🍁 P R E F A C I O 🍁
Diario de Leire
17 de octubre de 2014.
Después de escribir como cuatro veces contadas en todo el año en este diario, demostrando mi pocas ganas de ser regular en un proyecto como este tan bobo, ahora me encuentro en mi cuarto, escribiendo a mano en la quinta página de mi diario.
Necesitaba escribir como me sentía hoy, como estaba hoy, porque en esta fecha conocí a alguien importante que quizás no vuelva a ver en mi jodida vida, pero sus ojos no han abandonado mi mente desde que lo vi a primera hora de la mañana en las escaleras de la universidad.
Lo vi. Vi a ese chico que aparecía en mi mente cuando duermo, y lo digo en pasado porque hace meses que no ha vuelto a mis sueños. Lo vi aunque quizás no sea él exactamente, pero su parecido físico es innegable y perfecto.
Estaba subiendo las escaleras cuando de pronto, como si de una pared se tratase, me quedé congelada a dos escalones de acabar de subir la cuesta.
Él, con su cabello rubio, alto, con esa camiseta de hockey de color negro con las letras de 'BROOKLIN' y el número 10 a su espalda, junto con unos pantalones vaqueros ajustados y con una mirada perdida en su móvil, estaba allí, apoyado en la columna que adornaban la universidad. Me quedé estupefacta, era como ver un fantasma pero en vez de salir huyendo quería acercarme y seguir admirándolo. Pero hubiese sido como una loca acosando a alguien, por lo que negué con la cabeza y seguí caminando como quien no le hubiese pasado algo.
Pero, cuando pasé a su lado y sentí su mirada sobre mí, mi piel se erizó y me congelé al escuchar aquella voz grave que me enamoró al instante.
Sí, como cualquier loca, me giré y le dediqué una mirada intentando demostrarle que no me afectaba su atractivo físico ni esos ojos tan profundos como el mar, cuando en realidad por dentro me estaba muriendo de vergüenza por haberte escuchado.
—¿Me puede explicar donde se llega a la biblioteca de la universidad? Es mi primer día aquí y no sé que hacer.
Así me contestó y tan solo me sentí como un pájaro aprendiendo a volar frente a un árbol grande lleno de hojas, perdida. De esta forma me describiría este día. Estaba perdida en sus ojos y, como pude, le contesté con buenos modales donde se encontraba la dichosa biblioteca.
No quería que se marchase, quería decirle que esperaba verlo, pero hubiese sonado como una loca gilipollas, por lo que le dije tan solo que bienvenido a la universidad.
Es mi primer año, aun no había hecho amigos. ¿Qué más podía hacer?
Y ahora estoy como una colegiala mirando mi diario y recordando a ese chico con las mejillas sonrojadas.
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