maybe morE than a wicked plan
Evie
—Evie, encontré este moño en el armario, supongo que es tuyo —escuché la voz de Carlos, pero no quería ceder en la batalla de contacto visual—. ¿Interrumpo algo?
—No —solté un leve suspiro y volteé a mirarlo, no tenía caso, jamás se rendiría, me acerqué a Carlos a tomar el moño y me fui con el de ahí—. ¿Tienes una casa del árbol?
—Yo mismo la construí, es mi laboratorio —dijo orgulloso—. Mira, esta es la máquina de la que te hablé en clase.
—Así que... ¿está cosa pequeña hará que podamos ver más allá del canal de noticias de Auradon? —lo miré incrédula pero el asintió—. Bueno, intentémoslo.
Carlos activó la máquina, esta comenzó a emitir un pitido extraño, la vieja televisión en la casa del árbol comenzó a cambiar aleatoriamente de canal, y parecían incluso tener más color, chocamos las manos con alegría y emoción, hasta que tuvimos que voltear a ver la máquina ya que está comenzó a emitir un sonido y una vibración muy extraña, una luz salió de la máquina, atravesó el techo y llegó hasta el cielo, podría jurar que por un segundo creí que las nubes que siempre nos cubren el sol se estaban disipando, pero el rayo de luz regresó y la máquina se apagó.
—¿Qué? ¡No! ¡Ay vamos! —se quejó Carlos entre varios murmullos mientras intentaba arreglar la máquina.
—Vaya, supongo que fue bueno mientras duro.
—Creo que será mejor fingir que esto nunca pasó —asentí, los villanos podían ser algo intensos si mal entienden lo que significa la luz.
Nos quedamos un rato más viendo si podía arreglarla pero no tuvo efecto alguno, después de ver el canal de Auradon para ver a los príncipes lindos que jamás conoceré, me fui a casa.
Al día siguiente, después de una mañana interminable donde mi madre no me dejaba salir porque decía que no me había arreglado bien la ceja, fui a la escuela. Lo único bueno de aquello fue que llegué fabulosamente tarde, y después de tomar vanidad avanzada, fui a almorzar con los tres Gastones.
—Es imposible que hayas visto una luz Gastón —frunció el ceño Gastón III
—Te digo que vi una luz enorme en el cielo —decía Gastón II, debería hablar con Carlos, porque parece que su máquina y su luz causó sensación en la isla.
—No hay luz en la isla, Gastón —rodó los ojos Gastón Jr.
—Seguramente no fue nada —dije mordiendo mi mejilla por dentro con algo de nervios, de verdad debía hablar con Carlos antes.
—Olvídalo y come huevo —el resto del descanso paso normal, y al terminar las clases me deshice como pude de los Gastones para ir a casa de Carlos.
Debo confesar que me arrepentí un poco de ir al oír los gritos de su madre desde la esquina de su calle.
—¡Y espero que laves bien mi auto! —así como sus abrigos, el auto de Cruella aunque ya era viejo, se mantenía casi impecable con Carlos cuidándolo y lavándolo—. Después hablaremos de porque mis abrigos huelen a perfume de otra mujer —tragué saliva, si, mejor me espero a que entre a su casa antes de que pueda olerme.
Una vez que el territorio fue despejado, me dirigí a Carlos quien lavaba su auto.
—¡Carlos! —llamé su atención, pues no me había escuchado las 3 veces anteriores mientras cruzaba la calle, supongo que asustarlo no fue la mejor idea, pues terminé empapada de agua mugrosa.
—¡Evie! ¡Diablos! —frunció el ceño—. Lo siento... no ¡casi me matas de un susto! —contuve la respiración un segundo mientras me sacudía, ahora apestaba.
—Créeme que mi plan no era terminar cubierta de agua sucia.
—¿Qué haces aquí? —solté un suspiro.
—Ya que no fuiste a la escuela, por andar limpiando o algo —me encogí de hombros—. Vine a decirte que la luz de tu máquina ha ocasionado un gran revuelo en la escuela.
—¿Qué? ¿En serio? —asentí—. Bueno, aunque ser popular suena bien, creo que por ahora no haré nada, la luz solo ha ocasionado rumores, no hizo nada más —me encogí de hombros.
—Bien, solo tenía que decirte eso, ya me voy —el asintió y yo me dirigí a casa.
Al día siguiente, había quedado con mi madre de ir al mercado de pulgas, habíamos estado todo el día revisando crema antiarrugas y maquillaje que habían traído de los desechos de Auradon, sinceramente, era deprimente, lo único que conseguíamos era su basura, y no podíamos aspirar nunca a nada mejor.
—Este rubor te quedará bien —dijo mi madre dándome otra cosa la cual cargar en mi bolso mientras el vendedor me miraba fijamente de forma extraña, era incomodo, supongo que no quería que me robara nada.
—¿Cuanto maquillaje necesitamos comprar justo ahora? —miré a mi madre soltando un suspiro—. Es decir, ya llevamos tres tipos distintos de cremas antiarrugas y 4 polvos de color.
—Nunca es suficiente para ser perfecta, manzanita —hice una mueca—. Quédate viendo los labiales, iré a ver las sombras de ojos —mi madre se emocionaba de más por estar de compras por si misma por primera vez en diez años, supongo que era entendible, más para la reina de la vanidad.
Mire resignada los colores de labial y los probé en mi piel antes de decidir cuáles querría comprar, hasta que escuche a alguien llamándome por la espalda.
—Evie —volteé, era Mal, tragué saliva, era algo extraño siempre encontrarla tan de cerca, literalmente.
—Mal ¿Qué haces? —intentaba sonar lo más natural posible.
—De compras, y es increíble encontrarte aquí, eres justo a quien buscaba —la miré extrañada—. ¿Te escuché hablando con los gastones sobre una luz en la isla?
—¿Me has estado espiando? —la miré fijamente interrogándola, en una posición más intimidante, o un intento de ello.
—Puede que si, puede que no —fruncí el ceño ¿y eso que se supone que significa?
—Si quieres hablar del rayo tienes que hablar con Carlos, fue su máquina quien hizo el agujero.
—¿Una máquina de Carlos hizo un agujero? Es imposible, el no sería capaz de eso, no es tan malvado.
—Es la verdad —me encogí de hombros.
—Bien, dire que te creo e iré a hablar con Carlos, pero tú vendrás conmigo.
—¿Por qué iría contigo? —entrecerré los ojos, jamás dije que iría con ella.
—Porque solo así nos haremos amigas ¿quieres ser mi amiga, cierto? —ahora estábamos en una especie de juego de miradas, pero no tenía caso, supongo que solo era perder el tiempo, Mal era aquel tipo de persona que parecía no rendirse hasta lograr lo que quiere.
—No pienso caer en ese viejo truco de nuevo, pero iré porque yo metí a Carlos en esto.
—Genial —me tomó del brazo y he de admitir que eso me tomo desprevenida.
—Eh, mamá, voy a pasar el día con ellos —hablé cuando mi madre Justo volvió del pasillo de sombras.
—¡Mal! ¡Por Lucifer, cuanto has crecido! ¿Cómo está tu madre? ¿Todavía está molesta? Dile que me encantaría tomar el té con ella.
—Eh, claro —Mal, Jay y yo nos fuimos del lugar, pero cuando todo el camino se sintió medianamente natural, caí en cuenta que lo habíamos pasado todo tomadas del brazo, ella se apartó y yo hice como si nada hubiese pasado.
—¡Carlos! —tocó Mal la puerta—. Sal de tu escondite, sabemos de la luz y de tu máquina
—¡¿Les dijiste?! ¡Te dije que no quería hacer nada con eso!
—¡Fue un error! —fruncí el ceño—. Baja ya, te traje una almohada.
—¿Es de plumas? —sonreí cuando asomó la cabeza desde su casa del árbol.
—Si, plumas reales, está algo desgastada como todo lo de la isla, pero fue seleccionada para la Reina Malvada —miré a los otros dos y me encogí de hombros. Carlos bajó y tomó la almohada rápidamente.
—¿Qué quieren? —miró entrecerrando los ojos a Mal y Jay.
Mal miro a Jay de una manera extraña, el asintió y ella suspiró, supongo que ahora venia una confesión.
—Mi madre jura que el ojo del dragón está vivo, es su cetro —la miré extrañada—. Y creo que tiene algo que ver con la luz que hiciste.
—Si tu luz creo un agujero en la isla, aunque fuera un segundo, y es por eso que lograste captar la señal, podría haber entrado un poco de magia, la suficiente para que el cetro reviviera —deduje y los otros dos asintieron.
—Bingo —Mal se acercó a mi—. Parece que eres más que una cara bonita —la miré con los ojos entrecerrados, ¿por qué siempre se burla de mi?
—Bien, ahi está, yo no puedo replicarlo, la máquina murió después de eso, así que parece que terminamos aquí, buena charla —Jay detuvo a Carlos de irse.
—Ah, ah —negó mal mirándolo y sonrió perversamente—. Ya que ustedes dos, cerebritos, estuvieron cuando pasó eso, ustedes me ayudaran a buscar el cetro.
Tragué saliva cuando me miro tan directamente aún sonriendo, pero negué.
—No, Carlos tiene razón, es tu búsqueda, no nuestra —Mal rodó los ojos.
—Qué lástima que no era una pregunta —sentí un escalofrío recorrerme cuando dijo aquello—. Tenemos hasta mañana en la noche para conseguir provisiones, será un viaje largo. Carlos irá con Jay y tú vendrás conmigo —apreté los labios cuando me apunto pero quité su dedo.
—Dije que no —la sonrisa perversa de Mal me confundía, ¿se estaba burlando de mi otra vez?
—¿No fui lo suficientemente clara? —le sostuve la mirada.
—¿Por qué iría? Dame una buena razón.
Ella soltó una risa y después me miro sonriendo.
—Tu madre quiere vivir en tranquilidad, si conseguimos el cetro, mi madre saca a los villanos y dominan el mundo de nuevo, no tendremos que volver a vernos nunca tú y yo, podrás ser la princesa que tanto anhelas ser sin tener que comprar maquillaje caducado, ¿así que que dices, princesa? ¿Vienes conmigo o no?
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