19. PUNTUAL
Nina está feliz y nervosa, lo percibo en su sonrisa. Hoy, después de pasar ya dos semanas trabajando como mi secretaria, Richie le ha dado por fin el visto bueno para que pueda conservar el empleo de manera oficial. Está firmando todo el papeleo para hacer que esto sea completamente legal.
El abogado de mi manager nos acompaña, respondiendo preguntas técnicas mientras ayuda a que ella complete la información de forma correcta. En unos días tendrá obra social, cuenta bancaria nueva, depósitos para la jubilación y todos esos beneficios necesarios para sobrevivir en este país. Además, le hemos dado en efectivo su salario por la labor realizada hasta ahora. Es la primera vez que tiene dinero propio desde que ha salido de la casa de sus padres.
—Para el tema de impuestos, ¿esto está bien? —pregunta y le muestra algo al abogado.
—Sí, y en la última casilla marcas la tercera opción, porque no estás casada ni tienes niños —señala él.
Nina asiente y continúa, ya casi ha terminado. Su mano tiembla un poco y no deja de morderse el labio por el miedo que tiene a equivocarse. Hoy lleva puestos sus lentes, y ha dicho que una de las cosas que quisiera hacer con el dinero que recibió es ir al oculista apenas le aprueben el seguro médico y volver a evaluar su visión para hacer nuevas gafas. Me agrada que sea responsable, pero estoy decidida a convencerla de que gaste una parte del dinero en un capricho personal, ya sea ir a un spa, que le arreglen las uñas, comprarse zapatos o cualquier otra cosa.
Para mucha gente aquí es tradición que el primer día de cobro en un nuevo trabajo es sinónimo de día de compras. Recuerdo cuando moneticé mi canal de ViewTube y recibí mis trescientos dólares iniciales. No le dije nada a papá y salí corriendo a hacerme un tatuaje en secreto. Sabía en dónde me lo harían sin preguntar por la edad y estaba decidida a lo que quería que fuera: las mariposas de mi abdomen, que son en honor a mi mamá.
Obviamente sé que Nina no escogería un gasto similar. Sin embargo, me aseguraré de que disfrute un poco de esta nueva libertad. Ya cuando haya recibido cuatro o cinco pagos, nos sentaremos a conversar sobre la posibilidad de que pague una parte de los gastos del apartamento o de lo que me debe porque ya me ha dicho que está decidida a hacerlo de todas formas.
Y la entiendo. Por más que yo no quiera que me regrese ni un centavo o que ofrezca encargarse de servicios como la electricidad, en su lugar también desearía hacerlo. No es bonito vivir de la caridad de otros y sentir que estás en deuda con alguien. Incluso cuando la otra persona quiere dártelo todo desde el fondo de su corazón. A mí me sobra el dinero para el estilo de vida que llevo, no requiero de la ayuda de Nina. Pero la aceptaré para no insultarla, sé que se sentirá mejor si me paga una parte.
—Creo que ya está —dice ella de repente y le pasa las fotocopias al abogado—. Revise por si acaso.
El hombre mira con atención la información y asiente. Luego, le extiende una mano a Nina y se despide de ella.
—Bienvenida al equipo —añade Richie—. Es un placer trabajar contigo.
—Es un honor —responde ella, tímida.
—Es hora de anunciarlo, entonces. —Mi manager sonríe.
—¿A qué te refieres? —pregunto.
—Les tomaré una foto juntas, algo sencillo y bonito. La pondremos en redes sociales con el aviso de que tienes nueva secretaria y que estás sumamente contenta con qué tan eficiente es. De esa forma, si alguien las ve juntas por la calle y les toma una foto o crea rumores, los fans sabrán de antemano que esa chica es tu empleada y ya. Es una forma de prevenir escándalos. Como esconderse en una multitud a plena luz del día y donde todos puedan verte.
—Mmmm podría funcionar —acepto—. ¿Tú qué dices?
—No me llevo muy bien con las fotos. Y hoy no estoy tan arreglada... —Nina duda—. Pero creo que es una buena idea. Lo haré.
Richie se emociona y comienza con los preparativos. Nos lleva a su estudio, que está en el segundo piso de su hogar y tiene un pequeño balcón con vistas a la piscina. Allí hay un set de patio elegante en tonos marrones y celeste pastel. Pone dos sillas a un lado de la mesa para que nosotras nos sentemos lado a lado. Frente a ambas, la laptop de forma tal que no se vea la pantalla y un montón de papeles sin nada escrito para pretender que es el contrato.
Mientras él acaba con el escenario, nosotras vamos al baño a retocar el maquillaje y demás. No vinimos preparadas para esto, pero creo que estamos lo suficientemente bien.
Nina lleva una blusa de mangas largas beige y pantalones marrones con líneas verticales delgadas en el mismo tono que su camisa. Su labial es casi natural y el delineador se oculta detrás de los lentes. Con el cabello recogido y algunos mechones rebeldes sueltos definitivamente se ve como una secretaria.
Yo llevo unos cargos negros con grandes bolsillos y un top de mangas largas a rayas que deja mi estómago al descubierto. Mis ojeras son enormes, así que aprovecho que estaremos al aire libre para colocarme lentes de sol.
Cuando estamos listas, regresamos al balcón y vemos que Richie incluso ha dejado dos vasos muy estéticos con jugo de naranja a medio llenar. Parece la postal para alquilar un cuarto en un hotel de lujo.
—Vengan, vengan. Acomódense. —Pide él y nos guía—. Nina, tú siéntate aquí. Quiero que sostengas el bolígrafo con una mano. Pretende que escribes hasta que yo les diga que miren. Ahí, alzas la vista como que te he tomado desprevenida en dirección a la cámara. La idea es que parezca que he llamado tu nombre mientras firmabas.
—Okey...
—Y tú, Myrecilla bella. —Richie toma mi brazo y me lleva a la otra silla—. Me parece que lo ideal sería que estés mirando la mano de tu nueva secretaria, como que la estabas ayudando a llenar los formularios. Es más, puedes pretender que señalas algo en el papel. Igual que ella, cuando las llame levanta apenas la mirada en mi dirección. Quiero que la foto parezca natural.
Mi manager camina alrededor del balcón buscando el ángulo perfecto. Quiere que el sol no golpee ni en nuestros rostros ni que arruine el paisaje. También se asegura de que no se note que los papeles están en blanco y demás detalles. Se toma su tiempo hasta que halla el punto perfecto y nos llama.
Fingimos que no esperábamos que alguien nos hablara y él aprovecha a tomar unas cuantas versiones mientras nos pide tonterías como que levantemos más el bolígrafo o que acomodemos algún mechón de cabello en otro sitio.
Al acabar. Se pone a jugar en el teléfono con quién sabe qué aplicación de edición digital. Le gusta corregir detalles en las imágenes antes de postearlas y usa un filtro de iluminación que hace que todas se vean relativamente parecidas y vayan a juego, al menos cuando no son promociones creadas especialmente por otras marcas y empresas.
—Nina, oye, ¿quieres que ponga tu nombre real completo? ¿Prefieres que deje fuera el apellido? ¿Usarás un apodo o seudónimo?
—Uy... ni idea. —Ella se cruza de brazos, pensativa—. Creo que solo mi nombre. Porque si uso un apodo y en el futuro necesito otro empleo, será un dolor de cabeza probar que yo soy la misma persona. Además, nunca he tenido un apodo ni nada por el estilo. No sabría qué elegir o cómo hacerlo.
—De acuerdo... a ver, díganme si el texto les parece bien. Como siempre, se supone que está escrito por Myrecita —toma aire y lee—. "Hoy quiero presentarles a Nina, mi nueva secretaria. Lleva ya unas semanas ayudándome y tengo que admitir que no solo es increíblemente eficiente, sino que su buen humor y su personalidad hacen que me sienta muy a gusto trabajando a su lado. Ella estará respondiendo correos electrónicos, me ayudará con mi calendario, con la edición de algunos videos y más. Será mi compañera en los próximos tours y seguro la verán a menudo a mi lado. ¡Denle una cálida bienvenida!".
—Mmmm... me gusta, pero —admito— es demasiado formal creo. Abrevia algunas palabras y añade emojis, que es lo que yo hago. Ponle más espíritu. En lugar de comenzar con "Hoy quiero..." diría que quedaría mejor algo chistoso y que haga que la gente se asuste un poco. Podemos jugar con la idea de los rumores falsos incluso.
—¿Qué tal empezar con un: "¡ME ACABO DE CASAR, LES PRESENTO A MI ESPOSA!" Luego ponemos varias líneas en blanco de suspenso y continuamos con un. "Bueno, no, eso es mentira. Aunque esta muchacha sea extremadamente bonita y esté soltera, solo he logrado convertirla en mi asistente x_x Ni modo, ni que fuera mi tipo de todas formas. Como sea, conozcan a Nina..." y de ahí en más casi lo mismo que antes.
—¿No es demasiado? —pregunta Nina, preocupada.
—Lo dices solo porque eres tú y lo sabes. Si la foto fuera con Crest o Richie y dijera lo mismo, no pensarías igual. Eso es porque sabes cuál es tu verdad. Pero para el público es un chiste. Igual, si no te agrada, podemos pensar algo distinto.
Debatimos un poco más al respecto y nos quedamos con mi sugerencia. Nina parece un poco asustada al respecto, pero creo que todo saldrá bien. Hacer esta clase de broma ayudará a que cualquier rumor desaparezca.
—Y solo para que no haya malentendidos —me aclaro la garganta—. Nina, sí eres mi tipo. Es que no quiero que mi padre sepa que... ya sabes.
—No te preocupes —sonríe ella, un tanto triste.
Imagino que por su mente pasan numerosos pensamientos cargados de inseguridades. Ya lo hablaremos mejor en privado luego.
—Posteado —avisa Richie de repente—. Antes de que se arrepientan.
Ya no hay vuelta atrás. Aunque me dieran ganas de eliminarlo, en cuestión de segundos habrá capturas.
* * *
El resto de la tarde es para dedicarlo a preparativos. Si bien eso es mucho más relajante que viajar a otros estados, dar conciertos o entrevistas... no es algo que haga por placer, sino por obligación. Es una buena forma de recobrar el ritmo entre mi cumpleaños y lo que se aproxima, al menos.
Por fortuna, Richie consiguió cita con una de mis estilistas preferidas de la ciudad. Ella tiene un taller privado en un apartamento del centro. Se especializa en confeccionar y modificar pelucas de alta calidad para vender a precios absurdos. El estudio está colmado de fotografías de celebridades luciendo sus creaciones en videoclips, conciertos y películas. Es sumamente talentosa y, también, costosa.
Su nombre es Sabrina y, si la memoria no me falla, es brasilera, aunque lleva tantos años aquí que el acento se le ha diluido casi hasta desaparecer por completo. Toma pocos turnos para tratar con clientes y es bastante selectiva a la hora de aprobar las citas. Le gusta trabajar con gente que no tenga miedo a hacer grandes cambios en su estilo o a experimentar nuevos cortes. La primera vez que me atendí en su estudio, ella estaba preparando un set de pelucas muy colorido para un videoclip de ciencia ficción de no sé qué cantante asiática. Lo que ella hace es definitivamente una especie de arte poco usual.
Llegamos al edificio unos minutos antes de lo planeado. Tomamos el elevador en silencio y nos sumergimos luego en la recepción, donde presionamos una pequeña alarma para llamar a Sabrina.
Una curiosidad sobre ella es que es impaciente con otras personas y que le cuesta mucho confiar en que los demás puedan hacer un buen trabajo. Ha tenido casi tres docenas de asistentes desde que la conocí y ninguna le dura más que un par de semanas. Prefiere trabajar sola y encargarse de todo, incluso de servir el café o de dar turnos a clientes. Está tapadísima de trabajo pero más de una vez me ha comentado que nadie parece ser capaz de hacer las cosas como a ella le gustan.
Supongo que, en parte, la entiendo.
—¡Myre, preciosa! ¡Qué placer volver a verte! ¿Cómo has estado? —Sabrina se aproxima, efusiva—. Justo hace unas semanas me preguntaba cómo te estaría yendo. Vi tu último video y pensé "a esta chica le vendría bien un corte". Es como que te llamé con la mente.
La estilista lleva puesta una de sus pelucas más sencillas, corta por los hombros, la mitad derecha en naranja y la otra en fucsia. Contrasta bastante con su piel bronceada y con sus grandes ojos negros.
—Eso parece —sonrío—. Gracias por dedicarme un poco de tu tiempo. Sé que estás ocupada.
—No hay problema. De vez en cuando me agrada atender a clientes con vida. Trabajar solo con pelucas puede volverse muy solitario. —Hace una pausa—. Veo que has traído a tu... ¿hermana?
—Mi secretaria —corrijo y las presento a ambas.
Sabrina me guía hacia la habitación que usa como salón. Allí hay un espejo enorme, dos sillas, algunos artefactos que no conozco y un televisor enorme que pasa conciertos de artistas latinos en volumen casi inaudible. En el muro opuesto hay un sillón, una mesada y una cafetera con todo lo necesario para que cada quien se prepare las infusiones a su gusto. En el rincón hay un librero colmado de revistas y de novelas de bolsillo con títulos absurdos. Recuerdo en mis visitas previas haberme detenido en algunas que se llamaban algo así como El cowboy pervertido de otra dimensión, La esposa infiel del sheriff ama que la dominen, Cómo conquistar a un alíen en tres días, Ashley ama los tentáculos de su novio y pues... ya ni me acuerdo. Otros eran más normales en el estilo de A Victoria le gustan los narigones, Los látigos del placer, Sumisa del capitán, etcétera. La mayoría son novelas eróticas fantásticas muy raras. Supongo que es lo que a Sabrina le gusta leer.
Nina se acomoda en el sillón y revisa su teléfono, sospecho que quiere ver las reacciones de la gente a la foto que subimos hoy. No quiero entrometerme en eso porque sé que está nerviosa. Palmeo su hombro para reconfortarla.
—Vuelvo pronto —prometo.
—Sin apuro —responde ella—. Seguro me entretengo con algún libro.
—Suerte con eso —contengo la risa y me alejo rumbo a los asientos que están frente al espejo. Escojo el que tengo más cerca y suspiro. Sabrina coloca una especie de capa a mi alrededor para que no se me arruine la ropa.
—¿Qué tienes en mente? —pregunta la estilista.
—Algo un poco diferente —admito—. Quiero un tono de púrpura un poco más claro y... tengo un corte en particular pensado, no sé si me quedará bien. Deja que te lo muestre.
Le paso mi teléfono, abierto en una imagen que bajé de internet. Explico más o menos los cambios que le haría y me aseguro de que Nina no pueda verlo. Deseo que sea una sorpresa por si acaso no le agrada.
—Me gusta. Me gusta. —Sabrina se lleva una mano a la barbilla—. Hagamos esto de manera poco ortodoxa. Permite que nos encarguemos primero de la tintura y luego, con el cabello ya en el color ideal, volvemos a evaluar el corte y sus detalles. ¿Qué dices?
—Tú eres la profesional —me encojo de hombros.
La primera parte del proceso consiste en decolorar mi cabello, en especial las raíces oscuras. Detesto tener que hacer esto porque sé que me arruina mucho el pelo, pero cada tanto es necesario si quiero mantener mis colores. Una vez que eso está listo, colocamos la tintura púrpura. Como debo esperar media hora, Sabrina coloca un temporizador y se va al cuarto en el que trabaja sus pelucas para adelantar otros trabajos y yo decido acercarme a donde está Nina.
—Ey —saludo y me siento a su lado, con cuidado de no ensuciar nada—, ¿qué lees?
Ella se sobresalta, no me vio llegar. Cierra el libro con un poco de vergüenza y se levanta para ir a prepararnos dos tazas de café.
—Nada, solo lo primero que encontré.
—Esclava del rey vampiro —leo en voz alta y contengo la risa—. ¿Está bueno?
—No —admite ella—. Es bastante tonto.
—Cuéntame de qué trata, estoy aburrida.
—La protagonista ve un murciélago en su apartamento en Nueva York y lo golpea con un escobazo. Al caer, se convierte en un hombre ridículamente atractivo y desnudo que resulta ser el rey de los vampiros. Enfadado por el ataque, se lleva a la chica a su castillo y la hace su esclava. —Nina pone azúcar en su café—. Si por esclava te imaginas tener una suite con hidromasaje, ropa de marca, joyas y lo que desees a cambio de sexo, estás en lo correcto. Es una jaula muy bonita, digamos.
—Déjame adivinar. Luego follan como si no hubiera un mañana el resto del libro —suelto.
Ella se sonroja y trae las tazas. Se sienta nuevamente a mi lado, un poco nerviosa.
—Casi. Primero ella lo odia, pero sabe que debe darle su sangre y cuerpo a cambio de haberlo lastimado. El tema es que cada vez que él la muerde, ella se excita. Hasta que en una escena acaban teniendo sexo literalmente por todo el cuarto, hasta colgando del techo por los poderes de él. —Bebe un sorbo de su infusión—. El resto del libro hasta ahora ha sido solo una sucesión de escenas sin continuidad en las que empiezan enfadados y acaban en la cama. No hay una trama real. Nada. Sospecho que acabará con ella convertida y coronada reina.
—Seguramente —suelto una carcajada.
—¿En serio hay gente que disfruta leer estas cosas? Son absurdas.
—A Sabrina parece que le encantan —sonrío—. Supongo que no es la única. De todas formas, nadie mira porno por la trama. Con la lectura asumo que es igual.
—No sabría decirte. No veo esas cosas ni tampoco las leo.
—Pues si un día quieres... —sugiero y bajo la voz—, buscamos una buena película para disfrutar en el sillón del apartamento.
Nina casi se atraganta con su café. Tose y busca una servilleta para limpiarse la boca. Yo suelto una carcajada involuntaria. Menos mal que solo le sugerí ver porno y no grabarlo. Que hubiese sido solo una broma, de todas maneras.
—¿No te da asco ver a otras personas...? —deja la frase inconclusa.
—Depende de muchas cosas. La calidad del video, de qué clase sea, etc. Podemos buscar uno que se ajuste a tus preferencias. Digo, si quisieras intentarlo. Solo chicas, sin fetiches raros.
—N-no —desvía la mirada y, de inmediato, sé que en realidad sí tiene curiosidad, pero le apena admitirlo.
—Ponlo en la agenda para mi próximo día libre. Y lo digo en serio.
—¡No! —Alza la voz, sonrojada, y se esconde detrás de la taza mientras finge seguir bebiendo.
Conversamos un rato más sobre otras nimiedades y sobre las tareas de los próximos días, hasta que escuchamos que la alarma suena y Sabrina regresa casi de inmediato para enjuagarme el cabello. El púrpura casi alilado se ve extraño, no obstante, me agrada. Lo secamos un poco para que sea más manejable y comenzamos con el corte.
Aprovecho para sacar algunas selfies frente al espejo para que Nina pueda subir a redes mañana.
La estilista me muestra recomendaciones de cómo modificaría ella la foto que le mostré para que se ajuste mejor a mi rostro. Yo asiento sin oponer resistencia porque confío en ella. Pronto, las tijeras empiezan a hacer su trabajo.
Veo los mechones caer sobre mi pecho y mi regazo. Son extensos, este será un cambio grande y me asusta un poco el resultado. Cierro los ojos y permito que Sabrina haga lo suyo.
Me cuesta un poco relajarme cuando escucho que enciende la rasuradora, un escalofrío me recorre a medida que el sonido se aproxima a mi cabeza. Espero no arrepentirme.
El corte que he elegido llega un poco más extenso que los hombros en la gran mayoría, pero completamente al ras de la cabeza en uno de los lados, con la silueta de un estrella recortada a distinta profundidad. Permitirá que se vean mejor mis aretes y el tatuaje que tengo detrás de la oreja.
Imagino que Nina está mirando, tan preocupada como yo. Sin entender qué es lo que he pedido que me hicieran.
Es hora de comenzar una nueva etapa.
¡Ay, ay! El nuevo estilo de Myre es un gran cambio para ella. No encontré una imagen que lo mostrara bien, así que hice esto (con mis nulos conocimientos de Photoshop) para que puedan imaginarlo mejor. Ojalá algún día pueda tenerlo ilustrado xD
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