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🍁 N U E V E 🍁

Los días siguientes a lo sucedido me encontraba caminando en una de esas tardes por las calles solitarias. Solo pensaba en la llamada de mi madre y en que, cuando pudiera, fuera al pueblo a verla, tanto a ella, como a mi padre.

Sabía lo que significaba y solo quería saber el estado en el que él se encontraba. Pero ahora mismo no podía y quería dejarlo todo para ir con ellos, pero mi madre reiteró que, si no podía, que aún no fuese. Y si incumplía esa norma, me llevaría una buena bronca de ella.

Traté de despejar todo lo que tenía en mi mente y de pensar en otras cosas que no fuesen dramáticas. Pero, ¿para qué mentirles? Mi vida ya era todo dramático, hasta el punto de que yo era también una dramática.

Me paré justo cuando me tropecé con otra persona, pidiéndole disculpas luego y atrayendo mi mirada hacia una floristería que se encontraba frente a mí. No fue el local en sí, si no la persona que se encontraba dentro de ese local.

Entré simplemente para dejar mi timidez a un lado y mi mala educación para saludar a dicha persona, que ahora mismo se encontraba regando algunas flores.

El sonido de un timbre al entrar un cliente sonó por el local y la joven rubia que había allí me observó, cambiando de seria a feliz en un segundo.

—Doña Leire, cuanto tiempo —dijo, dejando lo que estaba haciendo para acercarse a mí.

Observé el lugar, precioso y lleno de plantas de todo tipo. Amaba las flores, me daban vida y me alegraba, aunque dudaba que se me diesen bien cuidarlas con la mala energía que poseía. Nunca había cuidado de ninguna flor, solo de una que me habían regalado de niña y se me dio muy bien, pero tras los sucesos ocurridos en mi vida, creo que esa buena energía que emanaba de dentro ya había desaparecido.

Solo esperaba que las flores no se terminasen cayendo frente a mí en ese local con lo hermosas y brillantes que estaban.

—Sara, ¿qué tal? —contesté alegre, más simpática que el otro día en el banco.

—Trabajando, este es mi local —habló con esa voz alta que Sara poseía. Y yo sonreí al verla hacer eso, no la conocía, pero había algo en ella que me hacía querer hablar. —Dime que buscas trabajo y que te apetece venir a trabajar en una floristería —suplicó, haciendo un puchero con la boca y dejándome anonadada a mí.

Elevé la ceja, me parecía de lo más extraño y surrealista. Sin conocerme de nada ya me pedía que me fuera a trabajar en su lugar de trabajo. Ni siquiera me había preguntado si tenía experiencia en esto. Este era un mes de octubre extraño para mí, donde había conocido a las 2 personas más extrovertidas que jamás creí que conocería y que encima, me hablaban como si yo les transmitiera algo positivo.

Pensé en la oferta de trabajo. Justo me había quedado sin mi trabajo a media jornada hacía ya 5 días, debido a que se me había acabado el contrato con ellos. Solo esperaba que esto no fuese una broma y que pudiese trabajar realmente, aunque no entendiese mucho de flores.

—Bueno... Hasta hace poco tenía un trabajo, pero se me acabó el contrato —contesté y juré que los ojos de ella se iluminaron.

—¡Perfecto! Empiezas mañana.

Agrandé los ojos al escuchar su respuesta;

—¡Espera! —grité por primera vez en mucho tiempo cuando vi que ella se había girado. —¿Cómo que empiezo mañana? ¿Así? ¿Sin lubricante?

Le hizo gracia mi respuesta porque comenzó a reírse y a negar con la cabeza.

—Vamos a ver, tú buscas trabajo y yo necesito a alguien que me ayude a llevar la floristería. ¿Qué problema hay? —preguntó—. Espero que tengas buena energía —contestó, refiriéndose a las flores.

Fue ahí cuando tomó uno de los jarrones con flores y los llevó a otro lugar con más luz, cerca de la ventana y yo la seguí, todavía anonadada.

—Eso lo dudo mucho —contesté, siendo sincera.

Miré esas flores tristemente y deseé que no les ocurriese nada por mi culpa. Pero los ojos de Sara se clavaron en mí y, elevando una ceja, continuó;

—Eso, señorita, lo dirán las flores; no tu.

Me guiñó un ojo y luego me echó de la tienda, recordándome que al día siguiente por la tarde acudiese a trabajar.

Y una vez estuve fuera sola, negué con la cabeza, pensando en lo peculiar que era esa chica, pero a la vez que había algo en ella que me alegraba.

🍁

Al día siguiente me encontraba sola, tomando un desayuno de media mañana después de tener 3 horas de clase en la universidad. Estaba tomándome un café para despejarme y una magdalena que me lo tomaba con toda la tranquilidad del mundo.

Estaba disfrutando de ello, cuando de pronto, los labios carnosos de alguien se estamparon en mi mejilla, sorprendiéndome y haciendo que mirase hacia ese individuo en concreto.

Aquellos ojos azules no pasaron desapercibidos para mí.

—Eres muy escurridiza, ¿lo sabías? —cuestionó él, arreglándose el pelo hacia atrás y sentándose en el sitio vacío que había frente a mí.

Las malas lenguas decían que cada vez que se llevaba las manos en el pelo para arreglárselo, era por mí, porque siempre lo veía hacer ese gesto frente a mí y no cuando estaba con otras personas en la universidad. Pero no quería optar por hacer caso a lo que decía mi subconsciente.

Sonreí por su atrevimiento como una colegiala.

Y mientras seguía tomándome la magdalena, su mirada estaba clavada en mis labios por algún motivo desconocido. Lo observé extraña y me avergoncé por unos segundos. 

Estaba tan guapo que me hubiese gustado sacarle una foto de cómo me estaba mirando. Pero eso ya era ser peculiar de narices.

—¿Hoy haces algo? —lanzó y yo lo miré mientras él seguía teniendo su mirada sobre mí.

—Empiezo a trabajar en una floristería —contesté contenta y a la vez ilusionada por ello.

Y Miles se contagió por mi sonrisa.

—Me refiero por la noche —respondió con una voz grave que me sorprendió gratamente.

Y yo, nada más oírlo, me asusté por su invitación. Jamás ningún chico me había invitado a salir, ni a quedar por la noche. Era algo novedoso para mí, pero era Miles, mi amigo... No era nada por lo que ponerse nerviosa, ¿no?

Y, esta vez, sin decir mentiras como otras veces en las que decía que tenía que quedarme en casa a terminar un trabajo, me atreví a contestar;

—La verdad es que no.

Su rostro se iluminó de tal manera, que casi tenía que ponerme gafas de sol. Y lo cierto es que me encantó verlo así de feliz.

—Bien, ¿conoces el restaurante que hay frente a la playa? 

Asentí con la frente arrugada después de que me dijese la dirección en la que se encontraba ese restaurante.

—¿El que pone música ochentera? —asintió. —Si...

Entonces, Miles con una sonrisa que no había visto jamás en su rostro de felicidad, asintió y se volvió a echar hacia atrás aquel pelo rubio y brillante.

—Te espero allí a las 9.

La magdalena que tenía en mano y que todavía quedaba un poco, fue robada por el ladrón de magdalenas más guapo de la historia y observé como Miles se lo llevaba a la boca para terminárselo de comer en un segundo.

Chupó lentamente aquellos dedos y tragué saliva, envidiando aquellos dedos de Miles que tenían el gusto de sentir la boca de él. Tragué más costosamente cuando uno de sus dedos salió de su boca muy lentamente y lo peor de todo, es que me miró en todo ese proceso.

Me guiñó un ojo y luego se levantó. 

Cuando creía que se iba a ir y no iba a volver, nuevamente me volvió a dejar un beso en esa mejilla que ya había recibido uno anteriormente y me sonrojé nuevamente por su atrevimiento.

Al mirarlo, me dio tiempo de verle sonreír como hacían los chicos en las películas al besar a una chica y luego se giró para irse con esa galantería que poseía.

Y me quedé ahí, sonriendo como una estúpida mientras el chico que me gustaba me había invitado a salir esa misma noche.



***

¿Que les ha parecido este capítulo?

Ahora empiezan las cosas interesantes.

¿Les gusta Miles?

Nos leemos la semana que viene :3

Patri García

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