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CAPÍTULO ÚNICO

ℑ𝔫 𝔪𝔶 𝔡𝔯𝔢𝔞𝔪𝔰

Jungkook se encontraba mirando el retrato ya seco frente a él. Veía el cabello oscuro y ondulado, sus cejas perfiladas, sus largas pestañas, los ojos claros, su nariz puntiaguda, sus labios esponjosos y rosados. Pasó lentamente los dedos, rozando con las yemas donde se encontraba el cabello de esta, concentrándose en aquella mirada que se veía lujuriosa.

—¿Quién eres tú? —pregunta en casi un murmuro inaudible.

Se sentía realmente frustrado de no poder sacarla de su cabeza, al punto que la noche anterior había decidido pintarla. Estaba agotado de tener que soñarla todo el maldito tiempo, sin saber absolutamente nada sobre ella.
Ni siquiera su nombre, porque en todos los sueños, jamás lo decía, aunque ella sí el suyo, lo cual era extraño.

A veces sentía que estaba volviéndose loco porque si bien había personas que volvían a soñar con lo mismo, creyó al principio que podría ser algo así, pero este recordaba cada sueño y todos eran distintos. Ella siempre estaba allí y con él en todo momento.

—¡Ya, vete a molestar a otro lado, Seyeon! —grita frustrada al punto que su voz sale demasiado aguda y Jungkook hace una mueca de disgusto.

Al seguir escuchando los gritos, tomó la taza de café que se encontraba en el pequeño mueble, a un lado del caballete donde estaba el retrato que había hecho. Se dirigió hacia la puerta y una vez en el pasillo dejó su taza en otro mueble, donde había fotografías, para luego volver a acercarse a la puerta, sacar la llave del bolsillo de su pantalón de vestir negro y llevarla a la cerradura de la puerta.

Detestaba que entraran allí, utilizaran sus materiales, desgastándolos e hicieran desastre. Era su lugar seguro donde conseguía un poco de paz, por lo que prefería ponerle llave cada vez que no estaba. Además que sabía que a su familia le gustaba hurgar en sus cosas, lo que le molestaba de gran manera y por más que tuviesen discusiones, parecían jamás entenderlo.

—¡Tú también basta, Yukjo! —grita otra voz femenina.

Jungkook suspirando llevó la llave al bolsillo de su pantalón, para luego tomar la taza y caminar por el pasillo para dirigirse a la cocina, que era de donde ahora provenían aquellos gritos irritantes. Empezar las mañanas así debía ser una costumbre para el pelinegro, pero no se sentía a gusto.

En un principio creyó que podría hacerlo, pero se sentía cada vez más exhausto, aún así trataba de fingir que todo estaba más que bien porque sentía que eso era lo correcto.

Al llegar vio a ambos niños desayunando, mientras por momentos se molestaban sin que lo notara la mujer que estaba sirviéndose café.

—¿Ya terminan? —pregunta curioso llamando la atención de ambos.

Sintió como un brazo lo rodeaba y pasaba la mano por su abdomen, acariciándolo sobre la camisa blanca que llevaba, por lo que cerró los ojos por un momento.

—Aquí tienes, cariño —deposita un beso en su mejilla y este abre los ojos, observando que en su otra mano lleva una taza de café.

—Ya tengo —enseña la suya.

—Oh, no la vi —suelta una risilla—. Los niños recién empiezan a desayunar.

—Apresúrense o llegarán tarde —vuelve a hablar.

—Sí, papá —el niño gira a verlo con una tierna sonrisa y este intenta devolvérsela, pero le sale más una mueca.

—Ya estarías llevándolos si no se hubieran acostado tarde porque creen que tú al hacerlo, ellos también pueden.

—Ya, no volverá a pasar —murmura para después darle un último sorbo al café y mirar el reloj de su muñeca que marca las 08:20 AM.

—¿Qué sucede, cariño? —pregunta sacando la mano de su cintura, para colocarse frente a él—. ¿Otra vez esos sueños?

Jungkook la observaba con atención, llevaba su cabello oscuro lacio, atado. Su ceño estaba fruncido, en sus ojos cafés rasgados se reflejaba la preocupación, como también la curiosidad.
Su nariz era fina y alargada, sus labios rosados y algo delgados.

Daeun ante los ojos de él era realmente hermosa, como encantadora. Llevaban casados trece años, lo que lo tenía sorprendido, como también encantado porque creyó que al casarse todo se desmoronaría. La excelente relación que tenían se iría por la borda, ya que dar ese paso lo asustaba.
Pero su padre lo había convencido, pues le decía que era lo que necesitaban para recibir la ayuda del señor Go y que la empresa Jeon no quebrara.

Jungkook no quería eso, porque sentía que sería como utilizarla, cuando la realidad era que estaba perdidamente enamorado de ella, pero ante las presiones de su padre no le quedó más que dar ese paso. Aún así, le había dejado en claro a Daeun que no se casaba para recibir ayuda, sino porque la amaba, lo cual la hizo sonreír y a él le dio alivio saber que le creía.

De todas maneras dar ese paso le hizo enfrentarse a su miedo al compromiso, pues el hecho de recordar que sus padres se casaron porque él venía en camino y en cuanto nació, ella no dudó en abandonarlo, destrozando a su padre, le provocaba un gran miedo de que su matrimonio también saliera mal.
Pero allí estaba trece años después, con Daeun aún a su lado, sin dejar de demostrarle lo enamorada que seguía estando. Demostrándole su incondicional apoyo, lo cual ablandaba siempre su corazón cuando dudaba.

No le gustaba verla de aquella manera, otra vez preocupada por él por más que no fuese algo tan importante. Quería mantenerla contenta siempre, aunque había días en los que no era capaz de fingir que algo estaba sucediendo.

—No, claro que no.

—Entonces, ¿es cierto que has dejado de soñar con esa...esa mujer? —lo mira ilusionada.

—Hace semanas dejé de hacerlo. No tienes de qué preocuparte —deja un beso en su frente, pero ella lo toma del rostro para juntar sus labios.

—Agh, son desagradables —comenta Yukjo, levantándose a la vez que rodea los ojos.

—¿Ya han terminado? —pregunta rogando que así fuera.

—¡Listo! Iré a cepillarme los dientes —dice el niño dándole una última cucharada a la leche con cereal, para luego correr hacia el pasillo.

—¡Apresúrense! —ordena alzando la voz.

—Hey, no te frustres —vuelve a hablar Daeun, llamando su atención mientras le arregla la corbata gris con diseños azulados que lleva este.

—Se me está haciendo tarde.

—Deja de dormir tarde y los niños también lo harán —sonríe burlona dándole un toque en la nariz.

—Está bien. Te veo luego.

Jungkook volteó para caminar, pero su mujer lo tomó de la muñeca impidiéndolo, haciendo que volviera a voltear a verlo. Observó su ceño fruncido y su mirada donde se podía ver que estaba algo molesta, aunque intentara fingir que no era así.

—Se olvida de algo, ¿no cree, señor Jeon?

—Lo siento, es que estoy apresurado
—arreglando la manga de su camisa se acerca dejando un casto beso sobre sus labios, para luego retomar el camino—. Te veo luego.

—¡Que tengas una linda mañana, cariño!

Él también esperaba lo mismo, más que nada, porque necesitaba ser el Jungkook que recordaba, pero ya no podía. Si tan sólo pudiera sacar de la cabeza a esa mujer de sus sueños, estaba seguro que todo sería demasiado distinto.



(...)




Jungkook conducía sintiéndose frustrado, porque se le estaba haciendo cada vez más tarde. La canción que pasaban, escuchar al niño hablar y hablar, como también ver a su hija por el espejo retrovisor como estaba concentrada en el celular, no le ayudaba para nada.

Seyeon estaba en el asiento trasero, con el cinturón de seguridad colocado, hablando sin parar sin poder mantenerse quieto. Llevaba una chaqueta roja, camisa blanca, corbata roja, pantalón negro y zapatos negros.
Su cabello era oscuro, corto y caía por su frente, era de tez blanca, orbes cafés, con el mismo lunar de su padre bajó su labio inferior delgado, como también arriba de su ceja como su madre.

Era realmente tierno, quizás por su sonrisa, donde sus paletas resaltaban por su tamaño, o por el hecho de lo pequeño que se veía a pesar de tener diez años, pues entre sus compañeros pertenecía a los más bajos.

Mientras que Yukjo parecía también frustrada y trataba de concentrarse en su celular, abriendo Instagram.
A sus doce años, se sentía demasiado madura para su edad, a veces creía que era por la manera en que su madre la crió y otras se decía por lo que tuvo que vivir.

Llevaba el mismo uniforme que su hermano, pero al contrario una falda negra, medias blancas y zapatos negros.
Su cabello era oscuro, corto por debajo de los hombros y ondulado, era de tez blanca, ojos oscuros y brillantes como si tuviera las estrellas allí, nariz ancha con un lunar como su padre.
A veces verse tan parecida a él le desagradaba de gran manera, mientras que a él al principio le encantaba, pero con el tiempo y su alejamiento le empezó a doler.

Este sabía que quizás debía dejar la preocupación por su trabajo a un lado, y concentrarse en que su hijo estaba contándole sobre el entrenamiento de fútbol del día anterior, ya que durante la noche se encerró en la sala donde pintaba. Pero no podía concentrarse en su familia, porque su cabeza era un caos.

—Bien, llegamos. Recuerden que...

—Mamá pasará por nosotros porque tú como siempre estarás ocupado. Créeme que ya lo sabemos —lo interrumpe Yukjo, dejando notar la molestia en su tono de voz, para luego bajarse dando un portazo que lo hizo sobresaltar.

—¿Seyeon?

—¿Sí, papá? —cuando gira a verlo, nota como el niño estaba por abrir la puerta, pero aún así giró la cabeza con una sonrisa de ilusión.

—Ten un buen día, ¿sí?

—Tú igual. ¡Adiós!

—¡Adiós! —sonríe falsamente moviendo su mano en forma de saludo, al igual que el niño cuando cierra la puerta y lo observa por la ventanilla.

Lo vio correr hacia la entrada de la escuela donde iba Yukjo, a paso apresurado, sin esperarlo en lo absoluto, por lo que este suspiró.
Observó el reloj en su muñeca que marcaba las 09:00 AM y decidió conducir hacia su trabajo, intentando así ignorar el dolor que se instalaba en su pecho.

Jeon Yukjo fue su primera hija, la vez que sintió la mayor felicidad, como su mayor miedo, pues temía no ser un buen padre, temía el cambio que daría su vida. Pero el tiempo fue pasando, la veía crecer, como realmente adoraba pasar el tiempo a su lado, sin duda ella junto a su esposa eran el motivo de su felicidad.

Dos años después llegó Jeon Seyeon, el niño que también robó su corazón. Las cosas se habían puesto complicadas teniendo a dos hijos, más que nada para Daeun, puesto que Jungkook debía pasar más horas en la empresa, ya que eran sus primeros años allí y tenía mucho que aprender para ocupar el lugar de su padre.

Aún así supieron sobrellevarlo, porque amaba a su esposa y a sus hijos más que nada, pero las cosas comenzaron a cambiar.
Quizás fue el hecho de que su hija creció, entró en la pre-adolescencia y eso hizo que comenzara alejarse de él, o podía ser que Yukjo ya era capaz de notar como fingía que todo estaba más que bien, que adoraba aquella vida.
No lo sabía realmente, pero ella de un momento para otro parecía que empezó a odiarlo.

Al principio no lo comprendía e intentaba esforzarse por arreglar aquella relación, de hecho lo intentó los primeros meses, pero ya no sabía qué más hacer. Daeun y Seyeon parecían amarlo como siempre, pero este sabía que necesitaba también el amor de su hija, que podía llegar a ser un gran motivo por el que ya no soportaba estar en aquella casa. O quizás sólo quería convencerse de eso, porque había más y no era capaz de aceptarlo por la culpa.

En cuanto llegó a la empresa todas las miradas se concentraron en él, algunas personas no dudaron en saludarlo, por lo que él sonreía devolviendo el saludo. Cuando entró a la oficina recibió llamadas, como también tuvo que concentrarse en los documentos que le llevó su secretaria.
De un momento a otro recordó las palabras de su esposa sobre que debió dormirse temprano, pero ese retrato lo tuvo demasiado concentrado, tanto como para no cenar. Ahora sus párpados pesaban, a pesar que intentaba mantenerse despierto.

• • ● ✿ ● • •

Jungkook corría con una sonrisa en su rostro, sintiendo como la brisa cálida chocaba contra su rostro, desordenando su cabello oscuro corto.
El ver como todo era verde, el lago que estaba a un lado, el cielo celeste, se sentía realmente bien, olvidando por completo la manta donde estaba lo que habían comido, como también sus pertenencias. Sólo quería tenerla frente a él de una vez.

Al ver como estaba cada vez más cerca soltó una carcajada, pues ambos sabían que no había manera en que pudiese escapar de él, ya que era demasiado rápido. En cuanto logró tomarla en sus brazos, la escuchó chillar, más que nada cuando hizo que ambos giraran.


—¡Ya, bájame! —ordena tratando de dejar de reír.

—¿Por qué intentas escapar de mí? ¿Eh?
—inquiere una vez que decide soltarla y ella acomoda su cabello azabache, lacio, observándolo divertida.

—Me gusta que me persigas —admite acercándose a él.

—¿Te gusta que te persiga? ¿Eso es divertido para ti?

—Demasiado.

—¿Demasiado?

—Tuve que perseguirte por un buen tiempo para que dejaras de huir de mí y me aceptaras, Jungkook —murmura corriendo un mechón de cabello de este, para después acariciar su mejilla.

—Y ahora que me tienes huyes de mí —habla con suavidad perdiéndose en sus orbes claros como el cielo aquel día.

—Al contrario, quiero estar más tiempo contigo.

—Y yo. Es lo que quiero más que nada, pero...

—Sé que eso es imposible —murmura decepcionada bajando la cabeza.

—Quizás...quizás se pueda —habla sintiendo su corazón encogerse al verla de esa manera—. Sólo debemos buscar la manera.

—¿En serio? —lo mira ilusionada y una sonrisa se dibuja en su rostro, provocando también la del pelinegro—. No quiero estar contigo sólo por unas horas. Quiero estar contigo mucho más tiempo —dice tomando su rostro entre sus manos—. Para siempre, Jungkook.

—Créeme que es lo que más quiero. No puedo dejar de pensar en ti, cielo.

—Cuando me dices este tipo de cosas me hace recordar cuanto tiempo desee que pasara.

—No sé qué has hecho conmigo, pero cuando no estoy contigo siento que voy a volverme loco.

—Ya basta —murmura bajando la mirada mientras pasa la mano por el pecho de él que la mira atento.

—¿Por qué? ¿Te pongo nerviosa?

—No —conecta sus miradas y este se sorprende por el gran cambio—. Me dan ganas de que me hagas el amor aquí mismo.

El pelinegro volteó observando a su alrededor escuchando una risilla por parte de la fémina, y como le decía que estaban completamente solos, por lo que volvió la mirada a ella. Sin soportarlo más pasó las manos a su cintura apegándola a él de manera brusca, escuchando como un jadeo escapó de sus labios, pero luego sonrió.

—Ya no escapes de mí y aprovechemos nuestro pequeño momento juntos, ¿está bien?

—Me parece...

Sin más la interrumpió juntando sus labios en un beso hambriento, demostrándole cuánto la deseaba, porque no importaba que la viera todos los días, no importaba esos pequeños momentos juntos donde eran uno, siempre iba a desearla, siempre iba a querer más.

Estaba perdiendo la cabeza por ella.

• • ● ✿ ● • •

—¡Jungkook!

Un grito masculino y un estruendo lo hizo sobresaltar, que levantara la cabeza de sus brazos y se acomodara en la silla. Al levantar la mirada se encontró con su mejor amigo, Park Jimin, que estaba frente a él con sus manos apoyadas en el escritorio, mirándolo confundido.

—¿Q-Qué sucedió? —pregunta desconcertado y suelta un quejido al sentir una molestia en su espalda por la manera que durmió, por lo que comenzó a estirarse.

—¿Ahora te duermes en el trabajo?

—No quería eso. No sé en qué momento sucedió -pasa las manos por su rostro tratando de volver en sí, aunque siguiera sintiendo sus párpados pesados y que podría dormir por horas.

—¿Qué está sucediendo contigo?

—Nada...

Unos toques en la puerta llamaron su atención, por lo que Jimin se acercó a abrir y cuando la secretaria entró, Jungkook la miró con atención.


—Sólo venía a informarle que la reunión con los accionistas se ha pasado para las nueve y medias de la noche.

—Carajo —murmura frustrado cubriéndose el rostro con las manos, pues sabía que llegaría realmente tarde a su casa y sólo quería poder descansar—. Está bien. Gracias por informarme, Danoh —esta hizo una pequeña reverencia y volteó con la intención de irse, pero él volvió a hablar—. ¿Puedes traerme un café, por favor?

—Claro. Ya mismo se lo traigo, Jefe.

—Muchas gracias.

—¡Y uno para mí! —alza la voz antes de cerrar la puerta, Jimin.

Jungkook observó el reloj en su muñeca que marcaba la 1:32 PM, por lo que cerró los ojos, tirándose hacia atrás en la silla. Apenas era esa hora y él sentía deseos de ya no estar en su trabajo.
De todas maneras, ¿a quién quería mentirle? No importaba la hora que fuese, el lugar dónde estuviera, porque desde hace un tiempo sólo deseaba poder dormir y estar con aquella mujer de la cual no sabe siquiera su nombre.

No lograba entenderlo. No lograba entender cómo hacía tres meses ella se había vuelto parte de sus sueños, que deseaba más que nada que fuesen reales, aunque allí todo parecía serlo.


—¿Qué rayos te sucede? —la voz de su mejor amigo lo saca de sus pensamientos y observa como se sienta frente a él.

—¿Por qué lo preguntas?

—Te has vuelto demasiado dormilón. ¿Estás bien? —alza la ceja, mirándolo curioso—. ¿Hay algo que no anda bien?

—Estoy más que bien.

—Hace mas de un año que estás cambiado, pero en el último tiempo aún más. ¿Es sobre tu hija? —inquiere frunciendo el ceño—. ¿Te ha dicho algo? ¿Han hablado?

—No, Jimin, todo sigue igual.

—¿Es por eso que estás así?

Jungkook quería gritarle que no era ese el motivo, que había algo más, pero, ¿cómo podría explicarle sin que lo diese por loco? Es que si alguien le contara algo así, estaría seguro de que esa persona perdió la cabeza por completo.

En ese momento los recuerdos sobre lo que soñó hacía unos minutos volvieron a él, provocando que se tensara y frunciera el ceño, sintiendo aquellas mismas sensaciones como cuando estaba con ella.

¿Sólo eran sueños? ¿O acaso había posibilidades de que fueran recuerdos? Aquellas preguntas lo atacaban, pero luego se preguntaba cómo podría haber posibilidades de que fueran recuerdos, pues era imposible que él estuviera con alguien más, si llevaba casado trece años y jamás hubiera sido capaz de algo así. Además su mujer era demasiado inteligente, por lo que no podría jamás ocultarle algo, mucho menos una infidelidad.


—Jungkook, me preocupas...

—Estoy bien —asegura conectando sus miradas.

—Somos mejores amigos. Sabes que puedes contarme lo que sea.

—Lo sé, ya no te preocupes.

Unos toques en la puerta llamaron la atención de ambos y Jimin abrió la puerta, permitiendo a la secretaria entrar con los dos cafés, por lo que ambos agradecieron.

Jungkook con la conversación de su mejor amigo, intentaba hacer a un lado los pensamientos acerca de aquella mujer misteriosa que lo visitaba en los sueños, pero por más que intentaba, se le hacía imposible. Odiaba eso porque sabía que Jimin tenía razón, desde que se permitió soñar con ella todo había cambiado aún más.

Ahora sentía imposible sacarla de su cabeza...de su corazón.

¿Cómo era posible que alguien que había creado su cabeza pudiera provocarle eso? ¿Realmente había perdido la cabeza?

(...)


• • ● ✿ ● • •

Jungkook estaba acostado sobre las piernas de aquella pelinegra, se encontraban sobre la cama que estaba completamente desordenada. La mujer pasaba la mano por el pecho de él que tenía la camisa un poco abierta por lo primeros tres botones.
Disfrutaba de sus caricias, de cómo el aroma dulce a su colonia se colaba en sus fosas nasales, de su suave voz.

No quería por nada que ese momento acabará porque con ella estaba en paz, sin pensamientos que lo torturaban, aunque la voz en su interior le gritaba que eso no era correcto, pero trataba de no escucharla porque sabía que ella podía leerlo y no quería ver que se desanimara por su culpa.

—Ya es hora, Jungkook —murmura y este se coloca en posición fetal, tomando la mano de ella entre las suyas, observando por un momento el esmalte rojo que lleva en sus uñas largas, lo cual le fascinaba.

—No, quiero quedarme más tiempo aquí contigo.

—Sabes que aún eso no se puede...

—Lo sé, créeme que lo sé más que nada y...sé que no está bien desear ésto —se sienta girando para mirarla—. Pero no soy feliz allí. No soy feliz con...ellos. ¿Acaso eso me hace una mala persona?

—Hey, mírame —toma su rostro entre sus manos y este la observa con atención—. Ya te he dicho que cuando estamos juntos no tenemos que hablar de eso. Sólo quiero que estos pequeños momentos nos concentramos nada más en nosotros, hasta que sea hora de que vuelvas.

Jungkook asintió mirando detenidamente cada centímetros de su rostro, sintiéndose maravillado por la belleza de la fémina que tenía en frente.

Ella era ese tipo de mujer ideal.

Era su mujer ideal, quizás por esa razón era que no podía evitar quedar embobado, que deseaba tenerla a su lado todo el tiempo. Se había instalado en sus pensamientos cuando menos se lo esperó, como también en su corazón. Todo su mundo giraba alrededor de ella y no le importaba más nada que volver a estar en sus brazos.
Esos momentos lo esperaba de manera ansiosa porque para él no había nada mejor, nada mejor para poder callar su cabeza aunque sea por ese rato.

—Aún no entiendo porqué tenemos que pasar por ésto.

—Jungkook, ¿tú realmente quieres estar conmigo?

—¿Qué es esa pregunta? —frunce el ceño apartando sus manos, para tomarla de la barbilla acercando sus rostros—. Claro que quiero.

—¿Estás seguro de eso?

—Sólo contigo soy feliz.

—Pero...

—No me recuerdes lo demás, por favor
—la mira rogante.

—Lo siento. Es sólo que quiero que estés seguro si vas a tomar aquella decisión.

—Lo haremos. Lo haremos, pero sólo dame más tiempo, ¿sí?

—Está bien, pero no te tardes demasiado porque ya quiero que llegue ese momento, que cuando despierte tú estés a mi lado —sonríe y Jungkook al ver como sus ojos se vuelven más pequeños, formándose algunas arrugas a sus costados, también sonrió.

—Ven aquí.

—Rápido antes que sea más tarde.

Jungkook tomó su rostro entre sus manos y juntó sus labios, disfrutando la sensación que provocaba que se estremeciera al sentir como su lengua se deslizaba sobre la suya, como se aferraba a sus brazos.

• • ● ✿ ● • •

—¿Cariño...?

Este al escuchar la voz femenina y sentir como apretaban su brazo, se sobresaltó abriendo los ojos, casi sentándose, hasta que sintió un peso en sus piernas.
Aún con la vista algo nublada a causa del sueño y demasiado confundido vio al niño dormido en sus piernas. Levantó un poco la cabeza observando la televisión, por lo que recordó que estaban mirando un partido de rugby hasta que sus párpados empezaron a pesar, por lo que terminó durmiéndose y al parecer su hijo también.

Giró la cabeza hacia su costado y vio a su mujer que los miraba con una tierna sonrisa, por lo que refregó los ojos tratando de despertarse por completo, mientras bostezaba, hasta que el recuerdo de los que soñó se hizo presente, provocando que la culpa se instalara en su pecho.

—¿Hace cuánto se durmieron? —sonríe divertida cruzándose de brazos.

Miró el reloj de su muñeca que indicaban las 08:35 PM, por lo que supo que se había dormido una hora y se preguntaba Seyeon cuánto.
Sentía culpa porque se suponía que era un momento de padre e hijo, pero parecía que las ganas de volver a ver aquella desconocida eran mucho más fuertes que el de poder compartir con su familia.

—Sólo un rato —responde con voz profunda.

—Deberías despertarlo así se arreglan porque ya están por llegar nuestros amigos.

—Oh, cierto —mira al niño que parecía profundamente dormido, sintiendo como su corazón se encogía.

—Hey, ¿sucede algo? —vuelve a escuchar su esposa.

—Quizás está cansado por la práctica de fútbol.

—Está bien. Dejemos que duerma y si se despierta lo ayudo a arreglarse.

Este asintió estando de acuerdo, lo tomó entre sus brazos, para luego levantarse con algo de dificultad y empezar a caminar hacia las escaleras.
Iba a llevarlo a su habitación para que pudiera dormir mejor, mientras que él iría a darse un baño para así arreglarse para la cena, ya que vendrían sus mejores amigos.

Mientras se bañaba no podía dejar de recordar lo que había soñado, sus caricias, lo que hablaron, aquel beso que lo llenó de sensaciones. No lograba comprender absolutamente nada, lo que lo desesperaba cada vez más.
Sentía que hasta su alma tenía algo que decirle a aquella mujer de sus sueños al estar ahogada en un mar de emociones, porque hasta se volvían difíciles de controlar, lo que le hacían desear volver a dormirse para así verla.
Ya no sabía cómo más mantener la calma porque sentía que necesitaba de ella constantemente.

Este se miró en el espejo, llevaba un suéter bordó, pantalón de vestir negro, zapatos y su cabello dividido, que aún así caía por su frente.
Al colocarse colonia y estar listo decidió bajar, encontrándose con su hija que estaba sentada en el sofá con el celular en sus manos, lo cual a decir verdad, ya comenzaba a molestarle porque los momentos en donde estaba en casa, siempre la veía de la misma manera.

—¿Dónde está Daeun? —inquiere tratando de llamar su atención, pero ella se queda en silencio—. Te hice una pregunta, Yukjo.

—En la cocina —responde sin siquiera mirarlo.

Este suspiró tratando de ignorar como la amargura crecía y el timbre sonó, haciendo que aquellas emociones, como pensamientos desaparecieran.
Se dirigió a la puerta rápidamente sabiendo que sería alguno de sus amigos y al abrir, se encontró con Kim Taehyung, el cual estaba junto a su esposa Nari y su hijo Minki.

Nari llevaba un vestido rojo de tirantes con una chaqueta negra. Su cabello era castaño, lacio y largo, llevaba lentillas de color claro, su nariz era redonda y pequeña, sus labios carnosos estaban pintados de rojo.

A cualquiera lugar que iba siempre resaltaba ya sea por su elegancia, o por su gran belleza. Era una mujer con gran carácter, lo cual fue lo que más llamó la atención de Kim Taehyung.

Ellos comenzaron una relación rápidamente, al poco tiempo decidieron casarse. En tan sólo un año de estar casados se enteraron acerca de la llegada de Minki, lo cual los hizo muy felices porque era lo que deseaban.
Kim Minki ya tenía once años, su cabello era castaño y rizado que caía por su frente, sus ojos almendrados, nariz pequeña y redonda, labios gruesos con un lunar en el superior.
Era realmente tierno y no sólo por su apariencia, sino también por su forma de ser, pues era alguien tranquilo, a veces tímido y una sonrisa encantadora.

—Pasen.

—Buenas noches —Nari entra y hace una reverencia—. ¿Daeun?

—En la cocina. Pasa.

La mujer sin dudar comenzó a caminar hacia la cocina, mientras que Jungkook cerraba la puerta. Taehyung se acercó a él dándole un pequeño abrazo, mientras palmeaba su espalda.

—Jimin está en camino.

—Perfecto —gira la cabeza a ver a Minki que le sonrió a medias—. ¿Cómo te está yendo en la escuela, niño?

—Bien. Hoy saqué diez en matemáticas.

—Salió inteligente a mí, ¿no es así? —bromea Taehyung, pasando el brazo por los hombros de su hijo que ríe.

—Cállate, estoy seguro que salió a Neri —ríe—. Yukjo está en el living, puedes ir.

—Gracias, señor Jeon.

Jungkook asintió observando como se dirigía y volteó a ver a su amigo notando que llevaba una botella de vino en una de sus manos.
Este llevaba su cabello rizado oscuro dividido, pero aún así cayendo por su frente, tenía una polera blanca, una gabardina negra, pantalón y zapatos del mismo color.

Cuando el pelinegro iba a hablar, nuevamente el timbre sonó por lo que abrió la puerta encontrándose ahora con su amigo Park Jimin, el cual venía junto a su hija Gyuri.

—Buenas noches, señor Jeon —habla dulce la niña, lo que le hace sonreír.

—Buenas noches. Pasa, cariño.

—Buenas noches, amigo —Jimin palmea su brazo y al voltear a ver a Taehyung, se sorprende, pero luego le da un abrazo con algo de cuidado ya que llevaba una mano ocupada, haciéndole reír.

—Hacía demasiado no te veía —habla el de cabello rizado palmeando su espalda.

—¿Y Seyeon? —pregunta curiosa la niña.

—Oh, está muy cansado así que está durmiendo, pero Yukjo se encuentra con Minki en el living.

—¿Puedo ir?

—Claro, ve —suelta una risilla por la ternura que le provoca.

Gyuri tenía nueve años, era de estatura baja, ojos rasgados y cafés, cabello castaño claro lacio y largo hasta la cintura, nariz fina y pequeña, labios esponjosos, con una sonrisa que formaba unos hoyuelos.
Llevaba un vestido rosa, una chaqueta blanca y zapatos blancos.

Jimin la cuidaba con ayuda de su hermana, pues hacía cinco años que su esposa falleció a causa de cáncer, lo cual fue demasiado difícil para él, como también para la niña aunque al ser tan pequeña no comprendía bien la situación. Por un tiempo estuvo en depresión, pero al ver a su hija supo que debía salir adelante y lo logró con la ayuda de su hermana, como también de sus mejores amigos.

—Traje un pastel de chocolate. Lo hizo hermana —sonríe entregándoselo a Jungkook, que lo observó sorprendido.

—Ten el vino —Taehyung se lo dio en la otra mano.

—Perfecto. Pasen al living o al comedor, iré a dejar ésto en la cocina —informa y ellos asintieron.

Jimin palmeó el hombro de Taehyung y comenzaron a dirigirse al comedor, mientras conversaban animadamente, por lo que Jungkook suspirando caminó hacia la cocina. Al estar frente a las puertas que estaban entreabiertas, una conversación llamó su atención.


—Sigue actuando extraño y eso es cada vez más.

—No puede seguir con esa mierda, Daeun.

—Créeme que sí.

—Se ha obsesionado...

—Cariño, entra.

Al escucharla hablarle lo hizo tensar y que sus latidos se aceleraran, pero aún así entró tratando de fingir una sonrisa, llevándose una intensa mirada de parte de Nari.

—Oh, ¿y ese pastel?

—Lo ha hecho la hermana de Jimin —responde dejándolo en la mesada al igual que el vino.

—Ya está lista la comida, avísale a los niños —sonríe acercándose a él.

—E-Está bien —dice sintiéndose nervioso aún sosteniéndole la mirada a Nari, que provocaba que se estremeciera.

—Estás muy atractivo esta noche —confiesa pasando las manos por su cintura, llamando así su atención por lo que este la observa tratando de sonreír, pero falla.

—Tú igual.

Ella soltó una risilla y juntó sus labios en un pequeño beso que lo tomó por sorpresa por un momento, pero ella le sonrió de manera tranquilizadora.

—Bien, ve con los demás.

Asintió para voltear, pero nuevamente miró hacia el costado de su esposa encontrándose con Nari con los brazos cruzados y lo miraba atenta, por lo que frunció el ceño. Si bien, siempre se le hizo algo extraña y no eran de conversar demasiado, pero ahora llegaba a desconcertarlo y ponerlo nervioso, porque parecía estar analizándolo, descubriendo sus secretos más oscuros.






(...)

Las horas iban pasando, ya habían terminado de cenar, el ambiente fue dentro de todo cómodo, más que nada para los demás, pues Jungkook no podía dejar de recordar sus sueños, pero también la conversación entre Daeun y Nari, seguía inquietándolo.
Los niños estaban en el living conversando animadamente, hasta Seyeon, el cual se había despertado en cuanto terminaron de cenar, por lo que Daeun se encargó de arreglarlo y de que comiera un poco.

Ellos también se encontraban en el living tomando café, pero Jimin estaba en el piano, mientras que Taehyung y Jungkook a un costado.

—¡Es lo que yo digo! —exclama Jimin—. Deberías realizar algún viaje con tu mujer. Solos.

—¿Y nuestros hijos qué?

—Oh, sabes que Nari y yo no tenemos problema alguno de que se queden con nosotros.

—¿Lo ves? Vete a...no lo sé, ¿París? —frunce el ceño—. A cualquier lado, pero quítate la frustración, vuelve a estar con ella.

Jungkook deseaba más que nada que sólo fuese un problema de matrimonio, pero sabía perfectamente que si no quería estar con ella era porque alguien más estaba enloqueciéndolo de todas las maneras posibles, así que el hacer un viaje no resolvería absolutamente nada en la pareja. Sólo sería un perdida de tiempo, en la que la ilusionaría para nada porque seguiría aferrado a aquella otra mujer.

—No, olvídenlo.

—Ya, dime qué sucede contigo —exige frustrado el rubio.

—No me digas que es por la mierda que me habías contado antes.

—Cállate, Taehyung.

—¿De qué hablas? —frunce el ceño.

—No es eso...

—Jungkook soñaba con una mujer, ¿puedes creerlo? —ríe—. Estaba obsesionado con eso.

—¿Qué? —trata de reprimir la risa—. Cuéntame, Jungkook.

—Ya basta. No es esa mierda, Taehyung
—lo mira con las facciones endurecidas y este asiente—. No es nada.

—Ya, como digas, pero no puedes simplemente arruinar así a tu familia —habla tranquilo, Jimin—. Lo que sea que te pase, piensa que ellos son aún más importante y que tienes que hacer las cosas bien.

Jungkook soltó un suspiro observando a su mujer que conversaba animadamente con Nari, mientras observaba a sus hijos. Yukjo estaba sacándose fotos junto a Minki con su celular y Gyuri junto a Seyeon jugaban a las cartas, específicamente al Uno.
En ese momento su corazón se encogió porque sentía que Jimin tenía razón, lo que estaba sucediéndole no sólo le estaba afectando a él, sino también a su familia porque no lograban entender el porqué de su alejamiento.

—Piensa lo del viaje —Taehyung coloca la mano en su hombro y le regala una media sonrisa.






(...)




Jungkook abrió los ojos sobresaltado, observando el techo blanco de su habitación. Frunció el ceño por un momento sintiéndose completamente confundido, hasta que se recordó durante toda la noche, como también madrugada, dando vueltas en la cama tratando de así conciliar sueño y ahora no sabía si había logrado dormir o no, porque al intentar hacer memoria sólo veía todo negro.

¿Acaso era otra noche más donde no pudo dormir? ¿O acaso los pocos minutos en los que lograba dormirse no soñaba absolutamente nada?

¿Qué había pasado con la mujer de sus sueños? ¿Qué era de ella? ¿Ya no la soñaría más? El pensar en eso lograba alterarlo porque sentía que la echaba de menos, que necesitaba de ella.
Sin más se levantó porque tenía que ir a la Empresa a pesar de no haber dormido casi nada.

Antes de entrar al baño volteó a ver a su mujer que parecía profundamente dormida y no pudo evitar suspirar. ¿Por qué no podía ser ella quien estuviera en sus pensamientos? ¿Por qué no podía ser ella la mujer que provocara tantas sensaciones en él?
Pues, hacía tiempo que su primer pensamiento era aquella mujer de sus sueños, aún cuando parecía estar dejándola de soñar seguía siéndolo.

Ahora no podía evitar pensar en sus hijos, el hecho de estar arruinando a su familia. No quería hacerlo porque trataba de recordar sus momentos felices, hasta los que había olvidado, por lo que era en vano seguir intentándolo, pero necesitaba buscar la manera de aferrarse a su familia.

Llevaba más de una semana sin soñarla y eso parecía alterarlo cada día más, porque era como si se hubiese vuelto una droga para él soñarla. Al no tenerla ni siquiera en pequeñas dosis estaba enloqueciéndolo, pero se decía así mismo que si había desaparecido, entonces, podría volver a ser él.

Podría mejorar la relación con su esposa, quizás podría volver a enamorarse, podría volver a sentirse cómodo allí con sus hijos.

Tenía que mejorar porque ellos eran todo lo que este tenía, aún cuando era infeliz por eso.




(...)






Jungkook sentía que se le dificultaba respirar, temblaba al estar demasiado alterado y no era capaz de reconocerse mientras se miraba en el espejo del baño. Estaba más pálido de los normal, grandes ojeras se encontraban bajo sus ojos oscuros, sus labios estaban resecos. Estaba demacrado.
Sus ojos ardían por las lágrimas retenidas y ya no sabía cómo más tratar de mantener la calma, porque a su mente la invadía en un mar de rabia y desesperación al llevar más de una semana sin poder soñarla, sin poder dormir cómo debía.

Poco a poco estaba hundiéndose más.

Rogaba que le dijera dónde estaba, dónde podía encontrarla además de sus sueños porque necesitaba más que nada volver a verla.
Y era tan así, que al estar desesperado no era capaz de razonar.

Abrió la puerta que estaba a un lado del espejo observando todos los frascos de pastillas. Necesitaba dormir, o en realidad, necesitaba verla de una maldita vez antes de que enloqueciera por completo e hiciera otra locura.
Al encontrar la que tanto buscaba, no lo dudó por un segundo, abrió el frasco y se llevó dos pastillas a la boca con su mano temblorosa, para luego abrir el grifo, poner la mano abajo y al juntar agua llevarla a su boca para así tragarlas.

Al volver a poner todo en su lugar, caminó hacia la cama que estaba vacía, agradeciendo que su mujer aquel domingo decidiera irse con Nari.
Al recostarse en posición fetal tomó una bocanada de aire tratando de relajarse, mientras cerraba los ojos con esperanza de volver a verla.

• • ● ✿ ● • •




El pelinegro se encontraba sentado en el sofá, sintiendo como su cabello se despeinaba un poco por la brisa que entraba de los ventanales que daban vista al mar. Estaba concentrado en el retrato que estaba haciendo, observando a aquella mujer que estaba recostada con su cuerpo desnudo cubierto por la sábana blanca.

Una sonrisa estaba dibujada en su rostro al verla dormir, recordaba como horas antes ardieron entre besos y se ahogaron en la lujuria.

—¿Qué haces? —aquella voz femenina y algo ronca le hizo levantar nuevamente la mirada, mientras dejaba de dibujar.

La fémina se encontraba con los ojos abiertos y algo hinchados por recién despertar. Remojó los labios sentándose un poco, sosteniendo la sábana con una de sus manos para que siguiera cubriendo sus pechos.
Jungkook al verla de esa manera sonrió encantado, deseando conservar esa imagen por siempre porque la veía realmente hermosa, como tierna.

—Nada.

—Otra vez estás dibujando, ¿no es así?

—¿Eso te molestaría?

—No, pero me gusta que lo hagas cuando estoy despierta.

—También te ves hermosa para mí cuando estás dormida —confiesa con una sonrisa.

—No lo digo por eso, cariño...—murmura dejando caer la sábana, pero aún así se cubre con su brazo, provocando que Jungkook abra los ojos a la par por la sorpresa—, sino porque puedo inspirarte más.

La vio acomodarse en el medio de la cama, con sus piernas juntas, dejando a la vista sus pechos, mientras apoyaba una de las manos en el colchón, por lo que tragó en seco, tratando de desaparecer los pensamientos que volvían a atacarlo.
Aún así, él no lo sabía pero sus orbes se oscurecieron por la lujuria, mientras se remojaba los labios, pensando en que deseaba que fuese siempre suya.

—Tranquilo, soy completamente tuya, Jungkook —sonríe a medias, desviando la mirada por un momento—. Lo soy a pesar de que tú eres...

—No lo digas.

—¿Por qué? Es la verdad.

—Porque no estoy con ella desde que tú y yo estamos juntos.

—Sabes que eso no es verdad —ríe amarga.

—Está bien, tienes razón. Fue un poco después, pero es porque es mi esposa y la amaba —suspira dejando a un lado la libreta con el lápiz—. No se deja de amar a una persona de un día para el otro, pero ahora...ahora te amo a ti.

Jungkook se levantó acercándose a paso lento a ella que en sus ojos aún podía reflejarse el dolor, lo que provocaba que él se sintiera mal por haber sido el causante.

—Me mentiste.

—Tú siempre supiste que era un hombre casado y que la amaba.

—Ya no quiero tener que compartirte. Ven conmigo —toma su mano y este las mira por un momento tomando una bocanada de aire.

—Hey, sabes que te amo —toma su rostro entre sus manos—. Te amo solamente a ti.

—Entonces, ven conmigo —lo mira rogante.

—Sólo déjame pensarlo un poco más. No es tan fácil como crees, mi amor
—habla agotado juntando sus frentes.

—Si me amaras como dices si lo sería.

—No lo digo por ella, lo digo por mis hijos.

—¿Por qué todo tiene que ser tan difícil entre nosotros? —pregunta con voz temblorosa.

—En verdad, lo siento tanto —dice en un murmuro casi inaudible, acariciando su mejilla con el pulgar—. Sólo permíteme pensarlo un poco más, por favor.

Dejó un beso en su frente y ella asintió con sus ojos cristalinos, lo que le permitió saber a él que no era lo que realmente quería, pero por primera vez no podía complacerla porque sabía que no estaba haciendo bien.
Este para no seguir viendo su semblante de esa forma dolorosa, juntó sus labios en un beso hambriento, siendo correspondido de manera rápida.

Su mano bajaba por la espalda desnuda de ella, mientras la otra la llevaba a su cintura, acariciando con las yemas de sus dedos sintiendo como se estremecía hasta que apretó con algo de fuerza, provocando que hiciera un sonido involuntario con la garganta.

—Eres hermosa, cariño —murmura sobre sus labios con la respiración pesada.

—Hazme tuya otra vez —sonríe acariciando su mejilla y este vuelve a juntar sus labios, apegándola a él.

Ahora la mano de Jungkook pasaba por su vientre de manera lenta, subiendo hasta llegar a uno de sus pechos. Su toque era delicado, la acariciaba con un profundo amor y a ella le encantaba.
Bajó sus besos por su barbilla hasta llegar a su cuello, lamiendo, succionando y mordiendo por momentos de manera cuidadosa, mientras bajaba una de las manos cerca de su feminidad, escuchándola jadear.

La fémina movía sus caderas buscando algún roce, que entendiera que lo necesitaba, pero este al notarlo lo disfrutaba por lo que prefería jugar un poco más. Hacerla llegar a su límite, porque nada le gustaba más que eso, que le hiciera sentir realmente deseado por ella.

Respiraba cerca de su oído sintiendo como ella pasaba las manos por su espalda y cuando comenzó a trazar pequeños círculos cerca de su feminidad, la escuchó soltar un quejido, lo cual le hizo sonreír. Estaba funcionando.

—Jungkook, por favor —pide entrecortado aferrándose a su espalda.

Este sin poder evitarlo más, llevó ambas manos a sus piernas haciéndola recostar para colocarse sobre ella, sorprendiéndola por un momento, pero cuando lo vio al rostro sonrió satisfecha.
Dejó un beso sobre sus labios, bajando por su cuello, por sus pechos amasándolos, jugando con sus pezones por un momento, escuchándola gemir, hasta que bajó por abdomen, llegando a su vientre, donde levantó por un momento la mirada observando como ella levantó un poco la cabeza mirándolo con atención y deseo.

Jungkook pasaba su lengua llegando hasta su feminidad, escuchándola jadear.

—Me vuelves loco —murmura observándola por un momento.

—Sigue, Jungkook.

Este soltó una risilla triunfante, y decidió obedecer, tomándola de los muslos, notando como se encontraba tan húmeda por él, lo cual le fascinó. Comenzó a recorrer toda su feminidad con su lengua, haciendo ruidos de satisfacción, lo cual la excitaba más y no podía evitar gemir.
Jungkook se ayudaba con los dedos y al levantar por un momento la vista, observando como ella misma se amasaba los senos, tal como él había hecho antes, sentía como su erección se volvía más molesta, pero aún así, sin más introdujo uno de sus dedos escuchándola jadear por la sorpresa.

Succionaba su clítoris agregando otro dedo más, sintiendo como ella llevaba una mano a su cabello aferrándose a este, por lo que soltó un gruñido al sentir como tiraba de este.
Jungkook movía los largos y finos dedos de adentro hacia afuera, aumentando cada vez más los movimientos, arqueándolos y abriéndolos por momentos, mientras ella movía las caderas sin poder controlarlo, pidiendo más.

Este le obedecía sin dudar porque verla así le fascinaba. Alejó su rostro, presionando con el pulgar el clítoris, aumentando así el placer.
Sacó por un momento los dedos notando como ella levantaba un poco la cabeza, observándolo rogante con la respiración pesada y este sonrió, para luego volver a entrar agregando un tercer dedo. Una ola de placer mezclado con un poco de dolor se hizo presente en ella por un momento, por lo que un gemido ahogado escapó de sus labios.

Este siguió con los movimientos, mordiendo su labio inferior al ver los movimientos de su cadera, como con una mano amasaba con fuerza su seno.
Deseaba más que nada poder estar dentro de ella de una vez, por lo que llevó la mano libre a su bóxer tomando su miembro para empezar con los movimientos, cerrando los ojos por un momento, mientras sus sentidos se dispersaban al escucharla.

—V-Voy a venirme —informa entrecortado.

El temblor en su cuerpo era una clara evidencia de que lo que decía era cierto, pero Jungkook no quería que pasara al menos hasta que estuviera dentro de ella, por lo que quitó sus dedos.
Rápidamente bajó su bóxer por completo tirándolo a alguna parte de la habitación, para luego colocarse sobre ella observando su rostro enrojecido, sus labios húmedos, hinchados, enrojecidos que tenía entreabiertos tratando de controlar su respiración.

Este observó su miembro que se encontraba brilloso por el pre-semen, lo tomó con una mano y ella abrió más las piernas, por lo que este lo restregó por su feminidad escuchándola jadear.
Una vez que ya no pudo controlarse más se introdujo de manera lenta, con facilidad por los fluidos de ella que soltó un gran gemido acostumbrándose al tamaño de su miembro.

Jungkook no pudo evitar gemir al sentir como sus paredes lo apretaban, necesitaba empezar a moverse de una vez porque era adicto a ella.
Una vez que la castaña le pidió que lo hiciera, esta tiró la cabeza hacia atrás al sentir como los testículos de él golpeaban su trasero de manera satisfactoria, mientras este la observaba de manera lujuriosa, mordiendo su labio inferior, tratando de conseguir más de ella.

—Gime mi nombre, Jungkook. Hazlo.



• • ● ✿ ● • •


Jungkook abrió los ojos sintiendo su respiración pesada y como una fina capa de sudor cubría su cuerpo.
La luz de la luna se colaba por la ventana de aquella habitación, lo que permitió que este pudiera ver un poco.

Se sentía perdido, su garganta estaba seca y al voltear pudo ver a su esposa que parecía estar dormida. No podía evitar sentirse culpable por el sueño húmedo que había tenido, como también lo que había provocado, por lo que decidió levantarse rápidamente para dirigirse al baño.

Abrió la regadera y una vez que reguló la temperatura se desvistió, tragando en seco al ver su erección que era molesta.
Se metió en la regadera soltando un suspiro de alivio al sentir el agua caliente caer por su cuerpo, desapareciendo el sudor.
Apoyó una de las manos en la pared bajando la cabeza, recordando aquel sueño que tuvo con esa mujer.

El recordar como sus paredes apretaban su miembro, la forma en la que gemía su nombre, como le pedía más, hizo que llevara la mano a su miembro comenzando con los movimientos.

Un gruñido escapó de sus labios al sentir como el placer aparecía, por lo que iba aumentando los movimientos, hasta que sintió como unas manos pasaban por su cintura haciéndole sobresaltar. Al voltear se encontró con Daeun, que estaba desnuda al igual que él y lo miraba rogante.

Sentía como el oxígeno había abandonado por un momento sus pulmones. No la había escuchado entrar por haberse dejado llevar por el placer al estar perdido en aquel recuerdo, por lo que tragó en seco, sintiendo como su mujer apartaba su mano, para así seguir ella con los movimientos, por lo que cerró los ojos.

—Déjame hacerte sentir bien, cariño —murmura en su oído.

Trataba de ignorar el hecho de que no era la voz que quería oír, cerró sus ojos con más fuerza concentrándose en como ella lo masturbaba. El placer estaba provocando que sus sentidos se dispersaran, por lo que pasó las manos por su cintura apegándola más a él juntando sus labios en un beso desesperado.

Daeun tuvo que apartar su mano sintiendo como el miembro de este rozaba su vientre, lo que provocó que gimiera. Jungkook bajó la mano a su feminidad para así estimularla, sintiendo como ella pasaba los brazos alrededor de su cuello.

—Fóllame. Fóllame, por favor —pide entrecortado.

Este sin más la tomó de los muslos haciendo que enrollara las piernas en su cadera. Tomó el miembro con una de sus manos y lo dirigió a su entrada, para luego introducirse de golpe, arrebatándole el aire por un momento.

La espalda de Daeun chocó bruscamente contra la pared, provocando que jadeara por el dolor, pero aún así se concentró en el placer que le daba los movimientos de Jungkook, mientras que este escondió el rostro en su cuello cerrando los ojos con fuerza, imaginando que se trataba de la mujer de sus sueños.

Se decía que era ella aunque su cabeza le gritaba que no, lo cual le hacía querer romper en llanto por la culpa, pero se aferraba a los recuerdos de ese sueño.
Las embestidas aumentaban, Daeun gemía por lo alto tirando de su cabello por momentos y otros clavando las uñas en su espalda, mientras que este apretaba el agarre, gruñía sintiendo como sus sentidos se dispersaban al recordar sus gemidos y su rostro.

Daeun se vino entre temblores y espasmos, gritando el nombre de su esposo, rasguñando su espalda, escuchándolo soltar un gruñido.
Este luego de unas embestidas duras, profundas y firmes se corrió llenándola de él.

Se mantuvieron así por un minuto, tratando de recuperar el aliento hasta que este se salió de ella, bajándola y al ver su rostro con una gran sonrisa, no pudo evitar preguntarse, ¿qué rayos había hecho?






(...)





Jungkook se encontraba pintando recordando el retrato que había hecho en aquel sueño. La forma en la que ella dormía, su cuerpo desnudo cubierto por la sábana blanca.
Llevaba una chaqueta negra, una camiseta blanca lisa, un jean oscuro y zapatillas blancas. La camiseta ya se encontraba manchada por la pintura, al igual que la chaqueta, pero no le importaba para nada, ya que estaba demasiado concentrado, tratando de ignorar que no se sentía bien.

Habían pasado tres semanas desde que tuvo relaciones con su esposa, imaginando que era la mujer de sus sueños, por lo que la culpa seguía ahogándolo porque ella estaba ilusionada, pero él no sabía que hacer.
Cada vez se sentía peor y no era sólo sentimentalmente, sino hasta físicamente, pues el no poder dormir bien, provocaba que hasta el apetito desapareciera y que se sintiera exhausto todo el tiempo.

Sus sueños con ella eran menos constante y ya no eran como antes, sino más bien parecían pesadillas, pero aún así, seguía instalada en su cabeza, como también en su corazón.

Jungkook pasó la mano por su frente dándose cuenta que estaba sudada, cerró sus ojos con fuerza soltando un quejido por la punzada en su cabeza.
Al abrir los ojos se arrepintió porque su vista se había vuelto nublada, un zumbido apareció en sus oídos y sin más cayó inconsciente al suelo en un golpe en seco.


• • ● ✿ ● • •




Jungkook se encontraba sobre la cama, mirando a su alrededor sintiendo una gran culpa porque jamás le había permitido ir a su casa, pero allí estaba, desnudo en la cama que compartía con su esposa, luego de haber tenido relaciones con Alaia Thomas.

Pero ya había tomado una decisión y no había marcha atrás, tenía preparada la maleta que estaba frente al armario.
Debía marcharse en ese preciso momento antes de que volviera su familia, y diera otra vez un paso hacia atrás, para luego arrepentirse. Estaba perdidamente enamorado de Alaia, y quería estar a su lado para siempre, pero sabía que si lo decía, que si le pedía el divorcio a su mujer, ella tanto como sus hijos lo odiarían.
Estaba hasta seguro que Daeun nunca se lo daría, por lo que sentía que no tenía más opción que escapar e irse a Estados Unidos con quien amaba en realidad y le hacía perder la cabeza.

El sonido del celular de la mesa de noche le hizo sobresaltar, por lo que lo tomó rápidamente y al ver el mensaje frunció el ceño. Primero al darse cuenta que tomó el celular de Alaia, pero luego al leer el mensaje que recibió.

Al escuchar la puerta del baño abrirse giró encontrándose con la fémina, que llevaba ropa interior negra y su cabello atado en una coleta, que dejaba a la vista sus aretes colgantes de oro blanco que él mismo le había regalado dos meses atrás.
Se dirigía a él de manera seductora soltando su cabello, pero este se levantó rápidamente dejando caer las sábanas, por lo que ella sonrió al verlo con sólo el bóxer y quiso pasar los brazos alrededor de su cuello, pero la apartó bruscamente, logrando desconcertarla.


—Amor...

—¡¿Hace cuánto tiempo estás viéndome la cara?!

—¿D-De qué rayos hablas? —titubea nerviosa.

—¡¿Quién carajos es Deokhee?! —pregunta enfurecido, ella al no saber qué decir balbuceó negando con la cabeza, hasta que este la tomó bruscamente de los brazos acercándose—. ¡¿Por qué rayos te dice mi amor y quiere verte hoy?!

—Jungkook...

—¡¿Hace cuánto estás con él?!

—¡No es nadie importante, lo juro!

—¡Eres una perra mentirosa! —escupe furioso soltándola provocando que casi cayera al suelo.

—¡Yo sólo te amo a ti!

—¡No me mientas! ¡Yo soy el imbécil que te ama de verdad, iba a abandonar a mi esposa, a mis hijos por ti...!

Jungkook al sentir una presencia volteó observando como su hija se encontraba a un lado de la puerta de la habitación, observándolos boquiabierta, con sus ojos cristalinos.

En ese momento sintió como la sangre abandonaba su cuerpo y su corazón dejaba de latir por un momento. No sabía qué hacer, porque ella estaba viéndolos en ropa interior y apostaba que había escuchado que iba a abandonarlos.
Había estado decidido a dejar a su familia por esa mujer que por lo que leyó lo engañaba, y creyó por un momento que no era tarde para recuperar a su familia, pero su hija lo descubrió.

—Yukjo...—rápidamente toma su ropa que se encuentra en el suelo, pero esta salió dando un portazo—. ¡Hija, espera!

Sentía como un nudo se había formado en su garganta y sus ojos ardían por las lágrimas acumuladas.
No quería perder a su familia. Había cometido un error y probablemente su hija hablaría.

—Jungkook, no puedes dejarme —habla desesperada aferrándose a su brazo cuando este se coloca el pantalón.

—¡Déjame en paz! —la empuja logrando que caiga al suelo y se coloca la camiseta blanca.

—¡Tienes que escucharme!

—¡Tú escúchame a mí! —ordena buscando sus zapatillas—. ¡No quiero saber nada sobre ti! ¡Sólo fuiste un maldito error del que me arrepiento porque amo a mi familia y no pienso perderla!

—¡No digas eso! Tú me amas y yo a ti —solloza desconsoladamente.

—¡Casi me haces cometer el peor error de mi vida! No vuelvas a buscarme en tu maldita vida —dice entre dientes apuntándola con el dedo—. ¡Vete antes de que haga algo de lo que pueda arrepentirme! ¡Vete! —la toma del brazo bruscamente haciendo que se levante—. ¡No eres más que una perra arrastrada, así que en verdad no te atrevas a buscarme nunca!

—¡Escúchame, por favor!

—¡Te quiero fuera de mi casa! —grita pero esta corre hacia la puerta, colocándose en frente para que este no pudiera salir—. Hazte a un lado.

—¡No puedes dejarme así! ¡Yo te amo a ti! —asegura tomándolo de los brazos—. ¡Si tu hija no lo hace yo diré toda la verdad!

—¡¿Qué rayos acabas de decir?! —ahora quien la toma de los brazos es él, mirándola con las facciones endurecidas. Esta traga con dificultad, pero de todas maneras enfrenta su mirada.

—¡No dejaré que vuelvas con ella! ¡Le diré como planeabas abandonar a tu familia!

—¡Y yo no permitiré que destruyas mi familia! —grita enfurecido empujándola provocando que su cabeza choque contra la pared y que suelte un grito ahogado, pero aún así vuelve a hacerlo una y otra vez—. ¡No lo permitiré, Alaia!

Jungkook estaba cegado por la rabia, no era capaz de reaccionar porque temía perder a su familia y Alaia parecía estar convencida de lograrlo, porque lo quería sólo para ella.
Gritaba lleno de rabia y miedo, hasta que la soltó y al ver como se deslizaba hasta llegar al suelo, abrió sus ojos a la par cuando una gran mancha roja en la pared se dejó notar.

Alaia se encontraba en el suelo, su rostro tapado por su cabello largo, por lo que tragó en seco al notar que no de movía, ni siquiera decía algo.

—¿Alaia? —se acerca rápidamente colocándose en cuclillas para tomar su cabeza, pero al sentir como su mano se humedeció con algo tibio la apartó rápidamente. Al observar la mancha roja jadeó asustado, quitando el cabello de su rostro—. ¡Alaia! —la toma del rostro, pero no reacciona, lo cual lo desespera más—. ¡Despierta, Alaia! ¡Por favor, despierta! —grita desesperado sacudiéndola, pero nada sucede—. Oh, por Dios, no.

Se levantó rápidamente tembloroso, sintiendo sus ojos picar por las lágrimas y al ver su mano manchada con sangre, la limpió rápidamente en su pantalón negro.

—No puede estar pasando ésto. Yo no lo hice...no —murmura con voz algo aguda sin ser capaz de mirarla.

No sabía qué hacer, parecía que ese día además de perder a su familia, perdería su libertad.
Jungkook tomó su maleta y salió rápidamente de la habitación sintiendo su corazón golpear contra su pecho, al punto que parecía que iba a salirse y respiraba con dificultad.

Jungkook corría por el pasillo gritando el nombre de su hija de manera desesperada que Yukjo aún no haya hablado, porque tenía la esperanza de lograr convencerla de que no dijera ni una palabra de lo que vio y escuchó. Pues, eran demasiado apegados el uno al otro, aunque en el último tiempo este estuviera más ausente por Alaia.

Sólo necesitaba un poco de tiempo para irse porque no era capaz de enfrentar las consecuencias.

Al ver la puerta de la entrada abierta corrió hasta esta y al salir sintió como la brisa fresca desordenaba su cabello. Miró hacia sus costados llevando la mano a su nuca, tirando de su cabello sintiéndose frustrado y con ganas de romper en llanto.

Sin dudar caminó hacia la cochera que estaba hacia un costado, para así subirse a su auto.
No podía creer que nunca conoció a Alaia como pensó, aunque debía esperárselo porque en realidad siempre lo sorprendía con sus acciones, siempre había visto como utilizaba la belleza a su favor, como derrochaba lujuria, por lo que comenzaba a creer que no era el único hombre que lo perdió todo por su culpa, por haberse dejado llevar, por haber perdido la cabeza por ella.

No sabía dónde ir con exactitud, su vista se volvía nublada por las lágrimas, aún se encontraba temblando y sollozos empezaron a escapar de sus labios al recordar lo que hizo minutos atrás.
Se decía que quizás podría buscar a su padre en Europa. Él podría ayudarlo, o de eso se convencía, pues llevaban varios meses sin hablar, pero, ¿sería realmente capaz de hundir a su propio hijo?

Lo que Jungkook tampoco jamás se esperó aquel día fue que al hacer unas pocas cuadras y estar demasiado alterado, jamás viera el camión que se aproximaba a él, impactando rápidamente, logrando que el auto volcara varias veces.




• • ● ✿ ● • •


Jungkook abrió los ojos con dificultad soltando un quejido al sentir fuertes punzadas en su cabeza, por lo que llevó una de las manos allí.

—Cuidado, cariño —dice con suavidad una voz femenina que provoca que se tense.

Al girar un poco la cabeza gimiendo de dolor, se encontró con aquellos ojos cafés con mirada intensa, como también con sus hijos. Yukjo estaba sentada en el sillón sin ninguna expresión en su rostro, mientras que Seyeon al verlo sonrió emocionado.

—¡Papá!

—Yukjo, llévate a Seyeon —ordena Daeun.

La pelinegra se levantó tomando el brazo de su hermano que no dejaba de mirar a su padre con una media sonrisa y curiosidad.

—Papi estará bien, ¿cierto?

—Claro que va a estarlo.

En la cabeza del pelinegro pasaba todos los recuerdos que había olvidado en aquel accidente. Fue un año de su vida que olvidó por completo, el año en donde todo cambió y creía haber cometido su peor error.
Aún no entendía cómo sucedió todo, pero lo que sí sabía era porqué el odio de su hija, pero necesitaba saber porqué ella nunca le dijo nada cuando le insistía desesperado en saber porqué lo odiaba.

Todo empezaba a tener mucho sentido y no creía cómo había sido capaz de algo así. Hacía un año había conocido a la sobrina de uno de los accionistas en una cena que habían organizado.
Alaia tenía veintitrés y él tenía treinta y uno, en esa noche ella no había dudado acercarse, pero este trataba de mantenerse alejado porque había notado sus intenciones, aunque no iba a negar que se le hizo atractiva.

Desde entonces, empezaron a cruzarse constantemente aunque intentaba no caer parecía que el destino -o Alaia- se había empeñado en quererlos juntos, por lo que no pudo evitarlo más. Terminó cayendo ante los encantos de la fémina.

Se había sentido terrible porque estaba seguro que amaba profundamente a su esposa, pero esa mujer fue logrando que la hiciera a un lado de sus pensamientos, como también de su corazón y que la vida que llevara ya no le gustara para nada.

Alaia Thomas había cambiado por completo a Jeon Jungkook.

Su atención estuvo para ella, así como sus regalos y su tiempo libre. Olvidándose por completo de su familia y de la falta que comenzaba a hacerles, por más que fingía que no había alguien más y que los seguía amando.

Los viajes de negocios que empezaron a ser más constantes, en realidad eran viajes junto a su amante. Mientras su esposa e hijos lo echaban de menos, él estaba revolcándose con ella, deseando no volver a aquella casa donde no hacía más que estresarse por la intensidad de sus hijos, como también por la de su esposa con la que había dejado de ser cariñoso y ella empezó a sospechar, aunque este negaba que había alguien más.

Sabía perfectamente que lo que hacía no estaba bien, por esa razón jamás fue capaz de contárselo a sus amigos. Sabía que si llegaba a hacerlo ellos no lo apoyarían para nada y se lo dirían a su familia, por lo que sólo ellos sabían lo que tenían.

Jungkook había esperado con ansias el día que se fueran por más que una parte de él se sentía culpable, pero es que ya no era capaz de seguir fingiendo. Se sentía completamente sólo a pesar que tenía su propia familia, que tenía mejores amigos, sentía que esa vida no era para él, sentía que se había equivocado de gran manera.

Sólo con Alaia volvía a sentirse vivo y por esa razón había aceptado huir con ella. Vivir su romance sin obstáculos, sin nada que temer.

—Oh, Dios...—murmura con la voz temblorosa sentándose con dificultad, por lo que Daeun lo tomó del brazo.

—Ya te he dicho que tengas cuidado, cariño —dice preocupada.

—Oh, Dios...

Cerró los ojos con fuerza sintiendo su corazón golpear contra su pecho al recordar cuando despertó del hospital, como su esposa estuvo para él y estaba completamente confundido. Como a pesar de todo lo cuidó, lo entendió, lo apoyó. Se preguntaba si acaso su hija no le contó que este le era infiel y pensaba en abandonarlos.

—Has recordado, ¿no es así?

En ese momento abrió los ojos asustado, pero al ver como ella llevaba un mechón de cabello detrás de su oreja permitiendo que viera los aretes de oro blanco, el oxígeno abandonó sus pulmones por un momento.

¿Cómo era posible que llevara los aretes que él le había obsequiado a Alaia? ¿Qué carajos estaba sucediendo?

Quería huir de allí, pero se sentía completamente paralizado, más aún cuando ella apoyo las manos en sus rodillas clavando un poco sus uñas, lo que hizo que jadeara asustado.

—Sé que has recordado todo porque he visto tus retratos, cariño, pero no tienes de qué preocuparte porque te perdono por todo lo sucedido —sonríe y más que tierna a Jungkook se le hace macabra, por lo que hace un sonido involuntario con la garganta, tratando de retener el llanto y las lágrimas acumuladas.

—¿Q-Qué has hecho? —titubea asustado.

—Lo único que hice fue ayudarte.

—No, no, no...—niega con la cabeza cerrando los ojos con fuerza, pero ella lo toma de la barbilla.

—Creyeron que el culpable era su exnovio, pues tenía prohibido acercarse a ella porque en su relación fue algo...violento —hace una mueca—. Pero aún así su amiga confirmó que en los últimos días había vuelto a verlos juntos —explica con una sonrisa—. Lo único inteligente que hiciste, fue hacer que ocultaran su relación de sus amigos, cariño, porque eso sólo nos ayudó a que no descubrieran lo que hiciste.

—Yo la amaba —murmura con la voz algo aguda mientras las lágrimas brotan.

—No, ella fue sólo una equivocación. Tú me amas a mí. A tu esposa.

—¡¿Qué hicimos?! —alza la voz desesperado.

—Escúchame bien, volveremos a ser la familia unida, sin que ninguna perra quiera apartarte de nosotros. Necesitamos volver a serlo, más que nada ahora que estamos esperando un tercer hijo —habla emocionada—. Tenemos que celebrarlo, ¿no crees?

—Oh, Dios, no...

Jungkook la miraba asustado mientras las lágrimas seguían cayendo sin parar y un sollozo escapó de sus labios. Estaba temblando, se le dificultaba respirar al ver su mirada y sonrisa enfermiza.
Sólo podía preguntarse, ¿qué sería de él ahora que había descubierto toda la verdad?

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