Capítulo 5
•Capítulo 5: “Mal humor, Owen y ¿Perro callejero?”
Narra Valeria
Me desperté a eso de las once de la mañana muerta de hambre y con muchas ganas de orinar. Me levanté con suma pereza ya que no había dormido para nada bien, y adivinen la causa ¡Vamos! ¡Yo sé que ustedes pueden!
—Maldito tripon llorón. —gruñí enojada en el baño, hace una hora fue que se quedó dormido, claro, cómo él no tiene nada productivo que hacer con su pequeña y miserable vida.
Ignorenme, no estoy de humor hoy.
Aproveché y me di un baño con agua fría creyendo ilusamente que eso me quitaría sueño. Eso no pasó, de hecho, me dió más sueño y sí, así de contradictoria soy ¿Algún problema? ¿No? Bueno.
Con unas terribles ganas de tirarme a dormir en el piso camine de forma lenta hasta llegar a mi maleta tirada en una esquina de la habitación. Saque mi ropa interior, un jeans negro desgarrado en las rodillas y una camisa con franjas blancas, amarillas y rojas de forma horizontal; aunque me quedaba un poco ajustada era muy larga para mí gusto así que opte por meterla a dentro del jeans y me coloqué mis converse.
¿Qué? ¿Muy cliché para ustedes? ¡Me vale! Toda mi vida he usado converse y no haré la excepción por ustedes hoy.
Bien, aclarando eso; hoy tengo planeado hablar con el dueño de este edificio para ver cómo podemos resolver el problema de la ventana y sobre las goteras que hay en mi habitación. Se que no debo exigir mucho, en el contrato que firme para que me dieran mi pieza aclara que no es lo más lujoso del mundo pero que sí estaba en condiciones para vivir cómodamente. No sé cómo funcionen las cosas por aquí, pero en mis planes no está quedarme callada y aguantarme todo eso, mientras este pagando estoy en todo el derecho de reclamar.
***
—Sino le gusta se puede ir, nadie la detiene. Pero le recuerdo que no se le devolverá el dinero, todo eso está en el contrato que USTED leyó y firmo. —dijo sin más el Señor al frente mío.
—¡Puedo demandarlo por fraude! —amenace indignada, este Señor no se va a salir con la suya, oh claro que no.
—Para eso necesitaría un abogado y dinero, lo cual, dudo mucho que tenga si se está hospedando en este lugar. —se burló dándole un sorbo a su trago.
Maldigo entre dientes, el hijo de puta tiene razón.
—¿Al menos tiene algún cartón para cubrir eso? —pregunte resignada. Lo vi sonreír al notar que había ganado.
—Atrás por los contenedores de basura hay unos cuantos, suerte. —fruncí mi ceño tratando de encontrar las migajas de paciencia que poseo.
—¿Qué? ¿Las tengo que buscar también? —chille al borde del colapso, definitivamente hoy me voy a morir de un ataque de arrechera.
—Usted es la del problema, por supuesto que los va a buscar usted. —respondió como si fuera lo más obvio del mundo. Lo fulmine con la mirada para luego salir furiosa de ahí, esto es tan mediocre.
Y sé que parezco una niña malcriada haciendo un típico berrinche pero no es así ¡Para nada! Aunque ustedes no lo crean no soy alguien que sea exigente ni nada por el estilo, si al menos él se fuera comportado amable y no se hubiera burlado mío las cosas serian diferentes.
Suspire saliendo por la puerta trasera del edificio, fruncí mis labios viendo los contenedores de basura. Camine hasta el mientras observaba el callejón por donde entran los camiones que se llevan la basura; el día estaba un poco nublado, apenas acabe con esto me tendré que ir caminando hasta el restaurante ya que es Domingo y me toca trabajar.
—Cuando tenga dinero suficiente comprare una cortina, no tendría caso que comprara un vidrio nuevo si lo van a volver a romper. —digo moviendo los cartones, al menos uno que no este tan feo ¿No?
—¿Hablando sola de nuevo?
—¡AHHH! —grite soltando los cartones dejándolos otra vez en el suelo. Mire con enojo a la rubia al frente mío. —¿Es que acaso planeas matarme de un infarto algunos de estos días? —pregunte con una mano en mi pecho controlando mi respiración.
—Lo siento... No fue mi intención, solo estaba de paso y te vi. —aclara haciendo un puchero.
¿Dónde está mi abogado? Estoy perdiendo el caso con un simple puchero.
—Está bien, ya no importa, —suspire. —Y bueno... ¿A dónde ibas antes de verme aquí? —pregunte con una mueca, iniciar conversaciones no es lo mio y que quede registrado aquí que estoy haciendo un gran esfuerzo por entablar una conversación decente con la rubia.
—Iba a visitar a un amigo que está viviendo en este edificio. ¿Tu también vives aquí? —responde con su característica sonrisa.
Creo que me puedo acostumbrar a esto.
—Sí, de hecho, vine a buscar unos cartones para tapar una ventana. —dije sin ánimos señalando los cartones en el suelo con mi cara de amargada súper normal. No me malinterpreten, la compañía de Alicia no es algo que me moleste ni nada por el estilo, es solo que mi humor es así por naturaleza y aunque lo intente cuesta un poco lograr que este de buen humor.
—Oh, ya veo. Entonces... No te molesto más, fue un placer volver a verte. —bien, creo que no estoy tan normal cómo creo que estoy y Alicia lo a notado.
Aquí el problema: No quiero que se vaya, por lo menos me gustaría hablar más con ella pero sé que con mi humor de perros no terminaría muy bien que digamos.
Resignada suspire encogiéndome de hombros.
—Igualmente, que tengas un lindo día. —respondí sin más tomando nuevamente los cartones del suelo. Lo mejor es que me vaya, no quiero pagar mis enojos con ella; gire y camine de regreso al edificio sin mirar atrás.
—Soy una maldita idiota. —susurré colocando una de mis manos en mi cien tratando de controlar el pequeño malestar que me molestaba desde hace rato.
***
Narra Alicia
Observe con curiosidad cómo Valeria se alejaba con los hombros tensos y ceño fruncido hasta que la perdí de vista al ingresar al edificio, se notaba a leguas que se encontraba molesta y no les voy a mentir, estuve a nada de preguntarle la causa de su mal humor pero sabía perfectamente que no era de mi incumbencia sin descartar el hecho de que apenas y nos conocemos un poco cómo para siquiera considerarnos amigas.
Suspire desilusionada caminando por el desolando callejón hasta llegar nuevamente a la calle, no habían muchas personas al rededor y hasta cierto punto es entendible ya que no me encontraba precisamente en las mejores calles de España.
—¡Alicia! —me sobresalte al escuchar mi nombre ser pronuncia en un grito no muy lejos de mi, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me había percatado de Owen, este me miraba divertido cerca de las puertas del edificio.
Owen, es mi mejor amigo desde que tengo uso de razón, es un año mayor que yo por lo tanto tiene diecinueve años; su cabello es castaño claro, ojos ámbar y piel bronceada. Tiene un humor muy divertido, nos queremos cómo si fuéramos hermanos de sangre y ambos nos sobreprotegemos demasiado (Aunque él más a mi). Nos criamos juntos en el orfanato, aunque a mi me adoptaron ya bastante grande él no corrió con la misma "suerte", cuando cumplió la mayoría de edad se fue del orfanato y empezó trabajar logrando pagar un piso en este edificio y sustentarse por este año y medio, a pesar de todo él solía ir siempre a visitarme en sus tiempos libres. Me contó sobre este edificio, sobre sus trabajos y vida cotidiana asegurándome que apenas cumpliera la mayoría de edad me iría a vivir con él y saldríamos adelante juntos. Por desgracia fui adoptada por Jane y Gerald antes de que todo eso sucediera.
—¡Owen! —corrí en su dirección, sin dudarlo nos unimos en un fuerte abrazo de oso que me corto un poco la respiración. —Hey... Me... Estás... Apretando... —dije cómo pude con una mueca de dolor.
—Ups, lo siento. —dijo riéndose, nos separamos sin dejar de reír.
—Sos un bruto, un poco más y me rompes un hueso. —chille fingiendo enojo con los brazos cruzados.
—¡Ay! Ya dije que lo sentía. —exclama con un puchero, reí sin poder evitarlo tomando su mano.
—Ya, está bien, te perdono. —digo alegre arrastrándolo conmigo por la entrada del edificio. — ¡Vamos! Ya quiero conocer tu piso, más te vale que este en condiciones porque de no ser así te pondré a limpiar así sea con la legua. —amenacé dando pequeños saltitos mientras caminaba, podía escuchar su risa mientras nos acercábamos a las escaleras.
—Por supuesto, ni creas que no me esperaba esa amenaza de tu parte eh. —respondió sin dejar de reír, parecíamos unos críos riendo por cualquier bobada pero ¿Cómo no ser así? Hacia ya dos meses que no nos veíamos y las emociones nos ganaban a los dos por completo.
***
Narra Valeria
Jadee quitándome los tacones, se sentía tan bien después de tantas horas usándolos. Me cambie rápidamente por una ropa más cómoda, ya lista guarde todas mis cosas en mi mochila y salí de los vestidores.
—Adiós Rose. —me despedí con mi mochila en mano y una sonrisa cansada. Todavía me cuesta creer que las otras nueve mesaras hagan esto todos los días.
—¡Oh! Valeria, ¿No quieres que llame un taxi por ti? —pregunta amablemente guardando unas canastas en el carrito donde normalmente se le lleva la comida a los clientes.
—No, descuida, estoy bien así. Ten una linda noche, adiós. —me despido nuevamente, mi humor había mejorado a fuerza mía ya que tenia que venir a trabajar y no me podía dar el lujo de tratar mal a los clientes.
—Igualmente, adiós. —sonríe dándose la vuelta continuando con su trabajo.
Sin más salí del restaurante y me dispuse a caminar de regreso a casa, por más que quisiera llamar un taxi no podía, no contaba con el dinero suficiente para uno y se perfectamente que es un riesgo muy grande para mi caminar a las doce de la madrugada sola pero no me quedaba de otra.
Media hora más tarde
Corrí cómo nunca sintiendo mis piernas dolor y a mis pulmones la falta del aire. El miedo estaba presente al igual que unas inmensa ganas de vomitar mi almuerzo.
¿Cómo es que terminé así? Buena pregunta, aquí les tengo la respuesta: nunca pisen a un perro callejero por accidente.
Chillé escuchando sus ladridos detrás de mi sin cesar, un alivio corrió por todo mi cuerpo al ver que el edificio no se encontraba muy lejos, con un poco de suerte llego sin ninguna mordida.
Y sin previo aviso, algo se lanzo a mi espalda ocasionando que caiga de cara al suelo dándome un fuerte golpe. El miedo había regresado con más intensidad al sentir cómo el animal tomaba mi camisa por la parte trasera, jalandola con fuerza.
—¡SUELTAME! —grite incorporándome rápidamente, el perro seguía destrozando mi camisa. Sin pensarlo mucho comencé nuevamente a correr moviéndome de un lado a otro tratando de quitarme al animal de encima. —¡YA BASTAAA! —seguí gritando, visto que el animal no tenía intención de soltar mi camisa una idea cruzo por mi mente.
Me quite la camisa de un tirón quedando solamente en brasier, Sonreí con burla al ver al perro morder mi camisa. La sonrisa se me borro casi al instante al ver cómo dejaba la camisa y ladraba en mi dirección nuevamente.
—¡Mierda! —exclame cuando el perro empezó a perseguirme otra vez, ahora que no tengo camisa estoy casi segura que me destrozara la espalda cómo me llegue a alcanzar. Corrí con todas mis fuerza hasta llegar al edificio, subí los escalones con el perro pisandome los talones prácticamente.
Cerré la puerta de golpe dejándolo afuera.
—¡Ahí tienes coñoetumadre! ¡JA! —digo riendo mientras escuchaba sus ladridos del otro lado de la puerta.
—¿Disculpe? —me quede rígida al escuchar la voz del recepcionista, trague con fuerza al recodar que me encontraba en brasier en plena madrugada con un chico un poco mayor que yo observándome fijamente.
—E-esto... Y-yo... Ahm... —me había quedado en blanco, no sabia que decir. —¡Ya me voy! —dije corriendo en dirección a las escaleras, subí de dos en dos a pesar del dolor en mis piernas que exigían descanso por un par de horas cómo mínimo. Por suerte, el chico no hizo ni dijo nada para detenerme.
Coloque una de mis manos en mi cintura, cerré mis ojos mientras caminaba por el pasillo que me llevaba a mi piso.
—Estás mierdas solo me pasan a mi o qué? —pregunte en voz alta haciendo una mueca sin abrir los ojos, mis piernas parecían gelatina por lo tanto caminaba lento y sin apuro, aunque siguiera completamente consiente que no tenía camisa por el frío que hacía. Mi cara ardía por el golpee al igual que mis brazos y rodillas.
—Estoy empezando a creer que es un habito tuyo hablar sola. —abrí mis ojos de golpe mirando a Alicia, la cual tenía en sus manos una caja de pizza y una gran sonrisa en su rostro, atrás de ella había un chico castaño que me miraba con una ceja alzada sin entender nada.
Mierda.
HappyBabyBoy • 08/09/2020
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