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18. (IN)FELIZ

Cuando era chica, mi sueño era viajar por el estado, por el país o por el mundo. Quería conocer las grandes ciudades, escalar montañas y nadar en el océano pacífico; deseaba explorar qué había más allá de Miami, probar comida de sitios remotos, escuchar música con ritmos nuevos y más. Detestaba el barrio en el que vivía, la pobreza, la inseguridad, el calor, la humedad y esa sensación de no pertenecer, de no encajar.

Para los estadounidenses, yo era solo una inmigrante sucia que debería volver a Latinoamérica, a pesar de haber nacido en este país. Para los demás hispanohablantes, era un bicho raro que no se amoldaba a lo que se esperaba de ella: con mis primeros tatuajes, el cabello corto y de colores raros.

Estaba sola en un mar colmado de grandes grupos de los que no formaba parte. Era un pez dorado al que arrojaron en la pecera de tiburones.

Detestaba vivir en Florida, pero me faltaba el valor para huir. No tenía a dónde ir ni cómo marcharme. Tampoco el coraje para intentarlo.

Pero las perspectivas cambian con el tiempo. Ahora yo soy ese tiburón en un océano de peces dorados. Puedo estar sola, pero este es mi hogar y, al que no le guste, que lo jodan.

Casi quince años han pasado desde que soñé con irme de aquí. Hoy, nada me hace más feliz que regresar. Amo sentir el calor del sol sobre mi piel, la brisa marina y salada. Entrar a mi apartamento, dejar las maletas en el suelo e ir directo al balcón para admirar el paisaje de mi ciudad.

—Bienvenida a casa —susurro.

Aquí siempre pareciera que es verano. Se siente como estar de vacaciones constantes. El ambiente de Miami, ahora que puedo vivir en una zona bonita, me resulta embriagador y relajante. Lo ocurrido en el norte del país, entre el frío del invierno y las primeras nevadas, se convierte en un recuerdo lejano que intentaré enterrar. Por ahora, lo que más quiero es ir al supermercado y comprar algunas frutas para hacerme un smoothie helado y beberlo en bikini junto a la piscina de la terraza del edificio. Aunque, conociéndome, todo eso lo haré mañana. No tengo energía suficiente en estos momentos.

Mi humor mejora aquí. Le he avisado a Richie que estaré completamente desconectada por dos semanas, y prometí que revisaría solo mi casilla de correo electrónico personal una vez por día en caso de que ocurra una emergencia. El teléfono lo he colocado en modo avión; no lo apago porque a veces lo uso para tomar fotos. Quizás incluso grabe un video para mi canal, pero no lo subiré hasta el mes que viene.

Bostezo.

Sé que debo descansar. Mi cuerpo y mi mente lo necesitan. Mañana trataré de organizar un poco mejor lo que haré, lo prometo. Tengo que hallar tiempo para visitar a papá y para ir de compras. También me gustaría ver un amanecer en la playa, cuando no hay casi nadie alrededor.

"Y debo retocar la tintura de mi cabello, pero con un estilista porque a mí me queda disparejo en casa", decido.

Además, si tengo suerte, la inspiración llegará en algún instante inesperado y me permitirá comenzar a componer los próximos temas. Al menos las letras, que es mi especialidad. Aunque sé tocar la guitarra y crear partituras sencillas, es Crest quien tiene un don para inventar melodías ideales para transmitir lo que deseo.

—¿Él también habrá regresado? —me pregunto en un murmullo—. No, creo que se iba unos días a la boda de su hermano, en Carolina del Norte.

Como sea, es hora de descansar. Abandono el balcón y cierro el gran ventanal de vidrio para que el calor exterior no invada mi hogar. Luego, enciendo el aire acondicionado y voy al baño para llenar la tina y sumergirme en ella.

Después, dormiré una siesta en mi cama, que la extrañé bastante. E iré a la tienda justo antes de que cierre. O pediré que me traigan las compras a domicilio. O mañana. Sí eso suena mejor. En el fondo, sé que no lo haré hoy.

***

Son pasadas las ocho de la noche. Me siento mejor luego de dormir unas horas en mi cuarto. Mucho mejor. Cuando estoy aquí puedo dejar de lado el estrés y pretender que vuelvo a ser tan solo Vanesa, la hija del plomero latino que no habla ni cinco palabras de inglés. Puedo grabar videos sencillos para mi canal de ViewTube cuando quiera, puedo ir a nadar a alguna playa lejos del centro y conducir mi motocicleta con libertad; el casco ayuda a que nadie se fije en cómo me veo. Siento que en Miami desaparezco, que Myre se desdibuja entre turistas y celebridades más famosas e interesantes.

Lo único que me falta es una mascota. Siempre quise tener esa compañía fiel y que no te juzga, pero con mi estilo de vida es imposible. No quisiera arrastrar a un pobre animal por todo el país durante los tours, y mucho menos abandonarlo con algún extraño por meses. Es una mierda. Cuando me retire de la música, me convertiré en una de esas viejas locas con ochenta gatos. Lo juro. Es una necesidad que tengo, una meta para mi futuro.

"Si es que llego a esa edad", suspiro. Con lo que ha ocurrido en las últimas semanas dudo sobre mi estabilidad mental y la capacidad que tengo para seguir adelante sin rendirme. "Deja de pensar en eso, Vanesa", me reprendo.

Voy al pequeño estudio de mi apartamento y sonrío. El trípode sigue en su sitio, la cámara descansa en una funda sobre un mueble lateral. Hay un sillón bonito, el muro amarillo con mi logo pintado enorme y una caja de grandes proporciones. Sé lo que es, la tuve que entrar yo misma hace algunos minutos.

Estos son obsequios varios que me han mandado los fans y que Richie juntó y dejó en la puerta antes de salir de vacaciones. ¡Hay un montón!

"¿Cuándo fue la última vez que hice un video mostrando lo que me mandan mis seguidores?", me pregunto. No lo recuerdo, quizá la Navidad pasada o la anterior. Sería una forma relajante de ocupar el tiempo sin salir.

Porque no estoy preparada para enfrentarme al mundo todavía. Necesito de mi soledad un poquito más, y al mismo tiempo quiero mantenerme ocupada.

—Bien, es hora de grabar —afirmo y voy a prepararme.

Cuando recién abrí mi canal en ViewTube, filmaba muy arreglada. Pasaba horas escogiendo el atuendo y el maquillaje ideal para que a la gente le gustara lo que veía. Ahora ya no me importa tanto. Mientras sea relativamente presentable, me conformo.

Escojo una sombra para ojos negra, a juego con el delineador. Sé que tengo ojeras enorme y confío en que esto ayudará a disimularlas. Si todo mi rostro parece el de un mapache, no se notará tanto mi agotamiento. Más allá de eso, uso el primer labial que encuentro, que es anaranjado. Me recojo el pelo en una coleta desprolija porque no tengo paciencia para desenredarlo y regreso al estudio.

Tardo un rato en acomodar la cámara en un ángulo bueno para mostrarme a mí y a la caja, que he colocado sobre una mesita ratona frente al sillón. Será un video bastante improvisado, pero he descubierto que a muchos de mis seguidores les gusta más cuando presento cosas así que cuando me esfuerzo demasiado.

—Bien, estoy lista.

Presiono el botón rojo de la filmadora y me voy con prisa al sitio que he escogido para mí.

—¡Buenas tardes, mentitas! —uso el nombre que mis fans escogieron para ellos mismos hace algunos años—. Acabo de regresar del tour y me encontré con todos estos paquetes suyos. No imaginan qué tan agradecida me encuentro por el cariño y el apoyo que me brindan constantemente. —Fuerzo una sonrisa y comienzo a abrir la caja—. Aquí dentro hay un millón de paquetitos más pequeños que me han enviado ustedes en los últimos meses. ¡Espero que sean apropiados para mostrar porque, de lo contrario, tendré que censurar el video! —río.

Tomo entre mis manos un primer obsequio. Lo examino con cuidado, para ver si puedo adivinar el contenido. Creo que es ropa.

—A ver, a ver... —murmuro y rompo el papel del envoltorio—. Este es un regalo de Ashley, llega desde Alabama. Y es... ¡Una blusa con calaveritas! —exclamo, feliz, mientras leo el papel que acompaña—. Y es de la marca de ella, hecha a mano. ¡Qué honor!

Me pruebo la prenda por encima de mi vestido y me aseguro de prometer que en el video editado saldrá el nombre de la tienda para que otros puedan conocerla.

Abro varios obsequios más, sin grandes sorpresas. Hallo accesorios, cartas, fanarts, una camiseta con la frase de una de mis viejas canciones y algunas golosinas que llegan desde Alemania.

—Bueno, si sigo así no voy a terminar nunca. ¡Quedan como cincuenta paquetes acá! —exagero—. Voy a escoger cinco o seis más y el resto los abriré en privado. Les mostraré lo que es en redes sociales muy pronto. —Juro. En realidad, le tomaré fotos a cada cosa y se las pasaré a Richie para que él se encargue de subirlas.

Revuelvo un poco el contenido de la caja y tomo el paquete más grande.

—¡Uy! ¡Este es pesado y enorme! ¡Y dice que es frágil! —Guiño un ojo a la filmadora—. ¿Será una bolsa con todos los tomates que me quisieron arrojar en mi último concierto? ¿Será una roca para que la amarre a mi cintura y me arroje al océano? ¿Será un carbón gigante de parte de Santa? —Leo el nombre del remitente—. Brooke W. H., sea lo que sea que me hayas enviado, seguro te costó fortuna pagar al servicio postal. No me merezco semejante inversión. A ver, a ver... qué es... ¡Oh, por dios! —Me cubro la boca con las manos y exagero la reacción—. ¡Es una escultura miniatura de mí! ¡Qué talento! ¡Me muero! ¡Ay, ay! —La muestro a la cámara—. Algunas personas ponen gnomos en sus jardines, yo me pondré a mí misma —bromeo.

Dejo el pesado objeto a un lado para inspeccionarlo mejor luego y tomo el siguiente paquete, que es una caja completamente negra.

—Uff... ¡Reconozco el envoltorio! ¡No puedo abrir esto en público! —río—. ¿Qué es? ¿Lo muestro? ¿O no? ¿O sí? —debato en voz alta con la filmadora—. Sé que quieren saber lo que es, así que voy a mostrarlo pixelado para que se quiten las ganas, pervertidos. —Abro el paquete y del interior saco un consolador púrpura con un mensaje que dice "Para que no te aburras durante el tour". Leo la pequeña nota en voz alta y me rasco la nuca—. Bueno, esto lo veo después de regresar, pero prometo empacarlo para la próxima. —Hago un gesto sugestivo a la cámara.

Mi garganta está seca, llevo un buen rato filmando, así que decido cerrar la grabación con un sobre que tiene un fanart precioso mío encima de uno de los escenarios. Por la ropa que llevo puesta, es de cuando canté en San Francisco hace dos años. Me entristece un poco ver que también sale Wisp a mi costado, pero escondo la aflicción y me despido de la cámara.

—¡En serio! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Mil gracias, mentitas! Los adoro. Intentaré subir un par de videos más este verano. ¡Nos vemos pronto! —aprovecho para promocionar mi próximo álbum y luego apago la cámara.

Suspiro, agotada.

El estudio es un desastre, con papeles y cartones desperdigados por doquier. Tendré que limpiar luego. Primero, necesito un vaso de agua. Y comida. Mi estómago comienza a abrirse nuevamente, es una buena señal de mi mejoría anímica.

Tomo un par de sobres más de la caja y me los llevo a la cocina para abrirlos mientras veo si encuentro algo congelado para poner en el microondas o si tengo que pedir pizza a domicilio. Me pregunto si, entre el montón, habrá algún mensaje o regalo de Nina. ¿Me habrá mandado algo en el pasado? ¿Habré mostrado sus obsequios sin saber que eran ella? Es posible. Quizá luego revise viejos videos para corroborarlo. Sería... curioso hallar algo con su nombre.

Mientras camino hacia el refrigerador, paseo la vista por los varios envoltorios que tengo entre las manos, uno llama mi atención. El nombre y la dirección del remitente son claramente falsos, y en letras negras grandes dice "abrir en privado".

Analizo el envoltorio por algunos segundos y lo meto luego en el último cajón de la pequeña isla de mi cocina.

Asumo que es un fanart erótico. O un fanfic. Recuerdo que hace unos años alguien me mandó un cuento pornográfico narrando una fantasía entre un grupo de fans y yo. Fue sumamente incómodo de leer. Y esto debe ser similar. Uf... no quiero abrirlo. Quizás este lo deje sellado. Prefiero ni enterarme de lo que es. Una cosa es que me regalen un consolador a modo de broma, otra es que describan en detalle cosas que yo no haría, o cosas que me harían si pudieran. Eso siempre me ha parecido aterrador.

Que un extraño escriba sobre ti o te dibuje es increíble. Se siente bonito porque significa que alguien ha invertido tiempo en ti, que piensa mucho en cuánto te admira. Pero hay un límite entre lo aceptable y lo perturbador. Uno de los motivos por los que dejé de usar redes sociales fue justamente porque alguien de Canadá escribió un fanfic en el que yo... no quiero ni recordarlo. Describía de forma explícita y desgradable cosas que se suponía yo le hacía a otras personas y que también me hacían a mí. Puedo aguantarme que pongan una escena sexual propia en ficción, pero ese fanfic en particular... uuugh. Me sacudo ante un escalofrío.

"No pienses en eso", me pido. Cierro los ojos por algunos segundos y respiro hondo para relajarme.

Ya más calmada, tomo mi teléfono, que descansa sobre la mesada de la cocina, y marco el número del delivery más cercano. Pido una pizza hawaiana con piña y jamón. Se me hace agua la boca solo de imaginar el aroma.

Definitivamente, esta una señal de que me siento mucho mejor aquí, en casa.

¡Hola, hola! Aprovecho que andan por aquí para hacerles un par de preguntas relacionadas con el capítulo de hoy:

 💚 ¿Les gusta la pizza hawaiana?

💚 ¿Cuál pizza es su preferida?

💚 ¿Escriben fanfics de sus celebridades preferidas?

💚 ¿Cuál es el fanfic más raro que han leído?

💚 ¿Qué creen que tiene el sobre que decidió no abrir?

💚 ¿Qué obsequio le enviarían ustedes a Myre, si pudieran?


¡Gracias por leer!

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