9. DIGNA
Hoy será un mal día. Lo sé desde el momento en que abro los ojos y siento el dolor en la parte baja de mi vientre; se trata de una certeza premonitoria, de un mal augurio o un presentimiento inexplicable que me predispondrá a que algo negativo ocurra en las próximas horas. También es posible que solo sea una falsa alarma, sospecho que para mañana o pasado me baja la regla y que pensar en ello me condicione mentalmente. Es decir, esos días me ponen de pésimo humor, ¿a quién no?
Además, el prospecto de tener que volver a ver a Enzo en algunas horas me genera jaqueca. Siento que necesito una anestesia general que adormezca mi cuerpo y mi cerebro. Pero no estoy dispuesta a recurrir a lo único que puede lograr dicho efecto: las drogas. Sé que las hay de muchas clases, con efectos distintos y que siempre depende de la cantidad, el modo en el que se consuma y esas cosas. Hay médicos que incluso las recetan de forma profesional. No obstante, prefiero llorar de dolor en la cama por una semana antes que intentar recurrir a algo como eso. No confío en las soluciones veloces a problemas graves. He visto cómo diversas sustancias han acabado con la vida de mucha gente del barrio en el que crecí; me arrebataron a compañeros de escuela, a familiares y a mi mejor amigo. Me incomoda incluso tomar ibuprofeno o aspirinas. O medicina en general, salvo que sea una cuestión de urgencia.
"Aunque quisiera una píldora, no tengo en casa y ni ganas poseo para ir a comprar. Ya se me pasará", intento convencerme.
Pero mierda, me duele todo.
Ruedo de un lado al otro del colchón, cubriéndome la cabeza con la almohada con fuerza para poner presión en las zonas que me molestan. Por momentos incluso creo seguir oyendo el zumbido en mis oídos de cuando el avión aterrizaba en la madrugada.
Quiero vacaciones otra vez.
"Ya estoy vieja para dormir tan poco", pienso y me contradigo. "Mentira, ni treinta años tengo. Solo ando quejosa y estresada". Lo sé, en el fondo sé que estoy acostumbrada a este ritmo de vida y que solo me está costando recobrar el ritmo luego de mis semanas libres. Además, tengo muchos más problemas rondando mi mente que antes. La acumulación de elementos que me sacan de la zona de confort es abrumadora.
¿Qué hora es? El sol entra por el ventanal con bastante claridad, así que seguro son como las diez. Busco el teléfono, que ha caído junto a la cama, y lo acerco a mi rostro para ver los números.
—¡MIERDA, CARAJO! —grito cuando veo el reloj. Ya pasó el mediodía y yo aquí sigo de vaga en un día de trabajo.
¿Olvidé poner la alarma? ¿No la escuché? ¿O la apagué y seguí durmiendo? Probablemente haya sido eso último.
—Quiero vacaciones de mis vacaciones —lloriqueo, ahora en voz alta.
Pateo las mantas y busco mi teléfono. Paso un rato viendo redes sociales sin tener ninguna sesión iniciada, me asusta que se me escape un like accidental donde no debería. Leo las noticias del país y también las de Florida, aunque estas últimas suelen ponerme de pésimo humor.
Siento un apego irracional por Miami porque es donde crecí, pero la gente aquí está loca, tiende a ser violenta y a discriminar al que es diferente en cualquier forma. Pero, sobre todo, insisto en que la población entera está loca, eso incluye desde niños hasta políticos y ancianos. Nadie se salva. Tratar de ver el periódico de aquí es como vivir en una realidad alternativa al resto del mundo en donde todo es una sátira. Las redes sociales están llenas de memes sobre Florida y su gente. Somos un chiste para el resto del país, y es más que merecido.
—¿A qué hora era la reunión? —Busco la aplicación del calendario compartido y hago un mohín. Tengo que arreglarme para salir pronto. No quiero ir...
La maleta de ayer sigue empacada en un rincón, ni me he molestado en abrirla. Tampoco me quité el maquillaje al llegar, estaba agotada. Me desvestí de un tirón y me arrojé a la cama sin siquiera salir a fumar. Quería llamar a Nina y ver qué tal le había ido, pero bajé del avión en la madrugada, ya era demasiado tarde.
Le envío un mensaje sencillo de buenos días y le prometo llamarla apenas regrese de mi reunión. Le deseo que tenga una tarde tranquila. Luego, escribo también a Richie para que me recuerde su dirección y voy a darme una ducha. La necesito. He sudado en la noche y me arden los ojos por el delineador corrido.
Doña Esperanza debería venir hoy creo, ¿o mañana? Voy a dejarle la llave bajo la alfombra de bienvenida en el hall por si acaso. Espero no olvidarme.
"Tengo hambre", noto. No recuerdo si queda algo comestible en el refrigerador y definitivamente no tendré tiempo de detenerme de camino a la casa de mi manager. "Pero será mejor que no coma, de todas formas. Ver a Enzo me revolverá el estómago", asumo.
Abro la ducha y dejo que el agua caiga sobre mí, tan caliente como sea posible. La piel de mis hombros se torna roja, arde un poco. Lo disfruto por un par de minutos antes de buscar el shampoo para restregarlo por los mechones.
Un poco de espuma me obliga a cerrar los ojos. Frustrada, abro la boca lista para pedirle a Nina que me pase la toalla, y casi de inmediato recuerdo que estoy sola otra vez; de repente, el agua pareciera haberse vuelto helada. ¿Realmente me acostumbré tanto a su compañía en solo un par de semanas?
No sé cómo sentirme al respecto.
"Necesito un cigarrillo y no tengo tiempo para fumar antes de irme", maldigo y me apresuro a enjuagar el cabello.
Mierda.
Myre pareciera diluirse como la tintura que recubre mis mechones. Vanesa desea asomar, liberarse y escapar. Quiere poner punto final a las obligaciones y desaparecer... pero tiene miedo de hacerlo.
Recuerdo el sueño que tuve anoche. Fingía mi propia muerte como cantante y luego huía en moto hasta el hotel donde Nina se queda, en Albany. La convencía de tomar un vuelo a otro rincón del mundo donde nadie pudiera encontrarnos. Era una situación exagerada y dramática. Absurda y, al mismo tiempo, feliz.
Para poder desvanecerme por completo del ojo público tendría que arrancarme la piel y cortar mis cuerdas vocales. Incluso sin aretes o con cabello natural alguien me reconocería tarde o temprano y eso volvería a arrojarme al centro del ojo público.
Estoy condenada a seguir siendo Myre hasta que mi vida de extinga. Sé cómo funciona la industria en la que estoy metida. Incluso si dijera que voy a retirarme, la gente hablaría sobre mí, buscaría respuestas, perseguirían mi mundo privado hasta hallarlo y, pasados varios años, me exigirían un regreso a modo de aniversario de quién sabe qué cosa.
Una vez que alcanzas la fama —o la infamia—, no hay forma de regresar al anonimato por completo. Solo la muerte puede liberarte y no porque se olviden de ti, sino porque ya no debes preocuparte por lo que digan.
La idea para una nueva canción me invade. Son solo frases sueltas, conceptos que quiero anotar para no olvidarlos.
Cierro el grifo y abandono la ducha. Me envuelvo en una toalla y recorro la casa en busca del cuaderno que no sé dónde dejé. Si me apresuro, lograré garabatear algunas líneas antes de vestirme.
***
Llego tarde al hogar de Richie. En parte, esto es intencional porque quiero asegurarme de que todo el grupo esté reunido y que no haya posibilidad alguna de que me toque quedarme a solas con Enzo. Aparco a Tali en el primer espacio libre que veo frente al garaje y respiro hondo. Mis manos tiemblan cuando me quito el casco y mientras camino hacia la puerta.
—Estoy lista —musito para mí misma.
"No estoy lista", grita mi mente en una contradicción.
Entiendo que esta reunión es necesaria para poder cerrar el ciclo y poner punto final a todo lazo que me una a Wisp. No obstante, ni siquiera esa noción es capaz de alivianar el peso que lastima mis hombros.
El impulso de dar media vuelta y huir me tienta, pero años de querer dejar de existir me han convertido en una mujer resistente con la capacidad de contener sus deseos de actuar sin pensar lo suficiente al respecto.
Me detengo frente a la puerta y, en lugar de golpear, llamo por teléfono.
Richie y Joe viven en los suburbios, han comprado una casa que no llega a ser mansión, pero que definitivamente es demasiado grande para solo dos personas que ni siquiera pasan demasiado rato dentro. Ambos viajan mucho, pero cuando coinciden aquí deben pasarla de lujo. De estilo neocolonial y rodeada de palmeras y otros tantos árboles, se siente como un pequeño oasis. Es difícil creer que este vecindario forma parte de la misma ciudad en la que yo crecí sin dinero y de la misma ciudad en la que se halla mi apartamento.
Grandes ventanales recubren la mayor parte del hogar y permiten que la luz natural invada el interior todo el año. No puede verse nada de fuera hacia adentro porque son polarizados.
—¿Myrecita? —responde mi manager, creo que tiene la boca llena—. ¿Llegaste?
—Sep, estoy en la puerta.
—Pasa, pasa. Está sin llave —responde él. Escucho que bebe algo y se aclara la garganta—. Estamos en el solárium de atrás, frente a la piscina. ¿Trajiste bikini para nadar un rato?
Pongo fin a la conversación sin responderle y suelto un suspiro frustrado mientras voy hasta el sitio indicado. No he visitado a Richie muchas veces porque, cuando no está trabajando, su estilo de vida es demasiado estrafalario para mis estándares. Le gusta juntarse con amigos en pequeñas fiestas temáticas con bebidas y demás. Antes solía invitarme, pero creo que se cansó de intentarlo luego de tres años de rechazos. La última vez que acepté, a cada quién se le asigno vestirse por completo de un color particular y a mí me dieron marrón, me veía como un trozo de mierda. ¿Cómo es que hay gente que le gusta ese tono?
La gente suele creer que a todos los músicos y artistas les encanta el descontrol y el caos. No obstante, siento que jamás tuve tiempo siquiera para considerar esa posibilidad. De pequeña no tenía dinero, luego empecé a dedicar mis ratos libres al canal de ViewTube y pues... no sé. Supongo que ese ambiente no es para mí. Aprecio demasiado la soledad y las reuniones con poca gente.
Recuerdo el pánico que sentí cuando nos contrataron para un primer concierto real con casi trescientas personas en el público, me puse a llorar apenas salí de casa y no pude detenerme hasta que fue momento de comenzar.
Aún hoy me cuesta subir a escenarios, es solo que he aprendido a dominar el miedo y a pretender que no existe. Fingir se me da bastante natural.
Internet dice que lo que yo tengo es ansiedad social, sin embargo, a esta altura creo que simplemente tengo ansiedad en todas sus variantes. Soy una bola de ansiedad con patas. No sé en qué momento mi cerebro decidió romperse, la única certeza es que llevo más de una década agrietada, volviéndome escombros con cada parpadeo. Hay algo mal conmigo, y cada vez me cuesta más lidiar con ello.
El corazón me late con fuerza al tiempo que recorro las habitaciones de la casa rumbo a mi destino. Coloco ambas manos en los bolsillos de los shorts negros y las cierro en puños nerviosos. De lejos me llegan varias voces masculinas.
Cuando alcanzo el umbral, no obstante, se hace silencio. Los rostros giran en mi dirección y fuerzo una sonrisa.
—Paren el mundo, llegó la estrella —digo con tanta calma como puedo. Apoyo la espalda contra el marco de la puerta y me cruzo de brazos—. ¿Cómo es esto de que comenzaron sin mí?
El papel de muchacha rebelde y despreocupada está grabado en mi piel con tanta intensidad como los tatuajes que me recorren. Myre no es Vanesa, es el personaje en una obra demasiado extensa y en la que el telón se niega a caer. Espero que, cuando acabe, me den una ovación de pie en lugar de abucheos.
—Hey —Crest alza un vaso alargado en mi dirección, como si brindara—. El abogado tiene que irse temprano y no sabíamos cuando llegabas.
—Un resumen me vendría bien. —Camino hacia uno de los sillones laterales y me dejo caer. Lo escojo porque es el sitio más alejado de donde se encuentra Enzo; él es el único que ni siquiera ha movido un cabello para reconocer mi presencia.
—¿Recuerdas al señor González del Valle? —Richie baja la voz—. Espero estar pronunciándolo bien...
El aludido asiente y me saluda con un gesto amable.
—Mmm... me suena, pero no estoy segura —admito.
—Quizá recuerdas su otro... —insinúa mi manager, y de inmediato entiendo. Él también actúa como drag queen en un bar de otra ciudad como pasatiempo.
—Un placer. —El abogado interrumpe y se aclara la garganta, incómodo. Tiene apellido latinoamericano, pero su inglés es perfecto; probablemente haya nacido aquí—. ¿Ha traído el documento original? Me tomé la libertad de imprimir una copia, pero la calidad no es excelente.
Tardo algunos instantes en entender que se refiere a la carta.
—No. Lo siento, no me pidieron que la trajera. Ni sabía que la necesitaban o que el foco sería ese... —admito—. Todavía no puedo leer mentes, señor.
—Solo queríamos analizarla más a fondo porque Enzo no tiene ni idea de quién es esta chica que la escribió. —Crest señala a Wisp—. Y no sé si eso es preocupante porque significa que puede haber más adolescentes en la misma situación o porque estaba tan drogado que no sabe ni lo que hizo.
—O que capaz miente y exagera... —susurra el aludido, apenas audible y entre dientes; o eso creo escuchar.
—Me aseguraré de entregarle la carta a Richie en los próximos días —prometo y trago saliva.
—Bien, con eso aclarado. —Mi manager camina hacia mí para ofrecerme limonada—. Estuvimos evaluando los contratos que tenemos pendientes. Sabemos que el objetivo es no cancelarlos cuando sea posible, sino hallar formas de que ustedes dos trabajen por separado...
—Esperen. —Alzo la voz—. ¿Se reunieron ya sin mí?
—Sí, durante tus vacaciones, Myrecita querida. Intenté solucionar todo lo que pude sin molestarte porque sé que es un tema sensible para ti.
—Okey... ¿y todavía piensan seguir adelante con obligaciones a pesar de... esa carta? Es ridículo.
—Bueno, justamente por eso es que queríamos reunirnos —insiste mi manager—. Sé que estás alterada, bonita, pero necesitamos que te relajes y que seas paciente. Vamos a hablar de manera civilizada y ver cómo proceder. Yo podría hacer lo que quisiera, según el lazo legal que nos une. No obstante, ustedes son artistas a mi cargo y quiero que estemos todos en la misma página. A nuestra forma, somos una familia.
—Una bastante disfuncional... —murmuro con sarcasmo—. Pero veamos, oiré sin interrumpir.
Richie se sienta a mi lado, pero deja suficiente distancia para que nuestros cuerpos no se rocen ni por error porque entiende que estoy bastante más alterada de lo que aparento. Aprecio cuánto me conoce, él sabe cómo darme su apoyo sin abrumarme.
—Veamos, primero te contaré el plan que tenía hasta que me mostraste esa carta. Luego, de qué manera podría cambiar el panorama ahora y qué opciones podríamos considerar. —Mi manager agacha la cabeza, preocupado—. Ustedes tres tienen acuerdos y trabajos por separado, pero muchas veces también son contratados juntos, casi como un pack en promoción. Y tenemos unos cuantos contratos de esos en el horizonte para el resto del año. Puedo buscar el listado si así lo desean.
—Ahora no —afirma Crest—. No es lo importante.
—Exacto. —Richie asiente—. En sesiones de fotos o grabaciones podemos lograr que no interactúen, como ocurrió con el videoclip de la otra semana o con la sesión de fotos de San Valentín. Cada quién hace su parte en un horario diferente y se compila luego el material. Eso no es problema; sin embargo, hay entrevistas y eventos en vivo que requieren de la presencia de los tres. Como el panel en la Comic Con de San Diego.
Me llevo el vaso de limonada a la boca y bebo sumamente lento para no abrir la boca antes de tiempo. Quisiera decir un montón de cosas que no serían apropiadas ni profesionales, así que me contengo.
—Nunca estaríamos solos —aclara Enzo en un susurro apagado, no levanta la mirada ni gira el rostro hacia nosotros. Parece un muñeco de trapo en el rincón. Derrotado. Agotado. Débil y gastado. Apenas lo reconozco con esta actitud—. Solo interactuaríamos frente a las cámaras o sobre el escenario... y ya no tomaríamos más oportunidades.
—Cuando se aproxime el último evento grupal, él anunciaría que se retira por temas personales y de salud y desaparecería por completo de la escena pública. Sería la forma menos polémica de acabar con el asunto. Salvo que... —Richie no acaba la frase, es como si buscara las palabras y no quisiera pronunciarlas.
—Salvo que desearas colocar una denuncia formal y hacer público lo que ocurrió —culmina el abogado. Aunque no me sorprende que sepa de la situación, me incomoda que conozca sobre mi lado más vulnerable.
—Presentar una denuncia atraería mucha atención mediática —añade Crest, calmado—. Y es probable que esta chica y que otras tantas comiencen a hablar.
—No afectaría directamente tu carrera, más allá de hacerte más famosa, que sería algo positivo... —Mi manager por fin alza la mirada hacia mí—. Pero también podría interferir con tu vida privada de una manera mucho más profunda de la que quisieras.
Se hace un silencio incómodo. Sigo sorbiendo la limonada casi a cuentagotas, pensativa. Esperan que les brinde una respuesta que no poseo.
Entiendo que lo correcto es denunciar a Enzo, que las víctimas reciban justicia y que él pague por el daño que hizo. Al mismo tiempo, no sé si tendría el valor de testificar y revivir en mi mente la noche en la que me atacó. Y en cuanto a mi vida personal... me vería obligada a alejar a Nina y a mi padre. Tendría que volverme Myre a tiempo completo, convertirme en el personaje por quién sabe cuánto tiempo. ¿Podría tolerarlo? ¿O enloquecería?
—¿Y tú qué opinas, pedazo de mierda? —pregunto a Wisp.
—Hagan lo que crean mejor. No estoy en posición de elegir —murmura sin ganas.
—Te hice una pregunta, carajo —insisto y golpeo el muro tras el sillón.
—Lo que yo quiero es muy distinto de lo que creo que debe ocurrir —respira hondo y, por fin, me mira a los ojos—. Retirarme y desaparecer suena como la salida ideal. No volverían a verme.
"Claro, irías a destruir la vida de otras personas lejos de aquí", pienso con reencor.
—Ajá... como si nada hubiera pasado, ¿eh? Qué bonito. Tú podrías ir a la playa en Australia bien contento mientras yo tengo un ataque de pánico en medio de la madrugada porque una pesadilla me recordó lo que ocurrió.
—Por eso digo que no es lo correcto —insiste él—. Deberías denunciarme. Sería mucho más sencillo si tuvieras los datos reales de esta chica que escribió, podrías pagarle un abogado y que ella lidie con la prensa y el drama. Pero no lo tienes, así que tus opciones son esas.
—¿En serio? ¿Te dejo marchar con inocencia para salvar mi vida privada o te denuncio y termino enloqueciendo? Wow, con esos prospectos de futuro solo puedo decir una cosa: espero que la limonada tenga cianuro —gruño y bebo un gran sorbo para darle fuerza a la afirmación.
—Hay una sola salida más, pero no me agrada. —Richie se pone de pie y comienza a caminar de un lado al otro, pensativo—. Ambos podrían retirarse de la música mientras lidiamos con la denuncia en privado. Si los dos desaparecen de la escena, nadie hará mucho caso al problema.
—No —respondo de inmediato y sin pensarlo demasiado—. La música es mi vida. Sería incapaz de dejarla de esta forma tan repentina. ¿Por qué debería arruinar yo mi futuro en todos los escenarios presentados? ¿No tuve que aguantar suficiente ya?
—¿Y tú qué quieres? —pregunta Enzo en español.
—Lo quiero todo —respondo.
Quiero vivir sin miedo. Despertar sabiendo que no estoy sola. Sentirme aceptada. Encontrar un balance entre Myre y Vanesa. Quiero continuar haciendo lo que me apasiona. Quiero expresarme. Quiero ser yo misma. Quiero fusionar ambas partes de mí y presentarle eso al mundo. Quiero irme a dormir sin haber fumado, sin haber tenido ataques de pánico. Sin pesadillas. Quiero un abrazo en mis momentos de debilidad. Quiero hacer las cosas a mi propio ritmo. Quiero juntar las partes rotas de mi reflejo, volver a unirlas en una nueva imagen que muestre quién soy, con cada faceta y cada emoción. Quiero ser capaz de mantener una relación sentimental formal, pública y duradera. Quiero crear lazos con otras personas y tener amigos. Quiero ser más unida a mi padre y a nuestra cultura. Quiero cantar en español. Quiero también arrojar todo al demonio, cambiar de nombre y volver a empezar en un sitio inhóspito de otro continente. Quiero renacer.
Quiero ser feliz. Solo eso. Todo eso.
—Pues no se puede —Enzo fuerza una sonrisa—. ¿Cuál es tu prioridad? ¿La venganza? ¿La justicia? ¿La paz en tu vida? ¿La fama repentina? ¿El amor?
"Quiero volver el tiempo atrás, a cuando éramos felices y la vida era sencilla. Quiero detenerte cuando el problema apenas empezaba", ruego en silencio. "Quiero que vuelvas a ser ese adolescente travieso y divertido que soñaba con cantar en el Madison Square Garden".
—Quiero seguir cantando. Esa es mi prioridad —improviso, insegura.
Richie aplaude para llamar nuestra atención.
—Si bien creo que el español es un idioma sumamente sexy, me encantaría que nos hicieran parte de su debate.
—Lo siento —musito—. C-creo que quiero hacer la denuncia. Pero... necesito tiempo para pensarlo bien, para ver las consecuencias, para prepararme y buscar respuestas a las preguntas que me harán. Tengo que evaluar la repercusión que podría tener, lo positivo y lo negativo. Qué tan lejos estoy dispuesta a ir. ¿Debería cerrar todas mis redes para que no me busquen? ¿Irme a pasar medio año a una isla desierta hasta que mi padre tenga su operación? ¿Cómo afectaría esto el trabajo que tenemos por delante? No creo poder lidiar con todo a la vez. Es complicado, no puedo decidirlo así como así.
—Entiendo. —Nuestro manager va hasta una mesa y busca la limonada para llenar los vasos de todos otra vez, pensativo—. Puedo reevaluar los contratos que tienen en conjunto para el resto del año y ver si podemos cancelar sí o sí los que no han sido anunciados, como el concierto en... uy, no recuerdo el nombre, pero en esa gran county fair que se veía divertido. Con las cancelaciones, tal vez pueda mover lo que no es cancelable a fechas más cercanas para cerrar todas las actividades grupales en no más de tres meses.
—Y haría la denuncia luego de eso, para poder desaparecer tranquila un tiempo —completo la idea—. Podría ser.
—En lugar de seguir como si nada o de abandonar por completo la música, estarías en hiatus por medio año, o tal vez un año entero. Es posible que te llamen a testificar o a declarar alguna vez, pero también te ayudaría a cuidar tu salud mental. Podemos decir que es por un tema de salud o por asuntos familiares o... yo qué sé, ya inventaremos algo creíble.
El abogado tose y, con una leve reverencia, indica que debe marcharse ya. Se desliza por la puerta en silencio para no interrumpir el debate.
—Me parece coherente —asiento—. Podré poner mi vida en orden.
—Esto significaría que los próximos tres o cuatro meses serán caóticos para todo el equipo, y que deberán trabajar juntos a menudo. ¿Pueden lidiar con ello? La segunda mitad del año ya estarían en paz.
—Estoy a merced de lo que Vane decida —afirma Enzo.
—¿Cuándo podrías tener lista esa agenda tentativa para comprimir pendientes en un par de meses? —consulto.
—Un par de días. A más tardar la semana que viene. —Richie bosteza—. Solo necesito unas cuantas toneladas de café y estaría antes de fin de mes.
—Entonces, ese es el plan por ahora. —Cruzo mis piernas sobre el sofá y señalo a Crest—. ¿Y tú que dices?
—Me es indiferente.
—Bien. Empezaré a preparar el guión para el video en el que anuncio el hiatus para que lo evalúen antes de filmarlo. Tú —señalo a Wisp—, mantente limpio de sustancias y aliméntate, que pareces más muerto que vivo.
—Lo intentaré —pausa—. Digo, por lo de la comida. Llevo un mes limpio.
—Bien. Yo voy a necesitar ayuda, quizás una secretaria o algo temporal.
—¿Estás pensando lo que creo que piensas, Myrecilla? —Mi manager se muerde el labio, conteniendo las ganas de hacer un comentario mordaz sobre mi relación con Nina.
—Quizá. Lo discutiremos por privado cuando tengas la agenda lista y veamos si es factible seguir este plan —desvío el tema y bebo un sorbo de limonada—. Tengo mucho por decidir, pensar y redactar. Esta decisión no solo me afecta a mí, nos afecta a todos, también a nuestras familias.
Conversamos durante algunos minutos más. Luego, decidimos marcharnos para que cada quién se ocupe de lo suyo. Crest es el primero en irse. Luego, Enzo se pone de pie y extiende una mano hacia mí para despedirse.
—No quiero que me toques.
—Lo sé —suspira—. Sé que volveremos a vernos, pero me gustaría decirte que creo que has tomado la decisión correcta. Que no... que no estoy enfadado ni siento rencor por lo que harás. Ha sido un placer trabajar contigo. Y un honor que alguna vez me hayas considerado tu amigo. Adiós, Vane. —Se lleva la mano al bolsillo y se va también, cabizbajo.
Cuando él sale del cuarto, cierro los ojos y respiro hondo. Sé que un ataque de pánico se aproxima y necesito dominarlo. Richie me observa sin decir nada, sin juzgarme.
—Tengo una cita para que empieces terapia —murmura a los pocos minutos, con la esperanza de que sus palabras me ayuden—. Te la enviaré luego, ¿de acuerdo? Prométeme que irás. La primera sesión es presencial, las otras serán virtuales.
—Iré —susurro y me levanto, con una mano presionando fuerte sobre mi pecho.
—¿Quieres quedarte aquí? No te ves bien... Creo que te ha bajado la presión.
Niego con la cabeza, me acomodo la chaqueta y finjo sonreír para mostrarle que estoy mejor. Con eso, lo abrazo y me marcho de su hogar.
Apenas subo a Tali, sin embargo, comienzo a llorar. Conduzco con la vista nublada por la carretera, avanzo despacio porque solo una parte de mí desea desaparecer, la otra le teme a la muerte. Deseo desmayarme y que un camión me arrolle. También deseo llegar a casa y dormir con la noción de que pronto acabará este tormento.
"Debo ser prudente".
No puedo creer que tendré que describir el motivo de mis pesadillas más de una vez a extraños cuando testifique o con un psicólogo, me dan ganas de vomitar solo pensar en ello. También me arde el pecho al recordar los buenos momentos con Enzo; se siente horrible saber que yo seré su condena, aunque él la merezca. No quería esto. ¿Cómo fue que nuestros sueños de triunfar juntos se fueron por las cañerías de esta manera? Él me dejó una cicatriz en el alma y yo voy a arruinar su futuro por ello.
No quiero hacerlo, pero debo. Es lo correcto.
Es lo mejor.
—Perdón... —susurro a nadie. A la noche, tal vez. A Wisp, a mí y a nuestros años compartidos. A los recuerdos y a los sueños que se rompieron en alguna parte del camino. A los niños inocentes que alguna vez fuimos.
Los quiero =3
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