y seguimos con nuestro camino.
—Carlos, saca tu invento, es hora de que nos guíe —el asintió y lo sacó le mochila.
Lo encendió y este comenzó a sonar, tan chillante como antes, el castillo parecía un laberinto en verdad. Llegamos a una intersección en lo que supuse era el sótano o cercano al sótano del castillo.
—Genial ¿ahora qué? —los caminos eran igual de confusos y tenebrosos.
Vi a Jay sacar una caja de cerillos, encendió uno y todos lo vimos extrañados.
—Ayúdame a seleccionar el camino a tomar —el viento del camino Justo frente a nosotros apago el cerillo, y también trajo un olor asqueroso consigo.
—¿Estamos seguros de esto? —dijo Evie.
—No, no sabe lo que hace, Carlos, saca el invento.
Cuando Carlos prendió el invento pasó algo tan inesperado como lamentable.
—Parece ser que Jay tiene razón.
—Si no queda de otra, andando —solté un suspiro y nos sumergimos en la oscuridad de ese túnel.
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