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21. COMPARABLE


Siempre digo a la gente que la vida es una sola y que, por ende, hay que vivirla sin desperdiciar oportunidades. Sin embargo, estoy agotada y el clima es pésimo, así que pasamos la tarde entera en el hotel.

Nina parece estar un tanto estresada. Supongo que, al ser la primera vez que viajamos juntas por trabajo, quiere asegurarse de que todo salga perfecto. Planchó mi atuendo para la noche y dejó el maquillaje listo en el baño.

—No te apresures —pido, recostada en la cama con los ojos cerrados. Apenas pudimos dormir ayer, muero por tomar una siesta—. Ven, recuéstate un rato conmigo.

—¿Y si no suena la alarma? —responde ella sin voltearse mientras escoge su propio outfit.

—Ponemos tu alarma, mi alarma y, además, llamamos a la recepción y les pedimos que nos avisen a la hora que queramos. —Bostezo—. ¿Qué dices?

—Yo... lo siento —se disculpa Nina—. No creo poder dormir, pero si quieres me arrojo a tu lado y me quedo quieta.

—Todo saldrá bien. He hecho esto un millón de veces.

—Lo sé, pero es nuevo para mí —suspira ella y se sienta a los pies de la cama—. Perdona. Estoy nerviosa.

—Se nota —río—. ¿Quieres que pidamos algo rico para comer? Es temprano para cenar, pero ¿qué importa? ¿O tienes ganas de salir a dar una vuelta?

—Eso sí que no. ¿Y si te enfermas bajo la lluvia? —Mueve su cabeza de un lado al otro.

—Te ofrecería un cigarrillo, pero sé que los odias. A mí me ayudan a relajarme.

—No te preocupes, estaré bien. Confío en que pronto voy a acostumbrarme a los conciertos y demás —asegura y se deja caer a mi lado con un suspiro—. ¿Estabas nerviosa la primera vez que te presentaste en vivo?

—Obviamente. Pensé que no iría nadie —admito—. Pero eso era una tontería, eh. Porque canté en un bar que frecuentaba con Enzo. Sabía a la perfección que habría gente allí bebiendo y conversando. Siempre tenían entre quince y treinta clientes los fines de semana. Era popular porque todos en la zona sabían que vendían cervezas a cualquiera sin preguntar edad.

Empiezo a recordar la noche. Yo llevaba el cabello rosado por los hombros y un vestido de estilo gótico. Me había arreglado mucho más de lo necesario, casi parecía que me hubiese puesto un disfraz. No me veía como yo misma y el personaje de Myre recién comenzaba a gestarse y a crear su propia identidad.

No hay fotos ni videos de esa noche porque fuimos solos. No teníamos a Richie todavía y nuestros padres tenían nulo interés por la música que creábamos, asumían que era una tontería juvenil del momento.

Recuerdo que me sentía hermosa y especial, aunque es probable que me viera ridícula. Enzo tenía el mismo estilo que ahora, solo que con camisetas y zapatillas gastadas y hasta con agujeros que compraba usadas; siempre llevó el mismo corte de cabello que lo hacía ver como un chico malo de aquellos años, algo que contrastaba con su actitud entusiasta y soñadora. En esa época se hacía llamar Whisper en lugar de Wisp, nunca supe por qué cambió el apodo.

—Me habría encantado ver eso —responde Nina y se corrige de inmediato—. Lo siento. Es que me cuesta controlar mi lado fan.

—Ya me estoy acostumbrando, no es tan grave como temía —miento—. ¿Sabes? Sigue sorprendiéndome que te guste la música que hago. No pareces la clase de público que suelo tener.

—Lo sé. —Nina se gira sobre el colchón y me observa, siento su mirada sobre mí—. Creo que no te hubiese descubierto si no fuera por mi prima. Ella tenía una onda más alocada cuando éramos chicas. Ya no.

—¿Alguna vez quisiste vestirte más punk? ¿O teñirte el cabello? Digo, cuando eras adolescente. —Abro los ojos y la observo con curiosidad—. Perdona si te lo pregunté antes, no lo recuerdo.

—¿La verdad? No lo sé. Tenía tanto miedo a mis padres que ni siquiera podía permitirme pensar en algo como eso. Lo máximo que se me ocurre es que siempre que me creaba avatares o similares en internet, escogía el cabello en color naranja. Me gustaba mucho. ¿Te imaginas? Parecería una zanahoria.

No puedo evitar soltar una carcajada por la comparación.

—Pero si es un color fantástico.

—Me quedaría horrible. —Ella se sonroja.

—¿Tú crees?

—Sí. Es más, a ver, ¿qué color raro crees que se me vería mejor?

—Mmm.... —Pienso por algunos segundos—. Creo que se te vería bien tener el cabello completamente negro con varios mechones en un verde azulado. O quizá las puntas en lugar de los mechones. O algo así. Pero siento que esa combinación te sentaría genial. Algo en ti me hace imaginarte en negro y teal.

—Quizá algún día me compre una peluca así para probar —bromea Nina.

—¡Eres una genia! —exclamo—. Podríamos ir al salón de Sabrina y pedirle que te deje probarte pelucas. Seguro tiene esos colores. Si alguna te encanta, te haces la tintura de verdad luego.

—¡No! Que si es solo para imaginarlo. Mi cabello se quedará natural, ya ha sido suficiente con decolorarme dos mechas. —Abraza una almohada, apenada.

—¿Me dejarías algún día divertirme con tu imagen? —consulto.

—¿A qué te refieres?

—Comprarte un atuendo de mi estilo, ponerte una peluca de colores, tatuajes temporales, aretes falsos. Ya sabes. Ver qué tal te sienta eso por un día. Sería divertido, ¿no crees? Y yo hago lo contrario. Me pongo cabello de color natural, cubro mi piel con maquillaje para que no se noten los tatuajes, me quito los aretes y me visto con un trajecito formal.

—¿Para Halloween? —sugiere ella, aceptando la idea.

—¡Sí! —exclamo—. Me encanta. Yo seré la secretaria y tú la artista por un día.

—Solo si prometes no pedirme que cante.

—Es un trato —aseguro.

Ambas reímos a carcajadas mientras conversamos sobre esta idea tonta. Ella parece haberse relajado, eso me alegra. No solo porque quiero ayudarla a sentirse mejor, sino porque sus nervios alimentan mi ansiedad. Y si lo digo en voz alta, se culpará y eso empeorará la situación.

Algo me dice que esta noche será una experiencia diferente. Nina tendrá una probadita de lo que es mi estilo de vida. Espero que no sea demasiado estresante y que pueda tolerarlo.

***

Mi última canción acaba, alzo los brazos al aire mientras el público grita y aplaude. Muchos no deben saber quién soy siquiera, y solo se enterarán si siguen al evento en redes sociales cuando suban los videos mañana o pasado. No importa. Esta clase de eventos son sumamente divertidos porque solo tengo que cantar tres temas y luego puedo disfrutar de buena música en mi pequeño camerino.

Nina aguarda por mí a un costado del escenario. Me pasa una toalla para que me seque el sudor del rostro y sonríe. Sus ojos brillan porque ha disfrutado de mi presentación, se la ve un poco más relajada que antes. Creo que su lado fan comienza a desbordar, generando en mí una mezcla entre ternura y tedio que no sabría cómo explicar.

Le agradezco con una sonrisa y le hago señas para regresar a nuestro espacio privado. Necesito beber un poco de agua y cambiarme la ropa por algo más cómodo. Las botas hasta la rodilla y las medias de rejilla son muy bonitas, pero no prácticas. Ya quiero colocarme mis pantalones cargo favoritos y zapatillas gastadas.

Mientras nos alejamos, oímos que la multitud salta y baila al ritmo de la música. El DJ pasa canciones de los ochenta en adelante, algunas están mezcladas con sonidos modernos que no le quitan la esencia y que ayudan a que uno sienta incluso más ganas de moverse al ritmo de las melodías.

Tras bambalinas, muevo los labios al ritmo de Sweet Child of Mine, de los Guns N' Roses y camino junto a Nina por los corredores.

—¡Hey! ¡Buen show! —dice una voz masculina cuando nos hemos alejado un poco.

Volteo y me topo con Mark Shaunce, el vocalista de Six Poison Jars. En sus manos carga con una botella de agua y un paquete de Doritos.

—Gracias —respondo con la garganta un tanto seca.

—¿Te quedarás a vernos?

—Obvio —asiento—, me gusta mucho su estilo.

—Es un honor. Podemos ir por una cervezas luego, si les apetece —sugiere—. Ya saben, para conversar un rato y festejar por otro espectáculo bien dado.

—Preferiría no beber porque mañana será un día extenso, pero acepto un frappé o un helado. —Le guiño un ojo, divertida.

—Lo que prefieras, eh...

—Myre —aclaro. Duele un poco que no sepa quién soy.

—Cierto. Perdón, es que tengo pésima memoria para ciertas cosas —se disculpa Mark—. Nos vemos en la esquina de aquí y la avenida unos minutos después de que toquemos, entonces.

—De acuerdo —afirmo y continúo con mi camino.

Siento la mirada curiosa e incómoda de Nina. Claro que ella también está invitada, vamos a ir todos juntos a algún diner seguramente, nada del otro mundo. En su mente creo que imagina una noche alocada con músicos fuera de control. Quisiera calmarla, pero me parece que será mejor que lo descubra por sí misma. Si va a viajar conmigo de ahora en adelante, necesita acostumbrarse a esta clase de situaciones en las que aceptamos salidas, cenas y tragos improvisados de otros artistas solo para mantener una imagen positiva en la comunidad. Para que no hablen de lo amargada y odiosa que puedo ser.

—Prometo que no nos quedaremos mucho —murmuro.

—Como tu quieras, ya diste el show y estás libre hasta que regresemos —responde ella y se muerde el labio inferior.

Asiento, sin intentar apaciguar sus nervios. Sé cuánto le cuesta interactuar con extraños, pero también sé que en pocos minutos puede entrar en confianza y disfrutar, como ocurrió en mi apartamento para Nochebuena.

La guio hacia nuestro pequeño camerino, que es apenas del tamaño de un closet, para poder cambiarme la ropa y retocar el maquillaje. Me gustaría disfrutar del aire acondicionado por un rato antes de que comience a tocar Six Poison Jars.

Nina se sienta en el sillón que apenas cabe y que ocupa la mitad del lugar, cierra los ojos y bosteza. Al parecer, ahora que mi tiempo en el escenario ha acabado, gran parte del estrés abandonó su cuerpo y le permite relajarse. Es un alivio.

—¿Qué tal estuve? —pregunto para romper el silencio—. Quiero tu opinión sincera y sin anestesia.

—Impresionante, como siempre. Tienes una energía... distinta y muy especial cuando estás sobre el escenario, es como que te enchufaran a una batería —murmura ella y vuelve a bostezar—. Aunque... pues... no sé si yo hubiese escogido esos temas para hoy, pero eso ya es una cuestión personal.

—¿Cuáles habrías elegido? A ver, dame tus recomendaciones para un evento como el de hoy. —Apoyo la espalda contra el muro opuesto, cruzo mis brazos y la observo, desafiante pero con una sonrisa—. Toma esto como un examen de secretaria.

—Mmm... —Ella se acomoda mejor, frota sus ojos por debajo de los lentes y alza la mirada en mi dirección—. Habría iniciado con algo bien movido y casi sin introducción musical. Quizá con Cinco mil noches —sugiere—. Después, habría escogido uno de los temas del último CD porque son los que más te interesa promocionar en estos momentos. ¿Verdad? No estoy segura de cuál sería mejor. Tal vez El último desierto o Met-rop(o)lis. —Hace una pausa—. Y... de cierre... una de las más conocidas, (IN)HOOMAN creo que habría sido la ideal.

—No es una mala lista —admito—. Y entiendo por qué ese orden es interesante. Mmmm... me gusta. Quizá tenga que pedirte consejo para planear eventos futuros. Se nota que conoces cada canción, posiblemente incluso mejor que Richie, maldición. —Me rasco la nuca—. Por momentos olvido que eres mi fan.

—Debe ser porque detestas a los fans. —Nina desvía la mirada.

—No es cierto —voy hasta el sillón y me acomodo a su lado—. Lo que ocurre es que me ponen nerviosa porque... pues no me agrada que me admiren. No creo que haya nada que envidiar. No tengo una voz maravillosa, mis letras son bastante sencillas y yo qué sé... solo quiero disfrutar de hacer lo que amo. No me gusta que la gente me ponga encima de un pedestal inalcanzable. O que me busquen por favores e interés. Me saca de mis casillas, ¡mierda! —Dejo caer mi cabeza sobre su hombro—. En un concierto no me incomoda porque todo está planeado y bajo control. Sé qué decir, a dónde mirar, cómo saludar al público... y esas cosas. Pero cuando un fan se me aproxima inesperadamente me estreso. Me enfada que me admiren, que me digan cosas como que les he salvado la vida o que logré quién sabe qué por ellos. Yo no hago nada de eso. Soy una mujer egoísta y ya. Me gusta cantar y canto. Por mí. Ahí se acaba toda la magia. Por eso... no es que odie a mis fans. Es que creo que es estúpido que alguien quiera ser fan mío.

—Creo que eso se llama síndrome del impostor. —Nina pone sus mano sobre mi muslo en un gesto lleno de cariño.

—No es eso, te lo juro. Sé que canto bastante pasable. Y me gustan mis canciones. Mi estilo. Todo. Sé que no soy excelente y que tampoco sobresalgo entre el montón con mi talento. Pero no me considero una mala cantante para nada —admito—. Es solo que... canto para mí. Compongo para mí. Y lo arrojo al mundo. Si a alguien le gusta, genial. Si no les gusta, pueden ignorarme y ya. —Me quejo—. Lo siento, no eres mi terapeuta como para que te agobie con estas tonterías.

"Y si supieras las cosas horribles que pensé de ti el día que nos conocimos, renunciarías", añado en silencio.

—Puedes hablar conmigo de lo que quieras. No me molesta. Al contrario, me alegra cada día poder entenderte un poco mejor.

No respondo porque, una vez más, las palabras parecen estancarse en mi garganta, atascadas por un muro invisible. Aunque hay momentos en los que quisiera hablar con Nina hasta desnudar mi alma, en mi mente sé que no estoy preparada para sostener esa clase de conversación. Ojalá en el futuro podamos sincerarnos hasta descubrir rincones propios que desconocíamos. Ahora no. Todavía no.

Luego de algunos minutos en silencio, es ella quien junta el coraje para hacer la siguiente pregunta.

—Oye... ¿estás segura de que es una buena idea aceptar la invitación para esta noche?

—Ni idea —río—. Me agrada su música y les he dejado en claro que solo estoy dispuesta a pedirme un café o un helado. Si insisten en ir a un bar u otra cosa, les decimos que no y tomamos un taxi. Ya de por sí vamos a dormir poco o nada esta noche, y mañana tendremos que regresar a Miami tempranito, así que esta será una noche tranquila. Es solo que... —busco las palabras indicadas.

—Que quieres conversar con el chico que te gusta —acota ella con hastío y un tanto furiosa.

—Pues sí, en parte. No te lo voy a ocultar. Sabes que soy bisexual y que no tengo ni experiencia ni paciencia para las relaciones serias. —Lo digo con crudeza porque creo que lo mejor es que no se haga ilusiones conmigo—. También es una buena idea tomar alguna foto juntos para redes sociales. Sería interesante que pudiéramos seguir en contacto y colaborar en el futuro.

—Ajá.

—Vamos, ¿te ofendiste? —Alzo las cejas, aunque Nina no vea el gesto—. Tú, como mi fan, soñabas con conocerme y hasta te colaste tras bambalinas para hablar conmigo. ¿Y no puedes entender que yo sea fan de alguien más y quiera conocerlo? Eso es un tanto hipócrita de tu parte. No es como si Alex fuera a invitarme a pasar dos semanas a su casa en California para...

—Lo sé. Pero eso no quita que duela —interrumpe ella—. Estás en todo tu derecho de querer conversar con ese tal Alex, lo entiendo. Eres una mujer adulta y soltera. Por ello no trato de detenerte ni te ruego que no vayamos. Lo admiras desde antes de conocerme a mí, y todos tenemos algún crush famoso. Es... natural supongo. —Nina hace un mohín—. Es que... pues seguro es talentoso y atractivo. Es imposible no compararme y sentirme... insignificante a su lado.

—Eres una tonta. —La tomo por la barbilla y le robo un beso fugaz, pero luego no la suelto mientras susurro—. Escucha. A esta altura, ya sabes que sí me gustas. Y mucho. Creo que te lo demostré unas cuantas veces. ¿No? —Ella asiente apenas con la cabeza—. Escucha. Sé que vienes de un hogar muy tradicional y conservador, que tienes valores que para mí son absurdos. No te pido que seas igual que yo, solo que trates de entenderme y de respetarme en estos asuntos en los que somos tan diferentes. —Vuelvo a posar mis labios sobre los suyos antes de dejar caer las manos.

—Lo sé. Yo también estoy haciendo un gran esfuerzo por abrirme a... relaciones no convencionales entre las personas. Me cuesta hasta decirlo, demonios. —Nina desvía la mirada—. Sé que en el mundo hay gente que solo quiere sexo ocasional. Gente que tiene relaciones abiertas o poliamorosas. Gente que se enamora de manera sincera de más de una persona. Y más... lo sé. Y lo acepto. Supongo que solo... necesito más tiempo para terminar de absorber estos conceptos. Tenme paciencia.

Asiento.

Le asusta que lo elija a él y la abandone a ella, claro. Lo que nosotras tenemos es lo más cercano a una relación romántica estable que Nina ha experimentado en su vida y teme perderlo. Le preocupa que el lazo que nos une se fracture cuando otra persona entre en la ecuación. Que, empezando por el inicio, no ocurriría porque solo quiero saludar a Alex y tomar una foto, no es como que vaya a invitarlo a nuestro cuarto del hotel o a aceptar una invitación suya. Desde que ocurrió el incidente con Wisp que la mera idea de estar a solas con un músico hombre... ay, creo que tengo algo para mencionarle a Valentino en la próxima sesión.

Sacudo la idea y vuelvo a concentrarme en Nina. Acepto que lo suyo es un temor coherente en ciertas circunstancias. Pero hoy no. Solo vamos a beber un frappé por, como máximo, una hora. En un sitio público y en medio de un grupo. No es como si tuviera una cita a solas con él.

"Debo tener paciencia", me repito. "Nina es como Rapunzel, acaba de salir de su torre. Es insegura y tímida. No sabe cómo conducirse desde lo social".

Quizá en el futuro, cuando mi padre ya no esté y ella se acostumbre estos conceptos que trata de aceptar, pueda proponerle tener una relación abierta. De momento, necesito seguir marcando un límite.

—Lamento si mi interés por Alex te molesta.

—No te disculpes. Tengo que trabajar en gestionar mejor ciertas emociones y abrir un tanto la mente.

—Gracias por tratar de entenderme. —Tomo su mano y la presiono con fuerza.

—Gracias por no despedirme. ¿A quién se le ocurre tener una secretaria celosa?

—A mí —río—. ¿Tú no crees que un día conocerás a otra chica que te atraiga mucho? No digo que dejes de quererme, sino alguien más.

—En este instante lo dudo, pero quién sabe a futuro. —Nina suspira—. Me cuesta imaginarlo.

—Si un día ocurre, no tengas miedo de decírmelo, eh. Te ayudaré a conquistarla y luego, si quieres, compartimos —suelto una carcajada.

—¡Oye! —Se sonroja de inmediato.

—¿Qué? —Sigo riendo.

—Eres imposible. —Nina hace un mohín—. Pensé que querrías una chica y un chico. Dos chicas es de golosa nomás.

—Bueno, tú te quedas con esa chica imaginaria y yo trato de salir con Alex. Sin cortar lo nuestro, claro, porque seguirías siendo mi secretaria sexy.

—Ay, ya basta. —Se cubre el rostro con ambas manos, apenada, por un par de segundos—. Igual, ¿qué es lo que te gusta de ese músico?

—Yo qué sé —Me encojo de hombros—. Es mi tipo. Al menos, en lo físico. No sé nada de cómo se comporta. Quizá tiene una personalidad de mierda peor que la mía. O nuestros puntos de vista choquen y no podamos ponernos de acuerdo en nada. —Comienzo a quitarme la ropa y las leggins para cambiarme—. Sea como sea, me gustaría aceptar la chance de tomar un café con él y el resto de Six Poison Jars. Y me encantaría que estuvieras allí, así después me das tu opinión sobre ellos, tanto desde lo profesional como desde lo personal. Podemos chusmear en el vuelo de regreso a Miami. La verdad es que no tengo segundas intenciones para nada, solo curiosidad.

—De acuerdo —se rinde—. Lo único... es que quisiera volver al hotel antes del amanecer y dormir un par de horas. O darme un buen baño hasta que haya que salir.

—Darnos —corrijo—. Juntas.

—Incluso mejor —murmura Nina, tímida.

—Vamos por un frappé y una foto. Luego a descansar, juntas y desnudas en la bañera del hotel. Nada más. Es una promesa.

Ay, ay, ay, ¡VANESA, POR FAVOR! 

En fin... 

★ ¿Ustedes aceptarían estar en una relación abierta o poliamorosa? 

★ ¿Creen que Nina con el tiempo se abriría a algo así o que Myre tendría que volverse más tradicional?

★ ¿Quén es tu más grande crush famoso? 

★ ¿Se atreven a intentar adivinar el mío? 

Por cierto, pensé que ya les había dejado esta ilustración acá, pero se ve que no. Es un hermoso fanart que usé para celebrar el medio millón de lectura en redes sociales. Pueden ver la firma de la artista en la imagen =3 (no sé por qué no puedo etiquetarla).

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