29. (IN)APROPIADO
Advertencia: cuidado al abrir este capítulo en un sitio público, posee una ilustración muy especial 🤐
La semana transcurre con prisa. De una forma que no sé exactamente cómo explicar, ambas comenzamos a acostumbrarnos a la convivencia, con sus altibajos. Somos muy distintas. Demasiado, tal vez. Pero eso no es un impedimento para disfrutar del tiempo que compartimos.
Nuestras rutinas y pasatiempos no siempre coinciden, tampoco los intereses en común. Yo anhelo la compañía de Myre, aunque ambas quedemos en silencio haciendo cosas distintas. Ella aprecia sobremanera sus momentos de soledad; los necesita y, como no deseo imponerme o incomodarla, los acepto muy a mi pesar.
Incluso en lo que respecta a la comida hay diferencias, y no solo en cuanto a sabores preferidos, sino también a horarios, condimentos, cantidades y demás. De todas formas, noto que ambas comenzamos a amoldarnos a las rutinas de la otra sin querer. Como si, inconscientemente, buscáramos hallar el punto medio exacto.
Disfruto al descubrir diversas facetas suyas que me sorprenden, en especial aquellas que se relacionan con su familia hispana. Antes de venir a Miami ni siquiera sabía que ella pudiera hablar español. Asumo que esconder ese tipo de aspectos forma parte del personaje que ha creado a través de la cámara. No pareciera que le avergüencen sus orígenes ahora, tal vez lo hacían cuando recién comenzaba a cantar.
Vanesa y Myre son casi dos personas diferentes. Se ven igual, pero pocos detalles más comparten. Y no sé cuál de ellas me atrae más. La primera es más humana, con cambios de humor, miedos e inseguridades que intenta ocultar. La segunda siempre sonríe y cuida cada palabra y gesto que hace en público. Por momentos, las dos versiones se entremezclan y no estoy segura cuál es la que predomina. No son múltiples personalidades, sino más bien como una actriz que pasa más tiempo dentro de su papel que fuera de él, hasta que comienza a olvidar quién es en realidad al bajarse del escenario.
"Myre es de quien me enamoré, pero Vanesa no está nada mal..., quizá me atraiga incluso más", se me ocurre. Supongo que, en el fondo, ambas me enloquecen por igual ya que, después de todo, son una misma persona.
Luego de llegar a esa conclusión, suelto un suspiro. He notado que estos últimos dos o tres días he dedicado cada instante de soledad que poseo a reflexionar sobre tonterías. No puedo controlarlo. Cuando todo a mi alrededor se silencia, mi mente comienza a hacer ruido. Quizá por ello trato de mantenerme ocupada. No me agrada cuando las ideas vagan de un tema al otro y se preguntan por mis padres, por mi futuro y por la incertidumbre. Quiero patear esos asuntos para más adelante. Y, sin embargo, es complicado desconectar el cerebro cada vez que algo me recuerda que la vida con Myre en Miami no durará para siempre.
Trago saliva.
Me resulta increíble que ya sea viernes.
Lamentablemente, muchas cosas están por mi mente en estos instantes mientras preparo un café. Estoy sola en el apartamento por primera vez desde mi llegada, y esa noción se presenta en mi interior como un mal augurio. No puedo evitarlo.
Quizá pronto sea momento de decidir cómo continuar con mi vida. ¿A dónde iré? Si Myre se cansa de mí, me enviará de regreso a Albany, y eso es lo último que deseo. Sería prudente que intente buscar empleo aquí mientras puedo. Sí, esa es una gran idea. El lunes tomaré un taxi o algo hasta la zona céntrica y me ofreceré para puestos sencillos: cajera, camarera, etc. Yo qué sé. Es una ciudad turística y seguro hay posiciones abiertas para personas tan inútiles como yo.
Además, se aproximan las fiestas. Navidad está a la vuelta de la esquina y entiendo a la perfección que no debería estar aquí en esos días. Myre seguro tiene planes con su propia familia. ¿O será de la clase de Grinch que prefiere irse a dormir en soledad como si fuera otro día más del montón? Supongo que no debería asumir qué hará. Le preguntaré luego.
Añado algunas cucharadas de azúcar a la taza de café humeante y esbozo una sonrisa triste.
Hasta ayer tuve la tonta ilusión de que podría mudarme aquí, pagar la mitad del alquiler o de las cuentas. Convertirme en una especie de roommate. No me atrevería a considerar que pueda haber un lazo mayor entre nosotras. Aunque hemos llegado a un acuerdo tácito para compartir la cama y de vez en cuando pues... hacemos más que dormir sobre el colchón, creo que para Myre sigo siendo una distracción pasajera nada más. Eso es lo que me transmite con su actitud y con la indiferencia de ciertos ratos.
Una parte de mí odia esa noción, la otra parte se deja llevar y disfruta de cada instante como si fuera el último de esa clase, justamente porque podría serlo. Esta ha sido la mejor semana de mi existencia y no quisiera arruinarla con pensamientos negativos sobre el futuro.
Maldición.
Si cierro los ojos, ya no puedo imaginar mi vida sin ella. Sin esto que tenemos. En menos de una semana me he acostumbrado a estar aquí, a su lado. Siento que este es mi hogar, a pesar de comprender que pronto deberé marcharme.
Myre y yo no somos nada. Compartimos mucho. Disfrutamos. Pero, en última instancia, el lazo que nos une es endeble y finito.
—¿Mmmm? —Llevo una mano a mi mejilla y noto que he comenzado a llorar.
Estoy sensible. Desorientada. Perdida. ¿Qué clase de futuro me espera? No sé si tenga el valor para volver a ver a mi familia algún día o para acabar con la carrera. Tampoco me siento lista como para estudiar algo diferente, ¿comenzar desde cero? ¿Y con qué dinero? Estoy asustada y me aterra enfrentarme a las posibilidades inciertas. Si Myre me deja de patitas en la calle, no tengo idea de qué será de mí.
"Ella no sería capaz de hacerme eso", intento convencerme, aunque dudo.
Las manos me tiemblan. Camino hasta el sillón y me acomodo en uno de los extremos, aferrando la taza con fuerza para que no se me caiga. Algunas gotas de café caliente se derraman sobre mis piernas desnudas y me hacen soltar una exclamación.
Segundos después, bebo el primer sorbo. Quema mi lengua.
"Debo disfrutar del momento mientras dure", me repito una y otra vez. Incluso si luego me toca dormir bajo un puente en la carretera o pedir limosna en las calles. "No arruines el tiempo más feliz que tendrás en tu vida por pensar en el futuro".
Aunque intento convencerme, no lo logro. Sigo llorando, desesperada. ¿Shanice me aceptaría de nuevo en su apartamento? ¿Mis padres perdonarían mi huida? Da igual, no puedo regresar a Albany. No estoy preparada. El día que vuelva, será con la cabeza en alto y mucho orgullo, para demostrar que he podido seguir adelante y forjar mi propio camino.
"Puedo hacerlo... cuando llegue el momento indicado", me digo.
En eso, escucho que la puerta se abre. Giro sin pensarlo demasiado.
—¡Regresé! Compré unas... —Myre deja algo en el suelo y camina hacia mí aprisa—. ¿Qué ocurrió?
—Na-nada —dejo la taza a un lado y me froto los ojos con ambas manos—. Estoy bien.
—Y yo soy Cleopatra. —Alza una ceja y lleva los brazos a su cadera—. Cuéntame.
—No quiero...
—¿Segura?
—Sí... —miento.
—Mira, no puedo obligarte a hablar porque yo tampoco suelo hacerlo. Solo te recomiendo darme una explicación porque sé que eso se siente bien, eso me lo enseñaste tú —suspira—. Escucha, soy pésima para lidiar con esta clase de situaciones, nunca sé qué hacer cuando alguien llora. Solo... recuerda que puedes confiar en mí. —Palmea mi hombro—. Si necesitas algo, me dices. Sin miedo ni vergüenza, ¿okey?
—Lo sé... —susurro y cambio de tema—. Disculpa. ¿Qué decías que es lo que compraste?
—¡Un árbol de Navidad! ¡Y galletitas en forma de pino! —exclama ella, emocionada—. Hace años que no tengo esta clase de cosas, pero se me ocurrió que eres la excusa perfecta para volver a decorar el apartamento y celebrar aquí. O sea, nunca lo hago porque vivo sola y nadie viene a ver. ¿Qué dices? Mañana cuando salgamos de la peluquería podemos escoger ornamentos. —Myre señala a uno de los lados—. Es un árbol pequeño igual porque más que eso no podía cargar en Tali.
Giro hacia la puerta y lo veo. Me causa ternura. En mi familia lo usual es ir a escoger un pino real enorme a una granja y que lo corten especialmente para nuestra sala de estar; suele ir desde el piso hasta el cielorraso y yo estoy a cargo de colocarle agua todas las mañanas hasta que llega Nochebuena. El árbol lo selecciona y decora siempre mi madre, que lo coloca justo frente a la ventana frontal para poder presumirlo a vecinos y a conocidos que invitan a cenar en estas fechas. Cuanto más grande y ostentoso el árbol, mejor para mis padres.
—Es tan pequeño que me causa ternura —río.
—Es mediano.
—No me llega ni a las rodillas, está enano —insisto—. ¿Es de verdad?
—¡No! Ni de chiste. Es plástico, así puedo volver a utilizarlo en el futuro. —Myre me guiña un ojo.
La vida aquí es sumamente diferente a lo que estoy acostumbrada, y me encanta. La emoción en la mirada de mi ídola me hace relajar los hombros y dejar de llorar. En estos momentos, parece una niña que acaba de salir de la juguetería. Está sinceramente emocionada ante la idea de decorar el apartamento para las fiestas. ¿Esto significa que me quedaré aquí hasta fin de año? Espero que sí, aunque no me atrevo a preguntar.
—Puedes pasar por mí cuando salgas de la peluquería —asiento.
—Iremos juntas, pedí turno para ambas.
—¿Qué? Mi cabello está perfecto así. —Por instinto, muevo los brazos y tomo los mechones del frente para observarlos.
—No dije que no se viera bien, pero me parece que es momento de que te atrevas a probar algo distinto. ¿Qué dices? En el salón tienen varias revistas de las que puedes tomar ideas. Y, si nada te gusta, solo te cortas un poco las puntas y ya.
—Lo... lo pensaré —afirmo.
Tal vez sea una buena idea. Como mi mamá no me dejaba llevar el cabello de ninguna forma que no se viera natural, jamás me planteé posibilidades más allá de lo básico. Es posible que un cambio de apariencia no muy drástico me ayude a separar a la Nina del pasado y la del presente.
Termino de beber el café mientras Myre se cambia por ropa más cómoda. Lavo la taza con paciencia y me relajo.
El resto de la tarde pasa con calma, aletargada y perezosa. Preparamos algunas palomitas y vemos una serie en el televisor. No sé cómo se llama, pero ambas quedamos atrapadas desde el primer episodio. Es un romance juvenil muy bonito, aunque tiene algunos momentos tristes.
Para la hora de la cena, ya hemos acabado la primera temporada completa y no tenemos ni idea de cuándo saldrá la siguiente. Dejo caer mi cabeza sobre el hombro de Myre, ella acaricia mi muslo con una mano en un gesto dulce.
—¿Tienes ganas de cocinar? —pregunta.
—No... —bostezo.
—Deja que pido una pizza o alguna otra cosa mientras elegimos qué ver ahora. ¿Puedo escoger yo?
—Es tu casa. Claro.
—Pongamos una de terror —sugiere Myre mientras hace la orden de comida en su teléfono con la mano libre.
—O-okey —acepto. Odio ese género porque siempre me genera pesadillas.
—Si tienes miedo en la noche, me puedes abrazar —susurra ella en mi oído, traviesa.
—De acuerdo —sonrío.
—No vale que te cubras los ojos —advierte y ríe.
—Bueno, entonces solo los cerraré.
Myre me da un codazo amistoso y comienza a buscar qué es lo que veremos a continuación.
La noche transcurre así, pacífica y cotidiana. Natural. Correcta. Me encanta la sencillez de esta vida, la libertad de poder pedir empanadas y quedarme levantada hasta tarde sin hacer nada. Ser independiente es genial, es una lástima que cuando este período acabe no sé qué haré para sobrevivir.
Mis ojos comienzan a cerrarse en algún momento de la película. Aunque asusta, es lenta y eso me permite distraerme y dejarme llevar por el sueño. Creo que dormiré aquí sin problemas, salvo que Myre decida despertarme cuando empiecen a pasar los créditos.
***
Estoy nerviosa. Salgo de la peluquería con la horrible sensación de que la gente me observa. Odio cuando descubro a algún extraño con la mirada puesta en mí, en especial si luego gira el rostro en dirección opuesta apenas yo me doy cuenta. Me juzgan, piensan cosas feas sobre los atuendos que uso, la silueta que poseo y demás. Les desagrado y se nota en sus expresiones. Es horrible.
¿Cómo es que me dejé convencer por Myre?
Luego de sentarnos frente a decenas de revistas por casi media hora, ella seleccionó cinco estilos que creía que se verían bien en mí y yo, para complacerla, escogí el más normal de todos. Ahora me arrepiento. No va conmigo, es muy raro. Esto de llamar la atención no me agrada.
Observo el reflejo de mi rostro en el escaparate de una tienda y me muerdo el labio inferior. Analizo el corte, que no es tan distinto al que tenía antes. Ver mi cabello alisado es bonito, porque lo hace parecer cuidado y prolijo. Ahora bien, los dos mechones frontales que han sido decolorados casi hasta el blanco me hacen sentir como salida de una adaptación de Frankenstein. No tienen ningún tono ridículo o llamativo, es solo mucho más claro que el resto.
Si mi madre me viera, le daría un ataque. Saldría corriendo a comprar tintura de mi coloración natural y lo arreglaría de inmediato. Diría que no es apropiado ni profesional, que una mujer respetable no llevaría la apariencia desprolija y llamativa de los adolescentes rebeldes.
"Pero ella ya no puede opinar...". Cierro los ojos por algunos instantes, respiro hondo y luego me observo de nuevo. Ya no pienso en mis padres ni en un futuro como abogada. Pienso en Nina. Simplemente en mí misma. Trato de disociar lo que se esperaba de mí y lo que soy.
—¿A ti qué te parece? —consulto en un susurro tímido. Suena tonto, pero buscar su aprobación me importa más de lo que debería.
El rostro de Myre se refleja a mi lado. Veo su expresión pensativa por algunos instantes.
—No es mi estilo personal, pero te queda muy bien a ti. Es un cambio que te sienta con la clase de ropa que usas y el maquillaje que te pones. Sigue resultando sobrio, aunque sin ser aburrido —asiente con un movimiento de su cabeza—. Creo que es el corte y el color ideal para ti en estos momentos.
Un alivio repentino me invade. Giro hacia ella y sonrío. Su constante sinceridad a veces me abruma. Al mismo tiempo, me relaja. Sé que hace lo posible por no endulzar sus palabras y, a pesar de que en ocasiones siento que lo hace, no es frecuente.
—Pues, tú lo escogiste —bromeo.
—No. Yo lo sugerí nada más. La palabra final fue tuya. Igual, sé que tengo buen gusto. —Cruza sus brazos y alza una ceja—. Vayamos a ver un par de cosas más y luego volvemos al apartamento.
Myre se decoloró las raíces y volvió a ponerse el mismo púrpura de siempre. Supongo que le gusta mantener una apariencia constante cuando puede. Además, se ve increíble así y no logro imaginarla con otro color. En sus primeras épocas pasaba de rosado a celeste, a verde, a naranja y pues... creo que tuvo incluso un arcoíris por algunas semanas.
—¿Cuál es el plan para hoy?
—Primero, una sorpresa. Luego, adornos navideños. —Me guiña un ojo y hace luego un gesto con su cabeza para que la siga—. Por cierto, ¿has considerado alguna vez tatuarte?
—No —respondo de inmediato.
—¿Por qué?
—Se ve doloroso...
—Lo es de vez en cuando. —Cruzamos la calle—. Pero imaginemos por un minuto que ni lo sintieras. ¿No te gustaría hacerte algo?
—No —insisto.
—¿Por qué?
—¿Y si me arrepiento?
—Se pueden quitar. No es lo usual y también duele, pero...
—¿A ti no te preocupa pensar que un día serás una ancianita con la piel toda arrugada y los tatuajes? —pregunto.
—No cambies de tema. Estoy a cargo del interrogatorio. Sigamos —entramos a un callejón—. Imagina que te puedes hacer cualquier tatuaje que quieras. Gratis. Sin dolor. Y en un sitio poco visible que seguramente no andarás mostrando mucho cuando seas vieja. Nadie lo vería si te vistieras como abogada. Tus padres jamás se enterarían de que lo tienes. ¿Así tampoco?
—Bueno así... con todas esas condiciones... —pienso en voz alta—. Quizá. Y solo quizá.
—¿Qué te harías? ¿Y dónde?
—El logo de tu canal de ViewTube —respondo sin pensarlo demasiado. De inmediato, me cubro la boca porque he vuelto a hablar como una fanática obsesiva y desquiciada—. O algo sencillo, como una mariposa. No sé dónde, ¿cerca del ombligo? —Hago una pausa—. ¿Y por qué estas preguntas?
—Porque quiero hacerme algo nuevo en unos días y no sé qué. Pensé que quizá podrías darme una buena idea, algo más fresco. Y lo has hecho —ríe.
—¿En serio?
—Sí. —Myre se lleva las manos a los bolsillos de sus pantalones cortos—. Nunca me hice el logo. Tengo una serpiente, pero no como la de mi canal. Es buena idea. Quizá me la pueda hacer en la espalda, justo encima del trasero.
Nos detenemos frente a un escaparate con luz fucsia. A primera vista, creo que es una tienda de disfraces. Pronto, sin embargo, noto que el único maniquí tiene grilletes felpudos púrpura en una mano y un látigo en la otra. Hay un cartel escrito a mano cerca de la parte inferior que dice: "Se hace ropa interior comestible a medida, con previa reserva y pago por adelantado". Es un Sex Shop.... se llama Amante Latino
Abro la boca para preguntar qué demonios hacemos aquí, aunque la respuesta es obvia y sé que quedaré como tonta si la expreso en voz alta. Contengo mis nervios y me obligo a bajar la mirada al piso para esconder la vergúenza lo mejor que puedo. Myre se esfuerza por no reír a carcajadas ante mi reacción y entra sin más.
Incómoda, la sigo.
La tienda es mucho más espaciosa por dentro que por fuera. Se extiende como un pasillo hacía atrás. Los muros han sido pintados de negro. Creo que la alfombra es fucsia, pero quizá se trate solo de un efecto de la iluminación. A ambos lados hay distintos anaqueles y sectores, divididos por letreros que indican qué puede encontrarse en cada sitio.
Caminamos con lentitud. Myre observa todo con interés, yo lo hago con curiosidad. Hay golosinas de formas fálicas, juguetes y artefactos que no entiendo para qué se usan, velas, accesorios, lencería, disfraces y más. Incluso veo un espacio para obsequios de aniversario. ¡Ay! Mi rostro arde con las imágenes de las cajas que contienen productos.
—Uh, ese me gusta. —Mi ídola señala un cuadro decorativo en estilo como de comic, con líneas gruesas y colores planos. Muestra a dos mujeres con ropa pin-up de los años cuarenta. Están en traje de baño, una le mete la mano por debajo de la bikini a la otra, que tiene expresión de placer—. Se vería bien en el corredor del apartamento, ¿no crees?
—No —digo, veloz—. ¿No te apenaría poner algo así en tu hogar?
—¿Por qué lo haría? Solo lo veríamos nosotras, y mi manager, que es gay y no tiene ni un solo filtro —ríe—. ¿Qué te genera vergüenza? No es como si tú no pusieras esa misma expresión cuando yo te toco.
—¡Shhhhhhhhhhhh! —El calor sube por mi cuerpo y hace que las mejillas se sienten en llamas.
—Nina, estamos en un maldito sex shop. Deja de ser tan puritana —palmea mi hombro.
—Es que estas cosas...
—Todo mundo las compra. Incluso tus padres deben tener algo de esto en su cuarto —se burla.
—¡No...!
—Es mucho más normal de lo que crees —insiste Myre.
—¿Q-qué demonios quieres comprar? —consulto.
—Mi propio regalo de Navidad. Y, de paso, tal vez encuentro alguna otra cosilla interesante.
Su respuesta me confunde mucho. Prefiero no insistir, ya me enteraré tarde o temprano.
"Déjate llevar. Nadie te está juzgando", me digo y trago saliva. Luego, respiro hondo y voy hacia una de las estanterías para ver mejor ciertos artículos. Me apena no entender para qué se usan la mayoría de las cosas que veo, en especial las que se ven bonitas. Hay, por ejemplo, una mariposa anaranjada como de goma que se vería linda como decoración, pero que viene con un control remoto y pues....
Apenas comprendo que se trata de un vibrador para ponerte debajo de la ropa interior, lo regreso a su sitio. Me siento sucia por haberlo sostenido entre mis manos, aunque estuviera en su caja sin abrir. Este sitio no es para mí. ¿Qué hago yo aquí?
—Si algo te gusta, tómalo y lo llevamos —dice Myre, sin dejar de avanzar hacia el fondo. Carga con un par de cosas que no sé en qué momento escogió—. Siempre es entretenido probar juguetes nuevos.
—¿Qué tienes ahí? —Me apresuro para alcanzarla.
—Una venda para ojos. Unas esposas de cuero y una caja de bombones que se veía rica. —Me la muestra, tienen forma de botellas—. Adentro tienen un poquitito de whisky.
—¿Y para qué quieres todo eso?
—Para amarrarte a la cama y hacerte gritar, claro. —Se encoge de hombros como si acabara de decir una obviedad. Su tono es extremadamente natural—. Pero no es lo que vine a buscar.
—Bienvenidas —una voz llega a nosotras desde el fondo—. ¿Las puedo ayudar con algo?
—¡Hey! ¿Cómo andas, Sofia? —Myre se acerca a la otra chica y yo levanto la mirada para observarla.
La muchacha es más o menos de nuestra misma edad. Tiene el cabello negro con unos mechones verdes, lo lleva recogido. Va muy maquillada y tiene puesto un atuendo que apenas si cubre lo necesario. El pantalón de cuero es tan corto que, de voltearse, seguro se le verían parcialmente las nalgas. Y no usa camisa, sino un sostén de encaje rojo que destaca sus buenas curvas. Sus zapatos son de plataforma, y aun así apenas tiene mi altura.
—¡Vane! No te reconocí, las últimas veces que te vi estabas con Enzo. —Sofía se lleva las manos a la cintura—. ¿En qué anda?
—Ni idea. —Myre desvía la mirada—. Hace tiempo no nos vemos. ¿Y Marcos?
—Trabajando. Anda de taxista estos días. ¿Buscas algo especial?
—Sí, permite que las presente —me observa a mí—. Sofía era compañera mía de la escuela, la única con la que todavía me hablo.
—La única a la que no intentaste golpear alguna vez —corrige la muchacha.
—Es lo mismo. Y ella es Nina —me señala—. Está de vacaciones aquí, se queda en mi apartamento unos días.
—Un gusto —sonrío.
—Lo mismo. —Sofía extiende su mano y yo la tomo.
—Vine porque queríamos hacer un encargo de la ropa interior comestible —suelta Myre—. Sé que es tu especialidad.
—¿Qué? —interrumpo y observo a mi ídola, confundida.
—¿Tu talla?
—No, la de ella. —Myre me señala—. Es un obsequio para las fiestas.
Mi cerebro pareciera hacer cortocircuito. Parpadeo varias veces, confundida, mientras ambas continúan hablando. No entiendo lo que dicen, tengo la mente en otro lado. ¿Qué demonios ocurre aquí?
—Si tienes de frambuesa, mejor —añade mi acompañante—. Es mi sabor preferido.
—Lo puedo combinar con algún otro, ¿qué tal moras, fresas y frambuesas? Es bastante popular, de lo que más me piden —explica Sofía—. Y los colores quedan increíbles.
—Sí, suena bien. ¿Cuándo estaría listo?
—Para ti, preciosa, en cinco días —bromea la muchacha—. Solo necesito tomar las medidas de tu amiga. Nana, ¿cierto?
Me toma un par de segundos entender que me habla a mí.
—Eh... Nina.
—Bien, eso, Nina. Quítate el sostén y el pantalón así puedo anotar bien tu talla.
—¿¡Qué!? ¡No! —chillo, avergonzada.
—Vamos, no es tan grave. Sofía trabaja en un sex shop, después de todo. Sabe lo que hace y es profesional, no deberías sentir pena frente a ella. Ve más culos en un día que tú en toda la vida —insiste Myre entre risas—. Vamos, hazlo por mí. Es mi obsequio.
—¿Quieres que me ponga ropa interior comestible en Nochebuena? —exclamo.
—Sí. Y un moño rojo alrededor del cuello, de hecho. Con zapatos a juego. Y labial carmesí también. Vas a ser mi postre. ¿Quieres que te describa en detalle lo que tengo en mente?
—¡No! —Me cubro la boca con ambas manos.
—Vamos, hazlo por mí —ruega—. Me pondré lo que tú quieras, a cambio.
La oferta es tentadora. Y no es que no desee tener una noche increíble con ella, sino que me apena demasiado que hable de ello en voz alta y frente a otra persona. Cierro los ojos por un instante e imagino que me coloco la ropa interior comestible y que ella la devora. Suena sumamente excitante y mentiría si dijera que no me interesa la propuesta. Es solo que...
"Deja de ser tan tonta, Nina", me digo. "Disfruta mientras puedas".
—Okey... —susurro, derrotada, y me pongo en puntitas de pie para susurrarle en el oído lo que quiero—. Ponte orejas de gatita negras. Pero solo eso, no un disfraz entero.
—Solo eso —repite ella en voz alta—. Lo tomare literal. Nada más que eso.
Estoy a punto de explicar que no era a lo que me refería, sino que intentaba aclarar que no me atrae la idea de que se ponga una nariz o que se dibuje bigotes ni nada raro. Pero contengo el impulso porque no tengo queja alguna ante la idea de verla únicamente con las orejitas.
—Es un trato. ¿Pueden tomarme las medidas en... otra parte? No quisiera que entren clientes y me vean —pido.
—Claro, hay un probador, sígueme —indica Sofía—. De paso, te muestro el pequeño catálogo con los modelos que puedo hacer, a ver cuál te gusta más. Que ese detalle sea sorpresa.
—Okey... —Asiento y voy tras ella.
Esta es, definitivamente, una experiencia para la que no estaba mentalmente preparada. La vergüenza que me invade es incalculable, pero también lo es la anticipación que me causa saber que tendremos una noche muy especial por delante. Aunque pueda ser la última, muero por experimentarla.
Volteo por un instante para ver por encima de mi hombro. Myre va y viene por la tienda, tomando varios productos casi sin detenerse a mirarlos. ¿Qué demonios va a hacer conmigo? No sé si quiero saberlo.
¡Ay! Este capítulo no iba a llevar ninguna ilustración, pero recibí este hermoso fanart de Tori (a quien le dediqué el capítulo) y no pude resistirme. Eso sí, tuve que censurarlo para Wattpad. Una vez más, pueden encontrar la versión completa en mi Patreon (¡cochinos!).
Me llena de felicidad ver cuándo cariño le tienen a esta historia y a sus personajes. Amo que me llenen con recomendaciones, fanarts, tiktoks y promos en redes. Gracias, en serio. No me alcanzan las palabras para expresar la gratitud que siento. ¡Son los mejores lectores del universo! 🤧
Por cierto, disfruten de la paz que precede a la tormenta, porque alrededor del capítulo 30 comenzarán a complicarse un poco las cosas 😯
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