38. ALCANZABLE
Vanesa acaricia mi cabello con sus dedos, juega con los mechones en un gesto cariñoso. Esto me calma, creo que a ella también. Estamos en silencio, sentadas en ropa interior en el borde de la bañera que comienza a llenarse, con los pies ya sumergidos en el agua caliente. Pocas veces tenemos tiempo para usarla y relajarnos, es como si tuviéramos un acuerdo tácito en el que solo nos permitimos un baño de inmersión cuando el estrés y la ansiedad son abrumadores.
Cierro mis ojos y disfruto. Respiro hondo y sonrío sin darme cuenta. Myre suena una risilla ante mi reacción.
—No te burles —susurro.
—Perdona, es que te ves adorable.
—Mientes —refuto. Recuerdo que hace algunos meses jamás me habría atrevido a permitir que ella me viera así de expuesta con las luces encendidas. Ahora ya no me molesta, se siente natural—. ¿Extrañas tu cabello largo?
—A veces —admite ella—. Me encanta este corte y qué tan fácil es salir de casa sin tener que peinarme por más de diez segundos. Pero es... como que no me reconozco. Supongo que ya me acostumbraré. ¿A ti te gusta?
—Creo que se te ve increíble y que a muy poca gente le podría quedar así de bien —pauso para hallar las palabras correctas—. Los primeros días se me hizo raro, ya no. Me acostumbré. Supongo que... es el corte ideal para Myre, no tanto para Vanesa.
—¡Eso mismo! —exclama ella—. Diste en el blanco.
—¡Auch! —exclamo sin querer cuando sus dedos se enredan con un mechón y tiran.
—¡Ay, lo siento! ¿Te lastimé?
—No, no. Solo me tomaste desprevenida.
Ambas reímos. Bajo la mirada y la poso en los tatuajes de sus piernas, me resultan sumamente atractivos y no entiendo por qué. Por algunos segundos solo me quedo así, observando la tinta oscura sobre su palidez mientras recuerdo mi adolescencia. Por años vi a Myre y pensé que quería ser como ella, que me parecía hermosa porque deseaba verme igual; luego de intentar salir con Jonathan entendí que no era eso. No quería ser Myre, quería salir con Myre.
Crecemos sumidos en un pensamiento social colectivo de que las chicas se enamoran de chicos y viceversa, en una heteronormalidad generalizada. Por eso, cuando somos pequeños ni se nos ocurre la posibilidad de que algo distinto nos ocurra.
Cuando tenía siete años, mi tía me preguntó si ya tenía novio o qué compañero me gustaba. Y le dije que no, que ninguno. Ni a ella ni a mí se nos ocurrió que la pregunta podría haber sido formulada de otra manera: ¿Tienes novio o novia? ¿Te gusta alguien, sea del género que sea?
El mundo nos enseña que solo hay una opción válida y espera que no pongamos eso en tela de duda. En especial en familias como la mía. Entonces, cuesta mucho más darse cuenta de las cosas que nos ocurren. Es complicadísimo entender por qué ningún muchacho nos parece atractivo, por qué no nos generan atracción física.
Myre me rescató de ese angosto corredor que yo recorrí desde la infancia. Me mostró que los caminos tienen bifurcaciones y que hay avenidas con numerosos carriles que podemos tomar. Sin saberlo, ella me hizo entender lo que siempre estuvo dentro mío y que ni yo sabía interpretar. Tal vez por eso es que estoy tan ciegamente enamorada de ella, de cada centímetro de su cuerpo, de su sonrisa, de sus fortalezas y de sus debilidades.
No sé si un día hallaré las palabras indicadas para expresarle esto porque no las tengo, no existen. Solo sé que estar a su lado es lo que más correcto se ha sentido en mi vida.
—Creo que ya está como para meternos, ¿sales aromáticas para relajarnos, bomba de jabón o burbujas? —consulta ella, acariciando la superficie del agua.
—¿Es muy infantil si digo que burbujas?
—Para nada —ríe—. Las compré yo, así que si alguien debe ser acusada de actuar como niña... pues...
Vanesa se pone de pie y va al pequeño gabinete donde guardamos los artículos del baño. Busca una botella púrpura del interior y la trae consigo, también un control blanco.
—¿Y eso? —pregunto.
—Para el hidromasaje.
—¡Aguarda! ¿Tu bañera tiene algo así y nunca me dijiste?
—¿Hace falta que te lo diga? —Vierte el jabón en el agua—. ¿Para qué creías que eran esos círculos que están por todos lados? ¿Decoración?
—¡Y yo qué sé!
Nos desnudamos entre risas antes de sumergirnos. Ella, con la espalda contra la parte trasera y las piernas separadas hacia los lados. Yo, delante de ella porque soy más bajita y quepo mejor así.
El agua se desborda un poco con cada movimiento que hacemos, por mínimo que sea. Myre acaricia mis hombros con suavidad, yo hago lo mismo con sus muslos.
—Tenemos que hablar sobre muchas cosas —murmuro.
—Lo sé. Se nos han acumulado —admite ella—. ¿Eso es lo que te tiene estresada?
—En parte. ¿A ti no?
—Ni idea. Es que nunca es el momento ideal. ¿O quisieras tener conversaciones serias mientras te manoseo en la bañera? Porque si ese es tu fetiche...
—Empiezo a sospechar que no existe un lugar o un instante perfecto para esas cosas —niego—. Tenemos que crearlo nosotras.
—¿Qué dices si cuando acabamos aquí, pedimos una pizza y conversamos durante la cena? Sin prisas.
—Me agrada la idea —miento y comienzo a hacer un listado mental de asuntos que nos competen.
Por un lado, está el video que ella subió sin avisar. Además, está el tema de la foto que nos tomamos en el bar; no sé si estoy preparada para decirle la verdad o si usaré la misma mentira que le entregué a Richie. Necesito explicarle cómo va todo el asunto legal con Enzo y seguro tendré que abrirme con sinceridad sobre mis celos.
—Has vuelto a tensarte —nota ella, desliza sus brazos por debajo de los míos y se aferra a mis pechos para masajearlos debajo del agua—. Deja que te ayudo a relajarte.
Suelto un quejido de sorpresa y me sonrojo. Intento recostar la espalda un poco más sobre su cuerpo y echar la cabeza hacia atrás.
—Mmm... gracias —murmuro, sonriente.
—Es un placer. Sabes que adoro tocarte así y sentir cómo se te endurecen los pezones entre mis dedos —susurra, sin filtros—. Tus curvas son mi debilidad.
Siento que mi rostro arde por la vergüenza.
—Ya ni me acuerdo por qué estaba estresada —bromeo.
—Perfecto. Dame cinco minutos más y te olvidarás también hasta de tu nombre —asegura y presiona con más fuerza, robándome un quejido que hace eco dentro del baño.
Adoro que Vanesa tome el control, que disfrute de guiarme y de acariciarme. Es sumamente habilidosa con sus dedos, que recorren poco a poco cada parte de mí. Ha memorizado mis recovecos, los espacios que más me agradan y aquellos que me generan incomodidad.
Una de sus manos continúa jugando con mi pecho, la otra baja hacia mi lado, desciende por la pierna un poco y se cuela luego entre mis muslos. Incluso bajo el agua, la textura de su piel sobre la mía es embriagadora. Echo la cabeza hacia atrás nuevamente, tanto como puedo, hasta que logro un ángulo en el que podemos besarnos mientras ella me toca. No es la posición más cómoda que hemos tomado, pero me agrada.
Su deseo aleja mis celos. Mi cariño, creo yo, disipa su ansiedad. Aunque sea por un rato, podemos entregarnos a este vicio compartido.
Nuestros cuerpos buscan acomodarse sin moverse demasiado. Ella sube un poco más una de sus piernas, yo separo las mías. Trato de que mis brazos no interfieran con los movimientos de los suyos, que palpan mis zonas más sensibles con picardía.
—¿Estás a gusto? —susurra ella contra mi boca.
—Mmmm —asiento apenas, aunque no sea completamente cierto.
Ella sonríe. Intensifica el beso y el agarre de mi pecho antes de comenzar a acariciar con su otra mano justo entre mis piernas. Sus dedos son gentiles, juegan un poco sin pasar a mayores, tal vez porque la piel se pone sensible cuando queda expuesta al agua por demasiado tiempo.
—Buen masaje para el estrés —bromeo cuando nos separamos por algunos segundos para respirar.
—Totalmente, aunque creo que estaríamos más cómodas sobre la cama. —Hace una pausa y su estómago ruge.
Ambas reímos ante la interrupción.
—¿Cenamos primero y luego seguimos? —sugiero. Por más que me encante esto, sé cuánto le ha costado comer el último mes y quiero que se alimente. Su salud es más importante que mi placer.
—Buuuu —muerde mi labio inferior por unos instantes—. De acuerdo. El agua se está enfriando de todas formas.
Vanesa aleja sus manos de mi cuerpo y yo intento levantarme con cierta torpeza. Ella hace lo mismo. Nos secamos un poco dentro del baño y nos colocamos batas nada más. Es como si entre ambas hubiese un pacto tácito para no vestirnos, así luego podremos continuar donde nos habíamos quedado.
***
Hay algo distinto entre nosotras esta noche. El ambiente se siente más ligero, como si una densa capa de humedad se hubiese evaporado. Por primera vez y, a pesar del frío, cenamos en el balcón del cuarto. Trajimos dos sillas y la pequeña mesa de la sala; también pasamos un rato en internet comprando un set de exterior para poner aquí de forma definitiva. Escogimos uno muy bonito, de mimbre con almohadones anaranjados. Y lo hicimos juntas, detalle que me hizo sentir con mayor profundidad que aquí estoy en mi hogar, que he dejado de ser una invitada. Es extraño, pero aquel pequeño detalle me ha llenado de confianza y de alegrías. Me pregunto si Vanesa lo planeó intencionalmente para ayudarme a lidiar con los celos o si es solo una mera casualidad.
Sentadas lado a lado, compartimos una manta sobre las piernas de ambas. Nos vemos chistosas, con el cabello todavía mojado y ropa de invierno mal puesta sobre las batas, al aire libre tratando de acabar la pizza antes de que se enfríe demasiado.
Las luces están apagadas en la habitación y también en el balcón, no son necesarias. Nos llega el brillo intenso de un balcón aledaño y los pequeños focos de la ciudad a nuestro alrededor. La oscuridad brinda una falsa sensación de intimidad, como si este espacio fuese un set recortado de una película o una vieja postal. Pareciera que no hay nada ni nadie más, que el resto es pura escenografía.
—Es increíble que el vivo haya sido hoy, se siente lejano —murmura ella, pensativa.
—La verdad que sí —afirmo y poyo mi cabeza sobre su hombro—. Ha sido un día muy extenso.
—Ni me lo digas —ríe Myre—. ¿Estamos muy ocupadas mañana?
—No, por suerte no —intento recordar la agenda—. Te toca sesión con tu terapeuta tempranito y luego vamos a almorzar a casa de Crest para evaluar próximas canciones que quieran trabajar juntos. Necesitan presentarle a Richie los demos para fines de marzo. El objetivo es que haya tres nuevos para que salgan como singles en lo que resta del año. Dijo que, si estás muy abrumada, uno puede ser cover de otro tema, siempre y cuándo el artista original ya esté muerto.
—¿Así lo dijo? —bromea ella.
—No, él lo puso en palabras más profesionales.
—Ya me imaginaba —Vanesa contiene un bostezo—. ¿Y pasado mañana?
—El último ensayo antes de la grabación del videoclip.
—¿Cuándo filmamos?
—En cinco días —hago la cuenta con mis dedos—. ¿Por?
—Compré un brazalete que quiero ponerme ese día. ¿Sabes si ya están listos mis atuendos para la filmación?
—Creo que sí, me llegó un correo hoy mientras estaban en vivo, no lo miré todavía.
Myre asiente.
—¿Podemos hablar de algo que no sea trabajo? —pido.
—Claro. ¿Te molesta si fumo?
—No —miento y aguardo a que encienda su cigarrillo—. Tenemos muchos temas pendientes...
—Lo sé. ¿Me permites escoger el orden? —pregunta ella.
—Obvio.
—¿Cómo va lo de Enzo? —cuestiona—. He hecho todo lo posible por mantenerme al margen, pero todavía tengo pesadillas y... no sé, se siente muy raro no estar informada cuando sé que es algo que me compete y que podrían preguntarme en una entrevista.
—Avanza —explico, escojo mis palabras con cuidado—. No ha sido apresado, pero tiene prohibido salir del país hasta el juicio. Richie y yo le enviamos hace poco las declaraciones que creímos reales al abogado y solo nos queda esperar que él haga su trabajo y que nos den una fecha para ir a la corte. Apenas la tengamos, vamos a darte bien los detalles para que sepas qué esperar y cómo afrontar la situación. Porque es en ese momento que habrá que dar la primera declaración de prensa. No se va a transmitir eso en vivo, pero habrá periodistas haciendo preguntas para escribir notas al respecto.
—Ufff, qué complicado.
—Y... hay otra cosa —suspiro—. Enzo insiste en que quiere hablar contigo una vez más antes de que todo estalle. Asegura que es para disculparse, le hemos dicho que es mala idea.
—¿Sabes? —Myre enciende otro cigarrillo, la mano le tiembla—. Una parte de mí quisiera conversar con él, preguntarle muchas cosas y... no sé. Pero no estoy preparada. Me conozco, no lo soportaría ni aunque Richie y tú estuvieran a mi lado para apoyarme. Tal vez... después de que lo arresten, junte valor para verlo en la cárcel, me sentiría más segura. —Hace una pausa—. Asumiendo que lo condenan, claro. En este país nunca se sabe. Son capaces de darle dos meses de trabajo comunitario y de cancelarlo a la semana por buena conducta.
—Honestamente espero que no sea el caso.
—Yo igual. Quiero que pague por lo que hizo. —Myre respira hondo, agitada—. Lo peor del caso es que le creo. Le creo que está arrepentido. El problema es que no puedo perdonarlo. Espero que pase una temporada encerrado y que, cuando salga, se marche lejos. Deseo que pueda llevar una vida normal y sana después... pero que no sea parte de la mía. Ya no.
—Me parece coherente —asiento y la abrazo con fuerza—. Y recuerda que no tienes que lidiar con esto sola.
—Lo sé.
Nos quedamos en silencio. La sostengo contra mi cuerpo hasta que deja de temblar y sus hombros se relajan.
—Te quiero —susurra Vanesa de repente—. En serio. No imaginas cuánto agradezco que la vida te haya puesto en mi camino.
—En realidad, si nos ponemos técnicas, la vida te puso a ti en mi camino mientras conducía —bromeo y contengo la risa.
—Tonta. —Me despeina en un gesto juguetón—. No me dejas ponerme cursi en paz.
—¿Tú? ¿Cursi? ¿Quién eres y dónde quedó Myre?
—Se fue a dormir, ahora solo queda Vanesa —susurra—. Mírame.
Alzo la vista hacia ella, se ve hermosa. Incluso con los surcos oscuros bajo sus ojos y las lágrimas que brillan sobre sus mejillas. Con el rostro más angular y delgado que nunca y sin maquillaje. Es hermosa. Tiene una sonrisa triste pintada en los labios y la punta de la nariz un poco roja. La luz tenue crea un juego de contrastes que destaca ciertas facciones. El tatuaje de su rostro se pierde en la negrura.
Me gusta mucho más esta noche que en las miles de fotografías que coleccioné por años en mi viejo computador. Me gusta esta versión suya tan humana e imperfecta, alcanzable. Me gusta verla sincera y real. En estos momentos no es la viewtuber punk famosa y perfecta. Es una chica como yo, con sueños, con temores, con emociones fuertes que se arremolinan y que descontrolan.
Con suavidad, toma mi barbilla en una de sus manos y la alza para robarme un beso, que correspondo de inmediato. Sus labios saben a lágrimas y a humo, una combinación extraña que logro ignorar pronto. Coloco mis brazos alrededor de su cuello y la atraigo más hacia mí.
Lo siento. Siento el cariño que me transmite, las emociones que quiere demostrarme.
Es un beso dulce y extenso, silencioso hasta que nos separamos.
—Te quiero —repite ella.
—Lo sé. —Creo que ahora soy yo la que llora—. Yo también.
—Lo sé —repite—. Prometo que cuando todo este asunto acabe y mi mente deje de estar tan rota, hablaremos del otro tema que tenemos pendiente. De nosotras. Del futuro. De esta relación tan desestructurada que tenemos y de cómo podemos ponerla en orden. Sin importar qué haya puesto Richie en el calendario, te llevaré de vacaciones al rincón del mundo que quieras, solo nosotras. ¿Me tendrás paciencia?
—Solo si prometes no ilusionarme en vano —murmuro.
—Justo por eso te pido que me esperes. Todavía no estoy en condiciones de darte la atención y el cariño que mereces. Y no me agradan las cosas a medias. Solo... recuerda que te quiero, que te quiero en serio, Nina, y que no me imagino cómo podría seguir adelante sin ti. Mientras tanto... —hace una pausa extensa.
—¿Mientras tanto...? —consulto.
—Te aseguro que no tienes que preocuparte por otras personas. Ni por Alex ni por nadie. Sí, puede que alguien me resulte visualmente atractivo de vez en cuando, eso es normal y humano, pero no significa que esté interesada en ese alguien. ¿Si? Quiero que tengas la seguridad de que te quiero. A ti, Nina. Lo que si-siento por ti no es algo que pu-pueda sentir de repente por otros. No es algo q-que haya sentido antes por otros. Mierda, me cuesta poner estas cosas en palabras —se ríe de sí misma por titubear.
Asiento con un movimiento de mi cabeza y me froto los ojos para secarme las lágrimas. No sé qué responderle. Temo que, si abro la boca, lloraré tanto que se me van a enredad las sílabas.
—Más de una vez he dicho que no podría vivir sin música —añade ella, sonriente—, y tú eres mi melodía preferida.
Esas palabras rompen la poca estabilidad emocional que me quedaba. El llanto no se detiene, pierdo el control. Entierro mi rostro contra su pecho y la abrazo.
Myre comienza a cantar.
No, Vanesa comienza a cantar. Mezcla inglés y español. No conozco la melodía, quizá es una de sus canciones secretas.
—Cuando pienso en ti, mi corazón palpita. Eres una luz que brilla, iluminas las noches más oscuras, baby. —Su voz es suave, la canción es lenta—. No puedo imaginar los días sin ti, eres la pieza del puzzle que siempre me faltó...
No entiendo del todo lo que dice, pero me gusta. Suena bonita y, de alguna manera, logra transmitirme paz y amor. Cierro los ojos y disfruto a medida que me relajo, quisiera poder grabarla en mis recuerdos para reproducirla cada vez que esté triste.
Ay, ay, ay, este es uno de mis capítulos preferidos hasta ahora. Lo terminé de escribir con los ojos húmedos. ¿Cómo quedaron ustedes luego de leerlo?
Aprovecho para obsequiarles esta INCREÍBLE ilustración que hizo JuliiJovi de las niñas 🙊
Quedan 5 capítulos + epílogo, y prometo dejarlos sin estabilidad emocional en cada uno de ellos.
Gracias por leer la historia, por los votos, los comentarios, las reseñas, los posts en redes sociales, las recomendaciones, los tiktoks, los fanarts y... ¡todo! Los amo ❤
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