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020.

xx. dulce navidad

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me haría muy feliz <3

omnisciente

Perseus nunca había logrado ser un gran fanático de la Navidad. Para él siempre había sido un simple día más, y ahora sin su madre, tampoco le encontraba demasiado sentido. Sin embargo, cualquier animo que pudo haber tenido por la festividad desapareció por completo cuando Sirius anunció que la pasarían en Grimmauld Place junto a los Weasley y otros miembros recurrentes de la Orden del Fénix.

Se había ya transportado con muchas horas de anticipación para poder tener todo listo antes de que los invitados llegaran. Perseus notó lo emocionada que lucía Delilah al ser la anfitriona de la velada, y se preguntó por qué no decidieron festejar en su nuevo hogar.

Se giró para preguntarle a su padre, quien con un hechizo apareció decenas de platos en la mesa que Kreacher se había encargado de pulir minutos atrás, pero recordó que seguía molesto con él por nuevamente no haberle permitido visitar a los Malfoy.

Suspiró, echando la cabeza hacia tras, cruzándose de brazos. Luego observó como Sirius se paraba frente a él.

—¿Sigues molesto conmigo? —le preguntó.

Perseus desvió la mirada—. ¿Por que no nos quedamos en casa?

—Regulus sugirió festejar aquí, y revivir un poco la vieja casa —se encogió de hombros—. Aparte es la guarida de la Orden, así que ¿por qué no?

—Creí que no te gustaba estar aquí —lo miró.

—Eso era hace mucho tiempo —le revolvió el cabello—. Alégrate un poco, ¿sí? Tiene años que no pasamos una Navidad juntos y estoy emocionado por que veas tu regalo.

—Tenía nueve —dijo Perseus. Sirius lo miró con confusión—. Nuestra última Navidad juntos fue cuando tenía nueve años.

Sirius sintió una oleada de culpa—. Lo lamento, Perseus. Debí intentar más, debí hacer más. Las pocas veces que te veía al año nunca fueron suficientes.

Perseus se encogió de hombros—. Está bien, yo no necesitaba verte más veces, con mi madre estaba más que feliz y satisfecho.

—Lo sé —murmuró Sirius—. Hoy debes estar extrañándola demasiado...

Perseus sintió un nudo en la garganta, y se levantó del sillón de golpe—. Estaré arriba —lo interrumpió.

Sirius suspiró con algo de frustración, preguntándose cuando sería el día en que Perseus pueda abrirse con él respecto a su duelo por su madre. Resignado, simplemente asintió y se hizo a un lado para dejarlo pasar. Delilah le dedicó una sonrisa reconfortante desde el otro lado de la sala, al menos alguien se daba cuenta de lo mucho que lo intentaba.

Perseus escuchaba el murmullo de las personas que ya habían llegado. Él se encontraba aún en el primer piso, asomándose por el balcón de las escaleras, notando la casi decena de cabelleras pelirrojas que caminaban de un lado a otro. También notó aquel distintivo cabello púrpura de su prima Nymphadora Tonks.

—¿No piensas bajar? —una voz lo hizo sobresaltarse—. Ay, no era mi intención asustarte —Delilah se acercó y acomodó su mano sobre el hombro de Perseus—. Yo también me pongo nerviosa con tantas personas, sobretodo porque apenas comencé a integrarme socialmente a la Orden.

—Yo tampoco he convivido tanto con todos ellos —Perseus miró a la mujer—. Me siento como un intruso.

—Perseus, no deberías de sentirte así, mucho menos aquí... esta propiedad prácticamente te pertenece —le sonrió dulcemente— . ¿Cómo vas a sentirte como un intruso en tu propia casa?

Perseus se encogió de hombros—. No lo sé, simplemente así me siento casi todo el tiempo... en casi todos lados.

Delilah hizo una pequeña mueca—. Cuando tenía tu edad también solía sentirme de esa manera. Creía que nadie podía entender mi perspectiva de la vida. Supongo que es un síntoma de la adolescencia, pero te prometo que en algún momento se te pasará —le regaló un inocente guiño.

Perseus le dedicó una tímida sonrisa.

—Tu padre me dijo que te ha visto triste los últimos días. Él en serio está preocupado por ti.

Perseus ladeó su cabeza. No quería hacerle una escena a Delilah, pues la mujer se había estado comportado demasiado dulce con él.

—¿Sabes? —Delilah volvió a hablar después de una larga pausa—. Sé que esto no es un tema que te agrade hablar, pero déjame contarte que yo también perdí a mi madre cuando era muy joven.

La paciencia de Perseus desapareció por completo, sintiendo una oleada de ira aparecer de la nada. ¿Acaso nadie podía respetar su silencio sobre el tema?

Delilah pareció notarlo porque se quedó en silencio unos segundos, como si intentara formular sus propias oraciones—. Sé que no existe absolutamente nada que te reconforte, y sé lo terriblemente irritante que es escuchar siempre las mismas frases de condolencias una y otra vez en cada lugar que visitas... porque ya sabes, nadie siente lo mismo que tú.

Perseus la miró con atención.

—¿Pero sabes qué si me ayudaba a sentirme mejor? —Delilah alzó sus cejas. Perseus negó con la cabeza—. Escribirle cartas, y allí contarle mis días, mis planes, mis sentimientos, lo mucho que la extraño hasta ahora que soy una adulta, le cuento todo. Y desde lo más profundo de mi corazón te recomiendo intentarlo —le sonrió—. Ahora deberíamos bajar, antes de que tu padre venga a buscarnos.

—Gracias, Delilah —le dijo en voz baja con sinceridad. Era la primera vez que se sentía ligeramente comprendido.

—Cuando quieras puedes acercarte a hablar conmigo de lo que desees —le dijo también con sinceridad.

—Lo tendré en cuenta —le respondió Perseus, y se dispuso a seguirla por las escaleras. Cuando pasaron junto a un antiguo cuadro familiar, recordó algo que quería preguntar—. Delilah, ¿mi tío Regulus sigue de viaje?

Delilah giró un poco su cabeza sobre su hombro—. La verdad es que lo desconozco... él solo mencionó que tal vez no pasaría Navidad con nosotros. Lo siento, pero supongo que si no llega es porque claramente sigue de viaje.

—¿Y a dónde fue? —Perseus frunció su ceño.

Delilah hizo una mueca—. Regulus sigue siendo muy misterioso, nunca mencionó a donde iba.

Perseus suspiró—. Bueno, gracias... —hizo una pausa y esperó a que terminaran de bajar las escaleras. Miró a su alrededor buscando que su padre no estuviera cerca, y le pinchó el hombro a Delilah para hacerle una última pregunta—. ¿Por qué no nos quedamos en la nueva casa para festejar?

Delilah lucía sorprendida por la pregunta, como si no se hubiese esperado que Perseus hiciera un comentario al respecto. El joven la observó por un par de largos segundos buscar una respuesta rápida, sin embargo la mujer solo suspiró en resignación.

—La verdad es que tu padre no le tiene mucha confianza a todos los miembros de la Orden, así que no queríamos revelar la ubicación de nuestra nueva vivienda... ya sabes, todo por tu seguridad y la de Harry.

Perseus asintió, algo orgulloso de poder recolectar un poco más de información de todas las cosas que su padre nunca le mencionaba.

Sirius no recordaba la última vez que estuvo completamente cómodo y feliz durante un día tan festivo como lo era Navidad. Su estómago se sentía pesado, su corazón le latía con fuerza y sus extremidades se sentían acalambradas.

Por un instante pensó que era por el lugar donde se encontraba. El famoso no. 12 de Grimmauld Place. La locación más recurrente de peores sus pesadillas, y también el lugar donde creció junto a su familia.

Tomó un largo suspiro, fingiendo una gran sonrisa cuando Arthur Weasley pasó a su lado dándole unas palmadas afectuosas en su hombro. Vió a Kreacher pasar con una charola de plata llena de copas de vino de elfo, arrebató una y se la empinó hasta el fondo.

Delilah lo miraba desde la otra esquina, y se acercó disimuladamente—. Sirius, ¿qué te sucede?

Sirius la miró confundido. ¿Acaso su actuación no era buena? Le sonrió de manera más genuina que anteriormente—. Nada, todo está en orden. Es una agradable velada... tenemos invitados que nos aprecian y que nosotros también apreciamos, estamos juntos y es mi primera Navidad con Perseus luego de muchos años —giró su cabeza para encontrar a su hijo—. ¿En dónde se metió, Percy?

—Está con Tonks y Remus del otro lado —le respondió—. Me preguntó por Regulus.

Sirius puso los ojos en blanco ante la mención de su hermano menor. Al darse cuenta de su reciente acción, soltó una risita estúpida. Al parecer no importaba cuántos años tuvieran, habían cosas que simplemente nunca cambiaban en su dinámica de hermanos.

—Yo tampoco sé dónde se metió Reggie —dijo Sirius—. Espero que no esté en problemas.

—¿No estás preocupado por él? Creí que por eso estabas actuando tan extraño —Delilah alzó sus cejas—. Sirius, ¿acaso no recuerdas que hay un sujeto que anda cazando mortífagos?

—Técnicamente Regulus ya no es un mortífago —Sirius miró a Delilah—. Al menos no uno activo...

—Eso es peor —murmuró Delilah—. Yo si estoy preocupada por él, se fue hace casi una semana sin decir a dónde o con quién.

—Si nunca dice a dónde va, ¿tú crees que va a decir con quién? —esta vez fue Sirius quien alzó sus oscuras cejas, tomó de los hombros a Delilah con delicadeza—. Estoy seguro que Regulus está bien, deja de preocuparte. Conozco muy bien a mi hermano, ¿si?

Delilah le sonrió—. Está bien —suspiró—. Entonces si no es lo de Regulus... ¿qué es lo que te pasa? —lo miró con preocupación.

—No me gusta mucho la Navidad, me trae recuerdos que no son muy gratos de recordar... —le confesó—. Tampoco me agrada la idea de estar aquí, otra vez. Odio este lugar.

—Tú decidiste festejar aquí —Delilah le recordó.

—No fue muy inteligente de mi parte —rió Sirius—. Quería que todo saliera bien, y no iba a estar cómodo con la idea de que más gente supiera nuestra nueva locación —dijo más seriamente—. Mi principal propósito es que Perseus la pase bien —volvió a buscarlo—. Pero ahora que lo pienso, él hubiera preferido algo más discreto y con menos gente.

—Hubiera sido más fácil si le hubieras preguntado.

Sirius hizo una mueca—. Perseus me iba a responder que su plan perfecto es irse con los Malfoy —rodó los ojos—. Los Malfoy son...

—Son personas que él aprecia y viceversa. ¿Crees que no recuerdo la charla que tuviste con tu prima Narcissa hace unos meses? —lo interrumpió.

Sirius entrecerró sus ojos—. Hay algo extraño allí, aún no lo descubro, pero estoy seguro que sí. No confío en ella, y no entiendo como Perseus y Regulus la adoran tanto.

—¿Quieres que te diga la razón?

Sirius negó con la cabeza—. No es necesario. Ya conozco la razón muy bien —robó otra copa de vino cuando Kreacher volvió a pasar con la misma charola.

Delilah lo miró con diversión—. Creí que ya no bebías.

—Por amor a Merlín, nadie puede sobrevivir a esta casa estando sobrio —tomó un sorbo—. Mi madre hechizó la casa cuando recién llegó a vivir aquí.

—¿Hechizó la casa? —Delilah lo miró con confusión.

—¿La maldijo? No lo sé —se encogió de hombros—. Pero la casa es todo un ente. Es como si estuviera viva, y me odia. ¿Por qué crees que por más que la limpiemos sigue habiendo accidentes raros? Ella la dejó así.

La confusión de Delilah creció aún más—. Suponiendo que la hechizó... ¿los hechizos no debieron desvanecerse ya?

—Justo es lo que creía —Sirius resopló—. Pero no, su retrato es como el corazón y cerebro. Ella sigue aquí y a la vez no.

—Por eso odias venir.

Sirius asintió—. Siempre me sucede algo cuando venimos, ¿no lo has notado? —miró a su alrededor—. No veo el momento para quemar ese retrato y deshacerme de este lugar.

—A Perseus le agrada —le dijo Delilah—. Él no sabe nada sobre tu infancia y adolescencia, ¿cierto?

—No mucho, solo sabe que no me llevaba muy bien con mis padres —le respondió Sirius—. No tiene que saber el porqué —hizo una mueca.

—No crees que si le cuentas, él te entendería un poco más.

Sirius suspiró—. Tal vez —hizo una pausa—. Pero Perseus ya sabe que había algo mal, no tiene que saber exactamente qué fue. Si yo fuera él, preferiría no saberlo.

—Creo que eso es algo que él tiene que decidir —Delilah le sugirió.

—Lo sé —bebió otro sorbo—. Pero ya tengo muchas cosas más que revelarle —hizo una mueca—. Lo único bueno de estas fechas es que tendré el suficiente tiempo con él para contarle todo.

Harry se acercó tomando a Sirius por sorpresa.

—Sirius, perdón por interrumpirlos, pero me mandó la señora Weasley a decirte que si planean quedarse porque aún les da miedo aparecerse por las heridas el señor Weasley.

—Gracias, Harry —le revolvió su oscura cabellera con cariño—. Iré a ver que las habitaciones estén desocupadas —miró a Delilah.

—¿Quieres que te ayudemos? —preguntó la mujer.

—No es necesario —le aseguró antes de girar sobre el pasillo para comenzar a subir las escaleras.

Los Weasley ya se habían quedado anteriormente en Grimmauld Place, así que Sirius supuso que se sentirían igual de cómodos en las habitaciones donde ya se habían alojado. Eran las más arrinconadas del primer piso, justo donde terminaba el pasillo y había un viejo armario.

Se sobresaltó al encontrarse con Perseus dándole la espalda.

—Por Merlín, me asustaste —Sirius colocó una de sus manos sobre su pecho. El corazón le seguía latiendo con fuerza, solo que esta vez era por el susto.

Perseus no le dijo nada, y solo se comenzaron a escuchar pequeños sollozos.

—¿Perseus? —Sirius sintió su corazón romperse—. Oh, Percy, ¿qué sucede? —le preguntó acercándose.

Cuando estaba a punto de tomarlo por su hombro, Perseus se dio a vuelta, tenía los ojos llorosos y su rostro estaba ligeramente rojo.

—¿Papá? —la voz de Perseus salió quebrada.

—Percy, ¿qué pasa? —volvió a intentar acercarse, pero cuando dio tan solo un paso más hacia él, el rostro de Perseus cambió de tristeza a terror absoluto, ocasionando una profunda confusión en Sirius.

—¿Q-qué vas hacer, papá? ¡No! ¡Papá! —los gritos de Perseus eran desgarradores.

Sirius sintió una pesadez en su pecho, no entendía que estaba sucediendo y lo único que observaba era a Perseus retorcerse en el suelo mientras le suplicaba que lo dejase en paz.

—¡Papá, detente! ¡Por favor, papá! —Perseus lloraba fuertemente desde el suelo.

Sirius parpadeó y bajó la mirada a sus manos. Su mano derecha estaba levantada, con su varita aferrada a esta y apuntando directamente a su hijo. Una luz roja se desprendía de la varita, y sintió un nudo en su garganta cuando en sus oídos escuchó su propia voz pronunciando la maldición cruciatus una y otra vez.

—No, no, no, no —Sirius comenzó a decir, y corrió a hincarse junto a su hijo—. Perseus, no. Perdóname. Perdóname, por favor. Perdóname.

Perseus seguía retorciéndose del dolor mientras lloraba—. ¿P-por qué lo hiciste, papá? ¿Por qué?

Sirius sintió sus ojos llenarse de lágrimas. Él no podía haber hecho eso. Era imposible—. Perseus, perdóname. Y-yo no quise. Por Merlín, perdóname. P-perdóname. Perseus, tienes que perdonarme.

—¿Lo ves? —una voz femenina se escuchó y Sirius alzó la mirada. Era ella. Su madre, en carne y hueso; dándole una mirada bastante burlona—. La manzana nunca cae lejos del árbol.

Sirius comenzó a negar con la cabeza una y otra vez mientras miraba a su hijo aún tendido en el suelo junto a él—. Percy, por favor.

—¡Riddikulus! —la voz de Remus resonó por todo el pasillo.

Sirius sintió otra ola de confusión cuando el escenario que lo había estado torturando segundos antes había desaparecido por completo, dejando caer una fotografía enmarcada donde se veía a él junto a su madre cuando era solo un niño.

Su corazón seguía latiéndole con tanta fuerza, que creía que se le saldría del pecho. Su respiración era irregular y su cuerpo temblaba un poco. Miró hacia Remus y notó que no estaba solo. Venía acompañado por Harry, Delilah y Perseus, quien —cabe mencionar— lucía bastante confundido.

—Nada de eso fue real, Sirius —le recordó Delilah, intentando ser reconfortante—. Respira, nada fue real.

Sirius seguía arrodillado en el suelo, y poco a poco se fue levantando bajo la mirada de su hijo y de su ahijado. Remus intentó acercársele, pero Sirius lo esquivó.

—Sirius... —Harry comenzó a decir, pero el animago negó con la cabeza.

—Necesito revisar las otras habitaciones —dijo con la voz algo quebrada, comenzando a avanzar a la dirección paralela. Cuando pasó junto a Perseus, se detuvo—. Si aún quieres ir con los Malfoy, puedes hacerlo. Usa la red flu, Remus te puede ayudar, pero te quiero de regreso mañana antes del mediodía.

Perseus simplemente asintió con el ligero impulso de quererlo abrazar, pero no pudo hacerlo. Observó a su padre avanzar con Delilah detrás de él. Por otro lado, Remus solo suspiró y Harry lucía igual de confundido que él.

—¿Quieres irte con los Malfoy? —le preguntó su padrino con las cejas alzadas.

Perseus miró hacia donde Sirius se había ido, y luego regresó la mirada a su padrino—. Sí, ¿me ayudarías a ajustar la red flu?

nota de la autora:
merri crismas adelantado x si me vuelvo a desaparecer (jk!) 🕺🏻
les traigo la buena noticia de que ya salí de vacaciones, por lo que tendré más tiempo para escribir 💗💗💗
espero leernos pronto.
nuevamente gracias por su paciencia.

¡no se olviden de votar y comentar!
les tqm💗

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