la priMEra noche
Mal
Volteé a ver a Carlos y Jay haciéndoles una seña con los ojos antes de levantarme.
—Me dijeron que habían visitantes del otro lado de la isla, pero no creí que fueras tan idiota como para de verdad estar aquí —dijo Uma con burla.
—Sigue siendo un lugar igual de decepcionante como lo recuerdo —hice una mueca de asco acercándome a ella, tomé una trenza de su cabello y la acerqué a mi nariz—. Y por lo que veo, sigues oliendo a camarón —dije con burla.
Dejé la trenza en ese momento y Uma tomó mi muñeca, miré el agarre con burla y la miré fijamente dejando brillar mis ojos.
—Estas son mis tierras, no te metas conmigo —Uma estaba notoriamente molesta, era estupendo.
—Me da igual que te creas la reina de este lado, yo hago lo que quiero, cuando quiero —hablé pausadamente en un tono suave y solté una risa burlona, le arrebaté mi muñeca y fui hacia Evie que estaba siendo acosada nuevamente por el idiota pirata.
—Ni en tus mejores sueños, Hook —le hablé mirándolo directamente, lo empujé para que se apartara, tomé la mano de Evie y salimos corriendo los cuatro del restaurante—. ¿Las tienen? —dije una vez que estuvimos fuera y algo más lejos.
—Si, están en esta maleta —sonrió Jay victorioso—. Lo bueno es que habían empacado bolsas de plástico.
—Metimos papás fritas en una y las hamburguesas en otra —explicó ahora Carlos.
Sonreí dando un respiro antes de continuar el viaje, miré a Jay extrañada y fruncí el ceño ¿por qué me miraba así? El bajó la mirada, así que bajé a ver qué ocurría y en cuanto me di cuenta solté la mano de Evie.
—Es hora de irnos —dije incómoda y cada quien tomó las maletas que le tocaban cargar.
Caminamos por la costa siguiendo a la brújula y el mapa, ya había pasado un buen rato desde que habíamos comenzado a caminar, escuché a Jay acercarse a mi y lo miré de reojo.
—¿Qué quieres? —dije exasperada.
—¿Qué te ocurre con Evie? —lo miré alzando las cejas.
—No sé de que estás hablando.
—Ay por favor, Mal. Te guste o no, te conozco mejor que nadie en esta isla —alcé una ceja y seguí mi camino molesta—. Solo di la verdad, algo te ocurre con Evie.
—Ella no confía en mi y a mi no me agrada ella —el negó y yo rodé los ojos.
—¿Por qué no dices la verdad?
—Los villanos no hablan con la verdad Jay.
—Entonces admites que te pasa algo con Evie —miré su sonrisa burlona y yo negué.
—No, no me refiero a eso —fruncí el ceño—. No me pasa nada con esa princesita irritante.
Evie
Venia atrás con Carlos, hablando de cosas absurdas para entretenernos hasta que decidimos no quedarnos atrás y acercarnos a Mal y Jay.
—¿De qué hablan? —sonreí levemente con curiosidad.
—Nada, cosas sobre la brújula —dijo Mal y asentimos.
—¿Ustedes de que hablaban? Parecían estar entretenidos allá atrás.
—Carlos me contaba las múltiples formas en que su madre podría matarlo o torturarlo al volver porque no lavó el auto de Cruella.
—Suena dramático —dijo Jay algo sorprendido—. Es absurdo que seas el esclavo de Cruella.
—Si, bueno, te acostumbras al trabajo duro —le restó importancia, tenía sentido, nadie en la isla tendría padres ejemplares, a los villanos no les importaba cuidar a sus hijos, lo primero que te enseñan en la escuela en la isla es el como no te debe importar nada más que tú mismo, y el como no puedes querer a nadie mas que a ti, el amor no es algo que se lleve bien con los villanos a menos de que sea vanidad—. Estar con mi madre es como tener un boleto directo a la ciudad locura —rodó los ojos.
—No creo que sea tan malo, por lo menos no hace las cosas que hace mi madre —solté un suspiro y aparté una rama de mi rostro, habíamos comenzado a entrar en un lugar que parecía un bosque oscuro, y necesitábamos llegar a una montaña—. Como hacerse pasar por un espejo mágico solamente para decirle que estoy lejos de ser la más hermosa de la tierra—seguí caminando pero me detuve cuando me di cuenta que todos se habían detenido, los miré extrañada.
Mal
—¿Lo dices en serio? —dijo Carlos y asentí encogiéndome de hombros.
—Mierda, pero si eres bellísima —dijo Jay y yo volteé a verlo, el me miro y sonrió—. Es decir, no eres mi tipo, pero de verdad eres bella.
—¿En serio lo crees? —Evie habló esta vez, todos la estábamos mirando, y si tenía que ser honesta por primera vez en mi vida, diría que Evie era hermosa en verdad, aunque claro, no lo admitiría así abiertamente.
—No, tienes razón, eres horrible —bromeó Jay y los tres rieron.
—Tu madre está equivocada —hablé en un tono serio y fue lo único que dije.
—Como sea, igual no me importa ahora —se encogió de hombros.
—¿De verdad lo dices?
—Si, es decir, no es como que sus padres sean diferentes ¿no? —me encogí de hombros al igual que los demás, éramos los hijos de los villanos más temibles, no esperábamos flores o corazones, mucho menos simpatía o alegría, mucho menos amor—. Tú madre por lo que suena solo se preocupa por sus abrigos —Carlos asintió—. ¿Y tu padre Jay? ¿Solo se preocupa por la tienda?
—Si —dijo después de pensarlo un poco—. ¿Habría otra cosa por la cual preocuparse? —preguntó con lo que parecía honestidad.
Creo que era la primera vez en la que a pesar de no ser amiga de ninguno de estos perdedores, no me sentía sola realmente, porque al final parece ser que todos pasábamos justamente por la misma miseria. Todos estábamos jodidos, y jodidos en serio, era algo común en la isla, nada alarmante.
Todos estaban solos, justo como yo, Evie con la loca de su madre obsesionada con la belleza, Carlos con su perversa madre chillona, y Jay, un bandido intrépido, el ladrón galante, capaz de robar cualquier cosa en el mundo excepto el corazón y el amor de su padre.
Continuamos nuestro camino hasta llegar a una zona rocosa, estaba anocheciendo y la niebla crecía, hacia frío.
—Será mejor ir y quedarnos en algún lugar, caminar de noche no es buena idea —dijo Carlos y asentimos todos.
—Aquí hay una cueva que parece buena —dijo Jay y lo seguimos.
Sacamos cosas de las maletas, mantas y comida.
Con un encendedor viejo, prendimos una fogata improvisada, calentamos en una base improvisada hecha por Carlos, las hamburguesas que habían robado del restaurante de Uma y quedamos ahí un rato, compartiendo un poco, por primera vez en la vida de cada uno, dormimos cada quien sobre una manta, pero yo no podía hacerlo, así que me abrigue y salí de la cueva, quizá sería una linda vista si la isla no estuviera cubierta de nubes que tapan el cielo o cualquier Estrella, la niebla y el clima helado, la única luz era la fogata que seguía prendida aunque a fuego bajo, era la única forma de estar calientes, y los árboles con formas horribles y perversas formaban sombras parecidas a monstruos que esperan en la oscuridad a sus víctimas, acechándolas.
—¿Tampoco puedes dormir? —escuché su voz a mis espaldas y me encogí de hombros.
—No estoy tan cansada —se sentó a mi lado y la miré—. Tú deberías dormir.
—No duermo hasta dos horas después de terminar de comer —se encogió de hombros y asentí—. Mi madre siempre me obligó a quedarme despierta y no cenar demasiado, no podía engordar.
—No te he visto comer demasiado en general.
—Supongo que me acostumbre a comer poco, de todas maneras la comida de la isla es horrible en general, solo tenemos sobras y nada más.
—Las hamburguesas no estaban tan mal —sonreí levemente y ella arrugó la nariz.
—No, supongo que no estaban tan mal —se levantó y yo solté un suspiro.
Trajo la bolsa con las papas fritas que habían sobrado, las cuales aún eran suficientes.
—Creí que no dormías hasta dos horas después de comer.
—Que se joda eso, una vez no hará mal —la miré extrañada pero algo divertida y comenzamos a comer papas fritas.
Si, creo que en ese momento justo fue cuando debi darme cuenta que estábamos iniciando algo, algo que no podía terminar bien siendo quienes somos.
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