🍁 V E I N T I U N O 🍁
Desperté con el cabello de Miles haciéndome cosquillas en los labios. Su cabeza reposaba sobre el hueco de mi cuello y todo su cuerpo me abrazaba, como si temiera que me fuera.
Me sentí arropada, sobre una nube mientras un ángel bello me abrazaba con sus enormes alas.
Observé a Miles, que roncaba suavemente, lleno de paz en su hermoso rostro y aproveché para retirarle algunos mechones cortos de su cabello rubio. Lo acaricié con suavidad, tocándole el pelo y peinándoselo hacia atrás, notando como sus brazos me apretaban un poco, como si deseara estar más pegado a mí.
No podía evitar sentirme feliz en esos pequeños momentos, en aquel hotel mientras la luz del sol comenzaba a posarse sobre el rostro de Miles, despertándolo. Ahí vi sus ojos azules tan relucientes y noté como sus labios estaban hinchados, sonriendo por todo lo que habíamos hecho la noche anterior.
Lo besé con dulzura en la frente, quizás siendo demasiado cursi, pero no podía evitarlo.
Sus preciosos ojos azules como el mar se clavaron en mis ojos mañaneros y dijo;
—Hola... —Su voz sonaba muy ronca.
Su cabeza se pegó a mi pecho desnudo, a la vez que empezaba a sentir como su desnudez empezaba a despertar, apuntándome en la pierna.
—Hola —respondí, riendo un poco.
Nos miramos en aquel instante, en aquel fugaz instante que deseé que pudiese perdurar años y años. Para cualquiera sería una estupidez escrita de la autora más sosa que hubiera existido jamás, pero para mí era darme luz en mi oscuridad.
Entonces, pensé en que tenía que marcharme dentro de una hora y que él se quedaría. Quería quedarse un día más porque quería hablar con sus padres con mi trato. Yo le había dicho que no se preocupase, pero él no estaba contento por como me habían estado tratando y me imaginaba que quizás Miles iba a poner punto y final con su relación con sus padres. Que ya de por sí no era buena, ahora mucho menos.
Me entristeció porque, lejos de que no me cayesen bien por como se comportaban conmigo, eran sus padres. Pero la decisión era de Miles, no mía. Yo estaría ahí, apoyándolo en cada decisión que tomase.
—Ojalá no me tuviese que quedar... —contestó con voz apenada.
Negué mientras respiraba con fuerza, haciendo mover la cabeza de Miles a la vez.
—Ojalá... —susurré y negué con la cabeza—. Nos veremos mañana. Solo serán unas horas.
Él suspiró.
—Eternas. Pero no quiero que esto quede así, no por como te trataron ayer. Y quiero hablar con ellos, cortar todos los lazos con ellos.
Apreté la mandíbula al escuchar aquello último y de verdad se me encogió el corazón por ello.
—No deberías cortar ese lazo —susurré. —Son tus padres, aunque no sean los mejores.
Miles se colocó sobre mí para poder mirarme a los ojos y contestar;
—¿De que me sirve tener unos padres que jamás me han apoyado? —Sus ojos analizaron los míos y yo no le dije nada más. Era su decisión y estaría de acuerdo con cada cosa que Miles tomase—. Dame unos minutos más, antes de que vuelvas a Málaga.
Sus labios se pegaron en mi cuello, comenzando a besarme como él sabía hacerlo y empecé a notar más fuerte su miembro apretándose en mi piel y solté un suave suspiro que no ayudó a que él me soltara, para comenzar a prepararme.
—Puede que me sobren unos minutos —murmuré.
Y nos dejamos llevar por la pasión.
🍁
Después de recoger todas mis cosas y prepararme —todo lo que Miles me había dejado—, me encontraba esperando al taxi que había llamado anteriormente.
Miles me había acompañado y en ese momento estábamos juntos, esperando al auto que me llevaría de vuelta a casa, en unos días que se pasaron, para mí, bastantes largos. Lejos de que con los momentos que vivía con Miles se iban con rapidez. Pero necesitaba volver a casa y escribir todo lo que había sentido en mi libreta, en mi diario, quitarme todo ese peso de encima y dedicarme unas horas para mí misma.
Me sentía agotada mentalmente y no entendía el motivo. Si quizás todo lo que estaba viviendo nuevo, a lo que no estaba acostumbrada, pasaría factura. Quizás estaba empezando a sentir cosas mucho más fuertes por Miles de lo que realmente me esperaba sentir y eso me daba miedo, pavor... Quizás tenía miedo a que lo amara tanto que luego él me diera la espalda de un día para otro.
Y eso... Eso me aterrorizaba.
El taxi llegó y los brazos de Miles se convirtieron en mi mejor abrigo.
Nos despedimos, para prometernos que volveríamos a vernos al día siguiente y que lo llamaría cuando llegase a casa. Le prometí todo aquello y me subí al taxi, tras guardar mi maleta en la parte trasera del auto.
Me asomé a la ventana, nos despedimos con un movimiento de mano y él regalándome otro beso al aire. Seguí mirándolo mientras el coche arrancaba y él seguía ahí, de pie, hasta que lo perdí de vista cuando el taxista giró.
Volví a mi asiento y me quedé mirando los paisajes de aquel pequeño lugar, para que, dentro de 2 horas, estuviese de nuevo en mi hogar. En mi pequeño piso que, lejos de que fuese pequeño, ahora empezaba a apreciar por completo.
Sonreí, pero no del todo.
Pegué mi frente en el cristal y, en cuanto volví a mi burbuja, noté miles de sentimientos, entre ellos, la tristeza. Sentía una recaída extraña, como si muchos problemas se avecinaran para mí y sabía el motivo. Sabiendo mis sentimientos por él, los padres que no les caía bien y como me encontraba, necesitaba más sesiones con Mónica. Los necesitaba realmente para explicarle todas las cosas que estaba viviendo. Y sentí miedo... Mucho miedo.
¿Por qué me estaba pasando esto, si estaba en mi mejor momento? ¿Quizás llevaba semanas con demasiadas cosas nuevas y recordando el pasado y estaba pasándome factura? O, por el contrario, ¿era yo quien estaba creando un monstruo?
Miré mis manos y empecé a pensar en todo. Y supe que necesitaba pensar, alejarme y volver con mis padres, junto al lugar donde me crie y entender muchas cosas. Hablar con mi madre y entender que es lo que me estaba pasando, porqué tenía miedo de amar a Miles.
¿Por qué?
Negué con la cabeza y dejé que el taxista me llevase a casa y no supe por cuanto tiempo estuve así, cuando vi que nos acercábamos a la ciudad, parando en un semáforo en rojo. Vi aquella señal y empecé a entender que necesitaba una pausa, necesitaba buscar un momento para mí misma, escaparme y volver a mis orígenes.
Y cuando el semáforo se puso en verde, entendía que todos necesitábamos parar y volver hacia delante como los coches.
Al girar mi cabeza algo me impresionó, abriendo mis ojos por completo y ver como un coche no había parado el semáforo que tenía en rojo y cuando lo vi frente a mis ojos, todo se tornó oscuro.
🍁
La voz de alguien me hizo despertar.
Sentía un fuerte dolor de cabeza que me costaba abrir los ojos y, cuando lo hice, me percaté que me encontraba en una habitación blanca, muy bien limpia y con fuertes olores a productos de limpieza.
Al girar mi cabeza, encontré a un Miles asustado, mirándome asombrado y angustiado. Juraría que podía ver que había envejecido unos años por ello y, tan rápido como me paré a observarlo, sus brazos me rodearon con rapidez.
—Leire... Oh, por favor... —murmuró mientras que estaba sin comprender absolutamente nada—. Estás aquí.
Lejos del dolor de cabeza, por lo demás me encontraba ligeramente bien, con leves molestias en el lado derecho del cuerpo.
Con los brazos de Miles, un suave y hermoso olor a Christian Dior hizo que me sintiera como en casa. Y, como pude, lejos de todas las cosas que tenía en mis brazos, le devolví el abrazo.
—¿Qué? No entiendo nada —murmuré y sus ojos se clavaron en los míos.
Los dedos largos de Miles comenzaron a mover los mechones de pelo que tenía frente a mis ojos y los colocó detrás de mi oreja. La tranquilidad en él volvió, como la mañana de ese día que desperté abrazándolo.
Entonces, él me dijo;
—Tuviste un accidente esta mañana. Dice el médico que te diste un golpe en la cabeza, pero que estás bien y puedes irte a casa dentro de unas horas —aclaró, tranquilizándome.
Me explicó que llevaba unas horas inconsciente y que, cuando él había acabado de hablar con sus padres, recibió una llamada que lo congeló. No pude evitar pensar en el sentimiento que se le tuvo que haber quedado y no me gustó verlo así de afectado. Ver como el ángel que tenía frente a mí comenzaba a apagarse por lo que me había pasado.
—Me asusté mucho —inició, con los ojos apagados—. Estaba hablando con Donna y Flavio, cuando me llamaron del hospital. Jamás había corrido tanto en mi vida —juró, apretando mucho mis manos con las suyas y yo negué con la cabeza.
No quería verlo así de mal, y menos por mi culpa. Pero ninguno teníamos la culpa, eran cosas de la vida y había que recogerlas, por poco que nos gustase.
Ambos nos quedamos hablando, tranquilizándonos y dejando que los minutos pasaran mientras me acostumbraba a ese olor a productos de limpieza del hospital. Entonces, mi mente recordó al hombre del taxi, y me preocupé por su bienestar.
—¿Cómo está el hombre que conducía el taxi?
Miles sonrió por mi preocupación y yo me extrañé por ello. Parecía que le gustaba esa forma de mí, de preocuparme por las personas.
Mojó sus labios con su lengua y yo me sonrojé al recordar todas las maravillas que me había estado haciendo con ella.
—Está bien, con su mujer y sus hijos —contestó.
Durante todo ese tiempo, yo acostada en aquella camilla y con Miles a mi lado, no dejó de acariciarme el cabello con dulzura. Y lejos de que estuviese despierta, seguía viéndolo afectado, con la sensación de que Miles quería decirme miles de cosas, pero no le salían y lo podía ver desesperado.
Lo besé en los labios cuando tuve ocasión.
🍁
Aquella misma noche, una vez Miles me llevó a mi casa a descansar, dejé que él comenzara a mirar todas las cosas que tenía allí. Me avergoncé al ver que tenía muchos cuadros apoyados en la pared y él comenzó a mirarlos de uno en uno, sonriente por ver mis pequeñas obras de arte que jamás verían la luz.
Me peiné el cabello hacia atrás y seguí vigilándolo de lejos, cuando el cuerpo de Miles se giró y no supe que iba a hacer. Vi mucha hambre en su mirada, deseo por hacer miles de cosas prohibidas conmigo, pero trató de controlarse.
Y cuando pensé que ya no iba a hacer nada, se acercó a mí corriendo y estampó mis labios sobre los míos.
En menos de 30 segundos, nuestras ropas habían abandonado nuestros cuerpos y Miles, con sumo cuidado, me llevó a la cama, colocándome sobre él para hacerlo yo todo y así él no me hiciera daño después de salir del hospital.
Tomé su miembro con soltura y lo metí en mi entrada, dándonos placer nada más sentirnos. Miles comenzó a guiarme, tomando control de mis caderas y yo moviéndome, dejando salir y entrar a su amigo.
Mientras seguíamos con este movimiento, nos besábamos con salvajismo, sabía que él ansiaba tenerme después de casi perderme hoy y dejé que él fuera así y más a mi lado. Deseaba tenerlo entre mis brazos y que Miles me tuviese para él. Pero en menos tiempo de lo que pensaba, él me tomó y me colocó en la cama, manteniéndose sus brazos en la cama, mirarme a los ojos y empezar a entrar y salir de una forma mágica. No dejó ni una pizca de centímetro cada vez que entraba en mí y yo me sentía en una nube que me llevaba volando a cualquier lugar.
Las caderas de él siguieron moviéndose, a la vez que yo aprovechaba para colocar mis manos sobre su trasero redondo y disfrutar de las vistas que me estaba brindando Miles. Hasta que ninguno de los 2 aguantamos más y terminamos corriéndonos, gimiendo en voz alta mutuamente.
Al acabar, Miles se colocó sobre mí, con cuidado de hacerme daño y, besándome repetidas veces, dijo algo que me dejó paralizada;
—Te amo, Leire.
No supe que decir. Me quedé tan impresionada por esas palabras que me asusté y no lo entendí. Quizás no estaba preparada a que él me dijera abiertamente sus sentimientos en los pocos meses que llevábamos juntos y, lejos de que yo deseara decírselo, no me sentía preparada para contarle mis sentimientos a él... Para decirle también que lo amo.
Sus ojos se abrieron de golpe, comprendiendo que, quizás, era muy temprano y se apresuró en decir;
—¿He sido muy apresurado? No... No quiero que te sientas presionada —susurró, acariciándome el rostro con dulzura y, cuando fui a abrir los labios, él me dijo. —No digas nada por favor... Necesitaba decírtelo y era lo que sentía ahora... —Y repitió aquellas mágicas palabras—. Te amo, Leire.
***
Un capítulo menos :(. No sé ustedes, pero yo no quiero que termine...
¿Que les ha parecido este capítulo?
¿Quieren más?
Nos leemos.
Patri García
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