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Capítulo 1

• Capítulo 1: “Escape y viaje”

Narra Valeria

Las historias clásicas en donde la protagonista se va de casa porque no la dejan vivir a su gusto normalmente empiezan cuando se van de su hogar o falta poco para hacerlo. Lamento informarles que esta vez no será la excepción.

***

Estoy harta, harta de que me tomen por estúpida. Harta de tener que ser lo que los demás quieren que sea por el simple hecho de que es la única forma para que las personas me toleren.

Sí, tengo un carácter de mierda que ni mi propia familia aguanta.

Suspiré terminando de colocar la última prenda en mi maleta, he planeado esto desde hace una semana; en mis planes no es armar un escándalo gritando que me iba de la casa porque no me entendían y llorar a mares en el proceso. Simplemente, tomar mis cosas he irme sin hacer el más mínimo ruido, dejando solo una carta explicando mi partida. No soy tan idiota cómo para no dejar nada, no quiero tener a la policía siguiéndome el paso.

Agarré mi maleta mediana con una mano y con la otra coloque mi mochila en mi hombro, no tengo mucha ropa así que había entrado perfectamente en la mediana al igual que unos tres pares de zapatos. En mi mochila llevo mis cosas de aseo personal, unos libros, mis aparatos eléctricos y todas mis cosas para dibujar.

Salí de mi habitación sin mirar atrás, todos se encontraban durmiendo en sus respectivas habitaciones mientras yo caminaba a la salida sin intenciones de volver.

Al llegar a la sala busque el lugar donde mi madre escondía las llaves de la casa por mi sonámbulismo y las tomé sin dudarlo dos veces. Todavía estoy a tiempo de regresar, colocar mis cosas donde siempre han estado y hacer cómo si nada hubiera pasado esta noche, cómo sino hubiera estado a punto de irme.

Pero adivinen qué? Cuando tomo una decisión no doy ni un solo paso atrás, ésta vez no será la excepción.

—¿A dónde crees que vas?

Me cago en la...

Cerré los ojos intentado controlar los rápidos latidos de mi corazón, suspiré y quite la mano de la perrilla. Me di la vuelta y la enfrente.

—Me voy de casa. —dije sin más encogiéndome de hombros sosteniendo con fuerza mi bolso y maleta.

—¿Qué? —pregunta incrédula, en sus ojos podía notar el destello del enojo que estaba conteniendo.

Y luego se preguntan de dónde saque mi carácter de mierda.

—Lo que escuchaste, me voy de casa. —respondí dando un paso atrás, había soltado mi maleta colocando la mano desocupada en la perrilla. Ella no me iba a dejar ir, oficialmente me tocará huir y correr con todas mis cosas cómo una completa desquiciada a las tres de la mañana.

—¡Tu no te irás a ninguna parte! —grita furiosa acercándose a mí, rápidamente abro la puerta y tomo mi maleta en el proceso.

Salí corriendo escuchando sus gritos mientras me perseguía por la calles oscuras de nuestro barrio. Prácticamente tenía el corazón en la garganta por el susto pero de igual forma no me detuve en ningún momento hasta estar completamente segura de que mi madre no me seguía.

Estaba consiente que se regresaría y llamaría a mi padre para que juntos salieran a buscarme, así que sin pensarlo mucho saque mi teléfono y marque a una línea de taxis para que me viniera a buscar. Me dijeron que tenía que esperar unos diez minutos y acepte.

Me senté en la cera con mi maleta al lado y mi teléfono en mano el cual se encontraba a reventar de llamadas perdidas tanto de mi padre, madre y hermanos. Suspiré mientras bloqueaba sus números, no me podía dar el lujo de botarlo justo ahora; aunque claro está que tengo que hacerlo sino quiero que me rastreen.

Pasaron exactamente doce minutos para que el taxista me viniera a buscar, me ayudó a subir todas mis cosas al auto lo cual le agradecí mientras subía a este.

—¿A dónde la llevo? —pregunta mirándome por el retrovisor.

—Al aeropuerto, por favor.

***

En el camino había tirando el chip y tarjeta de memoria de mi teléfono después de haber cerrado todos mis correos y eliminar una que otra cuenta, gracias a los dioses había internet en el aeropuerto; me quedé jugando el juego del gusanito hasta que llamaron para que abordaramos el avión.

Y para los que se lo están preguntando, sí, ya soy mayor de edad. De hecho, cumplí los dieciocho la semana pasada. Espere cuatro años para esto, y no lo voy a negar, me contraba nerviosa y ansiosa por todo lo que me esperaba de ahora en adelante.

Le entregué mi boleto que fue comprado con mi propio dinero, no crean que porque me fui de casa y este apunto de abordar un avión le haya robado dinero a mis padres. Cómo dije, fueron cuatro años de espera y no planeaba irme sin un centavo; la chica me miró extraño pero luego asintió dejándome pasar.

Ya abordo del avión pude respirar con tranquilidad, todavía existía la pequeña posiblidad de que mis padres llegarán antes de abordar el avión pero cómo han leído no fue así. Supongo que me creían más estúpida de lo que soy.

Por suerte me había tocado al lado de la ventana, a mí lado un señor de unos treinta años se había sentado más en ningún momento intento entablar una conversación conmigo y digamos que yo no soy buena en eso de comunicarme con otros personas así que pasamos gran parte del viaje en silencio.

No fue muy interesante el viaje, me había quedado dormida a la mitad de este y antes de aterrizar el Señor me había despertado para que me colocara el cinturón de seguridad, creo que esas eran sido las únicas palabras que habíamos intercambiado en todo el largo viaje.

***

—¡Tía! ¡Ten más cuidado, joder!

—Lo siento. — dije haciendo una mueca mirando su camisa manchada por mi café. Por suerte era frío, no debería quejarse tanto.

El chico me miró enojado una última vez antes de darse la vuelta he irse. Mire con dolor mi vaso vacío para luego caminar al bote de basura que se encontraba cerca y tirarlo ahí; llevaba un buen rato esperando el taxi que una Señora súper amable había llamado para mí ya que no tenía ni la más mínima idea de cómo llamar a uno, sin contar que no tengo un número de teléfono de aquí.

—¿Valeria Hernández? —pregunto un chico con un claro acento Español. Levanté la mano, él se acercó a mí y tomo mi maleta entre sus manos.

Bueno, si es por las malas entonces.

Entre sin pronunciar palabra al auto, dejando mi mochila en el asiento a mi lado.

—¿A dónde la llevo? —pregunta poniendo en marcha el auto.

—Ahm... —busque rápidamente mi teléfono, entre en galería y busque el Screenshots con la dirección de la casa en dónde me quedaría cómo inquilina por unos cuantos meses. Le entregué el teléfono, al rato asintió y me lo devolvió.

Bien, nueva vida, allá vamos.








—HappyBabyBoy • 22/07/20

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