
3. ESTABLE
¡Holi! Disfruté mucho escribiendo este capítulo, espero que puedan darle mucho amor/comentarios. 😍
Richie guarda las sobras de su primera cena de la noche en la heladera, junto con el resto de la orden de comida china que compartiremos cuando llegue Crest. Observa con curiosidad las dos tazas sucias en el lavabo, ambas tienen marcas de labial porque las compartimos poco antes de salir del apartamento.
Me alegra mucho no estar sola porque son justamente esos detalles los que disparan mi ansiedad. No sé si deseo ver restos de Nina para sentirla cerca o si prefiero asear por completo como si ella jamás hubiera pasado por aquí.
El anhelo de fumar me consume y cada segundo que transcurre hace que sea más difícil contenerlo.
—Okey, Myrecita de mi corazón. —Mi manager se gira en mi dirección, en su rostro asoma una expresión de seriedad y de preocupación paternal—. Hablemos. Sé que lo necesitas.
—¿De qué? —Desvío la mirada.
—De ti. De tu salud física y mental. De tu carrera. No sé, de lo que quieras —regresa a mi lado. Permanece de pie y se cruza de brazos.
—Si supiera por dónde comenzar no te habría llamado —suspiro, aún sentada en el sillón.
Llevo varias noches de insomnio intentando acomodar las ideas y las emociones. Son como piezas de un puzzle que no logran encajar. Faltan algunas en el medio, quizás. O tal vez es solo que soy un desastre para esta clase de juegos.
—No soy psicólogo, pero hagamos algo que sé que Joe tuvo que hacer cuando iba a terapia hace unos años —sugiere—. Tráeme un anotador y algo con lo que escribir.
—Para qué.
—Escribir ¿para qué otra cosa iba a ser? —responde con obviedad.
Alzo una ceja, confundida, antes de ponerme de pie e ir hacia el estudio en busca de mi cuaderno. El corredor está a oscuras y reina un silencio molesto a mi alrededor. Pienso en mi cuarto, en la cama enorme y de mantas revueltas que de repente se sentirá vacía y en las prendas de talla grande que han quedado en el ropero. No quiero enfrentarme a eso, incluso si es solo por unos días. Creo que dormiré en la sala o en donde sea que esté por trabajo hasta el regreso de Nina.
Maldición, ¿cómo es que una persona puede pasar de ser una extraña a convertirse en parte indivisible de tu vida en menos de un mes? Ella se arraigó como una enredadera, trepó por los muros que me protegían y lo invadió todo. A esta altura, sería absurdo intentar cortar el asunto de raíz. Y la culpa es mía por caer en impulsos infantiles y egoístas.
Sin encender las luces, asomo al estudio, tomo los elementos necesarios y regreso al sillón. Me dispongo a sentarme, pero Riche hace un gesto con su mano para indicarme que mejor vayamos al balcón.
—Quieres fumar, ¿no?
—Sí... pero...
—Solo uno —pide—. El aire fresco de invierno ayudará a aclarar la mente.
—Si tú lo dices. —Busco los cigarrillos y el encendedor que dejé sobre la mesada y luego atravieso el ventanal rumbo al exterior.
Me acomodo en la silla que descansa en el rincón porque allí me siento segura; temo aproximarme al barandal e intentar lanzarme. Richie se queda a mi lado, de pie con la espalda contra el muro. Creo que sería prudente comprar otro sofá de exteriores para poner aquí cuando tengo visitas.
Mi manager toma el cuaderno con una mano y sostiene el bolígrafo con la otra, que se lleva a la boca y muerde sin darse cuenta. No pienso reprocharle el detalle luego de toda la ayuda que me brinda.
—Vayamos por parte —sugiere él—. Comencemos con tu salud, ¿te duele algo?
—La vida. —Enciendo el cigarrillo, mis manos tiemblan—. No es algo físico, supongo que estoy enloqueciendo.
—¿Por lo de Enzo?
—En parte —doy una primera pitada, el humo escapa de mi boca y se pierde en la noche—. Llevo meses nerviosa y estresada, pero lo que ocurrió en el hotel me... me desarmó. Juro que no sé cómo ponerlo en palabras, es solo que desde ese día no soy yo. Hay algo mal en mí —golpeo mi pecho con la mano libre.
—Sinceramente, no soy capaz de imaginar cómo te sientes porque nunca viví algo tan... feo —suspira—. Explícate sin miedo, suéltalo, Myrecilla. Te hará bien.
—Me... me agarran ataques de ansiedad de la nada. O de pánico, no sé cuál es la diferencia —admito—. Tengo miedo a estar sola, y me llegan ideas... como de arrojarme de la terraza o conducir la moto contra un muro. Casi no duermo. Me pongo nerviosa muy fácil y por tonterías. El humor me cambia de un segundo al otro... es como si... como si Myre se hubiera roto en pedazos. Y estar sola me pone vulnerable.
—¿Y Vanesa?
—Quiere escapar. Se asoma a ver qué ocurre, pero no tiene el valor de tomar las riendas y vuelve a esconderse. —Cruzo mis piernas y noto que Richie escribe algo—. Por eso creo que necesito ver a un psicólogo o algo de eso. ¿Qué haré si me da un ataque en medio de un concierto? ¿O si no logro contener el impulso de matarme?
—Creo que más o menos comienzo a entender... —Richie se rasca la nuca—. Deseas hallar la libertad de ser tu misma y, al mismo tiempo, no quieres arruinar tu carrera. Por eso tendremos la reunión a ver cómo concretaremos los contratos en los que tú y Enzo deben participar juntos.
—Exacto. No quiero estar a solas con él en ningún momento. Creo... creo que puedo mantener la compostura mientras haya otra gente alrededor —miento, asustada.
—Okey, con eso cubrimos dos de los temas a gran escala. ¿Qué hay de tu vida personal?
—No sé, ¿qué hay con eso? —Cierro los ojos y disfruto del cigarrillo.
—Pues, de repente, me enteré de que habías roto una de tus reglas principales, Myrecilla bella —recalca—. Escribiste un correo a una fan, la invitaste a tu casa por dos semanas, le pagaste todo lo que quiso y ahora intentas solucionarle la vida, que es mucho más de lo que jamás hubieras hecho por otra persona —respira hondo—. Y no me vengas con eso de que solo son amigas porque estoy convencido de que se han pasado medio mes revolcándose como puercas por todo el apartamento. Reconozco un chisme cuando lo veo, y tengo buen olfato para los amoríos ajenos. ¿Qué está pasando con esta chica?
—Nada. Tú me recomendaste que forjara una amistad y eso hice —desvío la mirada.
—Vete con ese cuento de hadas a tu abuela —se burla—. Seguro están saliendo y todavía no tienes ni idea de si quieres mantenerlo privado o hacerlo público.
—Nop —niego—. Solo somos amigas... con derecho.
—La quieres.
—Pues claro, es mi amiga.
—Eres la persona más terca que conozco. —Richie me despeina con cariño—. Te gusta. Estás enamorada y no quieres aceptarlo porque sabes que eso puede tener riesgos a tu carrera, a tu vida personal y lo mismo para ella, ¿no?
—No —aseguro—. Es mi amiga.
—¿Te acuestas con todas tus amigas?
—Es la única que tengo.
—Entonces Joe es mi amigo —bromea—. El amigo con el que duermo hace más de diez años.
—¿A qué quieres llegar? —alzo la voz, frustrada.
—Solo busco que te admitas las cosas a ti misma. No vas a poder salir del pozo si no te das cuenta primero que estás atrapada en el fondo. Te pondré la pregunta más directa: ¿quisieras salir con esta chica de forma oficial y tener una vida normal con ella sin tener que preocuparte por tu padre, por los fans, por la prensa ni por nada?
—¡Sí! ¡Mierda! ¡Carajo! ¿Y qué? Eso no puede ser porque no soy una persona normal, así que Nina es mi amiga. Y va a seguir siendo mi amiga. ¡No es un problema que pueda solucionarse! —grito, con los ojos húmedos—. ¿Está mal que me guste sentirme querida?
—No. Pero es tu fan ¿quiere a Vanesa o quiere a Myre?
—A ambas —murmuro—. O eso creo...
—Bien. —Richie anota algo más—. No estoy aquí para solucionarte las cosas, eso es algo que solo tú puedes hacer. Puedo tenderte mi mano para que salgas del pozo, pero si tú no la tomas y escalas, de nada servirá.
Doy la última pitada al cigarrillo antes de apagar la colilla contra el muro. Me tomo mi tiempo para saborear el humo y la nicotina. Después, abro los ojos y doy un vistazo a la ciudad. Miami, con sus cientos de miles de habitantes, que disfrutan de la noche sin sospechar que aquí estoy yo a punto de derrumbarme.
—¿Cuál es tu veredicto? —consulto con prisa, temo que Crest llegará pronto.
A modo de respuesta, Richie me entrega el cuaderno. Ha creado una especie de telaraña con palabras que se relacionan conmigo. En el centro hay un monigote que asumo me representa, aunque no se parezca en nada a mí. A los lados están mi nombre real y mi seudónimo con letras grandes y mayúsculas. Luego, más pequeñas, salen palabras varias de las que hemos hablado y flechas que las relacionan entre sí, con alguna de mis versiones o con el monigote.
—Mañana trataré de conseguirte un turno médico, no sé si con un psicólogo o con un psiquiatra. Es muy probable que quieran darte medicación contra la depresión para poder aplacar esos ataques. Seguro te harán hacer consultas de terapia, ojalá virtuales, cada cierto tiempo para ver cómo vas —explica él—. Eso, a nivel médico. Entiendo que lo que viviste en el hotel fue traumático y que, aunque no haya pasado a mayores, te ha dejado una herida.
—Okey... —asiento—. No entiendo bien tu diagrama.
—En cuanto a lo personal, eso es algo que debes trabajar por tu cuenta. Yo no soy quién para decirte qué hacer o cómo sentirte. Y, hasta que no tengas en claro tus propias emociones, será complicado darte consejos. Por más que pueda interpretar lo que creo que sientes, sé que lo negarás. Así no llegaremos a nada. —Se lleva las manos a los bolsillos del pantalón.
—A ver, dime, ¿qué es lo que piensas que me pasa? Quiero oírlo.
—Ya te lo comenté. Creo que has pasado mucho tiempo cerrándote en ti misma. Dejaste entrar a alguien en tu vida y te gustó. Te agradó tener compañía y te has aferrado a ello mucho más de lo que esperabas. Ahora, quiere volver al estado de soledad previa y te das cuenta de que no podrás soportarlo. Al mismo tiempo, te asusta la idea de que otras personas se involucren contigo y que eso desequilibre todo lo demás en tu vida.
—Bien, eso es bastante obvio y lo acepto... —inicio.
—No es todo —interrumpe él—. El gran problema es que te aterra pensar que quizá te has enamorado de esta chica. Porque no quieres enamorarte. Porque no te conviene enamorarte. Porque enamorarte puede darte problemas en otros frentes como tu familia o tu carrera. Porque enamorarte de una fan puede causar polémica. Porque si la relación no funciona, ella quedará atada al ojo público. Entonces, como no quieres enamorarte, no aceptas que ya lo has hecho.
—No —digo.
—Estás enloqueciendo porque solo tienes diez días para acomodar tus emociones y decidir qué hacer al respecto de lo que sientes. Seguro piensas día y noche en ella. La recuerdas. Quieres besarla, abrazarla, llevarla a tu cuarto y...
—¡No! —digo más fuerte, y me llevo ambas manos a la cabeza porque sus afirmaciones me causan jaqueca.
—Es posible que incluso te hayas planteado la posibilidad de abandonar tu carrera para ser feliz, pero luego recuerdas a tu padre. Puedes huir de Myre, pero no de Vanesa. Porque ambas son tú.
—¡Basta! —grito y comienzo a llorar—. Basta, por favor. No estoy enamorada. No puedo enamorarme. Menos de otra chica.
—Eres hipócrita, Myrecita bella. Lograste que ella juntara coraje para enfrentarse a su familia, para aceptarse a sí misma y perseguir un futuro en el que sea libre, pero tú no estás dispuesta a hacer lo mismo. —Richie pone una mano sobre mi hombro para intentar calmarme—. Solo puedo darte un consejo: el que no se arriesga, no gana. Ahora bien, para arriesgarte, primero debes aceptar y entender qué es lo que quieres. También lo que puedes perder. Yo, en tu lugar, y esto sí lo digo por experiencia propia, comenzaría por intentar conversar con tu padre. —Mi manager me da unas palmaditas—. Pero entremos, hace frío y sería un problema que te enfermaras.
Sin responder, me pongo de pie y lo sigo. Jamás debí haber invitado a Nina. Luego de que me dejó en Manhattan aquella noche que nos conocimos, el lazo debería haberse roto. Soy una idiota. Daría lo que fuera por volver el tiempo atrás.
Si algo hay de cierto en las palabras de Richie es que ahora que sé qué tan feliz puedo ser junto a otra persona, ya no disfrutaré de la soledad de la misma manera que en el pasado. Es imposible que mi vida regrese a lo que era hace un mes. Antes de Enzo. Antes de Nina. No puedo borrar el tiempo ni los recuerdos. Debo hacerlos parte de mí y usarlos para enfrentarme al presente y para pensar en mi futuro.
¿Qué siento por Nina? ¿Qué espero de ella? ¿Qué quiero para nosotras? ¿Podremos seguir siendo amigas, volver a distanciarnos hasta que ya no duela la ausencia o intentar forjar una relación de quién sabe qué clase?
Ojalá halle las respuestas antes de su regreso.
Maldita sea.
Me odio. La mayor parte de mis problemas se deben a que seguí un maldito impulso y rompí mis reglas. Debí haberme contenido. Aunque... si ella no hubiese estado aquí la noche en la que Enzo vino...
Sacudo la cabeza, prefiero no pensar en ello.
De momento, la única salida segura que veo es la muerte, capaz de borrar hasta el último de mis problemas. Pero no quiero tomarla, ansío hallar otra puerta o camino para escapar del laberinto de mi ansiedad.
—Crest dice que llega en diez minutos, voy a calentar la comida —avisa Richie.
"No tengo hambre", pienso.
—Okey —respondo y me dejo caer en el sillón—. Pásame una cerveza.
Cierro los ojos otra vez, me gusta cuando todo a mi alrededor se vuelve oscuridad, desvaneciéndose por completo por algunos instantes. Mierda, quisiera desaparecer, dejar de ser Myre. Dejar de ser Vanesa. Volver a empezar en otra vida.
Agradezco no estar sola esta noche. Mi mente me sabotea constantemente y los impulsos autodestructivos son cada vez más frecuentes. Al menos, me queda la esperanza de que estaré tan ocupada con el trabajo en los próximos días que no tendré suficiente tiempo como para ahogarme la noción de que me odio.
***
Le paso a Crest mi cerveza a medio beber. Él la sostiene por algunos segundos en sus manos antes de acabársela de sopetón. Creo que ambos estamos un poco ebrios, aunque no lo suficiente como para perder la noción de lo que nos rodea. Richie da sorbos minúsculos y pausados, los intercala con el arroz recalentado de la cena.
He traído una máquina de karaoke que me obsequiaron hace años y que pocas veces uso, más como una herramienta de trabajo que por diversión propia. Nos hemos puesto a cantar en medio de la madrugada por sugerencia de nuestro manager. La música es liberadora, en especial cuando son canciones que otros han compuesto.
Esta vez, para divertirnos un poco, cada quien elige la canción que cantará la próxima persona.
—Es broma, ¿no? —Me quejo cuando el título aparece en pantalla.
—Disfruta, Myrecilla. —Richie me guiña un ojo.
No puedo quejarme. Estas son las reglas del juego y debo obedecerlas. Suspiro y tomo el micrófono. Crest, a cargo de la pequeña consola, presiona en el botón de play. Así, empiezo a cantar You Give Love a Bad Name de Bon Jovi. Es un tema clásico que me encanta, pero que también dice frases que me apuñalan directo al corazón.
—"An angel's smile is what you sell, you promise me heaven, then put me through hell. Chains of love got a hold on me; when passion's a prison, you can't break free! Oh, oh, you're a loaded gun! Oh, oh, there's nowhere to run! No one can save me, the damage is done!" —Me dejo llevar por la música y por las emociones. Tengo los ojos llenos de lágrimas.
Mi diminuto público aplaude. Ya me vengaré de esto cuando me llegue el turno indicado. De momento, acabo la canción lo mejor que puedo y escojo la que le tocará al sonidista. Opto por algo tonto, Everybody Wants to be a Cat", de la película de Los Aristogatos. Para mi sorpresa, incluso se esfuerza por cambiar las voces de cada gato.
Cuando él acaba, pone por You're Welcome, de Moana. Nuestro manager intenta repetir algunos gestos y pasos de la película, pero comparar a un semidios musculoso medio desnudo con un estadounidense pálido y delgado que viste de traje lo hace sumamente chistoso.
Y, siguiendo la temática de Disney, obviamente Richie me selecciona I won't say I'm in Love, de Hercules.
—Esto no es justo —me quejo—. Te estás divirtiendo demasiado a costa de mi sufrimiento.
—Para eso somos los amigos —responde él entre carcajadas—. Al menos, creo que viene con el coro de las musas ya incluido, solo te toca una voz.
Resoplo y comienzo a cantar, pero decido hacerlo en español porque esta película en particular la vi de niña y traducida.
—"No pidan más que lo diga. No harán jamás que lo diga". —Me tiembla la voz en los últimos versos—. "Nadie sabrá, no hablaré de mi amor..."
Después de esto, le arrojo el micrófono en la cabeza a Crest.
—¡Oye!
—Vuelven a elegirme un tema así, y juro que los saco a ambos a patadas de mi casa —amenazo y contengo las lágrimas—. ¿Entendido?
—Entendidísimo —responden ambos.
Por pura frustración, escojo un tema de Eminem para el sonidista. Sé que se le va a enredar la lengua y que, luego de haber bebido, no podrá seguirle el ritmo. Y, mientras él canta, voy por otra lata para mí también. La necesito.
Bebemos y cantamos casi hasta el amanecer, cuando Crest y yo comenzamos a quedarnos dormidos en el sillón.
—Creo que ha sido suficiente. —Richie se pone de pie y apaga el karaoke—. ¿Te sientes mejor, Myrecita?
—Un poco —admito—. ¿Me harías un favor? ¿O dos?
—Claro.
—Busca mi teléfono y cárgalo. Debe estar sin batería ya —ruego.
—Okey, ¿qué más?
—¿Podrías traerme calcetines del cuarto? Tengo los pies helados.
—Bien, ya regreso. —El manager desaparece de mi campo de visión y yo aprovecho a cerrar los ojos.
Sobreviví a esta noche sin Nina luego de haberme acostumbrado a su presencia, creo que es un gran logro. Y no solo eso, sino que me divertí con dos personas que, a su manera, se han convertido en parte de mi familia. Siempre intenté mantenerlos relativamente lejos de Vanesa, como si formaran parte de un mundo opuesto. Hoy me doy cuenta de que han estado allí para mí incluso cuando no podía verlos o cuando intentaba ignorar su presencia. Richie y Crest son dos amigos magníficos, no solo colegas musicales. Espero que podamos tener más noches como estas en el futuro. Por un rato, he vuelto a sentirme como una adolescente despreocupada. Y me ha gustado.
Quizá no sea tan malo dejar que la gente entre en mi vida.
Comienzo a quedarme dormida cuando siento que mi manager coloca una manta por encima de mí.
—¿Mmmm?
—Traje dos de estas y también almohadas. —Nos entrega una a cada uno—. Asumí que dormirán ambos aquí en el sillón.
—Ajá... —aseguro.
Richie se arrodilla frente a mis piernas y me pone los calcetines en un gesto de cariño que me avergüenza un poco.
—Descansa. Mañana te llamo. —Se levanta y me despeina un poco—. Por cierto, excelente colección.
—¿Eh?
—De juguetes. En el cuarto —bromea—. Me alegra que la hayas pasado bien con tu "amiga".
Sin darme tiempo a reaccionar, recoge las sobras de la cena para deshacerse de ellas y marcharse. Quiero responderle, pero entre el agotamiento físico, el mental y toda la cerveza que bebí... pues me rindo. Es hora de dormir.
No estaré tan cómoda como en la cama, pero tampoco deseo levantarme. Tener a Crest en este mismo cuarto me hace sentir más segura. Menos sola. Y eso es justo lo que necesito en este momento.
Esta noche comprendí que sí tengo amigos. Que siempre los tuve, aunque me negara a llamarlos de esa forma. Entender esto me ha hecho un poquito más feliz.
¿Alguna vez participaron de un karaoke?
¿Qué canción escogieron (o escogerían si fueran a uno)?
A mí esas cosas me dan bastante vergüenza, participé dos veces en bares y a modo de broma con alguna amiga. La primera vez cantamos un tema de Floricienta (no recuerdo cuál) y la otra cantamos y bailamos Aserejé estando medio ebrias xD
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro