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7. (IM)PREDECIBLE


No logro concentrarme en nada de lo que hago. La jaqueca que martillea mi cabeza solo empeora la situación. Los apuntes que debo estudiar para el próximo examen se desdibujan a través de los cristales de mis lentes. No puedo distinguir las letras con suficiente claridad, y sé a la perfección que el problema soy yo.

Imágenes de anoche van y vienen de mi mente, tan nubladas como los papeles que intento leer. ¿Realmente me embriagué? No puedo creerlo. Si mis padres llegaran a enterarse... no tengo ni idea de lo que harían, pero sé que yo sufriría por ello. ¡Y ni hablar del hecho de que les mentí para ir a un concierto! ¡O de que acabé en el cubículo del baño de un bar, vomitando luego de haber tenido un encuentro bastante íntimo con mi cantante preferida! Y si supieran que es otra chica...

Ay, he roto tantas reglas en unas pocas horas que no me reconozco. La Nina normal se levanta temprano para ir a clases, ayuda unas horas en la pasantía del bufete de abogados y luego regresa a casa para cenar, ducharse y estudiar un poco antes de dormir. Nada más. No tiene tiempo para muchas salidas, ni para amistades profundas o romances.

"Ha sido solo un desliz. Una noche que se salió de control y que no volverá a ocurrir jamás", me repito una y otra vez.

Tengo en claro que no volveré a ver a Myre. Ella seguirá con su tour por el país y vivirá a su ritmo desenfrenado. Se olvidará pronto de mí. Seré solo una persona más con la que se ha divertido un rato y ya. La vida de los artistas suele ser así, ¿no? Ellos tienen incluso menos tiempo que yo para detenerse a forjar relaciones.

Es como dice el dicho ese... no me acuerdo bien las palabras exactas, pero es algo así como que los marineros tienen una enamorada en cada puerto. Pues los famosos son iguales, me imagino.

Suspiro. Paso mi lengua por los labios, que están secos, y vuelvo a recordar los besos de anoche. No sé cómo sentirme al respecto. Estoy confundida.

¿Debería avergonzarme? Yo creo que sí. Está mal tener esa clase de contacto en un sitio público. En especial con una desconocida. Y mucho más si esa desconocida es de tu mismo sexo. Y claro que siento pena por lo ocurrido. Al mismo tiempo, no me arrepiento por completo. Lo disfruté, fue un momento inolvidable que me sacudió de pies a cabeza. Sé que fue solo por el alcohol y que sobria no hubiese permitido algo así, pero... ay, ¿cómo ponerlo en palabras? No sé si sea posible.

No entiendo nada...

Sacudo la cabeza para dejar de pensar en eso. ¿En qué me había quedado? Ah, sí, el tercer capítulo sobre la historia del derecho penal de aquí. ¿Era el primer párrafo o el segundo? No sé ni qué estoy leyendo.

—¡Mierda! —maldigo en voz baja.

Estoy sola en casa. Es domingo y mis padres se han marchado al teatro. No sé qué es lo que iban a ver, pero se supone que tengo que aprovechar la paz de la tarde en soledad para estudiar. Y juro que lo estoy intentando desde hace horas.

Quiero llorar por la frustración. No he avanzado nada. Sigo en la misma página desde el mediodía.

Golpeo el escritorio con los puños y luego me agarro la cabeza. Necesito dejar de pensar en Myre, así como ella seguramente no ha vuelto a pensar en mí.

"No volverás a verla", intento convencerme. "Ella es inalcanzable. Y el examen, por el contrario, llegará en unos días y te alcanzará a ti".

Alzo la mirada a la taza de café. Ya me he bebido dos. Es más que suficiente. ¿Qué otra cosa puedo hacer para despejar la mente? Tal vez una ducha.

Con esa idea en mente, me pongo de pie. Voy al ropero a buscar un cambio de ropa limpio. Luego, salgo del cuarto y me dirijo al baño. Abro la ducha con el agua hirviendo para que haga vapor y comienzo a desvestirme. Lo hago con lentitud porque mamá se enfada si coloco la ropa toda enredada en la cesta.

Cuando ya casi termino, oigo que suena el timbre. Como no hay correo hoy, supongo que debe ser algún religioso que predica de puerta en puerta. O quizás un vendedor. O un vecino que necesita algo. Como sea, no es buen momento.

Solo me falta quitarme las bragas para ducharme... y el timbre sigue sonando. Una y otra y otra vez. Como con desesperación. ¿Será que mis padres olvidaron las llaves? ¿O algo grave?

Envuelvo mi cuerpo con una toalla y bajo las escaleras descalza. ¡Me congelo! Espero no enfermarme por culpa de esto.

—¡Ya voy! ¡Ya voy! —grito. Sé que no pueden oírme desde fuera.

Al llegar a la puerta, me pongo en puntitas de pie para ver por la pequeña mirilla. Papá me ha acostumbrado a hacerlo, por una cuestión de seguridad. El vecindario en el que vivimos no es peligroso, pero él dice que siempre es bueno ser precavidos.

"¿Qué demonios ocurre aquí?", dejo de respirar por algunos segundos. Myre está frente a mi casa. Entrecierro los ojos para cerciorarme de que no es mi imaginación jugándome una mala pasada justo cuando no tengo puestos los lentes.

Ella lleva un tapado negro que la cubre por completo. Se ha recogido el cabello. Casi no porta maquillaje hoy. Se ve muy diferente así.

Convencida de que es ella, abro la puerta de golpe, olvidando por completo mi desnudez. Me tiemblan las piernas, y creo que es por los nervios más que por la baja temperatura.

—¿Qué...?

—Dame tu teléfono —exige Myre sin siquiera saludar—. Necesito tu teléfono ahora mismo.

—E... está en mi cuarto, pasa. —Invito, tímida.

Si mis padres llegan y la ven, se enfadarán. Ella es una extraña que no debería entrar sin permiso de ellos. Y jamás se lo darían. Les desagradan las personas con cabello de color, con tatuajes o con aretes. Ellos odiarían cada detalle de Myre, tanto en aspecto como en personalidad. Y es posiblemente por eso mismo que me atrae tanto.

Cierro la puerta tras la cantante y la guío hasta la habitación. A medida que subo las escaleras, la noción de que no llevo ropa puesta hace que mi rostro se tiña de rojo. No necesito verlo, siento el calor que sube por mi cuerpo y que se aloja en las mejillas y las orejas.

Avanzo cabizbaja en un intento por ocultar la timidez que se apodera de mí.

En la planta superior, permito que ella entre antes que yo al cuarto y, desde el umbral, le señalo el bolso que llevé anoche al concierto. Es enorme porque dije a mi familia que me quedaba estudiando en el apartamento de una compañera que me iba a explicar un tema complicado.

Sin decir nada, Myre se sienta sobre la cama y empieza a quitar cosas del interior del bolso. Las llaves, un libro, mi billetera, el estuche de los lentes...

—Aquí no está —dice.

—Sí que está —aseguro.

—Te digo que no. —Lo voltea y lo sacude para demostrarme que tiene razón.

—¡Ay, no! ¡Ay, no! —Me abalanzo sobre el bolso y lo reviso, desesperada. La toalla casi cae al piso, pero logro atajarla justo a tiempo para volver a cubrirme.

Sin decir nada más, salgo corriendo del cuarto y voy a la cesta de ropa sucia del baño para ver si el aparato quedó en algún bolsillo.

¡No está! ¡Mi teléfono se perdió!

Ayer estaba mareada en el bar... Después de que Myre se fue, vomité por un buen rato. Tomé mis cosas, me lavé el rostro y salí del bar a toda prisa. Pasé por una gasolinera para comprar agua y aspirinas. Perdí tiempo allí porque quería regresar a casa pasado del amanecer para evitar sospechas. Y necesitaba estar sobria.

Pero en ningún momento revisé el teléfono porque jamás tengo notificaciones, salvo las de mis padres. Eso significa que... ¿quedó en el bar? ¿En el baño? Es lo único que se me ocurre.

Una vez más, regreso al cuarto. Creo que Myre lee la preocupación en mi rostro, porque se incorpora de inmediato al verme.

—¿¡Dónde está!?

—Lo perdí... —admito—. Creo que quedó en Sphinx.

Ella suelta un grito de frustración antes de responder.

—Vístete. Tenemos que encontrarlo.

—Aguarda —susurro, incómoda—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué quieres el teléfono? ¿Y cómo llegaste a mi casa?

—Vístete, te explico en el camino —insiste ella, apresurada—. Mi vuelo sale poco antes de medianoche. Necesito solucionar esto ya mismo.

Me quedo de pie en el sitio durante algunos segundos, a la espera de que ella salga de la habitación para que me pueda cambiar. Sin embargo, no se mueve. Solo su pie (tap) el piso una y otra vez, impaciente.

—¿Qué esperas? ¿Una invitación por correo postal? —Myre arquea una ceja.

—No voy a vestirme frente a ti. ¡Sal de aquí, por favor!

Ella se pone de pie en un salto mientras suelta una carcajada.

—Lo siento, ya voy. Pero que sepas que no me espantaré por ver a una mujer desnuda. No serías ni la primera ni la última que vaya a ver —ríe y camina hacia el umbral con pasos largos.

Me muerdo el labio, incómoda, y espero a que ella esté en el corredor, con la puerta cerrada. Una vez que quedo sola, voy al armario y escojo lo primero que veo porque, al parecer, estamos apuradas.

—¿Hace mucho frío? —consulto desde el interior.

—¡No tanto! —responde ella—. Apresúrate.

—¡Eso intento! ¡Pero ni siquiera sé qué ocurre, maldita sea! —Me cubro la boca porque temo haberla ofendido.

—¡Que te explico en el camino! —repite—. Vístete de una vez, o entraré y te pondré la ropa yo.

—¡Ni-ni se te ocurra! —La mera idea me llena de vergüenza.

Termino de arreglarme con cierta torpeza. Tomo los lentes del escritorio y luego me coloco las botas que usé ayer. Al acabar, abro la puerta y salgo al corredor. Estoy agitada.

—¿Quién te entiende? Ayer estabas dispuesta a que te quite todo. Hoy te paniqueas cuando sugiero vestirte —se burla—. Como sea, vamos.

Abro la boca para responder algo. Para mi sorpresa, me he quedado muda por su comentario. No tengo ni la más mínima idea de qué decir ante sus palabras. Solo atino a trotar por las escaleras tras ella hasta que algo se me ocurre, justo cuando alcanzamos la salida de la casa.

—Paniquear no es un verbo real, por cierto.

—Sí lo es —refuta ella.

—No. Búscalo en el diccionario —sugiero.

—No tengo tiempo. —Me toma del brazo y hace que corramos en dirección a la avenida más cercana—. Ahora corre, Abogada sexy.

—¡Me llamo Nina! —Mi voz sale chillona por los nervios.

—Lo sé.

Una vez más, Myre me arrastra a un bar. Esta vez es de día y no vamos a beber. De todas formas, no sé cómo sentirme al respecto. Me molesta que no pregunte, que asuma que haré lo que diga. Debe saber que le diré que sí casi siempre.  

Sé que en este capítulo no pasa casi nada, pero me encanta. Me resulta divertido xD


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