🍁 D I E C I S I E T E 🍁
«Quiero hacerlo, Miles.»
Esas palabras no paraban de repetirse en mi mente una y otra vez mientras llevaba a Leire a mi cuarto.
Me encontraba nervioso y no era mi primera vez, si juntos, pero parecía un principiante cuando en realidad quería que esta fuera su noche.
Observé a Leire, la cual veía nerviosa cuando cerré la puerta de mi cuarto y encendí una pequeña luz que iluminó el cuarto. Quería verla con claridad, cada zona íntima de ella y cada curva de su piel. Quería saborearla como nunca y conocerla más allá de lo que ya la conocía.
Sabíamos cuando nos miramos, que esto que haríamos cambiaría nuestra relación. El sexo siempre cambiaba las relaciones, porque nos conocíamos más allá de la ropa y quería saber todo de ella. Sin dejarme ni una pizca de camino suelta.
Al verla nerviosa, me acerqué con cuidado a Leire, tomé su rostro e hice mirarla a mis ojos. En ellos vi miedo, excitación y amor. Era una mezcla entendible y más para ella que era su primera vez. Quería que esta noche fuera la que mejor recordase en su vida y, aunque jamás borraría los recuerdos horribles del pasado, si quería enseñarle lo que era el placer y que ella lo disfrutara y fuera la dueña de su cuerpo. Solo ella. Yo solo ser su amante deseando poder tocarla y hacer lo que ella me dejara hacerle.
Leire sonrió.
Entonces, con esa sonrisa que me iluminó el rostro, dije lo que llevaba minutos deseando decir;
—Si algo no te gusta o te sientes incómoda con cualquier cosa, dímelo.
Quería dejarlo claro. Quería que ella disfrutara y no podía ni imaginarme si le creara otro disgusto por algo que a ella no le agradase. Deseaba que esta noche fuera especial y me conociera más, mucho más.
Leire lo entendió y asintió.
—Vale.
La besé con mucha dulzura y lentitud, disfrutando de ese momento en mi cuarto, solos. Necesitábamos esta noche juntos y hoy era el día perfecto para hacerlo. Porque ella había tomado la decisión y yo le había dado todo el tiempo del mundo a que deseara iniciarlo.
Comencé a colocar mis manos sobre sus caderas, sobre aquella prenda de jersey azul que llevaba puesta ese día y, sin prisas, metí mi mano debajo de dicha prenda para luego irla subiendo a medida que la tocaba debajo. Leire levantó los brazos para poder quitarle esa prenda y lo hice, tirándola en algún lugar recóndito de mi cuarto y di un paso atrás para poder verla.
Ladeé la cabeza al verla por segunda vez en sujetador y sonreí, enamorado.
La joven arcángel que tenía frente a mí, deslumbrando como siempre, comenzó a sonrojarse y eso no lo quería. Ansiaba que ella pudiera estar completamente desnuda ante mí y no avergonzarse de nada, porque todo lo que le iba a hacer me haría tener un mapa en mi mente de su cuerpo. Y necesitaba tomarme mi tiempo para darle el mayor placer posible.
Volví a dar un paso hacia delante y, sin dejar de mirarle los ojos, comencé a agacharme para arrodillarme ante ella, como una reina.
Coloqué mis manos en sus pantalones, los desabroché con agilidad y los fui bajando, junto con sus bragas, viéndola desnuda por primera vez y tragando saliva, deseando llevármelo todo a la boca.
La boca comenzó a hacerme agua al verla desnuda de cintura para abajo y la volví a mirarla a los ojos, tras esa curvatura de sus caderas y esa estrecha cintura que poseía.
—Esta va a ser tu noche, Leire. Y quiero que la disfrutes como nunca —anuncié. —Quiero que sientas el placer y llegues al final mientras yo te miro como llegas.
Pegué mis labios en su sexo, mientras ella seguía de pie y coloqué mi lengua en su desnudez mientras succionaba con maestría, haciéndola encorvarse y gimiendo en voz alta, escuchando esa música melodiosa en mis oídos.
Coloqué mis manos en su culo, apretando sus nalgas y pegando más mi cabeza entre sus piernas, consiguiendo que ella, de pie, se abriera un poco y comencé a mover mi lengua en su punto g. Leire comenzó a agarrarme el cabello y mi hombro para no caerse y yo no pude evitar presionar mis grandes manos por todas sus nalgas.
Suficiente con eso, para hacer que ella entrase en calor, la hice que se tumbase en mi cama y le abrí las piernas para poder tener unas buenas vistas mientras me quitaba la ropa con la mirada de Leire clavada en mi cuerpo.
—No sabes la de veces que he deseado quitarte la ropa y sentirte como te estoy sintiendo ahora —susurré, quitándome la camiseta, haciendo que ella abriera la boca, agitada.
Me desabroché el botón con lentitud y empecé a bajar mis pantalones como si Leire fuera mi mayor fan. Y dejé que me viera al completo cuando terminé de quitármelos junto con mi ropa interior, las cuales cayeron al suelo junto con mis zapatos.
Mi miembro ya estaba más que preparado para la acción, pero todavía me quedaban cosas previas para que Leire disfrutase.
Comencé a escalar por su cuerpo, volviendo a besarla y chupándola por su sexo hasta llegar a sus pechos, todavía tapados por el sostén. Con una maniobra rápida, me deshice de él, tirándola junto con nuestra ropa y me quedé extendido arriba, mirando la obra de arte que tenía sobre mi cama.
Alcé mi vista hacia los ojos de ella y juré que podía ver un ángel, más que las otras ocasiones, viendo como su cabello estaba todo esparcido por mi almohada y sus ojos me miraban como si fuese el único hombre que hubiese visto en su vida. Esa fue la sensación que me dio su expresión y al ver que sus manos se alzaron para tocar mi torso, centrándose en las partes más duras, sonreí.
Dejé que ella me hiciera todo lo que deseara y, cuando llegó a mi rostro, me acercó a los labios de ella para seguir con aquel beso que habíamos empezado.
Me acomodé entre sus piernas y luego, cuando me separé, sonreí y empecé a bajar hasta los pechos de Leire, que me pedían a gritos que los mimase.
No podía ignorar esas suplicas.
Me llegué uno de esos pezones a mis labios y luego abrí la boca, succionando mientras que ella se arqueaba, pegando su sexo sobre mi punta, haciéndome gruñir a mí como un simio. Pero no dejé de darle el placer y seguir tocándola como tanto ansiaba hacer desde meses. Puse mis manos, una en su otro pezón y la otra entre sus piernas, frotando mis dedos sobre su desnudez, haciéndola sudar como nunca.
Me separé de ese pezón y disfruté viéndola de aquella manera, disfrutando el placer y excitada.
Seguí con mis movimientos mientras que ella se retorcía debajo de mí, con los ojos cerrados y sus manos agarrándome con fuerza mis fuertes brazos, clavando sus uñas en mi piel y que no me importó, porque eso me puso más cachondo de lo que me encontraba.
Me acerqué a sus labios entreabiertos y dejé un suave beso por una esquina de ellos, a la vez que seguía con esos movimientos tortuosos para Leire.
Coloqué mis labios en su oído y susurré;
—Quiero que sepas que no me voy a dejar ni un solo milímetro de tu piel —murmuré con la voz afectada del placer y concluí. —Lo quiero todo.
Y noté como su sexo estaba completamente empapado con tan solo escucharme.
Le pedí que me mirase a los ojos y ella lo hizo.
—Así, mírame. No dejes de hacerlo —expliqué. —Quiero ver ese brillo en tus ojos y la expresión de tu rostro.
Y, sin esperar ni un segundo más, comencé a bajar nuevamente, sin retirar mis ojos de los de ella y le abrí más las piernas, colocándolas un poco sobre su estómago y teniendo todo el acceso posible de su trasero. Me lamí los labios y los coloqué sobre su trasero para poder darle un beso negro en su apertura. Pude ver como los ojos de Leire se abrieron por completo al ver que le iba a dar placer por la parte de atrás, pero no me frenó, incluso pude ver como ansiaba verme en acción.
Sonreí, sin retirar la vista de ella y comencé a girar la punta de la lengua en círculo alrededor de la abertura. Ella dio un pequeño respingo del placer, pero se quedó quieta, mientras sus manos agarraban la sábana con fuerza. Empecé a dar pequeños toquecitos con la punta de mi lengua, hacia arriba y hacia abajo, justo encima de la abertura y empecé a lamerla como el mejor helado que hubiera existido.
Leire empezó a arquearse más, con sus piernas apretándolas y sudando, mientras que yo disfrutaba de verla así.
Conocía muy bien el cuerpo y cuando alguien no le gustaba algo y Leire le estaba encantando lo que le estaba haciendo, porque siempre intentaba mirarla y su apertura estaba relajada y dilataba un poco. Seguí con mis movimientos tortuosos hasta que Leire se corrió, sacando el mejor sonido que jamás había escuchado y derrumbándose sobre la cama.
Me separé de su sexo para luego ponerme, nuevamente sobre ella, y besar la frente de ella para que se relajase un poco después de su primer orgasmo.
Nos miramos y ahí lo vi. Vi aquella luz en su mirada, ese brillo que quería ver y que me demostraba que lo estaba haciendo bien.
Dejé que ella descansara un poco y retomase el aliento, antes de seguir con mi labor.
—Oh, Leire... —susurré, excitado y dije lo que sentía—. Eres lo más bello que he visto en mi vida.
Bajé mi mano derecha en su sexo y, esta vez, metí 2 dedos con lentitud, haciendo que ella me agarrase con fuerza mientras gemía.
Juré que podía sentir mi polla latiendo de lo deseoso que estaba por hacerle el amor, pero quería seguir dándole placer.
Comencé a mover mis dedos, entrando y saliendo de su interior, mojando mis dedos al completo y la obligué a que me mirase, pero no lo hizo porque parecía estar en el olimpo sin escucharme. Lamí su cuello, a la vez que movía mis dedos muy lento, torturándola y sus uñas se clavaron más en mi piel, sonriendo al ver los efectos que le estaba causando a ella.
—Miles —suplicó en voz alta—. Miles, por favor.
Sabía que es lo que quería. Deseaba que fuese más rápido, pero deseaba hacerla sufrir antes de llegar al orgasmo, para que así el orgasmo fuese mucho más intenso para ella.
—¿Quieres que pare? —bromeé con una voz muy sensual.
—No, sigue.
Pegó sus piernas en mis caderas, haciendo que casi pudiese gemir por sentir mi polla en su piel.
Estaba completamente empapada en sudor, mientras que yo veía cada movimiento de ella. Su cabello estaba pegado a su frente y se lo retiré con mi mano libre.
Y dije;
—Mírame.
Ella lo hizo, sus ojos me miraron bien abiertos con sus pupilas dilatadas, esperando a que pudiera llegar al orgasmo e hice lo que ella me había suplicado. Fui mucho más rápido con mis dedos, hasta que explotó en otro orgasmo, esta vez, mirándome mientras llegaba al final y fue la mejor imagen que vi en toda mi vida.
Retiré mi mano de su interior y la besé con amor, dándole cariño y luego besando cada parte de su rostro, sin dejarme nada aparte.
Nuevamente, dejé que se recuperase, ya que su sexo estaba completamente sensible después de un orgasmo. Aproveché para buscar un condón y colocármelo, con mi miembro deseoso de poder entrar en ella.
Me coloqué sobre ella, compartiendo el peso de mi cuerpo en los brazos y nos miramos a los ojos.
Esta vez no dije nada, solo nos miramos, sabiendo que es lo que iba ahora. Y una vez nos uniéramos, las cosas cambiarían entre nosotros y era un riesgo que quería asumir porque, nuestra relación sería mucho más fuerte y lo deseaba con todo.
Acaricié su rostro con mi nariz y luego, con mucho cuidado, esperando a que ella me diera permiso, entré en ella delicadamente. Tan rápido como empecé, las manos de ella se apretaron en mi espalda, clavándome las uñas con violencia y esta vez sabía que no era por placer, tampoco por dolor. Era el miedo al recuerdo de pasado y dejé de moverme, buscando su mirada y, cuando me observó con miedo, empecé a besarla, demostrándole que yo era su amante y que estaba ahí para todo lo que necesitara. Y si ella me pedía parar y dejarlo por esa noche, lo haría. Pero Leire no me lo dijo, solo me pidió con la mirada tiempo y yo la fui besando con amor, dándole cariño.
La mimé y no supe por cuanto estuvimos así, sin yo entrar por completo dentro de ella y Leire tranquilizándose. Y cuando ella me dio permiso, primero la besé con amor y luego entré por completo en ella. Enterrándome en su interior y sintiéndome como en casa.
En ningún momento dejé de mirarla, para ver si estaba incómoda, pero no lo estaba y juré que su rostro de placer había vuelto a su rostro.
Quise preguntarle si quería que parase, pero sus piernas se apretaron en mis caderas y sus manos se colocaron en mi trasero, pidiéndome con señales que siguiera, que me moviera.
Y le hice caso.
Comencé a entrar y salir de ella, sintiéndome en el cielo y sin dejarme nada atrás. Nuestras manos estaban en todos lados, y ella me estaba volviendo loco por completo. Seguí haciendo movimientos, moviéndome más y más rápido, gimiendo en voz alta por ella sin ninguna vergüenza y ambos nos corrimos, llegando al final y derrumbándome sobre ella.
Nos quedamos callados, con nuestras respiraciones yendo muy rápido y sentí en mi estómago algo extraño, una sensación agradable pero que nunca había sentido con anterioridad.
La miré, siendo completamente sincero con ella.
—Leire... Haz lo que quieras conmigo... —murmuré. —Yo ya soy tuyo por completo.
Nos besamos y acabamos abrazados sobre mi cama, en aquella noche donde los 2 habíamos consumido por primera vez el amor que nos sentíamos.
Y me ahorré las ganas de decirle que la amaba, por miedo a asustarla, por lo que, en vez de decirle eso, la besé en la frente mientras que Leire se quedaba dormida entre mis brazos.
Sonreí enamorado.
***
!Hey! ¡Manos arriba! xD
¿Que les ha parecido?
Quería regalarles este capítulo, ya que estuve un mes entero sin subir nada y me siento culpable. Pero me quedé bloqueada con el capítulo anterior. Ahora, después de esto, lo he vuelto a retomar con más fuerza.
Y si, el domingo tendrán otro nuevo capítulo :3
Nos leemos.
Patri García
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