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Capítulo VIII: Dilema en Invierno

El frío del invierno había comenzado a asentarse en Buenos Aires, trayendo consigo una sensación familiar pero también inusual, ya que hacía años que la ciudad no se cubría de nieve. Los senderos y los árboles desnudos se volvían testigos silenciosos del invierno, transformando el paisaje en una escena casi mágica. La proximidad del receso invernal no solo prometía un respiro bienvenido, sino también la posibilidad de nuevas experiencias y sorpresas.

Un día, mientras Leonardo y Lucas se encontraban en el café de la universidad, charlando y disfrutando de un café caliente para combatir el frío, Leonardo, con una sonrisa que parecía contener más de lo que dejaba ver, tomó una decisión.

—Lucas —empezó, tomándose un momento para encontrar las palabras adecuadas—, quería preguntarte algo. Con el receso de invierno acercándose, ¿Te gustaría venir conmigo a Grecia?

El rostro de Lucas se iluminó momentáneamente, pero pronto una sombra de preocupación cruzó sus ojos. Aunque la idea de ir a Grecia con Leonardo era tentadora, algo en su interior le generaba un malestar creciente. Se pasó una mano por el cabello, buscando las palabras adecuadas.

—Grecia... Suena increíble, Leo. Pero... —su voz titubeó—, no sé si es una buena idea. No estoy seguro de cómo reaccionarían mis padres.

Leonardo, notando la preocupación en el rostro de Lucas, intentó suavizar la situación.—No tienes que preocuparte por nada, Lucas. Mi familia y yo nos encargaremos de todo. Sería solo por dos semanas, y me encantaría que vinieras conmigo.

Pero Lucas seguía inquieto.—Es que... no sería raro que un chico de clase baja como yo se fuera con alguien de mucho dinero, ¿Verdad? Mis padres... no sé cómo lo tomarían.

Leonardo frunció el ceño, sintiendo la tensión en el aire.—No, no tiene que ser así. Mi familia lo vería como una oportunidad para disfrutar de la compañía de amigos. No es una cuestión de estatus.

Lucas se inclinó hacia adelante, buscando el equilibrio entre sus deseos y sus temores.—Es que... no es solo eso. Mis padres se preocuparían. No están acostumbrados a que yo... viaje a lugares tan lejanos. Ellos...

—Ellos solo quieren lo mejor para ti, lo entiendo —interrumpió Leonardo, tomando la mano de Lucas en la suya con un gesto reconfortante—. No quiero que te sientas presionado. Si no estás seguro, lo comprenderé. Pero si decides venir, haremos todo lo posible para que te sientas cómodo.

El silencio que siguió fue pesado, lleno de la tensión que ambos sentían. Finalmente, Lucas levantó la vista, sus ojos encontrando los de Leonardo.—Lo pensaré. No quiero que esto se convierta en una fuente de conflicto con mi familia.

Leonardo asintió, su expresión mostrando comprensión y paciencia.—Claro. Tómate el tiempo que necesites. Solo quiero que sepas que estaré aquí para lo que decidas.

Más tarde, al regresar a su departamento, Lucas no podía dejar de pensar en la oferta de Leonardo. La idea de viajar a Grecia era fascinante, pero las preocupaciones sobre su familia y cómo podrían reaccionar seguían presentes en su mente. Sabía que debía hablar con ellos, expresar sus inquietudes y escuchar sus puntos de vista antes de tomar cualquier decisión.

Leonardo, por su parte, esperaba pacientemente, sabiendo que había tocado un tema delicado. Aunque su intención era compartir algo especial con Lucas, entendía que la preocupación por su familia era algo que no podía ignorarse. Mientras se acercaba el receso, ambos sabían que el tiempo les diría si el sueño griego se convertiría en una realidad o si quedaría como una promesa en el aire, esperando ser resuelta.

Más tarde, la cena familiar en la casa de los padres de Lucas se desarrollaba con la calidez y el bullicio típicos de las reuniones en familia. La mesa estaba llena de platos caseros y el aroma de la comida envolvía el ambiente. Lucas, sentado al borde de su asiento, miraba a sus padres mientras intentaba reunir el valor para sacar el tema de la invitación a Grecia.

Las palmas de Lucas estaban húmedas de sudor, y su rostro, normalmente de tez blanca, había adquirido un tono casi pálido bajo la luz de la lámpara del comedor. Además, sentía un nudo en la garganta que hacía que sus palabras se sintieran ásperas y difíciles de articular. La presión de hablar sobre el viaje le oprimía el pecho, y le costaba encontrar las palabras adecuadas para explicar su decisión. La imagen de Leonardo, sin embargo, apareció en su mente como un ancla en medio de la tormenta.

—Mamá, papá —comenzó Lucas, intentando no dejar que su voz temblara—, hay algo de lo que quiero hablarles. Leonardo, un amigo de la universidad, me invitó a pasar el receso de invierno en Grecia.

El silencio que siguió fue casi palpable. La mirada de su madre se volvió hacia él, con un atisbo de incredulidad y preocupación.—¿Grecia? —repitió su madre, frunciendo el ceño—. ¿Estás hablando en serio, Lucas? ¿Con quién vas a ir?

—Con Leonardo —respondió Lucas, su voz aún cargada de nerviosismo—. Es un compañero de la universidad.

El rostro de su madre se fue poniendo cada vez más serio, y su padre miró a su esposa con una mezcla de confusión y preocupación.—¿Leonardo? —preguntó su madre, levantando una ceja—. ¿Cómo conociste a este chico? ¿De qué familia es?

Lucas se retorció en su asiento, sintiendo el peso de las preguntas. Sabía que la respuesta no iba a ser sencilla.

—Es el hijo del dueño de la empresa más grande de colectivos de Buenos Aires, él no me lo dijo, pero yo lo sé. —dijo finalmente, tratando de hablar con calma—. Pero no quiero que piensen que esto es algo raro. Solo... es una invitación.

El cambio en la expresión de su madre fue inmediato. Sus ojos se abrieron de par en par y su mano se llevó a la frente como si intentara procesar la información.—¿El hijo del dueño de la empresa más grande de colectivos? —repitió, su voz temblando ligeramente—. ¿De verdad estás considerando relacionarte con esa gente?

Su padre intervino, tratando de suavizar la tensión que se había apoderado de la mesa.—Vamos, cariño, no es para tanto —dijo, intentando calmar a su esposa—. Lucas está en la universidad, y es natural que tenga amigos de diferentes ámbitos. No debemos juzgarlo solo por su entorno social.

La madre de Lucas no parecía convencida y se volvió hacia su esposo con una mezcla de angustia y frustración.—¿Natural? —exclamó—. Esta gente es de otro mundo. Son ricos y poderosos. No quiero que mi hijo esté involucrado en todo esto, y no es solo por eso.

Su padre tomó un respiro profundo, consciente de la creciente tensión. Aunque no estaba completamente cómodo con la situación, intentó ofrecer un punto de vista más equilibrado.—Escucha, entiendo tus preocupaciones —dijo, dirigiéndose a su esposa—. Pero también tenemos que considerar que Lucas es un adulto y tiene derecho a tomar sus propias decisiones. Quizás si lo vemos desde otro ángulo, podríamos entender mejor sus razones.

Su madre parecía abrumada, pero empezó a calmarse un poco, aunque sus preocupaciones aún eran evidentes.—No es solo eso, hijo —dijo, su voz más suave—. Es que... es difícil para mí aceptar todo esto. No estoy acostumbrada a que estés tan cerca de personas de otro nivel social. Y ahora, considerando todo lo que has compartido... no puedo evitar preocuparme.

Lucas sentía que el aire en la habitación se volvía más denso a medida que la conversación avanzaba. El sudor en sus palmas se convirtió en una sensación pegajosa y su garganta seguía apretada, casi rasposa, mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas. En su mente, la imagen de Leonardo se volvía cada vez más clara, ofreciéndole un punto de apoyo emocional.

Finalmente, con un esfuerzo considerable, Lucas reunió el valor para hablar.—Mamá, papá, no quiero que esto cause problemas entre nosotros. Solo quiero pasar un tiempo diferente y conocer un lugar nuevo. Leonardo y yo hemos hablado mucho, y sé que es una buena persona. No quiero que se preocupen por mi decisión.

El padre de Lucas asintió, intentando ofrecer un poco de consuelo a su esposa mientras miraba a su hijo con una mezcla de preocupación y resignación.—Lo que sea que decidas, Lucas, lo importante es que estemos en la misma página. Queremos que seas feliz y estés seguro. Pero también necesitamos entender tus decisiones y cómo afectan a toda la familia.

La conversación siguió con un tono más conciliador, aunque el tema de Grecia quedó como un desafío pendiente. Mientras la cena continuaba en un ambiente más calmado, Lucas sabía que había dado un paso importante al hablar con sus padres sobre sus planes, aunque el futuro seguía siendo incierto y lleno de conversaciones aún por resolver.

CONTINUARÁ...

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