🍁 D I E C I O C H O 🍁
Leire
Unos rayos de luz me hicieron despertar, interrumpiendo mi increíble sueño. No podía evitar soñar con que hacía el amor con Miles y, a parte de eso, me sentía como si estuviese en una nube, con los brazos de él sobre mi cuerpo, abrazándome.
Sentía que estaba acostada bajo la mejor almohada del mundo, y mi cabeza no paraba de estar en la gloria por ello. Mi mano tocaba esa zona dura, notando ciertas curvas que me fascinaron y luego abrazaba esa almohada, a la vez que sentía como esa almohada me envolvía a mí.
En un momento, sentí que esa mano comenzaba a acariciarme la cabeza, peinando mi cabello y pensé que seguía en uno de mis mejores sueños, olvidando las pesadillas por primera vez y sonriendo hasta en sueños. Sonreí más mientras abrazaba más fuerte esa almohada.
Y cuando abrí los ojos, con la luz del sobre sobre mi vista, vi que Miles me estaba mirando con cariño, a la vez que yo lo toqueteaba como una pervertida. Tan rápido como lo vi, abrí los ojos y todas las imágenes de anoche vinieron a mi mente, acalorándome por completo. Mis mejillas se encendieron y yo levanté un poco la cabeza para poder mirarlo.
—Buenos días, mi pequeño arrebol —susurró con una voz ronca mañanera.
Sonreí mientras evitaba mirar sus labios y todo lo que ellos me habían hecho la noche anterior.
Me sonrojé más que un tomate.
—Buenos días —murmuré, dejando de mirarlo para enterrar mi cabeza en su cuello, algo avergonzada por recordar en las posiciones que él me había visto anoche y los sonidos que habían salido de mi garganta.
La risa tan hermosa de Miles, con aquel cabello reluciente y rubio con unos ojos azules de lo más brillantes que le había visto jamás, hicieron que lo volviese a mirar, completamente enamorada de él.
—No te levantas muy contenta —puntualizó y negué ante su afirmación.
—No... —rio.
Mi mano acarició su pecho desnudo, fascinándome por lo duro que era, cuando su cuerpo se movió y esa almohada había sido sustituida por una de verdad, mi sonrisa dejó de aparecer por ello.
Miles se colocó sobre mí y me observó con aquellos ojos, que juraría que podría verme toda el alma. Y esos labios, ahora hinchados, deseaban besarme los míos.
—¿Cómo estás? —preguntó, mimándome el rostro con dulzura.
¿Qué como estaba? En una nube.
Aún no podía creerme que ambos lo habíamos hecho y lo cierto es que tenía miedo. No a recordar aquella escena que viví, pero si por hacerlo mal o que no fuera como pensaba. Tenía una mala imagen de como era las relaciones íntimas, pero Miles hizo que todos esos miedos y esas malas imágenes se me fueran de la mente. Me sentí tan conectada a él, que ya no sabía que parte de mi cuerpo era mío y cual el suyo.
El ángel que me había envuelto con sus alas, reparándome y demostrándome que me amaba con gestos. O al menos, así me sentí yo.
No pude dejar de sonreír al recordar la de cosas que él me había hecho con su boca y que jamás creería que se podría llegar a hacer. Por lo menos, 3 orgasmos me regaló y yo quería darle lo mismo, aunque mi nula experiencia no me ayudaría.
—Muy bien —murmuré, sabiendo que se refería a lo de anoche.
Miles se portó como un caballero conmigo y no había forma de como agradecérselo.
—Me alegra saberlo —contestó, besándome en los labios dulcemente.
Instantáneamente, mis piernas se abrieron para que él pudiera acomodarse sobre mí y sentía la fuerza mañanera de él entre mis piernas, haciendo que me restregase sobre su punta sin avergonzarme y un dulce sonido de él, salió de su garganta.
Miles me tomó desprevenida, consiguiendo que me pusiera encima y sus manos tuvieron todo el acceso del mundo a mi culo. Y empecé a pensar que tenía un amor incondicional con mi trasero. Sonreí para seguir besándolo, haciendo que mi cabello cayera en cascada sobre su pecho y alrededor de su rostro, pero pareció no molestarlo, incluso, hasta le encantaba la sensación.
Las cosas empezaron a calentarse y yo me sentía deseosa de seguir con lo de anoche, besando el cuello de Miles y él tocándome a su gusto. Él parecía una máquina de hacer orgasmos y deseaba mucho, mucho más de él y poder darle también.
Pero las cosas se acabaron cuando el timbre sonó 3 veces seguidas, y los ojos de Miles se hicieron notar rápidamente.
—Hay que vestirse. Y rápido.
Él se levantó corriendo, vistiéndose en menos de 3 minutos y yo me tapé con la sábana, sin entender nada.
—¿Qué? ¿Quién es? —cuestioné.
Y los ojos azules de él me miraron y dijo;
—Mi madre.
¿Su madre? No... No creo que esté preparada para conocer a su madre. Observé a Miles, quien se había acabado de vestir y luego me pasó mi ropa, dejándome un delicado beso en la frente.
Él me dio espacio para vestirme y lo hice bastante más rápido de lo que creía.
Y en menos de 5 minutos, ambos ya estábamos en el salón con la perra de Miles ladrando, no muy cariñosamente, hacia la puerta de entrada. Arrugué la frente preguntándome si la perrita Niki no le gustaba nada la madre de Miles.
Él se acercó a la puerta y la abrió, entrando una mujer alta, rubia y con unos ojos tan azules como los de su hijo. Observó primero a Miles, para luego mirar hacia mí, extrañada de encontrar a una desconocida en la casa de su hijo. Yo tragué saliva, nerviosa.
Miles no abrazó a su madre, por lo que me extrañó bastante que ninguno se diera esa muestra de cariño que cualquier familia haría. Ni siquiera un pequeño beso en la mejilla, solo un simple saludo frío.
Yo me quedé apartada, quieta y mirando la escena. No me gustaba conocer gente nueva, era así y me costaba tratar de encontrar temas de conversación y cuando veía alguien tan elegante y con una mirada fría como lo que estaba viendo con la madre de Miles, eso hacía echarme más hacia atrás.
—Donna, ¿cómo estás? —preguntó él, extrañándome mucho más al ver que no la llamara «mamá.»
La mujer, la cual llevaba el pelo bien recogido y con un elegante traje, miró a su hijo, revisándolo de arriba abajo.
—¿Sabes que horas son para que sigas así vestido? No he criado alguien desaliñado —contestó, tratando de peinar el cabello despeinado de Miles.
Yo sonreí suavemente.
Miles se alejó de ella, negando con la cabeza y luego me miró con amor, acercándose a mí y colocando su mano sobre mi espalda.
—Madre, ella es Leire. —Donna me miró rara—. Mi novia.
Yo me quedé parada, asombrada al escuchar de los labios de Miles la palabra «novia» y no pude sonreír más que nunca. Lo miré, ruborizada.
Donna me observó con una ceja elevada y se acercó a mí, extendiendo la mano para estrechársela. Lo hice.
—Que... agradable sorpresa —dijo, mirándome de arriba abajo, de una manera que no me agradó. Yo no retiré la mirada de ella en ningún momento—. No nos habías dicho que estabas saliendo con alguien. —Miró a su hijo y Miles, quien parecía que me estaba mirando cuando estaba saludando a su madre, miró a Donna.
Y como si fuese obvio, contestó;
—Es mi pareja, madre.
Parecía que miles no le gustaba que su madre dijera aquella frase, que solo estábamos saliendo. Quizás si que lo estábamos, pero habíamos hecho varias cosas como para responder en varias palabras nuestra relación. Y que Miles dijera aquello me dio años de vida.
Donna volvió a dirigirse a mí y notaba una tensión increíble, sobre todo con Miles, que parecía no gustarle como me estaba tratando su madre.
—Encantada, Leire. Me gusta tu nombre.
Asentí para contestar;
—Igualmente, Donna.
La mujer dejó de mirarme para dirigirse a su hijo.
—Miles, se acerca tu cumpleaños y queremos que vengas a casa para estas navidades. —De nuevo me observó con esa ceja levantada, preguntándome si le pasaba algo y me volvió a mirar como si estuviese mal vestida. Yo me observé disimuladamente a mi ropa, a ver que le pasaba—. Podrías traer... a tu novia.
Miles me miró y yo hice lo mismo. Quiso preguntarme con la mirada si estaba de acuerdo y yo no pude decirle que no. No quería ser la típica que le caía mal a sus suegros, aunque seguramente ya lo estaba haciendo. Ellos no me conocían y tenía la esperanza que, una vez que lo hicieran, quizás no sería así. Pero recordaba que siempre me había costado hacer amigos, y tal vez eso no me ayudaría jamás.
Asentí.
—Vale, pero nos quedaremos en algún hotel.
Yo seguí sin meterme en la conversación y escuché como la madre negaba con la cabeza.
—No seas tonto. La casa es muy grande. Podrán quedarse allí.
Miles miró a su madre, como si con la mirada le dijera que no.
—Creo que va a ser mejor así, madre. —Su última palabra sonó con un tono que no comprendí y Donna asintió por ello.
—Vale.
Se acercó a su hijo, dándole un beso por primera vez desde que había llegado hacía unos minutos y luego me dio otro a mí para, así, irse.
Yo miré a Miles, porque después de esto, los 2 tendríamos una conversación de que es lo que había pasado.
🍁
—¿Qué te parece? —me preguntó Miles mientras dejaba mi pequeña maleta en el suelo, junto a la suya. Se acercó a mí, a la vez que yo miraba las hermosas vistas de la ventana—. Es una de las mejores que hay en este pueblo.
Había pasado 2 días después de la incómoda visita de la madre de Miles. Ahora me encontraba en el pueblo, donde sus padres habían pasado los últimos años. Realmente, aunque le tenía pavor a la idea de conocer más gente desconocida, me hacía ilusión compartir este momento con mi novio. Porque sí, después de aquello, tuvimos una larga charla sobre ser pareja que adoraré siempre.
Noté las manos de mi chico abrazándome por detrás y pegué mi cabeza en su pecho, respirando el suave aroma a Christian Dior.
Observé los árboles que se encontraban fuera y las pequeñas casas de pueblo repartidas por todo el lugar, enamorándome de ese sitio como nunca antes.
—Perfecto... Es precioso y acogedor —dije con una sonrisa en el rostro.
En el reflejo de la ventana, podía ver el rostro de Miles con la misma sonrisa, pero el cual que no dejaba de mirarme a mí.
—Lo es —susurró y no supe si se lo decía a las vistas de la ventana de la pequeña habitación de hotel o a mí.
Entonces, recordando todo esto, me giré y miré a Miles, el cual llevaba el cabello rubio igual que siempre y esos ojazos azules de los que me enamoré creo que desde la primera vez. Lo tomé de la mano con cariño y sentía esa energía tan perfecta de él. Para mí siempre sería perfecto, ese ángel de luz frente a la oscuridad mía que emanaba siempre.
—No te llevas muy bien con tus padres, ¿verdad?
Miles apretó la mandíbula y negó con la cabeza, sabiendo que esta iba a ser el momento perfecto para esa conversación. Y si él no quería hablar de ello, no pasaba nada. Le daría tiempo y, si nunca querría decírmelo, tampoco me iba a enfadar con él.
Respiró hondo y se sentó en la cama que compartiríamos los 2 en esos días. Yo me senté a su lado.
—No quería decírtelo, pero nunca nos hemos llevado bien. —Arrugó su frente y yo coloqué uno de mis dedos, haciendo que se lo lisaba y su risa me llenó por dentro—. Prácticamente, me criaron mis abuelos. Por eso le tengo tanto amor a ellos y los echo de menos.
Yo apreté la mandíbula y lo acaricié en las mejillas con dulzura, a la vez que pensaba en el daño que tuvo que sufrir al perder a sus abuelos tan pronto. Miré a sus ojos, a la vez que seguía acariciándolo con amor.
—Miles, a veces las relaciones de padres e hijos no son buenas...
Pude ver que él quería decirme algo. Algo que le costaba digerir. No entendía como poder comprenderlo ya que yo tuve el amor incondicional de mis padres, pero me dolía ver que no tuvo ese cariño por parte de los suyos. Quería demostrarle que estaba ahí para lo que necesitara y que le daría todo lo que podía darle.
Acaricié su mejilla mientras me centraba en él, escuchándolo.
—Hay algo que no te he dicho y te he ocultado, Leire —inició. —Mis padres son... asquerosamente ricos. Por eso vivo en esa casa tan grande y que odio —respondió, asombrándome por ello. Me imaginaba algo por el estilo al ver su piso en el que vivía, pero jamás me hubiese imaginado tal cosa, por lo que le seguí escuchando—. Por eso me criaron mis abuelos, unas personas maravillosas y que eran de campo. Mis padres, en cambio, son seres que miran por encima del hombro y tengo miedo de que huyas de mi vida al conocerlos.
Observó hacia otro lado al acabar y negué rápidamente por escuchar eso último.
—¿Por dices eso?
Sus ojos azules, ahora algo oscuros, me observaron a los míos.
—Porque pueden ser crueles.
Me quedé callada, sin entender porque creía que sus padres podían llegar a hacer tanto daño, pero si él lo decía era porque los conocía a la perfección. Asentí, pero luego dije;
—No tienen porqué. Las personas cambian.
No dudó ni un segundo en garantizar;
—O empeoran.
Vi el temor en su mirada y quise tranquilizarlo. ¿Cómo podía pensar que yo lo iba a dejar? Jamás haría tal cosa. Estaba completamente enamorada de él, ¿cómo si quiera se planteaba eso? Era cierto que todavía no habíamos hablado de nuestros sentimientos, pero nuestro amor estaba ahí y se podía ver.
Esa negatividad de él, al verla, me dije que era casi parecida a la mía cuando tenía las mismas dudas de él. Cuando pensaba que yo solo era una sombra y no merecía para nada al ángel que tenía frente a mis ojos. Y aún me preguntaba como Miles se había fijado en mí.
—Mira, te prometo que, por nada del mundo, ellos conseguirán que me separe de ti, ¿vale? —afirmé.
Miles me tomó del rostro para responder a mi afirmación;
—No quiero que me lo prometas. Quiero que me lo demuestres.
Asentí sin ninguna duda.
Y entonces, ahí mismo, mientras ambos hablábamos de esos temores, aparecieron los míos y fui sincera con Miles. Lo fui y no hice como otras veces, que se lo ocultaba. Como una pareja, se lo comenté, demostré mi inseguridad y miré hacia el suelo, atrayendo la mirada y la preocupación sobre él. Vi que él me tomó del rostro rápidamente y nuestras miradas se conectaron nuevamente.
—¿Y si eres tu quien me dejas porque te aburres de mi? —cuestioné.
El asombro en su mirada se hizo presente y negó repetidas veces, sin dejar de mirarme.
—No, Leire. Eso no pienso tolerarlo. No quiero que seas negativa, ni que pienses esas cosas. ¿Te he dado a entender lo contrario estos meses? —Negué al recordar todo lo que había hecho para acercarse a mí—. Quiero que confíes en mí, que recuperes esa seguridad en ti misma. Y quiero que sea a mi lado. Quiero ver como creces.
Sonreí y nuestros labios se juntaron en uno. Y no sé como, terminamos desnudos en la cama en menos 2 minutos, haciendo el amor dulcemente, abandonando esos pensamientos que teníamos mutuamente. Esos temores, y solo nuestros cuerpos hablaron entre nosotros, disfrutando de ese momento, mutuamente.
Viviendo y sintiendo.
***
¡Si! Tienen nuevo capítulo. No, no es un espejismo xD
Espero que les esté gustando. Quiero estar regalándoles estos compro los por haber estado mucho sin publicar, así que ya saben que quizás lean otro nuevo capítulo antes de que acabe la semana.
La historíela ya le quedan 5 capítulos y me va a dar mucha pena despedirme de estos personajes. Y estoy segura que se sorprenderán mucho.
¿Que les ha parecido?
¿Quieren más capítulos?
Nos leemos :3
Patri García
Pd; quiero darle las gracias a todos los que todavía siguen leyendo esta historia a pesar de los parones. He perdido muchos lectores en esta novela, pero me alegra ver que todavía quedan unos pocos conmigo. Mil gracias. Sois los mejores.
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