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La ciudad entera se agitaba en anticipación al cumpleaños del príncipe heredero. Una opulenta fiesta de máscaras se celebraría como tributo al hermoso joven que pronto sería el dueño de sus destinos. En las sombras de esa noche, la promesa de desenfreno y decadencia flotaba en el aire y nadie podía dejar de hablar de ello.
En una taberna oscura, los borrachos y los desdichados, escuchaban los pormenores de una fiesta a la que no estaban invitados. Sólo los elevados podían asistir a tales eventos. Allí, entre las sombras, una mujer de aspecto triste y vestida con harapos que ya estaban en sus últimos días, le entregó una máscara negra hecha a medida. Elegante y siniestra. Una máscara que reflejaba su esencia: letal y enigmática.
Mientras la noche avanzaba, La Sombra se preparaba para el encargo. El silencio en el que estaba sumido solo era interrumpido por el afilado sonido del cuchillo contra la piedra, un recordatorio de la tarea que debía completar. La determinación y la frialdad se apoderaron de su mente, preparándose para el encuentro con el joven príncipe.
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Las calles estrechas y empedradas se entrelazaban como serpientes huyendo del peligro mientras la figura encapuchada avanzaba sigilosamente entre las sombras de la noche. Una niebla espesa envolvía el aire, silenciando los murmullos y ahogando la luz de las farolas de aquel callejón antiguo. La Sombra se detuvo frente a una imponente mansión, cuyos muros altos y ventanas ocultaban su opulencia al mundo exterior.
La puerta de la mansión se abrió con un chirrido oxidado, revelando un interior elegantemente sombrío. Las velas amarillentas parpadeaban arrojando sombras danzantes en las paredes adornadas con tapices de escenas de caza y guerras olvidadas. El aroma dulce de las velas le hicieron cerrar los ojos, evocando el frío sepulcral de los templos donde alguna vez habitó. Un olor dulce y terroso. El olor del tiempo.
Fue conducido hacia un pasillo por un sirviente silencioso. Sus ojos, fríos como el acero, se posaron entonces sobre un cuadro exquisitamente pintado. El muchacho del retrato era increíblemente hermoso, incluso para sus estándares. Había visto incontables bellezas a lo largo de los siglos y ya no se sorprendía con la belleza efímera de los mortales, pero aún así podía aseverar con firmeza que ese muchacho era formidable.
"El príncipe heredero debe morir en la fiesta de máscaras.”
¿Sería aquel espléndido muchachito su próxima víctima? Podía sentir la impaciencia crecer en su interior. Alejando aquellos pensamientos que no lo llevarían a ninguna parte, detuvo sus pasos para volver a contemplar el cuadro. Algo parecido a la pena lo asaltó por un segundo al mirar aquel rostro perfecto.
No tienes alma ya. Haz tu trabajo.
Sin preámbulos, entregó un sobre sellado con un emblema dorado al sirviente que ahora esperaba a las puertas del gran salón. El joven asintió sin atreverse a mirarlo, los años de servidumbre lo habían aleccionado bien. Jamás debía mirar a los ojos a los elevados.
Dejando atrás la penumbra de los pasillos, se adentró en el salón permitiendo que la música de las vihuelas y las cítaras lo envolvieran.
Sus ojos cansados se deleitaron con el mar colorido y brillante que se movía con gracia por el gran espacio que olía a canela y flores muertas. Pero se sentía inquieto. Al acecho. No podía distraerse de su objetivo. Sabe que tiene una tarea que cumplir. La única que conoce sus secretos es la oscuridad. Una que habita en él desde hace ya demasiado tiempo…
In the darkness
Hola, mis amorxs, volví para traerles esta pequeñísima historia que surgió a partir de un reto con mi partner in crime ElpelitorosadeWon. Espero les guste. Luego las demás. Volveré ♥︎ Love u all.
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