001.
i. la pesadilla de perseus
omnisciente
Perseus se encerró en su antigua habitación desde que llegaron del funeral de su madre. No se movía ni mucho menos le agradaba la idea de hablar con alguien.
Aparta que nadie sabía como acercarse a él, ni se atrevían a hacerlo pues Perseus se encontraba más inconsolable que nunca.
Sirius, su padre, comenzaba a preocuparse. No lo había visto ingerir algún alimento en los últimos tres deprimentes días. Pero no tenía ni idea de que hacer.
Él estaba bastante consciente que su relación con su hijo se quebró varios años atrás, justo después de su escandaloso divorcio con Stella Lestrange —la madre de Perseus—.
Y si era completamente honesto, había fallado en diferentes aspectos. Especialmente desde el momento en el que centró casi toda su atención en su ahijado, quién quedó huérfano cuando era demasiado pequeño.
Sirius sentía la necesidad de protegerlo, y lo hizo de forma exitosa, como nadie lo esperaba. Fue la mejor figura paterna que Harry Potter pudo haber tenido en su vida —sin contar a James Potter, claramente— pero mientras lo hacía, su relación con Perseus se fue desmoronando.
Y ahora todo las consecuencias de aquellas acciones por las que se alejó de su propio hijo parecían darle unas buenas abofeteadas.
Sirius lo observaba desde el marco de la puerta de la habitación que alguna vez Perseus habitó durante su infancia, suspirando pesadamente.
—Perseus... —lo llamó Sirius acercándose—. Debes comer algo, por favor. No puedes quedarte aquí para siempre.
Perseus ni lo miró echándose una cobija por encima de la cabeza.
—No tengo hambre —le respondió luego de unos cuantos segundos.
Sirius hizo una mueca—. ¿Hay algo que pueda hacer?
—No.
Sirius realmente deseaba poder gritar de la frustración.
—Perseus sé que todo lo que está sucediendo es bastante difícil...
—Tú no sabes nada —lo interrumpió alzando la voz—. ¿Podrías dejarme en paz? De todas las personas que conozco, tú eres con la que menos ganas tengo de hablar.
Sirius sintió un ardor en su pecho, y probablemente se trataba del remordimiento que lo consumía por dentro.
No le dolían las palabras de Perseus, le dolía la razón por la que las decía.
Todo era su culpa.
Y parecía ser una situación sin solución.
—No sé que hacer —le dijo Sirius a Remus mientras se sentaba en una de las sillas del comedor.
Remus bajó la copia del Diario El Profeta, dejándolo sobre la mesa.
—¿De qué hablas? ¿De Perseus? —le preguntó con confusión.
Sirius asintió—. No tengo ni idea de cómo acercarme a él.
—Bueno, eso es tu culpa.
—¡Ya lo sé! —exclamó el mayor—. Créeme que lo sé muy bien —resopló—. Desearía volver el tiempo atrás y así evitar que nuestra relación padre-hijo se fuera a la mierda.
—Aún puedes compensarlo, lo sabes, ¿no?
—Es imposible, Remus —se frotó con frustración el rostro con sus manos—. Tanto que maldije a mi padre y resulté ser igual.
—No es así —dijo Remus consternado—. Tu padre era peor.
Sirius le echó una mala mirada—. Gracias por tu apoyo.
—¿Quieres que te mienta y te diga que has sido el padre ejemplar? Prefiero decirte las cosas como son. Arruinaste tu relación con tu hijo, y ahora es tu oportunidad de enmendarlo. Será un proceso lento y difícil pero no imposible, así que deja de lloriquear y ponte a pensar en cómo hacer que tu hijo venga a comer.
El animago rodó los ojos pero una idea se atravesó por su mente, aunque no lo convencía del todo.
—Tal vez un par de visitas lo animen —dijo tomando un pergamino de la alacena, comenzando a escribir en él.
—¿Un par de visitas?
—Los terribles tres —dijo con pesadez.
Remus rió ante el apodo que Sirius le había puesto su caótico trío de sobrinos.
—Son sólo adolescentes de quince años, Sirius. No son terribles.
Sirius rodó los ojos—. Dale gracias a Dios que nunca has tenido que convivir con ellos por más de tres horas seguidas.
—Te recuerdo que hace dos años fui su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts, no recuerdo que fueran tan desastrosos. Aparte, eres la persona menos indicada para quejarte al respecto.
—Tú tampoco era muy tranquilo que digamos, lo que pasaba era que nadie creía que eras capaz de romper un plato —gruñó—. Y como eras prefecto te aprovechabas para nunca salir castigado.
Remus regresó su vista al periódico—. No sé de qué me estás hablando —encogió los hombros inocentemente.
Sirius rodó los ojos con diversión, y terminó de redactar el par de cartas que le enviaría tanto a Andromeda Tonks como a Narcissa Malfoy para que le permitieran a sus adorables hijos visitar a Perseus. Tal vez, su plan funcionaría.
Un par de horas más tarde, los mellizos Malfoy —Hydrys y Draco— llegaron por la red flu, bajo la supervisión de Kreacher, el elfo doméstico de la casa de los Black por petición de Narcissa Malfoy.
Ambos con miradas prejuiciosas observaban cada detalle en el hogar de Sirius. Nunca había estado allí antes.
Hydrus arrugó la nariz ante el intenso olor a humedad, rodando los ojos. Mientras que Draco fruncía el ceño al ver la cantidad de polvo en los estantes.
Sirius rodó los ojos mientras que Remus reía.
—¿Qué su madre no les ha dicho que es de mala educación juzgar con la mirada de forma tan descarada? —dijo Sirius cruzándose de brazos.
—Tío Sirius, este lugar es deprimente... —mencionó Hydrus dejando su abrigo en el perchero junto a la chimenea.
—Tal vez por eso Perseus no sale de su habitación —respondió Draco de forma burlona completando la frase de su hermana.
Sirius los miró mal—. Por eso mi favorita es Pyxis —dijo en un susurro justo cuando la peliazul salió por la chimenea, cayendo sobre los pies de Remus.
—¡Ya llegó por quién lloraban! —anunció Pyxis una vez que se levantó y actuó como si nada hubiese pasado. Se abalanzó sobre cada uno de los presentes, dándoles un caluroso abrazo contagiando la chispa característica de la peliazul.
—¿Entonces Perseus no tiene más amigos? —preguntó Sirius con un tono algo preocupado. Dándose cuenta de lo poco que sabía sobre su hijo.
—No —dijeron ambos Malfoy al unísono.
—Sí —se apresuró Pyxis a decir.
Hydrus la miró con el ceño fruncido, para que luego sus cejas se alzaran como si recordase algo—. Samantha Doge —mencionó la rubia.
—Oh, a ella sí la conozco —agregó Sirius con emoción—. Creo que sale con Harry.
Pyxis frunció el ceño—. Yo creí que salía con Percy.
Draco chasqueó la lengua—. No sale con ninguno de los dos —hizo una pausa—. Es sólo amiga de ambos.
Sirius asintió poniendo atención.
—Es la única amiga de Gryffindor que tiene, pero no sabemos como contactarla —aclaró Hydrus encogiéndose de hombros.
—¿Por qué no se lleva con los demás? —preguntó Sirius dándose cuenta que solamente así podía enterarse un poco más sobre la vida de su hijo.
—Porque los demás son amigos del idiota de San Potter —espetó Draco con desagrado—. Y porque le hemos enseñado a no juntarse con sangre sucias —la peliazul lo golpeó en la nuca—. Nacidos de muggles —se corrigió.
—¡No hables así! —exclamó Pyxis—. Nadie es más o menos solo por su estatus de sangre. Y te recuerdo que mi padre es nacido de muggles.
—Pero tu familia es diferente, son metamorfomagos, eso te hace más genial que el resto —dijo Draco pasando su brazo por el hombro de Pyxis quién lo miraba resentidamente.
—Niño, aquí no se permiten esas ideologías puristas —dijo Sirius amenazante y Draco simplemente rodó los ojos
—Mi meta de vida es sacarle esas horribles ideas de sus cabezas —dijo Pyxis señalando a sus primos mientras daba pequeños brincos de emoción.
—Me alivia saber que Perseus tiene una buena influencia cerca —dijo Sirius—, pero bueno ya fue mucha plática, vayan a su habitación e intentar hacerlo bajar a comer.
—Padre tiene razón, Hy. Es un inútil, ni si quiera pudo hacer que su propio hijo le obedeciera —murmuró Draco y Hydrus rió.
—¡Te estoy escuchando, escuincle! Repítelo una vez más y jamás volverás a ver a luz del día.
Los tres jóvenes rieron mientras subían las escaleras haciendo una competencia de quién llegaría más rápido.
—¡Te dije! Engendros del mal —bramó mirando a Remus quien estaba recargado en la pared cruzado de brazos.
—En vez de fijarte en eso, deberías preocuparte que descubriste más sobre la vida de tu hijo hace cinco minutos que en los últimos cuatro años que lleva asistiendo a Hogwarts —le dijo Remus palmeándole el hombro.
—Remus, he intentado hasta lo imposible y siempre terminamos gritándonos mutuamente, y siempre termina recalcando mi relación con Harry, pero por Merlín, Harry es menos complicado que Perseus.
—Tal vez, estás haciendo algo mal —murmuró Remus caminando hasta la cocina.
—¿A qué te refieres?—preguntó con desesperación caminando detrás de él—. Lunático, ¿A qué te refieres?
Remus se encogió de hombros, sirviéndose una buena taza de café.
Hydrus ganó la pequeña carrera —tal vez porque la rubia había empujado a Pyxis y le había puesto el pie a Draco—.
Abrieron la puerta de la habitación de Perseus sin tener el cuidado de tocar antes.
El pelinegro estaba boca arriba en su cama, mirando al techo. Se reincorporó de golpe y con una sonrisa de alegría preguntó:
—¿Qué hacen aquí? ¿Sus padres los dejaron venir? —preguntó rápidamente ante la presencia de los mellizos. De allí, su mirada cayó en la peliazul—. De ti no me extraña, la tía Dromeda es genial.
—Nuestro padre está en un viaje de negocios en Alemania y convencer a nuestra madre es bastante sencillo —dijo Hydrus acomodando su diadema.
Draco asentía efusivamente.—Te trajimos dulces —murmuró el rubio, sacando de una bolsa de tela: pasteles de caldero, varitas de regaliz, ranas de chocolate, grageas y meigas fritas.
—¿A la tía Cissy no le gustaría adoptarme? Mi madre no me deja comer tantos dulces —dijo Pyxis mirando con los ojos brillosos ante la cantidad de golosinas en la cama.
—A nosotros tampoco, pero Blaise y Theo nos envían casi a diario —aclaró Hydrus sentándose en la cama.
—A mi nunca me llega nada de ninguno de los dos —dijo Draco frunciendo el ceño.
Hydrus se ruborizó, desviando la mirada, ocasionando las risas de Perseus y Pyxis.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Draco.
—Nada —bufó Hydrus mirando amenazadoramente a su par de primos.
Perseus rió aún más y le pinchó la nariz a Hydrus con diversión.
—A Hydrus le gusta Zabini y Nott —canturreó el pelinegro.
Pyxis rió haciéndole segunda a Perseus. Mientras Draco hizo una mueca de desagrado.
—Yo no te molesto con la Ravenclaw que siempre anda detrás de ti —bufó la rubia dandole un empujón.
—¿Charlotte Lovegood? —preguntó Pyxis ladeando la cabeza.
—¿Lovegood? —preguntó Draco arrugando la nariz.
—Es un poco extraña —murmuró Hydrus mirándose las uñas.
Perseus rodó los ojos y señaló un montón de cartas en su escritorio—. Es mi amiga, y se preocupa por mi.
—¿Y qué? Eso no le quita lo rara —dijo Hydrus mientras abría una rana de chocolate.
—En realidad, estás celosa porque anduvo detrás de Nott el año pasado —se burló Perseus mirando a la rubia con las cejas alzadas.
Hydrus frunció el ceño y le arrojó la envoltura de la rana de chocolate.
—¿Qué hay de Doge?—preguntó Draco intentando sonar desinteresado mientras se encogía en la silla frente al escritorio.
Perseus soltó una risita burlona—. Ella también es mi amiga. Mi mejor amiga, de hecho.
—Bien —murmuró Draco dando una vuelta en la silla.
Pyxis lo miró con una ceja alzada—. ¿Algo que quieras compartir con la clase, Draco?
El rubio negó con la cabeza y tomó uno de los cómics de su primo.
—Cómo sea, gracias por haber venido. Ya los extrañaba —murmuró Perseus mirándolo a los tres.
—No pasa nada, Pers, sabes que siempre estaremos para ti —dijo Hydrus tomándole la mano—. Eres como nuestro hermano, y estábamos preocupados por ti.
Perseus sonrió con tristeza—. Gracias.
—Pero ya hablando en serio —la peliazul se sentó junto a él—. ¿Cómo te sientes?
El labio inferior de Perseus comenzó a temblar mientras sentía sus ojos llenarse de lágrimas.
—Sólo han pasado un par de días pero la extraño mucho. Me hace tanta falta. No quiero estar aquí, no quiero vivir con Sirius —soltó un sollozo cubriéndose el rostro con las manos.
Hydrus, Draco y Pyxis se acercaron para darle un abrazo grupal, sin sofocarlo, pues sabían que al pelinegro no le agradaba del todo el contacto físico.
—Creo que lo que más me molesta es saber que tendré que vivir con él hasta que sea mayor de edad. Este no es mi hogar desde hace mucho, ahora es de él y del estúpido de Potter —dijo con frustración—. Sirius quiere jugar a ser mi padre de nuevo pero ya no lo necesito. Sólo quiero que me deje en paz.
—Perseus, él tío Sirius en verdad está preocupado por ti —dijo la peliazul suavemente.
Perseus soltó un gruñido—. Me tiene lastima porque perdí a mi madre. Y si me tiene aquí es porque no le queda otra opción.
—En cierto modo te entendemos —habló Draco—. Pero probablemente Stella apreciaría que te lleves bien con él, o que por lo menos lo intentes.
—¡Es que si lo intento! Lo intento solo por ella.—murmuró Perseus—. Sé que estará más en paz si Sirius y yo nos lleváramos bien. Pero no es mi culpa que lo prefiera a su ahijado una y otra vez. Es como una pesadilla sin fin —resopló—. Como si no fuera suficiente toda esta situación de mierda, tendré que verle la cara todos los días.
—Aún no lo dejan vivir completamente aquí, ¿cierto? —preguntó Pyxis asomándose por la ventana.
Perseus se encogió de hombros—. Tengo entendido que Sirius sólo puede tenerlo la mitad de las vacaciones porque sus tíos muggles son sus verdaderos tutores. ¿Por qué?
Hydrus siguió a su prima y se asomó también por la ventana, soltando un bufido exclamó:
—Porque tu pesadilla ha llegado.
El trío miró a Perseus quien se echó sobre su cama, cubriéndose el rostro con sus manos, pensando en el terrible verano que lo esperaba.
nota de la autora:
Primero que nada, ¿ya vieron el precioso banner que me hizo la preciosa de drfieldy? Te amo Nelly de vdd gracias 😽😽😽
El gif del final fue hecho por basicallymoony <3
Y bueno quería decir que es el comienzo de la historia y sé que puede ser un poco aburrido y confuso pero les prometo que conforme vaya avanzando, comenzará a tener sentido.
No se olviden de votar, y espero leernos pronto.
all the love
francia💘💘💘
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