o. limitaciones

No era la primera vez que Jeon Beomseok se encontraba en su habitación pensando lo inútil e insuficiente que era él para todos en aquella enorme y solitaria casa. Beomseok siempre creyó que el hogar de Miss Peregrine era la cuna de la soledad, incluso cuando los niños como Bronwyn, Olive, los gemelos o Claire, eran quienes más disfrutaban su infancia, aunque sus mentes se hacían daba vez más mayor con el paso de los años, que para ellos, no era más que otro día reiniciando el bucle una y otra, y otra vez.

No convivía mucho con los otros chicos, Emma era demasiado para él y los demás nunca se tomaron la molestia de incluirlo. Estaba bien con su soledad, contemplando su miseria en silencio mientras se ahogaba en la oscuridad de esa habitación de la que, rara vez, salía ¿Qué acaso nadie se había dado cuenta de su cuadro depresivo?

── Pasa ── murmuró Beomseok, antes incluso de que tocaran a la puerta. Él ya sabía quién venía, pero igual se mostraba sorprendido por verle ahí, en su cuarto ── ¿Qué necesitas, Enoch?

Enoch O'Connor había entrado por la puerta, cerrando la misma tras de sí. Tantos años en el mismo lugar, viviendo el mismo día reiteradas veces y esa era la primera ocasión en la que el chico que podía levantar a los muertos por breves momentos, entraba allí.

── Se supone que deberías saberlo, tú lo sabes todo ── replicó el chico.

Eso no era cierto, no del todo. Beomseok poseía omnisciencia, sin embargo, tenía ciertas restricciones que lo limitaban un poco.

── Pues, lamento decepcionarte, pero no puedo saberlo todo, genio ── el muchacho se incorporó, sentándose en la cama para mirarlo un poco mejor ──. Yo no soy Dios.

── Está bien, quería pedirte ayuda... Creo que Emma oculta algo, ha estado saliendo mucho del bucle y no sé si eso sea bueno ¿No sabes algo sobre eso?

Eso era normal desde la partida de Abraham Portman, Beomseok incluso lo encontraba como un suceso común del cual no había qué temer, al final, Emma Bloom sabía cuidarse y era imposible que un wight o un hueco la atrapara. Llevaba años con esa rutina, no tendría sentido que ahora por un supuesto presentimiento de Enoch, ella estuviera en peligro, pero comprendía su preocupación.

A veces llegaba a la conclusión de que, quizás, Enoch estaba enamorado de Emma, y un ardor incipiente se apoderaba de su estómago de tan solo pensar en esa idea. Y claro, Jeon Beomseok tenía limitaciones de sus poderes. Él no podía saber los sentimientos de las personas, porque estos eran volubles como los dioses y, por ende, no existía nada concreto sobre ellos. Así que no podía saber si era cierto o no el que a O'Connor le gustara Bloom.

── Su vida no corre peligro por si eso es lo que te preocupa. Está bien, pronto va a dejar de hacer esas rondas diarias, aunque está algo agitada o asustada, pero no hay nada que temer ── informó. Era verdad que no podía saber los sentimientos, pero por algún motivo, sí sabía cómo se sentía Emma en particular ese día ── ¿Eso es todo lo que necesitabas oír?

── ¿Me estás echando?

── Sí, y por favor, no azotes la puerta al salir, la madera es vieja ── sí, Enoch pensaba hacerlo, pero se resignó al escucharlo hablar ──... ¿Qué?

Eso último, fue más como algo para él mismo, no para Enoch, aunque este no dudo en preguntar.

── ¿Qué te pasa? ── se intentó acercar a Beomseok, pero este lo detuvo con un gesto con su mano.

── No deberías preocuparte por mí, ni tampoco venir a mentir para saber de Emma cuando solo querías saber cómo estaba yo ── el pelinegro enmudeció al oír esas palabras ──. Por favor, vete.

Y Beomseok ya sabía que se iba a marchar sin siquiera voltearse a mirarlo por última vez, y también supo que iba a ignorar su advertencia dando un fuerte azotón a la puerta que alarmaría a los demás niños peculiares de la casa.

── ¿Qué fue eso? ── también adivinó que Fiona iba a hablar, pero que nadie iba a responder a su pregunta.

No entendía a los peculiares como Enoch O'Connor, consideraba que era igual de voluble y cambiante que los mismísimos dioses.