𝚏𝚘𝚞𝚛
Llegando a la misma cuadra donde se edificaba su departamento, más precisamente en la entrada a la recepción, se topó con un camión de mudanzas y a su vecino, Hoseok, llegando desde el otro extremo de la calle.
—¿sabes qué es todo esto? —averiguó el peliazul una vez estuvo cerca del castaño con lentes de sol, los cuales se quitó delicadamente para verle mejor.
—un camión de mudanzas —contestó obvio, el contrario se abstuvo de darle una mal mirada en respuesta a la sarcástica contestación.
—qué gracioso. Me refiero a que quién se va —se explicó mejor, porque no soportaría los comentarios irritantes del hombre. Si bien eran vecinos de hace años y tenían confianza a tal punto de considerarse buenos amigos, a veces Hoseok lo provoca tanto que pareciese querer que lo golpee.
—por lo que sé, alguien viene a ocupar el cuatrocientos quince C —sin poner mucho de su interés tecleó en su celular, contestando algunos mensajes y luego guardándolo en su bolsillo se fijó en lo que Taehyung decía —¿decías algo?
—¿tendré un nuevo vecino? ¿Y la señora Choi? —él vivía en el cuatrocientos catorce “C” de los últimos pisos, algo que aborrecía al tener que usar las escaleras cuando los ascensores estaban ocupados, sólo deseaba tener un buen vecino como esa señora, Dios, era un amor de mujer, siempre gritándole y entrometiéndose en sus asuntos personales con la excusa de que ella se preocupaba por él ¿Así que ahora se le llama preocupación al chisme? Se decía Tae.
—sus hijos la llevaran a un asilo para ancianos. —benditos sean sus hijos y la deidad que oyó sus plegarías. Sonrió complacido, fingiendo pena luego.
—oh que desgracia, extrañare a esa mujer —su rostro se entristeció deslealmente, cuando por dentro una felicidad lo embargaba, cualquier cosa sería mejor que ella, aunque al despedirla, después de tanto tiempo como vecinos, se sentía un poco nostálgico.
—no conocía ese lado malvado tuyo, Kim —se mofó el de sonrisa radiante. Tae recordaba que al verlo por vez primera hace seis años atrás su vecino del cuatrocientos trece, estaba cerio y tenía un aura intimidante, eso cambió al recibir una gigantesca sonrisa acompañada de su clásico saludo de presentación “hola, soy Hoseok”. A él le pareció que su personalidad era relativamente dual y distaba mucho su carácter de su apariencia, por eso le agradó.
—¿por qué lo dices? —contrayendo su gesto pretendió no entender.
—puedo leer tus pensamientos —era sabido el poco gusto que le tenía el peliazul a la anciana, no hacía falta ningún poder especial para deducirlo, bastaba con conocerlo.
—aja claro —afirmó esceptico—¿no sabes quién se mudara? —husmeó entre las cajas que trasladaban los hombres del servicio inmobiliario, una de ellas atrayendo su curiosidad al ser disímil de las otras; un tanto más grande y de una madera negra, sellaba ésta una cerradura de delicada plata grabada con idílicos grafismos antiguos y letras japonesas. Era bueno con el japonés, estudió un buen tiempo allí, por lo que lo hablaba con fluidez.
Los símbolos eran algo diminutos y sólo alcanzó a leer los primeros a medida que se acercaban; “los peores dem” cortó cuando una venosa mano se posó en la escritura. Puntualizó en el dueño de esos largos dedos y la sangre furiosa se calentó; eran esos obscuros ojos de nuevo los que lo estaban viendo desde la lejanía.
«¿qué mierda?»
Hoseok le había mencionado algo a Taehyung de que no sabía su nombre, pero no fue necesario escucharlo, sabía quién era, por desgracia.
Mientras, por otra parte el pelinegro observaba los desafiantes ojos de ese hombre concentrados en su mirada confundida. Era una cara muy conocida.
Buscó en su mente todos los castaños con esas cuencas abarrotadas de un odio incomprensible, hasta que en un no tan lejano pasado apareció alguien, a quien no veía desde que se graduó de la universidad. Entre más recordaba, menos le agradaba.
Al caer en cuenta de quién era con exactitud, se endureció su gesto anteriormente arrugado por el desconcierto, eso generó que el alto castaño lo viese con una supremacía digna de un dios contemplando a un ordinario mortal que podía aplastar cual hormiga.
Pero no le dió importancia, porque sabía cómo se sentía, seguro hervía de rabia ante su indiferencia, después de todo le quitó su puesto de trabajo y la estabilidad de su vida con un simple chasquido de dedos. Todo por cumplir una venganza de hace años.
Con vanidad vibrante en su adversario, se cruzó por un lado suyo, sin darle la mínima importancia. Como si fueran completos desconocidos.
—lo conozco, es Jeon Jungkook. Alguien sin importancia, por eso no sabía quién era —espetó innecesariamente alto con tonillo relajado, sonriendo victoriosos cuando el susodicho le dió una mirada fugas al desapareser por la puerta de cristal del edificio, no sin antes auscultar la vos del peliazul diciendo:
—¿también lo odias? —. Y se marchó con un gesto lúgubre. Pensar que estuvo a nada de disculparse con Taehyung por su error del otro día lo hacía sentirse estúpido.
Para cuando Tae terminó de charlar con el risueño castaño y retomó su rumbo a casa, se encontró con un delicioso aroma a comida casera y a sus hermanos preparando la mesa en un silencio interrumpido sólo por el parloteo de Taeyong, lo que no le pareció muy extraño puesto que él siempre era el que animaba el ambiente.
—¡llegaste, TaeTae! —Yong exclamó alegre al ver que su hermano menor llegó sano y a salvo luego de haberlo abandonado.
—algo tarde —remató la hermana mayor centrándose de lleno en él.
—no tenía mi auto para regresar rápido, ni dinero para un taxi. —entre esperar media hora a que lo recogieran, quince minutos en la parada de autobús, caminar un cuarto de hora para llegar a la entrada y quedarse charlando con Hoseok casi una hora, se le hizo un poco tarde.
—disculpa, me olvidé de recogerte —el castaño, sentado a un costado de la mesa, se levantó de inmediato y reverencio una vez hacía su hermano, sintiéndose realmente culpable.
Suspiró —está bien —no tenía sentido discutir, ya estaba hecho pero —no lo olvides para la próxima —porque sí, conociendo a su hermano, abría muchas más como esta ocasión.
—sí, sí
—Taehyung, antes de cenar ve a recoger a tu gato, el gerente llamó recién para decir que estaba en el departamento del vecino —su hermana, quien había hablado, empezó a servir los platos una vez que todos estaba reunidos.
—¿qué vecino? —se quedó estático, rogando mentalmente que no fuera quien creía.
—el del cuatrocientos quince. Anda ve, la cena se está enfriando —con sus brazos plegados en forma de jara Yujeong le ordenó a Tae al verlo todavía en su lugar.
—ya voy —aun sin estar seguro de que esto fuera una buena idea.
«¿no pudiste encontrar un mejor lugar, Akumi?»
Y así termino un lunes a las nueve de la noche tocando el timbre de un hombre al que había catalogado como el más odioso que conoció, y créanme, ganar ese título -algo exagerado ahora que pensaba con claridad- era porque tenía que ser el supremo, ya sabemos que tiene experiencia con patanes. Aunque existen muchas personas en el mundo, de seguro había mucho peores.
Se tragó sus pensamientos cuando abrió la puerta una silueta vestida con unos pantalones grises ceñidos a sus voluptuosos muslo, aparentando asfixiarlos, y una remera olgada que se ajustaba en las mangas, las cuales estaban dobladas hasta los codos dejando a la vista la ramificación de venas que subían desde sus manos y la hacían lucir tan fuertes.
Era un monumento a la masculinidad, eso no lo contradeciría. Menos cuando ondulados mechones de cabello húmedo abatían sus perfiladas facciones moldeadas por los mismísimos dioses del infierno. Unas minúsculas gotas de agua rodaron por su mandíbula, por su grueso cuello y se derramaron en sus agudas clavículas.
En ningún momento dejó de ver ese lento recorrido, como si fuera entretenido en demasía. Él lo sentía plenamente involuntario, como si una especie de aura abrazadora lo obligara a mirarlo, entonces supo que el hombre tenía un encanto nato y que debía cuidarse de ello.
El alto ébano carraspeo demandando su atención —tú debes ser el dueño de esta bestia peluda —bajó su vista a la pequeña bolita de pelos que se restregaba ronroneando contra su tobillo —Lo encontré jugando con mis cosas dentro de una de las cajas; arañó un cojín hecho de seda china, espero que te hagas responsable —fácilmente cargó entre sus falanges al felino, de pelaje color miel y ojos grises cual tarde de invierno, entregándosela a su dueño igual de frío como el invierno.
Durante el intercambio sus manos se rozaron superficialmente, ambos pudiendo distinguir el gran contraste entre éstas, que de cierta forma encajaban con la otra. Mientras las del peliazul eran tibias y callosas, las de Jeon eran frías y suaves. Aunque no se distinguió muy claramente, puesto que el tacto de Jungkook lo incomodaba y se apartó de inmediato.
El otro no lo tomó bien, digamos que una parte de su ego se vio un tanto dañado al presenciar cómo alguien huía de su tacto. No importaba si era insignificante, o que fuera un hombre el que rechazara su toque, nadie le rehuía de esa forma despectiva como si fuera alguien desagradable. Eso lo había descolocado, generando un mayor rencor por el peliazul.
—claro ¿cuánto cuesta? te lo pagaré —serio inquirió el que estaba siendo sometido a un análisis visual por su adversario. Lo pescó recorriendo su físico ya que no era nada sutil, parecía buscar similitudes con algo o alguien, o sencillamente lo estaba juzgando.
—era invaluable —su timbre tranquilo y lúgubremente severo.
—bien, hazlo valuable, no tengo toda la noche —sonaba impaciente, no era para menos, su estomago rugía hambriento de sólo recordar que un delicioso bossam lo esperaba en casa, más sabiendo lo buena cocinera que era su hermana.
Alzó una ceja escéptico —era de la Dinastía Xia, una pieza única —comentó como si eso pudiera dimensionar el precio, claro que Taehyung no entendía a qué quería llegar diciéndole aquello.
—¿entonces?
—74.8 millones —le escupió una suma que lo dejó boqueando. Si reunía lo que le daba su madre, más su salario de fotógrafo, por al menos dos meses, sin contar los gastos de comida y renta, creía pagarle. Sin embargo, su razonamiento le decía que un almodón, supuestamente invaluable, no podía costar eso.
—¿wons? —se atrevió a aclarar su duda.
Negó malévolo —dólares. —El rostro petulante de Jungkook se torció con extrañeza al ver como el peliazul soltó una risilla burlesca —¿qué te hace gracia? —interrogó hastiado.
—¿crees que te pagaré tanto por un maldito almohadón? Pon un precio razonable —de inmediato se puso serio, el gato en sus brazos moviéndose de un lado a otro, sintiendo la tención incomodarle, mejor era irse, y saltó al vacío, ondulando la cola al caminar de regreso a casa.
Ahora le tocó reír al pelinegro —¿razonable? —sarcástico y seco, dos cosas que el peliazul detesta.
—mira, tengo cosas que hacer, así que si no quieres ser sensato, me iré —no era amenaza, era un aviso, enserio se iría, prolongar su hambruna aumenta su enojo e impaciencia.
Kook estaba decidido —no voy a rebajar el precio, si no pagas-
—has lo que quieras. Adiós —se dio vuelta, y jura, por lo más amado en su corta vida, que sintió la penetrante mirada clavarse cual filosas navajas en su espalda. Así que, así se sentía enfurecer a un “sumo”, ja.
No le importaba a sus pasos apresurados e impacientes, quería llegar a cenar comida caliente cuanto antes, no obstante, al estirar su brazo y estar a milímetros de tocar la manija, su vecino le habló.
—afrontaras las consecuencias —terminó la plática, se cruzó de brazos y recargó en el umbral de la puerta abierta, como un dios que espera a que sus profecías se realicen. Apenas se podía apreciar el interior de su apartamento, ya que su formidable tamaño acaparaba la gran parte de la poca vista que se tenía.
Giro su cabeza —sí, claro—la corta mirada desinteresa que le obsequió hizo que Kook volviera a hablar posterior a una pausa.
—veo que lo tomas como un juego. —puso las manos en los bolsillos de su pantalón, acercándose parsimonioso a Tae, cual predador —Doy por hecho que ya sabes mi nombre ¿cuál es el tuyo?—dejó de caminar al estar dos metros alejados.
—¿por qué quieres saberlo? —desconfiaba, lo suficiente como para pensar que mandaría un cobrador o algo parecido, ya que sabía dónde vivía, pero si se mudara y no sabía su nombre entonces no podría encontrarlo. Sí, se inventó una situación hipotética en menos de dos segundos.
—para ponerte en mi lista negra —sacó una mano de su bolsillo y se la pasó por el cabello renegrido, siempre con esa chispa de maldad encendida.
—soy Kim Taehyung —respondió de inmediato, demostrándole que no se sentía intimidado ante su presencia imponente y maliciosa.
—eres valiente, Taehyung, pero no hubo, y ni habrá, alguien que me desafíe y salga ileso —sonaba muy seguro de sus palabras. Conseguiría que el moreno se arrepintiera de haberlo retado, porque si a Jeon Jungkook le desagrada una persona, es más que seguro que tomara cartas en el asunto.
Estaba editando esta parte en la sala de espera de una clínica mientras escuchaba a un señor de la clase media-alta hablar de política macrista (。ノω\。)
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