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la hiEdra Mala no muere

Mal

Desde que habíamos salido de esa cueva, mi tobillo ardía, pero jamás me demostraría débil, mucho menos con ellos, era irritante, así que en cuanto Evie curó mi tobillo, seguimos el camino, y yo fingía estar estupendamente.

Rodé los ojos en cuanto al comenzar a llover Jay dijo que deberíamos tomar nuestras manos, era irritante que intentara coquetear en esta situación, tenemos una situación más importante que formas parejas, aunque supongo que por eso tuvo un repentino interés por Evie al inicio del viaje, lástima que su romance no fuera a durar mucho, a menos de que el beso de amor verdadero y toda esa cursilería inexistente.

Había estado demasiado irritada el último rato, mi pierna dolía por completo cuando caminaba. Llegamos a una cueva y comencé a ver las cosas borrosas, sentí entumecer todo mi cuerpo y de un momento a otro ya no pude ver nada, todo se oscureció.

Evie

En cuanto vi que Mal se desmayó corrí a ver que pasaba con ella estando angustiada.

—Está ardiendo en fiebre —miré a los chicos—. Jay, llévala más adentro, Carlos, has fuego —ambos asintieron, Jay cargo a Mal y yo fui a las maletas, tomé un trapo viejo de cualquiera de ellas, le puse agua y se lo puse en la frente después de quitar su chaqueta para que estuviera más cómoda, alcé su pantalón y su herida estaba mucho peor que antes, era veneno, corrí hacia una maleta y saqué el libro de mi madre—. La criatura de la cueva la envenenó —dije buscando referencias—. Aquí hay un antídoto —arranqué la página—. Cuídenla y que no suba la fiebre, necesito ingredientes.

—Yo te acompaño, no puedes ir sola con esta lluvia y menos con las trampas —se ofreció Jay y asentí.

—Yo cuidaré de ella —Carlos se acercó a Mal y Jay y yo tomamos unas cuantas cosas antes de irnos.

Emprendimos caminos hacia los adentros del bosque, hacia frío y estaba lloviendo, pero si no hacíamos esto lo más rápido posible, Mal podría morir.

—Entonces ¿qué buscamos exactamente?

—Acónito, canela, ajo, cabello de una bruja, sangre de salamandra, sal y cera de una vela.

—Necesitamos ir al mar, quizá podamos asaltar una barcaza de duendes —asentí, era buena idea.

Bajamos con cuidado por el camino rocoso ahora hecho un río de lodo por donde le vieras y esperamos tras unas rocas a ver una barcaza, hasta que una arribó en la orilla, Jay me hizo una seña y corrimos, el se escondió para vigilar y yo comencé a tomar las cosas que fueran necesarias, las barcazas de Auradon eran basura en su mayoría, porque en la isla no suele ser necesario una cura para venenos, pero las brujas siguen comprando ingredientes para sentirse en el pasado de gloria por un momento cuando menos.

—¡Hey! ¡Mocosa! ¡Fuera! —dijo un duende enojado, Jay salió de su escondite y lo retuvo.

—No es por ser especialmente descortés, pero si no quieres nadar con las bestias, déjanos terminar lo que vinimos a hacer —me sonrió y yo seguí hasta que terminé, le hice una seña a Jay con la cabeza y corrimos lo más rápido posible en cuanto soltó al duende.

—Buen equipo, azulada —dijo con diversión y yo también reí cuando nos detuvimos a recuperar el aliento.

—Si, no estuvo mal —me encogí de hombros con una sonrisa, no teníamos mucha noción del tiempo estando aquí afuera, pero parecía que habíamos estado por lo menos un par de horas afuera, ya estaba oscureciendo por completo, comenzamos a retomar el camino a la cueva.

—¿Te ocurre algo con Mal? —Jay me miró alzando una ceja.

—¿Aparte del hecho de que me odia? —bufé con diversión—. No.

—Pareces bastante atenta a ella —lo miré confundida—. Te diste cuenta que no venia cuando salimos de la cueva, la agarraste y la salvaste más de una vez siendo que ella intentó matarte en el temible armario de Cruella, o por lo menos herirte de gravedad.

—Oh, eso —me encogí de hombros—. Tú lo dijiste, trabajamos mejor juntos, y aunque no nos guste, nos necesitamos.

—Si claro —fruncí el ceño.

—¿Eso que quiere decir?

—Es solo que no te creo.

—Bueno, no tienes que creerme, en realidad no me importa —apreté los labios y seguimos nuestro camino unos minutos más—. ¿Por qué no me crees? —fruncí el ceño al escucharlo soltar una risa.

—Es solo que yo soy un ladrón y un atacante, y cuando eres hijo de un estafador que tiene una tienda, aprendes a observar, y las he observado.

—¿Me has observado? Creí que no era tu tipo —bromeé con diversión y el rió negando.

—Conozco a Mal hace años, desde niños de hecho.

—¿Y?

—Ella no suele defender a nadie, mucho menos de su ex, Hook —lo miré extrañada—. Y ella se interpuso entre el y tú notoria incomodidad, solo me pregunto porqué.

—No, ella me odia —dije con diversión.

—¿Y tú la odias?

Me quedé callada después de eso, supongo que tenía que hacerlo, es decir, desde que nos conocimos que no dejamos de pelear, y también está el hecho de que intento matarme, de repente me sentí agobiada, claro que la había odiado, en algún tiempo de mi vida, estaba tan molesta con la pequeña y berrinchuda hija de Maléfica que miraba desde una ventana con superioridad mientras mi vida se arruinaba, claro que había estado molesta, y si estaba molesta ¿por qué hacía esto entonces? Ni yo lograba entenderlo, ni siquiera sabía ahora porque estaba aquí, Mal había insistido tanto en que viniera que seguramente querría aventarme de un barranco para que nade con cocodrilos, y ese no es un plan atractivo.

Al llegar a la cueva comencé a hacer el remedio poniendo las cosas en agua e hirviéndolas mientras mezclaba al mismo tiempo.

—Esto sacará el veneno de su cuerpo, pero tendremos que descansar por lo menos mañana por completo, va a estar como drogada un tiempo —hice una mueca—. Pero es la mejor poción que conozco.

—Había olvidado que tú madre era una bruja hasta ahora —confesó Carlos.

—Mucha gente lo hace, nuestros padres ya no son lo que solían ser, y nosotros nunca fuimos capaces de experimentar lo que se sentía tener su poder —me encogí de hombros.

—Así que eres una bruja también —asentí.

—Si, eh, durante los 10 años en el exilio, leí mucho ¿mi favorito? El libro de pociones y hechizos de mi madre, es el libro que traje, sabía que podía servir de algo.

—Bueno, pues tenias razón —saqué el remedio para que se enfriara un poco y después se lo llevé a Mal quien estaba consciente a medias ahora, la desperté y lo puse en su boca para que se lo tomara.

—Lo bueno es que ese duende no nos persiguió más —solté una leve risa después de que Mal se volviera a dormir.

—Entre hiedras malditas y duendes molestos, no sabemos cual será la siguiente trampa.

—Bueno, nos preocuparemos si es que caemos en ella, pero sobreviviremos, tenemos que hacerlo —dijo Jay y nosotros asentimos.

Nos sentamos a cenar y yo miraba de vez en cuando a Mal, pero incluso esa noche, no pude dormir por la idea de no saber que ocurre, la pregunta de Jay me dejo confundida en verdad, pero no quería regresar a casa con ojeras y darle una decepción más a mi madre.

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