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28. (IM)PERFECTA

Tampoco les recomiendo leer este capítulo en público.

Llevo casi tres horas editando el video con los obsequios de mis fans. La jaqueca va en constante aumento y se me están por acabar los cigarrillos. Una parte de mí dice que debería empezar a comprar varios packs a la vez; la otra parte sabe que alimentar el vicio sería una pésima idea.

Los ojos me arden, así que los froto con las manos.

El amanecer asomará pronto en el horizonte. Tonos violáceos tiñen ya el cielo con los primeros indicios de claridad y el tráfico comienza a poblar las avenidas en la distancia.

Una pareja en el piso de arriba discute español; ella maldice varias veces, a él no logro entenderlo. Asumo que habrán dejado la ventana del lavadero abierta y por eso sus voces me llegan sin inconvenientes. Cierro los ojos y respiro hondo. Un par de minutos después, uno de los dos se marcha con un portazo, no sé cuál, y la quietud de la mañana regresa.

Bien, mejor así. Ya bastante me duele la cabeza como para tolerar a los vecinos.

La laptop descansa sobre mis piernas, sobrecalentada y casi sin batería. Guardo el progreso que llevo hasta ahora y suspiro, debe quedarme media hora más o menos antes de que se apague. Espero lograr acabar pronto con esto, así luego puedo regresar al estudio y dejar que el archivo exporte mientras el aparato se recarga. Editar videos es sumamente aburrido porque debes mirar los mismos fragmentos una y otra vez.

Añado un texto por encima de lo que estoy diciendo en la pantalla y bostezo.

No pude pegar un ojo en toda la noche. Me atormenta la noción de que he cagado cualquier posibilidad de establecer una amistad normal con Nina. Temo que ahora ella tendrá altas expectativas de la relación entre ambas, que podría incluso malinterpretar lo ocurrido y creer que iniciaremos con algo serio y oficial.

Esa no es mi intención.

"Mi cuerpo lo necesitaba...", repito la excusa en silencio. "Sabía que estaba mal, que iba a complicarlo todo, pero..."

Suspiro. No puedo volver el tiempo atrás. Lo hecho, hecho está.

De todas formas, intento crear pretextos para expiar la culpa que me carcome.

"Richie fue el que sugirió una amistad, esto pasó porque él lo propuso", recuerdo. "Quizá lo que necesito es otra cosa".

Frustrada, continúo trabajando en el unboxing para subirlo lo antes posible a mi canal.

Corto casi medio minuto de silencio en el video y aumento la velocidad de otra parte en la que me cuesta un rato poder abrir una caja.

Ya casi acabo. Solo me queda poner un poco más de texto por encima de lo grabado y ya. Mis ediciones son sencillas y básicas. No tengo paciencia para añadir efectos ni para aprender trucos complejos.

En el canal de ViewTube conviven producciones profesionales y tonterías que hago por mi cuenta, como cuando recién comenzaba a subir contenido a internet. Es todo un tanto heterogéneo.

Llevo una mano al puente de la nariz y aprieto con fuerza para mitigar el dolor. Cuando acabe con esto, quizá pueda dejar una nota sobre la mesa e irme a andar un rato en Tali por la costa para refrescar la mente. Sé que es apenas una forma de evitar a Nina temporalmente, pero no sé cómo enfrentarla cuando se levante.

¿Qué le diré? ¿Tendría que disculparme? No, porque eso hará parecer que me arrepiento y herirá sus complejos. ¿Me retracto de lo que hice? No y, a la vez, sí. Sería hipócrita negar que lo disfruté.

Maldita sea. En mi cabeza vuelven a estar las voces que se contradicen. Todas me pertenecen, son diversas versiones de Myre y de Vanesa que discuten desde posturas inconsensuables. Si mi vida fuera una caricatura animada, habría decenas de clones de mí misma, cada una de ellas única a su manera, gritándose cada vez más fuerte. Ninguna oiría a la otra, porque así soy yo: terca y orgullosa.

Mierda.

Mi respiración comienza a agitarse. Es un cambio mínimo y casi imperceptible desde el exterior, aunque yo ya he aprendido a reconocerlo. Si logro calmarme a tiempo, evitaré un ataque de ansiedad. Cierro los ojos, tomo aire y lo suelto con lentitud. Otra vez. Otra vez.

"Acabemos con el video", me digo para distraerme.

Pongo toda la atención en mi tarea. Olvido el amanecer y a Nina. Al menos, hasta que ella abre la puerta del balcón sin previo aviso. La veo por el rabillo del ojo y mi corazón se sobresalta ante su inesperada llegada.

Por puro nerviosismo, cierro la laptop en un acto reflejo, como si intentara esconder algo. Es una tontería que acostumbré a hacer durante los tours porque detesto que la gente vea sobre mi hombro lo que tengo en las pantallas, siento que invaden mi privacidad. Incluso si solo estoy viendo memes estúpidos.

—¿Myre? —susurra ella y bosteza—. ¿Qué haces despierta tan temprano?

—Salí a fumar y no pude dormir más —miento—. ¿Y tú?

—Me levanté para ir al baño y no te vi... —Se abraza el cuerpo, tal vez a causa del frío matinal o quizá por pura vergüenza.

Nina lleva puesta la misma blusa de anoche, que la cubre lo suficiente como para que yo no me pueda dar cuenta si se ha puesto ropa interior o no por debajo. Su cabello está revuelto y enredado, seguro por el sudor. Tiene ojeras y sus labios se ven un tanto pálidos. Algunas marcas de mis besos asoman por los lados de su cuello, son rosadas como picaduras de mosquitos y me hacen sonreír.

—Estaba editando un video para mi canal de ViewTube —admito—, pero a esta cosa se le está por acabar la batería.

—¿Qué vas a subir? —Se nota emocionada, su lado fan reluce en el brillo repentino de sus ojos.

—Uno de esos unboxing de obsequios que envían mis seguidores —admito y decido quitarme la duda—. Oye, ¿alguna vez mandaste algo a mi casilla postal?

—Ufff... solo una vez, fue hace años. Era apenas una carta. No creo que la hayas visto.

—Es probable que no —admito y me rasco la nuca—. Lo siento.

Nina se encoge de hombros, resignada. Supongo que entiende que me llega demasiada correspondencia como para verla toda.

—¿No tienes frío? —cambia de tema; señala mi camiseta gris y sus ojos apuntan al hecho de que no llevo pantalones.

—Para nada, la batería de la laptop está que arde. —Fuerzo una sonrisa—. ¿Qué hora es?

—Casi las siete, creo.

—Supongo que puedo tomarme un descanso de esto. —Estiro los brazos hacia arriba y me pongo de pie, sosteniendo la portátil—. ¿Quieres desayunar algo?

—Primero me gustaría ducharme, y... —deja la frase inconclusa por unos instantes antes de girarse y abandonar el balcón.

—¿Y qué? —La sigo al interior.

—Nada, olvídalo. Tuve una mala idea nomás.

—Vamos, ¿qué ocurre? ¿Vas a decirme que yo también necesito una? ¿Tan sucia me veo? Me lavé los dientes y todo ya...

—No —ríe, tímida y cabizbaja—. Iba a preguntarte si querías... ya sabes... acompañarme.

Oh.

Eso.

Me rasco la nuca otra vez, un tanto incómoda. Lo que más me aterra en estos momentos es que ella se haga falsas ilusiones, que crea que ahora somos novias o alguna tontería de ese estilo. Al mismo tiempo... el daño ya está hecho, y ella solo estará aquí algunas semanas. Debería aprovechar su predisposición, ¿no? Disfrutar. Si ella quiere y yo también... pues, no veo el problema.

Me sorprende un poco su pedido, de todas formas. Sé que Nina tiene complejos con su cuerpo, temores e inseguridades generados por culpa de su madre. Cabe la posibilidad que lo que ocurrió anoche hiciera que la vergüenza en ella disminuyera, al menos cuando está en privado conmigo. Si ese es el caso, se trata de un buen primer paso para aceptarse. Y me alegra que se atreva a mostrarse como es, sin miedo, aunque sea solo frente a mí.

—Claro —digo con tanta naturalidad como puedo—. Será más rápido así, luego podemos ir a algún café frente al mar para el desayuno. ¿Qué dices?

Su rostro parece iluminarse. Sonríe, desbordante de alegría, y asiente con un gesto.

Realmente espero no arrepentirme de seguir estos impulsos. ¿Por qué demonios me importa tanto esta chica? ¡Apenas la conozco! Ella me genera deseos de protegerla, de mimarla, de cuidarla y, obviamente, también de disfrutarla.

Me gusta mucho, en especial, cuando hace sugerencias de esta clase, los momentos en los que permite que sus impulsos escapen sin filtros. Aprecio saber qué es lo que realmente piensa y desea, sin máscaras ni barreras para quedar bien. Lo correcto a mí no me importa.

Repaso mis reglas en silencio, haciendo hincapié en las que ya rompí: no involucrarme con fans, no confiar demasiado en nadie, separar la vida pública y privada. Mientras pueda mantener la última norma en su sitio, estaré bien.

Mi única gran prohibición al respecto es la regla final.

***

El agua caliente cae con fuerza sobre ambas. El baño se ha llenado de vapor en cuestión de segundos, el vidrio que separa la ducha del resto ha quedado tan empañado que ya no podemos ver más el exterior. La piel de mis hombros comienza a tornarse rojiza; arde un poco, pero esta clase de dolor vale la pena.

Nina está de espaldas a mí, un tanto avergonzada todavía. Coloca shampoo en su cabello y me pasa la botella sin voltearse. Luego, empieza a masajearse los mechones oscuros, que se cubren de espuma. La imito sin dejar de observarla.

—Gracias, linda —pronuncio sin pensar.

—No me llames así... —pide.

Con algo de luz, puedo entender un poco mejor por qué es que tiene tantos complejos y me encantaría decirle que no debería. Algunas marcas suaves se delinean a los lados de su cintura, como si en el pasado hubiese ganado y perdido bastante peso en poco tiempo. Su piel no es perfecta, la mía en realidad tampoco. Pero ella me ha idealizado y solo ve sus propios defectos. Es una lástima que le hayan hecho creer que es fea, porque no me lo parece en lo absoluto. Y, si las estrías le molestan tanto, hay cremas y tratamientos a los que podría acceder para deshacerse de ellas.

"Claro, quizá no tiene el dinero. O no sabe al respecto", pienso. "No me meteré donde no me han llamado".

Pero no me parece que le queden mal. Es más, cuanto más la observo, más me atrae. Ella es todo aquello que yo a veces quisiera ser, aunque sea por algunos días: normal. Puede pasar desapercibida en la multitud. No necesita depender de ningún vicio. Ha terminado la secundaria y podría obtener un título universitario. Si ella quisiera, la contratarían en un montón de sitios con un empleo estable. Podría tener mascotas y cuidarlas bien. Nina no necesita pretender, forzar sonrisas o cuidar cada palabra que pronuncia frente a extraños. Y su vida, aunque aburrida, ha sido estable y segura. Sin dramas. Sin pobreza. Sin acosos ni tentaciones.

Lo que siento es contradictorio. Ella representa valores que odio, como el conformismo, y, al mismo tiempo, una parte de mí anhela dejar de ser Myre. Poder llevar una existencia más relajada y sencilla, sin tanto estrés. Aunque sea por unos días.

Y ni hablar de sus curvas. Maldita sea, Nina podría compartir un poco con las pobres tablas desafortunadas como yo.

—De acuerdo. Me esforzaré por dejar de repetirte qué tan bonita eres. A partir de ahora, solo te lo demostraré —aseguro. Traviesa, rodeo su cuerpo con mis brazos desde detrás.

—¿¡Qué haces!?

—Esto —mientras digo la palabra, llevo ambas manos a sus pechos y los estrujo un poco—. Te ayudo a ducharte. Estás muy sucia desde anoche, ¿no es cierto?

—Yo... —Nina suelta un jadeo y se sostiene del vidrio lateral de la ducha.

—Sí, ya sé que es mi culpa que necesites darte un baño, así que por eso voy a encargarme de limpiarte. —Beso su cuello sin dejar de sostener sus pechos; luego, lo muerdo con suavidad como si fuera un vampiro, un poco de shampoo roza mis labios; sabe mal, pero lo tolero—. ¿Te parece bien?

—S-sí —murmura ella, el ruido del agua ahoga su voz.

La suelto y me despego un poco de ella para buscar el jabón. Tengo uno líquido y otro sólido, tomo el segundo.

"Quizá Richie está equivocado. No necesito una amiga, sino descargar toda la tensión sexual con la que cargo desde hace tiempo. Luego, ya podré relajarme y volver a concentrarme en mi carrera musical", pienso. "Nina no parece ofendida ni arrepentida, así que... intentaré disfrutar de su compañía al máximo por ahora".

El daño ya está hecho. Y, mientras mantengamos nuestros encuentros en privado, no debería haber inconvenientes. Ella ya me ha demostrado que sabe guardar secretos y que no me traicionará. Además, me encanta estar en control de estas situaciones.

Con esa decisión en mente, comienzo a deslizar el jabón por su espalda con lentitud. Recorro desde los hombros hacia abajo. Le doy una nalgada juguetona con mi mano libre y luego enjabono también su trasero. De allí, rodeo su cintura y lavo su abdomen; no le daré el gusto de ir directo a las zonas más sensibles.

Nina respira agitada. No puedo verle el rostro desde donde me encuentro, pero creo que ha cerrado los ojos, con la cabeza ligeramente hacia atrás, como mirando el cielorraso. Me encanta saber lo que le provoco.

—Estás sucia por aquí... —bromeo y paso el jabón justo por el medio de sus pechos—. Y aquí también. Y aquí... —voy diciendo a medida que acaricio su piel—. ¿Me olvido de algo?

—T-tú sabes... —responde, tímida.

—No, no sé. Dímelo. Si no me indicas qué me falta, quedará sucio —río y llevo mi boca al pequeño espacio detrás de su oreja.

Ella suelta una exclamación. Luego, toma una bocanada de aire.

—E-entre mis piernas... —susurra bajito, casi inaudible.

—Ah... sí, cierto. —Guio la mano con el jabón hasta el sitio y comienzo a frotar con suavidad—. ¿Sabes cuál es el problema? Temo que por intentar limpiarte voy a acabar dejándote más sucia que antes. —Presiono un poco más fuerte y ella jadea.

El agua comienza a enfriarse. Lamentablemente, el calentador tiene un límite y ya llevamos un buen rato aquí, bajo la ducha ardiente. Si no nos apresuramos, vamos a congelarnos. Y podríamos terminar enfermas.

Acaricio con el jabón entre sus piernas un poco más, solo porque disfruto al notar cómo su cuerpo reacciona al mío. Luego, alejo esa mano y uso la otra para ayudar a enjuagar la zona con el agua que cae.

—Mucho mejor, ¿no crees?

—S-sí.

Tomo a Nina de los hombros y la hago voltearse. Ella se resiste un poco, pero accede. Cuando queda frente a mí, su rostro está teñido de rojo, tal vez por la temperatura del agua o quizá por la pena que siente. O ambos.

—Pásame el acondicionador —indico y señalo.

Ella se coloca un poco y luego, en lugar de dármelo, también lo pasa por mi cabello con suavidad. Sus dedos acarician mi nuca, se siente bien. Es un gesto cargado de cariño, dulce y adorable. También me agrada este lado suyo, más inocente.

"Lo lamento, preciosa, pero creo que voy a corromperte, aunque no sea mi intención", pienso, divertida.

—Eres muy alta —ríe ella y se pone en puntas de pie para masajear el producto por mis mechones.

—Y tú muy bajita —bromeo y me dejo llevar. La empujo un poco hasta que su espalda queda contra el muro de la ducha.

Y la beso. Adoro la textura de su piel contra la mía.

Llevo ambos brazos a sus caderas y la alzo algunos centímetros del suelo con dificultad. No soy fuerte y sé que ella pesa más que yo. Pero no quiero que note cuánto me cuesta y se acompleje. Solo deseo sentirla cerca.

Nina se sorprende. Me rodea con las piernas para atraerme más. Con los rostros a la misma altura, puedo mover mi boca mucho mejor contra la suya. Impaciente, le hago saber que deseo que permita que mi lengua entre. Ella accede, comienza a comprender mis señales y mis acciones.

Sus pechos están contra los míos, que son sumamente pequeños en comparación. El roce es increíble, suave y húmedo. El agua que cae sobre ambas hace que el acondicionador se deslice por nuestros cuerpos, tornándolos resbalosos.

La boca de Nina todavía se mueve con cierta torpeza, me pregunto si mis aretes le molestan. No me los quito casi nunca, salvo cuando deseo desinfectarlos y volver a colocármelos. Debería preguntarle luego al respecto. Si prefiere que en esta clase de momentos no los use, me los puedo sacar.

Maldita sea, ¿cuánto hace que no me he sentido tan plena? No lo recuerdo. Trato de recordar otros besos. Con Wisp. Con chicos de la escuela. Con gente cuyo nombre ya no sabría pronunciar. No he disfrutado de ninguno ni la mitad que de los que he intercambiado con Nina. ¿Es esto a causa de la abstinencia forzosa con la que he lidiado el último año?

Y no es que no me atraigan los hombres. Es solo que mi cuerpo ansiaba demasiado esto. Exactamente esto que tengo ahora y que me excita tanto. Tengo que aprovechar al máximo las semanas que pasaremos juntas, porque quién sabe si alguna vez en la vida surgirá otra oportunidad de disfrutar de esta manera.

El agua vuelve a enfriarse otro tanto. El tiempo se nos agota. Le doy una mordida suave al labio inferior de ella y luego le permito volver a colocar los pies en el piso. Mis brazos no pueden sostenerla por más rato de todas formas.

—Enjuágate rápido, que nos vamos a congelar —digo, agitada.

—S-sí. —Se coloca justo debajo de donde cae la mayor parte de la ducha y masajea su cabello, sin observarme. Tímida, todavía.

Cuando acaba, me hace espacio para que yo también pueda quitarme el acondicionador. Cerramos el grifo y salimos de allí. Nos envolvemos en toallas limpias y nos dirigimos al ropero.

La piel de mis dedos está completamente arrugada.

La artista que creó creó la obra de arte de hoy fue weirdoplaces ❤

Y, antes de que me pregunten: sí, tuve que censurar la ilustración para Wattpad. Pueden encontrarla en mi Patreon (soy uutopicaa también allí).

En fin...

¿Cómo van llevando la trama? 

¿Qué es lo que más les gusta?

¿Quién es su personaje preferido?

Pronto reaparecerán algunos de los que ya vimos antes, así que espero que no los hayan olvidado.

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