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𝚜𝚎𝚟𝚎𝚗

«Las luces fueron apagadas y los grillos comenzaron a castañear en el jardín, bajo la callada noche oscura vagaban pequeñas luciérnagas que parecían brillantes almas flotando entre las penumbras. Una de ellas flotó cerca de un amplió ventanal e iluminó vagamente a un asustado niño que reposaba en su cama. 

El corazón de Jungkook se sentía inquieto, había mucha lobreguez y silencio en su habitación. Sólo quería volver al cuarto de su hermano, para que él le hiciera compañía y le hablase hasta quedarse dormido.

¿Por qué tuvieron que darle una habitación propia? En su pequeña mente de nueve años no cabía una respuesta razonable, y aunque le hubieran explicado que Jin ya era un hombrecito que necesitaba de privacidad, seguía sin entenderlo.

Respiró entrecortado, apunto de llorar, y muy fuerte cerró los ojos. Pensó en cosas agradables como pasteles de arroz y perritos, así consiguió quedarse dormido apenas.  

La noche pasaba lenta, y el sol no tenía apuro de salir, en algún momento de la madrugada todo quedó en paz, a excepción del pequeño pelinegro que miraba al techo escuchando como la puerta de su cuarto se abría, las bisagras crujiendo con tenebrosidad. 

De repente, Jungkook sintió una calidez abrazando su costado, tembló poquito, pero se sentía tan familiar y hermosa que los males en su corazón se apaciguaron. Un delicado brazo lo rodeó y una dulce voz susurró:

—Jungkook-ah ¿estás despierto? —aquella vocecilla se filtró por sus oídos transportando un sentimiento de tranquilidad que recubrió su interior, semejante a una capa abrigada que lo cobijaba de un despiadado clima.

—sí —musitó en un débil hilo de voz, girándose para enfrentarlo. Aunque Jin no pudiera verlo por la oscuridad en la que estaban, percibía su miedo por la forma en la que estaba hecho una plancha de metal cuando llegó, tan quieto y callado en la cama.

—¿por qué no te dormiste todavía? —interrogó aún sabiendo la respuesta.

—tengo miedo —retrajo sus extremidades para poder acercarlas hacía la protección de su hermano. Con inocencia creía que había una esfera alrededor de Seokjin que era como un escudo a prueba de monstruos, y sí se acercaba hasta poder pasarla, aquella esfera podría protegerlo a él también siempre que estuviera dentro de ella.

—¿a qué? —susurró acariciando tiernamente el debilucho brazo del pelinegro, calmando el mal que lo hacía temblar.

—a la oscuridad —inhaló con tranquilidad, descongestionando su pecho con el apacible aroma. Su hermano olía a suavizante de ropa con esencia floral, él era reconfortante, cómodo y calentito, inconscientemente relacionó esas características con su lugar seguro, su hogar.

—¿por qué le tienes miedo? No hay nada en la oscuridad —arrulló quitando algunos finos cabellos de la frente del menor, peinando cada uno hacía los costados, detrás de las pequeñas orejas.

—es horrible, todo está oscuro y feo —se quejó formando un adorable mohín, arrugando su ceño con los ojitos cristalizados.

—no todo está oscuro y es feo, hay muchas cosas brillantes y bonitas en la oscuridad —lo observó en la penumbra de la noche, sonriendo templado como si pudiera verlo, cuando en realidad no hacía falta si el otro podía sentir su calma y se contagiaba de ésta.

—¿cómo qué? —se encendió su curiosidad, pues según su parecer no existían cosas que fueran lindas y brillaran en las tiniebla.

—como las luciérnagas, son bonitas y brillan, también la luna es bonita —mencionó alegre, esperando que así dejara ese miedo que lo hacía sentirse inseguro.

—pero la luna no brilla —en cambió Jungkook contestó.

—¿cómo qué no? ¡Claro que brilla! —de inmediato hizo el ademán de enderezarse, indignado. El niño esnifó una risita al imaginar la expresión de Jin, seguro tenía los ojos bien grandes y la boca entreabierta con algunas venas marcándosele en el cuello. Era graciosos cuando se enojaba así.

—no, en la escuela me enseñaron que la luna en realidad es fría y la luz que tiene es del sol. Entonces si no tiene al sol la luna es fea y oscura —contradijo dándose el gusto de hacerlo enojar aún más, y muy por el contrario, el otro se quedó en silencio reflexionando sobre ello.

Pensó y pensó, durante mucho tiempo en el que se oían la discordancia de las respiraciones serenas, no hacía más que pensar en cómo aquello tenía cierta veracidad. Cuando el menor pensó que ya debía dormir y dio por concluida la charla, su hermano volvió a hablar.

—no es el brillo del sol lo que hace hermosa a la luna, la luna siguiera siendo igual con o sin luz, pero el sol hace que su belleza pueda ser vista y apreciada con mayor claridad —al fin dijo, delineando imaginariamente las líneas faciales ajenas, las suaves curvas del rostro redondeado, dibujándolo con pátinas de oro sobre un lienzo negro. 

—¿qué? —había oído perfectamente, mas su mente de niño en los nueve no lo comprendía.

—Si alguna vez te quedas a oscuras, búscame, yo seré esa la luz que te ilumine —aclaró de una manera que le fuera fácil de entender. Y quizá no lo hizo, o quizá sí, pero una cosa era segura; si Seokjin podía encender la oscuridad, o aún mejor, si él podía hacerlo brillar, entonces jamás volvería a tener miedo.

Y cualquier hermano mayor que ame a su hermanito, sin importar que no lo aparente, siempre querría lograr eso.

A veces, ese deseo llegaba más allá de lo que uno podía querer, y entonces se generaba una dependencia. Se comenzaba a alimentar la creencia de que si no tenía al otro no tenía nada, y quedaba solo, débil e indefenso.

La relación de hermanos entre Jin y Kook era un claro ejemplo de ello. Él, siendo tan inmaduro y joven, se convirtió en todo lo que su hermano necesitaba para sobrevivir en una familia con padres ausentes.

Mamá nunca estaba, siempre salía a reuniones sociales con amigas, y papá trabajaba mucho, lo veían al menos una vez a la semana. Cada uno de ellos tenían niñeras que se adaptaban a sus necesidades de acuerdo a la edad, éstas cambiaban cada año por lo que no tenía una figura fraternal estable.

Era Jin el sostén de la inestable vida de Jungkook, él era aquella figura fraternal estable que lo acogía en sus brazos, aquel que le enseñó que el cariño no era desechable como una servilleta de papel.

Pero ¿quién era el sostén de Jin?

De la peor manera entendió que hasta los más fuertes pueden desmoronarse»

Aquellos recuerdos hermosos se tornaron borrascosos. De pronto estaba solo en la oscuridad llamando con desconsuelo a su hermano, una voz con eco le contestó “aquí estoy, ven”, y él la siguió caminando cauteloso. La voz que parecía ser de su hermano se hacía más y más distante por cada paso lento que daba.

Entonces aceleró su caminata, y la voz continuaba alejándose, comenzó a trotar y aun así parecía no llegar a ningún lado. No obstante, lo que más lo desesperó fue el silencio en el que se vio inmerso. Se detuvo al ya no tener una guía de su rumbo.

Clamó el nombre de su hermano repetidas veces obteniendo nulas respuestas, gritó deshaciéndose las cuerdas vocales y nada. A su pecho y cabeza lo atacó un dolor punzante y familiar al que no lograba recordar y que lo dejó boqueando por oxígeno.

Miedo.

Así se sentía el miedo de permanecer en una profunda oscuridad sin salida, y no quería sentirlo. Se echó a correr en línea recta, sin importarle si tropezaba con algo, sólo quería encontrar a su hermano.

En algún momento de su corrida, el tramo firme y limpio se volvió maleable y viscoso. Continuó corriendo hasta que el líquido pegajoso le llegó a las rodillas y a sus exhaustas piernas le fue imposible luchar para salir. 

Ya no podía moverse y se hundía lentamente, resistirse era un acto de gran estupidez. Uno de sus brazos se hundió junto con su cuerpo, el otro se extendió hacia arriba, esperando a que llegasen a rescatarlo, pero nadie llegó.

Al final terminó por ser consumido por la oscuridad, asfixiado, sin nadie que lo ayudase, solo.

—no —musitó dando una fuerte exhalación de aire en el mismo segundo que se enderezaba de la cama, como si volviera a la vida.

Despertó, con pequeñas perlas de sudor bañándole el cuerpo y su pecho agitándose desenfrenado. Sintió la cabeza dolerle, por el poco aire que le llegaba a los pulmones al respira acelerado, y se llevó la mano hacia la frente por inercia, sintiéndose aturdido.

—mierda —refiriéndose al incesante pitido que partía sus tímpanos, por fortuna éste se calló al poco tiempo, dejándolo en paz.

Un poco mareado por la falta de aire, se levantó torpemente de la cama para inhalar la brisa que corría por la puerta medio abierta del balcón. Aspiró profundo el fresco oxigeno que revitalizaba sus pulmones y su sofoco disminuyó.

Hace cuánto que tenía este tipo de sueños que siempre venían a atormentarlo, acompañado del recuerdo de la noche en la que su vida cambió. Al parecer jamás podría dormir tranquilo de nuevo con ese peso en la conciencia.   

Regresó a la realidad cuando escuchó un bocinazo y el rugido de los motores en las calles colmadas de transeúntes y vehículos, los altos edificio se reflejaban en el cristal de una de las hojas de la puerta que daba al balcón. Se preguntó qué hora seria por el entorno activo de afuera.

Se movió hacia la mesita de luz donde reposaba una pulcra lámpara gris y un portaretratos pequeño con una foto de Jin y suya, se detuvo a verla; su hermano casi desde atrás le sostenía el brazo y un hombro, ambos ríendo como nunca recordaba haberlo hecho.

Si es que la memoria no le fallaba, esa fotografía la tomó Namjoon al salir de una fiesta de fin de año organiza por la empresa, por eso tenían la cara de haberse embriagado y llevaban esa vestimenta elegante medio desarreglada, Jin tenía desabotonada un botón de la camisa blanca y la corbata negra algo floja -el saco perdido en alguna parte junto con el suyo- mientras que él tenía dos botones de la camisa negra desabotonada, notandosele un largo dije de plata delicada, al frente se grababan las palabras “du soleil”.

—à la lune –murmuró en perfecto francés, recordando lo que decía al reverso. Nunca se olvidaría del regalo que le hizo su hermano cuando cumplió la mayoría de edad, en ese entonces que era tan feliz que lo creía un sueño, pero no duró mucho.

Sintió el cuello vacío e inconscientemente se lo tocó con la yema de los dedos, inmerso en lo que parecía la nada. La piel desnuda se erizó al ser tocada. Ya no había nada.

Cuando calló en cuanta de que al dije lo perdió para siempre el mismo día que perdió a Jin, dejó de ver la foto como un desquiciado obsesivo y tomó su celular para ver la hora en la pantalla de bloqueo; diecisiete y seis mostraban los números dibujados. Se le hacía tarde.

Hoy planeaba hacerle una visita a una personita, de la que apenas supo de su existencia hace unas semanas por boca de su madre. Durante la tarde el calor se apaciguaba y las avenidas no estaban congestionadas un sábado caluroso. Era perfecto ir ahora.

Dejó el móvil y en su camino al baño se fue quitando la ropa húmeda por la transpiración. Se dio una ducha refrescante y se calzó una camisa liviana amarillo pastel con un jean de color claro, hoy hacía calor para ir vestido de luto.

El atuendo lo hacía ver más jovial, como de veinte recién cumplidos, y en su pasada, desde su piso hasta el estacionamiento, robó miles de miradas a mujeres de todas las edades, incluso hombres lo miraban con envidia. Excepto cierto peliazual que ni se molestó en voltear a verlo cuando pasó a su lado en la entrada del estacionamiento. ¿Qué si hería su orgullo? No, en los más mínimo.

Sin embargo, no se puso a pensarlo y subió a su auto para conducir durante unos cuantos minutos. Su destino fue un barrio privado de casas sofisticadas con patios espacios, en la mejor y más costosa zona de Seúl.

Luego de estacionar su vehículo, bajó y caminó hacia el portón blanco que aseguraba la entrada al patio delantero, haciendo sonar las suelas de sus lustrados zapatos marrones en el pavimento de la entrada. A través del intercomunicador anunció su sorpresiva llegada y las rejas de metal se abrieron con un ligero sonido de arrastre.

En el pintoresco pórtico de la lujosa casa lo recibió una empleada que le preguntó el motivo de su arribo. Sonriendo como de costumbre él dijo que sólo quería ver a la pequeña de la casa.

—espere aquí, por favor —dijo la criada ofreciéndole asiento en el sofá centrado en la sala. Respetuoso se acomodó cursando las piernas mientras esperaba paciente.

Mucho tiempo no pasó hasta que una chiquilla, no mucho mayor a tres años, soltó la mano de la mujer que la acompañaba desde el piso de arriba y bajó las escaleras corriendo emocionada. 

—¡tío Kook! —chilló saltando a los brazos ya extendidos del susodicho.

—pequeña, no corras por las escaleras, podrías lastimarte —la regañó suavemente, palmeando gentilmente su espalda en señal de que se apartará. 

—perdón —reverenció sin darle mayor importancia —¿hay regalos? —interrogó ahora sí con interés, estirando su pequeño cuello para ver si detrás del hombre había algo para ella.

Jungkook, en pocas visitas ya la había mal acostumbrada a recibir regalos, por eso hoy sería el día en el que le quitaría la costumbre, sin haberlo ideado antes. Había venido con la simple intención de ver a la pequeña. Por alguna extraña razón le tenía un profundo afecto y un sentimiento añejo, como si ella fuera la reencarnación de una persona a la que apreció mucho en algún momento de su vida.

—no, ya tienes muchos ¿no lo crees? —intentar apelar al razonamiento de un niño que no conocía la dimensión de “mucho” o “suficiente” era como tratar de razonar con un perrito. Era inútil.

—no, ¡yo quiero mi regalo! —dio un fuerte pisotón al mármol del piso, haciendo que su vestido ondeara apenas.

—Namji, no seas irrespetuosa —espetó su niñera, de pie a un costado de las escaleras. Rápidamente el pelinegro elevó la mano abierta en su dirección, provocando que ella se callara y bajara la mirada.

—escucha, pequeña. Es de niños malos gritarles a los mayores ¿sabes lo que sucede con los niños malos? —consultó con una sonrisa angelical, impropio de él. La pequeña negó viéndolo atentamente.   

—el demonio se los come —y su sonrisa enternecedora se volvió diabólica, dejando estupefacta a la niña que no gritó ni lloró, en cambio se quedó callada y obediente.

El azabache no tenía un don con los niños; los varones se sentían intimidado y las niñas lo admiraban, lo suyo era la persuasión a la hora de tratar con ellos.

Se escucharon pasos acercándose desde el pasillo al salón y una voz gruesa que habló al llegar.  

—señorita Lee ¿qué-

Calló y dejó de caminar inmediatamente al ver a un conocido hombre de cabellos renegridos sentado, su hija justo en frente.

—hola, Namjoon hyung —saludó Jungkook agachando la cabeza por un breve instante en una modesta reverencia.

—Jungkook-ah —se forzó a ser amable cuando el menor lo saludó, saludándolo también con un asentimiento.

—¿está Yura? —inquirió sentando en uno de sus gruesos muslos a la pequeña, agitando su pie para mecerla.

—no ¿viniste sólo a eso? —su intención no era sonar descortés, mas su expresión de descontento lo contradecía bastante. Kook al oírlo hablarle así de tosco alzó una ceja a la vez que lo observaba.

—no. Vine a ver a mi querida sobrina —sonrió falsamente alegre al pronunciar la última palabra, acariciando con cariño la melena lisa de Namji.

La mención de ese parentesco sanguíneo y la manera maliciosa en la que lo dijo, a Nam le provocó un escozor en su interior que lo dejó tenso. 

—ella es mi hija, no tu sobrina —le recordó con seriedad, llamando con un ademán a la menor en cuestión para que fuera hasta él. Jungkook dejó que fuera y se levantó también, tomando la pequeña mano de la castañita marchó junto a ella.

Cuando su madre le dijo que, poco después de la muerte de Jin, Yura había tenido un bebé con Namjoon no se lo había podido creer. Supuestamente ella amaba de todo corazón a su hermano, y el otro era el mejor amigo que le juro su eterna lealtad, y al final ambos terminaron por concebir un hijo a meses de su fallecimiento. Qué descaro de su parte, pero quién era para juzgarlos.

—lo sé ¿por qué tanta violencia? Sólo lo decía por tu hermandad con Jin, ¿ustedes no eran mejores amigos, como hermanos? La genealogía dice que el hermano de mi hermano es mi hermano también, y el hijo de mi hermano es mi sobrino —obvió sonriéndole sin que el gesto llegara a sus ojos rencorosos. Namjoon cargó en brazos a su hija de manera protectora, tal reacción despertó la curiosidad de Jungkook.

¿Algo ocultaba o era su imaginación?
















Aquí la fotito del portaretratos, para mejor contexto.

A poco no se esperaban que Yura y Namjoom tubieran una hija, porque yo tampoco :v

Qué les pareció el cap?

Hoy ando medio mal de ánimos, como estoy en último año me tocó organizar junto a mis compañeros de curso una semana de recreación por el día del estudiante y el resto de los cursos no tiene mucho interés en participar, ya vamos a mitad de la semana y sinceramente no me quedan energías 🥲

En fin, se me cuidan 💕

Ciao~~

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