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004.

iv. el callejón diagon

omnisciente

A pesar de estar despierto, Perseus no tenía ninguna intención de moverse de la comodidad de su cama. Especialmente porque se cumplía un mes desde que su madre había fallecido.

Suspiró, intentando desviar cada pensamiento sobre aquella alegre mujer que lo amaba con toda su alma.

Sin darse cuenta, una silenciosa lágrima se deslizó por su mejilla. O tal vez habían sido dos o tres. O muchas más de las que podía contar.

Un suave golpeteó en su puerta fue lo que lo hizo reincorporarse, limpiándose los rastros de sus lágrimas.

Sirius entró a la habitación, con una tímida sonrisa mientras sostenía una charola de plata, la cuál portaba un tradicional desayuno inglés.

—Buenos días —lo saludó—. Sólo venía a decirte que entiendo totalmente que hoy sea un día sensible para ti...

—Detén lo que sea que estés intentando —lo interrumpió Perseus, mirándolo débilmente a los ojos—. No quiero hablarlo.

Sirius suspiró, dejando la charola en la mesita de noche junto a la cama de su hijo.

—Bien, pero puedes escucharme, ¿no es así?

Perseus lo miró por unos cortos segundos. Tampoco quería escucharlo.

—Créeme cuando te digo que quiero decirte tantas cosas para poder conseguir que te sientas un poco mejor, pero sé muy bien que no funcionará en lo absoluto... —hizo una breve pausa—. Tal vez nunca tuve una buena relación con mi familia de sangre pero tuve la buena suerte de encontrarme con una mejor durante mis años en Hogwarts, y lamentablemente la perdí muy pronto.

Perseus supo de forma inmediata que se refería a los Potter, y la ira comenzó a apoderarse de cada centímetro de su piel.

—Tú nunca nos consideraste tu familia —más que una pregunta, sonó como una acusación.

Sirius frunció el ceño—. ¿A qué te refieres?

—Te casaste con mi madre y hasta me tuvieron, pero jamás hemos sido tu familia, ¿cierto?

—Perseus, no es así. Nunca fue así. No me estás entendiendo.

—Nunca te he entendido —lo corrigió—. Nunca te importamos lo suficiente. Nunca te importé lo suficiente.

Perseus, no vamos a discutir ese tema de nuevo. ¿De acuerdo? Eres mi hijo, y realmente no se qué quieres que haga para demostrar lo mucho que...

—Es que sí soy tu hijo pero tú no eres mi padre —declaró Perseus de forma determinante.

Sirius paró de hablar, y simplemente se dedicó a observar a Perseus por varios segundos seguidos.

Tragó saliva pesadamente, cerrando los ojos y asimilando las palabras de Perseus, que claramente lo hirieron. Más de lo que podía imaginar, especialmente porque estaba muy consciente que el comportamiento del joven era totalmente su responsabilidad.

—Iremos al callejón Diagon después del mediodía. Te esperaremos frente a la chimenea —le informó, cambiando el tema de forma abrupta—. Si es que quieres ir.

Perseus volvió a mirarlo. Se había arrepentido ligeramente de haberle hablado así. Pero había ocasiones en las que —por mucho que lo intentara— no podía quedarse callado.

Así que simplemente asintió, tomando un sorbo del jugo de naranja que su padre le había llevado mientras lo observaba salir de su habitación en silencio.

Harry se sentía un poco más relajado después de su audiencia en el Ministerio, dónde Albus Dumbledore había llegado a defenderlo a capa y espada.

Estaba más tranquilo al saber que podría regresar a Hogwarts para cursar su quinto año.

Aunque a su vez, el estómago se le revolvía tan sólo de pensar por un segundo en Hogwarts debido a todo lo acontecido tan sólo un par de meses antes: el torneo de los Tres Magos, la muerte de Cedric Diggory y el regreso de Lord Voldemort.

Pero estaba bastante agradecido con Sirius pues definitivamente había sido un gran soporte emocional para evitar sentirse tan abatido al respecto.

Sus pensamientos se esfumaron cuando el anteriormente mencionado apareció frente a él con una alegre sonrisa.

Había veces en las que Harry pensaba en cuál era el truco de su padrino para mantenerse positivo la mayor parte del tiempo.

Pero antes de que pudiera hablarle, su sonrisa desapareció ante la presencia de Perseus Black, el hijo de Sirius.

También había veces en las qué también se preguntaba cómo es que Sirius compartía genes con aquel chico, que realmente no soportaba ni un poco.

Para Harry, Perseus era todo lo contrario a Sirius.

Perseus era alguien cruel, egoísta y prepotente.

Perseus era alguien a quién no le importaba tocar temas sensibles para los demás con tal de atacarlos y lograr hacerlos sentir mal.

Perseus era la persona más detestable que podía pararse sobre el planeta Tierra, y Harry estaba seguro de ello.

Lo miró de reojo, notó que llevaba puesta una túnica de color negro, su cabello estaba mucho más desordenado que de costumbre y sus ojos brillaban con menos intensidad.

En general se notaba cómo si estuviera triste o decaído. Ni siquiera intentó lanzarle un comentario para molestarlo. Y eso significaba que realmente se encontraba mal.

Por unos cortos segundos, Harry lo entendió.

Pero todo rastro de empatía y compasión desapareció cuando sus ojos se encontraron.

—¿Se te perdió algo? —dijo Perseus de forma agresiva.

Harry sintió sus orejas arder en vergüenza, pero no iba a bajar la guardia. Sin embargo, antes de que pudiera responderle, Sirius interrumpió el comienzo de su riña.

—Un día —dijo Sirius—. Sólo les pediré un día sin que discutan. Es más, no tienen ni porqué dirigirse la palabra pero en verdad no quiero escuchar sus absurdas peleas. Entiendo muy bien que nunca se han llevado, y mis esperanzas de que sean mejores amigos desaparecieron hace mucho pero les ruego que por un día intenten ignorar sus diferencias. Por favor.

Perseus chasqueó la lengua, claramente inconforme con la petición, pero no dijo algo más.

Mientras que Harry asintió, aunque su garganta le ardía por haberse tragado sus palabras —nada agradables— para Perseus.

...

Cuando llegado al callejón Diagon, Harry comenzó a sentirse ansioso. Realmente creía que jamás se acostumbraría a la multitudes.

Pero lo entendía.

La comunidad estudiantil mágica estaba a días de su retorno a Hogwarts, y esa era la razón por la que las tiendas estaban abarrotadas de magos de todo Reino Unido.

Decidieron ir primero por túnicas nuevas.

—Podríamos ir a Madame Malkin —sugirió Sirius señalando el escaparate.

—Mi madre compraba en la tienda de túnicas junto a la librería —murmuró Perseus, de forma casi inaudible.

Harry notó como la mirada de Sirius se suavizó.

—Bien, podemos ir allí —dijo el animago.

A Harry realmente no le importaba, así que no dijo nada al respecto. Y aunque quisiera, sabía que no podría hacerlo.

Los tres se encaminaron hasta la tienda, donde fueron recibidos por varios elfos domésticos que corrían con telas para túnicas de un lado a otro, túnicas elaborándose por si solas con instrumentos de tejido encantados y una señora regordeta con una gran sonrisa.

—¡Bienvenidos a Túnicas y Vestimenta de Gala de Madame Amara! Yo soy Madame Amara. ¿En qué puedo ayudarles?... —hizo una pausa y pareció reconocer al joven junto a Sirius—. ¡Perseus! ¡Oh! ¡No te reconocí! ¡Que alegría verte! —exclamó mientras lo abrazada efusivamente.

Y para sorpresa de Harry —y también de Sirius— Perseus le aceptó el abrazo con gusto e incluso con cierto ¿cariño?

—¿Cómo has estado? Lamento no haberme acercado a ti en el funeral de tu madre pero sé muy bien que lo que menos querías era que la gente se te acercara.

Perseus sonrió tímidamente.

Perseus. Sonrió. Tímidamente. ¿Qué estaba pasando?

Ha sido un poco difícil —admitió el joven—. La extraño mucho, pero las estrellas siguen brillando cada noche.

La mujer sonrió, y le acarició el rostro con cariño—. Así es, querido Percy. Las estrellas siguen brillando, y ahora con más intensidad.

Sirius parecía igual de confundido que él, pero no sólo por el cambio de actitud de su hijo, sino porque no tenía ni idea de quién era aquella mujer y porqué parecía conocer a Perseus mejor que él.

—Bien, supongo que buscas una nuevo par de túnicas, ¿no es así? —Perseus asintió—. Ya sabes a dónde dirigirte —le guiñó el ojo con diversión.

Perseus se adentró a la tienda, dejándolos solos con la mujer, quién dirigió su mirada a su padrino con cierta indiferencia.

—Tú debes ser Sirius Black, el padre de Perseus.

Sirius asintió—. ¿Quién es usted? Parece muy cercana a mi hijo.

—Amara Haywood —dijo la mujer, mirándolos de arriba a abajo—. Harry Potter, ¿no? —enfocó su mirada en el ojiverde.

—Eh sí —respondió carraspeando con nerviosismo—. Mucho gusto.

—Supongo que usted también busca una túnica nueva —el azabache asintió nuevamente—. Bien, dime que buscas específicamente.

...

Harry no conocía mucho sobre la moda dentro del mundo mágico, y mucho menos entendía las diferencias entre cada túnica y su uso para cada ocasión.

Así que se compró tres túnicas del mismo modelo en diferentes tonalidades, y aparte dos para el colegio.

Perseus se despidió de Madame Amara con bastante afecto, y fue el primero en salir de la tienda.

Harry se retrasó por amarrarse las agujetas, y no pudo evitar escuchar la conversación entre Madame Amara y Sirius.

—Perseus puede parecer un jovencito algo difícil. Lo era incluso para Stella pero no dude en que es sólo un niño que lo único que ha querido por años es el amor de su padre —le dijo con serenidad—. Perseus es un buen niño. Demasiado amoroso y sensible. Siempre se preocupa por el bienestar de sus seres queridos...

Harry puso los ojos en blanco. No podía hablar del mismo Perseus que él conocía.

—Dele la oportunidad, y sobre todo: téngale mucha pero mucha paciencia.

Sirius estaba callado, asintiendo ante las palabras de la mujer. Y Harry de pronto se sintió incómodo presenciando la conversación.

—Que tenga un buen año, señor Potter —está vez lo miró a él—. Y tenga cuidado con las personas que se encuentran acechándolo.

Harry hizo una mueca. A veces deseaba que nadie lo conociera, mucho menos por la razón por la que era conocido.

nota de la autora:

A qué no creyeron que estaría por estos rumbos tan pronto, jiji. Estoy muy emocionada porque ahora si se viene todo el drama.

Y también porque me falta introducir uno que otro personaje, y bueno, espero actualizar con la misma frecuencia.

Nos leemos pronto.
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