🍁 D I E Z 🍁
Sara me entregó un delantal mientras me iba explicando por la tienda cual sería mi labor en ella. Y yo la escuchaba atentamente, a pesar de que fuese demasiada información para mí.
Observé las flores y deseé que no se muriesen por mi mala energía.
—Lo que tienes que hacer es atender a los clientes, echarles agua a las flores, cuando ellas te lo pidan. Si le das agua todos los días a las que no te lo piden, se pueden ahogar, y a las que no se mueren. Así que solo tienes que atenderlas y darles cariño —explicó mientras volvía a cambiar de dirección y se iba hacia donde se encontraban las lavandas.
Yo observé cada flor y tragué saliva nerviosa. Era mi primer día y entre los nervios de la primera vez, más que esa misma noche quedaría con Miles como amigos, eso me hacía ponerme más y más nerviosa que antes.
Cambié mi mirada y miré a Sara, quien estaba pulverizando agua con un spray a una de dichas plantas.
—No creo que tenga buena energía —hablé, haciendo que la joven rubia me observara como si fuese gilipollas.
Y a pesar de no conocer muy bien a Sara, tenía unas miradas que asustaban a veces. Parecía un libro abierto con las letras en grande, todo lo contrario, a mí.
—Eso, señorita, lo decidirán las flores —repitió las mismas palabras de ayer tarde para luego concluir con un—. Las flores son trasparentes.
Asentí mientras tomaba un poco de agua para echárselas a las flores que me lo pedían. Estuvimos 2 horas así, atendiendo clientes, colocando cajas, haciendo pedidos que me pedían por teléfono. Ahora entendía porque necesitaba tanta ayuda y es que no sabía cómo había llegado a estar sola tanto tiempo sin que nadie le echase una mano.
Me alegré de poder serle de ayuda, porque también necesitaba dinero para pagar mis facturas y quizás, para poder enviarle algo a mis padres desde aquí.
Estaba cargando unas cajas para ponerlas en el almacén y así ir colocando cosas, cuando la voz de Sara me sacó de mi propio trabajo.
—¿Cómo vas con ese chico? —Su voz sonaba interesada mientras no levantaba la mirada del ordenador.
Apreté la mandíbula mientras me acercaba a ella y me ponía a su lado y, atrayendo la mirada de aquella chica, sonreí divertida. Y juré que le gustó verme sonreír por lo seria que solía ser.
Lo comprendía porque tenía un alma tan oscura que dudaba que aún me quedase algo de luz en mi interior. Solo 3 personas de mi vida conocían mi pasado, las oscuras cosas que me llegaron a pasar y lo último que iba a hacer era contar estas cosas a otra persona, ya era más que suficiente e, incluso, una de esas cosas me hizo tanto daño a mí como a mis padres.
Eran tan novata en esto de la amistad que dudaba cuando se sabía que alguien se consideraba tu amigo. Me hubiese gustado siempre tener una amiga y miré a Sara, pero negué con la cabeza porque actualmente era mi vecina y mi jefa. Así que no creía que algún día tuviese alguna. Tampoco era necesario, ¿no?
—Te interesa más mi vida ¿o qué? —pregunté y Sara sonrió de una forma tan perturbadora que me hizo reír a carcajadas.
—Soy así de chismosa.
Respiré hondo, pensando si contárselo o, en cambio, dejarlo ahí. Pero cuando volví a mirarla, decidí hacerlo y no supe por qué me atreví a hacer tal cosa. Simplemente lo hice.
—Esta noche vamos a cenar a un restaurante que hay frente a la playa.
Me fui de su lado para dedicarme a limpiar el suelo de papeles por haber estado preparando algunos ramos para los clientes, pero notaba la mirada de Sara en mi nuca y, nuevamente, sonreí por lo realmente chismosa que era.
—¿Qué? ¡Una cita! —gritó, aplaudiendo y yo me giré tan rápido como lo insinuó.
¿Cita? Miles no dijo nada de cita. Solo éramos 2 amigos que iban a quedar juntos para cenar y pasar un rato divertido. ¿Acaso la amistad no era pasar momento así? Porque jamás nadie me había dicho lo que era una cita y a mis 20 años jamás tuve una, pero por motu propio.
Ahora si empezaba a notar el nerviosismo y me apresuré en contestar esa alegría de mi jefa.
—¡¿Que?! ¡No! No, no, no.... No es ninguna cita —contesté nerviosa y ella lo notó, porque su rostro se suavizó y yo la seguí mirando como si estuviese lunática.
Aunque seguramente que, si me hubiese mirado al espejo, la lunática parecería yo por el rostro tan sorpresivo que tenía.
—Perdona, Leire. Pero cuando un chico te dice de quedar a las 9, en un restaurante romántico, ustedes solos y te mira cómo te mira él; es una cita.
Tragué saliva y negué con la cabeza.
Pero ahora que recordaba el rostro de Miles y esa sonrisa como si esta noche fuese especial para ambos, ahora sí que empezaba a ponerme nerviosa. Pero volví a negar.
—Solo somos amigos. —Me quité un peso de encima y la risa de ella salió a la luz.
—Así se empieza.
Dejé lo que estaba haciendo para mirarla y aún seguía esa mirada de ella sobre mí, insinuándome que esta noche si o si era una cita lo que tenía con Miles. Negué 3 veces y luego la volví a mirar.
Pero ahora que lo decía, tenía toda la pinta de que realmente era una cita.
—Y... —Me costó pronunciar esa pregunta que me acababa de llegar a la mente. Y como una novata cuestioné—. ¿Y qué me pongo en una cita?
Era completamente virgen en esos temas. No sabía lo que era y temía que lo de esa noche lo fuese. Así que tenía que estar vestida entre medias, ni muy arreglada, ni muy informal. Necesitaba buscar el punto medio y seguramente que Sara tenía más experiencia que yo en esos temas.
Y la sonrisa de ella iluminó el local, haciendo brillar las flores.
—Ropa —bromeó y yo entrecerré los ojos sin dejar de mirarla.
—Bueno, eso me lo imaginaba ya.
Ella rio y no pude imaginarme que es lo que pensaba ella.
Pero cuando pensaba que me iba a dar un consejo, como hacían en las películas, dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarme con una alegría inmensa y yo me olí lo peor.
—Tengo una idea... —susurró muy lentamente mientras miraba mi cuerpo de arriba abajo, analizándome por completo y yo me puse nerviosa por sentir tanta atención. —Para emergencias como estas, tengo este cartel.
Abrió un cajón, sacó un trozo de cartón y me lo enseñó.
"Cerrado por razones familiares".
Arrugué la frente al leerlo. ¿Y eso para que era?
—Vamos de compras —me lo aclaró rápidamente y yo negué con la cabeza mientras ella le arrastraba fuera de la tienda para probarme ropa en alguna otra tienda.
—Pero, Sara...
—Nada de Sara. Vamos a ponerte guapa para que ese tío babee por ti —dijo mientras cerraba la tienda aun cuando faltaba una hora y media para cerrar.
Y ya no podía negarme ante ella.
🍁
Miles
Observé la hora.
Había llegado 15 minutos antes de lo previsto y eran las nueve menos cuarto. Y lo cierto es que jamás, en mis 23 años de vida, me había sentido tan nervioso como hasta ahora. Quizás y estoy bastante seguro de ello, es que era por Leire.
Una chica tan difícil de conocerla, tan cerrada y llena de misterios. Lo cierto es que sabía que ser su amigo iba a ser una montaña rusa de sentimientos. Sobre todo, para mí, que no era una persona fácil de enamorar, que nunca me había enamorado en toda mi vida. Pero Leire... Vaya, ella me hacía temblar las paredes algo inexistente que había creado.
Observé el reloj nuevamente mientras miraba por el reflejo de la cristalera mi ropa. Un polo azul marino que resaltaba mis ojos y unos pantalones negros con unas zapatillas del mismo color. Pensé si me había pasado vistiéndome, para no hacerla creer ideas equivocadas para que no saliera corriendo.
Y es que Leire era como un pájaro que, si hacía un movimiento rápido, se iría corriendo y jamás podrías volver a ver esas preciosas alas que poseía. Una chica tan hermosa, bella, pero al que tanto daño le habían hecho. No sabía que le había ocurrido, quien le habría dado toda esa mala autoestima que tenía, pero yo iba a demostrarle que debía tener fe en sí misma, en amarse a ella y que les diese nula importancia a las palabras de los demás.
Porque ella, para mí, debía ser la envidia de otras personas.
Y aunque en el fondo deseaba que esto fuese una cita, sabía que ella se iba a echar atrás. Así que, en mi dulce ignorancia, creía que lo era.
Entonces, el cabello castaño y largo de una joven me sacó de mi ensoñación. Me giré para poder admirarla y juré que mi mandíbula casi cayó al suelo al verla.
La joven en cuestión llevaba un precioso vestido rosa, agradable a la vista, no enseñaba nada, pero tampoco dejaba de hacerlo. Era una mescla perfecta entre lo divino y lo erótico. Con un vestido ceñido a su cuerpo, a ese cuerpo peligroso para la lujuria y que ella siempre escondía.
Tragando saliva vi como ese arcángel se acercaba a mí con sutileza. Como sus caderas se movían de un lado al otro mientras la falda de su vestido se ondulaba por la suave brisa, dejándome ver un poco aquellas rodillas y esas piernas preciosas hasta llegar a sus suaves tacones. Era una mezcla increíble porque hasta podía ver como su escote estaba tapado por aquel vestido, pero esa curva de sus pechos me hacía tragar saliva constantemente.
Era el mismo arcángel que había bajado del cielo.
Era la reina del ajedrez y yo un simple peón en el tablero.
—Leire... —susurré su nombre en una forma de sacar un suspiro al verla frente a frente, mientras su cabello se soltaba por el aire, llegándome un delicado olor a coco.
Tragué nuevamente saliva, ahora poniéndome nervioso y maldiciéndome al ver que yo podía haberme puesto guapo para ella y me conformé con un simple polo marino.
Pero la sonrisa de ella me hizo olvidar esa estúpida preocupación que tenía en ese momento.
—Hola Miles.
Sonrió tan delicadamente que me derritió por dentro y tuve que hacer autocontrol para no acercarme y darle un beso en sus dulces labios.
Éramos amigos, al menos al principio.
Me acerqué un poco, dejando un espacio entre los 2 y bajé la mirada a sus ojos. Me metí las manos por unos leves segundos en los bolsillos, simplemente para poder secar mis manos sudorosas y no parecer nervioso frente a ella.
Y dije las palabras que estaba deseando decirle;
—Estas... preciosa —murmuré algo nervioso, aun con la mirada desencajada de lo preciosa que estaba.
Un leve color de labios rosas que se habría puesto antes de llegar, era lo único de maquillaje que se había puesto. Y es que lo cierto, con lo bella que era, el maquillaje no le hacía ni falta, con aquellos ojos marrones grandes, esas pestañas largas y esa mirada dulce.
Ella me regaló una sonrisa que deseé enmarcar en una foto, así fue su respuesta ante mi cumplido.
Y saqué de mis bolsillos mis manos y pregunté;
—¿Entramos?
Ella asintió y le abrí la puerta mientras sonaba un sonido de una campanita.
Dejé que ella fuera la primera en entrar. A primera vista no era un restaurante romántico, pero si bastante increíble, con luces de neón por el local, un tocadiscos de los antiguos y mesas alrededor del lugar, con una pequeña pista de baile en la que nadie bailaba.
Nos sentamos en una de las mesas que había al fondo para más intimidad y dejé que ella se sentara primero para luego ser yo. Frente a frente, admiré su belleza natural mientras me desabrochaba uno de los botones del polo para que el aire me entrase mejor.
—Bueno, ¿qué te parece? —cuestioné nervioso.
Y su respuesta me tranquilizó un poco.
—Increíble —respondió mientras miraba el lugar con alegría. —Jamás había entrado aquí, solo lo he visto desde fuera en una de mis caminatas.
Elevé la ceja, interesado en ella y, mientras ella seguía mirando el restaurante, yo la miraba a ella.
Volví a desabrocharme el segundo botón del polo, dejando ver un poco más de carne, pero no demasiado. Y juraría que era la primera vez que me ponía así de nervioso.
—¿Te gusta caminar? —cuestioné, mientras indagaba más en su vida.
Ella asintió y volvió su mirada hacia su carta.
Yo sonreí y tuve una gran idea para la siguiente vez que saliéramos... como amigos.
Me coloqué el cuello del polo con nerviosismo y estuve a punto de soltar otro botón cuando descubrí que ya no me quedaban botones. Estaba tan hermosa que me costaba dejar de mirarla.
—Gracias por venir... Temía que no vinieras —murmuré temeroso y siendo sincero.
Una pequeña arruga se formó entre sus cejas y me hubiera gustado alisarla con mis dedos.
—No... Jamás te dejaría plantado. —Me miró e intentó buscar palabras más acertadas para el momento, pero con esa respuesta ya me bastaba a mí para sonreír. —Si prometo algo es para cumplirlo.
Sabía que Leire era una chica de pocas palabras, y cada vez que sacaba más de 1 frase de su boca, me alegraba. Quería escucharla hablar más, que a veces me interrumpiera y quedarme embobado mirándola mientras la escuchaba. Pero ella no iba a hacerlo así, sin más, aunque me imaginaba que una vez tomase confianza conmigo, seguramente sería una chica con esas ganas de hablar.
Y deseaba conocerla del todo, aunque ella me cerrara las puertas de su castillo, yo iba a entrar igualmente para demostrarle que podía ser su guardián, que podía confiar en mí.
—Gracias —susurré y noté el silencio, al igual que ella lo notó. Ambos estábamos nerviosos y, aunque hubiésemos quedado que era una quedada de amigos, realmente no lo era. —¿Sabes? Aquí están las mejores lágrimas de pollo que podrás encontrar en ningún sitio —dije, para romper el hielo y, tan rápido como levanté la mirada de mi carta, la vi roja como un tomate y mirando hacia otro lado, como si tan solo mi presencia la pusiera así. Dejé la carta y me acerqué a ella, levantándome un poco de la silla. —¿Estás bien? Te veo nerviosa.
Ella me miró rápidamente y negó con la cabeza mientras podía ver como era de expresiva por sus ojos. Y es que los ojos de ella era la ventana de su alma. Podía saber cómo se encontraba por lo expresiva que era en su mirada y eso me encantaba de ella.
—Yo... No...
Yo sonreí al ver que si lo estaba y eso significaba que yo era el motivo de hacerla sentir así.
—Vale sí, estoy algo nerviosa —susurró mientras me observaba disimuladamente antes de echarse un mechón de pelo detrás de su oreja.
Negué con la cabeza porque, a pesar de que estaba nervioso, con ella me sentía de una forma distinta con otras mujeres.
—Pero, ¿por qué? Solo soy yo contigo —dije y ella movió sus hombros.
—Lo sé... Pero bueno, suelo ponerme nerviosa ante situaciones nuevas.
Asentí mientras ella volvía su mirada hacia su carta, con aquellas mejillas encendidas y sonreí como un idiota. Por lo que decidí serle sincero.
—Pues bueno... No eres la única que está nerviosa.
Ella me observó, sorprendida y yo sonreí.
Observé la pista y luego a ella. Le prometí que haríamos cosas que ella jamás habría hecho, por lo que me imaginé que ella jamás habría hecho lo que estaba pensando.
Me levanté de mi lugar a la vez que extendía la mano para que ella la tomase. Y la mirada de extraña que me dedico no fue a poco.
—¿Qué haces?
Me había levantado para hacerla bailar conmigo, y así lo deseaba.
—Baila conmigo —pedí.
Tan rápido como me lo dijo, negó con la cabeza.
Una suave melodía ochentera comenzó a sonar de fondo, la canción de Foreigner, I Want to Know What Love Is. No podía ser más perfecta para ese momento, por lo que esperé pacientemente a que esa princesa aceptase mi mano.
—¿Aquí? —preguntó temerosa y negó con la cabeza. —Nadie baila.
—¿Y? Hay música y un sitio bastante amplio en el centro —aclaré y, con delicadeza, murmuré—. Vamos.
—Yo no bailo —negó.
Sonreí, me acerqué a su rostro y dije;
—Pues yo si —Pegué mis labios a su oído y le susurré —Y te voy a enseñar.
Leire pareció pensárselo bastante antes de tomar mi mano y levantarse de la silla. La guie hacia la pista y sonreí mientras que ella miraba sus pies. Tomé su mentón para que me observara y nuestros ojos conectaron de una forma única.
Sonreí para ella y Leire se sonrojó, sonriendo tímidamente.
Tomé sus manos e hice que se pegara a mí con las dudas que tenía ella, pero en todo momento fui delicado y paciente.
—Pon tus manos aquí. —Señalé mi hombro izquierdo y mi mano derecha, algo estirada al otro lado.
Esperé a que ella hiciera caso y cuando noté el roce de su mano en mi hombro, sentí caerme. Luego su mano izquierda me tomó la mía y yo, delicadamente, posé mi mano izquierda en su espalda baja, notando como se ponía nerviosa bajo mi toque.
La acerqué a mí, sintiendo sus pechos en mi torso y tuve que hacer autocontrol para que mi miembro no se me pusiera duro por sentirla así de cerca. La miré, notando el aliento delicado de Leire en mi cuello y más autocontrol tuve que hacer.
Moví ligeramente mi mano izquierda por su espalda, estirando mis dedos para poder tomar más espacio en ella y noté como su cuerpo se estremecía, a la vez que me pedía más y Leire no me dijo nada. Sabía que le estaba gustando mi roce porque, conociéndola, ya me hubiese empujado hacia atrás. Así que, con lo que ella me dejaba, intentaba tocarla con suavidad.
—Así... —susurré con la voz ronca por el momento mientras unas luces azules y rosas, como el afterglow nos iluminaba.
La noté nerviosa a la vez que notaba como la pelvis de ella se movía ligeramente y con disimulo. Sabía muy bien lo que implicaba y sonreí al ver que ella sentía lo mismo que yo en ese momento. Había mucha química entre nosotros y se notaba.
Pegué nuevamente mi boca a su oído y susurré;
—Déjate llevar.
La guie por la pequeña pista, bailando mientras ella empezaba a sonreír por eso. Y eso que esto solo era el principio de los planes que tenía para hacer junto a ella. Para que su confianza creciera y deseé jamás olvidar cada momento que viviría con ella.
Leire comenzó a mover su mano, con suavidad por mi hombro para luego acercarse a mí y pegar su cabeza en mi cuello. Y, ¿para qué mentir? Me gustó mucho ese gesto de ella.
Giramos, mientras algunas parejas se unían a nosotros en esa pista abandonada, ahora llena por 2 amantes desconocidos.
Seríamos amigos, pero las ganas que yo tenía por ser algo más con ella... Eran indescriptibles.
Ella levantó la cabeza para mirarme a los ojos y yo bajé mi mirada a sus labios. A esos dulces y carnosos labios.
Quería besarla, pero solo éramos amigos.
Tuve que repetírmelo varias veces para no caer en esa tentación y besarla delante de todos, mientras la seguía acariciando como su cuerpo me lo pedía, con mimo y erotismo. Solo como ella me lo pedía.
No iba a hacer nada que ella no deseara y así fue, galante pero ardiente, dulce pero picante.
Y deseé más, mucho más... Pero solo iríamos al ritmo que ella me pediría, lo que su cuerpo deseaba. Y no pude desearla más, aunque en el fondo sabía que la desearía mucho más en el futuro.
***
Espero que les haya gustado este capítulo. A mi me encantó escribirla.
¿Que les ha parecido?
¿Les gusta Sara?
¿Creen que Leire podrá dar varios pasos para mejorar en su día a día?
¿Y que les parece este capítulo descrito por Miles?
Nos leemos el próximo domingo. Un bezaso a todo/as.
Patri García
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